Capítulo N° 6: Un NO muy Agradable viaje.

         Era 1° de Septiembre y Harry estaba en camino a la estación de King's Cross en el auto de los Dursley, con tía Petunia. Como habían quedado en la entrada del Caldero Chorreante, cuando iba entrando a l estación se encontró con Hermione y  sus padres.

         —Buenos días Melissa, Alvaro –saludó amablemente tía Petunia.

         —Buenos días Petunia –respondieron de igual forma, ambos mencionados.

         —Hola Harry –saludó Hermione. Al fijarse en ella, Harry notó que se había alisado el pelo y que se veía más linda que nunca…

¡Alto, Alto, Alto!, Se regañó a sí mismo, mentalmente, Harry. En que estás pensando, Harry. ¡Es solo tu amiga!

         —Hola Hermione –Saludó Harry, borrando esos pensamientos de su cabeza.

         Ambos chicos tomaron un carrito, donde pusieron su baúl y la jaula con su mascota dentro (N/A: No se olviden de que Hermione tiene a Crookshanks). Luego se despidieron de sus familiares y de los de su amigo y partieron hacia la plataforma nueve y tres cuartos.

         Al cruzar la barrera, se encontraron con la Sra. Weasley y sus hijos que iban al colegio.

         —¡Ron, Ginny, Draco! –Les gritó Harry para que se dieran cuenta de su presencia.

         —¡Harry, Hermione! –Gritaron de vuelta los tres mencionados, para después correr hacia ellos.

         —¿Cómo están? –Preguntó Hermione en modo de saludo.

         —Muy bien –respondieron los tres a la vez.

         —¿Y ustedes? –Les preguntó Ginny.

         —¡Excelente! –Respondieron Ambos al mismo tiempo.

         De repente Harry se dio cuenta de la presencia de la Sra. Weasley, y fue a saludarla.

         —Buenos días Sra. Weasley –saludó, cortésmente, Harry.

         —¡Harry! ¡Hola, Cariño! –Lo saludó la Sra. Weasley, mientras lo abrazaba. Luego de soltarlo, continuó. —¿Qué tal las vacaciones?

         —Muy bien Sra. Weasley, gracias –contestó Harry con el mismo tono que antes.

         Sobresaltando a todos, se escucho un fuerte silbato que provenía del Expreso de Hogwarts.

         —Ya está, chicos. Mejor suban que o si no el tren los deja aquí –les advirtió la Sra. Weasley.

         —Adiós mamá –se despidieron Ron y Ginny (Fred y George ya se habían ido)

         —Adiós Sra. Weasley –dijeron Harry y Hermione.

         —Adiós Molly –se despidió Draco extrañando a Harry y Hermione. Pero luego Harry recordó lo que Draco le había dicho en la primera noche en el Caldero Chorreante y se lo explicó a Hermione.

         Se subieron al tren, y como todos los años, tomaron un compartimiento en uno de los últimos vagones, pero esta vez iban Ginny y Draco con ellos.

         Ni había partido el tren, cuando ya habían empezado a explicarle a Draco todo lo relacionado con Sirius; su inocencia, su nombre clave (Hocicos), y todo lo demás. Una sacudida les anunció que el tren estaba partiendo con su viaje a Hogwarts; segundo hogar de muchos, y para Harry, su verdadero hogar.

         Al partir el tren, Harry se cambió, porque siendo Prefecto tenía que andar con la túnica desde el inicio del viaje. Cuando abrió su baúl, se encontró con el regalo de Sirius y se acordó de lo que le había pedido en su carta.

         Tomó con delicadeza la varita mágica de su padre, para sentir nuevamente aquella sensación de calor y fuerza inexpresables. En silencio, la contempló por largos minutos, tantos, que sus amigos notaron su ausencia en la conversación.

         —¿Qué pasa Harry? –le preguntó en tono preocupado, Hermione.

         —Nada Hermione –respondió Harry de forma mecánica, sin poner atención.

         -¡Algo te pasa! –Le regañó Ron. —Miras tu varita como si fuera un tesoro o algo invaluable.

         —Es que no es mi varita –Lo corrigió Harry.

         —Entonces, ¿por qué la tienes? –Preguntó Draco.

         —Esta es... –pero Harry no podía continuar la frase.

         —Vamos, Harry.... dinos –lo presionó Ginny. —Qué tanto va a pasar por que nos digas.

         —Bueno, les digo –aceptó Harry. —Pero... –no alcanzaron a escucha lo que dijo.

         —¡Harry! –Empezó Ron. —¿Qué es tan especial en eso –señaló a la varita —...que no nos puedes contar?

         —No sé Ron. No puedo…

         Harry parecía otro, como si la varita lo controlara (N/A: que capacidad mental 9.9). O tal vez las intenciones de tener ese recuerdo guardado en secreto. Pero él nunca les había guardado secretos a sus amigos. Por qué ahora. Pero las palabras no salían de su boca. Era como si una barrera les impidiera salir. Le era imposible hablar en esos momentos. Ya ni podía excusarse con sus amigos por no poder decirles que era y que significaba esa varita para él. Lo intentó, pero no pudo. Ante la presencia de la varita de su padre, había enmudecido.

         —¡Harry! ¡¿Qué pasa que no hablas?! –le preguntó Draco, mientras lo zarandeaba. Pero Harry no podía responder.

         —¿Harry, que pasa? –le preguntó Hermione con preocupación. Pero Harry ya ni podía gesticular. Estaba inmóvil.

         —¡Harry! ¡Reacciona, por favor! –le gritó Ginny con histeria.

         Harry ya ni se movía. Parecía un cuerpo inerte. Poco a poco iba palideciendo y así, preocupando inmensurablemente a sus amigos. Ron lo sentó en uno de los asientos del compartimiento, y mientras lo hacia, se dio cuenta de que Harry empuñaba con inmensa fuerza la varita extraña. Se lo enseñó a sus amigos, y al instante Draco intentó quitársela, pero le fue imposible. Harry sujetaba con tal fuerza la varita que no se la pudo mover ni un centímetro.

         Harry ya estaba casi blanco y se iba enfriando poco a poco. Hermione y Ginny lloraban silenciosamente, mientras Ron y Draco intentaban quitarle la varita a Harry, que aseguraban, era la causa de su estado.

         Harry se sentía muy extraño. Bien y mal a la vez. Le dolía todo el cuerpo y lo sentía increíblemente débil. Pero a la vez se sentía muy bien. Adoraba esa sensación de libertad. De estar flotando en el aire sin problema, mientras una voz le susurraba al oído. Suponía que era la voz de su padre, porque la recordaba desde tercer año. Cada vez se hacía más fuerte el susurro y Harry quería ver a su padre, a su difunto padre.

         Pero, de repente, la sensación de flotar se detuvo al darse cuenta de algo. Su padre estaba muerto, y él vivo. Anhelaba con todas su fuerzas ver a sus padres, pero si lo lograba, moriría. ¿Qué sería de sus amigos? ¿De Sirius? ¿De Hagrid? ¿De los Weasley? ¿De Dumbledore? Toda la gente que había hecho miles de cosas con él, para él y por él. No podía abandonarlos. Y de repente se dio cuenta. Traicionaría a sus padres, que habían dado la vida por él. Que habían muerto para que él siguiera con vida. En vano sería la muerte de sus padres si él, con sólo quince años, se dejaba morir para verlos. Eso no podía ser.

         Ahora se sentía pésimo. Sintió en totalidad su cuerpo. Lo tenía frío y débil. Quería abrir los ojos, pero los párpados le pesaban demasiado. Sintió a sus amigos alrededor de él. Su presencia le dio fuerzas. Tantas, que pudo abrir los ojos y erguirse en el asiento.

         —¡Harry! –estalló Hermione entre sollozos, mientras se tiraba para abrazarlo.

         A Harry no le importó la impresión de sus amigos. Aunque el abrazo hay sido muy afectuoso, le produjo un intenso dolor, que por poco lo hace gritar.

         —Hermione... Suéltame... –le susurró en tono ahogado.

         —Perdón, Harry –se disculpó mientras lo soltaba y se levantaba.

         —¿Qué pasó, Harry? –le preguntó Ginny en tono preocupado, después de unos minutos de silencio, pero sin conseguir respuesta.

         —Harry… -Ron se le acercó lentamente con expresión de infinita preocupación. Ese era el Ron que le gustaba. El que se preocupaba por él siempre.

         —Harry, ¿estás mejor...? –Preguntó Draco. Harry respondió, negativamente, con un ligero meneo de la cabeza, aquella pregunta.

         Levantó su mano derecha, que seguía empuñando la varita de su padre. Al ver lo que hacía, sus amigos lo miraron con preocupación. Pero Harry sintió que ya podía controlar aquella varita. Sentía una fuerza inmensa recorrer su cuerpo, y como le había pedido Sirius, la quería probar. Pensó en probar un hechizo simple, como Diffindo. No tuvo, ni que susurrar la palabra, solo mirar fijamente la varita y pensar la palabra, el efecto y el afectado. Un segundo después, la manga derecha del polerón de Draco estaba simplemente sujeta por el brazo de su portador. Para el contrahechizo, que era Lexus (N/A: inventado por mí xP), hizo exactamente lo mismo y sintió la misma sensación de entrar en un cortísimo trance. Ni al segundo, la manga de Draco estaba reparada.

         —¿Qué diablos has hecho? –le preguntó el aludido, con un toque de temor.

         —Un hechizo –explicó Harry con tono obvio, pero cansado.

         —Pero si esa varita no es tuya –objetó Hermione.

         —Pero es la de mi padre –la contradijo Harry, sin tener problemas para decirlo.

         Eso, por supuesto, sorprendió desmesuradamente a todos sus amigos.

         —Harry, ¿escuché bien? ¿Esa varita es de tu padre? –preguntó Ron acercando su oído a Harry.

         —Sí –dijo Harry ya con volumen de voz normal, pero aún adolorido.

         —¿Pero de dónde la sacaste? –preguntó Ginny con ansiedad.

         —Fue el regalo de cumpleaños de Sirius –explicó Harry.

         —¡Pero por poco y te mata! –Estalló Hermione.

         —Si, tienes razón. Por poco y me muero, pero ahora la controlo sin problema –dijo como si nada, mientras sus amigos lo miraban con cara de horror.

         —¿Cómo que por poco y te mata? –Preguntó Ron haciéndose, de nuevo, el no oía bien.

         —Ron… -comenzó Draco-. ¿Qué acaso no te acuerdas de que hace un momento estaba FRIO, PALIDO y casi NO RESPIRABA?

         —Las dos primeras, no más –admitió Ron.

         —Entonces, Harry… ¡Te tienes que deshacer de esa varita! –exploto Hermione en preocupación.

         —Por ningún motivo, Hermione –objetó Harry.

         —¡Pero es peligrosa! –Gritó Ginny muy asustada.

         —NO. Fue el recuerdo de mi padre –explicó Harry, cabizbajo. —Su recuerdo. Las ganas de estar con él y con mi madre. No las resistí, y al ser la varita de mi padre, me intentó llevar con él. ¡Pero es cosa de autocontrol! –Replicó Harry, levantando la cabeza, intentando convencer a sus preocupados amigos. —Por favor… -rogó Harry volviendo a bajar la cabeza —...no me hagan deshacerme de la varita de mi padre. Cuando un mago compra una varita, ambos se hacen uno. Por favor, no me hagan deshacerme de esto. Es demasiado preciado para mí. No me hagan deshacerme de un recuerdo, un regalo, una parte de mi padre que puedo llevar conmigo.

         Sus amigos estaban anonadados con las palabras de Harry. No habían pensado el problema desde aquel punto de vista. Solo lo habían visto desde el punto de la seguridad de Harry, pero habían visto, claramente, como Harry descosía el polerón de Draco y reparado sin problema, sin ni siquiera pronunciar palabra, solo con la mente.

         —Está bien –asintieron sus cuatro amigos a la vez.

         —Pero dinos, Harry… -empezó Hermione, con curiosidad- … ¿cómo hiciste el hechizo sin decir palabra?

         —Para serte sincero, no sé –admitió Harry. —Fue una sensación muy extraña e increíble.

         -Por otra parte –comenzó Draco —¿Cómo te sientes?

         -Mejor,… –respondió Harry con sinceridad —pero me sigue doliendo todo el cuerpo.

         —Harry, será mejor que dejes esa varita –intentó convencerlo Hermione, pero sin éxito.

         —¡Ya te dije que NO! –La regañó Harry, casi en un grito.

         —¡Pero es peligrosa! –Insistió Ginny.

         —¡No lo es! –Contradijo Harry.

         —¡Entonces, por qué hace unos minutos estabas al borde de la muerte! –Continuó Ron.

         —Ron, ¿eres sordo o te lavas las orejas con pan? –Lo regañó Harry. —Te acabo de decir que no fue la varita, fui YO.

         —¡QUE QUIERES DECIR! –Estallaron Ron, Hermione y Ginny. Por su lado, Draco estaba muy silencioso y pensativo, ignorante de la conversación de sus cuatro amigos.

         —otra vez los sordos. Que fueron mis deseos –comenzó Harry. —Mis ganas de estar con mis padres. La varita, al ser de mi padre, sólo quería cumplir mi deseo, ya que podía hacer eso. FUI YO.

         —¡¿Pero qué va a pasar si te vuelve a pasar lo mismo?! –Preguntó Hermione entre preocupación e irritación.

         —¡No volverá a pasar! –Exclamó Harry, algo exasperado. Luego continuó más tranquilo—. No pasará otra vez. Te lo juro Hermione. Cuando hice el hechizo, sentí de distinta forma la varita. Te aseguro que no volverá a pasar, nunca.

         —Tu padre debió ser un gran mago si con su varita se puede hacer magia sin pronunciar palabra –dijo Draco de la nada, dejando a todos con los ojos sobre él. —Un muy fuerte mago.

         —No creo que nosotros podamos –dijo Hermione entrando en la conversación. —Creo que Harry puede porque es la varita de su padre, y ellos tienen muchísimo en común.

         —Hermione –llamó su atención Harry. —No sé si les he contado pero… -comenzó Harry en un susurró, haciendo que sus amigos se acercaran a él. —Mi varita y la de Voldemort son... bueno, iguales.

         —¡¡¡QUE!!! –El grito proferido por sus amigos debió escucharse en TODO el vagón.

         —Lo que escucharon –continuó Harry en el mismo tono que antes. —No hay mucho parecido entre la mía y la de mi padre.

         —Tú mismo dijiste, Harry –comenzó a explicar Draco-. El dueño y la varita se hacen uno al ser el primero en usarla. No es por la esencia, si no por el dueño, que tú puedes usar la varita de tu padre de aquella forma.

         —Puede ser –concluyó Harry. —No hay más vuelta que darle.

         Harry se empezó a levantar y sus cuatro amigos les hubiera gustado poder detenerlo, pero lo que ellos no sabían era que, para Harry, su simple presencia, amistad y preocupación era la mejor cura.

         —Voy al compartimiento de prefectos, si no les importa –anunció el chico. —Por las contraseñas y demás.

         Harry tomó como un sí el silencio y salió del compartimiento hacia el frente del tren. Caminó por los vagones, hasta llegar al más cercano a la locomotora. Entró al compartimiento donde vio a un Premio Anual y le pregunto lo que necesitaba. El chico le dijo la clave, cómo debía guiar a los nuevos, cómo eran las guardias nocturnas y le indicó las proporciones de los puntos que debía quitar si pillaba a un estudiante doblando reglas. Cuando Harry había decidido marcharse, escuchó que el Premio Anual lo llamó.

         —¡He! ¡Potter! ¿Sabes donde está la otra Premio Anual? Le tengo que explicar, porque es de quinto –le preguntó el chico.

         —Es Hermione. La llamo enseguida –contestó Harry girando sobre sí para ver al chico y luego para partir.

         En el caminó al compartimiento, se cruzo con la Sra. del carrito, así que supo que pronto podrían comer. Pero para su desgracia, cuando le quedaban unos metros para llegar al compartimiento, vio en la entrada de este a Crabbe y Goyle. Ambos empuñaban sus varitas y Goyle la tenía en alto.

         Harry se acercó sigilosamente, tanto, que ni sus amigos lo notaron. Se puso detrás de Crabbe y se quedó un rato viendo la escena, en la que Ron y Ginny estaban petrificados, Hermione en un rincón y Draco de rodillas en el piso, probablemente afectado por un hechizo.

         -¿Qué tal estás, Draco? –Preguntó Goyle con voz fría y amenazante.

         -¿Qué tal es la maldición Shack? –Preguntó Crabbe en el mismo tono que su compañero.

         -¿Por qué estás con ellos? ¿No que eras un Slytherin? –Volvió a preguntar Goyle.

         -¿Cómo te explicamos que tienes volver con nosotros? El petrificar a los Weasley no sirvió –comentó Crabbe con desagrado.

         -¿Qué tal la Sangre Sucia? –Preguntó Goyle con frialdad pura.

         -¡NO! –Objetó Crabbe. Luego, de improvisto, levantó la varita y gritó:

         -¡EXPELDO! –Draco se elevó de suelo, y como el lugar era estrecho y limitado, el golpe contra le ventana fue mayúsculo (N/A: el Expeldo es como el flipendo pero también sensibiliza los tejidos haciendo que se hieran con más facilidad).

         Harry se aclaró sonoramente la garganta para llamar la atención de los dos Slytherin. Los dos se dieron media, para encontrarse, cara  a cara, con el más enojado Harry Potter que podían haberse encontrado en su vida.

         —Serán 50 puntos menos para Slytherin por: Irrumpir en un compartimiento; amenazar con atacar a una Premio Anual; atacar alumnos sin razón alguna, y todo en presencia de un Prefecto, por cada uno –dijo Harry de forma calmada pero cortante y desafiante. —Ahora, si me hacen el favor, retírense.

         No les quedaba otra que irse. Crabbe y Goyle pasaron por al lado de Harry, propinándole un codazo que ni sintió.

         Harry hizo el contrahechizo para la petrificación y luego se acercó, rápidamente a Draco. Este tenía una mano en la cabeza y se quejaba de dolor. Harry levantó la vista y miró hacia la ventana. Estaba rota y manchada con sangre. El impacto había sido tan fuerte que el vidrio se rompió y a Draco le hizo una herida en la cabeza que sangraba descontroladamente. Harry, con infinito cuidado, le quitó la mano de la cabeza. Hermione, entendiendo sus intenciones, hizo el hechizo reparador y todos los vidrios desparramados por el piso volaron a la ventana. También unos pequeños fragmentos que estaban incrustados en la herida de Draco, volaron hasta la ventana, haciendo que al chico se le escapara un leve grito de dolor.

         —Vamos –dijo Harry ayudando a Draco a levantarse—. En el compartimiento de Prefectos hay lo necesario para atender esta herida. Y por otro lado, el chico que es Premio Anual, que está en séptimo quiere hablar contigo, Hermione.

         —Harry, ¿por qué dijiste que lo habías visto todo? –le preguntó Hermione con curiosidad.

         —No vi todo lo que pasó –admitió Harry. —Vi todo lo que dije.

         —Yo no te vi –dijo Hermione.

         —Bueno –concluyó Harry. —Eso, ahora no importa. Tenemos que llevar a Draco al compartimiento de Prefectos, que la herida le sangra sin parar y el hechizo Expeldo no es para usarlo en un lugar cerrado. Diez metros para atrás, como mínimo, y el impacto sigue siendo muy doloroso.

         Todos asintieron con la cabeza y después se encaminaron por el pasillo del tren hacia el frente de este. Al llegar al compartimiento, el Premio Anual miró espantado  Draco.

         —¡Que diablos pasó! –Explotó El chico despertó de su estupefacción.

         —Crabbe y Goyle, de Slytherin, atacaron a Draco hace unos momentos –explicó Harry—. Para ser más exacto, cuando yo volvía de aquí al compartimiento en donde estaban ellos –terminó señalando a sus amigos.

         —Bueno –comenzó el chico-. Malfoy, ven conmigo para calmar esa herida. Después me cuentas lo sucedido Potter.

         El chico se llevó a Draco a una pieza contigua, y mientras esperaban, una chica de Hufflepuff entró en el compartimiento.

         —¡HARRY POTTER! –Estalló la chica al notarlo.

         —Sí –respondió este, indiferente (...)

         —¿Eres Susan Bones? –Preguntó después de unos segundos de silencio.

         —S-si –tartamudeó ella.

         —Un gusto –dijo Harry extendiendo su mano. —Prefecto de Gryffindor.

         Harry estrechó manos con la chica de Hufflepuff para después presentar a los demás chicos que estaban con él.

         —Creo que debes saber quienes son –empezó Harry—. Hermione Granger, Premio Anual –terminó mientras veía que estrechaban manos.

         —No es por ofender ni nada pero... –empezó algo dudosa la Prefecta de Hufflepuff, dirigiéndose a Hermione. —Pensé que tú serías la Prefecta de Gryffindor.

         —A nadie ofendes –respondieron Harry y Hermione a la vez.

         —En verdad, yo pensaba igual que tú –admitió Harry, para luego continuar con la presentación.

—Estos son Ron y Ginny Weasley.

         Estos estrecharon manos con la Prefecta y después, Harry y ella se pusieron a conversar de lo que debían hacer. Harry el explicó, casi con las mismas palabras, lo que le había dicho el Premio Anual.

         —¿Y qué hacen aquí todos ustedes? –preguntó con curiosidad, Susan.

         —Draco –respondieron los cuatro a la vez.

         —¿Malfoy? –Preguntó de vuelta, muy extrañada. —¿El chico de Slytherin? No que eran enemigos.

         —Tú lo has dicho. Éramos enemigos –la corrigió Ron.

         —Disculpen, pero sigo sin entender –se disculpó la chica.

         —En verano pasó algo no muy agradable. Mejor no te contamos porque, a demás, es una larga historia –explicó Harry. —Lo que sucedió ahora es que Crabbe y Goyle fueron a nuestro compartimiento en busca de Draco para persuadirlo de que fuera un mortífago, pero este se rehusó de todas formas. Lo atacaron con en hechizo Shack, aquella maldición de descarga eléctrica de tres segundos. Lo habían amenazado ya, habiendo petrificado a Ron y Ginny, luego lo amenazaron con Hermione, y el ultimátum fue el hechizo Expeldo, que lo hizo darse contra el vidrio y hacerse una herida en la cabeza. Por eso estamos aquí.

         —¡Qué horror! –Exclamó Susan al terminar de oír la historia- ¡Pero como aprendieron esas maldiciones! ¡Son terribles!

         —Son un... –pero Harry no alcanzó  a terminar de explicar porque Draco salía en ese momento.

         —Gracias Ellis–le decía agradecía al Premio Anual.

         —No hay de qué, Malfoy–dijo el chico. Y ten cuidado con ese par de Crabbe y Goyle.

         —Si, gracias –terminó Draco, encaminándose hacia sus amigos.

         —¿Tú eres Prefecta de Hufflepuff? –Preguntó el chico a Susan.

         —Sí, soy yo. Susan Bones –respondió la chica.

         —Bueno, te digo lo que tienes que saber –comenzó el Premio Anual, que según había escuchado decir a Draco, su apellido era Ellis,

         —¡Ah! No hay por que. Harry me dijo todo –lo interrumpió Susan.

         —¿Todo Potter? –Preguntó dirigiéndose a Harry.

         —No –comenzó Harry. —Nuestra contraseña no, y no sé la de Hufflepuff. Por otra parte, ¿te cuento lo sucedido?

         —No gracias, Malfoy ya me lo contó. Bueno. Tú te quedas aquí, Bones… –comenzó a decir Ellis. ——¿Una de ustedes en Granger?

         —Si, soy yo –respondió la chica.

         —Te podrías quedar aquí, que tengo que explicarte algunas cosas…  –le pidió el chico. —Ustedes cuatro pueden irse –terminó dirigiéndose a Harry, Ron, Draco y Ginny.

         Los cuatro salieron del compartimiento y se dirigieron al suyo. En el camino, muy cerca de su compartimiento, estaba la Sra. del carrito, así que corrieron para sacar el dinero y poder comer toda clase de dulces. Hermione volvió justo cuando la Sra. del carrito llegaba. Compraron de todo un poco, entre los cinco y comieron todo lo que podían.

         Después del "almuerzo", llegaron las comunes visitas de todos sus compañeros de curso, de su casa (Seamus, Dean, Neville, Parvati y Lavender). Cuando llegaron se sorprendieron muchísimo al ver a Draco en el compartimiento (Seamus y Dean por poco y lo palean), pero Harry esperó a que llegaran todos sus compañeros y les contó la historia, incluido el ataque de Crabbe y Goyle. Después del relato, todos se disculparon con Draco y lanzaron exclamaciones de lástima al caer en la cuenta de que estaba en Slytherin.