No has de creer en mí.
Natalia
(Palimpsesto)
Lejos el uno del otro, ambos rememoraban, como todos los días y con dolorosa nostalgia, los momentos que compartieron juntos y que bruscamente terminaron y truncaron para siempre sus sueños de eterna felicidad.
-------------------
El chico de brillantes ojos violetas rozó con sus finos y largos dedos la piel pálida y suave del muchacho, en un gesto que denotaba infinita dulzura, pero éste se estremeció visiblemente, renuente a la tierna caricia y con un ademán violento alejó la mano que vulneraba su espacio íntimo. Y sus grandes ojos azules, antes imperturbables, le fulminaron fieramente.
–No lo vuelvas a hacer–advirtió, amenazador.
–Por favor, permíteme estar cerca de ti.
–Duo…–susurró apenas Heero.
El aludido lo miró y esbozó una alegre sonrisa. Nuevamente se acercó a él y acarició la mejilla tersa de Heero y éste retrocedió, alejándose de su contacto cálido y acogedor.
–¿Por qué?–su voz se oyó vacía–. Sabes que no te amo–intentó disuadirlo.
–Porque te amo.
–¿Cómo puede ser?
–No creo que seas esa persona que aparentas ser. Sé que eres diferente, que tienes sentimientos, que…
–No has de creer en mí–lo interrumpió con voz monótona–. Sabes bien que nunca te querré.
–Creo que te quiero lo suficiente para cambiar eso–insistió Duo, sin lograr disimular su evidente tristeza y decepción ante las duras palabras de su compañero–. Sólo déjame intentarlo.
–No has de creer en mí–advirtió nuevamente ahora con voz queda y levemente temblorosa.
–Lo intentaré–replicó con fuerza, sosteniéndole firmemente la mirada azul–, lo intentaré, porque te amo, Heero Yuy, te amo cómo no tienes idea–agregó con voz ronca por la emoción.
Se observaron durante largos minutos, intentando ver más allá de lo físico. Después de titubear unos breves segundos, Duo, sonrojado, se acercó con paso resuelto aún más a Heero, extendió sus brazos alrededor del cuello de él y, cerrando los ojos, presionó su nuca suavemente hasta que sus labios se fundieron en un casto, tímido beso. Se separaron casi al instante, agitados y mirándose consternados. Y, de pronto, Heero lo abrazó posesivamente y lo besó con pasión, con ardor, con fuerza inusitada y también fue Heero quien rompió el contacto. Tanto en sus ojos azules como en los de Duo se reflejaba sorpresa.
–No–musitó con voz frágil Heero–. Un arrebato…–añadió en un murmullo casi inaudible.
–Déjame quererte…
Heero se sintió extrañamente tocado por la voz dulce y penetrante de Duo. Algo muy dentro de su corazón se removió y una luminosa calidez surgió en sus usualmente fríos ojos azules.
–Como quieras–contestó con voz conmovida, sin la acostumbrada inexpresividad que la caracterizaba.
El chico de ojos violetas hizo un amago de abrazarlo cariñosamente contra su pecho, pero Heero giró sobre sus talones y se alejó lentamente pisando las hojas amarilla del otoño.
–Pero nunca serás feliz a mi lado–sentenció duramente.
Duo reprimió con dificultad las lágrimas tibias que pugnaron por salir de sus ojos amatistas y sus labios húmedos y sonrosados esbozaron una triste sonrisa. El corazón le latía con dolorosa rapidez.
–Tal vez tengas razón…, pero yo te quiero, Heero… te quiero.
La luz diurna bañó por completo la silueta oscura de Heero y una sensación de hondo despecho le embargó el alma y le llenó de pesar. Suspiró hondamente al rozar con sus dedos sus labios y evocar las violentas sensaciones que le suscit aquel beso apasionado que Heero había iniciado. Dos cristalinas lágrimas resbalaron tibias por sus mejillas coloradas.
–Tal vez me ames… Sólo tal vez.
-------------------
El tiempo ha pasado lento, pero aquí, adentro, siempre parece invierno. Se respira un aire tenso y la luz es sombría como si los rayos del sol no penetraran al interior de la casa en la que convivimos solitariamente.
Duo está oteando el cielo azul a través de la ventana. Mi actitud hacia él no ha cambiado, después de todo, yo se lo advertí. Me entristece lastimar sus sentimientos…, pero no es porque lo amo, sino porque desde el principio, cuando nos conocimos, él me cautivó de una manera especial. Duo, a diferencia mía, no perdió la alegría, la compasión, la espontaneidad al demostrar sus emociones con naturalidad. Él es demasiado distinto a mí. Duo aún no comprende que nunca le corresponderé, pero se que pronto lo hará.
Me sobresalto al sentir un contacto cálido rodearme la mano con la que tecleo en mi portátil: es la mano tersa y blanca de Duo. ¿Por qué insiste en acercárseme? Mi corazón se ha acelerado y debo realizar esfuerzos sobrehumanos para contenerme de besarlo. Pero no es amor lo que siento por él, sólo apetito sexual.
–¿Qué quieres?–le pregunté, sin mirarlo, aún escribiendo.
–Heero…–oí su voz suave llamarme–quiero que confíes en mí. Recién vi en tus ojos más que esa máscara de frialdad que te empeñas en llevar puesta.
Sus palabras me conmovieron hondamente, desconcertantemente. Y lo odié. Odié que se preocupara por mí, que me profesara aquel ciego cariño. Odié que sufriera estúpidamente. No le contestaría… no quería mancillar su alma pura y sencilla con mis pesares, con mis tormentos. Pero yo no lo amaba, sólo había aprendido a estimarlo.
–¿Qué viste entonces?–le pregunté con voz hiriente y burlona, mirándolo, por fin, a los ojos violetas expectantes.
Percibí como su mano se apretó fuertemente contra la mía. Y su cuerpo se encogió como si lo hubiese golpeado y los ojos, rebosantes de un sinfín de emociones, se le llenaron de lágrimas, pero no derramó ninguna. Y nuevamente una sensación desconocida, profunda, dolorosa oprimió mi corazón. Necesité decirle algo, explicarle…, consolarlo… ¿Por qué? Si lo amara, yo sólo le causaría daño.
–No me pasa nada que te pueda importar—respondí, sin mirarlo, volviendo a mi quehacer.
Después de todo soy humano, ese es mi pecado.
------------------
¿Es que este es el único momento en que Heero es capaz de expresar algo más que frialdad? La penumbra que otorga la negra noche que cae lentamente sobre esta ciudad oculta nuestros rostros. Oí leves pasos aproximándose a mí y luego percibí el reposado aliento tibio de Heero acariciarme como una suave pluma el cuello. Me tensé y entonces los besos se sucedieron desesperadamente. Una abrazo apretado, húmedo, ardiente. Su cuerpo delgado y firme estrechándose contra el mío, su peso inquietante, sus manos sudorosas, expertas ya con tantas noches como ésta, y yo intenté controlarme…, pensar en todas las mañanas: la cama vacía, las sábanas heladas y el dolor que causaba el abandono… Dignidad…, pero yo elegí esto… nadie me obligó… Una de sus manos ardorosa me abrió con impaciencia los botones de la camisa y me acarició rítmicamente el pecho, mis tetillas se endurecieron y cuando su otra mano bajó lenta por mi columna hasta llegar a su base un torbellino de sensaciones placenteras me invadió y perdí el poco autocontrol que aún me mantenía razonable. Lo besé con furia, con dolor, con pasión. Y los dos nos desvestimos mutuamente lanzando la ropa a cualquier lugar, enredándonos nuestros brazos, nuestras piernas. Heero me sujetó firmemente por los hombros y me tendió contra la cama, sentí su cuerpo, que emanaba un profundo calor, sobre el mío… y de nuevo las caricias, los besos… y nos cuerpos, uno sobre el otro, sacudiéndose juntos, estrechándose, amándose, gozándose, entregándose… El me penetró dulcemente, su respiración jadeante en mi oído me enloqueció, sus manos tocándome… y cuando llegamos al clímax yo lloré. Lloré porque comprendí lo que había aceptado al vivir con él…, lloré por mi debilidad, lloré por mi amor frustrado, lloré porque lo disfruté y quise más. Y luego él, al percibir mi llanto callado, se alejó al otro extremo de la cama donde mi mano no podía alcanzar la suya.
Esta es mi vida… la que yo escogí.
--------------------
Heero, sentado en una silla, tecleaba en su portátil. Serio, frío, imperturbable. Una presión sobre mi pecho me ahogó y los ojos me ardieron. El nunca cambiará… será siempre así… nunca me amará. Y yo tampoco, porque jamás me marcharé de su lado, lo acompañaré amándolo. Este es mi destino… y muchas veces no me duele. Ya es hora de que lo acepte. Alejar mi tristeza, mis penas, mis dolores y sonreír.
–¿Por qué lloras, Duo?
Aquella pregunta hecha con voz cansina me rompió el corazón, porque yo hubiera querido contestarle, confesarle mis ilusiones vacías de esperanzas, pero no pude. La indiferencia que demostró durante mucho tiempo hacia mí me había habituado a quererlo así, mas, al preguntarme eso, algo dentro de mí se quebró y la última esperanza de conseguir ser feliz a su lado se esfumó abruptamente. Comprendí que mostró preocupación por mi estado porque ya estaba agotado de lo nuestro, la costumbre lo obligó a apreciarme, y yo nunca quise que eso ocurriera. Tuvo demasiado tiempo para quererme, y no lo hizo. Y la monotonía de todos los días lo aburrió y lo acostumbró a mi presencia melancólica. Yo siempre quise que Heero me amase porque él lo sintió nacer espontáneamente en su corazón de piedra, pero no por tedio. Hubiese preferido mil veces que nunca me preguntase por mí… porque así aún abrigaría ilusiones. Pero eso… eso no.
–Por nada, Heero.
Y no le confié lo que acontecía en mi corazón. Y todo terminó. Él podía ignorarme, no creer en mí, no confiar en mí porque, después de todo, él y yo sabíamos que no me quería…, pero si yo lo amaba… ¿no debí haberle contado lo que me sucedía? Y no pude… algo me lo impidió… tal vez la última gota de orgullo que restaba en mí.
La noche llegó silenciosa y negra y él me rozó con sus dedos suaves mis mejillas húmedas. Y yo lo besé con arrebatado ardor, porque esta sería la última noche que pasaríamos juntos. Retuve las lágrimas que asomaban a mis ojos y lo amé también por última vez. Mañana me iría.
---------------------
Por primera vez desde que convivían, Heero despertó solo en la cama y sintió frío. Se levantó preocupado, ¿dónde estaría Duo a esas horas? Aún no eran las siete. Descorrió las cortinas y la luz del sol lo cegó efímeramente. Caminó hacia el salón y se encontró con dos maletas arrumbadas a la pared y una sensación de desosiego le embargó el alma y sus manos comenzaron a temblar.
–Me voy, Heero.
Él dio media vuelta sorprendido al oír la voz vacía de emoción. Los ojos violetas e inusualmente sombríos de Duo lo observaban penetrantemente y su rostro no reflejaba emoción alguna.
–¿Nunca pensaste que lo haría verdad? Pero ya ves…
–¿Por qué?–preguntó con voz queda. No podía continuar siendo el mismo chico frío de antaño, porque algo muy frío y helado le estaba congelando el alma–. Te amo, Duo, te amo… Debes creer en mí–Heero sentía la necesidad apremiante de decírselo, de gritárselo, de obligarlo a que le creyera–. Ahora comprendo… que te amo.
Los ojos grandes y francos de Duo se llenaron de lágrimas ardientes, ¿acaso no era ya muy tarde? Bajando la mirada dolida, ocultándola tras el flequillo de su cabello castaño caminó hacia la puerta, la abrió y cogió las maletas.
–Quédate, Duo, por favor…–la voz de Heero sonó débil, como si estuviese herido muy hondo.
–Heero, me haces mucho daño–repuso él con voz rota, y se fue.
Continuará pronto…
Nota de la autora: Bueno, aquí está el tercer capítulo, gracias por leerlo y espero que les haya gustado. Parece que Heero está un poco más sentimental, por no decir bastante, pero comprendan que se debe a que el amor realmente lo ha tocado.
Personalmente, no encuentro muy bueno este capítulo, me costó mucho tomar la onda, pero voy a estar ausente cerca de tres o cuatro semanas y necesitaba escribirlo.
Y muchas gracias a quienes me enviaron reviews:
Kinyoubi: me alegra que te haya gustado y espero que sigas leyéndolo.
Loreto W: a mí me interesa conocer la opinión de quienes leen mis historias, pues ésta es la única manera de saber si les está gustando o no y si es necesario mejorar algo. Y te agradezco que me encuentres buena para esto. Este capítulo no es muy interesante, ya que éste no continúa precisamente con la historia, pero el próximo y último si lo hará.
Oriko Asakura: que bueno que te haya gustado y espero no decepcionarte… Yo soy principiante es esto así que no sé cómo escribir lemon… tal vez después en otros fics logre escribir uno…
