(CAPÍTULO IX)
En cuanto Shura le dio la carta de Camus se puso en camino.
Mientras caminaba fue recordando el día en que se encontraron en el lago hacia el que se dirigía y en donde se besaron por primera vez. En realidad fue su único beso ya que no tuvieron más encuentros hasta el fatídico día en que su caballero de hielo se fue tan lejos de él como pudo. Todo parecía tan lejano.
Iba casi corriendo al encuentro de su amado. El fuego que inundaba su corazón al pensar en ese encuentro le daba la fuerza necesaria a pesar de que su cuerpo estaba todavía algo débil.
Quería encontrarlo lo más pronto posible para decirle de una vez todo lo que significaba para él, cuánto sentía la forma en que lo trató y prometerle, no, demostrarle, que lo amaría siempre ante todo y todos.
Allí estaba. Se le veía de espaldas, miraba el lago y una suave brisa jugaba con sus largos cabellos hacia su cara provocando que Camus se lo retirara grácilmente con sus delicadas pero fuertes manos. Esas manos le volvían loco cada vez que se las imaginaba pasando por su cuerpo en íntimas caricias......
Camus, Camus!!!!!
Miraba el lago, lo hacía desde un rato. Se preguntaba por qué tardaría tanto Milo en llegar, la larga espera lo estaba poniendo muy nervioso y mermaba su confianza.
¿Vendrá o pensará que no vale la pena perder el tiempo con un iluso como yo? Sé que no debo pensar así pero tengo tanto miedo al dolor.... la última vez casi me muero de pena. ¿Qué haré si sucede de nuevo? Al fin y al cabo el no me ha dicho que sienta algo por mí. Quizás sólo fue gratitud lo que sintió cuando lo curé........
Estaba tan sumido en sus pensamientos que le costó darse cuenta de que Milo lo llamaba.
MILO: - con las mejillas rojas por la carrera – Hola Camus, vine en cuanto pude.
CAMUS: Pues llevo esperándote un buen rato y hace mucho viento.
Milo se sorprendió mucho por el tono de voz que utilizaba Camus, se mostraba tan frío de nuevo que creyó haber imaginado todo lo que pasó hacía apenas unos días. Inconscientemente adoptó su típica postura defensiva e irónica.
MILO: Vamos Camus, no irás a decirme que un trocito de hielo como tú siente frío por un poco de aire.
CAMUS: - una punzada en el pecho – No, supongo que alguien tan frío como yo no es capaz de sentir nada.
MILO: - arrepentido al oír la pena en su voz – Yo no quise decir eso, solo fue una broma....
CAMUS: Déjalo, todos conocemos de sobra tu forma egoísta de ser. Primero tú y si sobra algo para ti.
MILO: Se puede saber que te ocurre? Por qué estás tan molesto conmigo? No sé que te hice pero lo siento.
CAMUS: - un poco más calmado – Perdóname, en realidad me enojo porque me duele que pienses así de mí.
MILO: Pero eso no es verdad. Dime, por qué no te decides a contarme lo que en realidad deseabas decirme al citarme en este lugar?
CAMUS: Por miedo.
MILO: Miedo? A qué Camus?
CAMUS: A ti, a mí, a lo que podría ocurrir si yo.....
MILO: Me confiesas tu amor?
CAMUS: ............ No sé si podré volver a confiar en ti. Ni siquiera sé qué sientes tú!!!
MILO: No lo sabes? Lo mismo que desde el día en que te conocí.
CAMUS: Entonces no soy para ti nada más que un cuerpo helado, no soy nada.
MILO: Cómo puedes decir eso!!!! Sabes por todo lo que he pasado desde que te fuiste?
CAMUS: Tú? Sí que lo sé. Te la has pasado de juerga en juerga con todo el que se te ponía por delante, como aquel con el que te encontré después de decirme que querías algo contigo. Y aún así se supone que debo creer lo mal que lo has pasado?
MILO: - perplejo – No sabía que me odiaras tanto.
CAMUS: Odiarte? No, más bien siento lástima por ti. No eres más que un pobre diablo que jamás ha hecho nada por nadie más que por sí mismo. (Qué está pasando? Yo ya olvidé todo eso al decidir volver. Por qué le ataco de esta forma?).
MILO: Eso piensas? Entonces no pierdas más tu precioso tiempo y piérdete de mi vista para siempre!!!
Silencio – No sabían cómo ni por qué comenzó una pelea que ninguno de los dos deseaba pero estaban en un punto en el que, después de decir tantas cosas, no podían retroceder. Por orgullo, siempre el maldito orgullo. Se miraron fijamente. CAMUS: Adiós. Es la segunda vez en mi vida que me despido de ti y esta vez será para siempre. MILO: - No te vayas por favor, otra vez no, no lo soportaré – (Pero no salió sonido alguno de sus labios). Vio impotente cómo Camus se volteaba y comenzaba a alejarse. Su alma le pedía a gritos que fuese tras él, que no le dejase ir. Pero su cuerpo no se movía.
No era posible que aquello estuviese ocurriendo. Por qué se alejaba de él cuando lo que más deseaba en el mundo era refugiarse en sus brazos amando y siendo amado? Le dolía la cabeza, sentía una pesadez y un sopor en el cuerpo que le impedían avanzar. Aún estaba recuperado del todo por el esfuerzo que supuso encender su último cosmos para Milo. Se quedó quieto. Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas..... Oscuridad.
CONTINUARÁ....
En cuanto Shura le dio la carta de Camus se puso en camino.
Mientras caminaba fue recordando el día en que se encontraron en el lago hacia el que se dirigía y en donde se besaron por primera vez. En realidad fue su único beso ya que no tuvieron más encuentros hasta el fatídico día en que su caballero de hielo se fue tan lejos de él como pudo. Todo parecía tan lejano.
Iba casi corriendo al encuentro de su amado. El fuego que inundaba su corazón al pensar en ese encuentro le daba la fuerza necesaria a pesar de que su cuerpo estaba todavía algo débil.
Quería encontrarlo lo más pronto posible para decirle de una vez todo lo que significaba para él, cuánto sentía la forma en que lo trató y prometerle, no, demostrarle, que lo amaría siempre ante todo y todos.
Allí estaba. Se le veía de espaldas, miraba el lago y una suave brisa jugaba con sus largos cabellos hacia su cara provocando que Camus se lo retirara grácilmente con sus delicadas pero fuertes manos. Esas manos le volvían loco cada vez que se las imaginaba pasando por su cuerpo en íntimas caricias......
Camus, Camus!!!!!
Miraba el lago, lo hacía desde un rato. Se preguntaba por qué tardaría tanto Milo en llegar, la larga espera lo estaba poniendo muy nervioso y mermaba su confianza.
¿Vendrá o pensará que no vale la pena perder el tiempo con un iluso como yo? Sé que no debo pensar así pero tengo tanto miedo al dolor.... la última vez casi me muero de pena. ¿Qué haré si sucede de nuevo? Al fin y al cabo el no me ha dicho que sienta algo por mí. Quizás sólo fue gratitud lo que sintió cuando lo curé........
Estaba tan sumido en sus pensamientos que le costó darse cuenta de que Milo lo llamaba.
MILO: - con las mejillas rojas por la carrera – Hola Camus, vine en cuanto pude.
CAMUS: Pues llevo esperándote un buen rato y hace mucho viento.
Milo se sorprendió mucho por el tono de voz que utilizaba Camus, se mostraba tan frío de nuevo que creyó haber imaginado todo lo que pasó hacía apenas unos días. Inconscientemente adoptó su típica postura defensiva e irónica.
MILO: Vamos Camus, no irás a decirme que un trocito de hielo como tú siente frío por un poco de aire.
CAMUS: - una punzada en el pecho – No, supongo que alguien tan frío como yo no es capaz de sentir nada.
MILO: - arrepentido al oír la pena en su voz – Yo no quise decir eso, solo fue una broma....
CAMUS: Déjalo, todos conocemos de sobra tu forma egoísta de ser. Primero tú y si sobra algo para ti.
MILO: Se puede saber que te ocurre? Por qué estás tan molesto conmigo? No sé que te hice pero lo siento.
CAMUS: - un poco más calmado – Perdóname, en realidad me enojo porque me duele que pienses así de mí.
MILO: Pero eso no es verdad. Dime, por qué no te decides a contarme lo que en realidad deseabas decirme al citarme en este lugar?
CAMUS: Por miedo.
MILO: Miedo? A qué Camus?
CAMUS: A ti, a mí, a lo que podría ocurrir si yo.....
MILO: Me confiesas tu amor?
CAMUS: ............ No sé si podré volver a confiar en ti. Ni siquiera sé qué sientes tú!!!
MILO: No lo sabes? Lo mismo que desde el día en que te conocí.
CAMUS: Entonces no soy para ti nada más que un cuerpo helado, no soy nada.
MILO: Cómo puedes decir eso!!!! Sabes por todo lo que he pasado desde que te fuiste?
CAMUS: Tú? Sí que lo sé. Te la has pasado de juerga en juerga con todo el que se te ponía por delante, como aquel con el que te encontré después de decirme que querías algo contigo. Y aún así se supone que debo creer lo mal que lo has pasado?
MILO: - perplejo – No sabía que me odiaras tanto.
CAMUS: Odiarte? No, más bien siento lástima por ti. No eres más que un pobre diablo que jamás ha hecho nada por nadie más que por sí mismo. (Qué está pasando? Yo ya olvidé todo eso al decidir volver. Por qué le ataco de esta forma?).
MILO: Eso piensas? Entonces no pierdas más tu precioso tiempo y piérdete de mi vista para siempre!!!
Silencio – No sabían cómo ni por qué comenzó una pelea que ninguno de los dos deseaba pero estaban en un punto en el que, después de decir tantas cosas, no podían retroceder. Por orgullo, siempre el maldito orgullo. Se miraron fijamente. CAMUS: Adiós. Es la segunda vez en mi vida que me despido de ti y esta vez será para siempre. MILO: - No te vayas por favor, otra vez no, no lo soportaré – (Pero no salió sonido alguno de sus labios). Vio impotente cómo Camus se volteaba y comenzaba a alejarse. Su alma le pedía a gritos que fuese tras él, que no le dejase ir. Pero su cuerpo no se movía.
No era posible que aquello estuviese ocurriendo. Por qué se alejaba de él cuando lo que más deseaba en el mundo era refugiarse en sus brazos amando y siendo amado? Le dolía la cabeza, sentía una pesadez y un sopor en el cuerpo que le impedían avanzar. Aún estaba recuperado del todo por el esfuerzo que supuso encender su último cosmos para Milo. Se quedó quieto. Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas..... Oscuridad.
CONTINUARÁ....
