Panacea.

Por: Meiko Akiyama

Capítulo 4: "Una Semana".

Una semana. Siete largos y eternos días habían transcurrido desde su 'cita'. Una semana desde que se despidió de ella por última vez. Siete días desde que no había visto su rostro, ni escuchado su voz. Una semana sin saber de ella. Pero no había día en que ella no acaparara sus pensamientos. Su hermoso aroma impregnando su consultorio, y su sonrisa iluminando su día. Ha estado tan tentado a marcar su número. Pero ¿para qué? ¿Qué podría decirle? "He estado pensando en ti…" eso sonaría demasiado extraño. Sin embargo, su coartada era la honestidad.

-Doctor Kinomoto, me retiro. ¿O hay algo aún pendiente?- era Mako, su asistente. La joven sonrió de alivio cuando Touya le negó con la cabeza. - ¿Cierro el consultorio?

-No te preocupes… me quedaré un rato más… ve sin cuidado…- le sonrió Touya, haciendo un gesto para invitarla a irse.

-Gracias. Que tenga buena noche, hasta mañana!- ella le hizo un gesto y salió con rapidez de la habitación.

Dejó escapar un suspiro en la soledad de aquella habitación. Había sido una ardua semana. Su trabajo siempre resultaba agotador, pero lo había sido especialmente en los siete días pasados. Necesitaba tomar unas vacaciones, pero eso no ocurriría hasta dentro de unos meses. Quizás… tan sólo necesitaba distraerse un rato. "Distracción" aquella palabra hizo que sus ojos se posaran sobre una invitación sobre su escritorio. En letras doradas y con delicada caligrafía podía leerse "Touya Kinomoto". Era una invitación a una cena de gala, organizada por la galería en donde trabajaba Yukito. Se expondrían, además, varios cuadros. Siempre hacían este tipo de actividades en alguna época del año, para recaudar dinero para fines benéficos. Y a él, como todos los años, le llegaba una invitación. Casi como una tradición, él nunca asistía. Alguna vez estuvo tentado decirle a Yukito "no pierdas papeles y sobre en mí, sabes que jamás voy".

Sin embargo, en esta ocasión tenía otra idea. Era una loca y desquiciada idea. Pero tal vez funcionaría.   

Abrió la puerta que conducía al balcón. Exhaló un suspiro de admiración hacia el espectáculo que presenciaba: el atardecer. Desde pequeña siempre le habían encantado los atardeceres. Solía sentarse a las piernas de su madre; en ese mismo balcón, a contemplar los atardeceres. A veces, su madre le pedía que entonara una melodía para ella. Accedía casi al instante, también desde pequeña se inclinó por el canto. Por eso jamás se sorprendieron cuando anunció, a los siete años; que deseaba entrar al coro de la primaria Tomoeda. ¡Oh, sus años en aquella escuela! Desde lejos, habían sido los mejores de su vida. Cuando era apenas una niña; y su vida se reducía a su madre, sus prácticas de coro y su amistad con Sakura.

Ahora, sentada en aquel viejo sillón, contemplando el atardecer sin más compañía que su propia soledad; veía aquellos recuerdos tan lejanos y ajenos que era como si fueran los de otra persona. ¿Tanto la había cambiando la vida? Un suspiro plagado de tristeza se escapó de sus labios.

El sonido de su móvil la sacó de sus reflexiones. En la pantalla se podía leer con claridad "Sakura"; mostrando la identidad de quien llamaba. ¿Contestar o no contestar? Negó en silencio. Mejor no, de modo que dejó sonara hasta que finalmente quedó silencioso de nuevo. Segundos después la pantalla tintineó de nuevo, indicando que tenía un mensaje.

-Hola Tomoyo ¿cómo estás? No sé de ti desde hace más de una semana. Sólo quería saber si estabas bien; quisiera que saber si podemos ir a tomar un café no sé, salir a conversar. Llámame, si? Te quiero!-

-Sí, ya saldremos luego Sakura- murmuró mientras apagaba su móvil y lo dejaba a sus pies.

Sin embargo, esa no era la voz del "Kinomoto" que deseaba escuchar. Sintió un intenso calor en las mejillas y meneó su cabeza. Se reprendió por pensar en él. ¿Qué haces pensando en él, Daidouji? Nada tenía que ver; no debía relacionarlo con Sakura tan sólo porque ella es su hermana.

No sé de ti hace más de una semana pensó en las palabras de Sakura. Hacía más o menos una semana que tampoco sabía nada de Touya. Luego que él se despidiera de ella; después de aquel almuerzo, de aquella salida al parque. De aquella "cita improvisada" como le llamó secretamente, no había tenido noticias del mayor de los Kinomoto. "Tal vez la pasó demasiado mal aquella vez" se repetía constantemente, cada vez que el joven llenaba sus pensamientos.

Pero ella, sí que lo había pasado bien. Desde el restaurante, hasta el parque. Por unas horas se había relajado y simplemente había sido feliz. No una felicidad desbordante e incontrolable. Pero no experimentó ese sentimiento de vacío que plagaba su vida durante los últimos meses. Se había divertido, la había pasado bien. En esas horas había olvidado todo el dolor, las lágrimas, las noches en vela clamando por un amor que ya no llegaría. Al final de ese día se había planteado preguntas que había ignorado en esos largos y amargos meses. ¿Qué sería de su vida ahora? ¿Podría retomarla? ¿Aquellas cosas que antes la apasionaban, volverían a ella? Por lo menos debía intentarlo. Reflexionó muchísimo en estos siete días. Es por eso que mañana iría al parque de Tomoeda, con su cámara al hombro y si encontraba algo realmente digno de fotografiar; lo haría. Estaba decidida, mañana sabría si estaba preparada para retomar su vida.

-Casa de la Familia Daidouji.-

-Disculpe ¿se encuentra Tomoyo?-

-Oh, lo lamento, la Señorita Tomoyo salió hace un rato-

-Comprendo, ¿y no sabe a qué horas regresa?-

-No sabría decirle joven, pero ¿desea dejarle algún recado?-

-No se preocupe, yo llamo después. Gracias- y colgó el teléfono antes que la mujer pudiera preguntar su nombre. Aún no estaba seguro por qué; pero le daba vergüenza anunciar a "Touya Kinomoto". ¿Qué pensaría Sonomi si escuchara que llamó preguntando por su hija? Ella era una mujer muy recelosa con Tomoyo. "Creo que es de familia" sonrió el doctor Kinomoto amargamente, recordando la paralela situación suya para con su hermana Sakura. Ahora, ¿dónde podría estar Tomoyo? Tenía demasiadas ganas de hablar con ella; pero no quería verse tan desesperado como para marcarle al móvil. ¿En dónde estaría?

Lo que Touya desconocía, era que gracias a él, ella se encontraba manejando rumbo al parque Tomoeda. Iba muy animada, con su cámara por única compañía; instalada en el asiento de copiloto. Cantaba al ritmo de una canción y sonreía abiertamente. ¿Desde cuándo no hacía algo como eso? Se sentía muy diferente a la Tomoyo de hace un mes atrás.

Estacionó su auto muy cerca del lugar donde había estado con Touya la última vez. Tomó su cámara con rapidez y, a propósito, dejó el móvil en el auto. "No quisiera que nadie me interrumpa" ella siempre fue muy recelosa de su inspiración, y detestaba que alguien rompiera ese hilo tan perfecto, como ella le llamaba.

Recorrió la vereda de árboles, eso le trajo buenos recuerdos. Cuando era pequeña y se sentaba a la sobra de esos altos árboles, llegaba a sentirse muy pequeña e insignificante. Muchas de sus aventuras de niñez habían sido por esos parajes. Y éstas iban más allá de las mágicas capturas de Sakura. Su madre y ella solían ir de día de campo; antes que entrara a la escuela. Era apenas una chiquilla de cuatro años, pero aún conservaba pequeños destellos de esas tardes. Su madre cuenta que a ella le encantaba acomodarse en su regazo y mirar las nubes, adivinando sus formas, para luego caer profundamente dormida.

-Es éste lugar…- sonrió cuando descubrió el mirador. No recordaba exactamente el camino, hacía años que no paraba por allí, pero algo dentro de ella, casi como un "instinto" la condujo hasta allí. Desde el mirador se podía ver casi todo Tomoeda. El espectáculo era hermoso, parecía un pueblecito de muñecas. Se puso de pie sobre el banquillo que allí había y contempló con libertad la ciudad.

-Luce hermosa- admitió, mientras tomaba la cámara y enfocaba. Unos tres "clic" y hubo terminado. Tres fotografías, nada mal para empezar ¿o sí?. Algo era algo. Miró su dedo índice, el cual había apretado el botón de la cámara. Sonrió levemente. "Pensaba que ya no iba a utilizarte más" pensó mirando su dedo "pero no podía privarte de ese gusto toda la vida ¿no es así?".

Dejando su equipo a un lado, extendió ambos brazos y cerró los ojos. Se concentró en el sonido del viento, quien rompía libremente en su cuerpo. Era una hermosa sensación, sentía que podía volar y llegar hasta las nubes. Mejor dicho, empezó a sentirse entre ellas. "Si pudiera permanecer así para siempre" pensó "en donde nada me duele, nada me afecta, nada me alcanza…"

Pero todo debe terminar tarde o temprano. Tomoyo iba de regreso a su auto cuando una escena la detuvo. Era una pequeña niña, tenía cabellos negros muy cortitos, jugaba con una gran pelota azul. Reía y saltaba, era vigilada unos metros más atrás por su madre, quien estaba sentada a la sombra de un alto roble. Luego de varios minutos de juego, la pequeña tomó su juguete y corrió con rapidez hasta donde se encontraba su madre y le proporcionó un fuerte abrazo y varios mimos. La mujer sonrió mientras besaba la frente de la pequeña, quien se acomodó con rapidez en su regazo.

-Es perfecto… perfecto…- alcanzó a decir la pelinegra, extasiada por aquella "visión". Justo allí, reposando bajo la sombra de aquel frondoso árbol; se encontraba seduciéndola de una manera descarada, su inspiración. Con gran agilidad enfocó su lente hacia aquella dirección. Y esperó. "El momento preciso" repitió incansablemente en su mente. Justo cuando la pequeña se inclinó para besar el cachete de su progenitora, su dedo índice supo que era el momento. En cuestión de segundos, apretó con fuerza aquel botón y sonrió, sintiéndose plena, como nunca en mucho tiempo.

-Disculpe ¿qué hace?- preguntó la mujer, un tanto recelosa por el extraño comportamiento de Tomoyo. La ojiazul retrocedió un poco, algo incómoda. "Seguramente pensará que soy una psicópata" suspiró nerviosamente. Pero entonces, vio su dedo índice y supo exactamente qué responder.

-Descuide señora, tan sólo soy una artista- sonrió y saludó a la pequeña niña, quien muy sonriente también le devolvió el gesto.

-¡Eso fue increíble!- exclamó ella cuando abrió la portezuela de su automóvil- ¡Es como si fuera la misma de antes!

Cuando iba a colocar su equipo nuevamente en el asiento del copiloto, su móvil empezó a sonar incesantemente. Comprobó que era Sakura, esta vez se sentía con ánimos de responder.

-¿Si, Sakura?-

-Finalmente te encuentro!! ¡Llevo horas marcando tu número y nadie contestaba! ¡Me preocupé muchísimo! ¿Dónde estás?-

-En el parque de Tomoeda, no te preocupes. Es sólo que dejé el teléfono en el auto.

-¿En el Parque? ¿Qué haces allí?-

-Oh, es una larga historia, créeme- soltó una pequeña risa. Seguramente, del otro lado del teléfono, Sakura estuviera un tanto desconcertada por su actitud.

-Bueno… me alegro que estés bien… ¿recibiste mi mensaje?-

-Sí. Justo planeaba llamarte hoy- comentó, a manera de disculpa- saldremos un día de éstos, Sakura-

-Pero ¿cuándo?-

-No estoy muy segura, ya te llamaré para que acordemos una fecha ¿te parece? Pero ahora…- Tomoyo no pudo evitar emitir una amplia y coqueta sonrisa-… tengo que ver a alguien…

-¿Alguien? ¿A quién?-

-Cuando salgamos te cuento Sakura, nos vemos luego. Te llamo cuando llegue a casa. ¡Besos!- ella cerró el teléfono antes que su amiga pudiera indagar más. A ella no le gustaba mentir, y no estaba preparada para encarar a Sakura y decirle "voy a ver a tu hermano". Ya habría tiempo para eso, pero mientras tanto, iría a visitar a Touya.

Y con esa idea en mente, arrancó el motor y enfiló rumbo a su destino: casa del doctor Touya Kinomoto.

Había salido muy tarde aquella noche del consultorio. Mako, su asistente, había enredado las citas de un par de pacientes. Luego de lo ocurrido, sonrió al recordar la cara de vergüenza de la chica al contarle. Claro, su reacción no había sido la mejor. Seguía explotando de ira en algunas ocasiones, como recuerdo de su juventud que se negaba a irse. Como resultado de ese pequeño error, había terminado casi al doble de pacientes que tenía programados para hoy. Mako, muy avergonzada, había insistido en quedarse a ayudarle, sin cobrar por las horas extras. Gracias a ella, había terminado relativamente temprano. De lo contrario, aún estaría en su consultorio. Ahora lo único que deseaba era llegar a casa y descansar. Servirse una fría copa de vino y comer un trozo de la pizza que se había detenido a comprar. Lo bueno era que mañana no tenía turno hasta la tarde. Había pedido el día. ¿Por qué? Planeaba hacer una visita. Necesitaba ver a Tomoyo y hacerle su "petición". Se avergonzó de sólo pensar en ello.

Con rapidez abrió la puerta principal del condominio. Miró su reloj, era ya muy tarde. Quizás demasiado tarde para la señora Sonomi Daidouji. Si llamara diría que esas no son horas "decentes" de llamar a una señorita. Y tal vez tuviera razón.

Nada ni nadie había preparado a Touya Kinomoto para lo que encontraría. Apenas vio esa abundante cabellera negro azabache, esa tez tan blanca y perfecta; su corazón se detuvo por la sorpresa y el asombro. Su cena casi se le resbala de las manos ante tal aparición.

-Oh, lleva aquí mucho tiempo- una sorpresiva voz a sus espaldas le tomó desprevenido por segunda vez aquella noche. Se trataba de la señora Izumo, su vecina. Llegaba con unos paquetes del supermercado y una amplia sonrisa, como siempre- como no llegabas, le ofrecí venir a mi casa a esperarte, para que estuviera más cómoda. Pero pobrecita, le dio mucha pena y se negó. Imagino que se durmió esperando por ti…

-Oh, Tomoyo…- le miró con dulzura. ¿Se había dormido esperando por él? Aquella idea le… negó levemente, era mejor no pensar qué le transmitía aquella idea.

-Es muy linda Touya- admitió la señora Izumi, una mujer de mediana edad, a quien Touya tenía muchísimo cariño puesto que siempre que podía le ayudaba en las labores de casa e incluso en prepararle comida en algunas ocasiones- aunque no deberías hacer esperar tanto a tu novia, se puede cansar de ti- rió divertida y haciéndole un guiño, antes de abrir la puerta de su casa.

-¿Eh? Pero, espere… ella no es…- pero su vecina se había retirado antes que él pudiera decir algo coherente. Estaba confuso y abrumado.

-¿Touya?- al parecer el sueño de la chica era ligero, porque se despertó con las voces. Cuando se encontró verdaderamente despierta y recordó su situación, se puso en pie lo más rápido que pudo, muy roja por la pena-… kami… qué vergüenza…-

-No te preocupes- sonrió amablemente, mientras la escoltaba hasta su apartamento-… llegué muy tarde hoy, no debiste esperarme.

-¿Un día pesado?- preguntó ella, para cambiar un poco ese tema que le incomodaba.

-Sí, por error mi secretaria confundió algunas citas y terminé atendiendo más pacientes de los que me correspondían.- suspiró, colocando la pizza en la mesa del comedor.

-Vaya… de haberlo sabido te habría llamado antes, pero quería sorprenderte-

-Créeme que lo hiciste- Touya desvió la mirada, turbado- lamento que te hayas tenido que quedar dormida en el piso-

-No lo lamentes- ella negó con firmeza mientras, para espanto de Touya, se acercó a él con suavidad- es que tenía que verte…

"¡Tenía que verte!"  Las palabras de la joven resonaron fuertemente en los oídos del Kinomoto.

-Tenías que verme… ¿a mí?- volvió a preguntar, sin creérselo todavía. Y, contra toda lógica, la chica le asintió alegremente.

-Tenía que darte las gracias- al ver el rostro confuso de su interlocutor ella sacó una carpeta crema de su bolso- quise agradecerte por esto-

Touya abrió el sobre crema. Allí habían varias fotografías, todas sin duda tomadas desde el parque Tomoeda. Tres hermosas vistas de la ciudad desde el mirador. Y varias fotografías de una madre con quien parecía ser su hija. Todas ellas captaban la esencia y magia del momento. Todas habían sido tomadas por el ojo de un muy buen artista.

-Tomoyo… ¿acaso tú…?-

-Sí, fui yo quien tomé estas fotografías. Estaba tan feliz cuando salí del parque que pensé en venir a mostrártelas. Pasé primero por casa y las revelé. Oh, Touya fue tan emocionante apretar el botón. ¡Y más aún revelar las fotos! Ver surgir la imagen lentamente, hasta que queda perfecta, justo como tú la imaginaste. ¡Me sentí tan feliz! ¡Era como si hubiera vuelto a ser yo!- la chica deslizó con algo de torpeza  su mano hasta la del joven. La tomó con firmeza y casi automáticamente sus miradas chocaron. Touya quedó extasiado con los ojos de ella. Eran tan hermosos, tan puros, tan profundos…

-Gracias Touya- dijo, sin soltar su muñeca- de no haber sido por ti y porque ese día me llevaste al parque, tal vez nunca hubiera recuperado esa parte de mí que tanto amo. Gracias…-

-No… no creo que haya hecho… mucho en realidad...- el joven hablaba entrecortadamente. Toda una semana. Siete largos siglos pensando en ella para ahora tenerla de sorpresa a su lado, sosteniendo su mano. Se había preparado para hablar con ella al día siguiente, para no parecer un lerdo idiota. Pero su sorpresiva visita le había turbado todos y cada uno de sus sentidos.

-Hiciste más de lo que crees… y te lo agradeceré por siempre. Ahora, como es tarde y veo que aún no has cenado- ella miró de reojo la caja de pizza que había sobre la mesa- creo que te dejaré. Espero nos veamos pronto…-

Espero nos veamos pronto…

¿Daban aquellas palabras pie a su propuesta? ¿Significaría que ella podría aceptar su invitación? Había estado pensando cómo preguntarle sin que sonara de una manera desesperada. La observó darse la espalda y alejarse, rumbo a la puerta. ¿La dejaría ir? Tal vez no se presentara otra oportunidad como ésta.

-Tomoyo…-

-¿Sí?- ella se volteó casi enseguida. Era como si estuviera esperando que él la detuviera.

-Fui invitado a una cena. Será también una exposición de obras de arte, y como sé que eso te agrada pensé si…-

-¿Cuándo es?- preguntó, al parecer mostrando interés.

-El próximo martes, en cinco días…-

-Martes… martes…- luego de unos segundos, semejantes a una eternidad para Touya, ella le miró sonriente- de acuerdo, pasa por mí el martes a las siete. ¡Nos vemos!-

La vio desvanecerse detrás de la puerta. Contuvo la respiración por varios minutos. ¿Ella había aceptado? Todo pasó tan rápido que se negaba a creerlo. Continuó mirando la puerta, mientras pensaba en esa hermosa cabellera negro azabache, que le robaba la calma y el sueño. Toda una semana pensando en ella, en su sonrisa, en su aroma, en su voz. Siete días planeando cómo invitarla a salir. Horas maquinando una excusa para llamarla o ir hasta su casa. Y el sólo verla dormida a los pies de la puerta de su apartamento, hizo que todos sus planes se desmoronaran. Todo se rompió, sólo estaba allí ella, dormida por esperarlo. Ver de nuevo su bella sonrisa, luego de una semana de evocarla en sus recuerdos. Respirar el mismo aire que ella fue demasiado. Su hermosa presencia iluminó el recinto de una manera asombrosa. "Cinco días…" pensó, ese sería el tiempo necesario para volver a verla.

-Vamos, si sobreviví una semana… cinco días no es nada- sonrió para darse ánimos.

[CONTINUARÁ]

Notitas de Autora: aquí otro capítulo!. Touya finalmente se atrevió a invitar a Tomoyo, luego de una larga semana de traumas sobre la pelinegra era hora. ¿No creen?

Este capítulo en especial me encantó escribirlo, salió desde el fondo de mi alma.

Quisiera agradecer a todos los que me han dejado reviews o me han mandado correos, significa mucho sobre todo porque no imaginé que hubiera tantos a quienes les agradara esta pareja. Aún faltan muchas sorpresas, tengo preparado de todo para este fanfic… que está escrito con corazón.

Para comentarios o contacto a mei_akiyama@yahoo.com