Traducido por Mitchan. Es la primera vez que traduzco, así que si cometo algún error (seguro que lo haré) que alguien haga el favor de corregirme. ¡Gracias! ¡Espero que les guste tanto como a mí!

LOVE POTION HP

Por Tavalya Ra

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Disclaimer: Esta historia está basada en los personajes y situaciones creados por J.K. Rowling, propiedad de J.K. Rowling y varios editores incluyendo pero no limitados a Bloomsbury Books, Scholastic Books, y Raincoast Books, además de Warner Bros., Inc. No se gana dinero con este escrito ni se tiene la intención de infringir ninguna marca registrada o copyright. Rowling es una diosa, ojalá se apiade de mi alma por escribir esto.

Nota: Gracias a Stacey de "Thin Line" por revisar este fic, a Anna por permitir y apoyar esta locura, y a Simeone por prestarme su ejemplar de "El Cáliz de Fuego" sin el cual nunca me hubiera inspirado para escribir esta absurdamente larga y completamente inquietante historia.

Capítulo Diez: El Afródilo

Hermione regresó a Hogwarts el dos de enero, el último día de las vacaciones de Navidad. Su constante presencia consumía la paciencia de Harry, pero recordó sus buenos modales y sólo le preguntó una vez sobre visitar la Sección Prohibida. Ella replicó alegremente que estaba trabajando en ello.

Finalmente, cinco días después del comienzo de las clases, Hermione se reunió con Harry y Ron en un rincón desierto de la biblioteca. Tomó un volumen grande y mohoso de su mochila y lo dejó en la mesa con un golpe sordo.

Ron se inclinó y olió el libro. –Oh, sí, éste es definitivamente de la sección prohibida.

-¿Cómo lo conseguiste?- preguntó Harry.

-Hagrid me lo firmó- respondió. –Como quiere criar escregutos, tiene que buscar información sobre hechizos de amor. Este es el único libro de la biblioteca sobre el tema, pero no creo que nos vaya a ayudar.

Harry se mordió el labio. -¿Por qué no?

-Bueno, para empezar, ninguno de los hechizos es lo bastante fuerte como para funcionar. Y los efectos de cualquiera de las pociones se habrían agotado hace tiempo.

-Pero si alguien hubiera estado contaminando continuamente...

.Harry- dijo ella- no creo que sea una poción de amor.

Hubo una pausa.

-Bueno, ¿por qué no?- inquirió Ron.

-Tal vez la primera vez lo fuera, pero Snape es, a pesar de todo, el profesor de Pociones. Creo que es capaz de darse cuenta si su comida está contaminada o reconocer si está bajo la influencia de una poción.- explicó.

-Creo que le estás dando a Snape demasiado crédito. –dijo Ron.

Harry sacudió la cabeza. –Pero si no es una poción ni un hechizo entonces... ¿qué es?

-Hay una cosa- replicó Hermione, abriendo el libro de golpe- Un Afródilo.

Ron parpadeó. -¿Un qué?

-Un Afródilo- repitió ella.- El libro no explica mucho, pero es un aparato que funciona con una poción y que hará que dos personas se sientan atraídas entre sí. La poción es un poco como el Multijugos: necesitas cabello de cada persona para que funcione y sólo dura seis meses. Una vez que se ha preparado, los hechizados tienen que hacer contacto físico... y entonces se activa.

-De acuerdo- dijo Ron. Así que alguien hizo este Afro-dial- cosa y pensó que sería divertido si, eh, Snape se enamorara de un perro... pero sucedió que el perro era Sirius...

Hermione le lanzó una mirada feroz mezcla de puro asco y enfado. Dijo rotundamente-: Ron, eso es muy, muy repugnante.

-Bueno...- Harry se retorció. -¿Podría alguien haberlo... Ron, eso sí que es muy asqueroso.

-También es imposible- dijo Hermione mofándose- Casi todos los ingredientes de la poción son ilegales y el Afródilo requiere una enorme cantidad de poder oscuro.

Harry se sintió como si se hubiera tragado una Bludger.

-Voldemort.

Hermione y Ron se sobresaltaron.

Harry tenía la mirada perdida en las nubes como si estuviera en trance. –Voldemort hizo un Afródilo... hizo que Sirius y Snape...

-¿Hermione? ¿El Afródilo sólo produce atracción?- preguntó Ron- ¿O tiene efectos secundarios?

-Depende de la persona- respondió dubitativamente. –Si un Afródilo se utiliza con enemigos mortales... normalmente acaban matándose el uno al otro.

-Entonces tiene sentido- dijo Harry. –Snape era un espía de Dumbledore, así que Voldemort quiere matarlo, pero no puede porque está en Hogwarts. Así que escogió a alguien que odiara, y la única persona a la que realmente odia aparte de mí es a Sirius...

-Vaya, Harry. ¿Qué hubiera pasado si Quien-tu-Sabes hubiera usado el Afródilo contigo en vez de Sirius?- susurró Ron.

Los ojos de Harry se abrieron como platos.

-¡O, crece de una vez!- lo regañó Hermione. –Francamente, Ron, estás simplemente repugnante hoy. ¡El Señor Oscuro no hizo un Afródilo!

-¿Cómo lo sabes tú?- le reclamó.

-¿Cómo podría haberse acercado lo bastante a cualquiera de ellos para cortarles el pelo? ¡Además, piensa en cómo han estado actuando!

Ron contraatacó-: Snape ha estado el mismo-

S que Snape ha estado el mismo, pero según Harry, Sirius es feliz! ¡No suena como si en cualquier momento se fueran a matar en un arranque de pasión!- exclamó- ¡Si así fuera, ya lo habrían hecho! Además Dumbledore sabe que están enamorados. ¿Realmente crees-

-¡NO lo están!

Hermione y Ron dieron un brinco. Sus ojos se precipitaron hacia Harry, que se había levantado y temblaba furiosamente.

-NO lo están- repitió.

-Harry- dijo Hermione con suavidad- ¿pero si...

Pero Harry tenía un brillo peligroso en los ojos. –Ni siquiera lo digas. Está mal, y tú lo sabes. ¿En serio eres tan tonta? ¡Venga, Hermione, se supone que eres la inteligente!

Se arrepintió de las palabras el mismo instante en que salieron de su boca. Hermione agachó la cabeza y desvió la mirada. Algo brilló bajo sus pestañas. –De acuerdo, Harry- susurró y empezó a alejarse rápidamente.

Ron le lanzó una mirada entre reproche y simpatía y después salió corriendo detrás de ella, gritando-: ¡Hermione! Sabes que no lo dijo en serio...

Harry se desplomó en su silla. Se sentía abatido y furioso con el mundo entero. De repente, se acordó de cuando se había sentido así antes.

Fue cuando descubrió cómo Sirius Black había traicionado a sus padres.

Puede que Harry hubiese estado equivocado sobre Sirius entonces, pero estaba convencido de que ahora estaba en lo cierto sobre Snape y su padrino. Aún así, se sentía horrible por haberle contestado bruscamente a Hermione. Al llegar la noche, anhelaba irse directamente a la cama y acabar con ese día tan miserable, pero no podía; Sirius lo esperaba en la sala común a medianoche. Harry pasó cinco horas hundido en un sillón intentando en vano no darle vueltas a sus negros pensamientos.

Sirius llegó quince minutos tarde. –Lo siento, Harry- se disculpó. –Tuve problemas para salir de la casa.

Harry se preguntó si tenía algo que ver con el nuevo arañazo en la mejilla derecha de Sirius. Se volvió a encender una repentina indignación hacia Hermione. ¿Cómo podía no pensar que esto era la obra de un Afródilo?

-Esta bien- respondió, intentando sonar alegre.

No engañó a Sirius. -¿Qué ha pasado?

Harry suspiró. –Nada. En realidad nada. Sólo que… - su propia voz sonaba vacía. –Más o menos tuve una pelea grave con Hermione y ahora Ron está enojado. El día de hoy ha sido simplemente un desastre.

-O. Lo siento, Harry.

Se encogió de hombros. –No lo sientas. Fue mi culpa. Le pediré perdón cuando la vea mañana.

Sirius le lanzó una sonrisa de aprobación. -¿Cuándo es tu próximo partido de Quidditch?

-La próxima semana- respondió, luego se enderezó. -¿Vas a venir?- preguntó expectantemente.

-Espero que pueda. No estoy seguro. Dumbledore mencionó que podría tener un trabajo para mí.

Harry asintió.

Sirius le hizo las preguntas usuales y él replicó con tanto detalle como pudo. Todavía estaba notablemente alterado pero, afortunadamente, Sirius creyó que sólo era el asunto de Ron y Hermione.

-Eh- preguntó Sirius- ¿te gustaría venir a comer el día diez?

Harry estaba desconcertado.

-¿A comer?- repitió- ¿En la cabaña?

-Sí.

-No… ¿no le importará a Snape?- preguntó dubitativamente.

Sirius le guiñó un ojo. –No te preocupes. Se comportará siempre y cuando yo esté allí.

El pánico se le clavó en la cabeza repentinamente. Comer con Snape, incluso si Sirius estaba presente, era un prospecto aterrador. Asimismo, ¿cómo se suponía que debía comer cuando el verlos juntos lo mareaba? Pero rechazar la oferta sería insultar a su padrino.

-Vale- aceptó Harry. –Suena... bien.

-La cena será a las siete. Dumbledore sabe donde estarás y Severus te llevará de vuelta a la torre- le dijo. Entonces bajó la voz. –Harry, no tiene porqué caerte bien Severus... a mí ni siquiera me gusta en realidad...

Harry se obligó a soltar una carcajada.

Sirius continuó-: ...yo sólo me preocupo de verdad por vosotros dos y... sé que la mayoría de la hostilidad entre vosotros la instiga él. Créeme- enfatizó con una mirada franca- fui al colegio con él. Lo s. Yo sólo... me gustaría veros llevándoos un poco mejor y eso no va a suceder a menos que Severus vea cómo eres fuera del salón de clases... no es que seas diferente, pero ya sabes. Severus... tiene problemas.

-Eso es pedir mucho- dijo Harry.

-Sí, bueno, calculé que tardaría unos cuantos años, así que mejor empezar ahora.

Harry forzó una sonrisa. Por dentro, se sentía muy enfermo.

Sirius entró deslizándose lentamente al dormitorio. Severus parecía dormido debajo de las sábanas. Mientras se metía en la cama, volvió la mirada hacia su pareja y vislumbró una imagen inusual.

Severus, creyendo que la mirada de Sirius estaba ocupada en otra parte, abrió los ojos por un instante y sonrió. El corazón de Sirius se detuvo, maravillado. Severus nunca sonreía excepto para sí mismo. Sirius lo había pillado dos veces antes, y deseaba que lo hiciera más seguido. Le hacía sentir una intensa calidez por dentro.

Suspiró felizmente y, ofreciendo un beso sobre la frente del maestro de Pociones antes de acurrucarse junto a él, decidió esperar hasta la mañana siguiente para arruinar el humor de Severus.

Sirius vivía según un adagio: nunca, nunca hacer enfadar a Severus Snape hasta después de servir la comida.

-¿Hiciste QUE?- gritó Severus. Se levantó tan rápidamente que su silla no sólo se cayó, sino que se deslizó por el suelo y se estrelló contra la estufa.

-Severus- le recordó Sirius- él es mi ahijado.

Severus se puso la mano en la frente. Con la otra daba golpecitos en la mesa. –Tu realmente no piensas, ¿verdad?

-Créeme, pensé mucho en esto.

-Entonces tu eres el que tiene que da una explicación- le espetó furioso.

Sirius se levantó y declaró con calma-: creo que deberías aprender a ser amable con Harry.

-Soy amable.

-¿Qué tal simpático?

Severus le lanzó una mirada feroz.

-¡O, vamos!- exclamó. –Yo hago compromisos por ti.

-¿Cómo cuáles?

-Te soporto, para empezar, que no es exactamente fácil. Tienes una personalidad bastante complicada.

-No hay nada de malo con mi personalidad- declaró Severus con frialdad.

- Sí… ¡excepto que a nadie más le gustas!

-¿Se te ha ocurrido alguna vez que posiblemente a mí no me gustan los demás?- replicó Severus.

-¿Qué problema tienes con Harry de todas formas?- preguntó Sirius.

-¿De verdad te lo tengo que explicar?- dijo. -¡Es un Potter y se nota! De tal palo, tal astilla…

-¡James era mi mejor amigo!

-Bueno, ¡yo nunca dije que tú me caías bien!- espetó Severus. Estaba tan furioso que temblaba. –No permitiré tenerlo en mi casa, en mi mesa-

La voz de Severus lo abandonó con un jadeo repentino. Se estremeció; su mano derecha apretó su brazo izquierdo como un tornillo.

-Severus-

-La Marca- susurró lleno de pánico.

Sirius asintió y tomó a Severus por el brazo, alejándolo de la cocina con rapidez. –Será mejor que vayamos a ver a Dumbledore, ahora mismo.

Ginny Weasley, exceptuando un escalofrío ocasional, estaba totalmente quieta mientras el profesor Snape acechaba por el salón de clases. Se detuvo frente a su caldero hirviendo a fuego lento, le metió un cucharón, y lo removió. No pasó nada.

Snape entrecerró los ojos. –Estaba bajo la impresión, señorita Weasley, de que no era usted una muggle.

Su cara se puso roja mientras alguien detrás de ella se reía disimuladamente. Snape se giró de inmediato y con una feroz mirada silenciadora, ordenó con tono peligroso: -¡no haréis ningún sonido mientras esté yo hablando! Cinco puntos-

Ginny oyó algo arrastrándose por el suelo. Snape alzó la vista y, consternado, declaró inexpresivamente -: Disculpad.

Un gran perro negro con un sobre en la boca había entrado en el calabozo. Snape tomó el sobre de su boca y lo ahuyentó con la mano. El perro no se marchó, sino que dio un ladrido agudo, expectante. Snape lo miró fieramente, abrió el sobre, leyó rápidamente lo que fuera que estaba dentro, y lo arrugó hasta hacerlo una bola.

-Sólo tenías que haber mandado un búho.- le dijo al perro con enfado, y se volvió hacia la clase.

¿De qué iba aquello? Se preguntó Ginny.

Harry pidió disculpas a Hermione a la primera oportunidad que tuvo, y aunque ella lo perdonó rápidamente, hizo poco para aliviar la tensión creciendo en su estómago. La tarde siguiente, mientras cruzaba el césped de Hogwarts, todas sus aprensiones le revoloteaban por la mente. ¿Cómo se comportaría Snape? ¿Realmente actuaría de manera distinta gracias a Sirius? ¿Y quién iba a cocinar? Por alguna razón, a Harry se le hacía difícil ver a Sirius frente a una estufa.

"¿Cómo podré sobrevivir a esta noche?" se preguntó. Había aceptado por respeto a su padrino, pero la verdad es que no quería ayudar a Sirius a mejorar su relación con Snape. Sentía que ya era terrible que tuvieran siquiera una relación.

"Sólo puede ser una cosa, un Afródilo... y eso significa que se matarán el uno al otro..."

Harry respiró hondo y llamó a la puerta de la cabaña. Unos momentos después, se abrió. Lanzándole una mirada de odio desde arriba, al principio muy sorprendido y luego muy enfadado, estaba Snape.

Fríamente, el profesor de Pociones dijo-: me dijo que te había dicho que no vinieras. Debí haber sabido que mentía.

-¿Qué?- preguntó Harry, tan sorprendido que olvidó sus reservas.

-Sirius no está aquí- dijo Snape. –Se fue en una misión ayer.

-Oh- replicó. No le gustaba cómo sonaba eso. –Bueno, puedo simplemente volver al castillo...

Snape le echó un vistazo a algo dentro de la casa. Su ceño fruncido se convirtió en una media mueca desdeñosa, su mano izquierda se retorció, y por un momento pareció estar debatiendo algo consigo mismo.

-No- dijo muy desganada y resentidamente. –Han dejado de servir la cena en el castillo y Sirius nunca me perdonaría si te mueres de hambre.- Ordenó bruscamente-: Entra.

Bastante nerviosamente, Harry cruzó el umbral de la cabaña. Snape cerró la puerta tras él.

-Espera aquí.

Snape pasó enfurecido por su lado y unos cuantos minutos más tarde escuchó rabiosos ruidos metálicos desde donde supuso que estaba la cocina. Harry se tomó un minuto para echar un vistazo a la sala de estar. Con paredes y alfombras morado pálido, no se parecía mucho al interior de una cabaña. Un sofá, dos sillones, y tres mesillas dispersados por la pieza eran el mobiliario. El mantel de la chimenea estaba desnudo; no había nada de fotos, chismes u otras decoraciones, exceptuando un reloj y varias esferas rojas, doradas, verdes y plateadas que parecían adornos de Navidad. No había frascos de baba o globos oculares flotantes como en la oficina de Snape, pero aunque Snape efectivamente utilizara esas sustancias cada día, ¿por qué las tendría en la sala de estar?

Snape pronto regresó y le ordenó-: -¡Ven!

Harry obedeció y lo siguió a la cocina.

La cocina estaba inmaculada. Con las paredes revestidas de blancos y brillantes azulejos cuadrados, armarios a juego y una estufa extrañamente muggle, estaba más ordenada y limpia que la de tía Petunia; aunque las bombillas Lumos flotantes, el caldero de oro en el quemador, el fregadero autolimpiable, y un armario muy raro que emitía vibraciones peligrosas la proclamaban tan mágica como la de los Weasley. Por un momento, Harry tuvo la imagen perturbadora de Snape llevando el delantal rosa de volantes de la señora Weasley, que sacudió de su mente inmediatamente.

La mesa, cubierta con un mantel violeta, estaba puesta para dos, un plato en cada extremo. La comida estaba ya servida y humeante en los platos. Al sentarse Harry, se sorprendió por lo normal que parecía. De hecho, era pavo.

"¿Bueno, qué esperabas que sirviera?" se preguntó a sí mismo. "¿Un alumno de primero?" En realidad, eso no le hubiera sorprendido...

Harry había perdido todo el apetito, pero logró tragarse a la fuerza pequeños mordiscos de su comida. Tan pronto como regresara al castillo, le diría a Hermione exactamente qué había comido para que le hiciera una prueba de venenos. No miraba a Snape. No creía que los modales de mesa de Snape fueran repugnantes- personalmente sospechaba que el maestro de Pociones cortaba y mascaba la comida con tanta precisión que era inquietante- pero aún así no quería verlo.

La tensión en la estancia hacía el silencio largo e incómodo, aparentemente lo suficiente como para molestar incluso a Snape. A los cinco minutos, le preguntó a Harry-: ¿Qué estáis aprendiendo en Artes Oscuras?

Harry se preguntó si se le había olvidado decir "Defensa Contra" a propósito.

-Objetos malditos - respondió rápidamente, y luego, sintiendo una repentina necesidad de explicarse con más detalle, continuó-: Como la Mano de la Gloria y el bastón de Saruman y...

"¿Debería decirlo?" Era peligroso, pero le daba curiosidad ver la reacción de Snape.

-… Y Afródilos.

Snape bajó su tenedor. -¿Afródilos?- preguntó en voz baja. -¿Os han hablado sobre los Afródilos?

Harry titubeó-: Bueno…

Snape no le dio tiempo a terminar. –Ya era hora de que Hogwarts tuviera a alguien que enseñara esa clase apropiadamente.

Snape bebió un sorbo de un líquido (parecía agua, ¿pero quien lo sabía realmente?) y no continuó.

"Así que, sabe lo que es un Afródilo..." -¿Qué tan poderoso es un Afródilo?- preguntó Harry cautelosamente.

Una siniestra sonrisa de satisfacción se extendió por la cara de Snape mientras una idea maligna brotó en su cabeza. –Haría que incluso tú y Voldemort os encontrarais totalmente irresistibles.

Esa idea era perturbadora en más formas de las que Harry podía contar.

-¿Podrías hacer uno?

El vaso de Snape cayó en la mesa con un sonido seco. Por la mirada en la cara de su profesor, Harry supo que esta vez había metido la pata en serio.

-¿Qué clase de pregunta es ésa, Potter?

-Quiero decir- dejó escapar - ¿Podría preparar uno un mago común?

Por un breve momento, volvió la sonrisa torcida de Snape. -¿Por qué no llamamos al señor Weasley a mi oficina el lunes y hacemos un pequeño experimento para comprobarlo?- sugirió.

Realmente, a Harry no le gustaba el sentido del humor de Snape.

El silencio reinó durante unos momentos, y entonces Snape dijo súbitamente con tono peligroso-: Sé lo que estás pensando, Harry.

Harry dejó de comer y alzó la vista. Los ojos de Snape estaban fijados en él con una mirada mortal.

-El señor Oscuro es el único mago vivo lo suficientemente poderoso como para preparar un Afródilo- continuó- pero ése mecanismo sólo produce deseo y obsesión. No amor.

Era más de lo que Harry podía soportar. –Pero... tú y Sirius...

-¿Te das cuenta de lo maleducado que eres?- le espetó Snape.

Harry no dijo nada. Sus mejillas le ardían, pero Snape tenía razón. Era una pregunta inapropiada. Terminó de comer sólo porque era lo más digno que podía hacer.

Nota de la traductora: ¡Ojalá la espera haya valido la pena! ¿Qué les ha parecido la traducción? ¿Muy forzada, o fluye naturalmente? Digan su opinión, sin tapujos. Me interesa.

Siguiente capítulo: Cartas de Sirius

Hasta entonces!