El digivice de la amistad

Por: Lince

Capitulo 3:La carta roja

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–¿Hola?... Perdón por llamar tan temprano. ¿Podría comunicarme con Henry?... Soy Rika.

El hermano mayor de nombrado se encogió de hombros y llamó al chico de ojos grises, que se levantó rápidamente del asiento que ocupaba frente a la mesa en la que la familia Wong desayunaba.

–¿Hola? Rika¿Qué sucede? –pronunció el joven, al levantar la bocina del aparato.

–Sabes muy bien para qué te estoy llamando Henry. –gruñó la pelirroja en tono amenazador. –No juegues conmigo. Sé que te ocurrió lo mismo anoche.

–...Uh... sí, lo sé. Hablé con Takato hace unos momentos... –balbuceó Henry mientras Rika seguía parlamentando del otro lado de la línea. –Espera, no hables tan deprisa. –interrumpió el chico chino. –Si vamos a discutir mejor la situación creo que deberíamos vernos en el parque... Sí, Takato va en camino ahora mismo... Rika, es necesario que la lleves contigo.

–Está bien, voy para allá. –soltó ella como respuesta.

–Nos vemos ahí, entonces.

Rika suspiró cuando colgó el auricular, y meneó la cabeza en respuesta a la mirada interrogante que le dirigía su camarada.

–Tendremos que ir al parque Chuo, Reremon; parece que no sólo a ti te está pasando esto.

Después de un rato, la chica se sentó a desayunar con suma cautela; había llegado a la mesa como usualmente lo hacía, aunque su mochila de la escuela se veía más abultada que de costumbre. Comió con rapidez y salió apresuradamente llevándose un pan con mantequilla en la mano y soltando un fugaz "¡Hasta luego!" antes de irse. Rumiko parpadeó sorprendida; pero, Seiko arqueó una ceja cuando vio el bolsillo de digicartas y el viejo digivice azul en el cinto de su nieta.

Después de correr algunas calles, Rika miró por sobre su hombro, y mirando hacia todos lados abrió despacio su mochila para acercarle la tostada a su pequeña camarada, quien estaba dentro de la bolsa de su Tamer.

–Toma, no es mucho, pero era lo más grande que podía llevarme sin levantar sospechas. Tal vez pueda comprarte algo de camino a la escuela.

–No es necesario que hagas eso, Rika. –replicó Reremon.

El Digimon sujetó el pan y comenzó a devorarlo dentro de la mochila de su Tamer, mientras ésta continuaba con su trote rumbo al viejo refugio de Guilmon.

–Reremon, sólo ten cuidado de no ensuciar mi tarea de ciencias sociales¿Sí?

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–¿Qué sucede Henry? –preguntó el pequeño Zerimon mientras saltaba sobre la cama de su Tamer y veía la cara ceñuda de su pensativo camarada.

El chico meneó la cabeza y suspiró.

–Nada, Zerimon. Es sólo que espero que dé resultado.

–¡Momantai! Ya verás que funcionará.

–...Sí... –repitió él en un susurro distraído.

Henry checó la hora y se sobresaltó.

–¡Es tarde¡Debemos irnos ya! –dijo el joven, mientras agarraba todas sus cosas de la escuela, metía a Zerimon en su mochila, y se guardaba algo en el bolsillo.

Saliendo a toda velocidad de su cuarto, se despidió a la carrera de su familia, y salió del edificio corriendo rumbo al parque.

Ojalá funcione... se dijo una última vez, como si buscara animarse a hacer algo indebido.

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–¡Rika¡Por aquí! –llamó Takato, quien se encontraba de pie a la puerta del antes tan frecuentado refugio de piedra del parque Chuo.

La chica sonrió al verlo.

–¡Hola, Takato¿Henry no ha llegado? –preguntó.

El Tamer se encogió de hombros.

–No, hablé con él por teléfono temprano, no debe tardar en llegar.

–Mmmh. –Rika se cruzó de brazos y se recargó en la pared.

Por un momento todo estuvo muy quieto hasta que de dentro del refugio salió dando de saltos la pequeña bola roja que era Jyarimon.

–¡Takato¡Rika y Renamon están aquí! –gritó mientras se acercaba a la pelirroja y saltaba a su alrededor.

La joven comenzó a reírse y se arrodilló para palmear la cabeza del digimon.

–¡Hola, Guil! Se me había olvidado que tú también estabas aquí. ¿Ahora te llamas Jyarimon verdad? Takato siempre decía que ese sería tu nombre.

Jyarimon se sonrió, olfateó y comenzó a saltar de nuevo, viendo la mochila de la Tamer.

–¡Reremon¡Reremon! –chilló el pequeño.

Rika se descolgó la mochila y la abrió para dejar salir a su camarada, quien saltó fuera de la bolsa llevando en la boca medio pan.

–¡Jyarimon! –saludó el digimon zorro. –¿Quieres pan tostado? –le preguntó mientras le acercaba el pan.

–¡Yay¡Sí! –aceptó Jyarimon.

–¡Jyarimon, pero si acabas de desayunar! –soltó Takato reprobatoriamente.

Los pequeños digimons se pusieron a comer juntos, mientras sus Tamers los observaban.

Rika se rascó la cabeza.

No recuerdo que Renamon se llevara tan bien con Guilmon Se encogió de hombros. Bueno, supongo que después de pasar tanto tiempo juntos en el Digimundo, debieron de llegar a entenderse mejor

La Tamer levantó la mirada y se encontró con la de Takato, quien al parecer la había estado observando todo el tiempo. La chica se sonrojó.

–...¿Qué?... –preguntó tratando de sonar ruda pero sin conseguirlo.

El chico sonrió y apuntó hacia los pequeños Jyarimon y Reremon que jugueteaban en el césped.

–¿No es genial? Mira lo bien que se llevan ahora. Es como si hubieran cambiado por completo... –Takato miró a Rika directo a los ojos y tomó su mano. –Igual que nosotros. –susurró.

–...¿Eh?... –balbuceó la Tamer quien sentía que podía hacer una tontería en cualquier momento.

Los digimons habían suspendido sus juegos y se encontraban observando a sus Tamers con profundo interés.

Takato seguía viendo los ojos de la pelirroja, como si estuviera hipnotizado, y ella ahora lo miraba a él.

Takato sintió que se sonrojaba, no tenía la más mínima idea de porqué estaba actuando de esa forma.

Rika...

–...Rika... –comenzó a decir él. –... yo...

La Tamer abrió los ojos con asombro.

No puede ser... ¡No puede ser! pensaba ella con aturdimiento.

–¡Hey muchachos¡Perdón por llegar tarde! –gritó Henry acercándose a toda velocidad.

Rika y Takato se separaron. Los pequeños digimons suspiraron decepcionados.

–¿Qué hay, Henry? –saludó Rika, como de costumbre, mientras se guardaba las manos en los bolsillos de los jeans y se aclaraba un poco la garganta.

Takato parpadeó varias veces, sorprendido de lo rápido que la chica se recuperaba.

Henry respondió el saludo con educación, pero volteó a ver a Takato con ojos chispeantes. Zerimon se salió de la mochila de su Tamer y se unió a los dos pequeños que estaban en el suelo.

Los jóvenes se miraron seriamente.

–Lamento citarlos tan temprano, pero es que creo tener la respuesta a nuestro problema. –murmuró el chico de cabello azul mientras buscaba algo en el bolsillo de su pantalón.

–¿Cómo¿Sabes qué les ocurre a nuestros digimons? –preguntó Rika arqueando una ceja.

Henry se sonrojó un poco, pero viendo a Takato de reojo frunció el ceño; sacó algo de su bolsillo, y se lo mostró a sus amigos, quienes ahogaron un grito.

–¡La carta roja! –jadeó Takato, viéndola con los ojos completamente abiertos.

Al ver la expresión de Matsuki, Henry esbozó una sonrisa de suficiencia.

Rika se apartó el fleco de la cara y miró al chico de ojos grises analíticamente.

–¿Por qué trajiste esa cosa? –cuestionó la pelirroja molesta. –¿No es por esa carta por la que estamos aquí?

Henry tragó saliva, por un momento Rika había mostrado esa vieja actitud de Reina Digimon que hace mucho no se le veía.

–Así es... esta es la carta roja del señor Mizuno (Shibumi). Yo la guardé conmigo ese día, y como ven la sigo conservando. Sólo que a diferencia de aquella ocasión. –murmuró Henry observando la carta. –Esta vez nos va a beneficiar.

–¿A qué te refieres? –preguntó Takato de forma intrigada.

–Yo me encargué de alterar los parámetros de la carta para que los efectos en nuestros digimons sean los contrarios a sus intenciones originales. –explicó Henry, sosteniendo la carta entre sus dedos. El chico miró a los pequeños monstruos que estaban en el césped. –Supongo que ese brillo blanco que los rodea se debe a que las instrucciones de la carta roja son muy fuertes y aún intenta llevar a cabo una degeneración en ellos.

–¿Será eso? –murmuró Takato pensativamente.

–¿Y sí no es eso, entonces qué? –lo cuestionó Henry encogiéndose de hombros.

–¡Olvídalo! –se le enfrentó Rika. –¡No pienso volver a utilizar esa maldita carta, por muy alterada que esté!

–Piénsalo Rika, no tenemos muchas opciones en estos momentos. O actuamos ahora ó la degeneración continuará. –habló Henry tratando de convencerla. –estoy seguro de que los cálculos están correctos. Pasé toda la noche revisándolos. Por favor, confía en mí.

El chico Wong la miró con decisión. Rika posó la mirada en Reremon, suspiró y cerró los ojos.

–Está bien. Usaré la carta. –murmuró la pelirroja.

–Igual yo. –intervino Takato.

–Bien. –susurró Henry, sacando su digivice. –Ya saben lo que tenemos que hacer.

Takato y Rika asintieron y levantaron sus digivices mientras Henry pasaba la carta roja, y esta se deslizaba por los digivices de los demás, despidiendo una luz de color rojo. El aura blanca que cubría a los digimons fue sustituida por una rojiza, los pequeños comenzaron a crecer y regresaron a su etapa de entrenamiento. Después, el aura roja desapareció, y dejó a los pequeños monstruos recostados en el suelo.

Los Tamers levantaron a sus camaradas para ver si no les había pasado algo malo; pero respiraron con alivio cuando vieron que sólo estaban dormidos.

–¿Funcionó? –preguntó Takato.

–Eso creo. –murmuró Henry.

–¿Por qué están inconscientes? –inquirió Rika.

–Bueno... –comenzó El chico de ojos grises.

–¡Se nos va a hacer tarde! –gritó Takato viendo su reloj.

Los Tamers salieron corriendo a toda velocidad con sus camaradas en los brazos rumbo a la escuela.

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–Takato¿Qué pasó contigo¿Por qué no llegaste a la primera hora?

Hirokazu y Kenta alcanzaron a Takato en el corredor mientras se dirigían a la clase de matemáticas.

–Lo siento. –respondió el Tamer rascándose la nuca. –Tuve algunos problemas está mañana.

–Vamos, Takato. –habló Kenta. –Si llegas tarde por quedarte dormido debes ahorrar las excusas para los profesores y no gastarlas con nosotros.

Takato gruñó un poco, suspiró, y luego abrió su mochila, enseñándoles a sus amigos al pequeño digimon que dormitaba adentro.

Los chicos jadearon.

–Oye¿Qué no es ese... Guilmon? –balbuceó Hirokazu, mirando sorprendido el interior de la mochila de su amigo.

–¡No puede ser! –soltó Kenta. –¿Los digimons regresaron? –sonrió esperanzado. –¿En dónde está MarineAngemon?

Takato meneó la cabeza.

–No lo sé, creo que los nuestros fueron los únicos que cruzaron la frontera entre el mundo real y el digital. –El Tamer miró de reojo a su camarada. –Y no sé aún si logren recuperarse.

Los tres amigos guardaron silencio.

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–Henry¿En dónde estuvieron Rika y tú¿Por qué no llegaron a Literatura? –preguntó Juri preocupada durante el receso.

El chico se encogió de hombros.

–En el parque Chuo. Habíamos quedado de vernos ahí temprano porque teníamos que arreglar... un asunto. –titubeó el Tamer. No estaba muy seguro de si le debía decir lo del regreso de los digimons; tal vez eso la entristecería, y no quería hacerla sentir mal con el recuerdo de Leomon.

Por algún motivo extraño, Juri pareció decepcionarse.

–Oh, ya veo. –murmuró ella en voz baja. –...¿Y todo salió bien?

El chico Wong arqueó las cejas mientras mordía uno de los panecillos que llevaba de almuerzo.

–Mmmh, más o menos. Al principio Rika estaba algo recelosa y no se decidía; pero finalmente pude convencerla de hacer lo correcto y todo salió bien. No fue nada como para preocuparse, Juri, de veras.

Katou abrió los ojos, sorprendida.

–Pero... ¿Y Takato? –preguntó la chica.

Henry frunció el ceño.

–Ah, el también aceptó. Claro, si él también estaba allí... si cuando llegué al parque los encontré muy juntitos y tomados de la mano. Pero claro, que se hicieron como los que no habían hecho nada. Cómo si fuera estúpido.

El Tamer no se dio cuenta de que había pensado eso último en voz alta. Los ojos de Juri se iluminaron como si tuvieran una flama dentro al escucharlo decir aquellas palabras. De pronto, Juri al ver a Henry, sintió que se ruborizaba, y sin darse cuenta apretó tan duro la caja de jugo que tenía en sus manos, que salpicó toda la mesa y parte de su falda.

–Juri... ¿Qué te pasa? –preguntó el chico de ojos grises, mientras estiraba el brazo para alcanzarse una servilleta y ayudar a la castaña a limpiar el accidente.

–N-Nada. –soltó ella con rapidez, pasando un par de paños sobre la superficie mojada mientras evitaba hacer contacto visual con el chico. –T-Tengo que irme. –balbuceó nerviosa al levantarse de golpe y tumbar el frasco de la sal.

Wong se enderezó en su sitio, tratando de detenerla, pero Juri se fue corriendo, dejándolo sólo y confundido.

–¡Juri! ... Me pregunto... ¿Qué le pasará? –murmuró el Tamer, rascándose la nuca.

–Momantai. –susurró el pequeño Digimon, saliéndose de la mochila de su Tamer.

–Gummymon ¿Quieres uno? –ofreció Henry acercándole a su camarada su almuerzo.

–¡Mmmmm¡panecillos! –chilló lanzándose al ataque sobre el almuerzo de su Tamer.

El chico Wong desvió la mirada hacia el lugar por el que Katou se había marchado y frunció el ceño.

–Juri...

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¿Por qué¡Por qué! Pensaba Juri mientras corría por los terrenos de la escuela y trataba de dejar de llorar, con todas sus fuerzas. Se detuvo detrás del gimnasio y se recargó junto a la pared respirando aceleradamente y sollozando de vez en cuando.

¿Por qué, Henry¿Por qué? Siempre pensé que a ella le gustaba Takato Pensó Katou.

Al principio debo admitir que llegué a sentir algo por él, simpatía quizás; digo, él siempre fue muy tierno conmigo y después de todo, él hizo hasta lo imposible por salvarme del D-Leepa; pero... siento que Takato me protege y me cuida como un hermano, es dulce y un gran amigo; pero, no más.

Juri sabía que el Tamer de los goggles había tenido sentimientos muy profundos hacia ella desde que iban en la primaria, pero nunca se formalizó algún tipo de relación entre ambos, porque Juri sentía que no habría podido corresponderle a Takato de la misma forma, y no le había parecido justo lastimarlo de esa manera. La chica cerró los ojos.

Sé que debe haber sido muy difícil para él tratar de superarlo... Por eso cada vez que puedo le regalo una sonrisa, para que recuerde que somos buenos amigos... Pero con Henry es distinto... muy distinto

La chica abrió los ojos y tomó aire, como pensando en lo que iba a hacer. Apretó los puños. Eso no se iba a quedar así. Si Rika tenía planeado jugar con los dos chicos, Juri no se lo permitiría.

Rika...

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–Hola, me gustaría llevar un emparedado, un jugo y unas galletas de chocolate. –pidió Rika extendiendo un billete a una sonriente mujer en la cafetería de la escuela.

–¿Necesitas algo más? –preguntó ésta extendiéndole a Rika las cosas que había pedido.

–Eh... No. Así está bien. –respondió la chica recibiendo su cambio y tomando sus cosas. –Gracias.

Rika salió de la cafetería y se encaminó al patio de la escuela. Ahí se sentó a la sombra de un árbol oculto de la mirada de la gente, y llamó:

–¿Viximon?

Su pequeña camarada salió de entre unos arbustos cercanos y se abalanzó sobre las compras de su Tamer.

–¿Las trajiste? –preguntó olfateando y meneando la cola.

–Sí, aquí las traigo. –se sonrió Rika mientras le abría a su digimon un paquete alargado. –No sabía que te gustaban las galletas de chocolate.

La pequeña tomó una galleta y comenzó a mordisquearla con rapidez.

–Hay muchas cosas que nunca supiste de mí. –dijo el digimon, esbozando una sonrisa.

–¿Ah sí? –preguntó la chica sonriendo también. –A ver ¿Cómo cuáles?

–Mmmm... pues... –pensaba, hasta que levantó las orejas un par de veces. –¡Ah¡Rika, alguien viene! –susurró ocultándose de nuevo en los arbustos.

–¿Qué? –preguntó la Tamer arqueando una ceja y poniéndose de pie para ver quién se aproximaba.

Dio unos cuantos pasos fuera de su escondite y se topó con Juri, quien la miraba con furia.

–¿Juri? –murmuró la joven.

Katou no habló.

–Hey¿qué pasó?... pensé que por lo menos me preguntarías en dónde había estado a primera hora... ¡No vas a creer lo que sucedió! –dijo la pelirroja con entusiasmo.

–No es necesario que me lo digas. –la cortó Juri.

–...¿Ah... no?... –preguntó Rika algo confundida. –¿Qué, ya lo sabes?

La sonrisa de Rika vaciló ante la mirada de su amiga.

–¡Eres una falsa, Rika Nonaka! –ladró Juri.

–¿¡Qué!? –soltó la pelirroja jadeando. –¡¿Juri, que pasa?! –la cuestionó acercándose a ella.

–¡No hagas como que no sabes! –gruñó Katou apretando los puños y dando un paso hacia atrás. –¡Yo ya sabía lo de Takato!... y sin embargo... ¡Me haces esto con Henry¡Pensé que eras mi amiga!

–Juri... no te entiendo... –balbuceó Rika, mirándola con asombro. Nunca antes había visto a Juri tan alterada. La última vez que Rika había visto a Juri así, había sido cuando Gallantmon y Beelzemon entablaron aquella terrible pelea en el Digimundo; al morir Leomon.

–Juri...¿De qué estas...?

–¿Sabes una cosa? –la cortó Juri con cierto dejo de desesperación e ironía. –Creo que voy a entrar al torneo de Tamers este año. No creo que patear el trasero de la "Reina Digimon" resulte tan complicado ahora que ella se encuentra enfrascada en asuntos de mayor importancia. –terminó con sorna, mientras la apuntaba desafiantemente.

Rika apretó los puños y rechinó los dientes, jamás se hubiera imaginado que su mejor amiga le hablaría de esa manera por algo de lo que se suponía debía alegrarse; o al menos eso era lo que la pelirroja pensaba. Por un momento a Rika la invadió un profundo deseo de propinarle un puñetazo a Juri con todas sus fuerzas, pero se contuvo.

Rika sacudió la cabeza y miró con incredulidad a Juri. Todo debía de ser una broma, una de muy mal gusto.

Hubo un momento muy tenso, hasta que Katou habló:

–¡Te veré en el torneo de cartas, Nonaka! –soltó Juri, rebuscando algo en su bolsillo y lanzando a los pies de la pelirroja una digicarta que cayó bocabajo de forma dramática. –Allí ajustaremos cuentas entonces. –declaró, desafiando a su mejor amiga.

Rika sólo la miraba, incapaz de creer lo que Juri estaba haciendo.

–Voy a derrotarte... –prometió Katou, alejándose del lugar.

El timbre que indicaba el fin del descanso se escuchó, pero a Rika no le importó no volver a clases.

La pelirroja recogió la carta del suelo, la observó y bajó la mirada. Se sentía impotente y furiosa.

Juri...¿Por qué? se dijo Rika, mordiéndose el labio.

La pelirroja se quedó ahí, inmóvil, hasta que fue sacada de las deliberaciones que apenas se estaba planteando.

–Rika¿Estás bien? –se escuchó que una voz la llamaba desde los arbustos. La chica pudo ver una gran figura acercándose a ella.

La joven frunció el entrecejo.

–¿Renamon?

Rika se frotó los ojos varias veces. Viximon acababa de alcanzar la etapa rookie. No cabía duda que aquel digimon era su camarada; y sin embargo, se veía diferente.

Hacia años, la zorra sobrepasaba la estatura de su Tamer por algunos cuantos centímetros, ahora Renamon debía medir sus buenos dos metros, o quizá más; sus garras se veían afiladas y fuertes; sus piernas dejaban ver que el digimon era capaz de correr grandes distancias y de dar saltos más altos; su figura de kitsune seguía siendo la de siempre, y su pelaje dorado brillaba como si fuera de oro. Parecía que la estancia del digimon en el mundo digital le había hecho mucho bien. Renamon meneó su larga cola y miró a su Tamer con fijeza. La muchacha titubeó pero le devolvió la mirada, enfrascándose por unos momentos en esos brillantes ojos celestes; esos ojos que a pesar de los años seguían siendo los mismos, claros, profundos y misteriosos.

Rika cayó en la cuenta de que al igual que ella, su camarada también había crecido.

El Digimon dio un paso al frente y abrazó a su Tamer.

Sintiendo que toda su fuerza la abandonaba, Rika sólo sollozó, y se echó a llorar en el hombro de su compañera.

–Renamon...

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–¡Oye, Takato! –llamó Hirokazu apresuradamente alcanzando al chico en las escaleras cuando finalizaron la penúltima clase del día.

–¿Mmh¿Qué pasa? –respondió éste.

–¿Qué acaso ya piensas irte? –preguntó Kenta que había llegado después de Hirokazu.

Takato vaciló un poco y asintió con la cabeza acercándose un poco hacia sus amigos.

–Sí, verán, es que creo que Gigimon no se encuentra muy bien y no creo que sea buena idea llevarlo a casa tan rápido, todavía. –susurró mientras les señalaba a Hirokazu y a Kenta la mochila que llevaba en su espalda, la cuál se había vuelto más pesada en las últimas horas. –Así que lo llevaré a su antiguo refugio en el parque, para asegurarme de que todo esté bien con él antes de llegar a mí casa sin levantar ninguna sospecha. –suspiró mientras meneaba la cabeza. –Por eso tengo que irme antes, muchachos.

Los dos chicos permanecieron en silencio un momento y luego sonrieron.

–No te preocupes, Takato. –le dijo Hirokazu. –Yo me encargaré de disculparte con el profesor de la última clase.

–Sí, igual yo. –se apresuró a decir Kenta.

Takato sonrió agradecido a sus amigos y salió del plantel escolar para encaminarse al parque Chuo.

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–Juri¿Sabes si le sucedió algo a Rika? –preguntó una chica de cabello oscuro al finalizar la penúltima clase. –Como se fue después del descanso sin decir nada... Digo, tú la viste, sólo tomó sus cosas y se marchó. Se veía muy rara, nunca antes la había visto así. Ni siquiera se disculpó con el profesor. Debo admitir que me dio algo de miedo... ¿Sabes si se sintió mal o algo así?...

–No, no sé nada. –la cortó Juri molesta mientras terminaba de guardar sus cosas y salía del salón en silencio.

–¡Uy¿Qué le pasa? –murmuró la joven ofendida.

–Parece que es un mal que se contagia. –respondió otra chica.

–Víboras... –murmuró Juri encaminándose hacia la siguiente clase.

Henry la miró sorprendido y al igual que el resto del grupo, se preguntaba qué podía haber ocurrido entre las que se pensaba que eran las mejores amigas.

Juri pensaba que aunque hubiera discutido con la pelirroja, no debía andar por ahí divulgándolo por todas partes; ese problema era asunto de Rika y de ella, y de nadie más. Eso ya era algo que resolverían por ellas mismas. Juri tragó saliva recordando lo que había sucedido a la hora del receso, y se estremeció con el hecho de pensar en enfrentarse a Rika en el torneo de Tamers y al darse cuenta de que la competencia iba a llevarse a cabo ese mismo sábado.

Dios¿En qué diablos estaba pensando?

Por un momento Juri pensó en echarse para atrás con su desafío, pero sabía muy bien que Rika jamás se lo perdonaría. Después de todo, como Reina de los Digimons, nunca había rechazado un reto con las cartas, y menos si se trataba de un torneo. Además había que ver que Juri le había tirado enfrente esa tarjeta... La cosa iría en serio entre ellas.

Juri aminoró el paso y se recargó en la pared del pasillo.

Juri Katou¡No puedes acobardarte ahora! Lanzaste un desafío y ahora tienes que cumplir, no importa lo que suceda. Recuerda que Rika te ha traicionado...

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–¿Rika?... ¿Me estás escuchando?

Renamon miraba con preocupación a su Tamer, quién estaba de nuevo en el parque Chuo, sentada a la puerta del refugio de Guilmon, que observaba con detenimiento la carta que Juri había dejado caer a sus pies hacía unas cuantas horas. Era curioso pensar cómo en tan poco tiempo, de nuevo se encontraba rondando por ahí como cuando era una niña, como si la pequeña casa de piedra ocultara algún remedio milagroso para las penas. La pelirroja desvió la mirada hacia el interior del cubil, y entornó los ojos, al sentir la extraña sensación de que la oscuridad de la pared se alargaba y parecía extenderse como un camino muy largo. Se inclinó un poco hacia delante cuando le pareció escuchar que alguien la llamaba, el sonido del mar agitándose le resonaba en los oídos...

–¿Rika¿Sí me oyes? –repitió Renamon sintiéndose un poco importuna.

Rika se estremeció en su sitio, y volvió a hacerse el silencio. La pared oscura del refugio había recuperado su apariencia de siempre. La Tamer meneó la cabeza y miró a su camarada como si acabara de salir de un sueño muy profundo.

–¿Mmh¿Qué, dijiste algo?... –preguntó con somnolencia. –Lo siento, creo que no estaba prestando atención. –se disculpó, todavía viendo de reojo hacia el interior de la casilla.

Renamon sólo suspiró y se sentó junto a la pelirroja.

–¿Sabes? No puedo creer que Juri hiciera algo como esto. –susurró la zorra. –Aunque ha pasado tiempo, ella siempre ha sido una persona amable. Estoy segura que todo debe ser un error... Rika¿por qué no intentas hablar con ella y arreglas las cosas? –propuso Renamon como si eso fuera lo más obvio y simple del mundo.

Rika se cruzó de brazos y resopló con enfado.

–No. No pienso disculparme por algo que no hice. –gruñó molesta en una típica rabieta adolescente.

–No te sugerí que te disculparas, sólo que hablaras. –recordó Renamon.

–Aún así, no pienso hacerlo. Ella es quién debería disculparse por ser tan idiota.

El digimon del tipo información sólo giró sus ojos por el comentario. Al parecer, comenzaba a darse cuenta de que aunque esa muchacha pelirroja que estaba junto a ella hubiera cambiado ciertos aspectos de su vida, en el fondo seguía siendo la misma Rika de carácter fuerte e irascible que había sido una vez de niña.

Digimon y Tamer permanecieron en silencio por un rato hasta que Renamon comenzó a reírse de la nada. Rika se confundió mucho, pues recordaba vagamente haber visto sonreír a Renamon alguna que otra vez; pero nunca la había visto con un ataque de risa como aquel.

–¿Renamon? –preguntó Rika riendo también. –¿Qué pasa¿Qué es tan gracioso?

La zorra tomó un poco de aire y comenzó a hablar.

–Lo que pasa es que esto me recordó una pelea que tuvimos Guilmon, Terriermon y yo en el Digimundo hace tiempo. –se sonrió Renamon, encogiéndose de hombros.

–¿Ah, sí? –cuestionó Rika intrigada. –¿Y por qué?

Renamon recuperó la compostura, sacudió las orejas y miró a su Tamer.

–Creo que tendré que contarte después, Rika. Takato y Guilmon se aproximan. –susurró esbozando una pequeña sonrisa.

–¿Eh¿Qué? –soltó la pelirroja con nerviosismo y levantándose de inmediato, con la clara intención de escapar del lugar.

Sin embargo, Takato apareció de entre los arbustos, seguido por Guilmon. El muchacho llevaba unos goggles de color rojo puestos sobre la cabeza y miraba con cierto desconcierto a la pelirroja, ya que se suponía que ella, al igual que él, debía de encontrarse en la escuela.

Guilmon, que parecía más grande y fuerte que hacía seis años, sonrió con todos los dientes y se abalanzó a embestir a Renamon, quién cayó bajo el peso del dinosaurio rojo y soltó una risita antes de desaparecer del lugar. El digimon del tipo virus olfateó el aire un par de veces y de improviso corrió hacia adentro del parque, donde se perdió de vista.

Takato y Rika solo vieron la escena con extrañeza y después de algunos segundos soltaron una carcajada ante el comportamiento que habían estado mostrando sus camaradas recientemente. Pero de pronto, las risas cesaron y sólo quedaron ellos dos ahí, mirándose, y sin articular palabra alguna.

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Continuará…