Capítulo 20. Costumbres.

Esa mañana, Luna despertó primero que Haldir, recostada sobre su pecho, miró a su amado como dormía con sus ojos abiertos, pero sabía ya que estaba dormido por su respiración. De repente, Haldir comenzó a gemir suavemente, Luna se extrañó, se incorporó un poco, veía que el seño de Haldir se le contraía, y que comenzaba a mostrar un rostro de sufrimiento. Estaba teniendo una pesadilla. Comenzó a llamarla y con la mano la buscaba. Luna decidió despertarlo pues veía que su amado estaba sufriendo.

Lo agitó levemente:

"Haldir, mi elfo amado, elfo de mi corazón, despierta amor, tienes una pesadilla amor, despierta"

En ese momento, Haldir despertó, se sentó en la cama con un grito de espanto. Miró a Luna momentáneamente y se abrazó de ella, con cuidado de no lastimar su vientre.

"¿Que tienes amor? Cálmate, solo fue un mal sueño, una pesadilla. Ya mi amor"

decía Luna al mismo tiempo que acariciaba la cabeza de su amado, tratando de consolarlo. Haldir lloraba por la pesadilla. Luna se preguntaba que podría haber estado soñando un guerrero, acostumbrado a ver muchas desgracias, asesinatos, y cosas horribles, como para que lo cimbrara de ésa manera.

"Ya amor, aquí estamos los bebes y yo, contigo, no estas solo, shhhhhh, ssshhhhhhhhhh, ya mi amor.". Luna le prodigaba besos en su rostro, en sus ojos, bebía las lágrimas de su marido tratando de consolar, de limpiar el dolor de su corazón.". Hasta que consiguió que Haldir se fuera calmando.

"Luna, amor, prométeme que no me dejarás, que siempre estaremos juntos chiquita, por favor, prométemelo".

"Si, mi amor, siempre estaremos juntos vida mia, sabes que te amo, con todo mi corazón, con toda mi vida. Cielo mio."

Así permanecieron por un pequeño espacio, acunandose los dos, prodigándose amor, entonces Haldir estaba saludando a sus pequeños cuando, quitó la mano, con asombro y rapidez del vientre de Luna.

"¿Qué pasa mi amor?" le preguntó Luna.

"¿Acaso no sentiste? Se movieron." "Si, mi amor, ya lo se, es natural que se muevan. Además son cuatro, ¿lo recuerdas? Pobrecillos, deben estar muy apretujados ahí dentro" "Pero mi vida, mi pequeña, se sintió extraño. Tu piel brincó y luego se sintió como una pequeña ondulación". "Es normal amor". "¿Segura?" Luna se reía de la actitud de Haldir, de ver su felicidad y asombro al menor rastro de vida de los mellizos.

"¿Puedo tocarlos otra vez?" preguntó Haldir. "Claro amor, son tuyos, son tus hijos". Haldir, tocó el vientre de su mujer, y la acción se repitió, el vientre de Luna ondulaba, se llenaba de protuberancias, pequeños picos se formaban sobre la piel de Luna. Haldir abría los ojos con una sonrisa amplia de incredulidad. "Es maravilloso amor, esto es único. Ellos se están manifestando. Es como si me saludaran, como si supieran que soy su padre." Luna aceptó el comentario de Haldir, pues ella ya había comenzado a sentir movimientos esporádicos, pero lo que estaba sucediendo, no había pasado nunca con ella. Los bebes respondían cada vez que su padre les tocaba. Haldir había ya tocado y dejado de tocar a los bebes por una decena de veces y cada vez que lo hacía, los bebes, le respondían al llamado de su padre. No cabía duda de que el llamado de la sangre existía y ella ahora lo comprendía su significado en todo su esplendor. Estaban tan entretenidos hasta que oyeron que tocaban a la puerta suavemente. Haldir se apresuró a pararse y Luna a cerrarse la bata. Se dirigió al baño. Era un elfo de la servidumbre. Lady Galadriel enviaba viandas para que la pareja desayunara en su habitación. El Elfo le informó a Haldir que la dama los esperaba dentro de dos horas en audiencia. Haldir le agradeció y cerró la puerta. Depositó la bandeja sobre una mesilla y Luna salió del baño.

"¿Quién era amor?" inquirió Luna. "Sólo trajeron el desayuno bebe. Vamos a desayunar." "Mhhhh, si por que estos bebes están famélicos". Pero antes, señora, usted probará un bocado. Haldir se dirigió hacia la bandeja y tomó un pedazo de melocotón con la boca y se lo llevó a Luna. Se lo ofreció directamente de su boca. Luna lo recibió como quién recibe un tesoro. Ya que lo pasó, Haldir siguió besando a su mujer, el beso sabía a frutas, fresco, matinal, y el deseo hizo presa de el. Siguió besando a su mujer, luego bajó a su cuello, le fascinaba ver como Luna cerraba sus ojos y echaba su cabeza para atrás, sabía lo que ella estaba sintiendo, y estaba felíz. Abrió el escote de la bata de Luna, y fue bajando lentamente sus labios. Luna comenzaba a gemir, suavemente. Sus pechos generosos, estaban cada dia mas preparándose para el nacimiento de los mellizos. Redondos, como cántaros. Los besó, sin tocar las cimas, sabiendo como infligir suplicio. Vió como ellos cobraban vida poco a poco, vió que reconocían la pertenencia, las caricias de esa boca. Luna se arqueaba, aunque Haldir no la dejaba mucho, pues se preocupaba por el vientre de su amada. Estaba de lado, besándola, después fue bajando lentamente hacia ese vientre voluminoso que amenazaba con romperse como cuenco. Mientras la mano derecha de el, con suavidad, acariciaba la cintura de Luna, miraba como su piel se enchinaba, era un hermoso cuadro, el tener a su mujer asi, en completo dominio y posesión de sus deseos, de su cuerpo y sobre todo de su alma y corazón. Al besar y tocar el vientre, notó que los bebes no se movían, quizás ellos, adivinando, se habían dormido, para no molestar a sus padres. Haldir fue bajando sus manos, mientras sus cabellos sueltos, acariciaban suavemente a Luna, recreando sensaciones mas prohibidas para ella. Bajó hacia las piernas, repartía besos y caricias, por aquí, por allá con suma delicadeza, sabía que ella pronto cambiaría, dejaría de ser la dulce doncella niña inocente para transformarse en una pantera, peligrosa y apasionada. Ya le conocía las pasiones a las que Luna, su Isilme, podía llegar. Era muy apasionada, tierna, generosa, sabía que personalidad usar y en que momento. Haldir vió que ya su mujer estaba a punto de cruzar esa línea sin retorno, a punto de convertirse en su hermosa pantera, trató de aligera la carga, para que ella no se fuera a lastimar o a los bebes. Entonces Haldir, la acomodó y el sobre ella para poseerla, sabía que no debía esperar, y así, se fundieron en uno solo, llegando a la cúspide de su amor. Haldir estaba sobre de ella pero con los brazos estirados para no lastimarla, se dejó caer de lado, los dos se convulsionaban, sus cuerpos se habían perdido en un mar de sensaciones, sus cuerpos estaban bañados de rocío, descansaron, desayunaron y luego se fueron a asear a el baño.

Luna peinó los cabellos de su marido, no le agradaba que ninguna elfa o alguien mas tocara sus cabellos, rayitos de sol, le decía ella, y Haldir sonreía de las comparaciones que hacía Luna. Sólo el o ella podían peinar esos cabellos.

Salieron de la habitación hacia el salón de audiencias de la dama dorada, abrazados, platicando y riéndose de sus tonterías como tantos enamorados. Haldir la sostenía con cuidado. Cuándo llegaron al palacio de Celeborn, se encaminaron hacia el salón de audiencias. Fueron anunciados:

"Sus majestades, Reina Elbereth, dama de rosa, Reina Varda y su esposo, Capitán en jefe de la guardia armada de el bosque dorado de Lothlórien, Lord Haldir hijo de Halmir de Halladin." Anunció el guardia.

Lady Galadriel y Lord Celeborn dirigieron sus miradas hacia ellos. Lucían frescos, descansados, alegres pero respetuosos. El vientre de Luna ya se notaba y estaban preocupados por ella y los mellizos. Galadriel notó en el andar de Luna, un ligero balanceo. Sonrió. Dedujo que Luna no soportaría mucho con esa carga. El parto se adelantaría.

"Adelante por favor." Dijo Galadriel. "Tomen asiento pues es nuestro deseo hablar con ustedes".

"¿Sucede algo mi señora?" dijo Haldir haciendo una reverencia.

Luna saludó dando un beso a Celeborn en la mejilla y a Galadriel, hecho que no esperaban y se sorprendieron. Haldir se sorprendió por lo que Luna había hecho pero ya conocía esa manía de Luna de demostrar su afecto así. Tomó asiento y enseguida Haldir hizo lo mismo en su silla. Haldir estaba muy intrigado con lo que le tuviera que decir su señora Galadriel. En todos sus años de convivir con ella, desde que él naciera, jamás le había visto tan misteriosa.

"Haldir, Mi señora Isilme, Meletyalda, mannar hiruvalye calaquendi" Dijo Galadriel señalando hacia las manos de Luna, mirando que las tenía sobre su vientre. Haldir se asombró por lo que decía su señora dorada sobre sus hijos.

"Ahora deberá mi señora, recibir los honores que merece, por todo su pueblo, Lothlórien, esperando sean de su agrado, hoy será la buena nueva para nuestro pueblo, lo esperado se anunciará, y se le dará pleno reconocimiento, se le coronará y será reconocida sobre la cabeza de la nobleza, será reconocida y sentada sobre pueblos y naciones élficas, y a partir de hoy, todos cantarán y alabarán a la nueva reina, señora dadora de vida para la sangre élfica. Hoy sus vástagos serán reconocidos por todos y cada uno de los elfos como reyes supremos de cada pueblo elfico en tierra media. Serán anunciados como los señores de Mirkwood, Imladris, Lothlórien y el Dominio de los Valares. Y también los Apanónar les rendirán tributo con el nacimiento de los reyes nonatos. Y la profecía será cumplida. Así sea.".

Haldir no podía articular palabra. Cada vez, se sorprendía mas con todas la cosas que le sucedían a Luna. Lord Celeborn se puso de pié y le dijo a Luna:

"Si su majestad me lo permite, necesitamos ataviarla adecuadamente para la ocasión. Cómo corresponde a una reina".

Luna no podía articular palabra, estaba muda. "¿Vestirme? No puedo creer esto que me está pasando". Isilme se puso de pie, rechazó la mano de Lord Celeborn, las lágrimas escurrían por sus mejillas, caminó hacia la ventana, pues sentía que le faltaba el aire. Pensaba que todo era una farsa, que era un sueño, que despertaría otra vez en esa vieja cama, despertada por los gritos de su madre, que jamás había conocido ese mundo, esa vida, ese amor, a ese hombre. Que no era reina de nada, que solo era una simple chica, tan desgraciada, sin deseos de vivir, pues solo había conocido desprecios, maltratos, pero a dónde podría ir. Si por muy malo que fuese, era lo que poseía. Nadie jamás le dijo que podía renunciar a esa vida, ella se aferraba a ellos como un perro vagabundo al cuál le tiran un poco de comida y ella agradecida, apreciaba cualquier muestra de lástima, por que eso no se le podía llamar amor. De repente llegaba con una señora muy hermosa y llena de amor, de sabiduría y le reconfirmaba lo que todos le decían, que era Elbereth, pero ella no recordaba nunca haber hecho un milagro, hacer caer maná, nada, por eso no comprendía todo eso, y de repente le decían que sería la reina de todo tierra media. Todo su pasado y presente se agolpaba dentro de ella, se tocaba el vientre con desesperación, comprobando que ese vientre existía, miró por la ventana, y vió a todo Lothlórien, los elfos, allá abajo se agrupaban. Todos miraban hacia un balcón ricamente adornado con las flores mas hermosas que hubiera visto. Ella no comprendía el porque si ellos, Galadriel y Celeborn, sabían de su venida, no habían mandado a Legolas, que era el guardían de la entrada a tierra media por ella desde que había nacido, que acaso si pudieron saber de su venida, no pudieron evitarle tanto sufrimiento? Se sintió burlada, engañada por ese par de elfos, sintió que su sangre subía al rostro, amenazándole con estallar.Luna se estaba aferrando desesperadamente a una ilusión para no terminar loca. Luna volteó hacia ellos y les encaró:

"¿Podría señora, responderme unas preguntas? Es que siento volverme loca. Mi cabeza no me da para tanto.".

"Para eso te he hecho venir, Isilme, para responder todas las dudas que tienes." "¿Por qué yo no tengo ningún recuerdo de hacer ningún milagro? Inclusive mi propio esposo me dice que si, que todo es real, que ha visto cosas que suceden conmigo. Pero ¿por que no lo recuerdo?"

Galadriel, le tomó de la mano, le llevó a el trono de ella, la sentó y le tomó su mano y le miró hacia sus ojos.

"Tu eres la encarnación de la propia Elbereth. Ella se manifiesta en ti. Cuándo realizas un milagro, tu cuerpo entra en trance, la humana que tienes en ti, no permite que ella florezca y se muestre en todo su esplendor." "Díme Isilme,¿en tu vida entre los humanos, nunca sentiste que tenías ciertas habilidades, como hablar por medio de la mente, adivinar el futuro o ver el pasado, ver las almas de las personas vivas e inclusive de las muertas?"

"Sí, eso era extraño. Muy extraño". "¿Nunca supiste de dónde te salía esa fuerza invisible para aguantar esa vida que te daban esos padres que tuviste?"

Haldir se encaminó hacia ellas sintiendo que le romperían el corazón a su amada, su señora Galadriel no tenía el derecho de lastimar mas a Isilme, ya bastante había sufrido como para que le recordaran esa vida, ese tiempo.

Celeborn lo detuvo tomándolo del brazo. Le dijo:

"Déjalas, entre mujeres se entenderán mejor. Sólo observa, es necesario que Luna ya entienda lo que es, lo que significa para nosotros, y todas sus dudas queden resueltas". Haldir comprendió que para que sanaran el corazón de Luna, primero ella tendría que tocar fondo, hundirse en ese pozo de dolor en el que vivió siempre. El nunca quiso ahondar con ella en cuanto este sentimiento de su Isilme, pero ahora sabía que su señora Galadriel en su inmensa sabiduría estaba sanando a su Luna, a su niña reina.

"No" respondió Luna.

"Pues de tu sangre élfica. En ti está ese orgullo de tu raza. Eso te mantenía en pie. No tienes idea de la fuerza que puede presentar un elfo cuando se le trata de humillar." "Y el por que de que los grandes decidieran el lugar de tu permanencia, ahora lo he comprendido. Fue por tu seguridad, pues no podían permitirse que la única posibilidad de salvar la sangre élfica, fuera capturada por el oscuro. ¿Puedes imaginarte lo que hubiera pasado? ¿Por qué crees que los grandes, durante la guerra del anillo, escogieron a la persona mas pequeña e indefensa de tierra media para ser el portador del mismo? Ahora comprendes que la encarnación de Elbereth, tenía que ser la niña mas desvalida, miserable y pequeña que pudiera haber, y estar tan lejana como fuera posible de su alcance?"

"Ni yo ni Celeborn, sabíamos de tu existencia. Para nosotros tan solo era una profecía, que no pudiera tener nada de real. Pero todo coincidió, tu llegada por un accidente a tierra media, el descuido extraño de Legolas, siendo que en milenios, el nunca había descuidado esa puerta, la casualidad o el destino que hizo que tu llegaras a las manos de Legolas o en su defecto, Orlando Bloom en tu mundo. La casualidad que fuera el mejor guerrero élfico de tierra media, en este caso Haldir, el que custodiara la frontera norte, y no Elladan o Elrohir, siendo que a ellos les correspondía. Manifestado así por el pergamino de la profecía que sería desposada por el mas grande guerrero que tendría tierra media. ¿El porque Haldir te retuvo en su talan de guardia el tiempo que el quiso y a raíz de esto el se enamoró de ti? ¿No se te hacen muchas casualidades? Piénsalo mi niña, mi señora. Sólo faltan dos hechos en esta profecía y esperemos que pronto sucedan."

"¿A qué hechos te refieres dama Galadriel? Necesito saberlos. Por favor"

"No puedo anticiparte nada mi señora, discúlpame. Tan solo te pido que aceptes tu destino, por que si no, esto no se cumplirá, no puedo obligarte a nada, éste es un destino, una tarea que debe ser tomada por propia voluntad, por tu propio deseo de ayuda y amor hacia ésta raza. El amor hacia nosotros debe nacer dentro de ti, debe provenir de tu alma, pero siempre por propia voluntad, es todo lo que se, que en cuanto tu aceptes de corazón lo que eres, lo que te depara el destino, todo será mas fácil. Tanto para ti, como para todos."

"Te dejaremos a solas para que pienses lo que hemos hablado. Después vendremos por tu respuesta"

Luna miró que los tres se dirigían hacia la salida.

"Haldir, amor, no te vayas, por favor, quédate" Haldir volteó a mirarla, en su mirada estaba todo el amor que sentía por su amada, pero Galadriel tenía razón, ésa era una desición que solo le correspondía a ella. Haldir no quería que por su condición de elfo, la balanza se inclinara hacia ellos. Quería que su niña decidiera por ella misma. Era un momento muy angustioso para Haldir, por que era la prueba de fuego para ella, todo el destino de la sangre élfica estaba en juego. Ahora ella tenía que demostrar realmente cuánto amaba a los elfos.

"Lo siento Nim Melethril, ésa es tu decisión, no puedo ni debo intervenir. Perdóname.".

Luna entendió al instante lo que su amado le quería decir. Se quedó sola, en ése gran salón. No sabía que pensar, comprendió la magnitud de lo que Galadriel le estaba dejando en sus manos. No quería pensar en obligaciones sino en voluntades nacidas del amor. No quería cargas, sino placeres. Bueno, ahí estaba ya, enfrentando sus verdades. Tomando por primera vez las riendas de su vida y su destino. Se tocó el vientre pidiéndole a sus mellizos le ayudaran a tomar una desición.

"¿Cómo no querer a los elfos si sus propios hijos eran elfos? Sería renegar de ellos mismos." Pensó Luna.

Entonces sintió que algo muy dentro de ella luchaba por salir, sintió nauseas, quería volver el estómago. Se sentía mal, de repente, toda su vida desde pequeña hasta ese momento empezó a llegar hacia su mente, con una velocidad vertiginosa. Todo llegaba, lastimándola, una y otra vez, lloraba, su rostro estaba mojado en lágrimas, su cuerpo temblaba, no podía contenerse, todo fue llegando, hasta el momento en que los tres elfos le dejaron sola, ahí, en ese mundo, esperando la decisión que ella tomara, como una espada de Damocles, pendiendo de su cabeza. Si se negaba, la sangre élfica sería condenada a desaparecer, mas si aceptaba, la sangre élfica se renovaría para gloria de Luna y Haldir y sería recordada por la eternidad, como la madre de todos los elfos de tierra media. Una situación difícil. Ya estaba, la decisión había sido tomada. Luna se levantó, se limpió las lágrimas, limpió su rostro, compuso sus cabellos. Buscaría a su amado y a la dama Galadriel y Lord Celeborn, para comunicarles su decisión y que los grandes le perdonaran por lo que diría. Pero sobre todo, su amado Haldir.

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Gracias Riegel, Amazona Verde y todas las demas queridas elfitas. Besos Reina Varda.