-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Ya que es el prólogo, basado en el primer capítulo del anime, sugiero escuchar el opening de la serie; "Bara wa Utsukushiku Chiru" de Hiroko Suzuki.


1755, Francia

Con el pasar de los milenios y los siglos desde la lejana primera vez en que el hombre había habitado la tierra por primera vez, el mundo entero había sido testigo de transformaciones demográficas incomparables, naciones aumentaban y disminuían a voluntad como consecuencia de guerras, sin posibilidad de encontrar la paz al llevar a cabo un acuerdo o tratado de paz, no, eso se consideraba inimaginable por enemistades prácticamente descabelladas y poco menos que absurdas. Uno de los países que formaba parte de estos contendientes en guerra era Francia, un país de gran belleza territorial y arquitectónica, la cuna del amor en el mundo como tanto parecía asociársele y donde todos conseguían ser felices por múltiples motivos pese a la enorme pobreza que padecía el pueblo. Caso contrario era el del rey Jiraiya en cuyo soberbio Palacio se divertía con sus amantes y digiriendo guerras extranjeras—de las que formaba parte—por pleno deseo e inclusive dándoles poder político a algunas de sus amantes. Todo un escándalo, desde luego, pero no demasiado, después de todo era el rey y aquella era una costumbre muy seguida por todos los reyes del mundo de forma sucesiva, no podía evitarse. Pero ese día en particular no era importante el Palacio ni la Monarquía que regía Francia, no importaba nada más que el tenso ambiente que tenía lugar a unos cuantos kilómetros del Palacio de Versalles; en el Palacio de la familia Haruno, un terreno hermosamente pacifico, lejos de las preocupaciones e intrigas de la corte y donde Kizashi Haruno esperaba, finalmente, el nacimiento del hijo que por casi una década había ansiado tener, el heredero del apellido Haruno, de la fortuna, los privilegios y del importante cargo como capitán de la guardia real que protegía al rey y—valga la redundancia—a la familia real.

En el salón de recepción fuera de la puerta que separaba el pasillo aledaño y que llevaba a los aposentos de su esposa, Mebuki, Kizashi Haruno se paseó nerviosamente, intentando encontrar paz de alguna forma, intentando tranquilizarse, pero ni aun cuando fuera tuviera lugar un día simplemente perfecto, con el astro rey brillando en lo alto del cielo…no, no conseguía como estar tranquilo. Fuera de la habitación y sentadas en fila se encontraban sus cinco hijas, cinco hijas que había tenido junto a su esposa y que no significaban nada en comparación al nacimiento que estaba teniendo lugar; Hanako—la mayor—de nueve años, Akane de casi ocho, Reiko de seis, Hanami de cuatro y Suki—la menor—de casi tres años, cada una de las preciosas niñas elegantemente vestidas cuales princesas de cuento; hermosas jovencitas rubias, castañas e incluso algunas casi pelirrojas y de brillantes ojos esmeralda, heredados de sus dos progenitores, todas seguían incesantemente a su padre con la mirada, no sabiendo que más hacer para efectuar la espera de la que formaban parte e intentar hacerla…menos aburrida de lo que ya era, por no hablar del silencio únicamente roto por el ruido del reloj, las aves que cantaban en el exterior y el eco de los zapatos de su padre al caminar en círculos cual león enjaulado. Aun cuando ninguna de ellas pudiera heredar el legado familiar, vaya que eran inteligentes entre sí, excelentísimamente educadas con el fin de ser buenos partidos para contraer matrimonio en el futuro y enaltecer el apellido Haruno, aunque eso nada importaría si el bebé a punto de nacer no resultaba ser el varón que todos tanto esperaban. Finalmente un grito de dolor casi desgarrador se hizo oír desde el otro lado de la puerta seguido de un llanto sonoro cual rugido de león. Escuchando la fortaleza de ese llanto Kizashi estuvo seguro, finalmente había tenido un hijo, no podía ser de otro modo.

-Gracias a Dios- suspiro el Haruno, infinitamente agradeció con la providencia por este día. -Por fin un niño- sonrió, orgulloso y presto a contemplar a su adorado y tan esperado heredero.

Sin importar cuan emocionado se encontrara y sabiendo lo que conllevaba asistir a su esposa luego del alumbramiento, Kizashi se instó a ser paciente, aguardando junto a la puerta, escuchando los pasos en el interior de la habitación y que la hubieron abandonado para aproximarse al pasillo, finalmente y tras una angustiosa esperaba la puerta se abrió permitiendo la aparición de Mikoto Uchiha, la leal doncella de su esposa y encargada del personal de ese Palacio que ellos llamaban hogar y que emergió cargando a una pequeña e indefensa criatura en sus brazos, acunándola para que dejara de llorar. Llevaba sirviendo a la familia Haruno desde el primer día en que lady Mebuki y el general Haruno habían contraído matrimonio, su familia había servido por generaciones a aquella noble e ilustre familia aristocrática en que inusualmente la trataban como un miembro más de la familia en lugar de una sirvienta cualquiera como, sabia, otros nobles trataban a las personas pertenecientes a una clase más baja. Por años había sido testigo de las ansias de su señor por tener un hijo varón, algo sumamente común en una sociedad en que el hombre era quien heredaba el apellido y legaba los títulos familiares, también había sido testigo de la crianza de las pequeñas niñas, las hijas del general Haruno, verdaderas flores familiares en cuanto a belleza, talento e intelecto, más era una lástima que esta vez la situación no fuera nada diferente porque no había nacido ningún niño, pero si una nueva niña. Cerrando la puerta tras de sí, con un suave chirrido, Mikoto acuno entre sus brazos a la pequeña bebé, negando y encogiéndose de hombros ante la ansiosa mirada de su señor, no sabiendo que decir para consolar su orgullo masculino ante esta nueva pero infinitamente hermosa decepción que había llegado. Viendo el gesto de Mikoto, Kizashi se encontró incrédulo, incapaz de sentir decepción, pero si un torrente de hielo que caía tras su espalda a modo de silenciosa frustración.

-Debe ser una broma- fue lo primero que el general atino a decir, superando su incredulidad.

-No, señor, es otra niña preciosa- aclaro Mikoto, acomodando mejor a la pequeña en sus brazos, haciendo visible su rostro por primera vez.

Se trataba de una pequeña y rolliza bebé de una belleza tan delicada y frágil que hubo impresionado a sus hermanas mayores que se levantaron de sus lugares para verla mejor, era la más distintiva de todas ellas con el mismo tono de piel marfileño que tenían todas sus hermanas y los mismos brillantes orbes semejantes a un estuche de dos esmeraldas, pero lo que la hacía tan diferente era su cabello rosado cuales flores de cerezo, todo en ella era excepcional, todo era hermoso pero nada hubo erradicado la decepción y frustración del rostro de su padre, ¿Cómo era posible? Una hija, dos hijas e incluso tres o cuatro podía ser tolerable, cinco había sido un presagio oscuro, pero ¿seis? Era una locura, una condena mediante la que el apellido Haruno desapareciera porque Mebuki ya tenía más de treinta años, tener otro hijo en el futuro no sería seguro ni muchos menos sano, incluso él lo sabía pero no quería creer que el legado familiar compuesto de generaciones fuera a llegar a su fin. El futuro del hijo que había deseado tener predestinaba proteger al Delfín y la Delfina de Francia, los futuros soberanos, pero la nueva hija que ahora tenía había acabado con esas fantasías porque esa hija quizás consiguiera nobleza y poder político pero no más, no representaría con orgullo viril el apellido Haruno que pasaría al olvido para siempre. Aun cuando Mikoto cargara en sus brazos a la pequeña e inocente niña que lo observo con curiosidad, Kizashi no se sintió mejor, por el simple hecho de que esa niña existiera ya la amaba, era su hija, desde luego, pero eso no le servía para el futuro de la familia…pero si había otra opción, descabellada y mucho pero la única opción posible, significaría ir contra todo lo que conocía, pero eso significaría la continuidad del linaje Haruno por al menos otra generación, luego verían sus descendientes que hacer más adelante en el futuro.

-No habrá lugar para una mujer en una familia cuya misión es proteger a la realeza- desdeño Kizashi, inamovible en su parecer para tristeza de Mikoto que bajo la mirada, negando únicamente. -Esa criatura es Sakumo Haruno, mi heredero como comandante de la Guardia Real- declaro con una convicción abrumadora que sorprendió y confundió a sus hijas que observaron a su hermanita con mucha más curiosidad y atención que antes.

-Señor…- jadeo Mikoto, aterrada, esperando que él estuviera bromeando, aunque lo dudaba, o que por lo menos cambiara de parecer de un momento a otro.

Lo que su señor proponía o decidía hacer era una completa locura, iba contra la naturaleza, la pequeña en sus brazos era una niña y eso se haría evidente a su debido tiempo, su silueta y belleza femenina se haría evidente a determinada edad sin importar cuando planease alterar a la niña de cabellos rosados que observo con increíble desconcierto a su padre, no sabiendo que hacer salvo observarlo. Kizashi olvido por completo su decepción y se dedicó a analizar a su "hijo" con orgullo, imaginando a esa niña comportándose como un joven y elegante oficial, vistiendo como hombre con una guerrera de etiqueta militar, comportándose como hombre y haciendo honor a su apellido como él tanto había deseado, no dudaba, eso era lo mejor para su familia y legado, ¿polémico? Pues claro, pero necesario. En su posición como general y coronel tenía muchas obligaciones con que lidiar, por lo que sabía que no tendría demasiado tiempo personal para educar a su "hijo" y enseñarle a comportarse como un hombre, pero si había alguien. Un año atrás—mientras se libraba la guerra del rey Jiraiya, en que hombres pertenecientes a la población civil hubieron participado en batalla—Mikoto había enviudado mientras se encontraba embarazada, había tenido un hijo que actualmente se encontraba al cuidado de su madre Eshima y diariamente le pedía permiso para dejar el Palacio y acudir junto a su hijo aun por un breve lapsus de tiempo más este problema se solucionaría a partir de ahora. La familia Uchiha y al familia Haruno se habían asociado por largo tiempo, el hijo de Mikoto seguiría esos pasos sirviéndole al heredero de la familia Haruno, siendo su mano derecha y compañero de entrenamiento, criándose junto a él. Tenía todo cubierto a la perfección, Sakumo, su heredero, lo enorgullecería inmensamente.

-Mikoto, traerá a su hijo a este hogar- ordeno sin titubeo alguno, observando con orgullo a la pequeña en brazos de Mikoto, su heredero. -En esta casa de encajes y silencio, mi hijo necesitara de la compañía de un igual- zanjo a modo de justificante.

Sin permitir ningún tipo de reparo a su conducta, Kizashi abrió la puerta y la cerró tras de sí con un leve chirrido, dirigiéndose a la habitación de su esposa para darle la noticia; finalmente tenían un hijo, Sakumo, su heredero.


1767, once años después

Días y noches habían pasado, cumpliendo con lo pactado Mikoto había llevado a su hijo al hogar de la familia Haruno permitiendo que se criara ajunto a la hija menor del general que intensamente era educada cual varón; historia, teología, cultura, diplomacia y fundamentalmente esgrima, mil y un esfuerzos se habían hecho a tal grado que actualmente la hija menor de la familia Haruno se comportaba y actuaba igual que como lo haría un niño, pero no podía saberse si el motivo era la aspiración y dedicación que el general Haruno le inculcaba, o bien la presencia del hijo de Mikoto, Sasuke, que con el tiempo y su presencia en ese hogar no solo se había vuelto la sombra de la noble niña, sino también su mejor amigo. La elegante escalinata que daba al segundo piso y conectaba con el salón de recepción fue testigo de la aparición de la hija menor del general Kizashi Haruno. Se trataba de una bellísima joven de tan solo once años que bien podía pasar desapercibida por su aspecto sutilmente femenino, con una holgada camisa blanca de cuello alto y anudada por un pañuelo de igual color, pantalones café oscuro y largas botas de cuero, con su particular cabello rosado recogido en una corta coleta que le llegaba poco más allá de la nuca y empuñando una espada en su mano derecha. Solo con mucho esmero—y de no haberla conocido—alguien se hubiera percatado que sus delicados rasgos eran de hecho femeninos, pero su conducta masculina y su modo de hablar y caminar territorialmente la hacían ser perfectamente un modo masculino a admirar. Descendió de forma apresuradamente motivada las escaleras con una sonrisa estampada en el rostro, dirigiéndose inmediatamente a la puerta que daba al jardín y donde, apenas cruzo la puerta que dejo entreabierta, corroboro que Sasuke la estaba esperando.

-¡Sasuke!- se lanzó inmediatamente contra él, descendiendo de un brinco los escasos cinco escalones que la hubieron dejado seguramente sobre el suelo cubierto de nieve.

-Sakura- le respondió el Uchiha, bloqueando su espada con la propia, ambos riéndose y empujándose, jugando, como siempre.

La nieve caía sobre ellos y sobre el suelo, pero nada hubo resultado tan insignificante y divertido al mismo tiempo, riendo y fingiéndose serios por momentos mientras colisionaban su espadas en un intento por vencerse, más sin un objetivo en concreto. Eventualmente y acorde con su rango es que el Uchiha vestía de forma similar a ella pero con sutiles diferencias que enmarcaba tanto sus diferencias físicas-como lo era su distintivo y rebelde cabello azabache azulado y sus intensos orbes ónix-como sus características personales, acercándolos y separándolos a la vez. Si el general Haruno se encontrara presente se hubiera escandalizado, no porque su hija y un simple sirviente se desplomaran sobre la nieve intentando vencerse como ellos estaban haciendo, sino por el gesto de camaradería y tuteo entre ambos como lo era ese apodo; "Sakura". Sasuke recordaba que, al tener la edad para entenderlo, le había resultado extraño el trato disyuntivo que recibía su amiga, no por ser la hija de un noble y él un sirviente sino porque ella era una niña, no un niño como le habían hecho creer por mucho y al descubrirlo y aceptarlo como algo insignificante que no afectaba su amistad le había dicho a Sakura que, si era una niña, debía tener un nombre de niña, así había nacido ese apodo con el cual se refería a ella solo cuando estaban solos y ante su madre Mikoto, pero ante él general Haruno…ni hablar. Estaban acostumbrados a seguir el aburrido protocolo de entrenamiento con la espada, pero sin que su padre estuviera cerca, esta vez deseaba que Sasuke y ella tuvieran la oportunidad de divertirse a libre albedrio, había una celebración en Versalles que ellos suponían una más del montón pero que para los nobles parecía ser de particular importancia. Abrigándose de forma imperiosa, temblando de solo ver a su hijo y la hija del general rodando entre risas por sobre la nieve, Mikoto se abstuvo de reír ante semejante cuadro apenas cruzo el umbral de la puerta, sin salir totalmente al jardín.

-Niños, ¿No se avergüenzan de luchar en un día tan histórico como este?- cuestiono la Uchiha, aclarándose la garganta para olvidar su divertimento. -Sasuke, Sakura podría congelarse- reprocho haciendo bufar a su hijo que, sacudiéndose la nieve de encima justo como la principesca jovencita, desestimo burlescamente su crítica, haciendo que a su madre no le hiciera la más mínima gracia su comportamiento. -Vengan aquí los dos- mando de inmediato, sabiendo que Sakura la obedecería y en efecto así hubo sido mientras ambos recogían sus espadas del suelo y se le acercaban con prontitud. -La familia real ha anunciado el compromiso del Delfín con la Princesa austriaca Ino Yamanaka- anuncio, escuchando el incesante repiqueteo de las campanas de todas las iglesias de parís por este acontecimiento que estaba celebrándose en el fastuoso Palacio de Versalles y que resulto curioso para los dos niños que se observaron entre sí, devolviendo su atención a la Uchiha que finalmente les daba la respuesta que ellos habían deseado obtener, -oh, dicen que es deslumbrante como un rayo de sol. Tiene once años y es bella como una joya- suspiro soñadoramente en base a lo que los retratos decían de la ahora Delfina de Francia y que maravillosamente contaba con la misma edad que su adorada niña, Sakura. -Es el inicio de una nueva era, una era dorada, es la unión de los Yamanaka y los Akimichi, paz- concluyo con inmensa satisfacción.

El Siglo XVIII se caracterizaba por numerosos encuentros bélicos que superaban ampliamente aquellos encuentros míticos que eran retratados en lienzos de pintura, pero no en victorias o misticismos sino más bien en iniquidad y en crueldad, provocando un reguero de sangre que hacía temer a los monarcas por el prestigio de sus países, naciones e Imperios por la cantidad de vidas que paralelamente se perdían en ambos bandos. Dos de estos rivales que no cesaban de enfrentarse eran Francia y Austria, eternos contendientes en cuanto a poderío militar se refería y que tras largas guerras por fin habían comprendido que debían parar el derramamiento de sangre de manera política, porque eventualmente serian otros países quienes se beneficiarían de las hostilidades existentes y esto no podía permitirse. Entonces y al más puro estilo absolutista reinante fue que los soberanos de ambas naciones sellaron una alianza para garantizar la paz; el fin de un siglo de guerras dependía de un matrimonio concertado entre las familias reales. Miyuki Yamanaka, Emperatriz de Austria, ofreció como prenda de paz a su decimoquinta hija Ino Yamanaka, para ser la consorte del entonces Delfín Choji Akimichi, quien por designio divino y providencial heredaría algún día el trono de Francia. Finalmente habría paz, eso llenaba de alegría a todos, al pueblo francés y a la aristocracia, por fin las enemistades con Austria concluirían y nada mejor para hacerlo que un matrimonio que hiciera a una joven pareja los futuros reyes de Francia. A Sakura y a Sasuke no les sorprendía tanto escuchar eso, Kizashi Haruno, el dueño y señor de ese hogar les recordaba insistentemente el futuro que les traería este acontecimiento, mejor dicho; el futuro que esto traería para Sakura/Sakumo ser el comandante de la Guardia Real y protector de la futura Delfina, solo entrenaba y vivía con el fin de lograr ese propósito, servir a una causa de bien y garantizar el absoluto bienestar de la familia real.

-Un día, cuando ella sea reina, yo la protegeré con mi vida- prometió Sakura, emocionada con las aventuras sin par que provenían de la corte versallesca donde algún día se encontraría.

-Tú la protegerás a ella y yo a ti, Sakura- comparo el Uchiha, rodeándole el hombro con su brazo, haciéndola reír y alejarse con burlona desconfianza, provocando su propia risa.

-Sakura, descarada- riño Mikoto ante la falta de seriedad y feminidad de la jovencita que veía todo como un juego. -¿Crees que la Princesa se dedica a estos juegos tan tontos?- sus críticas y lecciones de etiqueta femenina de nada servían y lo sabía, viendo alejarse a plena carrera a su hijo junto a la nada femenina hija del general Haruno. -Tiene tu edad y ya está comprometida para casarse- gritó, efectuando la comparación necesaria.

No quería darse por vencida, desde hace tiempo y en secreto preparaba algunos antiguos vestidos de la esposa del general Haruno, lady Mebuki, en espera de que la menor de las hijas del matrimonio y que seguía al pie de la letra su absurdo rol como "hombre", entrara en razón y efectuara debidamente su presentación en sociedad como toda una dama, no podía cambiarse la naturaleza y esa hermosa jovencita sería una deslumbrante mujer algún día pese a todos los obstáculos que estaba encontrando en el camino, eso incluso Sasuke podía notarlo y a ella le preocupaba tal cosa, ambos estaban criándose juntos y con el tiempo se habían vuelto inseparables…inevitablemente esa amistad conduciría a uno o a los dos a algo más en el futuro, porque no eran exactamente iguales; hombre y mujer, separados por diferencias irreconciliables que algún día comprenderían. No hubo resultado nada difícil para Sakura dejar a Sasuke atrás, una de las ventanas de ser mujer era la ligereza impresa en sus movimientos, por no hablar de su temperamento, la frustración que sentía por el incesante recordatorio de que era en realidad una mujer, lo sabía bien pero no resultaba nada fácil llevar esa guerra día a día. Su padre le había dicho que su destino era ser un hombre, actuar como hombre y vivir como hombre por el prestigio de la familia para mantener el apellido Haruno, sin importar que en realidad fuera una mujer. Sakura ciertamente no sabía que era realmente o que es lo que quería ser, solo sabía que la amistad entre Sasuke y ella era la única decisión que hubiera tomado por voluntad propia, lo único que había hecho y mantenido en su vida porque así le placía y no por algún tipo de imposición paterna.

Viéndola pasearse en círculos, como si de una fiera enjaulada se tratase, Sasuke entro en las caballerizas inmediatamente tras ella, la conocía desde que tenía memoria, siempre había estado junto a ella y no necesitaba formular pregunta alguna o dirigirse a ella bajo ningún título honorifico para acercársele, él era la única persona que tenía un lugar de tanta importancia para ella, un lugar que estaba incluso por encima del que tenía el general Haruno a quien Sakura temía y respetaba tanto. Tranquilo en comparación a ella, Sasuke se recostó amenamente sobre la paja con los brazos tras la nuca, sabía que contestar agresividad con agresividad solo traía el mismo resultado, por ello en ocasiones era la voz de la conciencia para su amiga que tendía a ser más temperamental de lo que parecía y eso él lo sabía bien. Habían compartido la misma habitación desde antes de aprender a hablar y solo hacía un par de meses atrás habían comenzado a imponerles distancias y dormir en habitaciones separadas y no porque Sakura fuera noble y él un sirviente, sino porque ella era una mujer, pero eso no suponía ninguna diferencia para él, para ambos, ya que ni aun así conseguirían separarlos. Sabía que Sakura quería proteger a Ino Yamanaka, la ahora Delfina, pero todo ese mundo de aventuras que anhelaba tanto como él y al cual exclusivamente podría acceder…colisionaba con su propia naturaleza, pero el Uchiha estaba dispuesto a estar ahí para ella a cada paso que diera y no rompería esa promesa. Bufando, resignada ya que de nada le servía rebelarse tanto y menos de ese modo, Sakura se dejó caer junto a Sasuke, dejando descuidadamente su espada sobre la paja y cruzándose de brazos. Con los ojos cerrados, se sintió extraña, intentaba no pensar en sus propias frustraciones pero las tenía a flor de piel y era muy difícil lidiar con ellas, abrió los ojos y vio a Sasuke observándola atentamente, cosa que—al encontrar sus miradas—los hizo reír a ambos, dejando cualquier problema atrás. Con él siempre se olvidaba de los problemas, siempre veía una solución incluso donde no existía, por ello es que no sabía que sería de su vida sin Sasuke.

Sin él estaría definitivamente perdida.


1770/Palacio de Versalles

Habían transcurrido exactamente catorce años desde ese día en que había decidido que su hija menor seria su heredero y Kizashi había velado porque todo saliera a pedir de boca, claro que sabía la realidad de las cosas; inevitablemente tenía una hija, no un hijo, pero pese a ese inconveniente decidido por la providencia y la naturaleza es que su hija nunca había pronunciado queja alguna, siempre dócil y presta a aprender, vivir como un hombre le resultaba infinitamente placentero porque ello traía libertades y posibilidades que la mayoría de las mujeres no tenían ni tendrían jamás, pero además de ello estaba su entusiasmo personal, desde el primer momento en que él había mencionado la posibilidad de proteger a la futura reina de Francia, su hija había puesto el doble de empeño en sus clases, sobre todo de esgrima y aún más cuando el nombre de Ino Yamanaka había sido revelado, enfocando la emoción en una persona. Ahora por fin tanto esfuerzo había dado frutos, por fin se decidirían los candidatos como sucesores a la comandancia de la guardia Imperial y su "hijo" definitivamente estaría entre ellos, no esperaba menos luego de tanto esfuerzo, por ello hubo sido conducido por uno de los sirvientes hacia los aposentos del rey Jiraiya donde este lo aguardaba luego de la audiencia que había solicitado. Por el infaltable deber de seguir el protocolo es que el sirviente hubo tocado a la puerta, recibiendo una inmediata aprobación desde el interior, abriendo la puerta y apareciendo en el umbral con una profunda reverencia para el rey Jiraiya antes de permitirle al general Haruno ingresar a voluntad.

-Majestad, el General Haruno ha llegado- anuncio el sirviente respetuosamente, cediendo el paso al noble hombre que ingreso realizando una inmediata reverencia.

-Que alegría, Haruno, acérquese, por favor-invito el rey con sus siempre notorio buen humor.

-Gracias, Majestad- acepto el general, agradecido por la siempre amena hospitalidad.

Jiraiya "el bien amado", así se le había apodado durante su reinado, el nieto del rey Hashirama "el grande", el hombre que había orquestado personalmente la construcción de aquel hermoso complejo arquitectónico como lo era el Palacio de Versalles, un lugar de belleza si par que concentraba estratégicamente a la nobleza para evitar complots y atentados políticos y vaya que daban resultado porque así nadie osaba siquiera cuestionar al rey y su opulencia aun cuando contara con múltiples amantes y una favorita tan ambiciosa que hacía temblar a la corte entera que deseaba tener su favor para aprovechar la ocasión de obtener poder a través de ella. Como siempre el rey no se encontraba solo, afortunadamente quien lo acompañaba no era su insufrible favorita sino el general Danzo Shimura, quien estaba a cargo de los regimientos franceses que eran conformados por parte de la población civil. Durante el reinado del rey Hashirama, los mosqueteros que en antaño habían protegido a la familia real habían comenzado a quedar rezagados y en desuso y si aún existían no cobraban especial protagonismo, en lugar de ellos había comenzado a tomar partido la guardia real francesa; una facción particular del ejército francés-habitualmente conformado por civiles incuestionablemente leales al rey a Francia-conformada por miembros de origen aristocrático que elegían proteger a la familia real y que estaban mejor preparados y equipados, muy avanzados y que si bien empleaban la esgrima como medio de defensa—como los antiguos mosqueteros—igualmente contaban con rifles y armas apropiadas para el avance tecnológico que estaba cobrando cada vez más adeptos con el pasar del tiempo, el progreso no se detendría y era mejor adaptarse a las circunstancias en lugar de luchar contra ellas, así se salía más beneficiado.

-En relación al Comandante de la Guardia que nos hace falta, debo informarle que el hijo del conde Hyuga ha sido elegido como candidato- inicio Jiraiya en cuanto las puertas se hubieron cerrado, porque de nada servía postergar esa conversación de tan vital importancia, -tiene fama de ser un excelente espadachín- aludió en base a lo oído más no presenciado, pero para eso ya habría tiempo cuando fuera oportuno de comprobar.

-Entiendo, Majestad, pero también mi hijo Sakumo es un excelente espadachín- contradijo Kizashi con el debido respeto pero yendo en inmediata busca del reconocimiento de su heredero.

-¿Su hijo?- cuestiono Jiraiya, creyendo haber oído mal.

-Así es, Majestad- contesto el general Haruno, bajando la mirada, temiendo la respuesta que le fuera dada.

Sería tonto decir que no sabía de los chismorreos de la corte y que si bien solo hablaban dela ansiada llegada de la Delfina y de los deslumbrantes vestuarios de la favorita del rey, tenían tiempo para hablar de su hija, ansiando poder verla en el Palacio debidamente vestida como lo que era una dama. Por supuesto que eso no sucedería, no lo decía Kizashi sino su propia hija que desdeñaba rencorosamente la posibilidad de usar vestido o arreglarse del modo en que lo hacían la mayoría de las elegantes damas de la aristocracia. Su hija increíblemente y contra cualquier pronóstico pasado cumplía su rol como hombre a la perfección, pero eso no cambiaba, en ningún sentido, el hecho de que fuera una mujer. Toda la corte decía que Sakura…perdón, Sakumo, era una joven muy hermosa y la corte-aun sin conocerla-le había otorgado ese seudónimo o nombre por los aspectos tan halagadores de su físico y que si bien en ocasiones parecía andrógino, con la debida atención rebelaban ser los de una bellísima doncella que quizás fuera una de las mujeres más bellas de la historia de Francia o incluso del mundo. El punto no era ese, si bien la joven hija menor del general Haruno no había pisado Versalles hasta la fecha, tenía unas incuestionables habilidades en cuanto a esgrima se refería y lo había comprobado desde lejos en un par de ocasiones en que había visitado muy brevemente el hogar del general; tenía el aspecto de una flor pero armada con espinas muy afiladas, la guardia real nunca había tenido como comandante a una mujer pero su género no era lo importante, pero si su habilidad, un talento prodigioso y origen noble, y Sakura tenía eso y de sobra. Danzo de pie a su lado se mantuvo en silencio, él en lo personal no aprobaba el nombramiento de una mujer como comandante, menos una persona que jamás había pisado Versalles y no supiera de los líos cortesanos ni hubiera puesto en práctica el protocolo, pero la decisión no recaía en Danzo sino en el rey y ante eso no existía ninguna excusa.

-No se preocupe, me he enterado que no le ha sido fácil educarla ya que no tuvo la fortuna de tener hijos varones- tranquilizo Jiraiya, desplazándose por la habitación, pensando mucho mejor al encontrarse en movimiento, aunque no necesitaba evaluar realmente la situación, ya tenía un positivo juicio preconcebido con respecto a la hija del general Haruno. -Si Sakura derrotará en duelo a Neji Hyuga, ella sería la comandante- acepto, deseando poder ser testigo de dos prodigiosos espadachines muy reconocidos y de quienes se hablaba con esmero en la corte; todo un espectáculo y que merecería celebrarse sin importar el resultado. -Si he de serle muy sincero, espero que sea Sakura quien triunfe para así poder asignarle este puesto- confeso, no solo porque nunca había visto en persona las habilidades del hijo del conde Hyuga en persona, sino porque conocía muy bien a la hija del general Haruno y eso evocaba su inmediata confianza. -Sakura cuidaría a Ino Yamanaka- sentencio con orgullo, ansiando la pronta llegada de la Defina.

La hija menor de la emperatriz Austriaca Yumiko Yamanaka se encaminaría a la frontera entre ambas naciones dentro de poco y ello conllevaba contar con una escolta y comitiva altamente capacitada, no solo compuesta por damas y doncellas de confianza e innegable lealtad a la familia real francesa, sino también de una necesaria fracción de la guardia real que cumpliera con su deber y para tal fecha el rey Jiraiya esperaba que el o la comandante de la guardia se hubiera ganado el respeto y la admiración de sus subordinados, esto último era preciso para efectuar una labor segura y que no corriera con complicaciones inesperadas y podía haberlas. Escuchando esa declaración de parte del rey, Kizashi se sintió abrumado, claro que esa opción ya yacía sobre la mesa, pero escucharla de viva boca del rey…no había nada como aquello, más aun si se contaba con su predilección, Sakumo sería el comandante de la guardia real francesa, su "hijo" seria su sucesor en ese distinguido cargo como él tanto había anhelado que pasara.

Todo sería como siempre había soñado que fuera.


Así como en la propia corte versallesca que sufría metamorfosis hermosas, el hogar del general Haruno había contemplado como los dos inseparables amigos se habían visto afectados por los cambios propios de sus respectivos sexos, dos adolescentes de catorce años que si bien eran aún muy jóvenes ya no sostenían la misma ingenuidad que hacía unos cuantos años atrás cuando se había anunciado el compromiso entre el Delfín Choji Akimichi y la Princesa Austriaca—ahora Delfina—Ino Yamanaka, ahora sabían del mundo a su propia manera y si bien aún desconocían muchas cosas, se nutrían en conocimiento y experiencia, ambos siendo dos consumados espadachines solo capaces de vencerse entre sí, pero siempre acababan en empate, era imposible vencerse si había crecido fortaleciéndose mediante las virtudes y defectos que tenían. Los terrenos que rodeaban al Palacio de la familia Haruno tal vez no fueran tan bastos y elaborados como los soberbios jardines de Versalles que conformaban kilómetros de belleza y fauna unida en una amalgama magnifica, pero si contaba con bosques y una extensa pradera por la cual ambos amigos se hubieron perseguido entre risas como siempre pero sin romper con su sesión de entrenamiento en que de vez en vez colisionaban sus espadas jugando entre sí, por mucho que pasara el tiempo esa familiaridad no podía romperse, podía ser impropio si se analizaba que esa amistad era compartida entre una doncella y su sirviente, pero para ellos esos títulos sobraban desde el primer día en que habían dado por iniciada su amistad, dejando atrás cualquier título y tuteándose sin el más mínimo de los problemas.

-Vuelve aquí- llamo Sasuke, persiguiéndola y sin perder el aliento.

-Alcánzame si puedes- reto Sakura, no atreviéndose a ceder ni ser presa fácil.

Su extensa persecución finalmente hubo concluido llegando al jardín principal que daba con la puerta trasera del Palacio, más eso no hubo sido importante, dejando temporalmente atrás sus risas, retándose con la mirada, avanzando y retrocediendo en cada oportunidad en que se producía el metálico sonido de sus sables al colisionar entre sí. Sasuke Uchiha, en su insólito pasado, jamás hubiera pensado siquiera en adquirir semejante experiencia como espadachín, pero tenía que reconocer que le servía de mucho, siendo el único capaz de rivalizar con Sakura el Uchiha se encontraba cómodamente vestido en lugar de lucir tan austracista como solía hacerlo en presencia del general Haruno; holgada camisa blanca de cuello de V bajo una chaqueta azul oscuro, sin mangas, pantalones y botas color negro hechas de cuero. Enfrentándolo con una determinación envidiable se encontraba frente a él su mejor amiga, la hija menor del general que efectivamente exteriorizaba ser más bien andrógina si se juzgaba de buenas a primeras, pero con atención y el debido interés se hacían evidentes sus inocentes y delicados rasgos femeninos, su piel blanca como el marfil y sus intensos orbes esmeralda a juego con su cabellera rosada—cuales flores de cerezo—hasta los hombros y que permanecía recogida en una corta coleta mediante una cinta color negro a juego con su vestuario; una holgada camisa blanca cerrada en el cuello por un corto pañuelo blanco, pantalones marrón oscuro y largas botas de cuero. Alargando su enfrentamiento y sin osar siquiera en rendirse, ambos trasladaron su batalla, acorralándose entre sí por una estatua de Venus que se encontraba en medio del jardín y a través de la cual intentaron ocultarse, girando en torno a ella con el fin de alcanzarse y Sakura fue quien lo consiguió, propinándole una bromista estocada trasera a su amigo.

-¡Oye!- rió Sasuke, divertido por su osadía, haciéndola reír.

Absteniéndose—por obvias razones—de chillar y comportarse de forma infantil mientras retrocedía alejándose de él, entre risas, Sakura lo reto a continuar enfrentándola como si la puñalada que ella le había dado fuera real y no tan vergonzosamente burlesca como ella la había hecho parecer con el único ímpetu de molestarlo, y afortunadamente su oferta de continuar con la batalla hubo sido inmediatamente aceptada por Sasuke que se abalanzo contra ella pero prontamente replegado por su defensa idéntica a la propia. Como siempre y del mismo modo que él, Sakura se tomaba libertades y osadías que no pensaría siquiera en llevar a cabo con nadie más porque se consideraban como hermanos entre sí, Sakura podía burlarse de él y viceversa, todo con el fin de divertirse y disfrutar de esos momentos libres en que el general Haruno no estaba y en que las reglas de la casa corrían por su cuenta. Claro que sabía lo obvio; Sakura era una mujer y en ocasiones la veía de esa forma, pero en otros momentos olvidaba por gusto que era una mujer y que ambos debía limitarse por distintas razones, pero—como en este caso—el mejor momento para disfrutar de esa confianza que se tenían era durante las lecciones de esgrima donde no tenía por qué temer lastimarla, de hecho ella lo había lastimado un par de veces, pero nunca de forma seria, sip, definitivamente la consideraba igual o incluso más valiente que cualquier hombre que hubiera conocido. Girando sobre su lugar, evitando el golpe de la fina hoja del sable contra su hombro, Sakura sonrió mientras Sasuke y ella intensificaban el ritmo de su enfrentamiento que si bien había iniciado como el típico juego de siempre ahora comenzaba a tonarse muy serio e intenso, como siempre, puesto que el fin era envalentonarse y atacarse con toda la intención de herirse, solo entonces superaban sus propios logros, llegando aún más lejos.

-Niños- llamo Mikoto apareciendo en el umbral de la puerta del jardín, pero sin conseguir que los dos dieran por terminado su enfrentamiento, -¡Niños! Paren un momento- grito llamando finalmente su atención, haciéndolos detenerse. -Sakura, tu padre tiene que darte una noticia importante- comunico justo antes de que el general Haruno apareciera.

-El recreo se acabó- celebro Kizashi, divertido por el esmero y la dedicación que ambos ponían en su entrenamiento.

Recuperando el aliento y observándose entre sí a modo de felicitación por el realismo aportado a este nuevo combate, ambos avanzaron lentamente hasta situarse ante los escasos cinco escalones que daban con el umbral bajo el cual se encontraba el general Haruno que lucía especial e inusualmente satisfecho luego de la visita que había tenido al Palacio de Versalles con el fin de obtener una audiencia con el rey. Kizashi debía de admitir que, inicialmente había albergado dudas sobre el futuro de su "hijo", Mebuki las había sembrado en él; porque una flor jamás podría ser una navaja o un revólver, la naturaleza era la naturaleza, no era algo tan moldeable, su propio sexo no podía ser cambiado y eso con el tiempo se haría evidente y vaya que lo sabía, pero el tiempo le había hecho entender que esto no era tan especifico como parecía, desde la llegada de Sasuke, el hijo de Mikoto a ese hogar, todos sus planes se habían realizado a la perfección, con la sucesiva partida de sus hijas que ya habían contraído matrimonio, Sakura había carecido de un modelo por el que guiarse y ante la ausencia de muchas personas a su alrededor, Sakura había tomado a Sasuke como su modelo a seguir; si él vestía de un modo ella intentaba seguirlo descubriendo comodidad en el proceso, si Sasuke sabía montar a caballo ella se había esmerado en aprender y pronto, si Sasuke había aprendido a usar la espada ella había hecho igual lo más pronto posible con el fin de alcanzarlo como ya había hecho con todo lo demás, pero esta idolatría y admiración se había transformado en una sana competitividad en cuanto se habían hecho amigos. Algunos nobles considerarían impropia esta relación entre la hija de un noble y un sirviente, pero Sasuke no era ninguna mala influencia sino más bien todo lo contrario y le debía a él todos y cada uno de los éxitos de su hija, por eso es que cuando ella pusiera un pie en Versalles como comandante de la guardia real, —porque Kizashi estaba seguro de que eso sucedería—él estaría ahí, acompañándola con igual lealtad.

-Sakumo, has sido asignado a la guardia personal de la Delfina Ino Yamanaka- rebeló Kizashi, dichoso por haber encontrado lo que tanto había buscado en su incursión a Versalles y que había concluido en un éxito rotundo como él había esperado y anhelado que sucediera. -Claro que primero habrás de batirte en duelo con el hijo del conde Hyuga, pero eso no me preocupa, al fin y al cabo por ello te has preparado desde que naciste- pronunciaba las palabras con tanto orgullo que su hija hubo de admitir sentirse abrumada por su confianza aunque la idea de un duelo no le placiera en lo absoluto. -Tu entrenamiento y mi fe en ti han dado su fruto, hijo mío- sonrió ladinamente, contemplando desde las alturas a su sucesor, su heredero, su "hijo".

-Gracias, señor- sonrió Sakura, conteniendo su verdadera alegría, únicamente esbozando una discreta sonrisa, -intentare no defraudarlo- prometió, sabiendo el peso que esto tendría en su futuro.

-El duelo será mañana- definió el general, marchándose y ya sin necesidad de explicar más.

Había oído de la fama que el hijo y heredero del conde Hyuga tenía como espadachín, pero—mientras se dirigía hacia su despacho—nada hubo hecho que Kizashi dudara de la valía de su hija y la fortaleza de espíritu que tenía, ni el esmero que ponía cada día en perfeccionar su modo de combate con la espada, si Sakura…Sakumo, tenía un defecto, él no lo conocía porque el jamás de los jamases lo había mostrado, no tendría duda alguna de que ganaría. Contemplando la partida del general Haruno hacia su despacho, Mikoto le dedico una última mirada a su hijo antes de regresar al interior del Palacio, vaya que comprendía los sentimientos de su hijo, pero ellos eran sirvientes, no podían hacer más que estar ahí cuando las cosas se tornaran difíciles y sus señores necesitaran de ellos, pero Sasuke quería más, no quería que su vínculo con la hija del general se viera trastocado, más pedía un imposible. De pie junto a Sakura, Sasuke leyó el sosiego en la mirada de su madre al momento de su partida, casi recordándole el lugar que tenía en la vida y que comprendía a la perfección, pero pedirle a su corazón que dejara de latir al unísono del de Sakura, pedirle que soportara dejar de ser importante para ella…era algo que no podía hacer aun cuando fuese su deber. Sabía que había sido criado en ese Palacio, junto a la hija menor del general, con el único propósito de hacerla actuar como hombre, comportarse, vestir y vivir como tal y aunque había cumplido con tal labor sin ninguna intención salvo estar ahí para ella como el amigo incondicional que era, aunque siempre hubiera sabido que ese día tenía que llegar tarde o temprano…no quería perderla, si, en esos momentos no estaba pensando en Sakura como si fuera su mejor amigo, a quien debía ver como su igual, como si fuera un hombre, en esos momentos estaba viendo a Sakura como la hermosa joven que era y que—ya a solas con él tras la partida de su madre—hubo volteado a verlo, esperando algún tipo de respuesta luego de tal revelación de parte del general, sonriendo de oreja a oreja por la emoción de tal oportunidad.

-Oye- llamo Sakura, golpeándole el hombro y haciéndolo despertar de su trance, centrando toda su atención en ella, -¿No me vas a felicitar?, ¿Ni siquiera me sonríes?- cuestiono, no sabiendo si sentirse ofendida o dolida por su falta de emoción ante el futuro que se abría para ella, para ambos de hecho.

-Felicidades, Sakura- contesto el Uchiha, haciendo que ella sonriera por el tono empleado, no percatándose que le estaba contestando por cumplir y no por verdadera emoción, -ahora tu vida cobra un gran sentido- aludió, predisponiéndose a marcharse.

Esa era la respuesta que ella quería oír, era lo correcto después de todo él era el sirviente en la historia y ella la noble doncella que quizás algún día se casara con alguien de igual estatus y entonces él igualmente dejaría de cobrar importancia, ese era el futuro y el porvenir que la vida les tenía reservado y aun cuando fuera lo correcto aceptarlo, nadie le había dicho a Sasuke que sería tan difícil ni mucho menos tan doloroso, pero ahora que lo veía por primera vez quizás fuera más fácil aceptarlo, con el tiempo por supuesto. No iba a negarlo, ¡estaba muy emocionada! Poder proteger a la Delfina de Francia, Ino Yamanaka y residir diariamente en el Palacio de Versalles junto a las intrigas era una aventura que llevaría a cabo con responsabilidad, moderación y mucho entusiasmo, sabía que a partir de ese momento tendría que comportarse como un ejemplo cuando asumiera como comandante de la guardia real para ser digna del respeto de sus compañeros y subordinados, aunque debía admitir que la idea de ser duelista no iba con ella en lo absoluto e intentaría evitarla por todos los medios posibles porque lo que menos deseaba era ser algún tipo de atracción, divertimento o espectáculo cuando menos. La respuesta de Sasuke la hubo llenado de alegría y desconcertado al mismo tiempo apenas y distinguió el tono implícito en sus palabras, claramente felicitándola por deber y no por deseo propio lo cual la hubo confundido en demasía, siempre habían estado juntos desde que ella tenía uso de razón y de memoria, eran inseparables y esta circunstancia no los alejaría en lo absoluto, entonces, ¿Por qué él estaba tachando un margen invisible entre ambos, aún más sin consultarle su opinión al respecto? Debería dejarle algunas cosas en claro, eso era obvio porque quien verdaderamente estaba confundido era él.

-Eh- detuvo Sakura, sujetándolo del brazo e impidiéndole cruzar el umbral de la puerta como él quería hacer, -¿solo dirás eso?- pregunto sin obtener ningún tipo de respuesta de su parte, ni un asentimiento ni nada, cosa que le resulto extraña y mucho. -Sasuke, piénsalo, tu y yo en Versalles; misterio, aventura, intriga- enumero cual plan glorioso con la mirada plasmada en el horizonte, cual estrategia de batalla, la aventura de sus vidas en un paraje totalmente desconocido y que los invitaba a descubrirlo, -nosotros dos, solos contra el mundo- cito, volteando a ver a Sasuke que la observo confundido por su aclaración.

-¿Me llevaras contigo?- inquirió Sasuke, confundido y absorto, no deseando dar nada por sentado por temor al ver destruida esta posible esperanza.

-Pues claro- contesto ella, comprendiendo finalmente el porqué de su confusión, divirtiéndose por ello ya que nunca pensaría siquiera en hacerlo, -somos amigos, hermanos, solo la muerte nos separara- definió, aclarando la cosas y el hecho de que él la acompañaría a donde sea que fuera y eso incluía descubrir Versalles, juntos.

Lo había necesitado a su lado a cada paso que diera, había aprendido todo cuanto sabia gracias a él y sabía que el futuro no sería distinto, claro que aún eran jóvenes—ella un año más que él—y el futuro que se abría ante ambos podría estar plagado de todo tipo de emociones que incluso podrían llegar a intentar separarlos o enfrentarlos aunque actualmente tal cosa pareciera simplemente inimaginable, pero lo importante era que eran amigos, casi hermanos entre si y que necesitaban permanecer juntos para cerciorarse de que el otro realmente estuviera bien y eso era precisamente lo que harían, permanecerían juntos. Aunque hubiera predicho una respuesta así por el modo en que Sakura lo había detenido y como le estaba hablando…escucharlo de su propia boca era incluso mejor que predecirlo, no lo emocionaba conocer Versalles o por lo menos no tanto como estar junto a ella a cada paso, depender de la palabra de otra persona podía parecer absurdo y en parte lo era, claro que llegaría el día en que ella verdaderamente no lo necesitase a su lado, pero hasta entonces Sasuke sentía que no tenía por qué preocuparse, cuando llegara ese día entonces pensaría en el futuro que tendría lugar, más ahora solo le importaba el presente y la dicha sentida que lo hizo abrazarla, sorprendiéndose incluso a sí mismo. La había abrazado en muchas ocasiones, pues claro, pero esta vez lo sentía diferente, la veía diferente, y aun cuando ambos rompieron el abrazo a su debido tiempo, hubieron de admitir que estaban comenzando a sentirse extrañamente nerviosos por la cercanía entre ambos y sus rostros al romper el abrazo, siendo paralelamente consientes en ese momento de que en efecto no eran tan iguales como siempre parecían creerlo; eran un hombre y una mujer. Sakura se tranquilizó a si misma con prontitud, recordando que aquello era solo un abrazo y que lo único importante en ese momento era librarse del duelo contra el hijo y heredero del conde Hyuga, porque por Dios que no pisotearía su orgullo sirviendo de carroña para los cuervos al exhibirse como un burdo espectáculo, ni aun ante el rey, gozaría de su independencia incluso en esa situación.

-Necesito que me ayudes con algo- hablo Sakura finalmente, esbozando una nerviosa sonrisa, retomando pronto control sobre sí misma, -pero prométeme que no le dirás nada a mi padre- pidió cual regla de oro ya que lo que estaba pensando hacer sería polémico y mucho.

-Lo prometo- juró el Uchiha con inquebrantable lealtad.

Sería su sombra hasta el final, la acompañaría en cada momento y a cada paso, ese era su juramento hacia ella.


-¡Presenten armas!

Siguiendo lo acordado, al día siguiente y a la hora acordada la corte entera se hubo encontrado reunida en los amplios y bellísimos jardines del Palacio de Versalles cuyo oro solido resplandecía con la luz del sol como si fuera y un material liquido e incomparable que se encontraba repleto de joyas y en parte era así solo que no era liquido o sustancial sino real y sólidamente esplendido, todos estaban sentados en un lugar designado, aguardando la aparición del rey o los duelistas, especialmente a lady Haruno, la sexta y más hermosa hija del general Haruno a quien la corte versallesca había otorgado el apodo de "Sakura", comparando su belleza con la de las flores de cerezo, todos oían de ella pero nadie la había visto por la renuencia de la joven a asistir al Palacio, refugiándose en su hogar y entrenando cual guerrero que se dirigiría al campo de batalla con un esmero envidiable por los hombres e incomprensible para las mujeres que no creían que una fémina pudiera empuñar una espada mejor que ningún hombre, como se rumoraba que hacía. Indudablemente la hija del general Haruno y su reputación estaban en boca de todos, ella era de vital importancia para todos, interesados en el duelo o en contemplar su belleza. Los jardines del Palacio de Versalles eran tan amplios que algunos nobles habían recurrido a trasladarse en sus carruajes como era el caso del rey cuyo carruaje dorado finalmente hubo hecho aparición haciendo que los guardias reales presentes para la revista del futuro y nuevo comandante bajaran respetuosamente la mirada y todos los nobles se levantaran y detuvieran sus cuchicheos, sumiéndose en profundas reverencias mientras el alegre y divertido monarca descendía para instalarse sobre su trono, observando con camuflada sorpresa la ausencia de ambos duelistas. Sentado en su lugar, en primera fila, —por así decirlo—Kizashi Haruno sintio la voz de Danzo Shimura que ocupaba el lugar tras él.

-General, faltan treinta minutos para iniciar el duelo- aludió el general Shimura, -¿Su hijo se presentara?- se aventuró a cuestionar, extrañado incluso por la tardanza del hijo del conde Hyuga.

-Por supuesto- contesto Kizashi sin parecer ofendido, ni siquiera un ápice.

Desde su más tierna edad, su hija había demostrado ser una persona consumadamente responsable, los errores no entraban en su lista de cualidades ni defectos, nunca se lo permitía y aun cuando confiara ciegamente en el sentido del deber de su hija, Kizashi temió que por primera vez se estuviera sintiendo nerviosa y decidiera no presentarse al duelo, por primera vez el general Haruno temía que su heredero se retractara o sucumbiera a la presión y era algo a tener en cuenta sopesando la concurrencia que la esperaba y las grandes expectativas que se tenían al respecto. Pero conociendo a Sasuke y la especial influencia que él tenía en su hija, Kizashi pensó que al menos él actuaria como la voz de la razón en ese plano, haciéndole ver que lo correcto era asistir, si eso no sucedía Kizashi afirmaba estar terminantemente perdido. El prestigio de la familia y el legado de los Haruno no podía mancharse por culpa de su hija, no, definitivamente ella no cometería tal error, no efectuaría semejante macula sobre su propio nombre declarándose poco menos que un traidor a ojos del rey. Sakumo, date prisa, oro Kizashi, permaneciendo con aparente calma en su lugar, ya casi erala hora del duelo, su "hijo" debía estar ahí, tenía que llegar y debía darse prisa si no quería ofender al rey, eso era algo que jamás le perdonaría. Date prisa, apremio en el interior de su mente, deseando que aun a través de la distancia su hija fuera capaz de comprender lo importante que era para todos, esperaba que lo entendiera, debía hacerlo, no había más opción que esa.

Sakura debía aparecer, todos estaban pendientes y ansiosos por ello.


Aunque no lo pareciera ya que la mayoría de los nobles vivían en Versalles por designio y la voluntad del rey, aun existían quienes radicaban cerca de Paris para encontrarse más próximos al comercio y la vida urbana y porque se trataba de la capital de la patria, ese era el caso del conde Hyuga que al encontrarse enfermo elegía radicaba en una elegante mansión en la frontera parisina, su único hijo y heredero de quince años, Neji, vivía junto a él en lugar de radicar en Versalles como hacían la mayoría de los nobles, pero pronto eso dejaría de ser así y no solo si el joven noble llegaba a ser el comandante de la guardia real, sino también el hecho de que—según los diagnósticos médicos—su padre moriría pronto y con ello el joven Hyuga heredaría todos sus cargos y el deber de residir en la corte versallesca. A caballo y acompañado por su leal sirviente Rock Lee, se dirigía amenamente hacia el Palacio de Versalles para librar un duelo que no deseaba que tuviera lugar, solo participaría en él por deseo de su padre y no porque le resultara oportuno o placentero hacerlo, claro que el puesto como comandante de la guardia real era un cargo muy ilustre y próximo al rey y los Delfines, pero él no albergaba ambiciones de ese tipo o no contra una mujer que habría de ser su contendiente por el título. Increíble, ¡una mujer! Dios, ¿En que se había transformado el mundo? criaturas designadas a maravillar con su belleza y lucir galas espectaculares que ensalzaran su dignidad para encontrar un esposo apropiado y formar familias…ahora vestían como hombres y luchaban como tal, ¿Existía algo más descabellado? Neji creía que no. Junto a él e igualmente a caballo se encontraba su leal amigo y sirviente a quien le extrañaba su aletargamiento y falta de intención en llegar al Palacio que ya estaba a solo un par de kilómetros, casi como si pudieran tocarlo.

-Disculpe, señor, pero se está haciendo tarde- recordó Rock Lee a su señor, en el hipotético caso de que no estuviera teniendo en cuenta el transcurrir del tiempo y la importancia de la puntualidad, después de todo se trataba de nada más y nada menos que el rey.

-No te angusties, ya falta muy poco- tranquilizo Neji con infinita calma y total carencia de premura.

-A usted no le interesa ese duelo- observo el sirviente por el estado de animo de su señor, por no hablar de su notoria falta de interés.

-Por supuesto que no, no quisiera matar a una mujer- contesto el futuro conde Hyuga sin detenerse a pensarlo, porque tena esa respuesta en la punta de la lengua en todo momento, esa era su opinión. -No entiendo porque debo hacerlo para conseguir ese puesto- suspiro, intentando entender cómo es que, con el fin de llevar a cabo la posible última voluntad de su padre, había conseguido meterse en semejante embrollo.

El camino que se abría era de apenas un par de kilómetros, meros minutos si se tenía en cuenta que desembocarían en el Palacio de Versalles que Neji ya había visitado en múltiples oportunidades junto a su padre, solo que esta vez en particular todo era diferente, incluido el atuendo militar y la elegante guerrera turquesa claro con muñequeras, cuello y hombreras militares doradas con un par de detalles en el pecho junto a una banda lila que cruzaba de su hombro derecho a su cadera izquierda, cerrando la guerrera con un fajín a juego, guantes y pantalones blancos así como largas botas de cuero negro. Vanidoso, con su cabello castaño impecablemente recogido tras su nuca y oculto por su elegante sombrero militar negro que era adornado por una pluma, el noble joven se había esmerado en su apariencia, pero ¿Cómo no hacerlo si se tenía todo el poder y la fortuna con que algunos solo soñaban? Mientras su caballo continuaba con su camino, Neji reparo en dos individuos que parecían aguardar a que alguien apareciera, el mayor parecía tener su misma edad más pese a su aspecto y conducta impecable era un sirviente, lo notaba en sus gestos pese a su elegante vestir; chaqueta azul-índigo de alto con detalles de oro y cuello en V sobre una elegante camisa blanca adornada por un pañuelo, pantalones azul oscuro y botas negras…pero el muchacho de aspecto delicado junto a él, de vistoso cabello rosado, holgada camisa blanca de cuello alto cerrada con pañuelo y pantalones blancos junto a largas botas de cuero color negro, indiscutiblemente era un noble. Acariciando distraídamente la crin de su caballo que se encontraba junto al de Sasuke, Sakura alzo la vista hacia el eco de los cascos de dos caballos aproximándose, de haber traído la guerrera puesta hubiera hecho mayor alarde, más no necesitaba lucirla, por lo menos no para luchar, por ello es que Sasuke la sostenía en su lugar, al igual que su sable, le había dicho que su estrategia era riesgosa y lo sabía, pero no sería espectáculo de nadie, tenía orgullo y no flaquearía ahora mientras el caballo del presunto "conde Hyuga" se detenía junto a ella y Sasuke, al igual que su sirviente.

-Estaba esperándolo, conde Hyuga- saludo la joven, haciendo alarde de su voz serena y pacifica que endureció a conciencia con el control de sus cuerdas vocales, haciéndola sonar, sin mucho esfuerzo, igual que un muchacho. -Me presento, soy Sakumo Haruno- rebeló sin perder la elegancia y garbo en su delicada figura.

-Había escuchado rumores, pero su belleza lo supera- admitió Neji, notoriamente sorprendido por tanta belleza camuflada bajo un escudo de falsa masculinidad. -Debemos darnos prisa, los asistentes al baile real están ansiosos por admirarla- ánimo, más alentado con respecto al duelo ante la posibilidad de pasar más tiempo junto a esa belleza, independiente del resultado del duelo, aunque por su aspecto frágil ya daba por sentada una victoria.

Sonaba como un muchacho y a simple vista lucia como un muchacho sin el debido interés a propinar a su persona, pero prestándole máxima atención a todo en ella, Neji percibió la dulce tesitura de su voz hermosamente melodiosa y perfectamente acorde con su belleza; una silueta esbelta pero de muslos firmes, busto prácticamente imperceptible bajo la camisa de cuello alto y adornada por el pañuelo, rostro muy delicado y fino adornado por labios naturalmente rosados, un estuche de esmeraldas que resplandecían con coraje y fiereza y brillante cabello rosado—dignamente comparado con las flores de cerezo—que mantenía recogido en una coleta; era un muchacho cualquiera en apariencia, pero en realidad era una mujer. De pie junto a ella, a Sasuke no le hizo la más mínima gracia la opinión del contendor que en lugar de un duelista ilustre más bien parecía un casanova cualquiera, solo que Sakura no caía ante esos halagos. Era gracioso como toda la población masculina de índole noble parecía centrada en los halagos, si era hermosa o no, no le importaba y punto, había vivido con el propósito de ser útil y traer honor a su familia y al linaje al que pertenecía, si la crítica general a efectuar era que todos los hombres eran casanovas empedernidos que con un halago creían tener a todas las mujeres a sus pies…Sasuke definitivamente no era así, desde siempre ambos se habían tratado con respeto mutuo y aun cuando Sasuke la había visto en circunstancias casi humillantes, llegando a evitar que se ahogara cuando ella tenía seis años y él siete, nunca se había tomado ninguna libertad impropia con ella, no la había tratado como a una mujer a la que intimidar, no la había halagado en cuanto a belleza ni ninguna característica salvo en su habilidad en la esgrima o su destreza y agilidad física, su talento en equitación y arquería…simple respeto y amistad. Cruzando los brazos tras la espalda y sonriendo ladinamente, Sakura recibió el halago del conde Hyuga como si fuera una simple brisa, solo que esto último le hubiera resultado más vigorizante.

-Eso puede esperar- desestimo Sakura con absoluta calma, sosteniendo una impoluta frialdad y manteniendo el tono uniformemente masculino en su voz. -Me agradara demostrarle de que soy capaz, no por competir- aclaro ya que la idea del duelo no le resultaba tan negativa, salvo por el tema de exhibirse innecesariamente. -Véalo como un duelo personal- planteo, pero suponiendo de antemano cual sería la arrogante respuesta.

-¿Quiere demostrármelo ahora?- rió Neji, no sabiendo si sorprenderse o tomar aquello como una broma.

-Le ruego que reconsidere sus palabras, Mademoiselle Haruno- sugirió Rock Lee.

-No tengo porque, solo lo digo porque no quiero dejarlo en ridículo frente a los invitados- aclaro finalmente desviando la mirada hacia Sasuke que permaneció igual de impasible que ella, convencido de su victoria, después de todo no había nadie mejor en cuanto a esgrima se refería…salvo él mismo. -¿O es que tiene miedo de enfrentarse a una mujer?- inquirió, viendo al conde Hyuga paralizado por su alusión, habiendo tocado la fibra sensible de su orgullo.

Recordaba muy bien el pasado cuando, con apenas ocho años y tras una fuerte instrucción en la esgrima de parte de su padre y reforzada por Sasuke que inicialmente había estado mejor preparado que ella, uno de los amigos de su padre, Kakashi Hatake, había visitado su hogar por una temporada y durante ese tiempo había conseguido instruir en Sasuke y ella todas las características que un formidable espadachín debiera tener, ya que la guardia real francesa era la continuación de la elite de los mosqueteros, no se podía pedir solo ser capaz de empuñar una espada con ligereza y talento; se requería agilidad y destreza para desplazarse en el terreno que comprendiera el combate, arquería, armas de fuego, armas blancas, equitación…debían ser individuos capaces de todo y que hicieran honor a su título protegiendo a la familia real, Kakashi había sido la mano derecha de su padre en sus días de gloria como comandante de la guardia real y de él había aprendido todo, esencialmente la motivación para proteger a la Delfina Ino Yamanaka y al Delfín Choji Akimichi. Neji inicialmente se dispuso a creer que lo que acababa de oír era un error, pero las palabras de la hermosa joven resonaban en su cabeza sin importar cuanto intentase acallar esa voz, nadie jamás se había aventurado a suponer nada con respecto a su persona ni mucho menos a cuestionar sus capacidades como espadachín, forjándose con tutores cultos y que tras enseñarle la teoría le habían permitido ejercer la practica con incuestionable talento, y esa airosa doncella que se decía y comportaba como un varón no sería la primera persona en atreverse a hacerlo, no la dejaría quedarse con esa falsa, critica y errónea opinión grabada.

-Si eso desea, no tengo ningún inconveniente- acepto Neji con fingida pero galante cordialidad mientras descendía elegantemente de su corcel, situándose frente a la bella joven a quien le sostuvo la mirada y viceversa, -pero dudo mucho tener el valor de destrozar tan hermoso rostro- advirtió, apartando la mirada, no sabiendo si atacarla o no.

-Defiéndase- amenazo Sakura, dejándolo sin aire, apuntándolo agresivamente con su sable que le hubo sido entregado por Sasuke, sorprendiendo al Hyuga por su osadía, -soy mujer, pero también soy espadachín, solo así podré defender mi honor- reto sin necesidad de situarse en posición de batalla para atacar.

-De acuerdo- suspiro el Hyuga, retrocediendo un par de pasos y volteando hacia su sirviente que, algo amedrentado, le entrego su sable, recibiendo a cambio el elegante sombrero militar, más no la guerrera que el conde decidió mantener.

La primera acción de Neji, con presta arrogancia, fue situarse en posición de combate, muy contrario a lady Haruno que se mantuvo erguida, oscilando su sable distraídamente en la mano derecha con perfectamente camuflado interés, casi como si esperara que él tuviera el arrojo suficiente para abalanzársele y ser el primero en atacar. Sasuke observo con predecible lentitud el ímpetu del conde Hyuga que en la tan predecible posición de ataque se lanzó hacia Sakura que, perfectamente erguida y con una mano tras la espalda colisiono su sable contra el del conde una vez, dos, tres, cuatro…una peligrosa estocada hizo retroceder al conde que pareció esquivarla sin el menor problema, volviendo a arrojarse con temeridad contra Sakura que esta vez modifico su postura, inclinando su cuerpo y analizando estratégicamente sus puntos débiles. Sakura y él habían aprendido de Kakashi, la mano derecha del general Haruno en sus más gloriosos días como comandante de la guardia real, alguien que había visto circunstancias adversas y transmitido ese conocimiento a ellos, y analizando desde la distancia al conde Hyuga, el Uchiha vio la bravura, el coraje y la voluntad pero no veía el perfeccionamiento de un arte de batalla que había sido inculcado a Sakura y a él desde la cuna a la par que habían aprendido a hablar y a manejar idiomas y teología, días entrenando incluso bajo la lluvia, lastimándose las manos por sostener la espada, extenuándose día tras día tanto por divertimento como por deseo y deber. El conde Hyuga volvió a arrojarse hacia lady Haruno que hubo propinado otra estocada que él evadió, replicando el gesto con ella que, sorprendentemente, enredo el filo de su sable con el de él, quitándoselo de las manos y haciendo que se clavara contra la tierra y el césped ante su atónita mirada y la de su sirviente. Sonriendo ladinamente como simple excusa, Sakura volteo a ver momentáneamente a Sasuke, encogiéndose de hombros con un gesto divertido de falso desconcierto que a nada estuvo de hacerlo reír. Ella sí que sabía cómo humillar a alguien.

-Mil gracias, ha sido suficiente- concluyo Sakura, satisfecha por esta victoria personal.

-¡Espera!- freno Neji, recuperando su sable, nada divertido por esa treta y el modo de combate que hubo empleado y que él desconocía. -Esto apenas comienza- se abalanzo nuevamente contra ella...

Viendo que el conde Hyuga no conocía las mismas avanzadas tácticas de esgrima que ella, Sakura hubo decidido emplear lo básico o lo más conocido de la esgrima, esta vez arrojándose agresivamente contra él que con mayor confianza e igual temeridad que antes colisiono su espada contra la suya en un movimiento predecible; una estocada, dos, tres…y otras en sucesión hubieron hecho retroceder a Neji que intento seguirle el ritmo, era increíble el modo en que esa mujer, porque no debía olvidar que eso era, parecía volverse uno con el sable que sostenía. Otra estocada hubo sido suficiente, volviendo a entrelazar estratégicamente su sable bajo el suyo, quitándoselo de las manos y haciéndolo girar en el aire, atrapándolo con una elegancia impresionante, realizando una reverencia de cortesía, mas dando definitivamente por terminado el duelo.

Neji, suspirando pesadamente sonrió tras un prolongado debate personal, lo aceptaba, había perdido.


-¡¿Han llegado Sakumo o Neji?!- vocifero el rey Jiraiya, harto de tanta espera.

Lo que estaba sucediendo era algo totalmente inconcebible, nunca un monarca francés y su corte habían sido ignorados de esa manera por dos entupidos jóvenes duelistas que al parecer nada sabían de puntualidad. Bajo el sol y sobre los asientos; damas y caballeros nobles se protegían de la luz del sol que caía sobre el amplio jardín con sus sombrillas, abanicos y pañuelos, secándose la frente e intentando aguardar cuanto fuera necesario por su rey. En silencio en su lugar, Kizashi Haruno no sabía que pensar, ya habían transcurrido demasiados minutos casi media hora y aun ninguno de los dos duelistas se hacía presente, si al menos su hija hubiera llegado al momento y hora punta, hubiera ganado por responsabilidad y decoro, pero su ausencia era algo que incluso superaba su propio entendimiento, ¿Cómo era posible que su hija hiciera algo así, a él y al rey? Lamentablemente y aun cuando no hiciera nada, la atención se centraba en él ante la ausencia del conde Hyuga, era una humillación dantesca y ridícula, pero necesaria por el bienestar de su familia. Sorprendiendo a todos, el silencio finalmente fue roto por dos veloces corceles que irrumpieron a pleno galope, se trataba del hijo y heredero del conde Hyuga; Neji, que venía acompañado por su leal sirviente Rock Lee, disminuyendo la velocidad, el primero en descender hubo sido el sirviente del conde que sostuvo su caballo de su señor, permitiéndole bajar. Elegante y dignamente vestido como correspondía a su rango y con su sable enfundado en su cadera, Neji Hyuga se quitó el elegante sombrero de pluma, realizando una respetuosa reverencia ante el rey Jiraiya como gesto de ominosa lealtad, pero para el rey Jiraiya todo resultaba extraño, ¿Por qué tanta demora?, ¿Dónde estaba la hija del general Haruno?, ¿Qué estaba sucediendo?

-Hyuga- reconoció el rey.

-Majestad, lady Haruno y yo nos batimos en duelo según lo acordado- rebeló Neji, humilde ante la derrota vivida y consiente de que de ahora en adelante aprendería más como subordinado de la comandante Haruno.

-¿Dónde?, ¿Cuándo?- cuestiono el rey siendo que lo acordado era efectuar el duelo en presencia de la corte para solidificar su validez, si no era así lo que había sido cometido era traición contra el rey y su voluntad que era la ley.

-Hace unos momentos, consideramos que la privacidad seria nuestro mejor testigo- contesto Hyuga, generando un jadeo de asombro de todos los presentes y la indignación del rey. -Mi sirviente puede dar testimonio de ello- desvió la mirada hacia Lee que trago saliva nerviosamente por la designación.

-En efecto, Majestad, Sakumo Haruno gano limpiamente el duelo- testifico Rock Lee que ni siquiera supo cómo hizo para no tartamudear producto de los nervios, después de todo estaba ante el rey.

-No hay nadie más capacitado que él para ser Comandante de la Guardia Real- garantizo Neji con tal convicción que hubo convencido por completo a todos, incluso al rey que ya tenía un juicio muy partidista por la hija del comandante.

Tal y como le había comentado al general Haruno anteriormente, en presencia del general Shimura; Sakura era la opción ideal a tener en cuenta como comandante de la guardia real y aun cuando estuviera interinamente decepcionado por no haber sido capaz de juzgar personalmente las habilidades del conde Hyuga contra las de la hija menor del general Haruno, confiaba ciegamente en que las palabras del joven Hyuga no cargaran ningún tipo de exageración, de hecho lo respaldaba en esos recuerdos y en la instrucción que—sabía—Kakashi Hatake le había otorgado personalmente, pero ahora una pregunta más importante hubo cobrado importancia en la mente del rey; si Sakura…Sakumo, había ganado el duelo, ¿Dónde estaba? Escuchando en primera fila el testimonio del hijo del conde Hyuga y su sirviente, Kizashi se llenó de orgullo ante la victoria de su hija, pero sin olvidar la incertidumbre en caso de que el rey decidiera castigar esa decisión de parte de su hija que no se había negado al duelo, pero si a realizarlo en público, como si se tratara de una atracción circense. Finalmente y tras una martirizante y angustiosa espera, otro dúo de caballos hizo aparición más no a pleno trote como había sucedido en el caso del joven conde Hyuga y su sirviente, sino más bien con una dignidad tal que hizo que todas las miradas se concentraran en lady Haruno, la hija menor del general que—contrario al caso de su derrotado rival en el duelo—era acompañada por su mejor amigo y mano derecha. Sobre su caballo la hermosa joven de aspecto andrógino lucía un impecable uniforme militar blanco; una bellísima guerrera ceñida a su cuerpo, con los bordes de las mangas, el cuello y la cola de la chaqueta hechas de seda dorada e hilo de oro, hombreras doradas, detalles de diamante y oro en el centro del pecho, camisa holgada adornada por un pañuelo blanco que reposaba en el centro de su pecho, fajín borgoña rojizo, pantalones blancos y largas botas negras como el elegante sombrero de pluma blanca que cubría su cabello recogido tras su nuca. Deteniéndose por sí misma y descendiendo con maestría de su corcel a la par que su mejor amigo, Sakura se desplazó con máxime dignidad hasta situarse frente al trono del rey bajo la mirada vigilante de todos los presentes, incluido su padre

-Majestad- reverencio Sakura con inmenso respeto y vasallaje.

La reverencia que tuvo lugar hubo sido tan perfecta que aun cuando no todos hubieran sido capaces de ver su rostro, se hubo levantado un generado coro de murmullos que hablaban de ella, elogiando su porte y enorme dignidad, llegando a oídos del coronel que observo a su hija como siempre había imaginado que fuera y luciendo incluso más soberbia que en cualquier fantasía ideológica. Cara a cara ante la joven que se hubo quitado el sombrero de pluma al momento de rendirle pleitesía, Jiraiya se olvidó por completo de su enojo, en esos momento veía—con la debida atención—los abismalmente hermosos y delicados rasgos casi tallados por los dioses en el rostro de la joven, pero no la veía como a una mujer, lo que veía era a un comandante que había sabido conducirse con dignidad provocando que sus subordinados en la guardia real ya estuvieran comentando de ella, ansiando tenerla en frente para ver quién era en realidad pero ya dedicándole, evidentemente, una enorme y leal admiración por la victoria ante el conde Hyuga. De pie junto al trono y acompañado por su sirviente luego de una—anterior-indicación del rey, Neji le dirijo una muy disimulada sonrisa a lady Haruno cuando ella hubo alzado escasamente la mirada por el rabillo del ojo. Reinaba el silencio en el ambiente y Sakura, manteniendo aquella ominosa reverencia, se hubo negado a levantar la cabeza sin que el rey se lo indicara o permitiera, eso Sasuke fue capaz de verlo aún un par de pasos lejos de ella, incluso él temía que el rey no la perdonara, lo que había hecho había sido en base a su propio criterio y aun cuando se dijera que el rey era alguien muy benevolente…en esos momentos tenía miedo de que la sentenciaran a muerte o, Dios no lo permitiera, a algo peor, pero aunque fuera así estaba dispuesto a acompañarla. Finalmente y tras una exhaustiva decisión en el interior de su mente el rey se hubo levantado del trono haciendo que cada uno de los presentes hiciera igual en espera de su veredicto, salvo la hija del general que con increíble lealtad mantuvo la cabeza baja, solo que él ya había tomado una decisión con respecto a ella.

-Oficialmente y ante todos los presentes nombro a Sakumo Haruno como Comandante de la Guardia Real- declaro Jiraiya y, dejando olvidado el asunto del duelo privado, le hubo indicado a uno de los sirvientes que le entregara el sable que había ordenado preparar y que en cuanto recibió le tendió a la noble doncella que solo entonces alzo la vista, abrumada por el presente. -Su sable, comandante- ofreció, confiándole su seguridad y la de la Monarquía entera, por primera vez dirigiéndose a ella por su nuevo título.

En el pasado no había deseado proteger a la Delfina de Francia, no había deseado ser comandante de la guardia real…hasta que Kakashi le había hecho ver el peso de tal labor y todo lo que sucedería si aceptaba, no se trataba de ningún tipo de humillación o degradación personal, todo lo contrario, era una oportunidad sin comparación tanto para ella como para Sasuke que sabía estaba observándola mientras recibía el hermoso sable que le hubo tendido el propio rey, casi podía ver su reflejo en la afilada hoja de acero y que sin embargo era delicada, tanto como la empuñadura de oro que recreaba un mango estrecho pero con detalles que formaban flores de cerezo, como si hubiera sido hecho solo para ella y así lo sintió mientras se erguía tras haber mantenido por varios minutos aquella honrosa postura. Volviendo a colocarse aquel elegante sombrero de pluma, recibiendo un asentimiento de probación de parte del rey, se hubo alejado del trono siguiendo los mismos pasos que la habían hecho descender de su caballo, quedando a la vista de todos mientras volvía a situarse junto a Sasuke a quien le estrecho la mano disimulada y brevemente, y viceversa, en un intento por recobrar la calma, eso y prometiéndole que lo que ahora iniciaba no era solo para ella sino también para él, para ambos. Había sido criada con el fin de infundir lealtad, el tiempo se lo había demostrado parcialmente y recordando cada lección es que Sakura alzo en su mano el mismo sable que el rey acababa de obsequiarle; era el momento de plasmar todo lo aprendido en ese lienzo llamado vida, no se trataba de ayer ni mañana, solo de hoy.

-¡Soldados!- saludo Sakura con voz clara y fuerte.

-¡Si, Comandante!

La respuesta generalizada provino de todos los miembros de la guardia real que, presentes para pasar revista, le hubieron contestado sin dilación alguna, desenfundando sus sables e imitándola, su reputación como espadachín y guerrera habilidosa era tan grande como para haber llegado a oídos de todos ellos, así como su belleza, más esto último decidió ser ignorado por todos que tras oír de la derrota del conde Hyuga finalmente tenían una nueva comandante, perdón, nuevo comandante. Tal vez fuera joven e inexperta, pero estaba dispuesta a prender y era precisamente su experiencia lo que la fortalecería. Enfundando su sable en su cadera, Sakura recorrió con su mirada a los nobles presentes que la admiraron con curiosidad y entre ellos diviso a su padre que inclino la cabeza con orgullo al encontrar su mirada con la de ella, para él todo se trataba del linaje familiar y el apellido Haruno que había prevalecido justo como él había querido que sucediera, porque así se lo había hecho ver a su hija desde el principio, pero ella no había aceptado el cargo por él, no había librado el duelo por él ni por ninguna otra persona en específico. Padre, no lo hago por ti, ni por nadie más, cito en su mente, desviando la mirada hacia Sasuke que asintió en silencio, él era el único que comprendía la guerra que ella libraba en su interior; hombre y mujer mezclados en su mente y conciencia, lo que era contra lo que debía ser, quien quería contra quien estaba obligada a ser, una permanente tormenta en su interior, una tormenta que solo él conocía y comprendía, nadie más. Esto es por mí, proclamo Sakura a si misma manteniendo la frente en alto, dispuesta a mantenerse intacta hasta el final, incorruptible en su valor, voluntad e ideales; justicia, piedad y honor.

Su destino iniciaba a partir de ese momento.


PD: lamento no haber iniciado este fic hace una semana pero no uve internet y no pude hacer nada salvo dedicarme a escribirlo y esperar , por lo que deseo que este fic sea e su agrado :3 dedico el fic a DULCECITO311 (que sigue cada una de mis historias y a quien prometo intentar actualizar el fic "El Siglo Magnifico: La Sultana Sakura" ya que solo tengo los do próximos capítulos de momento, pero igual intentare hacerlo por ti) y a todos aquellos que sigan mis historias en todas sus formas :3 tal y como ya había señalado en el caso del fic "Operación Valkiria", hago este fic como una enmienda a mis errores ideológicos pasados, porque lo que en ocasiones nos enseñan es más mentira que verdad, les advierto que soy antirrevolucionaria—pese a vivir de un país como Chile, que surgió como república por una revolución contra un rey español—y pro monárquica, pero antes de ser una de estas dos cosas soy neutral y defiendo los derechos humanos, por ello seré brutalmente honesta con todos los hechos reales que rodearon a la revolución francesa, eliminando lo más posible los acontecimiento ficticios e irreales. De esta noche a mañana actualizare mi fic "el Conjuro-Naruto Style", luego antes del final de semana "Titanic-Naruto Style" y el fin de semana "el Sentir de un Uchiha" :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3

Curiosidades:

-Los ideales: en el anime, lady Oscar no quiere proteger a Maria Antonieta ni ser la comandante de la guardia real, esto fue modificado ya que tanto en el manga como en la película de Jacques Demy, Oscar si está emocionada con proteger a la Delfina y futura Reina de Francia. Siguiendo lo representado en el manga, pese a no haber podido encontrarlo y leerlo en internet, decidí seguir esto, por lo que Sakura será muy tolerante con la joven Delfina Ino Yamanaka cuando llegue a Versalles, de hecho expandiré su relación mostrándolas más cercanas entre sí, como se mostró en la película.

-Amistad: en el anime y manga (según creo tener entendido) la relación entre Oscar y André es más…tensa, pese a ser amigos Oscar no parece inicialmente tratarlo como tal, contrario a la película en que casi parecen hermanos o—en el caso contrario—pareja por su cercanía. En este caso modificare diálogos y relaciones, porque me parece que—si bien el anime es ligeramente romántico teniendo en cuenta la trama y época que representa—los sentimientos no fueron tan bien desarrollados como quizás debiera haber sido.

-Aristocracia & Pueblo: no sé cómo desarrollarlo aún, todos—por las clases de historia que en algún momento tuvimos—sabemos las inhumanas condiciones en que vivía el pueblo francés antes de la revolución, pero en el manga anime y película de lady Oscar cobra un protagonismo extraño y que en algunos puntos es históricamente erróneo, mientras que en la película de Sofía Coppola es más sutil, se ven las razones de su inicio pero su protagonismo no llega sino hasta casi el final del film. Creo, por ahora, querer otorgar un equilibrio, representar la vida en Versalles chocando con la pobreza de la gente, algo que espero lograr y por lo que les pido que me aporten sus críticas y sugerencias si tienen algo en mente.

-Trama e Historia: este anime es uno de mis favoritos, no solo porque—guste la historia o no—te enseña hechos reales que sucedieron en el pasado, sino por la trágica y angustiosa historia de amor, pero algo que no me gusto o sentí vacío del anime fue que André y Oscar mueren el día antes y durante la toma de la Bastilla, dejando al azar saber cómo personajes importantescomo Danton, Desmoullins, Robespierre y Saint-Just—llegaron a morir habiendo sido en su momento lideres importantes de la revolución, o como y porque fueron condenados Luis XVI y Maria Antonieta a la Guillotina y que tan honestos fueron sus cargos, o que les sucedió a sus hijos. Riyoko Ikeda inicio—el año pasado—un spin off únicamente centrado en Maria Antonieta y aunque no lo he encontrado para leerlo, haré que los personajes de Sasuke y Sakura no mueran, sobreviviendo a la revolución y pudiendo ser testigos de todos los acontecimientos que he aludido.