Capitulo IV
Bajaron los tres al Gran Comedor.
-¡Mira!, ¡Hay muchas comidas nuevas!- dijo Ron.
Hermione bufó algo así como Esclavitud mientras miraba los platos nuevos, que bien llegaban a la docena. Pero de pronto la cara se le iluminó.
-¿Qué será esto?- preguntó Ron con emoción contenida- ¿Y esto otro?
-Esto es cocido -le respondió Hermione mirando un caldo con pasta y garbanzos, y con trozos de chorizo, jamón, tocino, carne... - y esto otro paella. Son platos típicos de España. Mi favorito es el cocido- añadió sirviéndose una buena cantidad.- El verano pasado fuí a España y los probé.
Diez minutos después, Ron, al ver que Hermione iba por el 4º plato de cocido, le dijo:
-En cuanto viste el cocido se pasó lo de la Esclavitud- dijo Ron, representando admirablemente el tono de Hermione.
-Oh, cállate Weasley- dijo ésta sonrojándose.
-¿Por qué me has llamado Weasley y no Ron?- preguntó Ron, serio.
-Eh... pues... no sé- respondió poniéndose más roja que el pelo de Ron. Se levantó de la mesa y se fué corriendo.
-¿Qué le pasa?- intervino Harry por primera vez.
-No sé. Supongo que se habrá ido a la biblioteca.
Cuando media hora más tarde llegaron al retrato de la Dama Gorda (Escobas Voladoras) y entraron en la Sala Común no había nadie. Supusieron que la gente debió de aprovechar el sábado de buen tiempo para ir a pasear. Se fueron a la biblioteca, para ver si estaba allí, pero tampoco y salieron 1 minuto después, para irritación de la Señora Pince.
-¡Ya sé!- exclamó Ron- Debe de estar soltándole un rollo a los elfos sobre la peddo.
Y se dirigieron a las cocinas. Ni estaba, ni había estado allí, según les informó Dobby, quien antes de que fueran, les llenó las manos de pasteles para el camino y, cuando se iban, les agradeció que hubieran ido a visitarle mientras los demás elfos les hacían profundas reverencias, incluida Winky, quien parecía haberse recuperado.
Volvieron a la Sala Común, engullendo los pasteles, y esperando que estuviera allí o ella o alguna chica, para pedirle que subiera a los dormitorios de las chicas de 5º, para ver si estaba, pero seguía sin haber nadie. Decidieron ir ellos a su habitación, aunque les estaba prohibido.
- Además, ella entró un par de veces en la nuestra- le recordó Ron-.
Subieron por las escaleras que llevaban a los dormitorios de las chicas y, en el primer rellano, empezaron a buscar. 1º, 3º
-¡5º curso!- exclamaron los dos al unísono mientras abrían la puerta. Era una habitación soleada y las ventanas daban al lago. El sol iluminaba bien el contenido de la habitación: había cinco camas con dosel y cinco baúles a los pies de las camas de sus propietarios. En una de las ventanas había una jarra con agua y al lado cinco vasos. Entraron en la habitación y vieron todas las cortinas retiradas. En una de las camas se hallaba Hermione, con un camisón rosa pálido de seda puesto, recostada sobre la pared y con una pluma en la mano. Estaba dormida. Un cuaderno, abierto por la mitad, estaba junto a la mano que sostenía la pluma.
-¡Oh, no!- gruñó Ron- ¡Se ha quedado dormida mientras hacía los deberes!
Harry había cogido el libro, pero no era un libro. Era un diario. Era su diario.
