Hace poco más de cuatro años conocí el anime de Digimon Tamers. Una serie que superó por mucho mis espectativas y el pensamiento que siempre había tenido de este concepto en particular. Muchos concordarán conmigo en que el sentimiento en este anime era uno muy diferente. El desarrollo psicológico que se manejaba era uno bastante interesante, el estilo era llamativo y limpio, la idea de las cartas un homenaje excelente a su propio origen y en esta serie por primera vez los niños se involucraban, y con su digimon "evolucionaban" al final para convertirse en seres mejores de los que fueron en un principio. Simbólicamente hablando era una premisa fantástica y algo que me abrió el panorama a distintas formas de narrar una historia.

Al igual que tu, busqué otras cosas de este anime, leí muchísimos fanfics y rogué a los cielos porque los creadores hicieran algo más, algo donde el Rukato, mi pareja favorita, se hiciera más evidente; un hecho. Tuve la dicha de ver la ova 6, y aunque es excelente, deja demasiados cabos sueltos para mi gusto. La inquietud de pensar en todas las posibilidades que existían y que no se realizaron, me animó a sentarme frente a la computadora y escribir lo que ahora ves en tu pantalla. Espero te guste como a mi me gustó imaginarla y escribirla.

Digimon no me pertenece, le pertenece a Akiyoshi Hongo

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"La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas."
Aristóteles

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El digivice de la amistad

Por: Lince

Capítulo 1: El regreso

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Esa mañana, Takato Matsuki no podía concentrarse en lo que hacía. Definitivamente que no podía hacerlo. Llevaba más de quince minutos tratando de ponerse los calcetines, y cuando lo logró y entró al baño para peinarse, se dio cuenta de que se había puesto sus jeans grises al revés.

¿Cómo puedo hacer cosas como esta? pensó, mientras corregía de inmediato el error.

Todavía medio dormido se miró en el espejo. El reflejo de un muchacho flacucho de dieciséis años con cara de sueño le devolvió la mirada. Sus ojos color carmesí miraban hacia la nada, y su cabello castaño se alborotaba en todas direcciones; intentó aplacarlo pasándole el cepillo varias veces, pero como no sirvió de nada, decidió dejarlo así. Con pesadumbre acomodó sus libros en su mochila. Cómo odiaba los lunes. Seguramente tendría un examen sorpresa, o le dejarían muchos deberes, o quizá...

– ¡Takato, se te hace tarde! –gritó la señora Matsuki desde la planta baja de la casa.

–¡Sí¡Ya voy! –respondió el Tamer.

De pronto en su apresuramiento, su mano dio con su viejo mazo de digicartas, las cuáles se encontraban acomodadas sobre su escritorio. Las miró con nostalgia. A veces aún jugaba contra sus amigos en el parque Chuo, su antiguo refugio en sus años de primaria.

–Guil... Guilmon. –susurró el chico mientras levantaba un viejo y arrugado trozo de papel que tenía el dibujo de un dinosaurio de color rojo oscuro, líneas negras y ojos ambarinos. Parpadeó y lo comparó con la carta que encabezaba su mazo de juego:

La carta de Guilmon. Un regalo para él por parte del equipo salvaje. Rika y Henry también tenían una tarjeta de sus respectivos camaradas, las cuales atesoraban como un recuerdo muy valioso.

Por un momento Takato se sintió diferente, cómo si de nuevo volviera a tener diez años y se dispusiera a salir rápidamente a visitar a su digimon camarada al escondite del parque con una docena de panes para alimentarlo. ¿Es qué de verdad había pasado tanto tiempo? Todavía seguía fresco en su memoria el momento en que su compañero dinosaurio fue liberado en el mundo real, cuando se enfrentaron contra Rika y Renamon, cuando vencieron a los devas, y al D-Leepa... cuando se fusionaron y juntos crearon al caballero Gallantmon para rescatar a Juri del monstruo que amenazaba con desaparecer al mundo entero. Hacía seis años que había hecho aquel dibujo. Y hacía cinco que no sabía nada de su amigo desde que los digimons regresaron al Digimundo por la última puerta. Sabía que los digimons no podían retornar al mundo real porque las fronteras se habían cerrado para siempre; pero es que deseaba tanto ver a Guilmon otra vez. Tan sólo una vez más.

Sí las cosas volvieran a ser cómo lo eran antes... pensó para sí.

Una risa infantil se escuchó a espaldas de Takato en ese instante. Este volteó, pero no vio nada, abrió la ventana y sacó la cabeza para echar un vistazo, pero tampoco había nada ahí; sólo podía ver a su papá lavando las charolas de metal en las que depositaba el pan. El señor Matsuki saludó a su hijo con una seña y este lo saludó igual. Takato sólo se rascó la cabeza.

–Qué raro. –murmuró, frunciendo un poco el ceño.

Encogiéndose de hombros, caminó hacia su closet y descolgó una chamarra blanca con marcas negras, se la puso encima de su camiseta roja, agarró sus cosas de la escuela, y dando un último recorrido a su habitación con la vista, salió de ella y se dispuso a partir rumbo a la escuela.

Aún era temprano cuando Takato llegó a la preparatoria, sólo estaban allí Hirokazu y Kenta jugando una partida rápida de digicartas sentados en una banca, (como acostumbraban hacerlo todas las mañanas desde que tenían diez años.) El muchacho miró alrededor. Todavía no llegaban el resto de sus amigos: Henry de seguro llegaría un poco más tarde porque tenía que acompañar a su hermana Suzie a la escuela; Rika no tardaría en aparecerse por ahí porque era más puntual, y casi podía apostar Takato a que Juri la acompañaría; después de todo ambas se habían vuelto muy buenas amigas y era raro ver a la una sin la otra.

–¡Hey Takato! –saludó Hirokazu desde la distancia. –¡Ven a ver como hago talco a Kenta con esta carta opcional!

El chico de anteojos sólo hizo un ademán de hacerse el muerto y se tiró hacia atrás desparramando sus cartas. Takato soltó una risita, no era posible que después de seis años de jugar cartas con el mismo adversario siguiera perdiendo contra él. Takato se sabía de memoria las tácticas que usaba Hirokazu para ganar (todas muy arriesgadas) y siempre terminaba derrotándolo. La verdad consideraba más entretenido jugar contra Henry o contra Rika, al menos ellos no eran nada predecibles. Se acercó a sus amigos para saludarlos.

–¡Hola chicos¿Qué hay? –saludó Takato inclinándose hacia el tablero para ver la jugada que habían estado haciendo. Arqueó las cejas. Como lo imaginó, Kenta había sido derrotado con un movimiento muy sencillo: una conexión B de velocidad.

–¿Qué te parece, eh? Con esta ya van tres veces seguidas. Creo que estoy mejorando mis habilidades. –comentó Hirokazu dándose aires de experto.

–Mmmh... sí tú lo dices. –se burló Takato.

–...La verdad, sí me lo preguntan. –susurró una voz femenina a sus espaldas. –Considero que una victoria con una conexión B es para los novatos, y celebrarla es cosa de perdedores. Algo muy digno de Hirokazu; el gran rey bocón, cara de visera...

Los tres chicos se giraron y se encontraron con que Rika y Juri acababan de llegar. La primera estaba cruzada de brazos y sonriendo desafiantemente, y la segunda atacada de la risa por el acertado comentario de su amiga.

–¡Mídete Rika! –gritó Hirokazu levantándose de un salto y viéndola con ojos chispeantes. –Katou... ya, no te rías, no le sigas el juego a Nonaka. Sólo contribuyes a que se despegue más del piso.

Juri cubrió su boca con sus manos para ocultar su sonrisa de Hirokazu, luego le guiñó un ojo a Takato. Este se sonrió un poco, y le devolvió el saludo. La chica se veía muy linda con su conjunto de blusa amarillo canario y falda negra, su cabello castaño le caía suelto hasta los hombros, y sus ojos color miel brillaban como siempre. Parecía ser la misma Juri de antes, feliz y alegre; claro que ya no usaba ese títere de perro que traía de niña por todas partes; pero en vez de eso, acostumbraba llevar consigo una buena cantidad de digicartas para jugar en sus ratos libres con Rika y Henry, pues estaban en el mismo grupo y esa era la mejor forma de no aburrirse.

Takato desvió la mirada de repente, y se posó en Hirokazu quien le estaba gruñendo quién sabe que cosas a Rika que no le hacía el menor caso. Rika volteó y le sonrió a Takato, él también le sonrió. Aún era como la recordaba: sarcástica, gruñona y orgullosa; pero de cierta forma había cambiado, ahora era más amable, sensible y hasta tierna (con sus claras excepciones en cuanto a Hirokazu y a Ryo se referían). Venía vestida con unos jeans de color azul marino y una blusa de color blanco de mangas azules y una marca de ying-yang en el pecho; ya no usaba los cintillos de la pierna izquierda, pero su cinturón de cuero era algo que no había querido cambiar y lo seguía usando alrededor de su cintura. Quizá el cambio más radical en Rika era su cabello, pues se había dejado crecer su flequillo casi hasta el mentón, (peinándolo regularmente con un apartado por el medio), y todavía usaba una cola de caballo, pero ya no la alzaba (aunque su pelo continuaba erizándose en las puntas.)

Hirokazu seguía rumiando que sus jugadas no estaban tan mal y que Rika debía ofrecerle una disculpa, pero ella tampoco parecía querer ceder. Takato se interpuso y los separó un poco.

–Vamos, Hirokazu. Tienes que admitir que tus jugadas son un poco... descuidadas¿ok? –el chico sólo gruño por respuesta. –Y supongo que hasta la Reina Digimon empezó su carrera con victorias sencillas ¿no? –Takato le dirigió una mirada significativa a Rika, quien esbozó una pequeña sonrisa.

–Tal vez. –respondió la chica. –Supongo que para tratarse de ti. –comentó, mirando despectivamente a Hirokazu. –Ese tipo de movimiento no está tan mal.

Hirokazu sonrió, interpretando eso como una disculpa, y se fue a seguir jugando con Kenta.

Al poco rato llegó Henry y se reunió con ellos para comentarles las novedades del fin de semana. Iba vestido con un pantalón de color caqui de muchos bolsillos, camisa negra de rayas blancas, y un chaleco verde. Para haber sido en el pasado un tipo de lo que se dice intelectual, los últimos veranos había crecido un montón y sus entrenamientos de artes marciales lo habían dotado de unos músculos marcados que varias chicas en la preparatoria adoraban de una forma bastante rara.

–¡El torneo de Tamers catódicos dará inicio dentro de una semana! –les explicó el chico de ojos grises. –Vi el anuncio de la convocatoria mientras viajaba en tren para mi clase de tai-chi-chuan. –se detuvo un momento para ver la reacción de sus amigos, luego continuó. –Sí, ya sé que las competencias se ponen muy rudas, pero este año pienso que sería buena idea entrar.

Todos se quedaron con la boca abierta. ¿Henry Wong¿Compitiendo en un torneo de cartas? Takato sabía bien que ese tipo de cosas se le daban mejor a Rika, pero pensó que su amigo también era un muy buen Tamer; de pronto pensó en lo que la noticia de Henry significaba: que probablemente se enfrentaría contra la pelirroja en la competencia en alguna ronda del torneo, pues era algo seguro que Rika participaría.

Cada año entraba y apaleaba a todo el mundo para verse frente a frente con Ryo Akiyama. Aunque hacía años que habían hecho las paces, ambos seguían conservando el viejo espíritu de competencia. Los campeonatos más recientes habían sido los más feroces, y Ryo y Rika se encontraban empatados con tres torneos vencidos cada uno, por lo que el de ese año sería el que los desempataría; y por lo tanto, prometía ser el más brutal. Takato pensó que tal vez Rika se tomaría el anuncio de Henry como un reto, pero si lo hizo no pareció demostrarlo; sus ojos violetas se mantuvieron en calma todo el tiempo; e incluso felicitó a Henry y le deseó suerte, lo que casi hizo que a Hirokazu se le desencajara la quijada.

El muchacho de cabello azul, miró a la pelirroja desde su gran estatura y le sonrió complacido.

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–Entonces¿Qué opinas? Va a ser interesante que Henry entre también en el torneo de Tamers ¿no? –le preguntó Juri a Rika mientras le lanzaba, a esta última, una pelota de baloncesto.

El timbre de entrada había sonado hacia diez minutos. Takato, Hirokazu y Kenta se habían marchado al segundo piso del edificio de la escuela a su clase de literatura; mientras que Henry, Rika y Juri se encontraban en el gimnasio del plantel tomando la clase de educación física.

–Sí, supongo. –contestó la muchacha mientras atrapaba la pelota y la botaba un poco.

–Bueno, quiero decir, él ha cambiado mucho ¿no te parece? Antes, ni remotamente me hubiera pasado por la cabeza que a Henry le interesaran este tipo de competencias. –comentó Juri mientras le sonreía misteriosamente a su amiga.

–¿A qué te refieres? –inquirió Rika mirándola con extrañeza.

–No. A nada, es sólo que... –en esos momentos, Juri desvió la mirada y la posó en el chico Wong, quien estaba jugando básquetbol con el resto de los muchachos del salón. Luego miró fijamente a la chica de ojos violetas. –¿De verdad no te das cuenta?

Rika lanzó el balón hacia la canasta y este entró limpiamente.

–¿De qué? –preguntó la Tamer mientras recuperaba la pelota y se la lanzaba a Juri, quien la tomó algo desconcertada.

Katou sólo se mordió el labio mientras miraba el balón que sostenía en sus manos.

–¿Qué pasa? –preguntó Rika dándose cuenta de la expresión que tenía Juri en el rostro.

–...No, nada... –le contestó esta mientras volvía a botar la pelota y se hacía la desentendida.

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– Pst, Takato. Es tú turno.

Hirokazu le picó el costado al muchacho para que reaccionara.

–¿Eh¿qué?... ¡Ah, sí! –balbuceó Takato mientras se ponía de pie y levantaba su libro de texto. –Ehhhhhh...

–Por la página 95, por donde dice Amar. –le murmuró Hirokazu disimuladamente.

Tratando de evitar la terrible mirada del profesor, Takato se aclaró la garganta y comenzó a leer en voz alta:

" Amar es empapar el pensamiento

en la fragancia del edén perdido.

Amar es llevar herido

con un dardo celeste el corazón.

Es tocar los dinteles de la gloria.

Es ver tus ojos .

Es escuchar tu acento.

Es en el alma llevar el firmamento.

Y es morir a tus pies, sin sentir dolor."

Algunas chicas suspiraron y otras soltaron risitas mientras el profesor se volteaba al pizarrón y comenzaba a escribir el poema completo. Takato se sentó en su lugar ruborizándose.

¿En qué había estado pensando? Tenía muchas cosas en la cabeza; Ella se encontraba entre estas y realmente lo distraía, al menos últimamente. Sacudió su cabeza tratando de concentrarse en la clase, pero no sirvió de mucho. Comenzó a garabatear en su cuaderno, y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, vio que acababa de dibujar a Guilmon, tal y como lo recordaba. Este se veía completamente diferente al digimon que había inventado cuando tenía diez años, pues su experiencia en el dibujo lo había llevado a un trazo más perfeccionado y a un estilo propio.

–Guilmon... –susurró Takato mientras veía al dinosaurio de su cuaderno. –Si tan sólo estuvieras aquí...

–Ji, ji, ji –la misma risa infantil que Takato escuchó en su habitación, ahora la escuchaba en la escuela. El Tamer se limpió el oído con el dedo. No, no podía ser. ¿Es que acaso se estaba volviendo loco? Se asomó por la ventana. Pero no había nada. Desconcertado volteó a ver a Hirokazu y a Kenta, pero ellos estaban muy ocupados admirando una digicarta nueva como para prestar atención a risas salidas de quién sabe dónde.

Echando un último vistazo por la ventana, Takato decidió fijar su atención a la clase.

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–¡Eh, Wong¡Por aquí! –gritó un muchacho de cabello negro que corría junto a Henry. –¡Estoy libre!

–¡Allá va! –gritó el chico de pelo azul, mientras burlaba a dos adversarios y lanzaba la pelota hacia su compañero quien corrió rumbo al tablero enemigo.

Henry comenzó a correr para posicionarse cerca de la canasta; pero entonces miró por sobre su hombro, las chicas del salón estaban jugando su propio partido en la cancha vecina.

Sus ojos recorrieron rápidamente por la multitud de muchachas y se encontraron con Rika, quien acababa de recibir un pase y se disponía a realizar su tiro; El chico la vio driblar a un par de muchachas, para luego lanzar la pelota desde una esquina, y encestar hábilmente. La pelirroja de pronto se vio rodeada por sus compañeras de equipo que la felicitaban por la jugada. Henry de pronto sintió que se ruborizaba.

–¡Hey Wong! –se escuchó que le gritaron.

–¿Eh...? –balbuceó Henry mientras volteaba distraídamente.

El balón impactó directo en su cara, y el chico Wong sólo pudo sentir que su cuerpo caía hacia atrás lentamente. Escuchó el silbato de la profesora, y entonces dio contra el suelo.

–¡AAAAYYYYYY! –gritó alguien. –¡ME... APLASTAS!

–¡L-Lo siento! –trastabilló Henry mientras se incorporaba de inmediato y se giraba para tratar de ayudar a la persona sobre la que había caído.

El muchacho abrió los ojos sorprendido. No había nadie allí. Miró a todas partes sin encontrar nada, pero él estaba seguro de haber caído sobre alguien.

–¿Wong, estás bien? –le preguntó la profesora acercándose hacia él, junto con algunos de sus compañeros.

Henry se rascó la cabeza. Por el rabillo del ojo pudo ver que las chicas lo estaban observando también; algunas se reían, otras murmuraban; Juri parecía preocupada y Rika tenía una expresión muy extraña en su rostro, era de susto, cómo si hubiera visto un fantasma. El chico se sonrojó.

–Sí profesora. –susurró Henry, poniéndose de pie firmemente. –Me encuentro bien. No pasa nada.

–Bien, continuaremos con el juego; pero presta más atención la próxima vez Wong. –lo previno la profesora mientras le indicaba que regresara al partido.

El joven asintió con la cabeza y corrió a reunirse con el resto de sus compañeros, mirando por sobre su hombro que Rika ahora lo veía con fijeza.

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–Que extraño estuvo eso. –murmuró Juri mientras se amarraba las cintas de los zapatos en los vestidores de las chicas.

Habían pasado quince minutos desde que la clase había terminado y los estudiantes se encontraban en las duchas, refrescándose después del juego.

–Ya sabes cómo es Henry. –contestó Rika mientras se secaba con una toalla el cabello mojado. –Últimamente anda como en la luna.

–A lo mejor y vio algo raro. –pronunció Juri.

–¿En esta escuela? –preguntó Rika sarcásticamente mientras cepillaba su cabello. –Lo más extraño que podría ver, sería la cara de pelota que le queda después del trancazo que le dieron hoy.

Juri soltó una risita.

–¡No, ya en serio¿No te pareció escuchar algo raro en el gimnasio? –susurró Juri misteriosamente.

La pelirroja se detuvo y no dijo nada, parecía que estaba pensando en algo, algo serio.

–¿Rika¿Pasa algo malo? –preguntó Juri en un tono de preocupación.

Rika se volteó para mirarla y le sonrió.

–No, es que... –titubeó. –Estaba pensando en lo interesante que va a resultar el torneo de este año. –comentó encogiéndose de hombros.

Juri arqueó las cejas, el tono de la voz de su amiga le decía que eso no era realmente lo que la estaba preocupando; pero decidió seguir con ese tema de conversación.

–Sí, supongo que vas a participar ¿no? –inquirió esbozando una sonrisa de complicidad.

–Así es. –corroboró Rika. –Y me gustaría que este año tú también te animaras a entrar. ¡Anda, será divertido! –le suplicó mientras se sentaba a su lado.

–No lo sé... –dudó Juri. –¿Y que tal si me toca enfrentarme contra ti en alguna ronda¿eh?

–Pues te hago papilla y continuamos con la competencia ¿Cuál es el problema? –dijo la pelirroja encogiéndose de hombros.

Juri le dio un codazo en el costado.

–¡Cómo eres! –le reclamó indignada.

Rika comenzó a reírse y se levantó del asiento caminando hacia el espejo para terminar de peinarse.

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Estoy seguro que había algo en la cancha, no pude haberlo imaginado

Henry Wong se encontraba sumido en sus pensamientos en clase de biología. Parecía ser que lo que había ocurrido en la clase de educación física lo había intrigado bastante.

La voz que escuché era demasiado aguda como para ser la de un estudiante de preparatoria, y sin embargo me sonó tan... familiar

Henry levantó su lápiz y comenzó a juguetear con él mientras pensaba. Miró hacia su derecha y vio a Rika, quien miraba hacia el frente con la mirada perdida; obviamente ella tampoco estaba prestando atención.

Me pregunto qué le pasará. ¿Habrá escuchado también algo?

Wong pensó sí debía preguntarle, pero en ese momento Rika volteó repentinamente y miró al chico de ojos grises con una contemplación penetrante, cómo buscando algo. Sus ojos se movieron lentamente hacia la izquierda, luego a la derecha, y finalmente se posaron en Henry, quién la observaba confundido. Rika se sobresaltó cuando se dio cuenta de que el chico la veía, luego suspiró, le sonrió y miró de nuevo al frente como si nada hubiera pasado.

¿Qué fue eso? se preguntó Henry, parpadeando varias veces. Echó un vistazo a su izquierda, hacia la ventana, pero nada estaba pasando afuera.

¿Será que... el chico empezó a ruborizarse...…le gusto?

Con ese pensamiento dejó que su mente divagara¿Sería que al fin Rika se había dado cuenta de sus sentimientos¿La idea de su entrada en el torneo habría dado resultado?

Henry seguía soñando, pero de pronto sintió que algo pasaba por sus pies.

–¡Ah¿Qué fue eso? –gritó mientras se ponía de pie y buscaba con la vista en el suelo.

De pronto se congeló, todo el grupo lo miraba como si se tratara del alborotador de la clase.

–Ehhh, lo siento. –murmuró Henry mientras se volvía a sentar apenadamente.

¿Qué rayos sería esa cosa¿Un animal?

Suspiró y miró a su derecha, Juri lo veía preocupada y Rika no quitaba la vista del piso, parecía que trataba de encontrar algo que fuera invisible. Después de un rato la chica frunció el ceño, meneó la cabeza y volvió su atención a la clase.

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Me estoy volviendo loco¿Por qué escucho cosas sin sentido?

Las clases ya habían terminado y todo el mundo se había marchado. Takato se encontraba solo vagando por la escuela, pues Hirokazu y Kenta ya se habían ido a sus respectivos hogares, (el Tamer les había dicho que tenía que quedarse para hablar con su asesor.) pero, claro que esto no era verdad. Lo que pasaba era que el chico quería buscar al responsable de la risa que continuaba acechándolo.

Takato, eres un tonto, mira que si todo esto es producto de tú imaginación...

El Tamer bajaba las escaleras, cuando de pronto, se detuvo en seco.

Rika Nonaka se encontraba al pie de las escaleras mirando hacia la nada, con la vista fija; sus ojos se entornaban como los de un gato y se movían lentamente escudriñando en cada rincón. Parecía estar buscando algo.

Takato se acercó lentamente hacia ella y le puso la mano sobre su hombro.

–¿Rika?

–¡Aaaaaaaaah! –la muchacha dio un saltó hacia atrás, chocando con el pecho del Tamer y tirando al suelo un libro que llevaba en los brazos. Takato la atrapó y la miró sorprendido.

–¡Rika, lo siento! –se disculpó el chico torpemente. –¿Estás bien? –preguntó.

–¿Uh¿Takato? –balbuceó la chica sintiendo que se sonrojaba. De inmediato sacudió la cabeza y se separó del castaño tratando de recuperar la compostura. –¿Qué estás haciendo aquí? –soltó de forma confundida.

–Qué curioso, yo te iba a hacer a ti la misma pregunta. –respondió Takato mientras le sonreía, luego miró hacia ambos lados. –¿En donde está Juri?

Rika pareció molestarse por la pregunta.

–Se fue a su casa temprano, sabes que tiene que ayudar en el negocio de sus padres.

Takato frunció el ceño. Claro, cómo pude olvidarme

Luego sus pensamientos volvieron a posarse en Rika

–Aún no me has dicho qué es lo que estabas haciendo aquí. ¿Se te perdió algo? –el Tamer le sonrió amablemente. –Puedo ayudarte a buscar, si quieres.

Rika empezó a pasarse las manos compulsivamente por el cabello.

–Ehhhhh...

La verdad es que hacía algún tiempo que la pelirroja se sentía confusa respecto a su amigo Takato; y a pesar de que su relación era favorable, Rika aún se negaba a admitir que Matsuki le gustaba o algo semejante, (aunque la chica sintiera como si en su estómago algo se moviera hacia todas partes cuando se encontraba cerca de él.)

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¡Uggh¿por qué tiene que sonreír de esa forma pensaba ella, mientras veía hipnotizada el amable gesto que el chico Matsuki le dirigía.

–¿Cómo es lo que buscas? –preguntó Takato de nuevo, sacando a la pelirroja de su ensueño.

–Lo que pasa es que no estoy buscando algo. –comenzó a decir ella, mientras se agachaba para recoger el libro que había dejado caer. –Sino a alguien...

Las manos de ambos Tamers se tocaron intentando levantar el libro.

Rika apartó su mano casi de inmediato, y el chico sólo arqueó las cejas sin darse cuenta del nerviosismo de su amiga.

–¿Qué estás buscando a alguien¿A qui... ¡Hey¿Qué es esto? –Takato levantó unas tarjetas que salieron del interior del libro de Rika, las observó con detenimiento, y abrió la boca sorprendido. –Estas son... ¡cartas device! –soltó Takato mientras examinaba las valiosas tarjetas. –¡Y muy buenas! ... ¿Rika, qué es esto?

La chica se encogió de hombros.

–Es la estrategia que implementaré contra Ryo este año. –respondió resueltamente. –Pero no digas nada, que es material ultra secreto.

Takato miró las cartas de nuevo y luego murmuró:

–¡Por supuesto! Ryo siempre ha tenido la ventaja de poder utilizar las cartas device en Cyberdramon, por eso ahora las usarás tú también ¿no?

–Sí, las conseguí hace unos meses. Son tan buenas que parece que las diseñaron pensando en mí carta líder. –explicó Rika mientras le mostraba una de las tarjetas a Takato. –¿Lo ves? Con esto podrá realizar ataques sorprendentes, y he estado desarrollando diferentes jugadas con ellas desde entonces. Este año, Ryo Akiyama lo pensará dos veces antes de volver a permitir que lo llamen: "el Tamer Legendario" –dijo la Tamer con satisfacción.

–Tu carta líder... –susurró Takato. –¿Te refieres a Renamon, verdad?

Rika asintió con la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa.

Hubo un momento de silencio hasta que Takato habló de nuevo.

–Cómo te admiro, Rika.

–¡¿Qué?! –exclamó esta, siendo tomada totalmente por sorpresa.

–Cualquier otro jugador de cartas habría optado por conseguir una de esas nuevas tarjetas de digimons poderosos para combatir. –explicó Matsuki. –Pero tú has permanecido fiel a la de Renamon, utilizándola como tú carta líder. –el chico la miró con fijeza. –Eres una gran Tamer, Rika.

La muchacha no supo que decir. Ella estaba muy bien acostumbrada a los halagos, siendo durante tantos años la Reina de los Digimons; pero es que Takato lo estaba haciendo de una forma tan honesta... que no supo realmente qué fue lo que le pasó. Rika sintió que sus mejillas ardían, y que le temblaban las rodillas como si de pronto se hubieran vuelto de gelatina. Takato vio en ese momento dentro de sus ojos. En las profundidades de su mirada de color violeta descubrió algo, algo que no había visto antes; de pronto el chico sintió un cosquilleo en su estómago, y sintió que se sonrojaba ligeramente.

–T-Takato... yo... –murmuró la chica en voz baja y temerosa.

–¿Qué... pasa...? –susurró él, completamente ido.

–Tengo que... ¡irme! –soltó Rika mientras tomaba sus cosas apresuradamente y salía corriendo del edificio, dejando sólo al confundido Takato.

–Rika...

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¡Aaaargh¡¿Cómo pude ser tan estúpida?! se reprendía Rika, mientras corría por el parque Chuo y recordaba lo tonta que se había comportado con Takato en la preparatoria momentos antes.

¡Se supone que soy la Reina Digimon Pensaba desesperadamente ¡La Reina Digimon no se comporta como una chiquilla idiota! Rika frunció el entrecejo ante lo último y disminuyó el paso poco a poco.

...¿A quién quiero engañar? Hace años que dejé de serlo. Desde que...

Se detuvo para recuperar el aliento, y miró alrededor; había corrido directamente hasta el antiguo refugio de Guilmon.

¿Cómo es que llegué hasta aquí?

La chica recorrió con la vista la pequeña vivienda, y lentamente se acercó a ella, como si el refugio tuviera una especie de atracción magnética que la invitaba a entrar. Sacudió la cabeza y dudó momentáneamente. No había puesto un solo pie en ese lugar desde que Renamon se había marchado junto con el resto de los digimons de vuelta al mundo digital. Rika cerró los ojos. Durante años evitó ese sitio, incluso evitaba el parque Chuo. Todo le traía demasiados recuerdos que la entristecían. ¿Por qué habría de entrar ahí ahora¿Qué era lo que esperaba encontrar?

Renamon se fue... ella ya no volverá se dijo a sí misma mientras se daba la vuelta tristemente.

Pero de pronto se detuvo y miró por sobre su hombro.

Pero... ¿Y si lo que él me dijo aquella vez era cierto?

La pelirroja recordó vagamente aquella ocasión en la que tiempo después de haber terminado con el D-Leepa, Takato les había contado que la puerta dimensional hacia el Digimundo, que se encontraba en la casa de Guilmon, pudo abrirse por un breve instante que bien podría repetirse nuevamente. Por lo que Rika respiró profundamente, como armándose de valor, y caminó hacia la puerta para cerciorarse, hasta que chocó con algo.

–¡Ungh! –exclamó la chica.

–¿Rika? –escuchó que la llamaron.

La Tamer levantó la mirada y se encontró con la de Henry Wong.

–¿Henry? –se extrañó Rika. –¿Qué estás haciendo aquí?

El chico se encogió de hombros y se metió las manos en los bolsillos.

–Sólo daba un paseo. –murmuró éste, como no dándole mucha importancia.

–¿En el refugio de Guilmon? –preguntó Rika dubitativa. –Fue un paseo corto ¿no?

–¡No!... Bueno... es que yo... verás... desde la mañana que tengo una duda y por... eso... estoy... aquí... –balbuceó el Tamer ruborizándose.

La chica soltó una risita y le dio un golpecito en el hombro.

–Ay, no te pongas así. –le sonrió ella. –Es broma.

Henry esbozó una débil sonrisa y respiró aliviado; por un momento temía haber estado haciendo el ridículo.

Cuando el chico volvió a mirarla, Rika se encontraba pensativa observando el ex-cubil del dinosaurio.

–¿Uh¿Qué pasa? –preguntó Henry de manera extrañada.

–No... nada. Lo que pasa es que... –la vista de la chica pasó del refugio, a Henry. –He tenido un presentimiento extraño todo el día.

Wong se sorprendió mucho y arqueó las cejas.

–¿Un... presentimiento¿Qué clase de presentimiento? –preguntó con interés.

Rika bajó la mirada, entrecerrando los ojos.

–Una sensación... todo el día he tenido esta sensación... –la chica se mordió la uña del pulgar. –... Pero no puede ser... No es posible. –miró a Henry de nuevo. –... ¿O sí...?

El Tamer se rascó la cabeza.

–Rika... no te entiendo.

La pelirroja cerró los ojos, después de un par de minutos, se dio una palmada en la frente, abrió los ojos y le sonrió al muchacho.

–Bueno Henry, creo que mejor me voy a mi casa. Tengo que hacer algunas cosas. –comenzó a decir mientras se alejaba del lugar.

El chico Wong la vio alejarse; pero de improviso, apretó los puños. Eran muy raras las ocasiones en las que podía encontrarse a solas con Rika, y definitivamente no desaprovecharía esa oportunidad para confesarle lo que sentía. Cerró los ojos y tomó aire.

–¡Rika!

La Tamer se detuvo y se volvió para verlo.

–¿Qué sucede? –preguntó con extrañeza.

De repente Henry titubeó, y bajó la mirada, apretando los puños con más fuerza y sintiendo que su cara ardía.

–Rika... quería decirte, que...

La chica arqueó una de sus cejas. Henry suspiró.

–... Momantai (No te preocupes)... –y le sonrió. –Momantai.

Rika le sonrió también y levantó su pulgar.

–Lo haré Henry. ¡Hasta luego! –se despidió mientras bajaba los escalones del camino del parque. De pronto, se detuvo por un momento y le volvió a hablar: –¡Ah! Y si yo fuera tú, me iría derecho a mí casa ahora mismo... Después de todo trata de encontrarte. Facilítale las cosas.

–¿Qué?... ¿Rika, qué...? –soltó Henry

–¡Adiós!

Henry sólo se sentó y se pasó la mano por la nuca.

–Hay veces en las que no puedo entenderte... –resopló él.

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¿Por qué Rika se comportaba tan extrañamente? Esa no es su forma de ser –pensaba Takato Matsuki frunciendo el ceño, mientras deambulaba distraídamente por la calle. Aunque no es la primera vez que ocurre algo así...

Takato caminaba rumbo a su casa, estaba atardeciendo y parecía no tener mucha prisa por llegar a hacer los deberes; al parecer su pequeña charla con Rika había hecho que se olvidara de la risa misteriosa. El día había comenzado de forma tan extraña y parecía que a cada instante sus recuerdos del quinto grado se manifestaban en el con mayor insistencia, como si quisieran decirle algo. El año en el que se convirtió en Tamer y conoció a sus mejores amigos cobraba en su mente mayor relevancia con cada paso que daba ante su propia estupefacción.

¿Por qué?...

Después de media hora, llegó a la panadería y con pesadumbre cruzó las puertas del local; sólo para toparse con que Juri estaba saliendo.

–¡Hola, Takato¿Apenas llegas? –sonrió la chica. –Hay cosas que no cambian ¿eh? –terminó de decir mientras guiñaba un ojo. –¡Adiós! –le dijo y se marchó.

–Ehhhh... ¡Adiós! –contestó Takato, entrando a la panadería y sin volverse siquiera a mirarla.

Pasó un rato. El chico cruzó el local, entró a la cocina, devoró algunas piezas de pan y mordisqueó algo de pescado frito mientras su mamá lo sacaba a empujones y le decía que su comida iba a servírsela en un plato como a un joven civilizado normal; se sentó a la mesa y charló un poco con la señora Matsuki, atendió el negocio un par de horas, y cuando se disponía a subir a su habitación para hacer la tarea se tiró al suelo y se agarró la cabeza con ambas manos.

–¡Aaaaaaaaah¡¿Qué hice¡Juri pasó por mi lado y no me di cuenta¡¿En que diablos estaba pensando?!

De pronto se detuvo. Sabía muy bien en lo que había estado pensando.

Todo ese tiempo estuvo pensando en Rika. Últimamente ella se encontraba en sus pensamientos muy a menudo, y lo que ahora lo intrigaba era lo que él había visto esa tarde en su mirada. Inexplicablemente, sentía la extraña necesidad de volver a verla, y de mirar dentro de sus ojos otra vez. El chico frunció el ceño. Eso realmente era algo que sonaba muy estúpido, pero así era como se sentía.

Me pregunto... ¿Cuándo fue que empecé a sentir esto? reflexionó intrigadamente.

En eso pensaba cuando abrió la puerta de su habitación.

Lo que vio dentro lo dejó sin habla.

–Ji, ji, ji. –escuchó que alguien reía.

Takato frunció el ceño y parpadeó con asombro.

–...¿Guil...mon? –jadeó boquiabierto.

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Continuará…