Dedico este último capítulo y, porqué no, todo el fic, a aquellos que me han apoyado y animado a lo largo de estos meses instándome a seguir escribiendo a pesar de mis cambios de humor y momentos. También a aquellos que han leído esta historia aunque fuese como "una más".

Kary Anabell Black: jejeje, sí, pobre. Bueno, esta vez espero que no pase lo mismo. Por cierto, eres de Catalunya? Lo digo pq te despediste diciendo "adew" y eso creo que no se dice a muchos sitios más. En todo caso, espero volver a verte por aquí. Besos!

Sacralo: muchísimas gracias, aquí va el último del fic. Nos vemos!! ;)

al: jejejeje, será que el fic tiene una maldición que no te permite dejar de leer? O.o Ojalá sea de tu agrado este capítulo; bye!!

Nelly Esp: bueno, pues aquí lo tienes. Dentro de poco empezaré con la continuación... así que, hasta pronto!!

FFmania: pues en eso tienes razón, aunque permíteme decirte que en realidad he sido mucho más piadosa que otros con Harry. Así que supongo que mi muerte a sus manos sería algo más rápida y menos dolorosa... jajajaja, qué ánimos, no? Espero colgar el 7º cuanto antes, estoy muy emocionada con él! Pero deberé pedir algo de ayuda esta vez, ya veremos. Será un placer continuar viéndote por aquí, amiga. Besos!!!

jak-luna: hola! jejejeje, lo del pensadero ha quedado algo apartado en el fic al final, pero espero darle mucha más importancia en la continuación. Deseo que te gusten los prox cap que aún no has leído (o eso imagino). Bye!

Después de responder a los siempre alentadores reviews (HEMOS LLEGADO A LOS 50!!), os dejo con el último y definitivo capítulo de este humilde fic, el primero que he escrito en mi vida.
Si tenéis alguna duda, dejad reviews (los pienso responder en el siguiente fic, la continuación, que colgaré dentro de muy poco en la sección "general") o bien enviad e-mails.
Espero que os haya gustado...
Besos:

-Ithae-


Capítulo 24 – Destinos

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Aquella vez el aterrizaje no había sido tan cómodo como en las demás ocasiones. Además de todos los rasguños, cortes y magulladuras, del cansancio y del dolor que recorría todo su cuerpo sin cesar, el fuerte choque contra algo que no esperaba mientras se aparecía hizo que se dislocara el hombro izquierdo. Al aterrizar sobre el suelo del Bosque Prohibido, dejó ir un grito de dolor. Nunca, hasta entonces, se había encontrado con una situación tan desesperante, dudaba poder llegar entero a la escuela. Pero el hecho era que continuaría, no pararía hasta llegar a su meta, aunque cada paso le hacía clavarse más profundamente las uñas, cada movimiento era un reto superado. Más allá de la razón, su resistencia le instaba en continuar, ya ni siquiera podía diferenciar entre un dolor u otro. Con decisión, se cogió el brazo y, de un movimiento seco, consiguió recolocarse el hombro volviendo a gritar de dolor.

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Estaba confuso, no conseguía enfocar claramente su entorno y, aunque imaginaba estar en el bosque de Hogwarts, no veía hacia qué lado ir. Levantando la vista al cielo, encontró la pista que necesitaba. Una luz blanquecina, como una corona, dibujaba un círculo en el cielo; el mismo círculo que vio en París la noche en que Voldemort atacó... ahora sabía contra qué había golpeado. La barrera le había prohibido el paso.

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Habían logrado moverse con sigilo y discreción hasta llegar en un saliente del castillo que les desproporcionaba la protección que hasta entonces habían tenido. No tenían alternativa. La ventana que buscaban estaba muy cerca, visible desde su situación, pero para continuar deberían alejarse de las pocas sombras que les ocultaban.

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Las dos, en un mutuo acuerdo, corrieron silenciosas hacia la única ventana a más de metro y medio del suelo que había en aquel gran muro de piedra. Estaban seguras que lo habían logrado, confiadas al ver que finalmente todo había resultado mucho más sencillo de lo esperado, no se percataron que no eran las únicas en aquél lugar, alguien más les había visto llegar.

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Sonrió.

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- ¡Alohomora!- dijo a media voz.- Vamos, tu primera...- pero su compañera no miraba hacia ella, sino que tenía la vista clavada en otro punto detrás suyo. Estaba pálida y tenía la varita sujetada con fuerza.- ¿Hermione, qué...?

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Indignada y algo alertada por la expresión paralizada de la chica, se giró manteniendo la varita cerca y dispuesta a utilizarla. Pero lo que encontró lo dejó helada.

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- Vaya, vaya...- dijo una voz fría y burlona.- ¿Pero qué tenemos aquí? ¿Dos chicas jugando a escondidas? Deberíais saber que no es hora de ir a hurtadillas por la escuela, señoritas... podríais poneros en "problemas"...- lentamente se fue acercando, sin dejar de reírse con crueldad, viendo como su miedo las mantenía paralizadas e indefensas.

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Su capa, más oscura que la misma noche, ondeaba seguida por un frío invernal. Estaba gozando con cada paso que daba, aquello era lo que más le complacía, ver como el terror se reflejaba en las caras de sus inferiores y enemigos. Y allí estaban, dos jovencitas que creían poder escapar del destino que se les avecinaba sin remedio alguno. Disfrutaría con ellas, estaba seguro que aquello haría aparecer al chico, no se resistiría... y, al fin, sería suyo... Hacía ya tanto que deseaba aquella muerte entre sus manos... esta vez no escaparía, ahora no había nadie para protegerlo, y él se encargaría de que así fuera.

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- ¿Qué hacíais correteando por aquí? A estas horas de la noche...- meneó la cabeza sin dejar de avanzar. Una de ellas, la primera en verlo, se puso, al fin, en guardia. Como si le hubiese sorprendido, detuvo su avance, con una sonrisa aún más maquiavélica en su cara blanca medio oculta detrás de la capa.- ¿Así que quieres enfrontarte a mi? ¿Acaso sabes quien soy, mocosa?

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- ¡Expeliarmus!

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Como si nada hubiese dicho, movió la varita haciendo que el hechizo se difuminara en el aire.

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- He de admitir que tienes agallas...- lentamente, se descubrió su cara, obtuvo el resultado al instante. Las dos se horrorizaron al verle, pero la insolente que se había atrevido a desafiarle no dejó de mantener su varita en alto. Aquello hizo, casi sin percatarse, que se fijara más en ella. Entonces, quedó realmente sorprendido.- Señorita Granger... ¿verdad?- la chica abrió completamente los ojos.- Harry me ha dicho "mucho" de ti...- casi no cabía en su piel de alegría. Hablaba con lentitud, como si las palabras le costasen salir entre la felicidad interna. Estaba eufórico. De todas las personas que esperaba encontrar, esa era, justamente, la que menos imaginaba.- Creo que le agradará mucho saber que nos hemos conocido... Aunque... por lo que veo... no está aquí, ¿me equivoco? ¿Sabes dónde puedo encontrarle?- no esperaba que respondiese, por supuesto, pero jugar con sus víctimas era su más preciado placer.

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- ¡No creas que podrás jugar conmigo, Voldemort!- su voz temblaba, aunque intentó endurecerla cuanto pudo. Y, a diferencia de todo su cuerpo, su varita se mantenía firme y lista. Para ser una joven estudiante, tenía valor. Aunque un valor estúpido e insensato. Pobre sangre sucia... moriría en un vano intento de lucha. Era una pena, había quedado realmente sorprendido por su valentía, hubiese sido un buen partido...

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La otra chica, -no sabía muy bien quien era, pero tenía un vago recuerdo dentro de los del chico- se sobresaltó ante el nombre. Bien, pensó, una estúpida débil. Ahora, mucho más que antes, temblaba como una hoja. ¿Y esa Granger aún creía que podría oponerse a él? ¡Si ni siquiera su compañera podía mantenerse en pie! ¿cómo le cubriría las espaldas?

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- Así pues, te atreves a decir mi nombre... Muy valiente... o muy estúpida. Pocos se atreven a ello y sobreviven para contarlo... Ha sido un placer conocerte, Hermione Granger, pero tengo otros asuntos que liquidar.- levantó la varita.- Saluda a Potter de mi parte...

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- ¡No!

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Antes de que pudiera retenerla, Cho salió enfrente de Hermione interponiéndose entre ella y Voldemort. Tenía los ojos vidriosos y respiraba aceleradamente, llena de sentimientos, no dejó que la chica la retuviera.

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- ¡¿Pero qué haces, Cho?!- susurró Hermione. Pero ya se había puesto a correr directa hacia él sin siquiera preparar la varita para el ataque.

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- Devuélveme a Cedric... ¡devuélvamelo!- las lágrimas le caían por su cara, triste. No podía parar, no conseguía detenerse, ni siquiera era capaz de ver con claridad qué estaba haciendo. Solo sabía que allí estaba el asesino que le arrebató a quien tanto quería, el único que había logrado hacerla feliz. Nada más que un pensamiento inundaba todos sus movimientos, Él. Le echaba de menos, tanto de menos...

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- Estúpida...- dijo a media voz Voldemort.- Avada...

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- ¡Cho!¡Detente!- gritó impotente mientras empezaba a correr detrás.

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- ...Kedabra.

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- ¡NO!- dos voces se encontraron gritando entre la extraña noche mientras corrían hacia la chica. Pero ninguno de ellos pudo hacer nada.

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Una luz verde salió de la varita negra que Voldemort levantaba directa contra su pecho. Antes de que diera en él, una sonrisa triste y tranquila apareció en la cara de la chica murmurando sus últimas palabras: Cedric....

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Su cuerpo, bello y esbelto, cayó inerte en el suelo dejando que el silencio entrara extrañamente en aquél lugar. Era como si, durante unos instantes, el tiempo mismo se hubiera detenido permitiendo que el alma de dos enamorados se reencontrasen, al fin, después de mucho tiempo.

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- ¡Cho...!- sin creer su muerte, la chica se arrodilló a su lado con lentitud. Tocó su mejilla y secó sus frías lágrimas.

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Se detuvo en seco, sentía mareo y hacía visibles esfuerzos por mantenerse consciente. La cicatriz parecía hecha de hierro fundido, pero su dolor se removía dentro del fuego de su cuerpo y su propia agitación interior. Dejó que sus rodillas se doblasen y cayó encima de ellas con flacidez. Mirando la escena con los ojos vidriosos y sin poder enfocar con claridad, cogió la varita. Fue un movimiento inconsciente, no sabía ni lo que hacía, sólo se dejó llevar. Con la mano izquierda cogiendo el palo mágico, y la derecha presionando por detrás haciendo un afán de clavar la varita al suelo, dio con una superficie invisible que no le permitió llegar siquiera a rozar la tierra.

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Una gran onda expansiva salió del chico a ras de suelo expandiéndose a gran velocidad por todo a su alrededor, cada vez con mayor fuerza hasta llegar más lejos incluso que la barrera puesta por Voldemort. Del mismo modo que había salido, volvió a contraerse en menos de dos segundos.

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Como saliendo de la misma tierra, miles de diminutas chispas doradas empezaron a ascender por el aire formando un muro de luz majestuoso. Iban saliendo y saliendo sin nada que las frenase, hasta llegar en un punto más alto incluso que la punta de la torre mayor de Hogwarts. Un metro más arriba que ésta, se detuvieron. A increíble velocidad, todas las chispas superiores se movieron hacia el centro de la gran circunferencia cerrándola en una cúpula dorada que resplandeció con intensidad al terminar de realizarse, haciendo que la luz blanca que hasta ahora había gobernado el cielo nocturno se rompiese en miles de pedazos con el mismo ruido que el cristal roto.

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- ¡Voldemort!- dijo una voz en la lejanía.

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Había vuelto a levantarse y su cara, deformada por la rabia y el dolor, le miraba intensamente.

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Voldemort le miró. La onda expansiva le había empujado con fuerza fuera de la zona, no habría podido contrarrestarla por más empeño que hubiese puesto. Desde fuera de la nueva barrera que ahora cubría la escuela y todos sus terrenos, se concentró en aquél chico que tanto odiaba. Se adelantó hasta enfrentarse a la cúpula que aún brillaba tenuemente y puso su mano a pocos milímetros de ella. Intentó pasarla a través, pero una fuerza le impidió hacerlo.

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- ¿Crees que con esto vas a detenerme?- dijo con una voz helada.

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Debía reconocer que le había impresionado, no esperaba tal obstáculo, pero no era más que un contratiempo insignificante hacia su victoria. Sí, aquél Potter había sido todo un rival, aunque no duraría mucho más...

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Su mano buscó entre la túnica negra que recubría todo su cuerpo hasta encontrar aquello que buscaba. Una preciosa daga lucía entre sus dedos. La empuñadura, negra como el carbón, lucía pulida con unas letras indescifrables escritas con plata que rodeaban toda la superficie del arma. La hoja era de platino, perfectamente trabajada y algo curvada, similar a un sable árabe, con un filo más delgado que un cabello.

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Empuñó la daga y se dispuso a cortar, como si no fuera más que un simple trozo de tela, la barrera que le obstruía el camino. Pero, a diferencia de las otras veces que había hecho uso de ella, la punta de la Hoja de Hades no logró penetrar la fina burbuja que los protegía. Sintiendo como la rabia venía a él, puso sus dos manos enguantadas en la empuñadura y duplicó su presión. La barrera no cedía. Podía sentir como su poder retiraba el arma y repelía su contacto. Volvió a forzarla. No podía creer en lo que estaba pasando... ¡ni siquiera era capaz de rozar el escudo!

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Volcó su poder en la daga, toda su voluntad estaba en ella...

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Con un sonido sordo, la hoja que antes había cortado todo aquello que se había puesto enfrente, se rompió. La Hoja de Hades se había roto.

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Verdaderamente sorprendido, dejó de hacer fuerza. El calor subió por sus venas hasta hacerse insoportable. Lanzó violentamente lo que quedaba del arma contra la muralla, y apuntó su varita. ¡Estaba tan cerca de lograrlo...! ¿Cómo era posible? Él, el mejor de los magos, el más poderoso de todos... ¡y no había sido capaz de eliminar un escudo creado por un mocoso insolente!

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- ¡Maldito seas!- rugió feroz.- ¡Maldito seas!- un látigo rojo impactó contra la burbuja y se difuminó. No podía romperla, por más empeño que pusiera. Y, antes que pudiera pensar en alguna forma de llegar hasta él, algo hizo que todos sus pensamientos se difuminaran dando paso a una prisa inexplicable.- ¡Esto no termina aquí, Potter! Volveremos a encontrarnos, ¡y la próxima vez no escaparás!

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Sin más palabras, lanzó unas chispas verdes en el aire, cogió su capa y desapareció.

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Un silencio sepulcral cayó sobre la noche. Ninguno de ellos podía moverse, no tenían qué decir, hasta que fue ella quien, poco después, decidió encaminarse hacia él. Pero antes de poder llegar a su lado, unas voces llegaron rompiendo el aire.

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- ¿Qué ha pasado? ¡Hermione! ¿Qué haces tú aquí? ¿Qué...? ¡¿Harry?!- Remus Lupin, seguido de Dumbledore y Padmess, se apresuraron a llegar junto a ellos, todos con claros signos de cansancio y alguna que otra magulladura en el caso de los más jóvenes.

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Hermione no pudo mantenerse por más tiempo en pie, y terminó por derrumbarse en el suelo quedándose sentada encima de los talones. Harry, en cambio, se había vuelto a dejar caer poco después de que Voldemort desapareciese. No se movió, su vista aún estaba donde segundos antes había permanecido el Lord, no parecía darse cuenta de su presencia.

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Remus casi no cabía en si mismo de alivio al ver a Harry sano y salvo. Llevaban cerca de dos horas moviéndose entre maldiciones, defendiéndose y atacando, arriesgando la vida en una lucha preparada con prisas de urgencia. Había peleado junto con los aurores de la primera fila deseando llevarse a cuantos pudiese, sin importarle las consecuencias, ¿qué más daba? Cierto era que había alguien a quien amaba, pero estaba tan roto, tan desesperado que no le importaba dejar su vida luchando por lo que durante muchos años llamó hogar. Un lugar por el que sus dos amigos también habían luchado y defendido encarnizadamente. Pero ahora sólo estaba él, Remus John Lupin, para seguir con la ardua tarea aún dejando su existencia en ello. Y lo sentía, sabía cuan importante era para ella, pero estaba seguro que comprendía, que sabía como se sentía. Pero, al fin, algo empezaba a ir bien. Harry había vuelto, después de tanto preocuparse por su silencio, el chico había regresado a sus ojos. Sin embargo no pudo acercarse a él, aún no. El director se lo impidió con una mirada seria y preocupada mientras le indicaba que antes debería esperar algo más. Mucho más. Así que no tuvo alternativa y esperó. Se detuvo al lado de la chica, mientras que el anciano mago iba directo hacia él.

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No tenía ganas de hablar, había hecho muchas cosas sin decirle nada. En realidad, había pasado todo aquel curso sin decir nada a nadie y, ahora, tenía demasiado que contar. Pero no tenía salida, no tenía escapatoria... Se sentía vacío, dejado de cualquier sentimiento u emoción. Ni siquiera recordaba qué hacía allí ni lo ocurrido, solo lograba ver formas difuminadas moviéndose en la oscuridad, una horrible y temible oscuridad que amenazaba en engullirle entre ardorosas llamas. Le parecía ver una luz verde, un grito roto, un silencio eterno... y, porqué no, más dolor. Y ahora le pedirían explicaciones... recuerdos que no quería volver a ver, a sentir. Porque al fin se había dado cuenta, él no era nadie. No había logrado llegar a tiempo, una muerte más había recaído sobre él, una muerte cercana y querida en el pasado, apreciada. No había llegado a tiempo. Había fallado. Esa era la verdad, su destino... él no era nadie.

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Antes de que pudiera llegar junto al chico, una gran figura se posó ante él. Sus escamas, rojas como rubíes con destellos dorados, brillaban bajo las escasas estrellas que conseguían destacar en la oscuridad. Su mirada, nítida y feroz, captó la atención de Harry. Conocía aquél dragón, era el mismo que había salvado, el mismo que le había llevado hasta allí. Todos lo miraban con un asombro reverencial, nadie se atrevía a mover un solo músculo.

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Los dos cruzaron sus miradas y entonces comprendió. No sabía qué era lo que había entendido, pero sí sabía lo que debía hacer.

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Esforzándose y obligándose una vez más a levantarse, Harry se acercó a él. Podía sentir todas las miradas puestas en él, pero no le importó, estaba demasiado perdido para tan siquiera atender a nada más que no fuera aquella espléndida criatura capaz de abrir una vela entre la creciente oscuridad que le reclamaba. Subió encima de su lomo y se acomodó como en la última vez. Cansado y mareado, dejó que fuera el dragón quien decidiera por él.

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Su mente dejó de funcionar, su resistencia había llegado al límite, sentía como su cuerpo se convertía en fuego y las llamas amenazaban en engullirlo. Ya no le importaba, estaba tan cansado...

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Sus alas se abrieron con magnificencia y, impulsándose con sus poderosas patas, ascendió por el aire hasta penetrar la luz dorada que permanecía como una burbuja protectora, internándose en la tranquila oscuridad.

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Un nuevo viaje estaba por empezar, un viaje hacia su nuevo destino.