Una historia de grandes proporciones

Hace mucho tiempo vivía en un pueblo muy pobre una pareja que deseaba tener un hijo con todo su corazón, pues ya tenían casados varios años pero la providencia no los había bendecido con un hijo aun. En ese tiempo no existían los métodos modernos para saber qué se debe hacer, así que sólo quedaba rezar y pedir con mucha fuerza que llegara el día tan esperado. Así lo hicieron durante días, meses y años, hasta que una mañana el marido, el Señor Wilson, se levantó estremeciéndose y sudando frío, su mujer, la Señora Stephani, se preocupó mucho y le preguntó que qué le ocurría y él un poco más calmado le respondió "Tranquila querida, fue sólo un sueño, pero alégrate que, al fin, nuestras plegarias fueron escuchadas".
"¿Cómo?" pregunto extremadamente sorprendida la señora Stephani, "que vamos a tener nuestro hijo, al fin estás embarazada"; su esposa quedó tan sorprendida que no acertaba a preguntarle nada, por lo que el esposo siguió diciendo "fue tan real Stephi que tiene que ser cierto. En el sueño vi a un ángel bajando del cielo y decirme que habían escuchado nuestras plegarias y que nuestro deseo sería concedido, y con creces". 'Con creces', ¿qué habría querido decir el ángel con esta frase?, ¿sería que tendrían muchos hijos?.
Tan el Señor Wilson como la Señora Stephani eran más bien pequeños y, por su contextura, podría decirse que delicados, con los ojos pardos al igual que sus cabellos y la piel blanca como la leche; más bien parecían hermanos que esposos. Pasado un tiempo después del sueño se empezaron a evidenciar los primeros síntomas del embarazo de la Señora Stephani, mareos, vómitos, cambios de humor; pronto supieron que, casualidad o no, al fin, la Señora Stephani estaba en cinta. Mes tras mes pasaba y la barriga crecía y crecía, era increíble, se podía decir que la barriga era más grande que su dueña; esto les hizo pensar a ambos que, efectivamente, iban a tener más de un hijo, y de una sola vez.
El embarazo de la señora Stepani no fue sencillo, pero no tuvo complicaciones importantes. Así que, después de nueve meses, en un prado siempre verde dio a luz un hermoso y muy robusto varón al que le pusieron William, ya que en su comarca siempre se contaba la historia de un guerrero muy poderoso de tiempo inmemoriales que siempre vencía a todos y ese era su nombre.
El hijo de tan amantísima pareja creció y creció, hasta convertirse en un hombre grande y muy fornido sin mucho esfuerzo, aunque siempre ayudó a sus padres en todos los quehaceres, tanto de la casa como del trabajo de su padre. Defendía a sus padres a capa y espada pues algunos fanfarrones del pueblo los molestaban por su diferencia en corpulencia con su hijo, llegaron incluso a insinuar que ellos le habían robado al bebé a una familia de gigantes de tierras lejanas. William nunca creyó estas patrañas pues él sabía, desde muy pequeño, quiénes eran sus padres, cuánto lo habían deseado y cuánto lo querían, incluso recordaba, como si le hubiese ocurrido a él mismo, el sueño que tuvo su padre antes del él nacer.
William siempre fue el más grande, el más fuerte y sino el más, uno de los más inteligentes entre sus compañeros; en realidad no abusaba de su extraordinaria fuerza, la utilizaba para ayudar, a sus padres, compañeros y cualquiera que lo necesitara.
En una ocasión, por descuidos de sus dueños, una casa se prendió en llamas, la gente corría despavorida pidiendo auxilio y ninguno se atrevía a entrar para ayudar a los dueños. William, oyendo el alboroto, corrió a averiguar qué ocurría y al acercarse a la casa en cuestión, sin dudarlo entró a rescatar a sus habitantes; después de un largo y tenso minuto salió de la casa con toda la familia a cuestas, el padre, la madre y una pequeña niña, todos tosiendo pero bien. Este acto heroico le valió la aprobación de muchos que antes lo adversaban, pero no de todos, había algunos que insistían en que sólo lo había hecho precisamente para ganar fama; en un pueblo, y más aun en un pueblo pequeño como ese, siempre hay gente de esta calaña.
No fue sino hasta el siguiente suceso espectacular en que todos se convencieron de una vez por toda que lo que quería William, era, simplemente, ayudar. El Gran William, apoyo que adquirió precisamente en esta aventura, estaba cuidando las vacas de su padre mientras éstas pastaban cuando escuchó algo extraño, lejano, vago, pero en realidad era un sonido que nunca había escuchado, se asemejaba a cuando se rasga una tela pero con un eco mayor, parecido a un pequeño trueno. Al principio William hizo caso omiso de lo que escuchó, en realidad pensó que no lo había escuchado. Poco tiempo después lo volvió a escuchar un poco más fuerte, así que le dio una moneda a un muchacho del pueblo que pasaba por ahí para que le cuidara las vacas y se dirigió hacia el sitio de dónde provenía el ruido. Después de mucho pensarlo, y dudarlo, descubrió que era el dique el que producía estos ruidos tan extraños. "¿Se está rompiendo el dique?, ¡no puede ser!", pensó William mientras se acercaba; pero sus temores se vieron materializados al notar que en la parte baja del dique que soportaba millones de litros de agua del río había una grieta que, a cada contorción quejumbrosa, se expandía peligrosamente. William pensaba tratando de averiguar la forma de evitar que el dique se destruyera pues sería fatal para el pueblo, ya que el dique estaba justo detrás del pueblo y si aquel se destruía, éste se inundaría prácticamente de inmediato.
Pensándolo bien William no podía entender por qué justo en ese punto es que se estaba rompiendo el dique, es decir, cada vez que se escucha el ya estruendoso ruido, se rompía más el dique pero justo en ese sitio, no en otros; decidió por lo tanto ir a investigar, recordemos que William es muy fuerte, pues así mismo son sus pulmones, tomó una gran bocanada de aire y se sumergió en el río, nadó hacía abajo hasta muy cerca del punto en que el que el dique se estaba rompiendo y lo que vio lo dejó anonadado, tanto así que tuvo que subir pues había perdido casi todo su aire con el grito que le hizo exhalar el espectáculo realmente peculiar que tenía enfrente. Salió a la superficie y ya, en ambas orillas, había gente congregada, preocupada por lo que podía pasarle al pueblo y al mismo William, se calmó, les dijo que se estuviesen tranquilos, que él iba a resolver ese problema, respiró hondo varias veces, tomó una gran bocanada de aire y se volvió a sumergir en el agua. Casi en el fondo había un gran tiburón tratando de, literalmente, comerse el dique por dentro. ¿Cómo un tiburón, por más fuerte que sea, podría siquiera rasguñar piedra maciza?, ya lo descubriremos.
Sin tiempo que perder William se fue contra el gran tiburón y se puso a forcejear con él, tratando de perder la menor cantidad de aire posible, el tiburón era más grande que él cosa que para una persona común y corriente es normal pero en el caso de William es un poco más difícil de encontrar. Lucharon con desesperación y en un momento de distracción el tiburón le pegó un coletazo con todas sus fuerzas a William, precisamente en la boca, lo que le hizo perder uno de sus dientes de enfrente; esto hizo enfurecer a William, quien se fue con todas sus fuerzas contra el tiburón, intentaba de todo pero no hallaba la manera de lograr vencerlo, hasta que trató de abrirle la boca y se dio cuenta de que, con su gran fortaleza, podía hacerlo, así que le tomó un diente de los de enfrente entre sus manos y haló hasta lograr arrancarlo. Esto hizo que el tiburón, sintiéndose derrotado y adolorido saliera nadando a toda velocidad y dejara de morder el dique.
Al fin, William volvió a salir y todos lo miraron expectantes mientras él recuperaba el aliento. "Asunto resuelto" le dijo William a los allí presentes que lo vieron incrédulos, hasta que él, después de salir del agua, les mostró el diente del tiburón. Por increíble que parezca el diente era de hierro y todo el pueblo, incluyendo William, siempre se preguntó cómo podía ser que un tiburón tuviera un diente de hierro, o si todos sus dientes eran de hierro, ¿o sería todo el tiburón de hierro?. En el pueblo desde siempre había un dicho que decía "Ojo por ojo", que quería decir que un daño infringido a alguien debía ser pagado de la misma manera, pero después de ese día el dicho versa "Ojo por ojo, diente por diente".
Desde el día de esta aventura William fue conocido como 'El Gran William', no sólo por su corpulencia impresionante sino también por su dedicación al prójimo sin esperar nada a cambio.
Aventuras menores se le presentaron al Gran William casi a diario pero la que él nunca llegó ni llegará a olvidar es en la que perdió lo más preciado que tenía en su vida: sus padres.
Un día El Gran William vuelve a escuchar un ruido extraño y pensó, de inmediato, en el dique, que ya había sido reparado por completo con ayuda de todo el pueblo, pero pensó en él por la aventura que le dio su título. Fue hacia el dique y no vio nada extraño pero, al volver a escuchar el sonido extraño, sintió un leve movimiento y supo de qué se trataba; corrió al pueblo y advirtió a todo el que veía que se mantuviera fuera de sus casas, que no entrara, y empezó a gritar a toda voz que salieran de sus casas, a mayoría hacían caso de lo que él decía, pero no todos. Al instante empezaron los movimientos telúricos, un terremoto de gran escala se aproximaba; con los primeros vaivenes se tambalearon algunas casas, así que El Gran William iba de casa en casa salvando gente; las casas empezaron a desplomarse ante sus ojos y él pedía que no hubiese nadie dentro; salvó a cientos de personas, pero cuando llegó a su propia casa la vio totalmente destruida. Con todas sus fuerzas y lo más rápido que pudo, levantó los escombros y descubrió a sus padres agonizando; William se sintió terrible, no podía creer que con toda su fuerza no pudiera vencer a la muerte y devolverles la vida a sus padres. "Perdón madre, perdón padre!, no llegué a tiempo" sollozó William ante el rostro macilento de sus padres moribundos. "Eres nuestro héroe William, sólo el hecho de que nacieras nos hace felices" le dijo su madre entre lágrimas, "Eres un palo de hombre muchacho y sabes que siempre te querremos, no sufras, no hiciste nada mal" le dijo su padre haciendo su mayor esfuerzo para contener el dolor y mostrarse fuerte. Después de estas palabras ambos cerraron sus ojos y descansaron en paz.
William se sintió deshecho, ya no tenía nada, no tenía hogar, ni siquiera un pueblo al que volver, pues el terremoto lo había destruido todo y su única familia se había desvanecido como virutas de humo en el viento. Así que decidió irse a otro sitio, comenzar una vida nueva y tratar de ser feliz. Esto le costó bastante porque, generalmente, era rechazado por su envergadura, hasta que llegó a un pueblo donde la gente, poco a poco, se acostumbró a su tamaño y a su bondad. Ahí hizo amigos, pocos pero verdaderos y conoció a una buena mujer y se casó.
Ésta es la historia de El gran William antes de conocer a Oliver y todo su pueblo.