Capítulo 19 – Planos, terror y fuego
Durante todo el día estuvo durmiendo en su habitación mientras los demás hacían clase y corrían desesperados hacia su próxima materia. Nadie le había visto llegar, aún sin llevar puesta la capa de su padre, consiguió entrar en el dormitorio cuando ya nadie estaba en él. Mas, al llegar la hora de vuelta a la sala común para dejar las cosas antes de ir a cenar, recibió su primera visita.
- Vaya, Harry, estás aquí. Pensaba que aún no habías salido de la enfermería... ¿te encuentras bien?- dijo su amigo Dean al verlo despierto pero algo somnoliento.
- Sí, ya estoy mejor.
- ¿Vas a bajar para la cena?- dijo mientras dejaba los libros de Defensa encima de la cama.
- No creo... aún tengo un poco de trabajo para hacer.- no era del todo mentira, los deberes que le habían puesto la semana pasada se habían quedado por hacer y, por más enfermo que hubiese estado, aquella no era excusa para pasar de ellos.
- ¡Harry!- dos chicos entraron precipitadamente en la habitación deteniendo bruscamente la conversación.
- Hermione... esto es el dormitorio de los chicos, no puedes...- pero la chica no hizo el menos caso de él, en realidad, en ningún momento pensó que le escuchase.- Bueno, mejor será que vaya tirando hacia el Gran Comedor...- dijo al ver su mirada de advertencia.- No tardéis mucho, ya sabéis que hoy es la cena de entrada para los nuevos...
- Descuida.- respondió Ron con un gesto de mano.- ¿Dónde has estado? Nos tenías muy preocupados, ¿sabes?- con los brazos cruzados y una mirada ceñuda, se había detenido enfrente de su amigo al ver que Dean se había ido.
- Perdón.- por un momento los tres no dijeron nada.
- No importa...- su enfado desapareció mucho más rápido de lo deseado.- ¿Pero qué ha pasado, Harry?
- Es largo de explicar... y no tenemos mucho tiempo, debéis iros pronto.
- ¿No vas a bajar?- preguntó Hermione.
- No he tenido tiempo de hacer los deberes, y Terbadir y Padmess me matarán, al igual que Snape, McGonagall...
- Bueno, está bien. Pero prométenos que nos lo contarás.- como últimamente no les decía nada, quizás, con una promesa, podían asegurarse que esta vez se lo diría.
- Os lo prometo. Venga, marcharos ya. ¡Ah! ¿y os importaría llevar algo de comida? Estoy hambriento...
Le sonrieron y salieron de la habitación. Aunque Harry no quisiera hacer la faena que le perseguía tan insistentemente, no tenía otra salida. Se arrepentía haberles prometido que se lo contaría todo, pero... quizás era mejor contarle a alguien lo que había sucedido, ¿y quien mejor que sus dos amigos del alma? Ya era hora de empezar a confiar otra vez con aquellos que le rodeaban.
Durante lo que llevaba de curso había intentado, por todos los medios, distanciarse de sus amigos y a quienes quería, más por su seguridad que por sí mismo. Temía, por encima de todo, tener que volver a soportar la pérdida. Por esto, su corazón se había vaciado y su alma casi se perdió en el olvido, había puesto tanto empeño en lograr que los demás se distanciasen, que no se vieran involucrados con él... mas deseaba tanto hablar con ellos... Su sufrimiento iba más allá de lo que todos creían, pero no quería mostrarlo, no quería que vieran qué pasaba ni lo que sentía, así que se encerró en una figura casi indiferente. Aún así, demasiado débil ya que se rompía con facilidad y dejaba al descubierto al chico de dieciséis años llamado Harry Potter.
Los sentimientos que le roían desde el fatídico momento en el departamento habían sido escondidos. Era como si nada hubiese pasado, seguramente los demás ya habían notado eso, pero no era algo que le preocupara en demasía. Obligándose a cerrar aquella herida sin dejarla a la vista mucho más, no se dio cuenta que seguía sangrando por dentro y cada vez era más y más grande. Pero no pensaba destaparla. Durante lo que llevaba de curso no había hablado mucho con Hagrid, solo lo necesario e imprescindible durante las horas de clase. Sabía cuanto le dolía eso al semigigante, pero siempre se justificaba pensando que todo era por el bien de los demás. No había hablado más con aquellos amigos fieles que le habían seguido ciegamente hasta el Ministerio aún poniendo sus vidas en peligro; había hecho caso omiso a sus sentimientos frente el director. Sentimientos de furia, rabia y odio. Lo único que hizo fue cerrarse en aislamiento como si nada hubiese pasado. También estaba Fudge y el mundo mágico... era mucho más que odio, aborrecía aquel estúpido que se hacía llamar ministro de magia. No había puesto mucho empeño en seguir la situación del mundo que una vez había amado con locura. Si algo sabía era gracias a sus dos amigos y al periódico mágico que cada día recibía. Y, finalmente, estaban el tema de Malfoy y Snape. Del primero no le dio mucha importancia, ¿qué más le daba? Estaba mucho más callado, ¿y qué? Mejor para él, otro problema menos. En lo que refería a su profesor de pociones... no podía olvidar que él también era el causante de la muerte de su segundo padre, sus insultos que le habían seguido durante todos sus años en la escuela, el pensadero donde su padre y Sirius se burlaban cruelmente de Snape... el odio incrementaba con solo pensar en Sirius.
Dejando aparte sus pensamientos, tomó la pluma, los libros, pergaminos y tinta, y empezó a escribir la redacción semanal de Defensa Contra las Artes Oscuras encima de la cama.
- ¿Qué es toda esta revuelta?- preguntó el chico a un Seamus que intentaba transformar su almohada en una codorniz azul. Los cuatro chicos de sexto se habían apiñado en su dormitorio mientras esperaban a uno más de Drumstrang que se uniría a ellos. Aunque habían llegado el domingo, no sería hasta el martes que empezarían las clases.
- Bueno, después de la cena han hecho la selección a los nuevos. Ahora están instalándolos en sus habitaciones, nosotros tendremos un chico nuevo. Los tenías que haber visto, daban tanta pena... ¡de sexto sólo había cinco!
- Tres de ellos están en Gryffindor, los otros dos en Hufflepuff. Por lo que vimos, nada más que dos de séptimo han venido, les han destinado a Ravenclaw. Pobres, se ven tan solos...- dijo Neville alicaído.
Harry sintió un nudo en el estómago al pensar en como debían sentirse los chicos alemanes. Según le contaron, no había ningún profesor del antiguo instituto, sólo llegaron alumnos, la mayoría de ellos entre primero y cuarto.
No dijeron nada hasta que entraron dos chicos más, uno era Ron, el otro...
- Bueno, ésta es tu cama, Héctor. Ya lo tienes todo en su sitio, me parece que no falta nada... ¿el horario lo tienes, no? Así que ahora sólo falta presentarte a los demás del dormitorio. Éstos son...- el chico tenía el pelo corto y revuelto en todas direcciones, de un color castaño muy claro. Sus ojos azules miraban algo tímidos a los demás, aunque intentaba dibujar una ligera sonrisa de amistad. Ya llevaba el vestido de la escuela de Hogwarts, pero aún guardaba su anterior uniforme en el baúl negro junto con sus demás pertenencias. El negro contrastaba con su piel blanca, haciendo que su cara bien moldeada y madura de un chico de su edad resaltara de una forma un tanto atractiva.
- Un placerr conocerros.- su acento no había desaparecido, pero muy seguramente lo haría con el tiempo que llevaría allí.
El chico resultó ser algo tímido, pero muy amable y atento con todos. Se veía una persona sencilla y honrada, aunque también fuerte y valiente, su sitio ideal había sido Gryffindor. No quisieron hablar de lo sucedido, así que después de presentarse un poco y hablar sobre los equipos predilectos de Quiddich, se fueron todos a la cama, exhaustos y cansados.
- Todos en sus sitios, mi señor.- el aire gélido abofeteaba sus caras cubiertas por unas mascaras metálicas, haciendo ondular las negras túnicas que les camuflaban entre las sombras.
El hombre, medio agachado en una reverencia, esperó la afirmación de su superior para retirarse a su posición. Era un servidor leal, estaba seguro que no le defraudaría esa vez, más le valía si no quería recibir la cólera de su amo y señor.
Una mano enguantada con el negro de la oscuridad, sujetaba un cuidado y pulido trozo de madera con seguridad. Sentía una euforia extraña, la misma que cuando se disponía a desafiar a sus enemigos con su magia, haciéndoles ver lo inútil que suponía enfrentarse a él. Lo tenía todo preparado, el plan era perfecto y nada iba a fallar, ahora que disponía de aquél preciado objeto, podía hacer el gran acto de presencia que tanto tiempo llevaba esperando. Con todo, aún debería aguardar hasta llegar el día deseado, necesitaba tener todos los poderes reunidos, precipitarse era un error, algo que nunca haría, no, no tan cerca de la victoria final. Esa vez seguiría el plan y todo saldría como deseaba, sólo necesitaba dar un pequeño empujoncito a sus enemigos para que empezasen a reaccionar y moverse. Resultaba tan aburrido cuando les entraba el pánico y eran incapaces de entrar en acción... ¡y justo quien menos deseaba que reaccionara era quien lo hacía! El año anterior había reído con ganas al ver lo tontos que eran los del Ministerio, los que más debían creer, eran los que tachaban de locos. ¡Qué ironía!
Salió de sus pensamientos interiores y pasó a lo que tanto llevaban esperando. Levantó la varita al cielo disparando un fino hilo blanco que se elevó en pocos segundos. Poco después, al alcanzar unos veinte metros, se dividió en cuatro aún más finos y largos que se dispersaron para unirse en un círculo casi invisible en el cielo nocturno de unos cuatrocientos metros de diámetro. A primera vista resultaba imposible de ver, pero su presencia no pasaba desapercibida para un mago competente.
Miró satisfecho el cielo y, cuando todo el círculo estuvo completo después de un breve resplandor blanquecino, lanzó la señal que aterrorizaría a todos los que la viesen y entendieran, la señal de la muerte.
Al ver la calavera con una serpiente saliéndole de la boca, todos entraron en acción, aquella era la señal que tanto habían estado esperando aquella noche, la indicación de tener entera libertad para divertirse.
La oscuridad que antes había reinado en las calles desiertas de la preciosa ciudad, ahora se llenaron de gritos y explosiones, de luces y llantos. Al sentir a los vecinos chillar aterrorizados por la entrada roja de los desconocidos encapuchados, la gente empezó a salir de las casas con los pijamas y los niños en brazos. En un principio miraban incrédulos el espectáculo que estaba teniendo lugar en sus casas para, más tarde, empezar a llamar frenéticos a sus autoridades, pero nadie respondía. Toda comunicación estaba cortada, incluso aquellos suficiente rápidos como para correr lejos de los crímenes sangrientos, se encontraron retenidos por unos seres extraños sin ojos y con unas manos putrefactas. Ni siquiera los que consiguieron evadirlos lograron escapar, algo les detuvo, una barrera invisible que no podían atravesar.
La gente corría desesperada para salvar sus vidas enfrente aquellos seres tan crueles y extravagantes que mataban con placer.
Intentando encontrar algo con que esconderse, la pequeña niña se refugió debajo de las escaleras de metal, escondida entre las sombras. Temblaba de frío, sólo llevaba un largo camisón ensuciado con sangre y barro, con un oso de peluche medio roto que sujetaba con fuerza para reprimir unas lágrimas que tanto necesitaban salir. Tenía miedo, mucho miedo, pero sabía que no debía llorar, la podrían oír. Ella sabía quienes eran, los había reconocido poco antes de que entraran en su casa y los gritos de terror inundaran la noche. Había visto como aquellas capas negras seguidas por extrañas figuras se movían furtivamente por la calle, situándose enfrente de distintas puertas, listos para entrar. Al verlos, corrió hacia sus padres para avisarles, pero sólo recibió una caricia de consuelo... "Tranquila, has tenido una pesadilla, duerme..." pero no pudo hacerlo, se mantuvo despierta.
Estaba tan asustada... casi no lograba recordar lo que había pasado, todo se volvía borroso con ligeros tonos rojos y negros. Aún le parecía oír la explosión que había roto la puerta de la pequeña casa número treinta de la calle Renne, estaba ya en la cama... recordaba los gritos de su madre, los pasos de su padre hacia la entrada y un desgarrador sonido que le había hecho llorar. Su hermana, más grande que ella, había ido directo hacia su habitación y, casi a rastras, la había sacado por la ventana. Las dos corrieron calle abajo hasta encontrarse con una gran cosa de color azul marino, con tacas negras, que les barraba el paso. Una enorme garra con tres dedos agarró a su hermana Janice y la arrastró hacia sí, mientras gritaba de dolor. La niña miraba, horrorizada, como unos relucientes dientes blancos rompían, de un solo golpe, la cabeza de su hermana. Las pequeñas fuerzas de supervivencia hicieron que empezase a correr, alejándose del lugar, hasta encontrar aquel pequeño rincón que parecía algo más seguro.
Aún podía escuchar los gritos, las llamas hacían, de las sombras, objetos irreales y desfigurados, como sacados de la peor pesadilla. Estando allí, escondida, pudo ver como una oscuridad se aproximaba a ella, seguido del frío más penetrante que había en la Tierra.
No le había hecho falta apresurarse, había visto claramente la niña, intentando no ser vista. Admiraba su valor, muchos ya habían empezado a correr... Con una sonrisa de placer, levantó la varita y apuntó hacia el escondite de la muchacha haciendo que su magia la sacara del agujero.
- Vamos, pequeña... no tengas miedo...- su voz era afilada y siseante como una serpiente.
Al ver los intentos de escapar del poder que la mantenía sujeta e inmovilizada, se echó a reír en medio del estrecho callejón. Con todo, no había cesado de caminar hacia ella, haciendo que sus esfuerzos para escapar se multiplicasen hasta conseguir lo que menos esperaba aquel ser de oscuridad. Como si una luz la envolviera, empezó a brillar levemente haciendo que la fuerza que la sujetara se debilitara levemente, pero no lo suficiente como para dejarla libre.
- Vaya... una futura bruja... lástima que seas una sangre sucia.- al ver que la pequeña luz blanquecina volvía a desaparecer entre los lloriqueos de la niña, volvió a reír, esta vez con mucho más nerviosismo.- ¡Crucio!
Los gritos de la niña rompieron el aire resquebrajando ligeramente las paredes que les rodeaban. Aquel poderío hizo que la euforia del monstruo se multiplicara, y apretara con más fuerza la varita letal.
- ¡NOOOO!- el chico se despertó lleno de sudor, temblando violentamente. Con el mismo impulso, cayó de bruces contra el suelo, vomitando violentamente ante la escena que aún estaba viendo a pesar de estar despierto.- ¡Basta! ¡Detente, Voldemort! ¡DETENTE!
Todo a su alrededor permanecía en silencio, como si nada de aquello pudiera ser real. Sus gritos, aunque fuertes y desgarradores, no despertaron a sus compañeros que dormían plácidamente en sus cómodas camas. Era como si estuvieran encantados por una magia del descanso eterno, dejándoles soñar con entera libertad hasta los sitios más bellos y fascinantes que podía uno desear. Pero aquello parecía no funcionar con Harry.
Aún temblando y lleno de ira, se levantó y cogió la varita sin un segundo que perder. No le permitiría realizar aquella crueldad, había llegado el momento de detenerlo, aunque con ello le fuese la vida y todo resultara en vano, pero no podía seguir viendo todo aquello. Mentalizó el lugar que estaba viendo y, dispuesto a matarlo, intentó desaparecerse para llegar de inmediato allí. Pero algo salió mal, aunque sintió aquellas cálidas llamas que le envolvían, al abrir de nuevo los ojos, se encontró en la habitación, sin haber logrado transportarse.
Lo intentó una y otra vez, mientras seguía viendo el sufrimiento de la niña y sus gritos pidiendo ayuda. Sin conseguir más que cansarse en la empresa, seguía gritando y maldiciendo a Voldemort, pero nada conseguía atravesar aquella muralla que había creado para evitar la ayuda del exterior. Ahora ya sabía qué era aquello que había hecho el asesino, había utilizado una poderosa magia para incomunicar totalmente el sector que estaba siendo atacado. Una prisión de muerte.
- ¡Avada Kedabra!- el cuerpecito de la pequeña cayó inerte al suelo con un par de lágrimas aún en su rostro infantil. Después de sufrir de la peor forma, la muerte había llegado a ella como una amiga que le liberaba de cualquier mal, al fin alguien había ido en su salvación.- ¿Lo has visto, verdad Harry? ¿Has visto todo lo que ha pasado? Veamos que haces ahora... ¿cómo vas a vivir sabiendo que la culpa de todo esto ha sido tuya?- otra vez riendo, empezó a desandar el camino para admirar el final del festín de aquella noche.
Derrotado, dejó que la varita cayese al suelo con un sonido vacío que parecía llegar del mismo espacio. El silencio que le rodeaba era absoluto y lo envolvía como una manta de oscuridad y muerte. Con la mirada perdida y sin poder moverse, dejó que una pequeña lágrima cayera por su mejilla, una solitaria y única lágrima.
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Ahora sí, los reviews!
Nelly Esp: bueno, creo que tus preguntas han quedado respuestas... Espero que estos dos capítulos no te hayan defraudado y siguas siendo una de mis lectores, vuestros comentarios me ayudan muchísimo. Y muchas gracias por tu apoyo!!!
al: pregutna, pregunta, no te cortes!! Aunque, entenderás que no te vaya a responder a aquello que aún está por llegar . Gracias, espero (como no) que pueda aprovarlo todo, aunque viendo mi fuerza de voluntad... Así que me he propuesto dejaros esto y cerrar de una vez por todas el PC, o no lograré hacer nada... TTTT no puedo evitarlo...
Chelo: gracias, espero que continúes enviando reviews, no sabéis cuanto ayudan! Ojalá os guste estos dos cap k he subido...
FFmania: sí, subí de nuevo todos los cap para poner orden con lo de las cursivas y demás, pero veo que algunos espacios dobles me los ha suprimido (en verdad todos) Y, jajajaja, sí, mataré a alguien (bueno, en realidad ya lo he hecho puesto k el fic está terminado, ¿recuerdas?) Pero no te diré quien. Muajajajajaja Ehem! En cuando a mi posición... esto ya lo verás ;) Por el momento lee y no te anticipes. Bueno, el dragón... solo decir que va a ser algo que influirá en la historia (anda, no te quejes k algo ya te he adelantado) SUERTE A TI TAMBIÉN CON LOS EXÁMENES! (Maldito Napoleón y Sócrates! Por su culpa debemos estudiar a tan temprana edad y hacer exámenes...)
Aquí os dejo! Espero que enviéis reviews (después de la tortuosa fase de exámenes acostumbran a venir depresiones (o no, depende de la autoculpa de cada uno)) Decid críticas, comentarios, opiniones, felicitaciones... aunque esto último acostumbra a ser más difícil. Pero, ¡¡por favor!! no me matéis en espera, decidme algo!!!!
Hasta pronto!
-Ithae-
