Nuevas Compañías
Como muchos otros, su octavo cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina. Cada año Spinel se limitaba solamente a felicitarlo y a regalarle un libro nuevo, siempre de magia, mientras que Edward decoraba la casa entera con globos y trataba de hornearle un pastel, lo cual siempre resultaba en un completo caos y terminaban por cenar fuera en algún restaurante cercano. Esa era una de las pocas veces al año en que salían de la casa los tres juntos, aunque con el pequeño felino alado oculto en uno de los bolsillos de Eriol.
Y allí estaba el de nuevo, enterrado entre libros de los cuales no comprendía aún muchas palabras, pero que según Spinel, lo haría muy pronto, cuando ella llegara. "¿Ella quién?" -era siempre la pregunta del pequeño mago, a lo que el felino respondía- "Muy pronto lo sabrás Eriol"
Eriol dormía plácidamente en su habitación, o al menos eso parecía, pues en su sueño algo lo perturbaba. Estaba soñando de nuevo con ese sujeto vestido con túnicas oscuras, sentado frente al fuego de la chimenea en un sillón rojo de respaldo alto. Podía percibir cierta soledad en la amable mirada del hombre de largos cabellos negros y ojos como la noche. Lentamente dos sombras se acercaban desde atrás, pero por mas que lo intentaba no lograba distinguirlos, uno de ellos era tan alto como una persona adulta mientras que el otro era del tamaño de un niño, pero no tenía forma humana. Después de eso, siempre despertaba inquieto y confundido, mas sin embargo no le decía ni a Spinel ni a Edward de ese extraño sueño recurrente.
"Hoy tenemos preparado algo muy especial para ti Eriol" –la sonrisa del joven de cabello castaño cubría una gran parte de su cara mientras que el inexpresivo felino parecía por fin mostrar algo de emoción.
"Así es, tendremos un invitado muy especial en esta casa, alguien que te enseñará muchas cosas que debes saber" –dicho esto, la bestia de ojos color menta se acerco a las puertas dobles que separaba el comedor de la sala de música.
Lentamente giró la manija dando oportunidad al niño de ahora ocho años de sentir algo más que un poco de curiosidad, hasta que la puerta estuvo abierta por completo revelando la esbelta figura de una mujer pelirroja.
Una mirada curiosa y otra un poco más serena fueron suficientes para dar inicio a una amistad más allá de lo imaginable para dos personas solitarias.
