Capítulo 20: TREN HACIA LONDRES.
El andén de la estación ferroviaria de Sofía (capital de Bulgaria) estaba completamente lleno de gente, como un mar de hormigas. El ruido de las máquinas era casi insoportable, lo que dificultaba la comunicación a la hora de despedirse. Pero no por eso, miles de familias dejaban de tomar aquel medio de transporte para desplazarse hasta sus lugares de trabajo, hasta sus respectivas casas o para retornar al pasado, como era el caso de Hermione. Vestida con un largo abrigo y botas altas, debido a la fría mañana que los había despertado, la chica esperaba junto a Matthew y Marie, la niñera, el tren que la llevara de vuelta a Londres. Estaba casi tan nerviosa como cuando recibió el "Premio Anual" hacia unos cinco años atrás; pero ahora todo era distinto. Ya no era la niña alegre que había sido toda su vida, a quien sólo le interesaba estudiar, tener amigos y divertirse de vez en cuando. Ya no. Se había casado con Víctor Krum para olvidar a quien fuera su amor de toda su infancia, Ron, y de su marido había tenido un descendiente, el pequeño Matthew, quien en ese momento reía haciendo pompas de saliva con la boca y viendo como se reventaban pasados unos segundos; dos años de matrimonio no fueron suficientes para dejar el pasado atrás, y ahora que debía seguir adelante sola, sin su marido y con un hijo a cuestas, todo le parecía distinto. Miraba a su alrededor como si todo le resultara extraño, como si aquel país del cual ahora se despedía nunca la hubiese cobijado. Sería un viaje largo. Harían una serie de trasbordos en distintos países y pasarían por diversas estaciones. Lo había decidido así; haría un viaje lo más muggle posible sólo por Matthew, para mostrarle el mundo que lo rodeaba o quizás para retrasar algo su llegada a Londres, y enfrentar con mejor semblante a sus familiares y amigos. Anunciaron por el alto parlante que el tren con destino a Londres llegaría en dos minutos más, así que alistó sus cosas y arropó bien a Matthew, que miraba a todos con sus enormes ojos color miel, balbuceaba y señalaba con sus manitas todo lo que le parecía entretenido. Una moderna locomotora se acercó al anden después del tiempo anunciado, y Hermione puso los equipajes sobre el lugar que indicaba su boleto. Marie la esperaba abajo, con Matthew en los brazos y unas solitarias lágrimas rodando por sus mejillas.
-Señora Hermione, no sabe cuanto la voy a echar de menos – sollozó Marie, al entregarle al niño.
-Yo también, Marie. – dijo Hermione abrazando a la mujer.- Gracias por todo.
-De nada señora.- agradeció Marie. Luego se dirigió al pequeño y sonrió.- Adiós, Matthew, pórtate bien... – dejó escapar un sollozo y se cubrió la boca.- Te voy a extrañar a ti también, ¡eh!
Matthew continuó sonriendo y lanzó un gritito, queriendo decir que él también iba a echar de menos a Marie.
-Adiós, ya es hora... – dijo Hermione al escuchar el silbato de partida.- Ya sabes que la casa es tuya, Marie.
-Sí, señora, siempre será bienvenida de nuevo – dijo Marie con un dejo de amargura.- adiós, cuídese.
Hermione subió al tren, dejando a la mujer en la plataforma, quien se secaba las lágrimas con un albo pañuelo. Su imagen se perdió a medida que el tren avanzaba por los rieles y Hermione volvió a verse sola, como ya estaba acostumbrándose a verse.
-*-
-¿Por qué no ha venido Sophie a despedirte? – preguntó Charlie cuando llegaron a la estación de trenes de Bucarest. (capital de Rumania)
-No sé, dice que se ha sentido mal últimamente... pero nada grave, supongo – respondió Ron entregando el boleto al encargado de verificarlos.
-¿No crees que es por lo del viaje, por que te vas a Londres? – preguntó Charlie algo preocupado.
-Lo dudo. Yo hablé con Sophie el otro día y no dijo nada acerca de eso – respondió Ron con seguridad.- Además, ella está acostumbrada a que yo viaje mucho.
-Por dentro de Rumania... – completó Charlie.
Ron había tomado la decisión de irse el mismo día que apareció el artículo sobre la muerte de Krum en "El Profeta". Su hermana, Ginny, le había escrito respondiendo a su carta, y diciéndole que Hermione volvería para encontrarse con sus familiares, según lo que averiguaron mediante comunicados con el Ministerio de la Magia de Bulgaria. Era su última oportunidad de hacer algo, aunque eso significara dejar a Sophie. Lo arriesgaría todo, todo por algo que hasta el momento le había parecido imposible. Sabía que el tren no llegaría hasta quince minutos después, por lo que decidió comprar unos sandwiches para el camino y algo de tabaco. Su hermano, Charlie, había tratado de convencer a Ron de desistir de aquella aventura, más que nada por respeto a Sophia y por la relación que tuvieron durante dos años, pero Ron le había bajado las esperanzas de retenerlo diciéndole que todo se arreglaría cuando pusiera las cosas en claro.
-Sólo quiero que la cuides, hermano – le dijo Ron cuando bebían té en la cafetería de la estación.- Ella quizás comprenda que su vida no es conmigo, que yo no podré hacerla completamente feliz.
-¿Y si no lo comprende? ¿Si se le quiebra el corazón al saber que te has ido en busca de un recuerdo y que nunca volverás? – le espetó Charlie con crudeza.
-Hermione no es un recuerdo – dijo Ron con seriedad.- Ella siempre ha vivido y vivirá en mi corazón y esta vez voy a lograr recuperarla.
-Entonces, buena suerte hermano – finalizó Charlie, acabado su té.
La espera no duró demasiado. Una gran marea de gente se abalanzó sobre la plataforma cuando oyeron que el tren se acercaba. Ron también lo hizo. La moderna locomotora se estacionó a paso lento frente a ellos, haciendo un extraño sonido al frenar. Varias personas bajaron de ella cuando se detuvo en el andén, lo que dificultó el paso a los nuevos pasajeros. Ron, con algo de nerviosismo, abrazó a Charlie por unos momentos y se despidió finalmente de él.
-Escríbeme cuando llegues – le propuso su hermano mayor. - Así podré mantener a Sophie en calma.
-Está bien, prometo escribirles a los dos – respondió su hermano con alegría. Subió al carro que le tocaba y agitó la mano por entre las ventanas.- ¡Adiós, Charles!
Charlie agitó también su brazo y logró divisar a Ron sólo por unos segundos más, hasta que el tren dio la vuelta y lo perdió de vista. Ron por su parte, miró su boleto. Asiento 147, ventana. Miró en todas direcciones; aún le faltaban cincuenta asientos que recorrer, así que tomó su bolso y comenzó a caminar por el pasillo. Su asiento quedaba al final del penúltimo vagón. Cuando lo encontró, puso su equipaje en el portamaletas y se sentó con prisa, al ver que el encargado de cortar los boletos ya se acercaba.
-Londres, ¿verdad? – preguntó el hombre.- Será un viaje largo y agotador. Lo mismo le dije a la señorita del último vagón.
-Claro, gracias – dijo Ron mirando otra vez por la ventana.
El tipo cortó el boleto de Ron y desapareció de su vista. El paisaje de afuera se iba aclarando cada vez más, mientras la mañana avanzaba. Se quedó pensando en lo que le había dicho el encargado. Sabía que muchas personas hacían este pesado viaje desde mucho más lejos que él. El tren partía de las afueras de Ucrania, pasando por Bulgaria, Rumania, Yugoslavia, Austria, Alemania y Francia, por donde cruzaba el canal de la Mancha hasta Inglaterra. De verdad era un viaje largo y agotador, pero las paradas que se hacían en cada país, eran lo suficientemente largas para reponerse. Durante la primera media hora, Ron no dejó de mirar el paisaje por la ventana, hasta que la monotonía terminó por cansarlo. Decidió entonces salir de su compartimiento y recorrer los pasillos del tren para animarse un poco. Llegó hasta el último vagón y se encontró con una mujer algo mayor, de aspecto bonachón, que mecía a un niño en sus brazos, intentando que se durmiera. Aquella escena le pareció hermosa, así que se acercó hasta ella y le habló.
-¿Es suyo el niño? – le preguntó a la mujer.
-No, no es mío – dijo la mujer algo desconfiada. Tenía un acento distinto al de él, por lo que supuso que vendría de algún lugar de Bulgaria.
-Es muy lindo, ¿sabe? – dijo Ron acercándose un poco al pequeño para observarlo mejor. Con los ojos cerrados, el bebé lanzaba suspiritos y mantenía su sonrisa intacta.
-Lo mismo le he dicho a su madrre... me lo ha dejado un rrato mientrras iba al baño – acotó la mujer, mirándolo con recelo.
-Claro, claro... ¿Y cómo se llama el pequeño? – preguntó Ron con interés.
-Mmm... crreo que Matthew, sí, eso me dijo su madrre... – respondió la mujer.
"Matthew". Le pareció un lindo nombre y más si el pequeño era tan adorable como aquel. Tratando aún de dormir, tenía las manitas apretadas a los dedos regordetes de la mujer que lo mecía. Con una simple excusa, Ron salió del compartimiento y se dirigió al comedor. Luego de un rato, la madre del pequeño volvió a presentarse en su asiento.
-¿Cómo se ha portado mi bebé? – preguntó tomando en brazos al niño.
-Muy bien, es un angelito de Dios – dijo la mujer con una sonrisa de lado a lado.- Es un niño muy sano, señorra... señorra...
-Hermione – respondió la aludida.- Hermione Granger. Gracias por cuidar de Matthew.
-*-
Astrid se llamaba aquella mujer que compartía los asientos con Hermione. Era búlgara de nacimiento y viajaba hasta Alemania para visitar a su hijo mayor, que trabajaba en una fábrica de alimentos. Se notaba una mujer alegre y simpática, tenía los cabellos ondulados y cortos, de color negro y unos ojos risueños que daba gusto. Era muggle por supuesto. Le iba contando a Hermione algunas cosas sobre su vida diaria, lo que le ayudó a sobrellevar el largo viaje. Hermione por su lado, sólo escuchaba; no tenía deseos de hablar sobre lo ocurrido los últimos días.
-Hace rrato vino un hombrre porr aquí – le contó Astrid.
-¿Sí? ¿Y qué quería? – preguntó Hermione con curiosidad.
-No lo sé. – dijo Astrid con descuido.- Mirró a Matthew y dijo que erra un bello niño.
-Mmm... tendré que tener cuidado con esos tipos – dijo Hermione dubitativamente.
-No se veía un hombrre malo... erra más bien simpático – acotó Astrid.
-Eso le decía su aspecto físico, ¿verdad? – preguntó Hermione con incredulidad.
-Sí, algo así... – respondió la mujer. Frunció el ceño como si quisiera recordar su cara y agregó: - erra un tipo pelirrojo... se veía muy joven.
Hermione la miró con cara de sorpresa y angustia a la vez. ¿Pelirrojo había dicho? Quizás sólo fuera una coincidencia. Una desesperante coincidencia. Se disculpó entonces con Astrid, diciendo que quería recorrer los pasillos y conocer el tren por completo. Se llevó a Matthew en los brazos, quien aún dormía, y salió del compartimiento. Algo le decía en su interior que aquél hombre pelirrojo podía ser Ron; habían pasado por Rumania, ¿por qué no? Caminó por los estrechos pasillos del tren, mirando en todas direcciones, comprobando la existencia de aquel personaje. El vagón comedor estaba repleto; había mujeres de varias naciones, gritando de aquí para allá, dando de comer a sus porfiados hijos, hombres que reían socarronamente, mientras bebían café o fumaban tabaco en pipa. Hermione pasó entre ellos, suplicando con todas sus fuerzas que Matthew no se despertara sobresaltado y comenzara a llorar. En la barra había un grupo más reducido de hombres, algo jóvenes, que charlaban animadamente con unas chicas risueñas de cabellos rubios. Hermione se acercó hasta ellos, con la intención de ver de quienes se trataban. Uno de ellos levantó la mano, pidiendo un vaso de Whisky. Estaba de espaldas a Hermione. Su cabello era rojo... era alto... delgado... de espaldas anchas... ¿podría tratarse de él? Un hombre rubio, de cabellos desparramados, lo llamó por entre las risas...
-¡Eh, Ronald!
"¡Ronald!" dijo Hermione en su interior. Comenzó a ponerse nerviosa. Hace tanto tiempo que no veía su rostro, pero lo recordaba con tanta claridad en su cabeza que le producía cierto temor comprobar si era él. Se acercó poco a poco. El tipo pelirrojo seguía hablando con una mujer de cabellos rubios, largos hasta la cintura. Tocó su hombro... ¿sería él?
-¿Dígame? – preguntó el hombre al darse la vuelta. Tenía un poblado bigote pelirrojo, y algo de barba, que le hacían suponer a Hermione que no era tan joven como pensaba. Unos lentes cuadrados cubrían sus profundos ojos negros y el resto de su cara estaba cubierta por pecas. No, no era Ron. No era su mirada ni su sonrisa.
-Disculpe, lo he confundido con alguien – dijo Hermione casi en un susurro.
-No se preocupe – dijo el hombre, volviendo a su enfrascada conversación.
Desilusionada por aquel descubrimiento, Hermione volvió a su compartimiento junto a Astrid, quien se había quedado dormida apoyada en la ventana. La chica la imitó, apoyando su cabeza en el vidrio y recordando lo recién pasado. Las ilusiones habían vuelto a tenderle una trampa.
-*-
El baño de hombres en el tren era algo estrecho, lo que obligaba a esperar por varios minutos a que se vaciara para lograr entrar. Al salir de él, Ron vio que una larga fila de hombres esperaba impacientemente junto a la puerta y lo miraron con desesperación debido a la demora. Recordó entonces a aquel niño que cargaba la mujer en el compartimiento del último vagón. Era hermoso, sin duda, y muy gracioso para dormir, lo que hizo que una ligera sonrisa se dibujara en el rostro del pelirrojo. Se preguntaba como habría sido él de papá; ¿habría aguantado tener niños llorando y moqueando a su alrededor, mientras le pedían de comer? Ese era un pensamiento algo desquiciante. Pero aquel chiquillo le había producido una ternura inusitada. Era aburrido ir en su compartimiento solo, sin poder conversar con alguien, por lo que decidió seguir caminando por los pasillos. Se dirigió al vagón comedor, que estaba repleto de gente y miró en todas direcciones, buscando algo de diversión. Se paró en la puerta que separaba los vagones. Un grupo de hombres jóvenes, apoyados en la barra, conversaba animadamente con varias chicas rubias. Reían y hablaban bastante alto, todos a la vez, dificultando el entendimiento. Un hombre de cabellos rojos, barba y bigote y unos lentes gruesos y redondos pedía un vaso de Whisky para él y su acompañante. Un tipo de pelo rubio lo llamó, pero con el ruido que hacía el tren al andar y el bullicio de aquel lugar, no entendió el nombre. En un momento dado, el tipo se dio vuelta. Al parecer, alguien hablaba con él. Pero Ron no pudo saber quien era, hasta un rato después. Era una mujer de abrigo y botas altas, que cargaba un bebé en los brazos. Su cabello, suelto y desparramado, le traía ciertos recuerdos. Parecía... parecía... "Hermione" pensó Ron en su interior. ¿Podría tratarse de ella? No distaba mucho de su contextura física, pero de espaldas como estaba no podía asegurarlo. Avanzó de inmediato entre la multitud, en medio de quejidos y alarmes por los pequeños empujones que se vio obligado a dar. Por un momento se le pasó por la cabeza que en aquel tren también iba Hermione, ya que Ginny le había dicho que pronto volvería a Inglaterra. Podría tratarse de una ansiada coincidencia; podría hablar con ella y aclarar todo lo sucedido, pedirle perdón por alejarse de su vida y decirle cuanto la amaba. Estaba alcanzándola, quería gritarle; pero ¿y si se equivocaba de persona? "Qué importa" pensó Ron. Pensó en llamarla... sí, eso haría y se terminaría de una vez toda esa angustia que lo estaba matando.
-¡Hermio...!
-Señor, vuelva a su asiento – lo interrumpió una azafata que andaba cerca.- Vamos a pasar un túnel, y necesitamos que todos estén en sus puestos por si acaso.
-¿Por si acaso qué? – preguntó Ron desconcertado. Miró al último vagón. Aquella mujer ya se había perdido de vista.
-¡Por si acaso hay algún problema! ¡Vamos, métase en su compartimiento! – la mujer tenía aspecto cansino y serio, lo que le decía a Ron que no debía protestar.
Resignado, buscó asiento entre un par de gordos hombres que hablaban sobre negocios y que habían instalado sus maletas junto a su bolso. Mientras hablaban, fumaban tabaco en pipa y la habitación se había llenado de un humo que picaba los ojos. Los tendría que soportar por lo menos hasta que pasaran aquel desdichado túnel.
-*-
El trayecto, que dura más o menos tres días a toda velocidad (N/A: esto es sólo invención mía, no tengo ni idea cuánto demora un tren desde Ucrania hasta Inglaterra ni tampoco sé si existe un tren que haga tamaño recorrido) iba llegando pronto a su fin. El cruzar el Canal de la Mancha por debajo del agua era lo más aburrido del viaje, como estar eternamente en un subterráneo, con las luces prendidas todo el tiempo y sin poder ver el sol cuando se te antojara. Por algún u otro motivo, Ron y Hermione no volvieron a toparse durante el trayecto (ya saben: Camareras, baños, señoras con un jardín infantil completo a sus espaldas, hombres algo anchos para caminar en los pasillos, etc.) por lo que las esperanzas de ambos, de saber si iban en el mismo tren, se habían reducido a cero. Llegaron a creer que se trataba de una alucinación más producto del agotador viaje. Astrid se había bajado ya en Alemania, y las personas que acompañaban ahora a Hermione, eran una reducida familia francesa (que por cierto no hablaba ni una pizca de inglés) compuesta por una mujer delgada, de pómulos hundidos y de cabellos rubios muy largos que se pasó todo el trayecto leyendo una revista, al parecer de modas y que lanzaba palabras sueltas contra cualquier artículo que hubiese escrito en ella; un hombre de cabello entrecano, de manos grandes y sudorosas que se pasaba el día observándoselas como si tuviera alergia en ellas y se las limpiaba con un gastado pañuelo y un mocoso de grandes dientes y mirada escrutadora, que se la pasaba señalando cosas como malo de la cabeza, mientras su padre le contestaba sin mirarlo siquiera. Matthew tenía esta vez el ceño fruncido, y se quejaba con frecuencia por que el niño lo observaba con curiosidad y le hacía caras raras. Al parecer, había heredado algo del carácter hosco de su padre, al momento de hacer vida social con desconocidos.
Pronto pudieron ver los hermosos campos de Kent, al sur de Inglaterra. Unas cuantas horas más y estaría de vuelta en casa, con sus padres y sus familiares. Añoraba tanto ese momento.
Dos horas más tarde, la camarera del tren fue anunciando por todos los compartimientos que faltaban cinco minutos para llegar a King's Cross. Por un momento, Hermione se extrañó de escuchar aquel nombre; le parecía que había vuelto de un año escolar en Hogwarts, pero luego de ver a aquella gente que se movía sacando sus maletas y dando tropezones, cayó en la cuenta de su error. Tomó ella también su maleta y el bolso de bebé de Matthew, y se acomodó al pequeño en una silla maternal atada a su cuello y a su espalda. Salió del lugar y vio que mucha gente comenzaba a alistarse. King's Cross estaba muy cerca, podía ver a lo lejos, las plataformas acercándose hasta el tren y a la gente amontonada en ellas.
-*-
-Vamos a llegar a King's Cross, señores – anunció una camarera asomando la cabeza por la puerta del compartimiento.
Despertando de su letargo, Ron, que aún tenía la cabeza apoyada en la ventanilla, abrió los ojos lentamente y miró en derredor. Los hombres que habían compartido con él los asientos, estaban reuniendo sus cosas y guardando los naipes que utilizaron para divertirse. Con aquellas risotadas y exclamaciones que lanzaron durante la noche, a Ron le fue casi imposible conciliar el sueño, por lo que aquel llamado le había caído algo mal. Tenía tantas ganas de echarles algún maleficio para que se quedaran callados, pero los tipos eran visiblemente muggles, lo que le impidió lograr su cometido. Ordenando sus ropas precariamente, Ron tomó su bolso y salió del compartimiento a paso lento. Iría al baño antes de bajar.
Con una larga frenada, el tren asentó sus ruedas en el andén 9 de la estación. Sus puertas se abrieron al instante y mucha gente pudo por fin bajar y estirar las piernas con tranquilidad. Hermione era una de ellas. Con mucho cuidado y ayudada por un guardia, bajó con Matthew y sus bolsos hasta la plataforma. Hacía un calor exasperante, por lo que dejó a un lado su maleta y se quitó el abrigo. Bajo él, llevaba un vestido de mangas cortas y cuello redondo, negro por cierto, que la cubría hasta las rodillas. Ron por su parte, salió del baño rápidamente. El tren se iba vaciando poco a poco y no se quería quedar arriba. Caminó con decisión hasta la salida y bajó del penúltimo vagón. Era Londres lo que tenía ante sus ojos; la estación de trenes que visitó por tantos años y que ahora, más moderna y ampliada, le daba la bienvenida. Avanzó por la plataforma, buscando entre la multitud por si su hermana venía a buscarlo. Una jauría de perros de raza se tiró en su contra y Ron saltó hacia un lado tratando de esquivarlos. Sin querer, había chocado con alguien, al parecer también algo despistado, por que se disculpó rápidamente.
-Disculpe, iba distraída... lo siento.
Ron la contempló por unos instantes. Cargando un niño en los brazos, la mujer se parecía mucho a...
-Hermione – pronunció el pelirrojo.
Hermione, sin poder creerlo, abrió la boca unos segundos, intentando emitir algún sonido, pero el pelirrojo fue más rápido y habló primero.
-Hermione... yo... qué gran sorpresa... – balbuceó Ron por entre el barullo de la multitud.
-Ron, yo... no sé que decir... – Hermione se sintió de nuevo como una niña de quince. Le temblaban las rodillas y se le secaba la boca. No podía creer que fuera él, había estado todo el trayecto en el mismo tren y no se había dado cuenta.
Ron por su lado, miraba a Hermione atónito. Estaba tan nervioso como ella, quizá más. Sentía el enorme impulso de abrazarla, estrecharla entre sus brazos y decirle cuánto la había extrañado, pero entonces se percató de algo. Un pequeño, sentado en el vientre de su madre, lo miraba serio y ceñudo y lo apuntaba con su dedito, mientras lanzaba sílabas al viento. Era aquel que había visto dormir en el vagón junto a la mujer regordeta, era Matthew.
-¿Es... es tu hijo? – preguntó atropelladamente.
Hermione asintió lentamente. Ron también lo hizo. Por un rato se quedaron mudos, analizando cada uno de sus pensamientos, hasta que escucharon un grito de mujer proveniente de su derecha.
-¡¡Ron, Hermione!! – se trataba de Ginny, la hermana del pelirrojo, quien venía acompañada de su novio, Draco. Cuándo llegó hasta ellos, se plantó entre los dos y los miró alegremente.- ¿No me digan que se han venido juntos?
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*- *-*-*-*-*-*-*-*-*
_ ¡¡Siento la demora!! Ya saben que esto de llegar a marzo es fatal... ¬¬
Pero bueno, espero que les haya gustado este capítulo y que hayan quedado con el corazón en la mano, por que a veces es desesperante buscar a una persona por todas partes y no verla, cuando la tienes frente a tus narices.
Bueno, gracias por todos los reviews que me han dejado, ahora los respondo:
Deina-Black: hola, hola... pues ves que Sophie no es tan mala como pensabas, y no se trae nada entre manos, sólo es una víctima de las circunstancias... (:-P y eso hace más interesante la historia) bueno, la idea de esta historia era que fuera lo más llorona posible, algo así como una teleserie mexicana, en donde todos se mueren, algunos quedan paralíticos, otros ciegos... Jajaja, pero nada de lo último ocurrirá en esta historia, salvo... mmm... otras cosillas. Pero bueno, no te puedo adelantar más. Si supieras lo que tuve que hacer hoy para meterme a Internet. Mis papás salieron a las siete y media de la mañana a dejar a mi hermano al colegio (a Sturgis) y yo haciéndome la dormida, me quedé en casa. Fue mi única oportunidad de meterme a la red antes de que empezara el horario normal... uf!! Como sufrí!!! Jejeje, pero bueno... y no te preocupes, no me tengas miedo, que soy mala al momento de escribir un argumento, pero en la vida real, soy tan buena como un plato de avena con leche... (Todos: ¬¬ Zzzzzaaaaa!!!!) jejeje, saludos, cuídate, que te vaya bien en el cole. Tanina Potter.
Lil Granger: Holitas. Lamentablemente no eres mi primer review, eres el segundo a decir verdad, pero la intención es lo que cuenta... jejeje. Y bueno ¿qué te ha parecido el reencuentro? Jejeje... maquiavélico ¿no? Pero tarde o temprano tenía que pasar. ¡Ah! la Úrsula que yo conozco y en la que está inspirada este personaje, es igual de testaruda, uf... si la vieras ¬¬U. Pero igual es súper simpática; un amor como yo le digo... Jajaja. En realidad debe de ser bastante doloroso tener un bebé, pero como yo siempre digo: "Si te gustó hacerlos, tendrá que gustarte parirlos" Jajaja... es un pensamiento algo doloroso, pero es la verdad. Bueno, cuídate mucho, saludos. Tanina Potter.
Annafreey: hola. Actualización terminada. Espero que te haya gustado el capi. Te deseo lo mejor. Saludos, Tanina Potter.
Lily4ever: Hola, holitas. Bueno, te prometo que Úrsula y Harry no se van a separar... es más, pronto viene el desenlace de este romance. Saludos, Tanina Potter.
Mione Grint: ¡¡¡FELICITACIONES POR ENTRAR A LAS RON4EVER!!! Bueno, la otra vez dije que no me había gustado el capítulo por que lo escribí sin ganas, con cansancio y eso afecta un poco la redacción, pero gracias de todas maneras por decir que te gustó. Menos mal que ahora no te dio el ataque al miocardio, pero consíguete un doctor pronto, que el desenlace se viene... MACABRO. Jejeje... estoy delirando. A mí tampoco me cae mal el Krum de los libros, pero debe ser por que no ha hecho demasiado para que lo odiemos... pero en fin, los fics de repente pintan a los personajes de otra manera. Yo también espero que no me den crisis de ausencia de creatividad, por que o sino el fic se va a la porra... Yap, cuídese y felicitaciones de nuevo. Tanina Potter.
Merodeadora-chii: Holanda, que talca...? jejejeje... respecto a tu pregunta: No te preocupes por Françoise, ella no es una amenaza para Úrsula, lo único es que de repente es media desubicada y no sabe como controlar las situaciones, pero es una buena muchacha. (Si la Pancha lee esto me ahorca, _) bueno, Sophie por lo visto está obligada a sufrir, pero Charlie no es para ella, es lo único que te puedo adelantar. Saludos, cuídate, Tanina Potter.
Bueno, hasta el momento eso es todo.
Atte. Tanina Potter.
**Miembro de las RON4EVER**
El andén de la estación ferroviaria de Sofía (capital de Bulgaria) estaba completamente lleno de gente, como un mar de hormigas. El ruido de las máquinas era casi insoportable, lo que dificultaba la comunicación a la hora de despedirse. Pero no por eso, miles de familias dejaban de tomar aquel medio de transporte para desplazarse hasta sus lugares de trabajo, hasta sus respectivas casas o para retornar al pasado, como era el caso de Hermione. Vestida con un largo abrigo y botas altas, debido a la fría mañana que los había despertado, la chica esperaba junto a Matthew y Marie, la niñera, el tren que la llevara de vuelta a Londres. Estaba casi tan nerviosa como cuando recibió el "Premio Anual" hacia unos cinco años atrás; pero ahora todo era distinto. Ya no era la niña alegre que había sido toda su vida, a quien sólo le interesaba estudiar, tener amigos y divertirse de vez en cuando. Ya no. Se había casado con Víctor Krum para olvidar a quien fuera su amor de toda su infancia, Ron, y de su marido había tenido un descendiente, el pequeño Matthew, quien en ese momento reía haciendo pompas de saliva con la boca y viendo como se reventaban pasados unos segundos; dos años de matrimonio no fueron suficientes para dejar el pasado atrás, y ahora que debía seguir adelante sola, sin su marido y con un hijo a cuestas, todo le parecía distinto. Miraba a su alrededor como si todo le resultara extraño, como si aquel país del cual ahora se despedía nunca la hubiese cobijado. Sería un viaje largo. Harían una serie de trasbordos en distintos países y pasarían por diversas estaciones. Lo había decidido así; haría un viaje lo más muggle posible sólo por Matthew, para mostrarle el mundo que lo rodeaba o quizás para retrasar algo su llegada a Londres, y enfrentar con mejor semblante a sus familiares y amigos. Anunciaron por el alto parlante que el tren con destino a Londres llegaría en dos minutos más, así que alistó sus cosas y arropó bien a Matthew, que miraba a todos con sus enormes ojos color miel, balbuceaba y señalaba con sus manitas todo lo que le parecía entretenido. Una moderna locomotora se acercó al anden después del tiempo anunciado, y Hermione puso los equipajes sobre el lugar que indicaba su boleto. Marie la esperaba abajo, con Matthew en los brazos y unas solitarias lágrimas rodando por sus mejillas.
-Señora Hermione, no sabe cuanto la voy a echar de menos – sollozó Marie, al entregarle al niño.
-Yo también, Marie. – dijo Hermione abrazando a la mujer.- Gracias por todo.
-De nada señora.- agradeció Marie. Luego se dirigió al pequeño y sonrió.- Adiós, Matthew, pórtate bien... – dejó escapar un sollozo y se cubrió la boca.- Te voy a extrañar a ti también, ¡eh!
Matthew continuó sonriendo y lanzó un gritito, queriendo decir que él también iba a echar de menos a Marie.
-Adiós, ya es hora... – dijo Hermione al escuchar el silbato de partida.- Ya sabes que la casa es tuya, Marie.
-Sí, señora, siempre será bienvenida de nuevo – dijo Marie con un dejo de amargura.- adiós, cuídese.
Hermione subió al tren, dejando a la mujer en la plataforma, quien se secaba las lágrimas con un albo pañuelo. Su imagen se perdió a medida que el tren avanzaba por los rieles y Hermione volvió a verse sola, como ya estaba acostumbrándose a verse.
-*-
-¿Por qué no ha venido Sophie a despedirte? – preguntó Charlie cuando llegaron a la estación de trenes de Bucarest. (capital de Rumania)
-No sé, dice que se ha sentido mal últimamente... pero nada grave, supongo – respondió Ron entregando el boleto al encargado de verificarlos.
-¿No crees que es por lo del viaje, por que te vas a Londres? – preguntó Charlie algo preocupado.
-Lo dudo. Yo hablé con Sophie el otro día y no dijo nada acerca de eso – respondió Ron con seguridad.- Además, ella está acostumbrada a que yo viaje mucho.
-Por dentro de Rumania... – completó Charlie.
Ron había tomado la decisión de irse el mismo día que apareció el artículo sobre la muerte de Krum en "El Profeta". Su hermana, Ginny, le había escrito respondiendo a su carta, y diciéndole que Hermione volvería para encontrarse con sus familiares, según lo que averiguaron mediante comunicados con el Ministerio de la Magia de Bulgaria. Era su última oportunidad de hacer algo, aunque eso significara dejar a Sophie. Lo arriesgaría todo, todo por algo que hasta el momento le había parecido imposible. Sabía que el tren no llegaría hasta quince minutos después, por lo que decidió comprar unos sandwiches para el camino y algo de tabaco. Su hermano, Charlie, había tratado de convencer a Ron de desistir de aquella aventura, más que nada por respeto a Sophia y por la relación que tuvieron durante dos años, pero Ron le había bajado las esperanzas de retenerlo diciéndole que todo se arreglaría cuando pusiera las cosas en claro.
-Sólo quiero que la cuides, hermano – le dijo Ron cuando bebían té en la cafetería de la estación.- Ella quizás comprenda que su vida no es conmigo, que yo no podré hacerla completamente feliz.
-¿Y si no lo comprende? ¿Si se le quiebra el corazón al saber que te has ido en busca de un recuerdo y que nunca volverás? – le espetó Charlie con crudeza.
-Hermione no es un recuerdo – dijo Ron con seriedad.- Ella siempre ha vivido y vivirá en mi corazón y esta vez voy a lograr recuperarla.
-Entonces, buena suerte hermano – finalizó Charlie, acabado su té.
La espera no duró demasiado. Una gran marea de gente se abalanzó sobre la plataforma cuando oyeron que el tren se acercaba. Ron también lo hizo. La moderna locomotora se estacionó a paso lento frente a ellos, haciendo un extraño sonido al frenar. Varias personas bajaron de ella cuando se detuvo en el andén, lo que dificultó el paso a los nuevos pasajeros. Ron, con algo de nerviosismo, abrazó a Charlie por unos momentos y se despidió finalmente de él.
-Escríbeme cuando llegues – le propuso su hermano mayor. - Así podré mantener a Sophie en calma.
-Está bien, prometo escribirles a los dos – respondió su hermano con alegría. Subió al carro que le tocaba y agitó la mano por entre las ventanas.- ¡Adiós, Charles!
Charlie agitó también su brazo y logró divisar a Ron sólo por unos segundos más, hasta que el tren dio la vuelta y lo perdió de vista. Ron por su parte, miró su boleto. Asiento 147, ventana. Miró en todas direcciones; aún le faltaban cincuenta asientos que recorrer, así que tomó su bolso y comenzó a caminar por el pasillo. Su asiento quedaba al final del penúltimo vagón. Cuando lo encontró, puso su equipaje en el portamaletas y se sentó con prisa, al ver que el encargado de cortar los boletos ya se acercaba.
-Londres, ¿verdad? – preguntó el hombre.- Será un viaje largo y agotador. Lo mismo le dije a la señorita del último vagón.
-Claro, gracias – dijo Ron mirando otra vez por la ventana.
El tipo cortó el boleto de Ron y desapareció de su vista. El paisaje de afuera se iba aclarando cada vez más, mientras la mañana avanzaba. Se quedó pensando en lo que le había dicho el encargado. Sabía que muchas personas hacían este pesado viaje desde mucho más lejos que él. El tren partía de las afueras de Ucrania, pasando por Bulgaria, Rumania, Yugoslavia, Austria, Alemania y Francia, por donde cruzaba el canal de la Mancha hasta Inglaterra. De verdad era un viaje largo y agotador, pero las paradas que se hacían en cada país, eran lo suficientemente largas para reponerse. Durante la primera media hora, Ron no dejó de mirar el paisaje por la ventana, hasta que la monotonía terminó por cansarlo. Decidió entonces salir de su compartimiento y recorrer los pasillos del tren para animarse un poco. Llegó hasta el último vagón y se encontró con una mujer algo mayor, de aspecto bonachón, que mecía a un niño en sus brazos, intentando que se durmiera. Aquella escena le pareció hermosa, así que se acercó hasta ella y le habló.
-¿Es suyo el niño? – le preguntó a la mujer.
-No, no es mío – dijo la mujer algo desconfiada. Tenía un acento distinto al de él, por lo que supuso que vendría de algún lugar de Bulgaria.
-Es muy lindo, ¿sabe? – dijo Ron acercándose un poco al pequeño para observarlo mejor. Con los ojos cerrados, el bebé lanzaba suspiritos y mantenía su sonrisa intacta.
-Lo mismo le he dicho a su madrre... me lo ha dejado un rrato mientrras iba al baño – acotó la mujer, mirándolo con recelo.
-Claro, claro... ¿Y cómo se llama el pequeño? – preguntó Ron con interés.
-Mmm... crreo que Matthew, sí, eso me dijo su madrre... – respondió la mujer.
"Matthew". Le pareció un lindo nombre y más si el pequeño era tan adorable como aquel. Tratando aún de dormir, tenía las manitas apretadas a los dedos regordetes de la mujer que lo mecía. Con una simple excusa, Ron salió del compartimiento y se dirigió al comedor. Luego de un rato, la madre del pequeño volvió a presentarse en su asiento.
-¿Cómo se ha portado mi bebé? – preguntó tomando en brazos al niño.
-Muy bien, es un angelito de Dios – dijo la mujer con una sonrisa de lado a lado.- Es un niño muy sano, señorra... señorra...
-Hermione – respondió la aludida.- Hermione Granger. Gracias por cuidar de Matthew.
-*-
Astrid se llamaba aquella mujer que compartía los asientos con Hermione. Era búlgara de nacimiento y viajaba hasta Alemania para visitar a su hijo mayor, que trabajaba en una fábrica de alimentos. Se notaba una mujer alegre y simpática, tenía los cabellos ondulados y cortos, de color negro y unos ojos risueños que daba gusto. Era muggle por supuesto. Le iba contando a Hermione algunas cosas sobre su vida diaria, lo que le ayudó a sobrellevar el largo viaje. Hermione por su lado, sólo escuchaba; no tenía deseos de hablar sobre lo ocurrido los últimos días.
-Hace rrato vino un hombrre porr aquí – le contó Astrid.
-¿Sí? ¿Y qué quería? – preguntó Hermione con curiosidad.
-No lo sé. – dijo Astrid con descuido.- Mirró a Matthew y dijo que erra un bello niño.
-Mmm... tendré que tener cuidado con esos tipos – dijo Hermione dubitativamente.
-No se veía un hombrre malo... erra más bien simpático – acotó Astrid.
-Eso le decía su aspecto físico, ¿verdad? – preguntó Hermione con incredulidad.
-Sí, algo así... – respondió la mujer. Frunció el ceño como si quisiera recordar su cara y agregó: - erra un tipo pelirrojo... se veía muy joven.
Hermione la miró con cara de sorpresa y angustia a la vez. ¿Pelirrojo había dicho? Quizás sólo fuera una coincidencia. Una desesperante coincidencia. Se disculpó entonces con Astrid, diciendo que quería recorrer los pasillos y conocer el tren por completo. Se llevó a Matthew en los brazos, quien aún dormía, y salió del compartimiento. Algo le decía en su interior que aquél hombre pelirrojo podía ser Ron; habían pasado por Rumania, ¿por qué no? Caminó por los estrechos pasillos del tren, mirando en todas direcciones, comprobando la existencia de aquel personaje. El vagón comedor estaba repleto; había mujeres de varias naciones, gritando de aquí para allá, dando de comer a sus porfiados hijos, hombres que reían socarronamente, mientras bebían café o fumaban tabaco en pipa. Hermione pasó entre ellos, suplicando con todas sus fuerzas que Matthew no se despertara sobresaltado y comenzara a llorar. En la barra había un grupo más reducido de hombres, algo jóvenes, que charlaban animadamente con unas chicas risueñas de cabellos rubios. Hermione se acercó hasta ellos, con la intención de ver de quienes se trataban. Uno de ellos levantó la mano, pidiendo un vaso de Whisky. Estaba de espaldas a Hermione. Su cabello era rojo... era alto... delgado... de espaldas anchas... ¿podría tratarse de él? Un hombre rubio, de cabellos desparramados, lo llamó por entre las risas...
-¡Eh, Ronald!
"¡Ronald!" dijo Hermione en su interior. Comenzó a ponerse nerviosa. Hace tanto tiempo que no veía su rostro, pero lo recordaba con tanta claridad en su cabeza que le producía cierto temor comprobar si era él. Se acercó poco a poco. El tipo pelirrojo seguía hablando con una mujer de cabellos rubios, largos hasta la cintura. Tocó su hombro... ¿sería él?
-¿Dígame? – preguntó el hombre al darse la vuelta. Tenía un poblado bigote pelirrojo, y algo de barba, que le hacían suponer a Hermione que no era tan joven como pensaba. Unos lentes cuadrados cubrían sus profundos ojos negros y el resto de su cara estaba cubierta por pecas. No, no era Ron. No era su mirada ni su sonrisa.
-Disculpe, lo he confundido con alguien – dijo Hermione casi en un susurro.
-No se preocupe – dijo el hombre, volviendo a su enfrascada conversación.
Desilusionada por aquel descubrimiento, Hermione volvió a su compartimiento junto a Astrid, quien se había quedado dormida apoyada en la ventana. La chica la imitó, apoyando su cabeza en el vidrio y recordando lo recién pasado. Las ilusiones habían vuelto a tenderle una trampa.
-*-
El baño de hombres en el tren era algo estrecho, lo que obligaba a esperar por varios minutos a que se vaciara para lograr entrar. Al salir de él, Ron vio que una larga fila de hombres esperaba impacientemente junto a la puerta y lo miraron con desesperación debido a la demora. Recordó entonces a aquel niño que cargaba la mujer en el compartimiento del último vagón. Era hermoso, sin duda, y muy gracioso para dormir, lo que hizo que una ligera sonrisa se dibujara en el rostro del pelirrojo. Se preguntaba como habría sido él de papá; ¿habría aguantado tener niños llorando y moqueando a su alrededor, mientras le pedían de comer? Ese era un pensamiento algo desquiciante. Pero aquel chiquillo le había producido una ternura inusitada. Era aburrido ir en su compartimiento solo, sin poder conversar con alguien, por lo que decidió seguir caminando por los pasillos. Se dirigió al vagón comedor, que estaba repleto de gente y miró en todas direcciones, buscando algo de diversión. Se paró en la puerta que separaba los vagones. Un grupo de hombres jóvenes, apoyados en la barra, conversaba animadamente con varias chicas rubias. Reían y hablaban bastante alto, todos a la vez, dificultando el entendimiento. Un hombre de cabellos rojos, barba y bigote y unos lentes gruesos y redondos pedía un vaso de Whisky para él y su acompañante. Un tipo de pelo rubio lo llamó, pero con el ruido que hacía el tren al andar y el bullicio de aquel lugar, no entendió el nombre. En un momento dado, el tipo se dio vuelta. Al parecer, alguien hablaba con él. Pero Ron no pudo saber quien era, hasta un rato después. Era una mujer de abrigo y botas altas, que cargaba un bebé en los brazos. Su cabello, suelto y desparramado, le traía ciertos recuerdos. Parecía... parecía... "Hermione" pensó Ron en su interior. ¿Podría tratarse de ella? No distaba mucho de su contextura física, pero de espaldas como estaba no podía asegurarlo. Avanzó de inmediato entre la multitud, en medio de quejidos y alarmes por los pequeños empujones que se vio obligado a dar. Por un momento se le pasó por la cabeza que en aquel tren también iba Hermione, ya que Ginny le había dicho que pronto volvería a Inglaterra. Podría tratarse de una ansiada coincidencia; podría hablar con ella y aclarar todo lo sucedido, pedirle perdón por alejarse de su vida y decirle cuanto la amaba. Estaba alcanzándola, quería gritarle; pero ¿y si se equivocaba de persona? "Qué importa" pensó Ron. Pensó en llamarla... sí, eso haría y se terminaría de una vez toda esa angustia que lo estaba matando.
-¡Hermio...!
-Señor, vuelva a su asiento – lo interrumpió una azafata que andaba cerca.- Vamos a pasar un túnel, y necesitamos que todos estén en sus puestos por si acaso.
-¿Por si acaso qué? – preguntó Ron desconcertado. Miró al último vagón. Aquella mujer ya se había perdido de vista.
-¡Por si acaso hay algún problema! ¡Vamos, métase en su compartimiento! – la mujer tenía aspecto cansino y serio, lo que le decía a Ron que no debía protestar.
Resignado, buscó asiento entre un par de gordos hombres que hablaban sobre negocios y que habían instalado sus maletas junto a su bolso. Mientras hablaban, fumaban tabaco en pipa y la habitación se había llenado de un humo que picaba los ojos. Los tendría que soportar por lo menos hasta que pasaran aquel desdichado túnel.
-*-
El trayecto, que dura más o menos tres días a toda velocidad (N/A: esto es sólo invención mía, no tengo ni idea cuánto demora un tren desde Ucrania hasta Inglaterra ni tampoco sé si existe un tren que haga tamaño recorrido) iba llegando pronto a su fin. El cruzar el Canal de la Mancha por debajo del agua era lo más aburrido del viaje, como estar eternamente en un subterráneo, con las luces prendidas todo el tiempo y sin poder ver el sol cuando se te antojara. Por algún u otro motivo, Ron y Hermione no volvieron a toparse durante el trayecto (ya saben: Camareras, baños, señoras con un jardín infantil completo a sus espaldas, hombres algo anchos para caminar en los pasillos, etc.) por lo que las esperanzas de ambos, de saber si iban en el mismo tren, se habían reducido a cero. Llegaron a creer que se trataba de una alucinación más producto del agotador viaje. Astrid se había bajado ya en Alemania, y las personas que acompañaban ahora a Hermione, eran una reducida familia francesa (que por cierto no hablaba ni una pizca de inglés) compuesta por una mujer delgada, de pómulos hundidos y de cabellos rubios muy largos que se pasó todo el trayecto leyendo una revista, al parecer de modas y que lanzaba palabras sueltas contra cualquier artículo que hubiese escrito en ella; un hombre de cabello entrecano, de manos grandes y sudorosas que se pasaba el día observándoselas como si tuviera alergia en ellas y se las limpiaba con un gastado pañuelo y un mocoso de grandes dientes y mirada escrutadora, que se la pasaba señalando cosas como malo de la cabeza, mientras su padre le contestaba sin mirarlo siquiera. Matthew tenía esta vez el ceño fruncido, y se quejaba con frecuencia por que el niño lo observaba con curiosidad y le hacía caras raras. Al parecer, había heredado algo del carácter hosco de su padre, al momento de hacer vida social con desconocidos.
Pronto pudieron ver los hermosos campos de Kent, al sur de Inglaterra. Unas cuantas horas más y estaría de vuelta en casa, con sus padres y sus familiares. Añoraba tanto ese momento.
Dos horas más tarde, la camarera del tren fue anunciando por todos los compartimientos que faltaban cinco minutos para llegar a King's Cross. Por un momento, Hermione se extrañó de escuchar aquel nombre; le parecía que había vuelto de un año escolar en Hogwarts, pero luego de ver a aquella gente que se movía sacando sus maletas y dando tropezones, cayó en la cuenta de su error. Tomó ella también su maleta y el bolso de bebé de Matthew, y se acomodó al pequeño en una silla maternal atada a su cuello y a su espalda. Salió del lugar y vio que mucha gente comenzaba a alistarse. King's Cross estaba muy cerca, podía ver a lo lejos, las plataformas acercándose hasta el tren y a la gente amontonada en ellas.
-*-
-Vamos a llegar a King's Cross, señores – anunció una camarera asomando la cabeza por la puerta del compartimiento.
Despertando de su letargo, Ron, que aún tenía la cabeza apoyada en la ventanilla, abrió los ojos lentamente y miró en derredor. Los hombres que habían compartido con él los asientos, estaban reuniendo sus cosas y guardando los naipes que utilizaron para divertirse. Con aquellas risotadas y exclamaciones que lanzaron durante la noche, a Ron le fue casi imposible conciliar el sueño, por lo que aquel llamado le había caído algo mal. Tenía tantas ganas de echarles algún maleficio para que se quedaran callados, pero los tipos eran visiblemente muggles, lo que le impidió lograr su cometido. Ordenando sus ropas precariamente, Ron tomó su bolso y salió del compartimiento a paso lento. Iría al baño antes de bajar.
Con una larga frenada, el tren asentó sus ruedas en el andén 9 de la estación. Sus puertas se abrieron al instante y mucha gente pudo por fin bajar y estirar las piernas con tranquilidad. Hermione era una de ellas. Con mucho cuidado y ayudada por un guardia, bajó con Matthew y sus bolsos hasta la plataforma. Hacía un calor exasperante, por lo que dejó a un lado su maleta y se quitó el abrigo. Bajo él, llevaba un vestido de mangas cortas y cuello redondo, negro por cierto, que la cubría hasta las rodillas. Ron por su parte, salió del baño rápidamente. El tren se iba vaciando poco a poco y no se quería quedar arriba. Caminó con decisión hasta la salida y bajó del penúltimo vagón. Era Londres lo que tenía ante sus ojos; la estación de trenes que visitó por tantos años y que ahora, más moderna y ampliada, le daba la bienvenida. Avanzó por la plataforma, buscando entre la multitud por si su hermana venía a buscarlo. Una jauría de perros de raza se tiró en su contra y Ron saltó hacia un lado tratando de esquivarlos. Sin querer, había chocado con alguien, al parecer también algo despistado, por que se disculpó rápidamente.
-Disculpe, iba distraída... lo siento.
Ron la contempló por unos instantes. Cargando un niño en los brazos, la mujer se parecía mucho a...
-Hermione – pronunció el pelirrojo.
Hermione, sin poder creerlo, abrió la boca unos segundos, intentando emitir algún sonido, pero el pelirrojo fue más rápido y habló primero.
-Hermione... yo... qué gran sorpresa... – balbuceó Ron por entre el barullo de la multitud.
-Ron, yo... no sé que decir... – Hermione se sintió de nuevo como una niña de quince. Le temblaban las rodillas y se le secaba la boca. No podía creer que fuera él, había estado todo el trayecto en el mismo tren y no se había dado cuenta.
Ron por su lado, miraba a Hermione atónito. Estaba tan nervioso como ella, quizá más. Sentía el enorme impulso de abrazarla, estrecharla entre sus brazos y decirle cuánto la había extrañado, pero entonces se percató de algo. Un pequeño, sentado en el vientre de su madre, lo miraba serio y ceñudo y lo apuntaba con su dedito, mientras lanzaba sílabas al viento. Era aquel que había visto dormir en el vagón junto a la mujer regordeta, era Matthew.
-¿Es... es tu hijo? – preguntó atropelladamente.
Hermione asintió lentamente. Ron también lo hizo. Por un rato se quedaron mudos, analizando cada uno de sus pensamientos, hasta que escucharon un grito de mujer proveniente de su derecha.
-¡¡Ron, Hermione!! – se trataba de Ginny, la hermana del pelirrojo, quien venía acompañada de su novio, Draco. Cuándo llegó hasta ellos, se plantó entre los dos y los miró alegremente.- ¿No me digan que se han venido juntos?
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_ ¡¡Siento la demora!! Ya saben que esto de llegar a marzo es fatal... ¬¬
Pero bueno, espero que les haya gustado este capítulo y que hayan quedado con el corazón en la mano, por que a veces es desesperante buscar a una persona por todas partes y no verla, cuando la tienes frente a tus narices.
Bueno, gracias por todos los reviews que me han dejado, ahora los respondo:
Deina-Black: hola, hola... pues ves que Sophie no es tan mala como pensabas, y no se trae nada entre manos, sólo es una víctima de las circunstancias... (:-P y eso hace más interesante la historia) bueno, la idea de esta historia era que fuera lo más llorona posible, algo así como una teleserie mexicana, en donde todos se mueren, algunos quedan paralíticos, otros ciegos... Jajaja, pero nada de lo último ocurrirá en esta historia, salvo... mmm... otras cosillas. Pero bueno, no te puedo adelantar más. Si supieras lo que tuve que hacer hoy para meterme a Internet. Mis papás salieron a las siete y media de la mañana a dejar a mi hermano al colegio (a Sturgis) y yo haciéndome la dormida, me quedé en casa. Fue mi única oportunidad de meterme a la red antes de que empezara el horario normal... uf!! Como sufrí!!! Jejeje, pero bueno... y no te preocupes, no me tengas miedo, que soy mala al momento de escribir un argumento, pero en la vida real, soy tan buena como un plato de avena con leche... (Todos: ¬¬ Zzzzzaaaaa!!!!) jejeje, saludos, cuídate, que te vaya bien en el cole. Tanina Potter.
Lil Granger: Holitas. Lamentablemente no eres mi primer review, eres el segundo a decir verdad, pero la intención es lo que cuenta... jejeje. Y bueno ¿qué te ha parecido el reencuentro? Jejeje... maquiavélico ¿no? Pero tarde o temprano tenía que pasar. ¡Ah! la Úrsula que yo conozco y en la que está inspirada este personaje, es igual de testaruda, uf... si la vieras ¬¬U. Pero igual es súper simpática; un amor como yo le digo... Jajaja. En realidad debe de ser bastante doloroso tener un bebé, pero como yo siempre digo: "Si te gustó hacerlos, tendrá que gustarte parirlos" Jajaja... es un pensamiento algo doloroso, pero es la verdad. Bueno, cuídate mucho, saludos. Tanina Potter.
Annafreey: hola. Actualización terminada. Espero que te haya gustado el capi. Te deseo lo mejor. Saludos, Tanina Potter.
Lily4ever: Hola, holitas. Bueno, te prometo que Úrsula y Harry no se van a separar... es más, pronto viene el desenlace de este romance. Saludos, Tanina Potter.
Mione Grint: ¡¡¡FELICITACIONES POR ENTRAR A LAS RON4EVER!!! Bueno, la otra vez dije que no me había gustado el capítulo por que lo escribí sin ganas, con cansancio y eso afecta un poco la redacción, pero gracias de todas maneras por decir que te gustó. Menos mal que ahora no te dio el ataque al miocardio, pero consíguete un doctor pronto, que el desenlace se viene... MACABRO. Jejeje... estoy delirando. A mí tampoco me cae mal el Krum de los libros, pero debe ser por que no ha hecho demasiado para que lo odiemos... pero en fin, los fics de repente pintan a los personajes de otra manera. Yo también espero que no me den crisis de ausencia de creatividad, por que o sino el fic se va a la porra... Yap, cuídese y felicitaciones de nuevo. Tanina Potter.
Merodeadora-chii: Holanda, que talca...? jejejeje... respecto a tu pregunta: No te preocupes por Françoise, ella no es una amenaza para Úrsula, lo único es que de repente es media desubicada y no sabe como controlar las situaciones, pero es una buena muchacha. (Si la Pancha lee esto me ahorca, _) bueno, Sophie por lo visto está obligada a sufrir, pero Charlie no es para ella, es lo único que te puedo adelantar. Saludos, cuídate, Tanina Potter.
Bueno, hasta el momento eso es todo.
Atte. Tanina Potter.
**Miembro de las RON4EVER**
