Los personajes de HP no me pertenecen, por desgracia mía...
Capítulo 14 – Desorden en Azkaban
Los demás días fueron tranquilos y sin cambios importantes. Pronto llegaron los demás alumnos de sus vacaciones navideñas, todos algo más contentos que cuando salieron del castillo.
Harry había enviado una carta a Marla pidiéndole una data para quedar de nuevo por el Taklersham, tenía muchas cosas para decirle, entre ellas, el tema del libro, pero también debía saber qué era lo que habían robado semanas antes en Gringotts. Siguiendo sus instrucciones de no enviar nada importante por lechuza, lo dejó en la taza mágica esperando que le contestase temprano, pero no fue así. Hasta que no empezaron el curso, no supo nada de ella.
Después de un miércoles agotador y frío, subió medio congelado hacia su habitación. Habían hecho un entrenamiento intensivo, más por miedo de quedarse helados en las alturas que por necesidad ya que los jugadores del equipo habían mostrado su valía en el juego.
Sin detenerse en el acogedor fuego de la sala común, se dirigió directo a su cama para quitarse la ropa llena de hielo. Fue entonces cuando vio el resplandor del comunicador dentro del cajón de la mesita de noche. Lanzando su escoba encima la cama y sin más deseo que ver la respuesta de Marla, cogió una carta mucho más gruesa que de costumbre junto con un papel doblado por la mitad que mantenía el sobre bajo sus alas. Antes de abrir el sobre, leyó el papel que parecía ir dirigido a él.
Querido Harry:
Perdóname por no escribir hasta ahora, aún no
te puedo contar lo que sucede, otra vez te pido disculpas, pero para tu
seguridad y la mía, es mejor que nadie sepa nada.
Debo pedirte un favor, el sobre que te he enviado junto con esta pequeña carta
es para el profesor Asellus Terbadir, es de vital importancia que se le
entregues en persona. Como antes, te daré todas las respuestas cuando todo esté
preparado.
Durante un tiempo me será imposible hablar contigo, por ello, he pensado en
dejarme caer por Hogsmeade para verte. Dime si te va bien la segunda semana de
Febrero en Las Tres Escobas. Pero si algo sucediese, algo importante o urgente,
díselo a Dumbledore inmediatamente.
Por cierto, no hables sobre el libro, ni siquiera por aquí, puede ser peligroso
y me temo que esta vía ya no es del todo segura. Espero que todo te vaya bien,
cuídate.
Un abrazo:
Marla
PD: Quema la carta y borra todo rastro de ella, y dime lo de Hogsmeade.
Toda aquella urgencia lo inquietó. Quizás estaba exagerando... el Taklersham era seguro, tanto Remus como ella le habían dicho que era de los medios más fiables que había, ¿por qué entonces decía que podía no serlo? ¿Y aquél sobre? ¿Qué podía haber que debiera ser entregado a Terbadir con tanto secreto? Si quería, le podría haber enviado una lechuza... aunque, claro, también se podía tratar de un asunto del Departamento.
Cerró el cajón y releyó la carta una vez más. Debía quemarla, más bien destruirla, sin dejar rastro alguno. Acercó la varita y empezó a arder flotando en el aire. Su estado en Magia Antigua había mejorado, con un pensamiento era capaz de realizar los sortilegios más simples y comunes sin necesitar de la fórmula vocal. Era el único que lo había logrado a la primera, más bien, nadie más conseguía hacer las cosas en la primera vez. Aquella resultó la segunda materia que más le gustaba, primero era Defensa, era el que más sabía sobre el tema, incluso el que más bien se defendía. Aún así, no había mostrado a nadie aquella facultad, pues había aprendido a usarla durante las vacaciones, mientras estaba en sus ratos libres. Cómo en clase sólo habían hablado de ello sin llegar a la práctica, tuvo la iniciativa de empezar aún sin que se lo pidieran. Claro estaba que todos los magos eran capaces de hacer aquello, pero los alumnos no aprendían los hechizos sin voz hasta séptimo, en la materia de Encantamientos. Pero con Terbadir, conseguirían realzar aquella habilidad haciendo que no sólo los simples salieran, sino también aquellos más complejos de realizar.
Mientras miraba como el papel se retorcía y llameaba en un fuego azul y naranja, pensó que debía decirle si podía ir en Hogsmeade. Habría de comentarlo con Hermione y Ron, ellos sabrían cuando era la próxima salida. Desaprego, con un ligero puf, desaparecieron los pequeños trocitos negros del papel chamuscado.
Se cambió, guardó su preciada escoba y bajó a la sala, aún tenía trabajo por hacer.
Por la mañana se levantaron con un día muy tapado, incluso pensó que aún era de noche. En medio de relámpagos y grandes gotas de agua que impactaban en las ventanas del castillo, los alumnos bajaron a desayunar para empezar un nuevo día de clase. Harry, no de muy buen humor, pues tenía dos horas de Pociones nada más terminar de comer, el jueves era el día más agotador de la semana.
- Vaya día tenemos hoy...- dijo Ron mirando la tormenta que estaba encima de su cabeza en el gran comedor.- No ayuda mucho por la mañana, ¿verdad?
- La verdad es que no... mira, ahí viene el correo.- una multitud de lechuzas entró en la sala. Una lechuza aterrizó ante Harry con el periódico El Profeta, le dio los cinco knuts y se fue volando.- Veamos que dice hoy...- estaba a punto de ponerse una cuchara de cereales en la boca cuando se detuvo con los ojos completamente abiertos mirando paralizado la noticia.
Los dos chicos se pusieron a su lado para ver qué le había impactado de aquella forma. Pero no era el único, los otros pocos que habían recibido el envío diario del periódico, también estaban leyendo sin palabras que les pudieran salir de la boca. Los profesores, aunque no tuvieran el diario en mano, tenían expresiones serias y reservadas.
8 de Enero
Después de poco más de un mes del atentado en
Gringotts, las fuerzas de la oscuridad vuelven a hacer acto de presencia en
Azkaban. Recordamos que ya fue en el año pasado cuando diez prisioneros
escaparon en lo que se creía que el buscado Sirius Black había encabezado la
escapada. Después de profundas investigaciones, se ha descartado que fuera él
el responsable de tal acto anterior, según pruebas encontradas antes de los
actuales sucesos, fue el mismo que amenazó esta madrugada el responsable de aquél
incidente.
Eran cerca de las cinco de la mañana, cuando los antiguos carceleros (los deméntores)
entraron en la fortaleza junto con dos mortífagos y su señor. Los aurores que
guardaban a los prisioneros fueron atacados y reducidos, aunque ninguno de ellos
fue muerto en el asalto a la prisión de los magos, diez de ellos se encuentran
en estado crítico, otros diez parecen graves. Sólo dos consiguieron restar
conscientes para poder pedir ayuda a las Fuerzas de Asalto. Por suerte, este
aviso activó la alarma en el Cuerpo Mágico de Defensa y consiguieron llegar
antes de nadie fuese muerto en el ataque. Ahora, St. Mungo atiende a los heridos
y se espera que puedan recuperarse lo antes posible, aunque los médicos son escépticos.
Han recibido fuertes impactos y hechizos, muchos de ellos letales, en la mayoría
de casos, a largo plazo.
El Ministerio ha activado todas las alarmas del país y ha solicitado la ayuda
exterior para la situación de emergencia. Cornelius Fudge habló por el periódico
pidiendo, más que nunca, precaución y orden. "Lo que no debemos hacer es
entrar en el pánico, esto es justo lo que espera el Innombrable [...]"
"Estamos poniendo todos nuestros recursos para garantir la seguridad de los
ciudadanos. En estos momentos, se vigilan las casas de los mortífagos que
consiguieron escapar. [...] Albus Dumbledore, junto con el Consejo en pleno, han
puesto varios sistemas para la defensa y contraataque ante un posible ataque de
las fuerzas del mal."
Lo que muchos temían desde la revelación de Albus Dumbledore y Harry Potter
sobre el retorno de Quien-Ustedes-Ya-Saben, ha sucedido pasadas las fechas de
Navidad. Pero, en contra de todo lo que se creía ante tal situación, la calma
fría y el aplomo han sofocado el miedo inicial.
A continuación, la opinión de varios ciudadanos que... [...]
Como en la anterior noticia referente a los problemas con Voldemort, no era demasiado larga, más bien corta y poco precisa. Aún así, lo suficiente clara para demostrar al mundo mágico que la amenaza estaba cada vez más cerca.
- Bill y Percy no iban a hacer su guardia hasta la semana que viene, y Charlie está otra vez en Rumania...- dijo en un susurro Ron, como si diciéndolo se tranquilizase a sí mismo.
- Veinte... por lo menos no ha muerto nadie...
Pero Harry no pensaba en aquello, ni siquiera se fijó en el nombre del que habían considerado el culpable de las fugas de año anterior y de la declaración de exculpa hacia él. Ahora, su mente estaba en lo que le había dicho Marla tiempo atrás. Ojoloco era un auror... él estaría con Tonks, y ella con... Remus... ¿y si Dumbledore los había enviado para proteger Azkaban? ¿Y si había enviado a los de la Orden para impedir que esto sucediera? Marla me dijo que estaba en una misión importante, que no le escribiera... ¿y si estaba allí? pero sólo había una forma de saberlo. Con un gesto brusco de cabeza, miró directamente hacia la mesa de los profesores, buscando con la mirada a Dumbledore quien, para su sorpresa, ya estaba esperando aquella reacción. Durante unos segundos, aguantó sus ojos verdes, imperiosos y furiosos, hasta, después, desviarla hacia McGonagall, quien parecía estar comentándole algo urgente.
Sin decir nada a sus dos amigos quienes aún estaban leyendo los comentarios de varios magos en el periódico, se levantó y salió del comedor. Todo el mundo estaba interesado en la noticia, y nadie se fijaba en nada más que no fuesen aquellos papeles repletos de letras. Sólo alguien parecía más pálido de lo normal, aún así, permanecía medio agachado escondiéndose entre los murmullos en silencio.
- ¡Señor Potter, haga el favor de prestar atención!- ante el grito de la profesora Sprout salió de sus reflexiones.- Veamos, como estaba diciendo...
Suspiró resignado y esperó inquieto a que la última clase del día terminara para cenar y subir a dormir. Le parecía que las cosas de su alrededor iban demasiado deprisa, no conseguía atraparlas mientras el tiempo pasaba. Sentía su cuerpo pesado y cansado, nunca hasta entonces había notado el desgaste de energías tan intenso como ahora, quizá era por Magia Antigua...
- Hasta ahora, todos habéis conseguido alterar el estado de los objetos sin nada que os ayudase. No os voy a pedir más, a partir de aquí, comprobáis vuestros límites en la magia, pero no debéis pensar que son menospreciables. – dijo al ver a Sheila, la chica de Ravenclaw, bajar la vista algo deprimida. Era quien tuvo los resultados menos impresionantes, sólo logró hacer un pequeño bulto en la lata de latón, a diferencia de los demás, quienes, en mayor o menor medida, habían golpeado el objeto con su magia. Harry, sorprendiéndolos una vez más, consiguió el mejor resultado, dejó la lata completamente aplastada, reducida a una masa uniforme de metal, incluso llegó a fundirlo ligeramente.- Bien, superada la primera parte de la materia, trabajaremos con las varitas. Ahora ya sois capaces de controlar vuestra aura mágica, por lo que notaréis los efectos en la varita. Así pues, empezaremos en la siguiente fase, el uso de la magia sin la fórmula vocal. Abrid el libro...El resto de la clase fue lectura y estudio, no habían vuelto con la práctica, aún así, Harry continuó por su propio pie. Los resultados que había dicho Terbadir eran visibles, la potencia de los hechizos había aumentado considerablemente, para alegría de todos los alumnos de la materia.
Al terminar la clase, se aproximó al profesor con la carta en la mano.
- ¿Desea algo?
- Me han pedido que le entregue esta carta en persona.- alargando la mano, le entregó el sobre.- Es de parte de Marla Kingdinier.
- ¿Kingdinier le ha pedido esto?- dijo mientras le analizaba con la mirada, sospesando hasta que punto podía ser aquello, pero sólo encontró que el chico sabía aún menos que él sobre el tema.
- Sí.
- Muy bien, gracias.- dando por terminada la conversación sin sentido, pues sólo se trataba de entregársela, se retiró de la estancia. Terbadir se había quedado ceñudo mirando fijamente el sobre que le acababa de dar. Tampoco tenía ganas de averiguar que era tanta urgencia por parte de Marla, y deseaba bajar a comer, el día aún no había llegado a su final.
Pero aquello no era lo que agotaba a Harry, sino todo el conjunto. Por las noches casi no conseguía dormir, aquél extraño sueño se volvía más insistente cada día, y siempre era lo mismo, nunca cambiaba. Si aquello no fuera poco, además debía entrenar en el Quiddich, hacer los trabajos de Snape, Padmess y McGonagall, practicar hechizos de todo tipo y, además, estudiar su propia magia. Era algo en lo que había pensado desde su ingreso en la nueva materia. Aquella podía ser su oportunidad para ser más fuerte, para convertirse en todo un rival para Voldemort. Si debía enfrentarse a él, necesitaba estar preparado, listo para ser un oponente que no fuese fácil derrotar, así que enseguida se puso manos a la obra, sin tiempo que perder.
El resultado estaba a la vista, había logrado saber más que sus compañeros dentro el mundo de la magia, pero casi no se aguantaba en pie al llegar el viernes.
Tan pronto como los alumnos empezaron a desfilar hacia el castillo, se unió a ellos junto con Hermione, quien había decidido comentar un par de cosas con la profesora antes de salir.
Al llegar a la sala de Gryffindor para dejar sus libros, vieron que la gente rodeaba el tablón de anuncios.
- ¡Harry, Hermione...- dijo una voz entre la multitud. Ron les avisaba con la mano levantada haciéndoles señas para que se aproximasen.- ...venid!
Ante los nuevos sucesos, comunicamos a los
alumnos que todos aquellos que se hayan visto afectados por el atentado a
Azkaban, tendrán un permiso especial de la escuela para visitar a sus
familiares al hospital St. Mungo este sábado.
Para pedir la autorización o para cualquier información, dirigios a vuestro
jefe de la casa.
Minerva McGonagall
Jefe de la residencia Gryffindor
Aunque sólo era una pequeña carta, todos los alumnos la miraban ignorando los demás anuncios.
Dos chicos y una chica, habían recibido la noticia algo consternados, estaban sentados en un rincón de la sala, silenciosos y sin decir nada. Pero, para su suerte, sólo eran tíos, y no padres, aún así, eran familiares a los que amaban, tenían el permiso para irlos a ver, sus familias también irían, y ya habían sido avisadas.
- Debo hablar con McGonagall...- dijo en un susurro.
- ¡Espera...!- pero ya se había ido. Empezaba a mosquearle las reacciones reservadas de su amigo, casi no le contaba nada, actuaba de una forma solitaria y salvaje, en más de una vez. Aún recordaba el incidente en el día de Navidad... si al menos le explicase...
Debía ver a McGonagall, debía hacerlo. Había dicho que le podían pedir cualquier información, así que le podría decir si Remus o los demás habían sido heridos, esto no afectaba en nada a la Orden, sólo era información sobre su salud, ¿no? Tenía derecho a saber si estaban bien...
- Adelante.- con su permiso, entró. En una situación normal, ningún alumno tenía permiso para pasear por la escuela a aquellas horas, pero ahora...- ¿En qué puedo ayudarle, señor Potter?
- Necesito saber si Remus está entre los que fueron enviados a St. Mungo.- su poste era firme y severo. McGonagall suspiró y apoyó su espalda en la silla de madera, entrecerrando los ojos durante unos instantes.
- Sí. Él, junto con Tonks, Alastor, Kingsley...- su mano temblaba ligeramente.
- ¿Toda la Orden fue enviada?- pero lo dijo tan bajo que no logró oírle.- Quiero ir a verle.
- Sabía que lo pedirías...- su tono de voz cambió, se hizo más grave y segura, levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.- Por esto debe entender que no puedo dejarle ir.
- ¡Pero...!- estaba a punto de replicar lleno de furia cuando ella le levantó una mano deteniéndole.
- Piense un poco, Potter. Después del ataque a Azkaban, el Señor Oscuro ha recibido mucho más apoyo, ha recuperado a sus mortífagos más fuertes y leales. St. Mungo está protegido por una magia muy antigua y poderosa al tratarse de un hospital, dónde la gente está débil y herida, pero no puede protegerle si le atacan allí. Está mucho más seguro en Hogwarts...
Aquello no era cierto, desde luego, St. Mungo sólo estaba preparado para escapar de la vista de los muggles, muy seguramente era tan débil cómo una casa de magos corriente. Probablemente ahora le estarían añadiendo aquellos hechizos para defender a los que estuvieran dentro del hospital el tiempo suficiente para buscar una vía de escape ante un ataque. Pero comprendió lo que le quería decir su profesora, si él iba allí, Voldemort aprovecharía para atacar el edificio y atraparle, justo lo que no necesitaban. Era mejor que Hogwarts fuera el objetivo, que St. Mungo.
McGonagall tenía razón, para su pesar y disgusto. Si le hubiesen dejado ir, pondría en peligro a mucha más gente, más víctimas por su culpa... ya estaba harto de ser él la causa de las muertes de quienes quería. Sus padres murieron por defenderle, Cedric por estar junto con él, Sirius para protegerlo... no, demasiados habían sufrido ya por su causa. Así pues, asintió con la cabeza, cosa que relajó a la mujer, quien temía una discusión.
- No te preocupes...- dijo cariñosamente, con una voz maternal y triste.- Pronto se recuperarán. Puedes enviarle cartas sin temor alguno, pero evita decir nada importante por ellas...
- Gracias. Buenas noches, profesora.- dio media vuelta y salió del despacho.
Al regresar a la torre encontró a sus dos amigos leyendo ante el cálido fuego.
- ¿Por qué te fuiste con tanta urgencia?- dijo Ron, parecía algo enfadado, pero intentaba disimularlo.
- Debía preguntar algo.
- ¿Qué?
- Nada. Me voy a la cama, estoy cansado. Buenas noches.- dejándolo con la boca medio abierta, subió las escaleras sin mirar atrás.
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Dejad reviews!!!!!
(Y k alguien me diga de una vez como poner las cosas en cursiva!!)
-Ithae-
