Capítulo 11. El Juego del Amor.
Legolas venía distraído pensando en el amor de ellos cuándo sintió que chocó con alguien tirando todo lo que la elfa traía en las manos. Un gran estrépito se oyó, y Legolas puso atención al objeto con el que había chocado. Se quedó mudo. Era la elfa mas hermosa que sus ojos hayan visto. No supo que hacer. Se quedó quieto, incapaz de moverse. No podía dejar de verla. Ella lo miró furibunda, muy enojada. Sus ojos parecían dos piedras grises. Pero al ver de quién se trataba su actitud cambió."Perdone príncipe, no ví por dónde iba." Pero alguien experimentado como Legolas alcanzó a distinguir la rabia que trataba de dominar Guillian y le llamó la atención que una elfa de servicio tuviera esa rebeldía. Quiso darle una lección y no tanto para ponerla en su lugar sino para divertirse, pues en verdad le causaba gracia el enojo de la elfa de ojos grises. "¿Díme mujer, eres una elfa de servicio?" "Sí, su majestad, sirvo para mi señora Elbereth.". "En verdad debes de estar orgullosa de atenderle, pero con esas ínfulas que tienes, ese mal genio, no creo que debas atender a tu señora en ese estado". Guillian sintió que sus mejillas ardían y sentía que la sangre saldría por sus orejas. Estaba comenzando a odiar a este hombre. ¿Pero que se pensaba? Si pudiera.........lo.........mph....... "Tiene razón su majestad, me disculpo." "Así está mejor, dime mujer, ¿cómo te llamas?" "Me llamo Guillian mi señor" "Mi señor, me gusta como se oye eso. No tiene caso que vayas con tu ama pues ya se hacen cargo de ella, el capitán Haldir le está atendiendo. Puedes retirarte Guillian" "Gracias señor". Legolas se fue riéndose de Guillian, le causaba tanta gracia la rabia de ella. ¿Pero que se pensaba ése principito de pacotilla? De seguro era el clásico prepotente que creía en las diferencias sociales. Pues ella no le veía ninguna diferencia a ella, dos brazos, dos piernas, una cabeza, dos ojos, que por cierto tenían un azul intenso. Oh, pero como le odiaría. Esperaba que su señora no fuera a estar mucho tiempo allí pues presintió que sufriría mucho. Con ése engreído. Pululando por allí. "¿Quién está pululando por alli Guillian? ¿Quién es el engreído que pulula por ahí?" le preguntó Legolas a Guillian. Guillian sintió que el piso se le abría. "Nadie Príncipe Legolas, un elfo que me ha estado molestando últimamente desde que salimos de Rivendell". "¿Ah, si Guillian?" Y Legolas la tomó de los hombros y le miró fijamente a los ojos, con esos ojos azules que Legolas tenía, sin hablar, solo mirada con mirada, Guillian por respeto tenía que bajar la vista, pero no podía, ese inmenso azul de los ojos de Legolas, sentía que el mar le llamaba. Quería perderse en ellos. Un estremecimiento le recorría la columna vertebral. Pero que le pasaba. Sentía las manos blancas, pero firmes de el príncipe en sus hombros. Tenía que mostrar respeto, y cuando quiso bajar la vista, obligándose a ello, se detuvo en la boca de Legolas, esos finos labios, pensó en como se sentiría ser besada por esos labios. "¿Así es que te ha estado molestando, pero tu le correspondes Guillian? ¿O simplemente el se ilusiona solo? Díme como se llama, pues mañana hablaré con él.". Legolas sabía que ese supuesto enamorado, no existía, alcanzó a escuchar los retobos de Guillian. Sabía que se refería a él. ¿Pero como se atrevía a decirle principito de pacotilla? Nadie así había osado decirle así. El era amable con su servidumbre, pero esta mujer, ella le hacía hervir la sangre. "¿O supongo que son mentiras tuyas Guillian? Díme, ¿tienes un enamorado? ¿Hay alguien que pueda por ahí robarte un beso?" Guillian se quedó muda. El príncipe se acercaba a ella, le tenía agarrada de los hombros. Se fue acercando a Guillian y ella se quedó quieta, no sabía que hacer. Legolas, unió su boca a la de Guillian pero el beso fue brutal, despiadado, brusco, apasionado. Quería castigar a esta elfa endemoniada. ¿Cómo se atrevía?

Entonces Legolas sintió que ella aflojaba presión y que ella comenzaba a gozar el beso. Entonces el sintió muy placentero la debilidad de ella, ese rendimiento momentáneo que ella presentó.

"Es tan linda, con sus ojos grises, pero su boca, fresca, agradable, sabe a manjar de dioses, oh valares, hace que mi corazón lata con fuerza. Hace que mis piernas se sientan débiles y no me puedan sostener., no debo mostrarle ninguna debilidad.". pensó Legolas.

Entonces, se separó y miró esos ojos mustios que añoraban mas y desconcertados se preguntaban el porque ya no era obsequiada mas esa caricia.

Entonces Guillian afinó su vista retirando el placer y la pasión y lo que miró la dejó fría: El la miraba con sorna, riendo de sus sentimientos. Por unos segundos ella pensó, "No puede ser, si el me estaba besando tan dulcemente, fue un momento fugaz, pero el me entregó su alma." Pero al ver su sarcasmo reflejado en sus ojos, su rabia creció, su corazón lloró y se prometió que nunca mas cedería ante ese elfo que jugaba con todos los que lo rodeaban. No se pudo controlar y le lanzó una bofetada a Legolas, con toda su rabia, y después enseguida, comprendió lo que había hecho, tocó la mejilla del príncipe heredero, y no para acariciarle, sino para lastimarle y humillarle. Abría sus ojos grises con asombro y temor, pero mas que nada, con dolor pues ella lastimó ese rostro perfecto, esos ojos azules se cerraron por el dolor y el estupor por causa de ella. Se lanzó corriendo por el pasillo, se fue a internar a un jardín y se sentó en la hierba, abrazando sus rodillas, enterrando su cara entre sus rodillas, las lágrimas se agolpaban en ella, temblaba toda, en un schock. Sabía lo que había hecho, que se exponía a que el rey de Mirkwood le encarcelara en los calabozos por haber tocado a su hijo, pero lo que mas le dolía y aun no comprendia por que sentía ese dolor profundo en su alma de haber inflingido ese dolor a Legolas. A ella no le importaba si era príncipe o no, en ese fugaz momento, eran un elfo y una elfa, mostrando y entregando su alma. Si, lo comprendió de golpe, el suyo había sido un amor a primera vista, todo ese odio, todo ese coraje que ella sintió era amor a primera vista y su dolor se había concentrado en darse cuenta que el era muy superfluo, que era muy dado a los niveles sociales y que ese amor jamas prosperaría. El jamás se fijaría en ella como compañera de vida sino de cama, solo eso, pero ella no aspiraba a eso, no a tener su cuerpo sino a tener su alma, su amor.

Guillian temblaba y lloraba desesperadamente y por lo consiguiente no escuchó los pasos que se acercaban sigilosos. Hasta que sintió que alguien se sentaba en la hierba a su lado. Temió que hubiera sido Legolas pues no quería que la viera humillada y lo que es peor, mal correspondida. Levantó su vista para confirmar sus sospechas pero se tranquilizó un poco pues vió que no era él. Sino un elfo doméstico. Un sirviente de palacio del bosque negro.

"Disculpa, pasaba por aquí hacia mis habitaciones para cortar camino, pero escuché ruidos y quise investigar a que se debían" (Ella supo inmediatamente que el se refería a sus llantos, pero que no lo mencionó por galantería y pensó que era un elfo lindo, muy tierno al pensar en ella asi). "Pues no, solo soy yo. -dijo Guillian limpiándose las lágrimas disimuladamente) Me llamo Guillian, y soy una elfa de servicio. Mi señora es Luna Barda.". "Pero como, ¿tu señora es la dama Elbereth, la diosa Varda, la que dice el rey que vendría por nosotros para ayudarnos?"

"Así es. Ella misma. Justamente ahorita vengo de verla. Está con su marido, el Capitán Haldir de Lothlórien. Me dirigía a mis habitaciones. Están por el ala oeste. Disculpame, pero ¿como se llama tan gentil elfo que me ha hecho compañía?"

"Me llamo Aratan y sirvo a el rey del bosque negro. Ayudo en la cocina. Asi es que si ud, en algún momento va por la cocina, ahí me puede encontrar. Le atenderé encantado, todo lo que sea para la reina Elbereth, será cocinado especialmente en demasía y sobre todo para su ayudante." Dijo el elfo, mostrando sus reverencias hacia Guillian.

"Bueno Aratan, me ha dado mucho placer conocerle. Y ahora también me retiro a mi habitación, compermiso" "Señora, me permitiría acompañarle a su habitación para resguardarla de cualquier peligro de palacio y que llegue con seguridad a sus aposentos?"

"No quisiera incomodarle, pues ya se retiraba a descansar" contestó Guillian.

"De ninguna manera, es un honor para este pobre siervo que brazo tan digno penda del mío." Y dicho esto, ofreció su brazo a Guillian.

El cuál fué aceptado. Caminaron hacia los aposentos de Guillian, con una charla suave y animosa. Guillian pensó en cuán diferentes eran Aratan y Legolas. El agua y el aceite. Pero lo que Guillian no sabía es que ese brazo ofrecido, y aceptado, fue interceptado por una mirada feroz. Legolas miraba la escena molesto, furioso, pues no sabía por que ella le pasaba el brazo. Ella habló de un elfo que la molestaba pero no creía que fuera Aratan, el cocinero personal de su padre. Siempre había simpatizado con el pero ahora, se le había hecho demasiado confianzudo como para platicar con la asistente personal de Luna.. En fin, quizás ella no era tan calmadita como quería hacerle pensar. Quizas a ella le gustaba amanecer en diferentes brazos élficos. Mañana hablaría con Aratan para sondear la situación pero Guillian no podía ni debía andar exhibiendo sus aventuras por todos lados. ¡Ha! Legolas se engañaba pensando que debía cuidar a Guillian por Luna. Nunca pensó en si había algún interés personal. Eso estaba mas allá de su imaginación.

Al día siguiente a primera hora, lo que hizo fue dirigirse a la cocina dónde sabía que Aratan estaría ya trabajando para Elbereth, su padre y todos los grandes señores. No quiso mandarle llamar con ningún elfo pues quería que todo el asunto quedara en secreto pues no quería murmullos por el palacio y que fueran a molestar a Luna en lo mínimo. Legolas le miró, estaba afanoso, cantando y sacando unos bollos del horno, mientras algo hervía ya en la lumbre, nunca lo había visto así de contento, pues seguido Legolas entraba a la cocina para escapar de palacio por la puerta trasera de la cocina.. "Aratan, buenos días" le dijo Legolas a Aratan. El pobre Aratan, se sorprendió de ver allí a su Señor y haciendo una reverencia, le preguntó que deseaba. "Mi Señor, buenos días le concedan los valares. ¿ En que puedo servirle mi señor?"

"Necesito hablar contigo pero a solas sin la presencia de tus ayudantes, ¿entiendes? Ahora sígueme". Ordenó Legolas

"Sí mi señor". Aratan le dio indicaciones a un ayudante y salió presuroso detrás de Legolas.

Legolas le llevó a un jardín privado que tenía desde que era niño cuándo sus deseos de estar en la naturaleza eran muy fuertes y no le dejaban salir por los peligros que existían en el bosque y nadie podía hacerle guardia a Legolas.

"Necesito hablar sobre un tema muy delicado para todos nosotros", le dijo a Aratan. "Dígame príncipe Legolas, estoy a su disposición".

"Anoche te ví platicando con la dama Guillian, la asistente de la dama Luna." El pobre Aratan no sabía por que le decía eso su señor. "Sí, efectivamente, anoche le acompañé a su habitación por que ella......." "Poooof" fue todo lo que sonó, un sonido seco, hueco. El puño de Legolas se estrelló sobre la mandíbula de Aratan. El pobre le miraba desconcertado, no acertaba a comprender por que su príncipe le castigaba así. "¿Pero mi señor, que sucede? No comprendo que he hecho. Si usted me explica, podré entender".

"Anoche dormiste con Guillian y sabes bién que a la doncella de la dama Luna, se le debe respetar. A Luna no le parecerá que a su doncella sea utilizada de ésta manera, no importando lo que la misma Guillian diga. ¿O es acaso que planeas desposarla?" Le reclamó Legolas al confundido elfo que no ataba a descifrar lo que Legolas le reclamaba tan enojado y molesto. "Pero señor, yo no he dormido con la dama Guillian, solo le acompañé a la puerta de su habitación pues se notaba muy alterada y no deseaba que nada malo le pasara a la dama Guillian ya que es la doncella de nuestra señora Elbereth.". "¿Estás seguro Aratan?" "Por supuesto señor. Usted me conoce y sabe que no soy partícipe de ésos juegos que muchos elfos son capaces de realizar, el día en que yo hiciera algo sería por que amo a una dama. Y no sería a la sombra de la noche, sino a la vista de todos, haciendolo de manera correcta, desposándola con la autorización de sus padres".

"Entonces debo de entender que solo trataste de ser caballeroso con la doncella" dijo Legolas. "Así es mi señor. Sólo fue eso. Es todo". "Discúlpame Aratan, no quise golpearte, pero espero que me comprendas un poco en ésta situación. Tenemos que cuidar el que nuestra señora Elbereth no sienta ninguna molestia. En lo más mínimo. Comprendes eso ¿verdad?". "Sí mi príncipe y pierda cuidado. No se preocupe". "Bueno, ve con el sanador por favor a que te cure ese golpe y luego regresa a tus labores" "Sí, mi príncipe".

Aratan se retiró con una reverencia pensando que su amo se había mostrado como un pretendiente o novio celoso de su amada, ¿acaso el príncipe y Guillian? No, no podía ser, pues La dama Elbereth acababa de arrivar a Mirkwood y Legolas no conocía a Guillian, ¿o sí? Pensó Aratan. No lo sabría pero lo que si pensó es que Guillian tenía unos ojos preciosos y muy expresivos. Grises como las mañanas nubladas.

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