Capítulo 8: Reunión de amigos

Al día siguiente resultó extraño que ninguno de los profesores preguntara por la ausencia de Harry y Hermione a las clases del día anterior. Se comportaron quizá demasiado normalmente. Pero Harry tenía otras preocupaciones en su mente. Siempre que podía lograba captar la mirada de Hermione en las clases, pero ella escribía y escribía, no sabía si a propósito o porque quería reanudar sus clases perdidas. Ron tampoco hablaba demasiado, más bien se centraba en algún punto de la sala para mirar fijamente. El ambiente de incomodidad incrementaba a cada segundo entre ellos, por lo menos para Harry. No creía que podría ocultar más lo que tenía con Hermione. Simplemente no podía quitar los ojos encima de ella.
Durante la hora de almuerzo se sentaron juntos, como era de costumbre, pero no se dirigieron palabra en todo el rato y Hermione se levantó antes que nadie, diciendo que tenía que pasar a la biblioteca antes de ir a clase. Ron dio un largo suspiro y apoyó su frente en su mano.

- Es horrible...
Harry entendía a qué se refería.

- Sí – afirmó mientras volvía la vista hacia la puerta del Gran Comedor, pero Hermione ya se había esfumado.

- Ya no puedo estar así... Quizá me confundí...
Harry sintió compasión por su amigo.

- Es posible – contestó observándolo. No se atrevía a confesarle sobre lo que tenía con Hermione, debían hacerlo los dos. – Yo me voy – añadió. – Ya sabes como es Snape si uno llega demasiado tarde y tengo que tener buenas notas en esa asignatura...

- Sí – musitó Ron con su vista en su plato a medio comer. – Buena suerte.

- Gracias – dijo Harry y se levantó, con su mochila al hombro.
Pero no tenía ninguna intención en ir a la mazmorra de Snape, por ahora. Primero que nada, pasaría a dar unas vueltas por la biblioteca y tener una conversación con una persona...
Entró en ella e instintivamente miró las mesas de estudio en la que habían varios estudiantes plantados en los libros y escribiendo con toda rapidez. Las recorrió con sus ojos hasta hallar a la persona que buscaba. Hermione escribía sobre un gran pergamino, en el que se veía una redacción muy detallada sobre Aritmancia. Harry llegó donde estaba ella y tomó asiento a su lado.

- ¿Mucho trabajo?

- Sólo quería agregarle unos cuantos detalles – dijo Hermione escribiendo. – Ya sabes... para estar segura de que está todo...

- Hermione – interrumpió Harry. - ¿Cuándo piensas solucionar todo esto?
Hermione cerró los ojos y lanzó un suspiro. Se veía bastante agotada al tratar ese tema.

- Cuando sea necesario, Harry.

- ¿Y cuándo es eso? No puedes dejar que el ambiente...

- ¡Si sé que está tenso! – dejó escapar ella, dejando su trabajo. – No necesitas recordármelo. Pero, no es fácil...

- ¡Más silencio, señorita! – se escuchó a la Señora Pince
Hermione enrojeció notablemente y soltó una risita nerviosa, antes de reanudar su trabajo y seguir escribiendo.

- Verás, Harry – musitó mientras escribía. – Nunca pensé que el asunto se volvería tan...

- ¿Complicado? – sugirió Harry.

- Exacto – dijo ella dejando de escribir y mirando el trozo de pergamino pensativamente. – Pero ya me decidí... no podemos dejar que el tiempo pase... Así no llegaremos a ninguna parte, tienes razón. – se volvió hacia Harry. – Tenemos que hablar esta misma noche, Harry. Ron va a tener que aceptar las cosas...
Harry posó su mano sobre la de ella y la apretó gentilmente.

- Todo va a salir bien – aseguró con una sonrisa y le dio un suave beso en la frente. Acto seguido se levantó y agarró su mochila para dirigirse a las mazmorras.
Muy pocas personas habían quedado en la asignatura de Pociones. Milagrosamente (quién sabe cómo sucedió), Harry tuvo su calificación lo bastante alta como para quedar en ella. Quizá no era tan malo después de todo, o había sido suerte. No lo sabía. Trató de concentrarse toda la clase, pero los sucesos actuales lo tenían distraído. Sin embargo, consiguió hacer la poción correctamente y Snape no lo regañó, pero tampoco le dijo nada, como si fuera invisible. Su comportamiento había cambiado drásticamente con él desde hace un tiempo, más bien lo ignoraba, como si no estuviera en la clase, pero eso favorecía a Harry enormemente, porque conseguía mucha más concentración sin Snape encima de él, fijándose en todo lo que hacía. Recordó sus primeras clases de pociones en Hogwarts y un acceso de rabia le recorrió el cuerpo. No podía dejar de sentir ese odio que le tenía a Snape desde que tuvo la desgracia de conocerlo, pero tenía que admitir que había disminuido un poco con el transcurso de los años.

- Que raro, Potter, ayer no te vi en todo el día – musitó maliciosamente una voz que arrastraba las palabras a su lado.
Harry se giró y vio, con desprecio, a Malfoy lanzándole una horrenda sonrisa de satisfacción.

- No recuerdo haberte invitado a hablar, Malfoy – replicó Harry fríamente mientras reanudaba su trabajo con la poción y se ponía a machacar una cabeza de escreguto.

- Ni a ti... - continuó Malfoy como si no hubiera oído nada. – Ni a esa Granger.
Esta vez, Harry giró su cabeza tan rápido que creyó que se había roto el cuello. Si Malfoy se enteraba de lo que había pasado, podría inventar cualquier cosa que quisiera y sería un infierno eterno...
Su sonrisa se acentuó. Me parece que andas en algo raro con ella, Potter – prosiguió. – Y tú sabes que mis suposiciones siempre son ciertas...

- Cierra el pico, Malfoy – dijo Harry, procurando no despertar ninguna sospecha en Snape, mientras seguía machacando la cabeza de escreguto. – Tú no sabes de absolutamente nada.

- ¿Ah, no? – desmintió él. – Pues, me parece que te equivocas, Potter, pues en el baño de las chicas generalmente no entran los hombres ¿no es así?
Harry lo observó fijamente con sus ojos muy abiertos, sin poder creer lo que oía ¿qué demonios significaba eso? Él no podía saber nada... a menos que alguien le hubiera contado, pero, no tenía sentido: nadie se había enterado que él, Harry, había pasado el día en el baño de las chicas ¿cómo podía Malfoy saberlo? ¿o había sido sólo una coincidencia? Al pensar en esa posibilidad se regañó a sí mismo por su reacción y trató de calmarse, mientras sentía como Malfoy observaba los efectos de sus palabras satisfactoriamente.

- Cree lo que quieras, Malfoy, pero no en que tus suposiciones son ciertas, porque te pasas de soñador – replicó.
En ese mismo instante sonó la campana indicando el final de las clases.

- Continuaremos la próxima clase – informó Snape. – Traigan todos sus materiales ya hechos y una redacción sobre sus propiedades y sus usos de 50 centímetros.
Harry, aliviado por no tener que escuchar el comentario de Malfoy, guardó todos sus materiales y se echó su mochila al hombro, listo para abandonar la clase los más rápido posible que sus piernas le permitieran.

El final del día llegó más rápido de lo que él mismo hubiera deseado y ya era la hora de la cena. Al llegar al Gran Comedor, notó que alguien le agarraba su brazo y giró su cabeza para hallar a Hermione que se unió a su lado hacia el camino a la mesa de Gryffindor.

- ¿Cómo estuvo tu día? – preguntó ella.

- No estuvo mal – contestó, mientras alcanzaban unos asientos. Miró a su alrededor percatándose de algo: - ¿Dónde está Ron?
Hermione miró la puerta abierta del Gran Salón y luego recorrió la mesa de Gryffindor con sus ojos.

- Pensé que ya habría llegado – fue todo lo que dijo antes de sentarse junto a Harry.

- No andaba muy bien en el almuerzo – comentó, al tiempo que cogía un par de papas con el tenedor.

- Espero que no esté peor después... - dijo ella.
Harry la miró.

- Estará bien – aseguró.
Echó una ojeada a la puerta para ver si lo descubría caminando hacia allí, pero sus ojos se detuvieron en un chico de cara puntiaguda y pelo rubio platino.

- Creo que Malfoy sospecha algo – dijo girándose hacia Hermione. – Sobre nosotros.
Ella se vio alarmada.

- ¿Cómo lo sabes?
Harry le relató todo lo que le había dicho en la clase de Pociones. Al acabar ella se quedó con la mirada fija en la mesa de Slytherin.

- Bueno, aún no puede decir nada – objetó y luego se volvió a Harry. – Pero, me pregunto como habrá sabido algo... - añadió pensativa. – Puede que haya sido sólo una coincidencia ¿quién le pudo haber contado?
Harry dirigió su vista hacia la mesa de Ravenclaw, donde Luna comía un bife con sus grandes y azules ojos recorriendo el Gran Salón.

- ¿Crees que fue Luna Lovegood? – sugirió de pronto Hermione, como si le hubiera leído el pensamiento.

- Es la única que sabe... - opinó él. Luego se encogió de hombros y siguió comiendo. Tragó y dijo: - Pero, ella no es mala persona ¿no?

- Recuerda que ella estaba furiosa cuando esas chicas se burlaron de ella – apuntó Hermione, mientras cortaba su carne. – Puede que haya hecho salir algún comentario sin querer en medio de su enojo.
Harry reflexionó sobre esa posibilidad.

- Espero que no – dijo finalmente. – Imagina si Malfoy se entera – un estremecimiento lo recorrió. – No sería nada muy agradable.

- Ya lo creo que no – opinó ella, mirando ensimismada su plato, mientras comía.
En ese preciso instante, Harry viró su vista hacia la puerta y vio entrar a Ron, que caminaba solitario con su mochila en un hombro, sujetada con una mano, mientras la otra estaba en su bolsillo. Miraba el piso con aire deprimido.

- Ahí viene Ron – informó Harry.
Hermione dio un suave respingo y levantó la vista. Ron también la levantó y sus ojos se posaron ella, mientras se acercaba a la mesa.

- Aquí hay un espacio – dijo Harry en cuanto Ron llegó y le mostró un asiento vacío a su lado.
Ron tomó asiento en él.

- ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó Harry.

- He hecho otras cosas – contestó no muy convincente y desviando su mirada.
Hermione siguió comiendo como si nada hubiera pasado. Harry miró a Ron y luego a Hermione, y nuevamente a Ron. Se dio cuenta de que éste tenía los ojos medio enrojecidos.

Al terminar de cenar los tres, se levantaron y, tomando sus mochilas, hicieron su camino a la sala común. Harry notó que comenzaba a ponerse nervioso.
"Todo saldrá bien", se decía, "Sólo tienes que relajarte".
Pero no era algo que podía hacer muy fácilmente. Notó que Hermione a su lado estaba muda y observaba el piso, como si no lo hubiera visto nunca. De pronto, la voz de Ron surgió de la nada:

- Hermione...
Ella levantó la vista.

- ¿Podemos...? – dijo con voz ronca señalando una esquina. Hermione miró a Harry, quien asintió con la cabeza.

- Sí, claro...
Harry vio que Ron la llevaba aparte, lejos de los varios grupos que salían somnolientos del Gran Salón y se dirigían a sus respectivas salas comunes. Harry observó como Ron le decía algo, sumamente nervioso, y ella lo escuchaba atentamente y luego negaba con la cabeza, hablando como si estuviera agotada. Harry decidió abandonar la escena y partió escaleras arriba.

No irían a hacer nada malo ¿no? No, Hermione nunca lo dañaría, o eso creía. Sentía un acceso de celos inexplicable. Ella no se arrepentía de lo que había pasado ¿no es así? Le había dejado muy en claro que lo amaba... ¿o estaba insegura? Quizá le empezara a gustar Ron...
Harry negó frenéticamente con la cabeza. No, eso no era cierto...
Pronunció la contraseña y entró en la sala común, que estaba medio vacía, a pesar de ser temprano, pues ese día había sido particularmente pesado y los estudiantes ya sentían ganas de descansar e irse a la cama.
Pero, Harry no pensaba irse a dormir aún. Caminó hasta los asientos que siempre ocupaban él, Ron y Hermione, junto al fuego, y se sentó allí a esperarlos. Seguro no tardarían...
Y así fue, pero a Harry le pareció una eternidad. Miraba el fuego como perdido. Sin Hermione él estaba perdido... la necesitaba...
El hoyo del cuadro se abrió cuando ya no quedaba ningún alumno en la sala común aparte de Harry, y él despertó de su ensimismamiento con las llamas, girando bruscamente su cuello para ver entrar a Ron, con la vista en el suelo, y a Hermione siguiéndole, quien miró a Harry y le sonrió débilmente, en señal de que todo estaba bien y, él, no pudo evitar formar una sonrisa de alivio. Ron levantó la vista y lo fulminó con la mirada, como si pensara que había algo entre ellos que aún no sabía.
Y no estaba equivocado.
Hermione se sentó junto a Harry, sin embargo, Ron siguió de pie, con la vista baja, pero mirándolos de reojo.

- Yo... - comenzó a decir Ron. – ... me voy a la cama.

- Ron – musitó Hermione, poniéndose de pie. – No, no te vayas aún.
Harry no dijo nada, pero asintió con la cabeza. Las tripas se le revolvían en el estómago y tenía la boca seca ¿Tan pronto se había acabado el día?
Ron parecía extrañado. Levantó una ceja.

- ¿Qué no me vaya aún? – repitió.
Hermione asintió con la cabeza y miró a Harry se soslayo, nerviosamente. Él también la miró, pero apartó la vista hacia Ron y, aunque no supo de dónde vinieron aquellas palabras (pues sentía que no podía hablar), dijo:

- Tenemos que decirte algo.
Pareció que Hermione se había sobresaltado, pues había hecho un movimiento muy brusco con su cuello, como si quisiera mirar a Harry para reprocharle lo rápido que había sido, pero lo pensó mejor y calló. Ron frunció el entrecejo.

- ¿Qué quieres decir con "tenemos"?

- Quiero decir que nosotros, – continuó Harry, poniéndose de pie, con su garganta seca aún y su corazón latiendo muy rápido. – es decir, Hermione y yo.
Hermione miraba al suelo y parecía que estaba a punto de explotar por la tensión que se había formado entre los tres. Ron miró de Harry a Hermione y viceversa.

- Bien – dijo con un hilo de voz. – Estoy esperando.

- ¡Ya basta! – exclamó Hermione pateando el piso con un pie y mirando a Ron, decidida. – Comenzaremos desde el principio, Ron.
Parecía que sus nervios se habían esfumado con ese pequeño ataque de histeria. Harry no supo qué decir. Pero, sabía que, tarde o temprano, Ron tenía que saber la verdad y no iban a ocultársela.
Hermione se sentó y, mirando al suelo, dijo:

- Siéntate, por favor.

- ¿Qué me siente? – se extrañó Ron.

- Bueno, es generalmente cuando posas tu trasero en alguna superficie – dejó escapar Hermione sarcásticamente.
Ron la fulminó con la mirada.

- Que dulce eres – dijo sin sentarse.

- Nadie se compara a ti – respondió ella fríamente.

- Por favor, dejen de pelear – pidió Harry cansinamente. Esto era justamente lo que no quería que sucediera.

- ¿Quién eres tú para dar órdenes? – preguntó Ron enojado. – Estoy esperando lo que sea que tengan que decirme y Hermione parte atacándome ¿qué quieres que haga? ¿que me quede callado como bobo?

- Por eso precisamente lo eres – dijo Hermione poniéndose de pie.

- ¿Qué?

- Nunca callas, no aceptas las cosas ¡no quieres ver la verdad! Por eso siempre fuiste eso: ¡un bobo! ¿alguna vez fuiste de gran ayuda? ¡No! – los ojos de Hermione comenzaron a llenarse lentamente de lágrimas. - ¡Era yo la que tenía que recibir todos tus ataques! Y luego dices que me amas! ¡Bien! – exclamó alzando las manos triunfantemente y dejándolas caer. – ¡Por favor, Ron! ¿Por qué crees que no es recíproco? ¿Alguna vez hiciste un favor por mí? ¿Alguna vez dejaste de criticarme? – una lágrima cayó por su mejilla mientras su voz comenzaba a temblar. - ¿Alguna vez me trataste bien o aceptaste lo que hacía cuando no eran las veces que te dejaba copiar o te corregía todos los trabajos? – sollozó y luego se cubrió la cara con sus manos y les dio la espalda.
Ron estaba sin habla, paralizado en el mismo lugar en que estaba. El corazón de Harry le latía dolorosamente, pero no por nervios, sino por el dolor que Hermione sentía en aquellos momentos. Eso era lo que había sentido todas las veces que Ron la había criticado. La había herido. Ira y vergüenza lo recorrió al recordar todas las veces que él, Harry, había sido brusco con ella. No se lo merecía.
Ron se le acercó lentamente y posó una mano en su espalda. A ella le dio un tiritón y sollozó más fuerte, pero no se movió. Sus manos bajaron, hasta cubrir sólo su boca. Él rodeó sus hombros con su brazo, precavidamente, y luego, sin previo aviso, ella se abalanzó dentro de sus brazos y lloró en su pecho. Ron la rodeó en un cálido abrazo con sus ojos vidriosos, llenos de culpabilidad, moviéndose tristemente en todas direcciones.
Harry observó la escena, lleno de emoción. El abrazo pareció botar todas las frustraciones entre Ron y Hermione. Pareció que duró una eternidad. Hermione sollozaba suavemente y Ron, con sus ojos cerrados, acariciaba su cabello, con su mentón apoyado en la corona de su cabeza.

Poco a poco, se fueron apartando y Hermione, que tenía sus ojos inyectados en sangre y sus mejillas coloradas y brillantes con lágrimas, dijo:

- Lo siento, Ron – se lamentó tristemente. – No puedo responder a tu amor...

- No – la interrumpió Ron, negando con la cabeza. – Perdóname tú. No te mereces ninguno de estos problemas y yo te los he estado causando todo este tiempo. Sé que no va a bastar con un día para que me perdones, sino toda la vida. Pero, te prometo, que haré todo lo posible para alcanzar ese día y te juro – susurró – que será el más feliz de mi vida.
Ella lo miró de un ojo a otro. Se adentró en esos ojos azules brillantes, que demostraban cariño y afecto, y volvió a posarse sobre su pecho.

- Gracias – musitó con sus ojos cerrados.

- No hay por qué – dijo él sonriendo. Ron – dijo de pronto Hermione, separándose y mirando a Harry de soslayo. Él seguía observándolos y despertó ante su mirada. Un deseo se prendió en su pecho. Esos ojos...

- Tenemos que decirte... lo que vinimos a decirte.
Se apartó de él y Ron no perdió su vista. Esperó pacientemente, mientras Hermione observaba y su labio inferior tembló, buscando las palabras correctas.

- Yo no te amo... - comenzó. – Quiero decir sí, pero... tú entiendes... no de esa manera... porque...

- Me ama a mí – acabó Harry de manera cortante. Ella lo miró sorprendida con sus ojos ensanchados y Harry la miró a ella firmemente. Sus ojos se posaron en sus labios, si tan sólo pudiera alcanzarlos...
Hermione desvió sus ojos para observar la reacción de Ron, quien, para su sorpresa, sonreía al piso.

- Entonces esa es la razón de su desaparición ¿no? – dijo burlonamente.
Hermione enrojeció, pero Harry no pudo evitar sonreír ante el recuerdo tan fresco en su mente de aquél día.
Ron siguió sonriendo y luego soltó una carcajada de felicidad.

- ¡Excelente! – exclamó abriendo sus brazos de par en par.
Hermione parecía pretificada.

- ¿Ron? – dijo con un hilo de voz. - ¿Estás... estás seguro?
Él asintió, aún sonriendo.

- Muy seguro, Hermione.

- Pero... - dijo ella, no muy convencida. - ¿no... ya no...?

- Me acabo de dar cuenta de que me confundí – dijo encogiéndose de hombros, como quien quiere la cosa.
Harry miraba a su amigo, casi sin poder creerlo. Él le lanzó una sonrisa pícara, y se acercó.

- No te preocupes, compañero – aseguró golpeándole amistosamente en un hombro.

- Gracias, Ron – dijo y luego rió.

- ¿De qué te ríes? – preguntó Hermione, como si creyera que todo esto fuera un complot y que ellos eran cómplices.

- Nada – dijo Harry radiante. – Es sólo que es... gracioso. – dijo sinceramente.

- ¿Gracioso? – repitió Hermione.
Harry la miró sonriente y se le acercó despacio rodeándole la cintura con un brazo.

- Sí – susurró en su oído y luego rozó su nariz contra su cuello y mandíbula. Ella cerró los ojos y sonrió, feliz.

- ¡Hey! – exclamó Ron. - ¡Eso no lo hagan al frente mío! Creo que voy a vomitar.
Harry se volteó y le sonrió a su amigo que sonreía burlonamente.
Hermione volvió a enrojecer.
Ron se acercó y los abrazó a los dos. Harry rodeó con sus brazos a sus dos mejores amigos que habían sido desde el principio de su vida, y sintió una llama cálida en su pecho... que daba paz, tranquilidad. Cerró sus ojos para grabar ese sentimiento por la eternidad... durante siete años juntos... y así sería para siempre.
Al final de las cosas, la noche no había sido tan mala como él esperaba... de hecho, no creía que podría olvidarla... Se apretaron gentilmente en su abrazo, sintiendo la respiración de cada uno. Sonrisas de felicidad cruzaban por sus rostros. Una lágrima cayó silenciosamente por la ya colorada mejilla de Hermione.
Siempre serían el trío.