El digivice de la amistad

Por: Lince

Capítulo 2: El deseo

- - -

–¿Guilmon?

Takato se frotó los ojos varias veces, para comprobar que lo que estaba viendo no era una alucinación.

Una pequeña criatura redonda, de color rojo brillante, ojos grandes y dorados, marcas negras en la cara, boca graciosa, cola pequeña de lagartija con la punta negra, cuatro patitas, y orejas que más bien recordaban a un par de alas de murciélago le sonreía desde su cama.

Se trataba de Gigimon, la etapa en entrenamiento de Guilmon. Takato sacudió la cabeza varias veces y parpadeó como si lo que estuviera frente a él fuera una especie de espejismo.

¡No puede ser! ... Esto debe ser un sueño pensó él, incrédulamente, mientras cerraba lentamente la puerta detrás suyo.

–Takato... Guilmon... volvió como te lo prometió... –susurró el pequeño con voz aguda y temblorosa desde su sitio.

El Tamer seguía paralizado en la puerta de su habitación. No reaccionó, hasta que vio las pequeñas lagrimas que llenaron los ojos del digimon.

–...Takato... –sollozó. –Seguimos siendo amigos... ¿verdad?

El muchacho pudo sentir cómo sus propias lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Esto es real. Es él... ¡De verdad es él!

–¡Cómo dices esas cosas! –gritó el chico. –¡Por supuesto que seguimos siendo amigos!

El joven sacudió su cabeza y se lanzó hacia el pequeño digimon que lo esperaba.

–¡Guilmon!

- - -

–¡Gracias por la cena!

Henry se levantó de la mesa, y después de limpiar sus platos, se retiró a su habitación; iba caminando por el corredor cuando su hermana Suzie chocó con él.

–Suzie¿Qué pasa? –preguntó el chico frunciendo el ceño.

La chica parecía muy alterada, pero feliz; le hacía señas a su hermano de que la siguiera, y se cubría la boca con las manos mientras daba saltos y gritaba: "¡Está aquí¡Regresó¡Está aquí!"

Henry sólo meneaba la cabeza.

–¿De qué hablas? –cuestionó mientras trataba de tranquilizar a su hermana.

Suzie respiró hondo y miró a su hermano directo a los ojos. Por un momento Henry pareció no entenderla, más luego arqueó las cejas, y ella le sonrió.

Entonces... era eso... razonó Henry, frotándose la barbilla.

–¿En donde está? –soltó el chico.

–En tu cuarto¿En donde más? –se sonrió Suzie cruzándose de brazos y caminando por el pasillo dirigiéndose hacia donde estaba el resto de la familia.

Henry la miró sorprendido.

–¿No vas a venir? –balbuceó.

La chica se volvió y se puso el dedo índice sobre la boca.

–Shhhh, yo me encargaré de entretener a papá, y tú mientras podrás charlar con él ¿sí? –se marchó dando de saltos.

Henry se sonrió.

–Gracias. –susurró mientras giraba el pomo de la puerta.

- - -

Vendrá, sé que lo hará. Ella está aquí

Eso era lo que Rika se repetía mientras acomodaba con nerviosismo sus digicartas sobre su mesa de centro. Había regresado a su casa a toda prisa y casi no había comido nada durante la cena, ni siquiera había notado las miradas de extrañeza que su madre y su abuela le habían dirigido, las cuales rayaban en la preocupación paranoica de los padres que piensan que su hija podría tener un desorden alimenticio.

¿Por qué no quieres mostrarte?

Después de un rato, pareció desesperarse, se levantó del suelo y comenzó a dar de vueltas por su habitación mordiéndose la uña, como si estuviera pensando en algo; de repente, se acercó a su escritorio y de dentro de un cajón sacó un pequeño objeto de color blanco y azul. Lo observó con detenimiento, era tan pequeño que cabía en una sola mano; su digivice.

Renamon, se que estás aquí ¿por qué no quieres aparecer?

Se acercó a la ventana y miró la luna. Cerró los ojos, y respiró profundamente, sosteniendo en su mano ese artefacto, dedicándose sólo a escuchar...

Le vino a la mente ese sonido antiguo, el susurrar del viento, el correr del agua; y por último, un palpitar, ese palpitar que ya había escuchado y sentido antes. Ese palpitar sincronizado por completo con el suyo...

La chica abrió los ojos, y se dio la vuelta.

Una pequeña bola peluda de ojos grandes y claros la miraba, tenía grandes orejas puntiagudas y nariz chica, sus cuatro patas eran pequeñas y su cola afelpada; sacudió su pelaje dorado y esbozó una sonrisa que mostraba sus pequeños colmillos.

Viximon, el pequeño zorro en etapa de entrenamiento meneó su cola.

–¿Rika?

- - -

–Gigimon, entonces tú eras el que se reía, sinvergüenza. –sonrió Takato mientras estrujaba al pequeño Digimon entre sus brazos.

–Ji, ji, ji. –Takato, es que ponías caras muy graciosas cuando Gigimon se reía.

–Me sacaste muchos sustos, Guil. –le reclamó el Tamer frunciendo el ceño.

–¿De verdad? –sonrió el pequeño soltando una risita. –Pero si eso no fue nada, comparado con lo que Terriermon y Renamon estuvieron haciendo.

–¿Terriermon y Renamon? –preguntó el Tamer con sorpresa mirando a su camarada. –¿Ellos también están aquí?

–¡Sí! –sonrió Gigimon mientras saltaba por todas partes. –Los tres cruzamos la puerta, para encontrar a nuestros Tamers.

Takato parpadeó varias veces, y luego corrió hacia un baúl que tenía junto a su cama, hurgó en el por un rato; hasta que sacó su digivice y lo miró con detenimiento, durante años pareció haber estado apagado y sin funcionar; pero, ahora el aparato indicaba que había digimons cerca, por lo que dedujo que Gigimon estaba en lo cierto y que probablemente Terriermon y Renamon ya se habrían encontrado con sus respectivos Tamers.

–¡Soy yo¡Soy yo! –saltó de repente el pequeño digimon mientras observaba con detenimiento una hoja de papel que había en el escritorio de su Tamer. Un retrato de Guilmon.

–¡Yay! –chilló el pequeño.

–¿Te gusta? –le preguntó el Tamer acercándose a su camarada.

–Sí, es muy bueno. Takato ha mejorado mucho, igual que Guilmon. –se sonrió el digimon y luego parpadeó varias veces como dándose cuenta de algo. –¡Takato¿Dónde están tus goggles?

El Tamer miró hacia arriba, sobre su cabeza y luego se encogió de hombros.

–Hace mucho tiempo que no los uso. –se acercó de nuevo al baúl y revolvió en él hasta que sacó sus viejos goggles amarillos.

El digimon saltó de emoción cuando vio los lentes.

–Probablemente, ya ni siquiera me queden. –murmuró el chico mientras trataba de pasárselos por la cabeza. –No, creo que ya no me quedan. –gruñó mientras forcejeaba con el elástico de los goggles.

El pequeño digimon pareció decepcionarse. Pero el chico le sonrió y le dio una palmada.

–Ah, no importa Guil. Mañana temprano puedo comprar otros. ¿Qué te parece si me compro unos de color rojo? Así combinaremos¿No te parece?

El Digimon se estremeció y pegó de brincos.

Takato sonreía al ver a Gigimon; pero de pronto, el chico frunció el ceño.

–Pero, Gigimon. Si tú y los demás ya sabían en donde encontrarnos... ¿Por qué no se nos presentaron antes?

- - -

–¡Henry¡Henry! –gritaba una pequeña criatura parecida a un fantasma, sus pequeños ojos redondos y negros asemejaban cuentas, y un cuerno diminuto sobresalía de su frente, además de un par de orejas caídas y muy pequeñitas. El digimon saltó al hombro del chico, quién ahogó un grito.

–¡Terriermon¡Terriermon! ... quiero decir¡Gummymon! –gritó en voz baja el chico mientras sujetaba a su camarada con ambos brazos y lo abrazaba con fuerza.

El pequeño Gummymon parecía estar ahogándose, pero sonreía como no recordaba haberlo hecho antes. Estaba de vuelta con su Tamer y eso era lo que importaba.

–Henry... de nuevo me estás ¡APLASTANDO! –murmuró el pequeño que ya tenía la cara roja.

–Uh... lo siento. –se disculpó el Tamer mientras observaba a su camarada con detenimiento. –Mmmh¿Dijiste de nuevo? Eso quiere decir que fuiste tú el que estaba en el gimnasio cuando me caí ¿no?

–No. –respondió Gummymon. –Yo estaba debajo de ti, sí mal no recuerdo.

Los dos empezaron a reírse al recordar el suceso; pero de pronto, Henry se puso muy serio.

–¿Eh¿Qué pasa Henry? –preguntó el digimon.

–¿Por qué regresaron Gummymon? –soltó el Tamer con seriedad.

El pequeño guardó silencio.

–Mí papá nos dijo que los digimons nunca podrían regresar al mundo real cuando se cerró la puerta. –el chico bajo la mirada.

–Henry... no te entiendo. –murmuró Gummymon viendo a su Tamer con tristeza. –¿Acaso no querías que yo volviera?

El chico negó con la cabeza y apretó los puños.

–Gummymon, aún conservan dentro de ustedes los efectos del programa que construyó el equipo salvaje. Mi papá nos lo dijo cuando se fueron. Ustedes no pueden volver al mundo real sin sufrir una degeneración, así como la que ocurrió con el D-Leepa. ¡¿No lo entiendes¡Si permanecen aquí más tiempo se convertirán en un simple programa¡No quiero que te pase eso Terriermon!

–¡Henry! –gritó el pequeño, mientras unas lágrimas diminutas caían de sus ojos.

–¡Gummymon! –sollozó el Tamer abrazando al digimon. –No quiero que te suceda algo malo Gummymon... no quiero.

–Momantai... Henry, conocemos el riesgo que estamos corriendo.

- - -

–Te dije que nos volveríamos a encontrar, Rika. –susurró el pequeño digimon zorro.

Rika abrió y cerró la boca varias veces tratando de articular palabra, su pequeña camarada estaba sentada en su mesa de centro meneando la cola, (teniendo sumo cuidado en no tirar las cartas que su Tamer había estado acomodando)

¿Qué tenía que hacer ahora? A menudo, Rika pensaba en todo lo que le habría gustado decirle a su camarada cuando se marchó, y ahora que la tenía por fin enfrente, después de seis años, nada le cruzaba por la mente.

Pasaron un par de segundos, y la chica sólo sollozó y extendió los brazos.

–¡Viximon!

–¡Rika! –chilló el digimon saltando a los brazos de su Tamer.

–¡No puedo creerlo¡Estás aquí! –gimió la chica mientras abrazaba a su camarada.

Las dos se sentían felices de volver a verse, y las dos lloraron sin saber por qué, aunque no les importó.

Hubo un momento de silencio, Rika limpió sus lágrimas y levantó al pequeño digimon para verle los ojos. Eran tan hermosos como los recordaba. Viximon le devolvió una mirada penetrante, parecía querer encontrar algo dentro de la vista de su Tamer; después de un rato, el digimon sonrió y meneó la cola.

Rika frunció el ceño.

–¿Qué? –preguntó.

–Nada. –contestó el digimon con inocencia.

–¡Vamos! No puedes engañar a tu Tamer¿Qué te traes?

–Nada...

Rika comenzó a sacudir a su ahora pequeña camarada, que solo se reía mientras la zangoloteaban por el aire.

Después de un rato la chica pareció cansarse y mejor dejó a su camarada sobre la alfombra, donde empezó a tambalearse cerca de los pies de su Tamer.

–Mmm, creo que no me lo vas a decir ¿eh? –preguntó Rika.

–No, o al menos no por ahora. –contestó el pequeño digimon, sacudiendo la cabeza y sentándose agotadamente.

Rika le sonrió y se recostó en la alfombra junto a su camarada.

–Bueno, al menos ya es algo. Ya verás que te sacaré la verdad tarde o temprano, bola peluda. –murmuró Rika sonriéndole a su pequeña amiga que meneaba la cola entusiasmada. –Viximon, ahora quiero que me cuentes qué ha sido de ti en todo este tiempo. Supongo que te has divertido de lo lindo y has corrido un montón de aventuras sin mí.

Viximon parpadeó varias veces y soltó una risita ante la mirada de extrañeza de Rika.

–Has cambiado mucho, Rika. –pronunció la pequeña Viximon alegremente.

–¿Eh? –se sorprendió esta.

–Ese fue el principal motivo que tuve para no mostrarme antes, Rika, discúlpame.

La chica parpadeó.

–¿Qué por eso no te mostraste antes?

–Sí, es que a pesar de sentir tú presencia, y de encontrarte con Takato y los demás; debo decir que tuve muchas dudas.

Rika soltó una risita.

–Vamos, Viximon; no me digas que tratabas de encontrar a una niña. –sonrió la Tamer.

–No... Ya sabíamos que ustedes serían mayores, es sólo que... nunca pensé que te encontraría tan diferente. Eso es todo.

La pequeña versión de Renamon se acurrucó junto a Rika y cerró los ojos.

–¿Mmmh¿Qué pasa... Viximon...?

–Nada... es sólo que... estoy cansada. –susurró la pequeña.

Rika podía sentirlo, la energía de su digimon desaparecía lentamente.

Será que...

- - -

–Nos sorprendimos mucho cuando vimos lo grandes que se ven ahora, Takato. –pronunció Gigimon. –Por un momento pensamos que tal vez ya nos habían olvidado... pero Gigimon les dijo a los demás que si la puerta se nos había abierto de nuevo había sido porque nuestros Tamers deseaban vernos tanto, como nosotros a ellos.

–Con que eso era. –murmuró Takato.

–Sí, por eso Gigimon no pudo contener su felicidad al escuchar que Takato quería volver a ver a su camarada. Aunque fuera sólo una vez más...

El Tamer jadeó.

–¿Sólo una vez más? ... ¿A qué te refieres... Gigimon?

El digimon cerró los ojos y su imagen comenzó a parpadear como si estuviera a punto de desaparecer, mientras su Tamer lo sacudía consternado.

–¡Gigimon¡¿Qué te sucede?!

–...Takato...

El cuerpo de Gigimon comenzó a empequeñecer y se convirtió en Jyarimon, un digimon bebé, redondo, rojo, de ojos negros, boca pequeña y con orejas con forma de alas de murciélago. Takato sollozó, pues la degeneración en su amigo continuaba.

–... ¡NO¡Por favor! ... ¡no me dejes!

¡NO ME DEJES!

- - -

–Retrospectiva –

–Hemos vuelto, calu. –murmuró Calumon con tristeza mientras levantaba la vista hacia la esfera lejana que representaba al mundo real.

–Tenía que suceder algún día. Nuestra estancia en el otro lado no podía prolongarse demasiado, pequeño Calumon. –comentó Rokmon mientras bajaba la vista. –Nunca te olvidaré... Tamer Suzie.

Todos bajaron la vista y guardaron silencio.

–¡Son un montón de estúpidos! –gritó Impmon con los ojos llenos de lágrimas. –¡Sí los humanos nos querían fuera de su cochino mundo real, nos podían haber dicho algo; después de todo no somos unos idiotas! –el digimon tipo demonio golpeaba el suelo con su puño mientras maldecía.

Renamon se arrodilló a su lado y puso una de sus patas sobre su hombro.

–Sé que vas a extrañar mucho a tus camaradas, Impmon. Yo nunca voy a poder olvidar a Rika.

Impmon la miró por unos instantes, luego abrazó al digimon zorro y comenzó a sollozar, para sorpresa de todos.

Guilmon levantó la vista y esbozó una pequeña sonrisa.

Takato... algún día, Guilmon regresará a tú lado

–Momantai. –les susurraba Terriermon a Guardromon y a MarineAngemon, que estaban muy tristes en un rincón.

Era una visión muy lamentable, hasta Cyberdramon lucía deprimido y acongojado, aunque no se acercaba a nadie ni permitía que nadie se acercara a él. En eso estaban los digimons cuando una voz atronadora retumbó a sus espaldas.

–Digimons que hacían equipo con los humanos, he aquí el pago que reciben por su lealtad ¡El ser echados del mundo real como si fueran basura! –se escuchó que gritaba Sutsemon, la bestia sagrada.

–¡Eso no es verdad! –reclamó Terriermon. –¡Las cosas no ocurrieron así! – gritó levantando su pequeño puño.

–Gran Sutsemon, si sólo supiera lo que sucedió realmente. –habló Rokmon.

Los demás digimons sólo miraban al dios con furia. No permitirían que la acción de los humanos fuera interpretada como la acción de sus Tamers.

–¡Cómo pueden justificarlos! –habló Sutsemon con fuerza.

–¿¡Cómo puede decir eso!? –gruñó Renamon con rabia.

–¡Sutsemon¡Ya basta!

La enorme ave de fuego se giró y se enfrentó al dragón Shinlonmon, quien había aparecido a espaldas de la bestia sagrada.

–¡Shinlonmon¿Qué, de nuevo piensas defender a estos digimons¡¿Hasta cuando piensas dejar de intervenir?! –reclamó Sutsemon.

–¡Hasta que dejes de hablar con necedad! Estos digimons, junto con los humanos se enfrentaron a nuestro Enemigo arriesgando sus propias vidas. ¡Tú los viste! –habló Shinlonmon hecho una furia.

Sutsemon guardó silencio y se disculpó con los pequeños digimons. Shinlonmon tomó aire y se dirigió hacia los mismos.

–Sé que han sufrido una pérdida muy grande. –susurró el dragón azul. –Pero el Digimundo ha quedado en muy malas condiciones. Me temo que tendremos que soportar la tristeza esta noche; debemos recuperar fuerzas, y comenzar a reconstruir nuestro mundo mañana, cuando haya luz.

Los digimons asintieron con pesadumbre y buscaron un buen sitio para dormir.

A la mañana siguiente, las cuatro bestias sagradas se dispersaron hacia sus respectivas regiones, y enviaron diginomos en todas direcciones para esparcir la noticia de la reparación que debía llevarse a cabo.

Shinlonmon le pidió a Calumon que lo acompañara a su región y este aceptó, despidiéndose de los demás con tristeza; sabiendo que sus obligaciones como digientelequia lo separarían de sus amigos quizá para siempre. Más la tristeza le duró poco al pequeño Calumon, ya que Impmon le pidió a Shinlonmon que le permitiera viajar junto con ellos.

Guardromon y MarineAngemon decidieron viajar a la región de los Gekomons para ayudar en la reconstrucción de ese lugar. Y Cyberdramon sólo se despidió alejándose del grupo.

Los digimons se miraron sin hablar, hasta que se rompió el silencio.

–Yo... –murmuró Renamon. –Quiero decir... no es mí intención separarme de ustedes, ni pedirles que me acompañen; pero me gustaría viajar al bosque, quiero tratar de encontrar a los míos y ayudar en lo que pueda... –el digimon zorro bajo la mirada.

–Sí, tienes razón. –comenzó Terriermon. –... ¿Tú que piensas hacer Rokmon?

–Mmmh, creo que tomaré el camino de la puerta sur. –respondió este.

–¿Y tú Guilmon? – le preguntó Terriermon al dinosaurio rojo.

Guilmon guardó silencio por un momento y luego habló:

–Mmmmh... Guilmon irá con Renamon.

–¡¿Qué?! –gritaron todos al unísono.

El dinosaurio se encogió de hombros.

–No existen otros como Guilmon, no tendría a donde ir. Y Guilmon no permitirá que su amiga Renamon viaje sin compañía, acompañaré a Renamon y conoceré el bosque, estoy seguro que ese lugar se parecerá al sitio en donde Guilmon vivía. Además, tal vez resulte ser útil para la reconstrucción de la zona. Guilmon ayudará en lo que pueda.

–Gracias, Guilmon. –susurró Renamon sonriendo ligeramente.

El Digimon levantó su pata y sonrió.

–No tienes que agradecer Renamon.

–¡Entonces yo también iré con ustedes! –anunció Terriermon dando de saltos y posándose en el hombro de la zorra. –¿Lo ves? No puedes deshacerte de nosotros tan fácil.

Renamon se sonrió y abrazó a sus amigos.

El pequeño grupo se miró por última vez, y se despidieron los unos de los otros, haciendo la firme promesa de regresar a ese mismo lugar algún día.

Echando un último vistazo a la esfera del cielo, los digimons tomaron rumbos diferentes.

–Fin de la retrospectiva–

- - -

–Henry... fue maravilloso volver a... verte... –murmuró Gummymon débilmente.

El Tamer sólo sostenía al digimon en sus brazos y negaba frenéticamente con la cabeza.

–No... ¡No!... ¡NO!... ¡GUMMYMON!

–Henry... éste fue... nuestro... deseo... no te culpes, por favor.

El chico abrió los ojos sorprendido cuando el pequeño cuerpo de su digimon comenzó a parpadear y se degeneraba a Zerimon, una pequeña criatura redonda con un cuerno pequeño, ojos grandes y negros y una cola larga. Henry se tiró de rodillas al suelo y abrazó a su amigo con fuerza. Sabía que el fin se acercaba.

–...Terriermon...

- - -

–Retrospectiva –

–¿Por qué están aquí? –preguntó con intriga Shinlonmon dirigiéndose a Guilmon, Terriermon y Renamon quienes lo observaban desde el suelo.

–Sabe bien a lo que venimos. –respondió Renamon.

–Vimos cuando lo hiciste la primera vez. –dijo Terriermon.

–Sabemos que intentaste abrir la puerta hace mucho. –habló Guilmon dando un paso al frente.

Shinlonmon los miró sorprendido.

–¿Y qué si lo hice? –pronunció la bestia sagrada. –No funcionó. Sólo logré abrirla por unos instantes; no pude ayudarlos.

Guilmon dio otro paso al frente.

–Puedes intentarlo de nuevo... –animó el dinosaurio. –Puede funcionar esta vez.

El dragón meneó la cabeza.

–No poseo la fuerza para romper el muro, ni cruzar la frontera; tal vez lo lograría con la ayuda de los diginomos, pero aún así, temo decirles que si logran pasar al otro lado, no vivirían para contarlo.

Shinlonmon se detuvo en seco cuando vio que los digimons se arrodillaban y bajaban la cabeza en actitud implorante.

–... Por... favor... –murmuró Guilmon. –Ha pasado mucho tiempo... demasiado tiempo. Guilmon lo sabe. –levantó la mirada y le habló al dragón con lágrimas en los ojos. –Pero... Guilmon sabe que Takato también comparte el deseo de Guilmon. Guilmon lo cambiaría todo por volver a ver a Takato... verlo tan solo una vez más.

–... Conocemos los riesgos... y los aceptamos. –habló Terriermon.

–... Este es el camino que hemos decidido recorrer... –susurró Renamon. –...Por favor...

Los digimons parecían determinados. Shinlonmon los miró con admiración y cerró los ojos mientras asentía con la cabeza.

–Fin de la retrospectiva –

- - -

–...Rika...

El pequeño digimon zorro apoyó su patita en la mano de su Tamer y cerró los ojos. –... Discúlpame.

Viximon se estaba convirtiendo en Reremon, un pequeño digimon bebé, redondo, de pelaje dorado, cola de zorro y ojos grandes y rasgados; el cuál se iba empequeñeciendo cada vez más.

Rika meneó su cabeza mientras sollozaba y levantaba a su camarada del suelo y la estrechaba contra su pecho.

–...Renamon...

Por un instante, Rika cerró los ojos. La Tamer pareció resignarse a la inminente degeneración que sufriría su camarada; pero, de improviso volvió a abrirlos, y apretó su puño. No permitiría que sucediera. No lo haría.

En un mismo instante, los Tamers se unieron al mismo pensamiento. como si de pronto se hubieran comunicado mentalmente los unos con los otros y hubieran tomado esa decisión tan repentina. No permitirían que sus amigos desaparecieran así como así. Lucharían. Aunque no supieran cómo.

Sujetaron sus digivices con fuerza y pusieron toda su fe en sus pensamientos.

Quiero... que Guilmon sea siempre mí amigo, pase lo que pase

Quiero... que Terriermon permanezca a mi lado, no importa lo que suceda

Quiero... que Renamon y yo podamos estar juntas sin que nada se interponga

Los digivices de los chicos despidieron una luz cegadora que cubrió a los digimons de los Tamers y evitó que desaparecieran. Los pequeños podían sentir que aquella fuerza extraña que los estaba forzando a desvanecerse, era remplazada lentamente por las voces de sus camaradas; las cuales sonaban con más fuerza a cada instante.

...Takato... Guilmon puede sentir tú fuerza...

...Henry...

...Rika...

Los Tamers lucharon con todas sus fuerzas para mantenerse concentrados en sus pensamientos. La vida de sus amigos dependía de ello. Ya no podían dar marcha atrás, y lo sabían.

Takato apretó los dientes y luchó junto con Guilmon contra la fuerza que intentaba separarlos. A distancia, lo mismo hicieron Henry y Rika.

Un resplandor de luz blanca salió de la ventana de Takato. Cuando la oscuridad volvió a apoderarse del lugar, lo único que podía apreciarse era al chico quien estaba de rodillas en el suelo abrazando al pequeño Jyarimon.

El Tamer abrió un ojo y observó a su camarada.

–...¿Jyari... mon? –preguntó el chico con algo de miedo en la voz.

–... Ta... ka... to... –respondió el digimon esbozando una pequeña sonrisa.

–¡Jyarimon! –gritó Takato sonriendo de oreja a oreja.

–¡Lo logramos! –jadearon ambos al mismo tiempo.

Takato no fue el único que festejó en esos momentos. Simultáneamente, Henry abrazaba a Zerimon mientras lo estrujaba con fuerza; y Rika saltaba por todo su cuarto siendo observada desde su escritorio por una sonriente Reremon.

Finalmente, la degeneración fue interrumpida por el firme deseo de los chicos para con sus camaradas.

El poder que había sido utilizado por el equipo salvaje y el Hypnos pareció dejar de funcionar sobre los pequeños digimons.

Ese fue un pequeño rayo de luz que atravesó la oscuridad de esa situación tan crítica.

Sin embargo, los Tamers descubrirían que era demasiado pronto para celebrar; pues sus camaradas seguían teniendo la apariencia de encontrarse en etapa bebé, y pudieron notar también que una extraña luz blanca los rodeaba; acrecentando más sus temores.

Probablemente, la fuerza de la carta roja de Shibumi seguiría afectando a los digimons si sus Tamers no actuaban rápido.

- - -

Continuará...