CAPÍTULO 5: SALON DE BELLEZAS

-Bueno...pues ya que habéis intentado boicotear esta fiesta, tenéis que poneros en nuestras manos. Nosotras os disfrazamos y Lizzy os maquilla, que lo hace muy bien. – dijo Susan pensando hacer algo no muy grato para los chicos.

-Un momento Susan... no voy a ponerme en tus manos. No voy a dejar que me toques, porque tengo una sensación muy rara. Y tu, Elizabeth...ya que pareces la más adulta de todas aquí, por favor, pon orden...no dejes que nos hagan daño.- dijo Luka un poco atemorizado.

-Se siente Luka...¿verdad que sí Ella? – dijo haciendo una carantoña a la niña. La pequeña Ella, sonrió a su madre y se giró a todos los demás. Volvió a reír avergonzada y se cobijó en los brazos de su madre.

La verdad era que la niña conocía a todo el servicio de Urgencias. Había crecido allí. Cuando la canguro libraba o directamente no trabajaba, se pasaba el día entre la guardería de pediatría y la salita de Urgencias.

-Está bien – concluyó Gallant. –Yo me rindo...paso de discutir esta noche, mas que nada, porque seguro que salimos perdiendo nosotros...sois cuatro contra tres si contamos a la niña, que obviamente está de parte de su mamá.

-Entonces manos a la obra. Yo me pido a Gallant... – dijo Susan.

-¿Y por qué no eliges a Luka? El se ha metido con tu adorable disfraz de osito de peluche,-dijo Gallant haciéndola la pelota. -Además yo solo estoy aquí para conducir cuando se emborrachen.

-De eso nada...tu eres mío esta noche pequeño.

Obviamente, Abby decidió encargarse de la transformación casera de Carter y Lizzy y la pequeña Ella, se encargarían de Luka.

Susan se quitó la parte de arriba de su disfraz, porque tenía calor, y se dirigió a la habitación a ponerse una camiseta vieja, y a recoger varias cosas necesarias para aquella noche.

-Bueno chicas, aquí tenéis. Ropa vieja y provocativa, maquillaje y algunos complementos dignos de una señorita.

-¿QUÉ? No,no,no,no....a mi no me vestís de tía vosotras. Me niego. Esto es ultraje. Además, a mi no hace falta que me disfracéis, ya estoy disfrazado de... Gallant, llevo su colonia. –dijo Luka intentando esquivar a Elizabeth.

-¡Siéntate! ¡Así no se puede hacer nada!- gritó Lizzy a pleno pulmón.

Todo el mundo cerró la boca, y Luka se sentó. Solo Ella rió ante el bocinazo de su madre.

De pronto la salita de la casa de Susan se convirtió en un salón de belleza. Las chicas entraban y salían del baño cada vez con una cosa: laca, pintalabios, rimel... Susan parecía que estaba terminando de maquillar al pobre de Gallant, que se dejaba hacer de todo por miedo a la tortura que pudiera sufrir si se negaba.

Abby estaba dando mechas rojas de las que se van en los lavados en el pelo de Carter.

Últimamente lo llevaba bastante largo, lo que a la muchacha le daba más libertad a la hora de tintárselo. El que más torturas estaba sufriendo era el pobre de Luka.

Madre e hija estaban trabajando sobre su cara como si fuese un lienzo. Elizabeth le maquillaba la cara, mientras la niña, subida en una silla detrás de Luka, le peinaba dándole unos tirones de campeonato. Los niños a esas edades aprenden lo que ven hacer a sus mayores y Ella, no era la excepción. Había visto a su madre peinarse y cogerse coletas con gomitas para el cabello, así que ella hizo lo mismo con el mártir allí presente.

Luka se quejaba en silencio. La niña pasaba sus manitas por el pelo del hombre intentando coger mechones, pero como a veces, el pelo era demasiado corto en algunas zonas, lo único que Ella podía hacer, era tirar para ver si crecía.

-Mami...no llega!- dijo la niña tirando del mechón ante la atenta mirada de todos.

-¿No llega mi amor? Deja que mamá te ayude, que si no vas a dejar sin pelo a Luka.

-Papá...

-Si, como papá.

Elizabeth tomó la gomita que Ella estaba utilizando para hacer una nueva coleta a Luka. Con sumo cuidado tomó el mechón y empezó a darle vueltas.

-Ya está. Ya no le pongas más coletitas a Luka, Ella...ya son suficientes. – dijo mientras veía como la niña pasaba sus manitas por encima de cada coleta, con afán de contarlas.

Gallant y Carter estaban completamente acabados de maquillar.

Gallant había supuesto un reto para Susan dado el color de su piel. Le aplicó algo que le daba luminosidad a la cara, tanto que parecía casi blanco. Le resaltó los mofletes con colorete y le coloreó los ojos llamativamente. Con los labios del pobre muchacho quiso ensañarse Susan. Los maquilló tanto, que casi resultaba un hombre pegado a unos labios.

Carter, por su parte, había sido torturado de otra manera. Abby le había dado mechas rojas y le había pintado los labios rosa fucsia, a juego con los ojos. Le dibujó una raya a lo largo del párpado inferior para darle un toque oriental...

Pero sin duda alguna, el martirio mayor lo estaba aún sufriendo Luka. La niña se había cebado con su pelo, y la madre con su cara. Aquellas pestañas postizas le pesaban. La pintura de los ojos le escocía y la purpurina le raspaba cada vez que lod abría y los cerraba .

Aun quedaban los labios. Elizabeth cogió el neceser que le había prestado Susan y buscó el color más llamativo que pudo encontrar. Rojo pasión.

Destapó la barra de labios y se dispuso a pintarle. Lizzy sentía que dos ojitos la miraban fijamente. Volvió la cara. Era Ella. La miraba con cara de querer hacerlo ella, pero por alguna razón no se atrevía a pedirlo. Elizabeth lo entendió.

La semana anterior. Mientras ella cocinaba, la niña subió al cuarto y se dedicó a destrozar todos los pintalabios de su madre. Decidió darse una sesión de belleza con los pintalabios.

-¿Quieres hacerlo tú, cariño? ¡Pero solo por la boca! ¡Nada de ojos, orejas y demás!

Cuando encontró a Ella, estaba llena de barra de labios color tierra por todos lados. Tuvo que bañarla entera, y ni aún así salió todo el carmín...

-Si... - dijo tímidamente recordando quizá la regañina que le dio su madre.

Elizabeth cargó en brazos a la pequeña y la puso en vilo sobre la cara de Luka. La niña empezó a pasar si cuidado la barra de labios por la boca de Luka.

-Ten cuidado Ella, no te vayas a salir... – dijo Carter que se había levantado de la silla para ver el show. Decidieron tomar una foto para la posteridad.

-Ya tá. ¡Que guapo! –dijo la niña y se aproximó para darle un beso en a mejilla a Luka.

Todos rieron abiertamente, mientras a la niña le crecían dos coloretes como dos soles.