Capítulo 1: La Confesión

Mientras bajaba perezosamente las escaleras de caracol hacia la sala común, levantó la vista y la distinguió profundamente dormida en uno de los sillones junto a la chimenea, que en esos momentos no mostraba nada más que oscuras cenizas. Tocó el suelo de la sala y se dirigió hacia ella silenciosamente. La luz del alba iluminaba su rostro mientras dormía, tenía la boca semiabierta y algunos rizos ocultaban sus ojos. Tenía un libro abierto encima de su regazo, con la tapa hacia el exterior. Parecía que lo había estado leyendo porque tenía una mano en él. Echó una ojeada al título y leyó "Entre la amistad y el amor, de Mark Reeves". Arrugó el entrecejo ¿Por qué querría ella leer tal libro? Observó más abajo los subtítulos, que decían como "¿Está usted confundiendo una gran amistad con amor?" o "¿Una amistad se le ha declarado? ¡Acá encontrará la solución" . No entendía por qué ella leía ese libro. No encontró ninguna respuesta en su mente porque Harry sabía perfectamente que a Hermione no le interesaban aquéllas cosas. Ella leía libros de cultura.
Acercó su cabeza a su oído, apoyando cada mano en los brazos del sillón, y le susurró su nombre, con la intención de despertarla pero, al ver que no sucedía nada, lo hizo de nuevo un poco más fuerte. Al instante, ella abrió los ojos, sobresaltada y giró su cabeza para mirarlo. Como habían estado tan cerca, sus narices se toparon, pero ninguno se apartó, sino que se quedaron así, mirándose. Harry no entendía por qué, pero no quería perder el contacto con ella. Ninguno hablaba. Podía sentir su respiración algo agitada por el susto y de pronto ella posó su mejilla con la de Harry y cerró sus ojos, haciendo que él se ruborizara.

- Vaya susto que me has dado, Harry...

- No te preocupes, soy yo... - musitó él, cerrando sus ojos también. Aún no lograba encontrar una explicación, pero le agradaba que Hermione estuviera cerca de él. Arrugó el entrecejo a darse cuenta de las cosas que pensaba.

- Creo que ya me di cuenta. – repuso ella sonriendo y apartándose, para desgracia de Harry. Él sonrió tontamente, no sabía que pasaba por su cabeza. De pronto la sonrisa desapareció de la cara de Hermione, y la de Harry vaciló hasta quedar serio. - ¿Cómo estás?

Lo sabía, siempre lo sabía. Ella podía tener completa certeza de cuándo Harry se hallaba mal o confundido. Él no había podido dormir y había bajado a la sala común, pero eso no era toda la razón. Él no quería volver a dormir porque había tenido una pesadilla en la que se veía involucrado. Caminaba junto a unos mortífagos en una planicie seca, oscura y con árboles sin vida. Pero lo peor de todo era que él era parte de ellos y se dirigían hacia una persona que yacía botada a unos pocos metros de ellos, con la cara vuelta hacia el otro lado. Harry pudo decir que era chica pues tenía el cabello largo y revuelto. Sólo habían quedado algunos metros que los separaban y levantaron sus varitas, escuchando como ella sollozaba. Estaban a punto de lanzar un hechizo cuando Harry sintió un doloroso golpe en el pecho y se había despertado, sudando. No quería molestar a los demás, por lo que se había vestido y había bajado a la sala común, con la intención de refrescar un poco su mente.

- Yo... no podía dormir. – vaciló. No quería decirle nada sobre el sueño. No quería preocuparla sin motivo. Ya tenía mucho trabajo siendo prefecta, estudiando para los exámenes y además cosiendo gorros y calcetines para elfos, horas extras en la noche.
Ella lo miró ladeando su cabeza hacia un lado, dubitativa.

- ¿Seguro?

- Sí... - confirmó Harry, pero algo le decía que Hermione sabía perfectamente que no decía lo suficiente.
Durante los dos últimos años, Harry y Hermione se habían vuelto muy cercanos. Ron seguía siendo su amigo, de eso no había duda, pero tampoco había en que Harry y Hermione tenían mucha unión y se entendían a la perfección. Y ahora, en el séptimo año en Hogwarts, parecía que podían leer las mentes del otro.

- Harry, tú sabes que puedes decirme la verd...

- Hermione. – pisó la frase Harry. Mirándola intensamente, le tomó una mano, se hincó frente a ella y dijo – No te preocupes, porque lo haces demasiado.

Hermione observó la mano de Harry, sobre la de ella y la apretó cariñosamente. Luego volvió a levantar la vista hacia él.

- Pero, Harry... yo...

- Sin peros, Hermione. Ya bastante tienes con lo que haces para preocuparte de mí.

- Pero, ¿cómo no me voy a preocupar de ti?

- Suficiente sobre mí. – repuso Harry. - ¿Qué hay de ti? ¿Por qué leías ese libro?
Harry señaló con un movimiento de su cabeza el libro que aún seguía abierto en el regazo de Hermione. Ella miró a Harry con la boca algo abierta.

- ¿L-libro? – tartamudeó y luego bajó la vista. - ¡Ah! Este libro... bu-bueno...- soltó la mano de Harry y tomó el libro. Lo cerró bruscamente y lo guardó de forma rápida en una mochila que estaba al pie del sillón en el que ella estaba sentada. Volvió a su postura normal y lo miró algo nerviosa. - yo...quiero decir que... viste el título ¿no? Me refiero... estaba muy expuesto a todo el mundo y hubiera sido difícil que pasara desapercibido...

- Sí, vi el título. – admitió Harry, sintiéndose algo culpable. – Pero, ¿por qué lo leías? Que yo sepa a ti no te han interesado esas cosas...

- Y tienes mucha razón, Harry... pero, la cosa es que se me hace indispensable leerlo... - confesó ella.

- No entiendo...

- Yo... e-esto... - vaciló Hermione mirando a varios lados, pero de pronto arrugó el entrecejo y miró a Harry, extrañada. - ¿No te ha contado?

- ¿Quién?

- Bueno... Ron... - dijo ella en un tono de voz bajo.

- ¿Ron? – preguntó Harry perplejo. - ¿Qué se supone que tendría que decirme?

- Harry... él en la noche... - suspiró nerviosamente, mirando el piso.

- ¿Qué pasó en la noche, Hermione?

- Ron... me... - comenzó ella pero, de pronto se levantó bruscamente del sillón y ocultó su cara entre sus manos. - ¡Ay, Harry, no puedo decirte esto!
Harry la miró y se puso en pie también. Se acercó a ella y le descubrió su rostro de sus manos, suavemente, para observar con asombro que lágrimas llenaban los ojos de Hermione.

- Hermione... está bien, no me lo cuentes, pero quédate tranquila. – la calmó Harry y la rodeó con sus brazos. – No llores.

- Es que tengo que decírtelo... pero no sé cómo... - aclaró ella correspondiéndole el abrazo y respirando con cierta dificultad.

- Primero, cálmate.
Ella comenzó a respirar profundamente y luego apoyó su cabeza en el hombro de Harry.

- Ayer en la noche, – empezó a relatar. – cuando terminamos la cena, Ron me llevó aparte y... me dijo... que... - tembló un poco. – que me amaba.

- ¿Cómo? – exclamó Harry, apartándose.

- ¿Me entiendes ahora? – dijo ella mirándolo entre sus lágrimas. – Por eso leía aquél libro, para ver en qué me podía ayudar. Salían varios casos de amigos que terminaban enamorándose, o cuando un amigo comenzaba a confundir sus sentimientos. Yo no quiero herir a Ron, nunca antes había vivido una cosa así, por eso me desespero... porque ¡No sé qué hacer! – rió tristemente. – No soporto eso... Yo... yo no quiero a Ron, quiero decir, sí lo quiero pero, no de aquella manera...

- Pero, ¿qué le dijiste? Cuando te llevo y te dijo eso... ¿qué le respondiste?

- Casi no me dejo tiempo para contestar, yo vacilé y él me pidió ser su novia... yo volví a vacilar, estaba completamente sorprendida, y me dijo que tenía todo el tiempo para pensármelo, que él esperaría. Y luego, como somos prefectos, se fue a llamar a los de primero... yo estaba muy impactada como para hablar.

- Por eso estabas tan pálida anoche y fuiste al dormitorio apenas llegamos...

- ¿Estaba pálida? Bueno... sí, ya te dije, nunca me había pasado algo así.
Un silencio reinó en la sala común. Las nubes llenaban el cielo, de modo que no se podía obtener el calor del sol a través de la ventana.

- No sé qué hacer. – susurró Hermione, mordiéndose el labio inferior, mientras miraba la chimenea.

- Bueno, debes empezar diciéndole la verdad... - aconsejó Harry.

- No es fácil...

- Hermione. – dijo él tomándola de los hombros. – Sé que no es fácil, pero debes, al menos, intentarlo. Imagina que tú le sigues diciendo a Ron que debes pensártelo ¡cuando en realidad no estás enamorada de él! Y traicionarías tus propios sentimientos. Él se esperanzaría y cuando esto llegara muy lejos ya sería demasiado tarde. Tú le tendrías que decir la verdad y a él se le rompería el alma. No creo que la amistad sería lo mismo. Por eso, tienes que ser sincera y decirle, antes de que le entregues falsas esperanzas.

- ¡Vaya, Harry! – exclamó Hermione con ojos ensanchados. – Has adquirido experiencia, me parece... ¿no?

- Eso es porque tú me has ayudado.
Ambos sonrieron.

- Bueno, 'Mione, mejor vamos a desayunar...

- ¿Mione? – preguntó ella extrañada, alzando una ceja.

- Sí, bueno, es un lindo apodo ¿no?

- Eso creo. Prefiero ese que Hermy – sonrió ella. – De todas maneras, si viene de ti está bien.
Ella bajó la vista suspirando.

- No te preocupes más, 'Mione, yo te ayudaré.

- ¿Lo harás? – dijo ella levantando la vista, esperanzada.

- Claro. – sonrió él. – Por eso eres mi amiga.
Ella rió alegre.

- Vamos. – repitió Harry y la tomó de la mano, llevándola a través de la sala común hacia el hueco del retrato, que les permitiría salir.
Los dos salieron de la sala común, dejándola vacía y silenciosa, pero sus voces aún pudieron oírse desde afuera, mientras bajaban por las escaleras.