En el aire

Un nuevo día. Una nueva oportunidad de pasar junto a él, de verle cerca. Aunque nadie lo sepa, tengo corazón y mi corazón se desboca cuando le ve aparecer. Espero ansiosa mi momento, el momento en que sentiré el aire rozándome como tantas otras veces. Es mi elemento y en él soy libre. Y hoy volveré a sentirlo nuevamente, hoy me volveré a sentir en casa.

No sé cuanto tiempo, no tengo constancia de ello, pero cuando menos lo espero, noto mi liberación y me lanzó al mundo, al cielo abierto. Y entonces... le veo. Ahí está él. Y mi pequeño corazón me dice que seré para él, sólo para él. Le veo buscándome con la mirada, sus ojos verdes rastrean mi camino pero aún no, aún deseo ser yo quien disfrute de su presencia. Pasó cerca de él pero no me ve. Pero le siento, siento su agitación, siento su corazón latiendo con fuerza como si fuera el mío propio. Sé que quiere sentirme, que quiere tenerme entre sus manos y lo hará, oh sí, de ello estoy segura. Sé bien que cuando sus dedos me rozan siente una descarga que le invade y una sonrisa se dibuja en su rostro. Y yo entonces, me siento feliz porque él me tiene. Pero como siempre, soy objeto de deseo de alguien más. Siempre ocurre igual. Ahí están esos otros ojos que me buscan: hoy son ojos grises, fríos, de los que quiero escapar. No quiero que me vea, no quiero que me toque, no quiero ser suya. Me estremezco de pensar que pueda alcanzarme y que no me permita estar junto a él. Aunque afortunadamente, no suele ocurrir. Siempre los eternos ojos verdes captan mi presencia antes y me atraen hacia él, hipnotizada por su mirada, hipnotizada por su alma.

Mi corazón llama al suyo y mi conciencia, esa conciencia que creen que no tengo por no ser humana, me dice que ya es el momento. Aparezco ante su vista, en su campo de visión, y veo como me sonríe. Sabe que le espero. Vuela tras de mí, con su mano extendida, pendiente de mis movimientos y se acerca. Pero los ojos grises me vieron también, me asustan, me hace sentir miedo por la forma en que me trata. Prefiero volver a esconderme aunque tenga que retrasar mi encuentro con él. Lo prefiero antes de que, por mano del destino, consiga hacerme suya el dueño de los ojos grises.

Y sigo mi camino, volando por el cielo, acercándome al sol, a las estrellas que no se ven por la luz del día pero que ahí están. Siempre están aunque no las vea, como lo que siento por él aunque él no lo sepa. Y vuelvo verle, solo, buscándome desesperadamente. Su pelo negro se agita al viento, ¡cómo quisiera poder acariciarlo y sentir su tacto! Pero es imposible, la leyes de la naturaleza no me dieron la posibilidad de tocarle. Pero sí de sentir su mano sobre mí. Me lanzo de nuevo a su encuentro, no resisto la espera, como él tampoco. Y de nuevo, me ve y ahora sé que me alcanzará. Se acerca y juego con él, volamos libres por el aire, sé que él lo disfruta también. Sé que en el aire es feliz como yo. Su mano se extiende y sus dedos me rozan ligeramente. Me estremezco por que en segundos seré suya...

Se sigue acercando y noto su tacto sobre mí, la dulzura con la que me atrapa. Su mano se cierra en un abrazo y me siento bien, ahora sí me siento en casa. Noto cómo su corazón late a la misma vez que el mío porque deseaba este encuentro tanto como yo. Y está feliz de tenerme, de sentirme entre sus dedos. Descendemos a tierra y dejo de batir mis alas. Ha abierto su mano y me mira, sus ojos verdes me miran y yo, plena de felicidad, me dejo llevar por el sentimiento y vuelvo a desplegar mis alas sobre su mano, batiéndolas con fuerza, como cada latido que siento pero sin apartarme de él, sin echar a volar, sólo para que él pueda intuir lo que me hace sentir...

¿Quién dice que no puedo tener corazón por ser sólo un objeto encantado? La magia me hizo nacer el corazón en mi interior. Lo tengo y late por él, sólo por él.