Ojo: Este fic no es Slash. Yo no escribo esas cosas, así que por favor, no me lo comiencen a pedir, ya que tendría que negarme a sus deseos, ignorándolos totalmente. De ahí en fuera, todo tipo de comentarios serán aceptados.
Capítulo I
-Cincuenta puntos menos para Gryffindor .......- dijo la suave y peligrosa voz de Snape, la cual pareciera que saboreaba cada sílaba que salía de su boca. Harry temblaba de ira, difícilmente podría seguir conteniéndola si el ... (¿Se le podía llamar hombre? ¿A ese idiota descorazonado y cruel? Al menos no era Voldemort....) ... hombre..... seguía diciendo toda esa sarta de palabrerías que sabía a la perfección, herían a Harry donde mas le dolía. –Insubordinación, gran delirio por quebrantar la reglas.....- la cabeza comenzaba a darle vueltas, y no precisamente por que le doliera la cicatriz, bien lo sabía -.... igual que su padre.... – sabría que no podría contenerse mas. Harry se volvió bruscamente hacia el otro lado, tratando de evitar lo que sabía que pasaría, pero una mano firme lo tomó por el hombro y lo hizo que se retornara. -¿Tratando de escabullirse? Aún no termino de hablar Potter...- Cualquiera diría que al profesor de pociones lo costaba pronunciar el nombre sin tener que vomitar. Y Harry lo sabía. Y Harry lo odiaba. - .... puntos menos por no hacer caso.....- No había escuchado el número de puntos que había bajado a su casa. Ya no escuchaba mas. Sobrevino lo que tenía que ser.
Los muebles comenzaron a temblar con gran estrépito, mientras que los frascos que se encontraban repartidos por todo el aula, y de pronto el pisaron estalló en mil piezas, y Snape tuvo que agacharse para cubrirse, cosa de la que Harry se olvidó, y recibió el impacto de unos vidrios agujerando su cuerpo totalmente.
Cayó al suelo completamente herido, mientras la sangre manaba de sus heridas, sin embargo, la furia aún corría en sus venas, por lo que no hizo caso alguno de las cortadas. Snape lo miró fijamente, y comprendió todo, así que se levantó y, limpiando la silla, volvió a sentarse cómodamente en ella. –Puede retirarse- Y la conversación llegó a su fin.
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-Harry, por favor ve con la Madame Pomfrey- rogó Hermione una vez mas, obteniendo la eterna negativa por parte de su amigo.
-No importa, mañana se quitarán- era la enésima vez que pronunciaba aquella frase. Y Hermione lo sabía. Y le molestaba. Refunfuñó y colocó el libro que leía a un lado. –Harry, por mucho que quieras a tus padres, no creo que a ellos les agrade la idea de que andes con mil heridas en el cuerpo por una necedad tuya, así que por favor, ponte de patitas en el cuadro, por que ya estás viendo a Madame Pomfrey.- Había tal autoridad en su voz que hasta Harry se sorprendió, así que hizo lo que la chica le pedía.
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-¡Sirius, ahí va!- exclamó la voz de un muchacho de aproximadamente 17 años, el cual no tenía necesidad de ser presentado, ya que todo mundo sabía quien era James Potter. Al menos todos los que no lograban ver mas allá de las imágenes que daban las personas a primera vista.
Una bludger se dirigía poco a poco hacia donde el chico antes mencionado estaba. Pero ambos muchachos sabían muy bien lo que hacían. Y lo que hacían no era precisamente jugar con la bludger. Sus intenciones eran diferentes. Y era ahí donde Severus Snape entraba.
El muchacho caminaba hacia el gran lago, sin percatarse de que una bludger hechizada lo seguía a una velocidad que cualquier mago consideraría excesivamente baja si se tratara de un juego de Quidditch. Pero no se trataba de eso.
Cuando el muchacho alcanzó la orilla del gran lago, se sentó placidamente a leer el libro que había venido cargando todo el tiempo bajo su brazo. Sirius y James seguían los movimientos de éste joven con suma cautela, sin ser vistos por los demás compañeros que rondaban por el patio a tan dichosas horas del día para descansar. Todo ocurrió en menos de un abrir y cerrar de ojos. James hizo un movimiento rápido con su varita, el cual provocó que la bludger, que se había quedado estática cuando Severus se sentó, golpeara al chico fuertemente en la nuca, y cayera al gran lago, mientras el libro era depositado en las manos de un Sirius con sonrisa triunfante.
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Harry caminaba sin rumbo ni dirección por el castillo. Había estado con la señora Pomfrey, quien le había quitado todas las heridas, claro, no sin antes de refunfuñar un par de veces algo parecido a "ya se había tardado el niño...". Pensaba en su padre, y lo poco que sabía de él. Pensaba en su madre y lo poco que sabía de ella. Frunció el ceño. Sabía muy poco de ellos dos, pero lo poco que sabía de su padre, se lo había enseñado un recuerdo muy poco apreciado por un maestro de pociones que lo odiaba con todo el alma. Ese recuerdo era la razón de su odio.
Comenzó a caminar un poco mas rápido, al notar que las estrellas comenzaban a coronar la noche, y a sabiendas de lo mal que le podía ir en caso de que algún profesor (cualquiera...) que no gustara de su persona.... (dícese de Snape...) .... lo encontrara "vagando" en aquellas horas de la noche en medio del castillo. Corrió con todas sus fuerzas, sin embargo, antes de que pudiera pensar en nada, chocó contra algo, haciendo que Harry y "la cosa" cayeran al suelo.
-¿Vagando de nuevo señor Potter?- Harry sintió que el mundo se le iba a los pies. Ese día no era precisamente lo que se llamaba "el de suerte". Que Snape le bajara puntos mas de tres veces en un mismo día era el colmo. Y para acabar de darle, no había tenido una sola clase con el.
-Lo siento profesor- murmuró Harry en un tono que apenas se le escuchaba, ya que apretaba los dientes con furia.
-Igual a su padre... desdén por las reglas....- El discurso que Harry se sabía tan de memoria, comenzaba de nuevo. Su padre, un holgazán, inútil, que se la pasaba de bromista, a quien todos adoraban...... Igual a él... un perdedor.... Bla, bla, bla, bla..... Harry estaba seguro que si no lo hubiera escuchado de los labios Dursley por mas de quince años, podría comenzar a creérselo, pero dado que era lo mismo que le habían repetido toda su vida la gente que no lo quería, había aprendido a cerrar sus oídos y respirar con tranquilidad, mientras la persona se cansaba hablando. Usualmente asentía un par de veces, para dar a entender como si estuviera escuchando lo que le decían.
Desgraciadamente, con Snape era diferente. Desde que había llegado a Hogwarts, se había percatado que escuchaba todo lo que Snape le decía de su padre. Y las palabras se le encajaban en el cuerpo como dagas de doble filo. Había tardado tiempo en darse cuenta el por que. Sus tíos jamás habían conocido a sus padres lo suficiente. Lo único que ellos sabían era que sus padres eran magos renombrados, por lo que ya los consideraban como poca cosa. Sin embargo, Snape si había conocido a sus padres a fondo. Había estado con ellos en Hogwarts, por lo tanto Harry sabía que en las palabras de Snape había algo de verdad. Pero siempre se había negado a si mismo eso.
-Quince puntos menos para Gryffindor, y si lo vuelvo a ver, serán doscientos, ahora, salga de mi vista-
El profesor de pociones se retiró camino a las mazmorras, sin volver la vista en algún momento. Harry podría jurar que lo estaba esperando en aquella parte del castillo con tal de bajarle puntos a su casa, ya que no estaba camino a las mazmorras y mucho menos a la Sala Común de Slytherin.
Resopló y retomó su camino a su Sala Común. Haría todo lo que estuviera a su alcance para investigar sobre su padre. Todo. No le iba a importar nada mas. Toda su vida había escuchado puras historias acerca del pasado, sin embargo, todas diferían en las versiones de la gente que las contaban, por lo tanto, dejaría de creer en ellas.
Sabía perfectamente como acceder al pasado sin tener que viajar en el tiempo. En el despacho de Dumbledore estaba la respuesta. Y por mucho que le desagradara, en el despacho de Snape. Claro que no estaba dispuesto a utilizarlo si no en caso de extrema necesidad, en última instancia. Pero aún así lo usaría.
Se alejó poco a poco, mientras la oscuridad envolvía su figura, como si se lo estuviera tragando poco a poco. En un tiempo descubriría mas de lo que hubiera deseado en su vida.
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