(CAPÍTULO IV)
Ya habían pasado varias semanas desde su encuentro. Había sido un duro golpe para ambos aceptar lo que cada uno sentía por el otro. Tantos años pensaron que se odiaban que ahora sólo podían sentir miedo ante la posibilidad de ser rechazados.
Con el paso de los días, Camus, había tomado la decisión de que no se podía permitir una decepción de tal calibre como la que sufriría si se declaraba a Milo y éste se reía de él. ¿Por qué tendría que sentir algo por mí, un pedazo de hielo como él mismo me llama, cuando tiene a tantos hombres y mujeres como desee? Así pues, enterró sus sentimientos bajo un gélido y profundo manto de nieve.
Milo no lo estaba pasando mucho mejor. Nunca había pasado una noche sin alguien que compartiese su cama, pero lo que realmente buscaba no lo había encontrado en ninguno de ellos. Ahora era aún peor. Desde que se había dado cuenta de lo que sentía por Camus era incapaz de mirar a otro con deseo. Llevaba casi tres semanas durmiendo sólo y ya no lo soportaba más. Decidido, comenzó a andar hacia la casa de acuario con la esperanza de que no le destrozasen el corazón la primera vez que lo ofrecía sin reserva alguna.
Tras pasar las últimas tres horas entrenando para intentar sacar al escorpión de su cabeza se dio por vencido. Lo único que había conseguido fue terminar empapado de sudor. Llegó a su casa y se quitó la camiseta, solo deseaba darse una ducha.
De pronto lo sintió.
CAMUS: (en guardia) ¿Quién está ahí? Sal si no quieres que te ataque.
MILO: Te vez delicioso. Tu magnífico cuerpo cubierto de sudor y en tensión, uuuummmmmm.....
CAMUS: (muy sorprendido) Milo???????
El caballero de escorpio salió de detrás de una columna. Lucía espléndido con esa blusa de seda. Camus lo observaba embobado hasta que le miró el rostro y.... allí estaba esa maldita sonrisa suya. ¿Qué se creía? Él no sería otra de sus presas.
MILO: Qué te ocurre? Te has quedado muy callado. No te habré molestado, verdad?
CAMUS: No, es sólo que aún no me explico que haces en mi casa. En todos los años que nos conocemos no viniste nunca.
MILO: Yo siempre intento enmendar mis errores.
CAMUS: ................
Poco a poco, Milo se había ido acercando hasta colocarse detrás de él. Acercó sus labios al oído de Camus y provocándole un agradable cosquilleo.
MILO: En realidad tengo la esperanza de volver aquí a menudo.
CAMUS: A qué estás jugando? No creas que me voy a convertir en otro de tus vulgares amantes. Lo que pasó entre nosotros no te da derecha a...
MILO: A qué? Ya que has sacado el tema me gustaría saber qué fue exactamente lo que pasó.
CAMUS: na..na..da. Olvídalo.
Milo comenzó a acariciar suavemente los anchos hombros de su amado, deleitándose con el tacto de su piel. A Camus se le erizó todo el cuerpo y sintió un escalofrío que le hizo estremecer de placer. Esto complació mucho a Milo que ya hacía rato que se había excitado.
MILO: Te deseo.
CAMUS: No digas tonterías. Quiero que te vayas.
MILO: Estás seguro de lo que dices?
CAMUS: .....si.
MILO: No te creo. Si es así por qué te estremeces bajo mis caricias y tu miembro está a punto de estallar de deseo?
CAMUS: -suspiro – Tienes razón, te deseo, pero se que si dejo que pase algo más acabaré sufriendo. No puedo arriesgarme.
MILO:......
Camus se volteó y le miró fijamente a los ojos. La pasión había desapareció para dar paso al más aterrador frío. Milo sintió su total rechazo y se fue muy dolido sin decir nada.
Eso era lo que él quería ¿o no? Entonces por qué se sentía tan desdichado? Por su soledad? Por la oportunidad perdida? Para qué engañarse, lo que lo estaba matando era la profunda angustia y la lágrima solitaria que surcó el rostro de Milo cuando le pidió que se fuera.
Se había comportado como un cobarde.
Sólo habían pasado un par de horas desde que se había marchado, seguramente lo encontraría en su templo. No importaba lo que significase para Milo, tan sólo sabía que le amaba y que si no estaba con él moriría.
Se encaminó hacia la casa de escorpio con todas sus esperanzas en un puño, sintiéndose más vulnerable que nunca.
Ya había llegado ¿y ahora? Decidió entrar en silencio hasta su alcoba para darle una sorpresa, pero entonces.....
HOMBRE: Siiiiiiiii.....así.........más adentro.
MILO: Eres mío, me perteneces, estás aquí para darme placer.
HOMBRE: Haz conmigo lo que te plazca...... soy tu esclavo.
Abrió la puerta de golpe y lo que vió le destrozó. Milo, su Milo, estaba penetrando a otro hombre y lo miraba con lascivia. Volvió la cara hacia la puerta y le vio, se quedó blanco.
MILO: Camus yo.... tú me obligaste maldita sea!!!! Llevo semanas conteniéndome para ti y esta noche tú me rechazaste de forma tan absoluta.... (las palabras fueron muriendo en sus labios) – susurrando – Por favor, di algo, lo que sea.
CAMUS: - con lágrimas en los ojos – Adiós.
CONTINUARÁ.....
Ya habían pasado varias semanas desde su encuentro. Había sido un duro golpe para ambos aceptar lo que cada uno sentía por el otro. Tantos años pensaron que se odiaban que ahora sólo podían sentir miedo ante la posibilidad de ser rechazados.
Con el paso de los días, Camus, había tomado la decisión de que no se podía permitir una decepción de tal calibre como la que sufriría si se declaraba a Milo y éste se reía de él. ¿Por qué tendría que sentir algo por mí, un pedazo de hielo como él mismo me llama, cuando tiene a tantos hombres y mujeres como desee? Así pues, enterró sus sentimientos bajo un gélido y profundo manto de nieve.
Milo no lo estaba pasando mucho mejor. Nunca había pasado una noche sin alguien que compartiese su cama, pero lo que realmente buscaba no lo había encontrado en ninguno de ellos. Ahora era aún peor. Desde que se había dado cuenta de lo que sentía por Camus era incapaz de mirar a otro con deseo. Llevaba casi tres semanas durmiendo sólo y ya no lo soportaba más. Decidido, comenzó a andar hacia la casa de acuario con la esperanza de que no le destrozasen el corazón la primera vez que lo ofrecía sin reserva alguna.
Tras pasar las últimas tres horas entrenando para intentar sacar al escorpión de su cabeza se dio por vencido. Lo único que había conseguido fue terminar empapado de sudor. Llegó a su casa y se quitó la camiseta, solo deseaba darse una ducha.
De pronto lo sintió.
CAMUS: (en guardia) ¿Quién está ahí? Sal si no quieres que te ataque.
MILO: Te vez delicioso. Tu magnífico cuerpo cubierto de sudor y en tensión, uuuummmmmm.....
CAMUS: (muy sorprendido) Milo???????
El caballero de escorpio salió de detrás de una columna. Lucía espléndido con esa blusa de seda. Camus lo observaba embobado hasta que le miró el rostro y.... allí estaba esa maldita sonrisa suya. ¿Qué se creía? Él no sería otra de sus presas.
MILO: Qué te ocurre? Te has quedado muy callado. No te habré molestado, verdad?
CAMUS: No, es sólo que aún no me explico que haces en mi casa. En todos los años que nos conocemos no viniste nunca.
MILO: Yo siempre intento enmendar mis errores.
CAMUS: ................
Poco a poco, Milo se había ido acercando hasta colocarse detrás de él. Acercó sus labios al oído de Camus y provocándole un agradable cosquilleo.
MILO: En realidad tengo la esperanza de volver aquí a menudo.
CAMUS: A qué estás jugando? No creas que me voy a convertir en otro de tus vulgares amantes. Lo que pasó entre nosotros no te da derecha a...
MILO: A qué? Ya que has sacado el tema me gustaría saber qué fue exactamente lo que pasó.
CAMUS: na..na..da. Olvídalo.
Milo comenzó a acariciar suavemente los anchos hombros de su amado, deleitándose con el tacto de su piel. A Camus se le erizó todo el cuerpo y sintió un escalofrío que le hizo estremecer de placer. Esto complació mucho a Milo que ya hacía rato que se había excitado.
MILO: Te deseo.
CAMUS: No digas tonterías. Quiero que te vayas.
MILO: Estás seguro de lo que dices?
CAMUS: .....si.
MILO: No te creo. Si es así por qué te estremeces bajo mis caricias y tu miembro está a punto de estallar de deseo?
CAMUS: -suspiro – Tienes razón, te deseo, pero se que si dejo que pase algo más acabaré sufriendo. No puedo arriesgarme.
MILO:......
Camus se volteó y le miró fijamente a los ojos. La pasión había desapareció para dar paso al más aterrador frío. Milo sintió su total rechazo y se fue muy dolido sin decir nada.
Eso era lo que él quería ¿o no? Entonces por qué se sentía tan desdichado? Por su soledad? Por la oportunidad perdida? Para qué engañarse, lo que lo estaba matando era la profunda angustia y la lágrima solitaria que surcó el rostro de Milo cuando le pidió que se fuera.
Se había comportado como un cobarde.
Sólo habían pasado un par de horas desde que se había marchado, seguramente lo encontraría en su templo. No importaba lo que significase para Milo, tan sólo sabía que le amaba y que si no estaba con él moriría.
Se encaminó hacia la casa de escorpio con todas sus esperanzas en un puño, sintiéndose más vulnerable que nunca.
Ya había llegado ¿y ahora? Decidió entrar en silencio hasta su alcoba para darle una sorpresa, pero entonces.....
HOMBRE: Siiiiiiiii.....así.........más adentro.
MILO: Eres mío, me perteneces, estás aquí para darme placer.
HOMBRE: Haz conmigo lo que te plazca...... soy tu esclavo.
Abrió la puerta de golpe y lo que vió le destrozó. Milo, su Milo, estaba penetrando a otro hombre y lo miraba con lascivia. Volvió la cara hacia la puerta y le vio, se quedó blanco.
MILO: Camus yo.... tú me obligaste maldita sea!!!! Llevo semanas conteniéndome para ti y esta noche tú me rechazaste de forma tan absoluta.... (las palabras fueron muriendo en sus labios) – susurrando – Por favor, di algo, lo que sea.
CAMUS: - con lágrimas en los ojos – Adiós.
CONTINUARÁ.....
