APRENDIENDO A OLVIDAR.

Capitulo 3: El destino me encontró.

 Caminaba por los caminos semi vacíos de la ciudad, era muy temprano aún, y no había más que pocos transeúntes, la mayoría de ellos, viajeros que llegaban a surtir mercancías para los mercados de la plaza, otros, hombres ocupados por llegar a tiempo a sus hogares después de una exhaustiva jornada nocturna, y otros  pocos, que llegaban de una noche de jerga, aún ebrios.

 Muchos le miraron, pero nada le dijeron, solo continuaban expectantes, casi analizando su estado; a unos se les cruzó por la mente ayudarle a llegar a donde se dirigiera, la varilla que sostenía en las manos a modo de bastón no le serviría de mucho, pero luego recapacitaban, y se echaban para atrás, poniendo atención a su edad, era casi seguro que fuera una mujer casada que acababa de recibir una golpiza por su esposo, e imaginando sus maneras antes de haber sido dañada así, comprobando en su mente la sensualidad de su pequeño cuerpo, llegaban a la conclusión segura de que había sido tratada así por infidelidad.

 Muchos la miraron con desprecio, desaprobando aquello que ni estaban seguros que había hecho, e incluso otros le gritaron unas que otras cosas alegando que el matrimonio era sagrado, otros tantos, pasaron a su lado y le escupieron en la cara.

 Pero ella no hizo caso, lo único que quería era salir de ahí, huir lo más lejos de ese lugar, de él, de ella, de todos, y si era posible, morir en el camino ¿¡Qué importaba ahora!? ¡El mundo estaba acabado para ella!

 El mundo ya no importaba…

 El sol matutino comenzó a aparecer, acariciándola con delicados y calidos rayos de luz, en cualquier otra situación esto seria la mejor manera de pasar la mañana, pero hoy no, esa salida del sol solo le provocaba más ardor en las heridas; la brisa mañanera llego para hacerle compañía en su solitario andar, pero solo le hizo tambalearse, estaba tan débil, que el suave viento le hizo caer, y aunque trató de levantase, su energía no se lo permitió.

 Quedó desmayada casi en medio del camino…


 El amanecer había sido hermoso en el Aoiya, el sol invadiendo con destreza cada rincón del lugar, cada cuarto…

 La chica se despertó por la luz del astro rey en su rostro, y maldijo su llegada, estaba tan casada, le dolían las piernas, pero tenia que admitir que se había divertido dándole su merecido a la "Ramera" de Misao.

 -"Mmmm…"- gimió mientras se retorcía en el futon, tratando de dormir más.

 A final de cuentas se desperezó y salió camino al cuarto de Misao.

 Abrió la puerta de la habitación de la Oni mientras bostezaba, estaba cansada, pero tenía que ver a la chica y curarla o algo, no debía dejarla así como así ¿Qué pensaría Aoshi? Por lo menos tenía la excusa de que Misao había ido en su busca aún con fiebre y que la habían asaltado, también diría de que ella había llegado a salvarle la vida aunque Misao ya había salido mal parada, así ganaría puntos a su favor argumentando que al menos le había salvado la vida.

 Miró al interior del cuarto viendo con espanto el futon vacío, estaba en problemas, problemas gordos, la Okashira había escapado ¿Qué haría ahora?

 -"Maldita golfa"- murmuró mientras se dirigía a su propia habitación para vestirse correctamente y poder salir.

 La chica se encaminó a paso veloz hacia los caminos de la ciudad, si alguien más encontraba a la joven, podría delatarla, y una vez más, no le convenía.


 Le dolían las manos de lo viejas que estaban, una mujer de su edad no debía de andar cargando cosas tan pesadas, pero bueno, tenía que conformarse, no quería despertar al muchachillo que dormía, aún era muy temprano, apenas amanecía.

 -"Caso perdido"- se dijo a si misma ante el hecho de evadir su pequeño trabajo, si quería tener una casa limpia, debía al menos barrer la entrada de su hogar.

 Tomó la escoba y se dispuso a salir, despacio, con la calma del mundo entero, y apenas hubo salido, encontró algo en su puerta, que le hizo casi gritar de terror.

 En el suelo frente a su casa yacía una muchachita tremendamente golpeada, con heridas por doquier, casi parecía moribunda.

 -'¿Qué hacer? ¿Qué hacer?'- se dijo en su mente. Tenía que hacer algo, no podía abandonarla ahí.

 Corrió hacía ella lo más rápido que le permitieron los años, lo primero era llevarla adentro, y después curarla. Ya vería en un rato más que más hacer.

 Trató de levantarla pero no podía, era demasiado pesada para ella.

 Una vez más se preguntó que hacer, desesperada. Fue entonces cuando recordó que el muchacho dormía, esa era una emergencia, no importaba que, tenía que levantarle.

 Entró a la casa lo más velozmente que pudo y llamó al muchacho a gritos.

 -"Muchacho, muchacho, levántate"- gritó con vehemencia.

 -"¿Qué pasa abuela?"- se escuchó la voz  del chico, aún un tanto adormilada.

 -"Ven, ayúdame a traer a esa mujer adentro."


 Abrió los ojos muy despacio, estaba tan mal, que incluso los parpados le dolían, pero que remedio, no quería seguir a oscuras toda su vida.

 Cuando hubo adaptado sus ojos a la luz, pudo ver un techo diferente al del Aoiya, miró al lado izquierdo girando solamente su cuello, vio los humildes muebles acomodados en esa habitación, incluso el futon en donde se encontraba era un tanto incomodo y menos fino que el de su cuarto, además de un poco más grande.

 -"¿Cómo se siente?"- se escuchó la casi dulce voz de un muchacho.

 -"La pregunta esta un tanto fuera de lugar, ¿no lo cree?"- contestó a duras penas-"Me siento muy mal"- prosiguió-"¿Dónde estoy?".

 -"Estamos en casa de la abuela"- contestó el muchacho, Misao evitó mirarlo, tenía tanta vergüenza de ver a alguien con ese estado-"Ella salió hace un rato, fue a comprar más vendas y desinfectante para las heridas"- siguió hablando el chico.

 Misao miró sus manos un momento, ellas, como el resto del brazo estaban vendados. Maldijo su vida en voz baja ¿Qué sería de su vida de ahora en adelante?, en realidad ella esperaba morir en las calles frías de la cuidad, no entendía que hacía ahí.

 -"¿Cómo llegué aquí?"

 -"La abuela la encontró desmayada frente a la casa"- le contestó de inmediato, después agregó-"¿Cuál es su nombre señorita?".

 La chica dudó un poco, pero al final, dijo su nombre-"Misao, Makimachi Misao ¿y el suyo?"

 El chico no contestó, permaneció en silencio, sorprendido, no pudiendo articular palabra alguna.

 -"¿Misao? ¿En verdad es usted?"

 La chica se sorprendió al escuchar eso, ¿la conocía acaso? ¿Quien podría ser el muchacho de voz dulce?, su curiosidad y sus dudas la vencieron al fin, y, por primera vez en todo el tiempo de conversación que llevaban, se dignó a voltear.

 Sus ojos se abrieron desmesuradamente, aún a pesar del dolor que sentía en los parpados, con sus pupilas dilatadas de la impresión.

 Era Soujiro. 


 Bien, ¿Qué puedo decir? Pido disculpas por mi tardanza en publicar éste capitulo, pido mil perdones (Tania inclina la cabeza en forma de disculpa y su frente golpea con fuerza contra el tablero de su computadora y ahora se soba con cara de ORO @_@, pero no importa, bien merecido se lo tiene por ser impuntual).

 Como sea, sigo rogando su perdón, y es que si yo no voy a los problemas, los problemas vienen a mí también quiero dar gracias por los review y les pido que me dejen más respecto al 3° capitulo, y disculparme por las criticas que vayan a surgir por lo obvio de que apareciera Soujiro.

  Éste fic está dedicado a todos los que me dejaron review, a la Diosa Saiya y a Misao Makimachi futura de Shinomori (si lo atrapa)Comuníquense conmigo a animangataniashinomorimakimachi@hotmail.com