Capítulo II
-¿Estas seguro?- preguntó cierto pelirrojo. En su voz había un temblor imperceptible que le daba entender al chico de la cicatriz que no estaba del todo de acuerdo.
-Tan seguro como que comenzaré esta noche. Dumbledore, según dijo McGonagall, fue llamado por el Ministro de Magia, al parecer tiene problemas con su existencia, así que podré infiltrarme fácilmente en su despacho y encontrarlo- declaró Harry , introduciendo en su boca el trozo de carne que colgaba desde hacía rato en su tenedor. Ron lo miraba dubitativo, pero al cabo de un tiempo asintió con la cabeza, declarando que estaba en su derecho. Harry miró hacia la mesa de los profesores, para ser exactos, en dirección hacia el asiento que ocupaba aquella cosa comúnmente llamada profesor de pociones, el cual comía con gran ceremonia. McGonagall platicaba con él animadamente, mientras éste la escuchaba. No había desagrado en su mueca, tal vez, después de todo, McGonagall fuera una de las pocas Gryffindor que Snape apreciara. Eso era ya un avance, ¿no?. Al menos significaba que Snape podría llegar a apreciar a alguien. Y que éste fuera Gryffindor, lo hacía mas que un avance.
Hermione llegó hecha un huracán y se sentó al lado de Ron, colocando una gran pila de libros al lado de ella.
-Hermione, ¿Qué es todo eso?- preguntó Ron, suspicaz. La chica casi lo fulmina con la mirada, sin embargo, contestó amigablemente.
-Ya es tiempo de que comencemos a estudiar, los exámenes...-
-Que son hasta dentro de seis meses...-
-Están muy cerca.- Terminó Hermione con un bufido.
-Son hasta dentro de seis meses, tenemos todo el tiempo del mundo para estudiar...- contestó tranquilamente Ron.
-¡Bien!- exclamó Hermione con un chillido que provocó que al menos diez personas que estuvieran alrededor de ellos se sobresaltaran. –Espero que después no me andes pidiendo ayuda para estudiar, por que estate seguro que no te la voy a prestar-
-¿Entonces me la vas a regalar?- preguntó Ron con una sonrisa pícara. La muchacha de cabellos castaños se enfadó tanto que parecía que iban a salir chispas de sus ojos, pero no dijo nada, simplemente se limitó a comenzar a comer.
-Hermione, ¿Cómo es que las cosas que dicen los Slytherin no te afectan, pero lo que dice Ron siempre te hace enfadar?- preguntó Harry. Hermione lo miró con ganas de asesinarlo, pero el cielo quiso salvar a la chica (ya que no quería responder esa pregunta, después de todo, la respuesta podría ponerla en una situación un poco incómoda = ) ), ya que McGonagall se acercó a ella, dándole instrucciones para alguna actividad de prefectos que tendría que realizar.
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Harry iba cubierto por la capa invisible, pero aún así se sentía un poco inseguro de lo que iba a hacer. No era para menos, ya que eso afectaba al director de Hogwarts. Sin embargo, después de todo lo que no le había dicho acerca de sus padres, creía que al menos tendría algo de razón. Caminó a tientas en la oscuridad, ya que no podía arriesgarse a encender su varita, de lo contrario, algún profesor (¿necesito repetir todo lo que dije antes?) podría localizarlo fácilmente, dando por terminada su encomienda, aún antes de comenzar. Y eso no era bueno. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de llevar a cabo su cometido.
Caminó y recorrió un montón de pasillos, para poder llegar por fin hacia la gárgola que ocultaba las escaleras de caracol, que daban directamente al despacho de Dumbledore. Refunfuñó por lo bajo. No se le ocurría nada en esos momentos que pudiera servir como contraseña.
-Pastel de limón, pan francés, tostadas, lo que sea… Dulce de menta…- pero la gárgola seguía inactiva. -¿Cucurucho con cucaracha?- preguntó. La gárgola comenzó a moverse poco a poco, hasta dejar paso hacia la tan ansiada escalera. Incrédulo por el hecho de que aquel director no hubiera cambiado la contraseña, (No pregunten por que, eso es necesario para que la historia funcione) Harry comenzó a subir, deteniéndose en la puerta que daba a la oficina.
Puso atento oído en la puerta, sin embargo, no alcanzó a escuchar sonido alguno, por lo que se aventuró a tratar de abrirla, encontrándola herméticamente cerrada. Lanzó un alohomara sin mucho entusiasmo, pero para su sorpresa, ésta se abrió. "¿Qué clase de seguridad es ésta?" se preguntó Harry, (Continúen sin preguntar por favor) pero aún así entró.
La oscuridad provocaba que el silencioso despacho se viera tétrico, pero Harry estaba demasiado acostumbrado a las emociones, así que se limitó a seguir con su plan. Debajo de su capa sacó un tazón algo peculiar. Era de oro, y en lugar de tapadera tenía una suave y fina capa que parecía ser de polvo blanco y plateado, sin embargo, al intentar tocarlo, no se sentía absolutamente nada. En el centro de esa capa había un pequeño agujero, en el cual solamente lograba pasar una varita de magia en manera vertical.
Harry se acercó al armario y sacó un pequeño objeto, el cual colocó en el escritorio del viejo director de Hogwarts, y al lado colocó el otro tazón.
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En el Gran Comedor reinaba el bullicio y la alegría general que rondaba a los alumnos en la época de vacaciones de navidad. Los fantasmas gozaban también de las fiestas. Se puede afirmar incluso que el Barón Sanguinario realizó una mueca algo parecida a una media sonrisa, cosa que no se había visto en el Colegio en mucho tiempo. Nadie creería que fuera por las fiestas, ya que andaba circulando el rumor de que Peeves dejaría por fin la escuela, sin embargo, Filch se encargó de desmentir esos rumores con su mal humor, el cual daba significativas directas a los alumnos acerca de la falsedad de ellos. El pobre Barón quedó con su orgullo herido, por lo que no se dejó ver por al menos un par de días, para volver a aparecer luego con su mal humor.
Neville había conseguido que Snape le diera el regaño de su vida, por lo que salió de clases con un serio trauma, ya que no hablaba en absoluto, su mirada se quedaba perdida en la inmensidad de la nada y su cara tenía un cierto color verde-azulado. Hermione lo tuvo que ir empujando suavemente hacia la enfermería, en donde se tuvo que quedar al menos unos quince minutos, mientras Madame Pomfrey trataba de quitarle ese estado de shock. Cuando recuperó la razón lanzó un pequeño grito de horror, para después tranquilizarse del todo, y así fue como terminó Snape colmando la paciencia de Harry. Él y Ron trataron de tomar venganza, y compraron cohetes y bombas fétidas en Hogsmeade, pero nunca lograron terminar con su plan, ya que Hermione no los dejó. Los pobres chicos quedaron totalmente chasqueados y enojados con Hermione, por lo que le retiraron la palabra por un día, sin embargo, ella no se amilanó, después de todo, sabía que estaba en lo correcto, y era su deber como prefecta el evitar ese tipo de comportamiento que incitaba a los problemas.
Algo así le dio a entender a Ron cuando estuvo dándole un discurso de mas de una hora sobre las responsabilidades de un prefecto. Harry se quedó dormido en el ínter, pero pagó caro por ello, ya que la muchacha de castaño le restó cinco puntos a su casa, para gran sorpresa de los chicos.
Fue entonces cuando le retiraron la palabra. Un día después, iban los dos caminando a deshoras por uno de los corredores, cuando se encontraron en un callejón sin salida, de esos pocos que había en el castillo. No tenían la capa. Pero eso no era lo malo, si no la voz de McGonagall que se escuchaba cada vez mas cerca de ahí. Pero del otro lado salió Hermione, la cual, al ver su situación, se puso a imitar uno de sus regaños, como si le fuera a quitar puntos a su casa, sin embargo, cuando McGonagall se retiró, ella sonrió, y así se dieron y recibieron disculpas.
Desde que Harry se introdujera en el despacho de Dumbledore habían pasado unas tres semanas, pero el director no daba muestras de haberse enterado del suceso. A pesar de eso, Harry sabía que si alguien se enteraba de lo que había hecho, podría ser expulsado en menos de lo que se tardaba en decir "Fue Snape...", por lo que decidió compartir su secreto solamente con sus amigos. En un principio pensó que lo haría solamente con Ron, sin embargo, necesitaba la ayuda de Hermione en algunas cosas, así que terminó diciéndole a la chica, la cual, aunque se mostró un poco renuente, al final terminó accediendo, dándole la razón al muchacho de cabellos negros.
Esa tarde partían los muchachos que iban a pasar las navidades con sus familias, entre los cuales, desgraciadamente, no se podía contar a Malfoy. Su papá había tenido problemas con el Ministerio durante las vacaciones largas, ya que al parecer, el padre de los Weasley lo había cogido infraganti en una mala jugada, por lo que pudo denunciarlo fácilmente, y Lucius aún no podía escaparse de ello. Draco estaba totalmente furioso con Potter, sin embargo, había sido advertido desde su casa que no hiciera malas jugadas, que todo estaba en riesgo, así que tendría que intentar dejar al niño-que-vivió en paz. Eso no le causó mucha gracia, pero el sabía cuanto estaba en juego, así que tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para ello. Al menos había logrado no insultarlo en su cara, eso era ya algo, ¿no?. Draco y Harry pensaban que sí, así que nadie dijo ni "pío" por el asunto. Crabbe y Goyle se quedaban a hacerle compañía a su eterno protegido. Pansy Parkinson si se iba. Su padre había sido capturado, así que ella no tenía nada de ganas de estar entre la gente que lo había mandado a Azkaban, por lo que volvió al lado de su madre.
La abuela de Neville había decidido que sería mejor que el chico pasara las fiestas en su casa, ya que podría ver a sus padres, después de todo, casi nunca los veía, así que se retiraba. Dean Thomas se quedaría, puesto que algunos Mortífagos habían atacado su casa. Recibió ayuda del Ministerio, y su familia se ocultó, pero no quería volver a ponerlos en peligro, así que se quedaba en Hogwarts cada vez que podía. Finnigan si se iba. Parvati y Lavander ser iban a pasar las navidades a Francia ellas dos, felices por poder ir de compras, mientras que Hermione se quedaba junto con Ron y Harry.
Los padres de Ron iban a visitar nuevamente a Charlie, por lo que Ginny y él se quedarían en Hogwarts. La chica lo había tomado mal al principio, después de todo, tenía planeado salir con unas nuevas amistades que había hecho, pero su madre fue inflexible, así que se tuvo que quedar.
-Bueno, entonces, nos vemos hasta después- dijo felizmente Lavander, saliendo de la Sala Común. Parvati la siguió en despedida y en salida. Los muchachos se sintieron felices por tener la paz casi total en la Sala Común. Al menos en ese momento no había nadie, así que Harry pudo sacar lo que había tenido oculto durante mucho tiempo en una pequeña trampa que había descubierto con el Mapa del Merodeador. Estaba en una de las paredes de la Sala Común, disimulada con una cortina, y se necesitaba un hechizo para abrirla, pero Harry lo había descubierto.
-Bien, solo faltan unos minutos- declaró el muchacho de gafas, tomando en sus manos lo que había ahí y poniéndolo en la mesa en la que estaban sentados sus amigos. Ron miró el objeto, mientras que Hermione consultaba algo en un libro.
-Se supone que tienes que sostener tu varita en alto y mandar que se muestre, y todo va a ser igual que de donde lo sacaste- declaró ella, leyendo cuidadosamente la página del libro en que estaba. Harry asintió.
-Bien, solo espero que haya valido la pena- dijo Ron, cruzándose de brazos y recostándose en la silla.
-Claro que si Ron, ¿Cómo puedes ser tan insensible?- exclamó Hermione mirándolo ceñudamente.
-Cálmense por favor, no discutan en este momento- exclamó Harry un poco exasperado. Los muchachos decidieron hacer una tregua temporal. Harry alzó su varita.
-¡Muéstrate!- exclamó lo mas fuerte que pudo. La sustancia blanca que se encontraba en el fondo del tazón que Harry llevaba el día de la incursión en el despacho de Dumbledore comenzó a girar a un ritmo muy veloz, tanto que por momentos los chicos comenzaban a sentirse mareados, pero aún así seguían observando las reacciones de la sustancia. Después de unos momentos así, ésta se detuvo.
-Perfecto- exclamó Harry sonriendo. Los recuerdos copiados de Dumbledore sobre su padre estaban a su total disposición en esos momentos.
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