CAPITULO17: IN FRAGANTI

Luka esperó a que el agua saliese lo suficientemente templada del grifo para poder ducharse. Ya se había despojado de su roa, habiéndola colocado estratégicamente doblada sobre la encimera del lavabo. -¿No hay cortinilla de ducha? – se dijo en voz alta para sí mismo. De igual manera se metió en la ducha y esperó a que una marea de agua templada le cayese sobre la cara. Empezó a tararear una canción que ni él mismo conocía. Fuera podía oír las voces de Lizzy y Ella.


-¡¡¡Ella ven aquí!!! – dijo Elizabeth corriendo detrás de Ella por todo el pasillo del piso superior de la casa. -¡Maria va a venir enseguida para llevarte a la guardería, y aún no estás vestida!- concluyó atrapando a Ella que reía frenéticamente.

Elizabeth la cogió al vuelo hasta poner la tripita de la niña en su boca. Empezó a hacerle "pedorretas", las cuales, mataban de risa a la pequeña.

-¡¡¡¡Cosillasssssss!!!! – dijo la niña gritando totalmente roja del ataque de risa al que estaba siendo sometida por su propia madre.

-Si Ella, si, cosquillas. Y como no me dejes vestirte, llamaré a Luka para que te haga cosquillas en los pies. – dijo echando a la niña sobre su cama, aún deshecha.

La criatura, pareció calmarse. Parecía que aquel comentario que su madre había hecho sobre sus sensibles pies, le había calado hondo.

Se sentó en el borde de la cama con la piernas colgando hacia el suelo. Cogió uno de sus ositos y lo agarró con fuerza, mientras su madre buscaba algo de ropa en los cajones amarillos del armario, que estaba frente a la cama. Elizabeth estaba agachada cuando Ella sufrió un arrebato y le lanzó el peluche a la cabeza.

Aquello no había ni mucho menos lastimado a Elizabeth sin embargo se giró para saber la razón del repentino ataque de su hija. Llevaba un pantalón rosa chillón y una camiseta blanca con rayitas rosas en la mano, para ponerle a la niña.

-¿Por qué me has lanzado a Boo Boo? – dijo Lizzy agachándose a recoger el muñeco del suelo. -¡¡Pies de Ella no!! – dijo la niña cruzándose de brazos.

Parecía que aquel inofensivo comentario había calado muy hondo en la pequeña.

Elizabeth se rió y comenzó a desnudar a la niña. La cambió la camiseta interior y las braguitas y forcejeó con ella esquivando sus patadas para ponerla el pantalón. Después le puso la camiseta y fue a otro de los cajones a buscar unos calcetines.

Se los puso, temiendo que Ella le soltase una patada en las narices por estar demasiado cerca de sus pies.

-¿Qué quieres: zapatos o zapatillas? – dijo Elizabeth metiendo la mano debajo de la cama y sacando los dos pares de calzado que la niña tenía al uso.

-Ribus– dijo la niña señalando sus zapatillas de deporte.

Elizabeth calzó las pequeñas deportivas a la niña y la mandó que bajase a ver la televisión mientras ella se arreglaba para ir al County. Ella cogió una pelota para entretenerse mientras tanto.

Elizabeth ,se ducharía en el baño de su habitación y se vestiría enseguida. No tenía demasiado tiempo para perder. Se metió en su cuarto y al pasar por el pasillo, no pudo evitar mirar por una rendija de la puerta del baño en la que estaba Luka.

-¡¡Mierda, la cortinilla de la ducha!! ¡Que vergüenza! – dijo y se tapó la boca como si alguien hubiese podido oírla y chivarse después.

Corrió a su cuarto y se desnudó a toda velocidad, para tomar su rápida y relajante ducha de todas las mañanas.

En la parte baja de la casa se oía el sonido de unos dibujos animados con el volumen demasiado alto. Acompañando a ese zumbir incesante, un ruido de vidrios rotos llegó a los oídos de Elizabeth que acababa de entrar en la ducha. Se enfundó el albornoz, unas zapatillas de andar por casa y abrió el grifo del agua caliente para tenerla así cuando volviese a subir.

Elizabeth bajó las escaleras para encontrarse con una Ella que se chupaba el dedo pulgar mirando un jarrón hecho añicos. Ella vio la cara de su madre que decía "niña del demonio, huye antes de que tu cara entre en contacto con mi mano". Empezó a hacer pucheros, pero Elizabeth, extrañamente recobró la compostura.

-Jarra sa matao del muebe...- dijo Ella mordiéndose las uñas, con la pelota en la mano.

-¡¡Pero como se va a matar un jarrón de mueble Ella!!!, ¡¡¡¿y cuantas veces te he dicho que no juegues en casa con la pelota?!!! – dijo Elizabeth acercándose a la niña, quitándole la pelota y guardándola en uno de los bolsillos del albornoz.

Se agachó hacia la mesa y cogió la cámara de fotos que utilizaron la noche anterior.

-Toma, entretente en lo que yo me ducho. Sube a tu cuarto y hazle fotos a todos tus peluches...y luego las ponemos en el álbum ¿quieres? – dijo Elizabeth tendiendo la cámara a su hija intentando olvidar lo que había pasado.

Ella tomó la cámara y subió las escaleras, para hacer lo que su madre le había dicho. Elizabeth, bastante intranquila se dirigió a su cuarto y se metió en la ducha. [...]

A los pocos minutos, Ella se cansó de fotografiar a sus muñecos, así que siguió fotografiando todo lo que encontraba a su paso: las alfombras, los cuadros, un paragüero que había en el pasillo, las llaves de la luz, enchufes... Su madre le había enseñado a usar la pequeña cámara deshechable, pero lo que no le había enseñado, era a tirar fotos correctamente. En vez de mirar por el objetivo guiñando un ojo, lo que la niña hacía era cerrar los dos y darle al botón, hasta que un "clic" llegaba a sus oídos.

Salió de su habitación y se dirigió al cuarto de baño. Empujó sigilosamente la puerta que permanecía entreabierta y siguió lanzando fotos a diestro y siniestro. Alguien se estaba duchando, y no era su madre.

Llegó un momento en el que Ella sintió, que la ruedecita que tanto le gustaba girar para que saliese la foto, se atascó. Salió des cuarto de baño, tras su sesión de fotográfica y se dirigió al cuarto de su madre para que solucionase su problema con la cámara. Elizabeth acababa de salir y se secaba el pelo con una toalla cuando Ella entró con cara de sofoco y angustia.

-Mami...roto. – dijo tendiendo la cámara a su madre. Elizabeth tomó la pequeña máquina e intentó ver que es lo que se había roto.

-No...está entera. ¿Esta vez no la has tirado contra la pared, verdad? ¿Qué se ha roto, cielo?- dijo devolviéndosela a la niña, para que le explicase el problema.

-No va la cosa. – dijo Ella señalando el cargador giratorio.

Elizabeth volvió a tomar la máquina y probó a girar. No iba. Miró las fotos que habían sido hechas y se dio cuenta de que el carrete se había acabado.

-Se han acabado las fotos. No se ha roto...- dijo sonriendo a su hija.

Ella asintió sin mucha convicción y se marchó, dejando la cámara en la habitación de su madre. El timbre de la puerta resonó en la parte de arriba de la casa. Elizabeth se ajustó el cinturón del albornoz y avisó a Ella que cogiese el abrigo. Bajó las escaleras a toda velocidad.

Abrió la puerta. La canguro.

Elizabeth se despidió de Ella dándola un sonoro beso en la mejilla, a la que la niña respondió limpiándose la cara asqueada.

-Babas... – dijo Ella con cara de poco amigos.

Elizabeth rió y se despidió de su hija desde la puerta. Hacía un frió horrible. Cerró la puerta y subió de nuevo las escaleras para vestirse. Tenían 10 minutos.

-Luka...¡¡¡¡¿estás ya!!!!? – gritó Elizabeth antes de cerrar la puerta de su cuarto.

En ese mismo instante Luka salió del cuarto de baño, de nuevo con sus vaqueros puestos, pero sin camiseta.

-Lizz...¡Mi camisa!!- dijo Luka intentando buscar a Elizabeth con la mirada en la parte de abajo, agarrado a la barandilla.

-Está en la cocina- gritó Elizabeth desde su habitación, dejándole claro a Luka, dónde se encontraban ella, y la camisa. Luka bajó las escaleras y se puso la camiseta de nuevo, deseando llegar al County para ponerse una que no oliese a papilla.

Subió las escaleras de dos en dos, con el pelo empapado y volvió a meterse en el baño. Buscó la gomina donde le había indicado Elizabeth y se esparció un buen pegote por el pelo, extendiéndosela con las manos, y colocando el pelo posteriormente con ayuda de un peine.

Elizabeth salió escopetada de la habitación y se metió al baño en el que Luka daba los últimos retoques a su tupida cabellera. Elizabeth agarró a Luka por la espalda y le dio un beso en la mejilla.

-Ya estás suficientemente peinadito, Luka. Ahora vámonos que llegamos tarde. – dijo dándole un manotazo en el trasero.

Luka se giró y se la quedó mirando con cara de asombro.

-¡¡¡Guau!!! ¡ Estás preciosa! – dijo cogiendo a Elizabeth de una mano haciendo que girara sobre su propio pie.

Elizabeth había elegido para aquel frío día de invierno una falda negra por las rodillas, una camisa roja y unos pendientes largos negros y rojos que acentuaban mucho más su melena color avellana. Había optado por recogérsela con una especie de palos chinos que se cruzaban entre sí, dejando caer algunos rizos por encima de ellos. Llevaba un maquillaje suave en el que básicamente se destacaban unos labios rojos y carnosos. Un perfilador negro, destacaba los ojos de la mujer inglesa, otorgándoles un color aún mas impactante.

-Gracias.- dijo Elizabeth halagada, poniéndose casi del mismo tono de la camisa. Abrió un pequeño armario y sacó unas botas altas negras de suela cómoda, sin apenas tacón.

-Vámonos de aquí, o llegaremos tarde.- dijo Elizabeth arrastrando a Luka escaleras abajo.

En la planta baja, buscaron los abrigos que dejaron tirados la noche anterior y se los pusieron velozmente antes de abrir la puerta.

-¡¡Oh!! ¡Casi lo olvidaba!- dijo Elizabeth dando las llaves del coche a Luka. – Ve arrancándolo. Con el frío le costará. Voy a subir a por algo.- dijo Elizabeth emprendiendo la marcha nuevamente hacia arriba.

Luka salió a la calle y sintió el arduo frío de la mañana en Chicago.

Se metió en el coche y lo arrancó. Tres intentos tuvo que hacer hasta que por fin dio señas de vida. Fue entonces cuando entró Elizabeth con un pequeño objeto en la mano.

La cámara de fotos.

-Veamos la que nos liasteis anoche. –dijo Luka poniendo rumbo al hospital bajo la sonrisa socarrona de Lizzy.