Capítulo 17 La Espera.

"Por Eru mi bebé, no debes montar a Cornelius, cuando menos podrás ir a verle y platicar con el, pero no mas." Replicó Haldir. "Pero es que amor, compréndeme un poco". "Mira reina mía, tienes que entender que eres humana, Legolas dice que ustedes las humanas en embarazos múltiples corren mas riesgos y tu no deseas que nuestros pequeños elfitos les pase algo ¿o si?".Haldir supo de que hilos halar, para doblegar a su mujer sin mucho esfuerzo.

"Tienes razón como siempre amado mio."

Haldir se retiraba a una reunión con los varones del palacio. Antes de salir, le dio un beso tierno a su mujer y luego se inclinó para darle un beso en el vientre a Luna pues su vientre ya comenzaba a notarse un poco. Haldir le habló a los mellizos:

"Mis pequeños, como elfos ustedes son mas fuertes que su madre, asi es que los dejo encargados de cuidarla, los quiero mucho y quiero decirles que son mis amores". Ya había adoptado esa costumbre de despedirse tanto de la madre como de los bebes. Y salio rumbo al salón de juntas.

Luna tomó una pequeña capa pues sentía frío. Ya los síntomas habían pasado. Salió al jardín y se sentó en la hierba. Comenzó a hablarle a su estrella que todavía no se miraba pues era de día pronto respandecería. Recordó a Legolas, a Guillian, a los otros príncipes y se sintió muy confortable en este bosque. Entonces empezó a orar, sintiendo un inmenso amor hacia esa tierra que le había regalado cuatro hijos. Así sintió que pasaron dos horas. Decidió regresar pues ya la noche comenzaba a caer, se puso de pie cuando de repente comenzó a notar que el maná comenzaba a caer.

Luna, estaba felíz pues por fin había logrado bendecir el bosque de Mirkwood. Tocó su vientre y comenzó a hablar con sus bebes. Al mismo tiempo que se hincaba sobre la hierba.

"Pequeños, el maná finalmente está cayendo en la Tierra del Príncipe Legolas. No se que hace que el maná caiga, pero bendito seas Eru, y por los Valares ha sido la gracia.".

Mientras tanto en palacio, un sirviente entraba corriendo con los grandes señores élficos que se encontraban preguntándose cuándo sería el día en que el maná cayera. "¿Por qué no ha caído si ya todo Mirkwood está limpio de esos seres malignos?" se preguntaba el rey Thandruilon.

"Mi señor............... mi rey................ venga a ver lo que está sucediendo". "Lo que usted tanto nos anunció que sucedería está comenzando a pasar.....venga mi señor".

Todos se quedaron sorprendidos. Corrieron a la ventana mas próxima y vieron como el maná se hacía mas copioso. Entonces vieron en cierto lugar del jardín, un resplandor, brillante, como la luz de la Luna. Todos se dirigieron hacia allá y vieron a Luna, inclinada, con los cabellos hacia el frente. Tocando su vientre, pero de su cuerpo emanaba un extraño fulgor. Haldir, tomó a su esposa con cuidado, le habló suavemente, la ayudó a levantarse y le llevó a su recámara. Haldir ignoró a todos. El sabía que toda esa magia salía de ella. Necesitaría reposar. Nadie le detuvo, nadie habló. Todos miraron el milagro de Elbereth, en silencio. Un silencio de asombro, un silencio mudo. Le vieron pasar con su amada casi en brazos. No hablaban, solo caminaban y se asombraron de cómo se compartían uno con otro, a tal grado de que no necesitaban palabras.

Haldir con una mano descubrió la cama mientras que con la otra sostenía a Luna. No en balde siempre había sido el mejor amante de el mundo de los elfos. Su fama había traspasado las barreras de Lothlórien. Le recostó con una suavidad extrema, le desabrochó su vestido y se lo retiró. Ella siempre le causaba ese efecto. Lo alteraba el verla desnuda, aún que ya su vientre se comenzaba a notar. Sus pechos a pesar de que eran grandes, se estaban redondeando. Estaba maravillado el ver como ese cuerpo daba vida fuera y dentro de ella, pues lo que ella estaba haciendo con el maná era renovar la sangre de todos y cada uno de los elfos de Tierra Media. Bendecirlos como una gran madre para todos ellos. Y dentro estaban sus mellizos, creciendo, saludables. No pudo escoger una mejor madre para ellos. Una diosa, según le había explicado Galadriel. Le puso su bata de dormir, pues ella todavía no se acostumbraba a dormir como la usanza élfica. Desnudos. Ella estaba callada, mirando a su marido y le dejaba hacer. Haldir se asomó a la puerta y dio una orden, el guardia corrió a acatarla.

"Mi niña, chiquita mia, ya he mandado pedir tu comida y por cierto, no quiero réplicas señorita, ¿me oyó?, se lo dice su marido, su príncipe consorte, su capitán de la guardia armada de Lothlórien y dueño de su corazón".

Luna se sonrió al ver el falso autoritarismo que ejercía Haldir con ella, ya le había conocido como guerrero y guardián. Eso le constaba muy bién y se tocó sus muñecas. Ese tan solo fue un pequeño precio que tuvo que pagar por el amor de ése hombre.

Haldir le abrió la bata en el vientre y comenzó a acariciar a los bebes, y a besarles y les hablaba en élfico. Luna estaba muy sorprendida de ver la ternura que el les prodigaba a los bebes. Que lejano se le hacía ese día en que ellos se enteraron de embarazo de Luna. El primer pensamiento de ella fue que Haldir no quería a los bebes. Recordó como su corazón comenzaba a sentir un viejo dolor ya conocido, pero mas fuerte pues ella sabía en carne propia lo que era que los padres no quisieran a su hijo. Era un dolor que no terminaba nunca. Luna sentía que su corazón se partiría en dos, pero no sucedía nunca, siempre, sintiendo las puñaladas de su madre. Siempre viviendo, en un mar de infelicidad. Pero hoy era diferente, tenía a su marido, a sus bebes, el cariño de tantos elfos y elfas. Era plena y feliz. Así estaba Haldir, sembrando ternura a sus nenes, se encontraba besando el vientre de su mujer y estaba tan concentrado que no escuchó que entraban a la habitación. Era Elrond que venía con la charola de Luna. Elrond se sorprendió de ver la ternura que reflejaba Haldir con su mujer. Ya había visto como le amaba a Luna, pero nunca fue testigo de una acción por parte de Haldir, pues siempre lo había tenido como un fuerte guerrero, apasionado de las armas, las guerrillas. Luna tenía su mano sobre el cabello de Haldir, acariciando esos cabellos de su hombre, mientras la otra estaba sobre el vientre, sobre la otra mano de Haldir. Una luz emanaba de ese vientre, iluminaba al padre al mismo tiempo que el irradiaba tanta luz a consecuencia de el amor y ternura que invadia esos seis seres. En verdad que el amor, fuera entre diferentes razas, siempre era de respetarse. Elrond carraspeó su garganta para llamar la atención.

"Cjm.......... Hola a todos." Haldir se sorprendió, abrió sus ojos y rápido cubrió a Luna.

"Pero, ¿Elrond? ¿Eres tú mi señor? ¿Que haces aquí?"

"Tranquilo Haldir, le traje la bandeja a Luna. Me topé a una doncella que la traía y me ofrecí a traerla. Bueno, eso de me ofrecí, mas bien casi se la quito a fuerza. Le pregunté en donde quedaba la habitación de Elbereth y al llegar a la puerta, estuve tocando. Pero nadie me había respondido. Por eso me atreví a entrar al ver que la puerta estaba sin seguro".

"Si mi señor Elrond, pero no has venido desde Rivendell para darle de comer a Luna, ¿cierto?"

Elrond sonrió y le aclaró a Haldir.

"Tranquilo Haldir, que a lo que he venido luego se sabrá. Ahorita déjame saludar a esta hija mía si no te importa"

"No, adelante por favor".

Elrond se inclinó sobre Luna y le besó la frente. "¿Cómo estás mi señora Luna? Por cierto, les felicito, ya me contaron de la buena nueva. Sobre todo querida Luna, has de saber que entre los elfos. Es muy raro que se vean niños. Pero deja que todos se enteren, te amarán mas pues eso de tener cuatro.".

Luna se sonrojó avergonzada. Pero Elrond le dijo a Haldir.

"¿Haldir, te molestaría dejarme darle un beso a estos bebes y tocarles?"

"Por favor mi señor". Haldir ahora ya sabía que entre Luna y Elrond solo había un cariño de padre a hija y viceversa pues Luna suplantó a el padre del mundo donde venía Luna por Elrond. Le dejó hacer.

Luna, derramó dos lágrimas al ver esa escena pues su padre, nunca jamás haría eso. Jamás le permitiría que nadie de ellos tuvieran contacto con sus bebes. Ellos eran hijos del amor, y esa familia, nunca le habían prodigado a ella un solo rastro de amor o ternura. No quería que los bebes elfos, sufrieran lo que ella. Haldir, limpió las lágrimas de Luna con una mano. Le dio un beso en la mejilla y le sonrió. El entendía lo que estaba pensando Luna.

"Bueno, ahora señora, que su marido le ayude a comer pues yo tengo que hablar con ambos. Mientras escuchen".

Haldir le comenzó a dar a Luna su comida, mientras Elrond hablaba.

"Haldir, ¿Hace cuánto tiempo que comenzó a caer el maná aquí en Mirkwood?"

"Apenas ahora, Lord Elrond".

Elrond se sorprendió pues sintió que se había tardado el proceso en Mirkwood, a diferencia de Rivendell, peo recordó que todo sucedió apenas el llegara a Lothlórien. Como un mes fue el proceso.

"Bueno, No hemos descubierto el medio en que cae el maná. ¿Acaso tu ya lo has investigado Luna? ¿Díces alguna oración u hechizo?".

"No, padre, no digo nada ni siquiera pienso en eso." Precisamente todos los varones y las guardias de Mirkwood han ya limpiado el bosque de esos entes malignos, pero no pasaba nada. "

"Bueno, ya le investigaremos. Ahorita estás cansada y debes descansar. Necesitamos que viajes lo antes posible a Lothlórien, antes de que tu embarazo avance, pues al tener cuatro bebes, tu vientre crecerá bastante. Para entonces ya no podrás viajar. Imagino que allá nacerán los mellizos. Siendo su padre un Loriende, por lógica."

Luna asintió con su cabeza mientras comía una rica gelatina de frutas.

"Yo descansaré por una semana y partiré hacia Rivendell y me llevaré a Legolas y Elladan, pues Legolas tiene que regresar a suplantar a Elrohir que está en la frontera. Elladan tiene que ayudarme a controlar Rivendell Esto será mientras se acerca la fecha del casamiento de Legolas que ya me han platicado como esta el asunto y ya me han platicado que de esto tu eres responsable. Eres una pícara hija". Y diciendo esto, Elrond le besó la nariz a Luna, cosa que ella se sonrojó al verse descubierta en su pequeña travesura.

Así pasó toda la semana, con el asombro de todos los moradores de Mirkwood. Cuando Luna paseaba por los jardines o por el bosque con su guardia, era saludada, honrada y uno que otro niño corría a tocarle su vientre, prominente cada vez mas. Esos mellizos parecían crecer a pasos agigantados. Todo se estaba alistando para el viaje a Lothlórien. El rey Thandruil había mandado un mensajero avisando a la dama Galadriel que en una semana, partía Elbereth con el Capitán Haldir y la guardia de sus majestades. Guillian se quedaría ahí, preparando su boda y siendo protegida por su suegro Thranduil y sus cuñados.

Todo Mirkwood cuidaba de Luna y le mimaban pues ellos protegían a una mujer preñada, pues los bebes eran tan escasos entre los elfos.

El día de la partida de todos llegó y Luna se vistió con propiedad pero con comodidad. Sabía que le esperaba un largo viaje. Llevaban suficiente provisión para el viaje, un carruaje comodo para la pareja. Aparte Haldir siempre en su fiel Daen y Cornelius iba con ellos. Luna y el eran inseparables aunque a Luna ya no se le permitía montarlo. Pero si le era sacarlo a caminar. Los dos, uno al lado del otro. Con ellos iba un sanador con bastante provisión de toda clase de medicamentos. Los mejores guerreros de Mirkwood iban formando la guardia real de Luna.

Todos estaban ya esperando afuera del palacio por Luna y Haldir. Legolas estaba con Guillian, queriendo alargar esos ultimos momentos juntos antes de la boda. Elladan permanecía con su padre, siempre tan gallardos, en compañía del rey y sus otros hijos. Cuándo se les vió. Iban felices, Haldir por que regresaba a su tierra. Cuándo salió nunca pensó que tardaría tanto en regresar y mucho menos, casado, enamorado, y próximamente con hijos. Miraba a Luna, veía su vientre. De hacía una semana para entonces, su vientre había crecido. Y eso era muy notorio. Tendría que cuidarla bastante.

Luna se dirigió hacia el rey Thandruil para despedirse de el.

"Mi señor, agradezco de antemano las atenciones que tuvo para nosotros. Nunca olvidaremos su hospitalidad. En nombre de mis hijos y mio. He aprendido a tenerle mucho cariño. Regresaré para la próxima primavera, esperemos ya con mis hijos. Quizas regrese muy cambiada. Gracias su majestad" Y Luna hizo una pequeña reverencia.

El rey se adelantó y no la dejó terminar para detenerla y entonces el se hincó y honró a Luna.

"Mi señora, honrado está el reino de Mirkwood por su presencia, por todos los bienes que ha traído y eso personalmente como padre, le agradeceré siempre, ahora que como rey, siempre será honrada y querida por mi reino. Gracias Oh Elbereth".

Luna sonrió y así como era impulsiva siempre, abrazó al rey, y le dio un beso en la mejilla. Sus ojos estaban rasados pero ya estaba aprendiendo a ser orgullosa y no se permitió derramar esas lágrimas que pugnaban por salir. Luego Luna se dirigió a su gran amiga Guillian.

"Querida amiga Guillian, he perdido una excelente doncella pero he ganado una maravillosa amiga. Te dejo en manos de la familia de tu prometido. Te prometo que vendré para tu boda. Cuenta los días querida amiga. Que para el solsisticio vendré y vendré acompañada."

"Mi señora...........snif" "Shhhhhh, mi Guillian no llores querida, mejor piensa en los momentos felices que hemos pasado"

Luna le abrazó y le dio un beso. La bendijo y se dirigió al carruaje . Esperó a que Haldir se despidiera brevemente de todos y enseguida llegó con ella. Le ayudó a subir al carruaje y la instaló. La puso cómoda.El carruaje tenía la practicidad de que podía ser carruaje descubierto o instalarle una especie de capota para resguardarse del sol, o del frio. En ese momento, Luna, lo escogió descubierto pues el clima se prestaba. Era una linda mañana soleada. Miró que su marido subía a Daen y Elrond, Legolas y Elladan subían a sus monturas. Se oyó un grito del capitán de la guardia que decía:

"Tropaaaaaaaaa hacia Lothlórien"

Entonces una parte de la guardia comenzó a caminar, luego iban Elrond y Elladan, Luego el carruaje de provisiones, con la doncella de Luna y el sanador. Luego iba el carruaje de Luna, con Haldir por un lado y Legolas por el otro y atrás de el carruaje lo que restaba de la guardia real. Al comenzar a caminar la caravana, en palacio, se escucharon las trompetas retumbar anunciando la partida de Elbereth. Luna se sentía muy triste, pues ya amaba ese pueblo. Veía el cariño que le tenían, el camino estaba con una alfombra por donde pasaría la reina Elbereth flanqueada con flores.

Toda la población élfica estaba a los lados, de la calle, viéndole partir. Con toda su sobriedad, los elfos le despedían agitando pañuelos de color rosa. Le gritaban:

"Adios señora, nuestra dama de rosa. Que los valares te acompañen señora nuestra. Regresa pronto, te queremos".

Luna sabía que debia mantenerse incólume como una reina que era, pero se sentía muy triste por la partida y dejar esa gente que ya amaba.

Así comenzó su peregrinar, la dama de rosa, la reina peregrina. Llevando consuelo y sangre nueva a todos los pueblos de Tierra Media. Portadora de el maná sagrado de los valares. Llevando alegría, bienaventuranza para todos los elfos con su propia sangre.

^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^