(CAPÍTULO II)
Habían sido citados muy temprano en el campo de entrenamiento donde les esperaban sus maestros. Allí les comunicaron que recibirían la mayor parte de sus enseñanzas de manera conjunta, aunque se separarían para aprender sus técnicas especiales. Obviamente, esto no les hizo ningún chiste.
Desde el comienzo bastó un simple roce más fuerte de lo normal para que saltasen chispas entre ellos y se originase una pelea, tanto física como mental. Al principio no fue un problema demasiado grave pero, con el paso de los años y la consiguiente adquisición de poder por ambas partes, aquellas riñas se convirtieron en verdaderas batallas de cosmos. Se llegó a un punto en el que los dos caballeros no podían coincidir sin que estallase una discusión, lo cual sucedía frecuentemente; en estas ocasiones rara era la vez en que Camus no recibía un par de aguijonazos por el ataque más preciado de Milo (la aguja escarlata) y que este a su vez no acabase con su pelo congelado por el polvo de diamantes, algo que lo enfurecía sobremanera.
Cuando los dos caballeros consiguieron sus respectivas armaduras la situación pareció calmarse ya que cada uno tomó posesión del templo de su signo y ya no se veían tan a menudo.
Pero cierto día....Camus iba paseando por el lago interior del jardín principal del santuario cuando lo vio.
CAMUS: Ahí está Milo, seguro que se encuentra con alguna de sus conquistas. Iré a molestarlo.
Decidido, el caballero de acuario se encaminó hacia él pero lo que vio le dejó totalmente consternado. No era solo que Milo no se encontrase acompañado sino que además estaba llorando. Sintió un fuerte dolor en el pecho.
CAMUS: Milo? Estás bien?
El caballero de escorpio levantó la cabeza y al ver quién le preguntaba respondió irónicamente.
MILO: Qué pasa Camus? Estabas aburrido y pensaste en buscarme para pelear un rato?
Camus estuvo a punto de contestarle de forma muy grosera pero en ese momento se percató de algo. Sus ojos, esos ojos siempre alegres y llenos de vida estaban ahora opacos y muertos. Sin saber cómo ni por qué se encontró agachándose y rodeando con sus brazos a Milo como si quisiera arrancarle toda su pena con ese gesto. Igual de inexplicable fue la reacción de éste cuando, en vez de rechazarlo, apoyó la cabeza en el fuerte y protector pecho de Camus y dio rienda suelta a sus lágrimas. CAMUS: Qué te ocurre milo? Nunca te había visto así, me estás asustando. Cuéntame que te aflige tanto. MILO: La soledad. CAMUS: Soledad, tú? No me hagas reír. Si siempre estás rodeado de amigos o por tu última conquista! MILO: Pero no te das cuenta? Esa es la peor de las soledades, estar rodeado de gente y, sin embargo, sentir frío y un gran vacío en mi alma. Este frío....si pudiese deshacerme de él. Mientras decía estas palabras sintió como explotaba el cosmo de acuario y penetraba en él. Qué cálido era y cuanta serenidad desprendía. Quién iba a esperar algo así de ese trozo de hielo llamado Camus. Le hacía sentir tan arropado y protegido... Al mismo tiempo, casi como si se hubiesen puesto de acuerdo, giraron sus cabezas y sus miradas se encontraron. Los ojos de Milo habían recuperado parte de su picardía pero los que sufrieron el cambio más espectacular fueron los de Camus. Éste tenía siempre una mirada fría y distante pero en esos momentos su mirada expresaba una ternura difícil de describir con palabras. En un instante sus labios se unieron; primero de forma tímida , para después pasar a un apasionado beso. El abrazo de Camus se estrechó y los brazos de Milo rodearon su cuello acercándolo un poco más aún a él. La situación iba cada vez a más, las manos de ambos empezaron a recorrer el cuerpo del otro con una gran urgencia pero con infinita ternura. Habían comenzado a desvestirse cuando..........
Habían sido citados muy temprano en el campo de entrenamiento donde les esperaban sus maestros. Allí les comunicaron que recibirían la mayor parte de sus enseñanzas de manera conjunta, aunque se separarían para aprender sus técnicas especiales. Obviamente, esto no les hizo ningún chiste.
Desde el comienzo bastó un simple roce más fuerte de lo normal para que saltasen chispas entre ellos y se originase una pelea, tanto física como mental. Al principio no fue un problema demasiado grave pero, con el paso de los años y la consiguiente adquisición de poder por ambas partes, aquellas riñas se convirtieron en verdaderas batallas de cosmos. Se llegó a un punto en el que los dos caballeros no podían coincidir sin que estallase una discusión, lo cual sucedía frecuentemente; en estas ocasiones rara era la vez en que Camus no recibía un par de aguijonazos por el ataque más preciado de Milo (la aguja escarlata) y que este a su vez no acabase con su pelo congelado por el polvo de diamantes, algo que lo enfurecía sobremanera.
Cuando los dos caballeros consiguieron sus respectivas armaduras la situación pareció calmarse ya que cada uno tomó posesión del templo de su signo y ya no se veían tan a menudo.
Pero cierto día....Camus iba paseando por el lago interior del jardín principal del santuario cuando lo vio.
CAMUS: Ahí está Milo, seguro que se encuentra con alguna de sus conquistas. Iré a molestarlo.
Decidido, el caballero de acuario se encaminó hacia él pero lo que vio le dejó totalmente consternado. No era solo que Milo no se encontrase acompañado sino que además estaba llorando. Sintió un fuerte dolor en el pecho.
CAMUS: Milo? Estás bien?
El caballero de escorpio levantó la cabeza y al ver quién le preguntaba respondió irónicamente.
MILO: Qué pasa Camus? Estabas aburrido y pensaste en buscarme para pelear un rato?
Camus estuvo a punto de contestarle de forma muy grosera pero en ese momento se percató de algo. Sus ojos, esos ojos siempre alegres y llenos de vida estaban ahora opacos y muertos. Sin saber cómo ni por qué se encontró agachándose y rodeando con sus brazos a Milo como si quisiera arrancarle toda su pena con ese gesto. Igual de inexplicable fue la reacción de éste cuando, en vez de rechazarlo, apoyó la cabeza en el fuerte y protector pecho de Camus y dio rienda suelta a sus lágrimas. CAMUS: Qué te ocurre milo? Nunca te había visto así, me estás asustando. Cuéntame que te aflige tanto. MILO: La soledad. CAMUS: Soledad, tú? No me hagas reír. Si siempre estás rodeado de amigos o por tu última conquista! MILO: Pero no te das cuenta? Esa es la peor de las soledades, estar rodeado de gente y, sin embargo, sentir frío y un gran vacío en mi alma. Este frío....si pudiese deshacerme de él. Mientras decía estas palabras sintió como explotaba el cosmo de acuario y penetraba en él. Qué cálido era y cuanta serenidad desprendía. Quién iba a esperar algo así de ese trozo de hielo llamado Camus. Le hacía sentir tan arropado y protegido... Al mismo tiempo, casi como si se hubiesen puesto de acuerdo, giraron sus cabezas y sus miradas se encontraron. Los ojos de Milo habían recuperado parte de su picardía pero los que sufrieron el cambio más espectacular fueron los de Camus. Éste tenía siempre una mirada fría y distante pero en esos momentos su mirada expresaba una ternura difícil de describir con palabras. En un instante sus labios se unieron; primero de forma tímida , para después pasar a un apasionado beso. El abrazo de Camus se estrechó y los brazos de Milo rodearon su cuello acercándolo un poco más aún a él. La situación iba cada vez a más, las manos de ambos empezaron a recorrer el cuerpo del otro con una gran urgencia pero con infinita ternura. Habían comenzado a desvestirse cuando..........
