Capítulo 22 – La venganza
Poco después que los dos chicos salieran por un cuadro somnoliento, Harry quedó absorto con las llamas rojas del persistente fuego. Les había confiado su plan y los dos aceptaron seriamente a él, querían ayudarle, habían hecho tanto por él... le hubiese gustado decirles lo mucho que les debía, pero no encontró tiempo ni palabras para ello, así que decidieron ponerse manos a la obra. Durante los últimos meses había sufrido mucho, mucho más de lo que nadie podría nunca imaginar, pero ahora tenía un nuevo objetivo, algo que hacer antes de entregarse por completo a la desesperación y al tormento...
Un poco más calmado, rebuscó la imagen del Ministerio, debía encontrar el edificio exterior, pues temía entrar y encontrarse enfrente de algún que otro vigilante, no podía permitirse ningún fallo. En medio de un torbellino de visiones y sentimientos, logró dar con aquello que perseguía encontrando no una gran construcción, sino a la vieja y estropeada cabina telefónica, ya no se acordaba que estaba bien escondida.
Sujetando fuertemente la capa de invisibilidad de su padre que ya le había ayudado en otras aventuras, agarró la varita con fuerza y llevó la imagen de la cabina delante de todos sus otros pensamientos. Las llamas, protectoras y reconfortantes, le rodearon con cariño transportándolo entre el espacio. Pronto despertó en medio de una calle vacía y oscura, enfrente del poste sucio y medio roto que componía la entrada al edificio principal del Ministerio de Magia. Por unos instantes no hizo nada, estaba recordando su llegada un año antes, junto a sus compañeros, a lomos de los caballos fantasmas. Había deseado no volver allí, pero ahora no tenía otro lugar dónde ir para llevar a cabo su más inmediata misión.
Irguió los hombros y encaminó firmemente hacia la cabina. Se cerró al interior y marcó el número que había utilizado la última vez para entrar, solo que, esta vez, no tuvo ninguna respuesta a su llamada. Colgó el teléfono y volvió a probar sabiendo que no daría resultado, seis, dos, cuatro, cuarto, dos. No había caído en esto... ¿Qué voy a hacer? Si no logro entrar por aquí... no tendré otro remedio.
- Por favor, necesito bajar...- no quería recurrir a su magia para entrar, se imaginaba que estaría todo demasiado vigilado como para que se pudiera hacer tal cosa. ¡Qué fácil habría sido para cualquiera entrar si no! No, lo más seguro era que algo se lo impidiera, o bien que alguna alarma sonara, justo lo que no quería. Volvió a coger el auricular, esperando que aquella voz monótona e indiferente le hablara, mas solo logró que el silencio se prolongara en él.- ¿Cómo lo hicieron para entrar, entonces? Dudo mucho que se entretuvieran a coger el teléfono y pedir, por favor, que les dejaran entrar...- miró su reloj con más nerviosismo que antes.- ¡Maldita sea! ¡No tengo tiempo para esto!
Sin saber muy bien como o porqué, la plataforma que pisaba empezó a descender escondiendo la oscura calle de su vista. ¿He hecho algo? Solo recordaba haber picado con el pie al suelo en medio de su frustración... no tenía importancia, lo que contaba era que, al fin, empezaba a moverse.
Corrió por el salón, pasó más allá de la fuente hacia el escritorio donde se sentaba el mago que había registrado la varita de Harry en su primera visita, otra vez estaba desierto. Todos aquellos encuentros: la fuente, la luz apagada pero reluciente, el corredor..., hicieron, más que nunca, que lo que creían el recate de Sirius, volviera ante sus ojos con asombrosa claridad. Pero... ¿dónde estaba el guardia? Debería estar aquí... ¿quizás ha pasado algo? O también puede ser que haya ido a rondar por ahí, ¿será casualidad? No tenía tiempo para averiguar dónde estaba el hombre, tenía asuntos mucho más importantes.
Se dirigió directo hacia las puertas doradas de los elevadores y entró sin vacilar. Harry presionó el botón con el número nueve haciendo que las rejillas se cerraran escandalosamente. La velocidad de aquél aparato le hizo llegar un ligero temblor en su mano derecha, hasta ahora había intentado esconder sus dudas y temores, pero... La voz femenina anunció el destino que había escogido, el Departamento de Misterios, y las rejillas se abrieron. Rodeado por una oscuridad difícil de penetrar, avanzó hacia la puerta negra iluminada por antorchas frías y siniestras.
Se detuvo al llegar ante ella, giró la cabeza hacia la izquierda y vio otro pasadizo, algo más oscuro, que se perdía en la negrura. La última vez no lo había visto, aunque tal vez se debía a que sólo se concentró en aquella obsesión de la puerta que le había perseguido durante todo el curso. Como si algo lo guiase hacia el camino correcto, empezó a andar por el nuevo corredor, sumergiéndose entre las sombras de las mismas paredes. Pronto paró delante de otra entrada nueva. A su derecha, se dibujaba una puerta de roble. Estaba seguro de que debía entrar ahí, aunque el pasadizo aún no había terminado, así que decidió seguir su instinto y entró.
Al otro lado vio un nuevo pasadizo, no muy largo, bastante más iluminado y ancho, con unas columnas blancas medio fusionadas con las paredes. Entre ellas, unas antorchas con la llama roja y brillante, le mostraban el camino. Podía ver otra puerta al final de la sala, era igual que la que terminaba de atravesar. Otra vez, como si repitiera las cosas más de una vez, abrió la puerta que debía dirigirlo a su destino.
Finalmente encontró lo que había buscado con tanta ansia y afán, el Portal de las Almas Sin Voz.
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- Ahora.- a un gesto de su mano, los dos subieron escaleras arriba de la forma más silenciosa que les fue posible.
Parecían pequeños ratones asustados afanándose para llegar a un refugio seguro. Harry les había advertido de su silencio, nadie debía sospechar nada, debían ir hacia Dumbledore con el mayor secreto posible. Así lo habían hecho.
Rápidos y sin descanso, consiguieron pasar cada una de las estrictas vigilancias sin ser vistos, hasta dar con la gárgola que les abriría el paso al despacho del director.
- Ratón de latón.- dijo Hermione mientras el chico miraba temeroso a su alrededor. La estatua se hizo a un lado con un salto, y les dejó el inicio de unas escaleras a su vista.- Vamos.
Pisaron los primeros peldaños cuando las escaleras empezaron a girar hacia arriba, siguiendo la forma cerrada del torreón. A pesar del pequeño ruido de la piedra al moverse, no eran capaces de sentir nada más que sus propios corazones, por suerte, no tardaron en alcanzar la cúspide del viaje.
Sin esperar, empezaron a golpear la puerta presos de un frenesí inexplicable. Un pequeño ruido del interior que había estado presente hasta entonces, se detuvo bruscamente.
- ¿Qué ocurre?- al puerta se abrió mientras una cara con mirada severa y grave se asomaba por la abertura.- ¡Señorita Granger, señor Weasley! ¿se puede saber qué hacen aquí a estas horas de la noche?
- Lo sentimos, profesora, pero necesitamos hablar con el profesor Dumbledore inmediatamente...
- Déjalos pasar, Minerva.- dijo una voz lejana.
La mujer, con los labios apretados, terminó de abrir la puerta para darles paso. Dentro había más de una persona, se encontraban seis componentes de la Orden del Fénix alrededor de la mesa. Remus, Tonks, Mundungus, Padmess y otros dos que no conocían.
- Adelante, pueden hablar.- dijo el hombre de larga barba plateada con cara de cansado. Sentado en su butaca y con el semblante serio, les miró imperiosamente. A diferencia de las otras veces que les tranquilizaba con cálidas miradas invitándolos a sentarse y relajarse, esta vez no parecía tener tiempo para gestos de amabilidad.
- Sabemos lo que permite a Voldemort...- todos excepto el director y Remus, se sobresaltaron al oír el nombre pronunciado.- ...traspasar las barreras mágicas. Harry nos ha dicho que se trata de un objeto mágico que permite al poseedor eliminar cualquier poder que haga de muro, nada puede imponerse a él.
- Así que era esto... lo que robó en Gringotts...
- Aquello no era más que una parte de la Hoja de Hades, señor. Según Harry, el arma no estaba terminada, y para ello necesitaba a uno de sus inventores.- lo más brevemente que pudo, le habló sobre el secuestro de Marla por parte de Voldemort, y su trabajo forzado a sus manos para que terminase su invento.- Señor... él cree que atacará hoy...
- Hoy... sí, yo también lo temía... y no nos queda mucho tiempo...
- ¿Dónde está?- dijo impaciente Remus. Estaba pálido, mucho más de lo normal, sentado en una de las sillas mientras los demás se mantenían con los rostros severos en pie. Había estado muy preocupado por el chico. Después de la desaparición-muerte de Sirius, se había tomado el papel de padrino y protector de Harry, incluso con la llegada de Marla. Creía que era su obligación como el último de los merodeadores, nadie más podría cuidarle, además... lo había prometido a James y Sirius hacía ya mucho tiempo...
- La verdad, no nos ha dicho mucho.- admitió Ron quien, hasta entonces, había estado escuchando atentamente a su amiga sumido en sus pensamientos.- Sólo sabemos que antes debía hacer algo, pero desconozco dónde o qué.
- Lo que haya ido a hacer es asunto suyo, nosotros tenemos otros problemas que atender, Remus.- levantándose pesadamente de la cómoda butaca que lo había estado sosteniendo, se acercó a una de las ventanas y dejó vagar la vista por la inmensidad de la noche sumergiéndoles en un silencio denso y preocupado.- Pero antes de nada debemos organizarnos... señorita Granger, señor Weasley, voy a tener que pedirles algo sumamente importante e igual de peligroso.- su voz suave y la calidez de sus gestos volvieron a él, aunque la tristeza que despedían sus ojos azules no había desaparecido.
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Lentamente y con paso inseguro, se acercó al extraño portal con el que tanto había pensado durante el último curso. El arco estaba encima de un pedestal de piedra negra, de la altura de un escalón cualquiera, tan antiguo y agrietado como la última vez que lo había contemplado. Colgado con algo invisible, el velo negro se movía por una suave brisa fría e inexistente y, al igual que en el año anterior, aquellas extrañas voces empezaron a resonar en sus oídos de una forma casi hipnótica, siguiendo el suave murmullo del viento invisible.
Fascinado y horrorizado por el misterioso objeto, se acercó hasta quedar enfrente de la tela que componía el velo. La proximidad hizo que pudiera ver mucho más que antaño. El arco tenía una extraña cenefa que lo rodeaba y abrigaba como si le diera las fuerzas necesarias para resistir al paso del tiempo, formas alargadas y recargoladas, se unían formando símbolos maravillosos que recorrían toda la forma del arco. El velo, negro como la noche, parecía hecho de niebla, pero no estaba muy seguro, pues al mirarlo podía sentir como se difuminaba y desenfocaba a la vista, casi parecía intangible por su forma etérea y sólida a la vez.
Escapando del hechizo que parecía tener aquél portal en él, se concentró en las voces que susurraban como llevadas por el viento a través de múltiples mundos. Pero, por más esfuerzo que pusiera, no conseguía entender nada de lo que decían, era algo incomprensible para él, las letras se le escurrían de entre los dedos y, cuando creía haber escuchado una palabra, era incapaz de entenderla. Viendo que con aquello no conseguiría más que perder tiempo en una empresa inútil, intentó diferenciar entre las voces, preocupado por oír la de alguien especial. Mas, para su alivio, no consiguió dar con él, aquello le dio nuevas esperanzas.
Alejándose del Portal de las Almas Sin Voz, miró a su alrededor. La sala dónde estaba no era muy grande. Un par de candelabros iluminaban toda la estancia con asombrosa facilidad, uno colgado del techo, mientras que el otro estaba encima la única mesa del lugar. No lo sorprendió el hecho de que todas las velas estuvieran encendidas, era más que probable que fuera un hechizo lo que las encendiera al entrar alguien en la sala. En cambio, se interesó por un bloque de libros y pergaminos apilados encima del mueble en un precario equilibrio.
Apartó la silla de madera y se dejó caer en ella mientras tomaba unos papeles que reconoció como notas escritas por Marla en sus investigaciones, su letra era única. Pero, aunque le hubiese gustado leer todo su contenido, no se veía con fuerzas necesarias para hacerlo, así que sólo se limitó en mirar el aparente orden de los documentos analizados por su madrina. Mientras apartaba largos rollos de teorías y comprobaciones matemáticas, un pequeño papel le llamó la atención haciendo que todo se apartase de su mente durante unos instantes.
Era una fotografía de hacía ya algún tiempo. En ella vio al grupo al completo, todos saludándole alegres y sonrientes, felices en su mundo pasado y escondido en los recuerdos. James, Lily, Sirius, Remus, Marla, Hilda, Peter, y ocho chicos más que no conocía, todos vestían sus túnicas de gala. Aquella era, sin lugar a dudas, una fotografía de poco antes de dejar Hogwarts, aún recordaba a sus padres cuando hacían séptimo en el pensadero de Marla. Debajo encontró otra donde pudo ver todo un curso junto, estaban los merodeadores al completo, su madre y madrina, además de los demás alumnos de las distintas casas, cada uno con su túnica negra con el escudo de la escuela que los unía sin diferencias de residencias. Junto a ellos, estaban los profesores y su director, Albus Dumbledore. Aquella parecía una fotografía de fin de curso, hecha al terminar Hogwarts, dónde salían toda su promoción. Entre los estudiantes, pudo ver a un reservado y solitario Snape, taciturno y apartado de los demás, incluso de los de su propia residencia, ahora ya sabía el porqué. Iba a dejar los recuerdos cuando, mucho más pequeñas que las demás, encontró dos fotos más, estas más recientes.
En una salían sus padres con un pequeño bebé en los brazos, rodeado de amor, enseguida supo que ese era él. Su madre lo estaba balanceando, intentando lograr que no llorara, pero, pese a sus intentos, el niño no quería dejarse fotografiar, hecho que provocó las risas de su padre. Nunca había visto una foto tan natural, ninguno de ellos estaba posando para la foto, sino que salían tal cual eran. Viéndola, una tímida sonrisa salió de sus labios, pero pronto se difuminó. La otra fotografía era de Sirius. Estaba algo arrugada y se veían rastros de lo que habían sido lágrimas, pero, a pesar de los desperfectos que había pasado, había hecho lo posible para arreglarla.
Mucho más firme que antes, dejó los recuerdos encima la mesa y se levantó. Con la mirada serena y sin ninguna duda en su interior, volvió a encararse al portal que tanto le había quitado. Había llegado la hora.
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- Perdón por el retraso, casi nos ve Filch.- dijo un acalorado Ron.
- No importa, entrad.- sin perder más tiempo, se serenó y encaró ante todos los presentes.- Bien, ha llegado la hora, es el momento de demostrar lo que aprendimos el año anterior. Voldemort atacará la escuela esta noche y Dumbledore nos ha pedido un favor muy especial.- todos la miraban temerosos, incluso ella estaba aterrada por lo que conocía, pero debía mantenerse firme y resuelta pues ella sería el soporte de todos.- Estamos entrenados y listos, ha llegado la hora de hacer frente a nuestros temores. ¿Estáis conmigo?
Había dejado su inseguridad para darse confianza a sí misma pensando como si él también estuviese allí. Sentía su fuerza dentro, como una mano cálida que la sostenía, ahora era mucho más fuerte y, con un valor nacido de la amistad, se irguió con serenidad y les miró confiadamente.
Todas sus caras cambiaron al verla. Relucía majestuosamente resaltando toda su belleza, nunca hasta entonces Hermione Granger se había visto igual, una dama en medio de la multitud. Al instante, todos aceptaron con un simple gesto de cabeza y una sonrisa que quería ser tan segura como ella.
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Creyendo saber la fórmula que le permitiría realizar aquél complejo hechizo, concentró todas sus fuerzas en un único punto, el vacío que quedaba entre sus manos. Cerró los ojos y se sumió en la oscuridad dejando que un suave viento lo guiara.
Paso a paso, fue avanzando hacia el misterioso portal. En ningún momento dejó de confiar en su instinto, algo le decía que aquél era el camino y no lo contradijo. Caminando algo más confiado y aún con los ojos cerrados, extendió los dedos hacia delante dejando que el velo rozara su piel. Por extraño que pareciera, le parecía ver como el velo se abría ante él, como poseso por una ráfaga de viento, mostrándole la eterna oscuridad del portal que le conduciría a un destino distinto.
No vaciló. Enseguida supo que acababa de pasar el Portal de las Almas Sin Voz, lo supo en el primer momento que su pie pisó una textura completamente distinta al pulido suelo del ministerio. Podía sentir la rugosidad del terreno, como si pequeñas piedras se hubiesen pegado unas a otras para crear algo sólido donde posarse. Se detuvo. Lentamente abrió los ojos y se sorprendió al ver el paisaje que se extendía ante él.
Una basta extensión de tierra muerta, repleta de rocas puntiagudas y polvo, con un cielo rojo y a la vez negro, que helaba sus extremidades. Se parecía tanto a... Pero su atención se desvió a una pequeña piedra que colgaba de su cuello. Con cuidado, la tomó entre sus manos. Era igual que un diamante, con sus mismas formas rectas y todos sus brillos multicolores, sólo que era dorado, con una luz que provenía de su interior que le escalfaba sus frías manos. Ahora, el dragón cogía, con sus zarpas doradas, la piedra de cristal, posándose encima de ella en aire protector y con una exquisita elegancia dejando que su cola cayera por uno de los lados del diamante. Harry enseguida supo que aquella piedra era el resultado del hechizo, el Diamante de Oro. Sonriendo satisfecho, empezó con su búsqueda, no iba a ser fácil, unos ruidos familiares se lo confirmaron.
Voces, multitud de voces, se acercaban a él. Pero por más que agudizara sus sentidos, no lograba entender qué era lo que estaban diciendo. Tampoco quería averiguarlo.
Recordando todo su sueño con una impresionante nitidez, comprendió hacia donde debía dirigirse. Sabía que, no muy lejos de allí, encontraría algo que estaba buscando incluso en sueños. ¿Pero como había sido capaz de ver todo aquello mientras dormía? Era imposible que Voldemort se lo hubiera mostrado, dudaba que tuviese algo que ver... entonces ¿cómo?
Una punzada de dolor atravesó su brazo izquierdo. Sorprendido, se giró a tiempo para ver una masa etérea negra, que se aproximaba rápidamente hacia él llena de furia y odio. Nunca antes lo había visto, pero tampoco nunca se había girado para comprenderlo. Había llegado la hora de correr.
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El silencio reinaba aquella noche, como la humedad pegada en las sábanas al amanecer, permanecía quieto dejando que sus corazones asustados latieran con fuerza temiendo ser escuchados. Habían hecho todo cuando se les había pedido, aún así, sus fuerzas parecían colgar de un fino hilo de seda. ¿Qué ocurriría cuando todo aquello empezase?
- No temas, todo saldrá bien.- dijo una voz cálida a su lado.
El chico, aunque asustado, sonrió gratificante. Se alegraba que ella estuviese a su lado. En aquél momento, habría dado todo lo que tenía por alejarla de allí, pero no podía.
Continuaron vigilando por la estrecha ventana en busca de algún movimiento sospechoso. Nada. Todo continuaba oscuro, como si una manta hubiese cubierto el exterior silenciándolo todo con su poder. Pero aún podían ver aquella quietud tensa, toda la noche parecía estar esperando y temiendo a lo que se avecinaba.
Suspiró levemente. Había pasado otro minuto sin ninguna noticia...
- ¡Allí!- dijo ella en un susurro.
Temeroso, miró hacia donde le había indicado. Bajo el castillo, saliendo del Bosque Prohibido, unas sombras negras se movían con lentitud. Era difícil darse cuenta de ellas, pero, por suerte, ella sí las había descubierto. Debían moverse con rapidez.
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Al fin, consiguió ver aquella montaña rocosa llena de agujeros que ya había descubierto anteriormente muy lejos de allí. Confiando en su anterior visita, y sabiendo que era allí hacia donde debía ir, apuró todas sus fuerzas para llegar cuando antes mejor.
Podía sentir el dolor a sus pies, era como si el terreno mismo se pusiera en su contra dificultándole más su ascenso. Las rocas se volvían afiladas como cuchillos, acribillándole todo su cuerpo. Podía sentir el calor que despedían, si hubiese tenido elección, nunca habría entrado allí.
Al fin, llegó en un saliente. Debajo, la niebla negra seguía esperándole, rodeando aquella aguja que sobresalía de la llana extensión. Los gritos retumbaban en sus oídos, con sólo pensar que después debía bajar por ahí, se le encogía el corazón, ¿cómo lo lograría?
A duras penas, se introdujo dentro de la cueva, sin ninguna luz que le guiase más que sus manos palpando la desnuda roca. Aún recordaba cuando había entrado en aquel refugio, estaba asustado e intrigado por el significado de aquellas visiones. Ahora veía más clara su situación, pero eso no era algo que pudiera reconfortarle.
No se movió. No hizo ningún gesto, esperando que aquél sonido que ya había oído volviera a aparecer. Pero no lograba sentir nada más que su respiración agitada, su corazón hacía tanto ruido que dudaba que consiguiera escuchar al del desconocido.
Nada.
Sobreponiéndose al miedo, decidió avanzar hacia las tinieblas desconocedor de lo que le esperaba.
Caminando despacio y con cautela, llegó en lo que parecía una pequeña caverna. Sus manos, que hasta entonces habían estado guiándose por las paredes, dejaron de dañarse con la afilada roca, para tocar una textura algo más suave. Sus ojos se acomodaron en la oscuridad pudiendo diferenciar levemente su entorno. Según supuso, se encontraba al final de la cueva, no tenía otra salida que la misma entrada. Aquello empezó a desesperarle, no sabía hacia donde ir. Hasta entonces, había seguido fielmente sus instintos y los recuerdos de los sueños, pero ahora se encontraba ante un callejón sin salida...
Un movimiento casi invisible, le hizo reaccionar. Allí dentro había alguien más. Cerca de la pared del fondo, una figura se confundía con la roca permaneciendo inmóvil. Era su respiración lo que le había delatado, pero era tan superficial y dificultosa, que nadie hubiese dicho que existía alguien.
Con sigilo, se aproximó a la silueta oscura hasta quedar frente a ella. Se arrodilló a su lado, y, haciendo uso de toda la valentía de la que disponía, lo tocó. Por el tacto, podía decir que parecía un ser vivo. Su piel era fina, muy parecida a la de un humano. ¿Era quien esperaba que fuera?
- ¿Sirius?- dijo con temor.
La forma no reaccionó, solo permaneció inmóvil bajo su contacto. Harry sospechó siquiera que le hubiese podido oír. Su estado parecía crítico, con trabajo podía respirar, y sus pulsaciones eran lentas e irregulares. Decidiéndose, al fin, levantó la figura y la cargó encima. Aquel ser no era muy ligero... pero Harry se había fortalecido, su edad le había dado más fuerza que antaño.
Lentamente, se dirigieron a la salida. Mas, cuando logró que la poca luz exterior le permitiera ver a quien llevaba en las espaldas, vio que una sombra se acercaba a ellos. ¿Lo habían seguido?
Dejó al cuerpo tendido en el suelo medio escondido, y se camufló en la pared opuesta esperando sorprender a aquella cosa. No podía usar la varita, ya intentó hacerlo con solo llegar, así que lo único que le quedaba era su propia fuerza, aunque dudaba que le sirviese de mucho ante aquellas formas intangibles.
La sombra, como vagando triste por la eternidad, se dirigió directamente hacia el cuerpo haciendo caso omiso del chico. Al llegar, y para su sorpresa, se acercó a él quedando flotando encima como una nube tormentosa. Harry no entendió nada, ¿qué era aquello? Debía averiguarlo.
Siguiendo el silencio que le rodeaba, se acercó. Sus pasos se detuvieron bruscamente al ver, con más claridad, quien era aquella figura. Extendido al suelo, estaba su tan buscado padrino, Sirius Black.
Suspirando aliviado, se agachó. Todo él tenía un color más oscuro, y dudaba que fuera la falta de luz del lugar. Su piel estaba ennegrecida, como su alguien le hubiese manchado con tinta y después hubieran intentado quitársela. Temeroso, volvió a tocar su piel. Estaba fría, pero no estaba muerto... ¿entonces? ¿Qué le podía estar pasando? Había llegado a tiempo... ¿no?
Fuera, los chillidos volvieron a hacerse oír, como miles de voces reclamando su inalcanzable presa. Harry no quería pensar en como saldrían de allí. Pero, de repente, la extraña sombra que les acompañaba empezó a moverse en dirección hacia la salida de la cueva. El cuerpo de Sirius, como seguido por un espasmo, apagó parte de la luz que le quedaba, como si alguien estuviese soplando su vela de la vida.
- ¡Sirius! ¡Sirius, qué pasa! ¡¿Qué está ocurriendo?!- entonces lo comprendió.- ¡No! ¡Espera! ¡Espera, no vayas!- gritó frenético a la sombra cada vez más lejos.
La forma negra cuyo contorno se volvía cada vez más nítido, se detuvo en seco. Algo la había retenido, pero Harry dudaba que su súplica durara mucho, las voces exteriores parecían incrementar su llamada, y lo que ahora sabía que era el alma de su padrino, estaba como luchando por ir junto los demás.
- No puedes irte, te necesito... por favor, Sirius, quédate junto a mi. Hazlo por Remus, por James... por Marla. No te vayas...
El alma, la esencia de una persona, contenía todos los sentimientos, los recuerdos y la espiritualidad del ser. Sabía que aquello era lo que tanto quería, su padrino, su segundo padre, alguien que no podía dejar marchar de nuevo.
La sombra tembló levemente pediendo consistencia por unos segundos, pero enseguida regresó a su forma original. Dio media vuelta, o eso supuso, y regresó junto al cuerpo. Al mismo tiempo, los chillidos hicieron un grito final para, después, silenciar bruscamente.
- Debo sacarte de aquí...
Sus mismas palabras le contradijeron. ¿Cómo lo haría? Nadie le había dicho la forma de salir de allí... ¡Maldita sea! ¡No va a resistir mucho tiempo más! Aún haber mantenido el alma, el cuerpo continuaba apagándose y, por su estado, la situación no se sostendría durante todo el día. Bueno, yo he entrado por el diamante, quizás necesite lo mismo... Pero no puedo hacer magia... ¡mierda! Un cielo rojizo y amenazador le sacó de sus meditaciones, algo estaba a punto de suceder, y no quería estar allí para averiguarlo. ¿Utilizando mi propio diamante? Porqué no... tampoco voy a perder nada...
Era una decisión hecha a prisas y sin ninguna ansia en conseguirlo, pero probar algo le hacía reducir su sentimiento de impotencia ante el injusto destino.
Acercó su collar al cuerpo inmóvil, pero no consiguió nada, ni siguiera el cristal reaccionó ante un cuerpo sin alma. Incapaz de razonar con claridad, golpeó el suelo con ferocidad dejando que su mano herida se quejase de dolor.
El rojo del cielo se incrementó, haciendo que ahora el negro fuesen nubes aisladas que se aproximaban dónde estaban con gran rapidez. Aquello no podía significar nada bueno.
Quizás alma con alma..., no tenía otra opción. Agarró con fuerza el collar, y lo acercó a la sombra negra. Una pequeña luz rodeó a la forma oscura como si fuese una fina cuerda dorada. De un golpe, estrechó el espacio hasta tocarla haciendo que el alma dejara su anterior forma negra, para convertirse en una estrella brillante que se sostenía enfrente el diamante. Como si a él se hubiera unido, penetró dentro la piedra y, durante unos instantes, relucieron juntas hasta menguar y volver a la oscuridad.
Bueno, no había entendido nada de todo aquello pero, fuera lo que fuese que había sucedido, parecía que había resultado puesto que la sombra había desaparecido. Sin embargo, el cuerpo de Sirius no había cambiado en absoluto, su color y la dificultad de respiración continuaban existentes. No sabía si pensar que había funcionado o no, pero tampoco tenía tiempo para averiguarlo, y no pensaba quedarse allí para probarlo.
Volviendo a cargar con él, Harry se encaminó hacia la salida de aquella roca. El descenso iba a ser muy difícil, dudaba que consiguieran llegar al pie de la aguja cortante.
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- Al fin, después de tanto tiempo...
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Hasta aquí el capítulo 22, el antepenúltimo del fic (ya queda menos)! A los reviews!!
al: el colgante... bueno, confieso que a mi me gusta muuucho esta joya, así que no pude evitar hacerle una para él. Pero todo lo demás ya se verá... MUAJAJAJAJAJA!! (estoy algo loca, hoy) Espero no haberte hecho muy larga la espera, hasta pronto!!! ;)
Sacralo: de nada! Gracias a ti por seguir leyendo y no cansarte con mis locuras cerebrales, jejejeje. Espero que te guste, dew!!
Nelly Esp: pues espero que estes mejor, y no te preocupes, con solo saber que te ha gustado tengo más que suficiente. Veamos... ¿liarle con alguien? Pues, supongo que alguien saldrá, pero no va a ser hasta muuucho más adelante, antes deberá aplicarse con otras cosas más importantes. Además, ¿quién lucha con su vida si no es para algo que realmente merezca la pena? Creo que Rowling pondrá a alguien para Harry, vamos, que el chico no va a arriesgarlo todo solo para salvar a cuatro caras desconocidas, ¿no? Bueno, pues yo tb le voy a dar alguien, pero va a ser algo un tanto inesperado... ¡ya lo verás! (mejor no preguntar, a veces suelto demasiado la lengua, como Hagrid!) En cuanto a la bofetada... pues no había pensado seriamente en devolvérsela así, pero ten por seguro que no quedará como si nada.
Al fin! Esto ya está terminando!!! Os veo en los reviews, no os cortéis y enviadme vuestra opiniones, salutaciones y críticas! Thanks!!
-Ithae-
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Vamos a algo de propaganda, k si no me hago un
poco de nombre no conseguiré nada... EHEM!!
Bien, al fin me he decidido a hacer un fic sobre la época de los merodeadores y
Cia. en Hogwarts. Se encuentra en la sección general abierta a todo aquél
quien quiera leer algo sobre ellos visto desde un punto distinto. (No solo sobre
los 4 chicos ni todo su curso, sino como un grupo de buenos y malos recuerdos)
Nombre: Recuerdos de Hogwarts
Bueno, no os daré más la paliza, tampoco es algo tan bueno como quería, pero
supongo que algo conseguiré con el tiempo.
Gracias por haber leído hasta aquí!! Dew! =)
