El digivice de la amistad
Por: Lince
Capítulo 7: Indecisión
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Takato veía pasar velozmente las calles desde el sitio en el que se encontraba, sentado junto a la ventana en uno de los asientos traseros de una camioneta negra del Hypnos que seguía a otra que viajaba más adelante. El joven recorría con la mirada el paisaje urbano, al parecer, pensando solamente. Y no porque fuera Henry Wong el que viajaba con él, sino porque realmente tenía cosas en qué pensar. Le venían a la mente los extraños sucesos que habían acontecido durante la semana: eso de que los digimons regresaran simplemente porque sí; el comportamiento peculiar que parecía estar adoptando todo el mundo; su reciente descubrimiento de que sentía algo especial por Rika Nonaka… Eran cosas que le parecían inauditas y lo intrigaban; sin embargo, también le llegaban de momentos otra clase de pensamientos: como la reciente pelea que llevaron a cabo en contra de sus propios camaradas por obra de la fallida carta roja; el caos que se había provocado por ello, recordándole a la ciudad nuevamente de que por ahí una vez se habían paseado los salvajes hacía 6 años. Pensó de pronto en cómo habían sido curados de esa forma tan peculiar, y en cómo en esos momentos se encontraba ahí pensando en todo eso. Meneó la cabeza y resopló apesadumbrado. Pese a que le había confortado de verdad el hecho de que todo se solucionara y de que el señor Yamaki se encontrara manejando el asunto con tan perfecta discreción, eso no podía apartarle la idea de que se lo haría saber a sus superiores de la administración de redes, o quizá al señor Wong y eso sí que sería un problema, pues se suponía que las fronteras del mundo real y el mundo digital habían sido selladas para siempre. Suspiró ligeramente. ¿Acaso sería tan malo que las puertas se quedaran tal como estaban¿De qué peligro deberían protegerse ahora que el D-Leepa había sido reducido a un simple programa? Frunció el entrecejo. ¿Los obligarían a regresar a sus digimons hacia su propio mundo como en el pasado? El chico tragó saliva¿Y qué le dirían sus padres después de volver a casa con semejante escolta gubernamental, y de explicarles cómo casi se mataban todos esa tarde¿Lo entenderían?
Takato pegó la frente al cristal de la ventanilla y miró hacia la nada. Para colmo ahora de nuevo pensaba en Rika, quién seguía pareciéndole de lo más incomprensible. Sonrió ligeramente al recordar cómo ella lo había abrazado y le había besado la mejilla cuando se recuperaron de la lucha. Bueno, de eso no hay queja alguna… Pensó el chico alegremente, mientras volvía a frotarse el sitio que había tocado la pelirroja con sus labios. Meditó unos segundos, eso había sido genial, claro; sin embargo, después, al llegar la hora de partir, Rika ya no le había dicho nada a Matsuki. Es más, Takato habría jurado que la chica había evitado mirarlo cuando él se disponía a hablarle más en serio (por alguna razón que el Tamer ignoraba por completo); por lo que, cuando la pelirroja por fin se dignó a dirigirle la mirada nuevamente, Juri la llamó desde lejos para decirle que la acompañaría en el mismo vehículo junto con Renamon; después de eso Rika sólo se había encogido de hombros y había dejado a Matsuki mientras soltaba una breve disculpa y se alejaba del chico que claramente se había quedado con sus pobres palabras en la boca. La sonrisa del Tamer de goggles desapareció lentamente de su rostro, recordando eso, al momento en que fruncía en entrecejo de manera desconcertada. ¿Es que acaso las fuerzas cósmicas se alineaban en su contra cada vez que se presentaba el momento de confesarle a Rika todo lo que sentía? Takato se sintió molesto al pensar en ello; sin embargo, parpadeó ligeramente al sentir un golpeteo repetido en su rodilla. Miró de reojo sólo para descubrir que el responsable había sido Guilmon, quien le pegaba con la punta negra de su cola, la cual éste movía nerviosamente. El chico sonrió, sintiéndose un poco más animado y le palmeó la cabeza a su preocupado camarada con suavidad.
–¿Qué pasa, Guil? –preguntó el joven de forma amable. –¿Tienes hambre?
El dinosaurio reaccionó de forma distraída y negó un par de veces ante su confundido Tamer, quién sólo se rasco la nuca. Que Guilmon afirmara que no quería comer, de seguro debía de ser algo digno de aparecer en algún record digimon; sin embargo, el joven de ojos carmesí, poco a poco comenzaba a hacerse a la idea de que nadie parecía estar actuando como solía hacerlo y que quizá ya nunca lo harían de nuevo. Pues habían crecido, y estaban cambiando.
–Es tan raro… –susurró Matsuki.
Henry, que como en viejos tiempos, traía a Terriermon descansándole plácidamente sobre la cabeza, arqueó las cejas.
–Sí, pero es inevitable. –completó, como si de pronto pareciera adivinar los intrincados pensamientos de su amigo de goggles.
Takato levantó la mirada y le sonrió al chico alto que también le sonreía.
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–¿Se puede saber en qué tanto estás pensando? –soltó Juri, rompiendo con el silencio que hasta hacía minutos había reinado en el vehículo en el que ella, Rika y Renamon se encontraban viajando.
La pelirroja que había estado cruzada de brazos y con apariencia aletargada, meneó la cabeza ligeramente. Juri farfulló un par de veces.
–Como quieras. –gruñó. –Si no me quieres decir nada, está bien. –ella también se cruzó de brazos. –Vaya que a veces es imposible entenderte…
Renamon sacudió las orejas y miró de reojo a su camarada, quién parecía extrañamente ausente, como si estuviera preocupada por algo que ni ella ni Juri podían comprender. Frunció el entrecejo y no le quitó la vista de encima a la pelirroja, como esperando que dijera algo más; pero la chica no articuló una sola palabra. La zorra resopló decepcionada y apenas e inclinó la cabeza cuando un rato después se detuvieron frente a la casa de los Katou y Juri bajó de la camioneta de un salto, prometiéndole a Rika que la llamaría más tarde, a lo que esta sólo se encogió de hombros. Renamon pareció desconcertarse aún más; pero decidió no hacer ningún comentario hasta que estuvieran a solas en la residencia Nonaka y pudiera hablarle a su Tamer con total libertad. El resto del camino transcurrió en un silencio monótono, hasta que llegaron a la casa de Rika; donde digimon y Tamer descendieron del auto (siendo recibidas por las mujeres Nonaka, que a pesar de verse aliviadas de encontrar a la pelirroja a salvo, también parecían molestas de cierta forma con ella.) Rika fue apretujada por los brazos de su madre, quién la arrastró al interior de la casona, mientras que Seiko sonreía y saludaba a Renamon con una leve inclinación de cabeza que el digimon respondió de la misma forma.
–Sabía que esa niña se traía algo entre manos. –susurró la abuela resueltamente. –Hacía años que mi nieta no cargaba con ese digivice azul suyo que últimamente no suelta para nada...
Renamon se inclinó nuevamente.
–Esta es la segunda vez que me alojo en su casa sin su permiso. Discúlpeme por favor.
Seiko asintió un par de veces y sujetó al kitsune de la muñeca enguantada.
–Esta vez tienes mi autorización y la de mi hija. –pronunció alegremente. –Ahora, vayamos adentro, creo que tenemos de ese pastel que te gusta tanto guardado en la nevera. Apresurémonos o no alcanzaremos una parte justa.
La zorra caminaba torpemente, mientras parpadeaba incesantemente y luego soltó una risita divertida ante el comentario de la abuela Seiko, que ya la guiaba hacia el interior del hogar de las Nonaka como si fuera también parte de la familia. Renamon sonreía alegremente al pensar en ello; sin duda alguna, ese era un agradable sentimiento.
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–¡Ai¡Mako!... ¿pueden escucharme?... ¡respóndanme!
Una chica de 13 años de cabello anaranjado y coletas, corrió a su habitación a toda prisa, seguida por un chico de cabello corto, alborotado. Los dos saltaron sobre la cama, y comenzaron a forcejear para obtener el control de un artefacto pequeño de color blanco y morado que brillaba intensamente.
–¡No puedo creerlo!... ¡Dámelo, Makoto! –gruñía ella. –¡Él dijo primero mi nombre!
–¡Ya, Ai¡Él también me llamó a mí!
–¡No importa, hay que recibir el mensaje!
–¡Yo quiero hacerlo!
–¡Eres... un... inmaduro!...
–¡Y tú... una... mandona!...
–¡Suelta el digivice!
–¡Es de los dos!
–¡Aaaargh¡Ya! –gritó una voz desde el interior del aparato. –¡Basta¡Mako, dale el digivice a Ai¡Esto es importante!
El chico resopló molesto y soltó el artefacto, que quedó en manos de su hermana. Ai suspiró y se apartó el cabello que le había caído sobre los ojos, sujetó el digivice morado en su mano izquierda y presionó un botón con el dedo índice. De inmediato, una luz circular se proyectó hacia el aire y la figura de un digimon enmascarado, vestido de negro, se formó ante ellos.
–¡Beelzemon! –jadearon los chicos, sonriendo ampliamente.
La imagen del digimon parpadeó un poco, y éste hizo una leve inclinación de cabeza.
–Ai, Mako. –susurró Beelzemon solemnemente, mientras sonreía ligeramente. –es increíble ver cuánto han crecido... mis camaradas... –los humanos sonrieron y la imagen de Beelzemon volvió a parpadear. –No tengo mucho tiempo... Los diginomos no podrán mantener la comunicación lo suficiente... –les dijo con una voz algo distorsionada. –Así que deben escucharme con mucha atención... –hubo un ligero sonido de interferencia. –El Digimundo... Necesitamos que ellos regresen al Digimundo... se ha generado una crisis que requiere de su poder... –la interferencia pareció aumentar de pronto, y los chicos contuvieron la respiración, expectantes; después de un rato, la imagen de Beelzemon volvió a aparecer claramente. –En estos momentos, el digivice está registrando una serie de instrucciones que deberán serles de utilidad... –Ai se percató de que en la pantalla acababa de aparecer un rectángulo alargado que parecía estarse llenando rápidamente. –Los datos... deben ser descifrados... –explicó intermitentemente. –para evitar... que se propague... –La imagen del digimon titiló momentáneamente. –Necesito que contacten a una persona...
Ai y Mako se miraron desconcertados, mientras el digimon de etapa mega continuaba con sus instrucciones.
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–En verdad agradezco mucho las molestias que te has tomado para realizar todo esto. –susurró Jyaniu Wong, haciendo una leve inclinación que fue correspondida por el sujeto rubio de gafas que lo escuchaba, al momento en que le acercaba a éste una taza de té. –No tenía idea de que todo esto estuviera pasando frente a mis narices.
Yamaki aceptó la taza y se encogió de hombros, recargándose en el respaldo del sillón de la sala de estar de los Wong, mientras bebía un trago.
–No tienes porqué disculparte Jyaniu, y tampoco creo que debamos juzgar mal a los chicos; después de todo, fuimos nosotros los primeros que traicionamos su confianza¿no? –comentó, arqueando ligeramente las cejas.
El señor Wong suspiró y se pasó una mano por la cabellera encanecida.
–Sólo eran unos niños. –pronunció en voz baja como justificándose, aunque sin poder ocultar el rastro de su propia culpa. –No podíamos arriesgarnos a que el mundo sufriera las consecuencias de un capricho infantil. Habría sido una irresponsabilidad terrible de nuestra parte, aunque Shibumi ya hubiera predestinado la sucesión humana por parte de los seres artificiales; quiero creer que ese futuro aún se encuentra lejano para nosotros...
–Sin embargo, la puerta al mundo digital ha vuelto a abrirse, mi amigo. –Interrumpió el rubio, en ese tono que usaba siempre para analizar todo lo que pasaba. –¿Será que esta vez se trata de algo ajeno a nuestro control? –inquirió reflexivamente. –Aún así, no hemos detectado ningún tipo de anomalía en las redes hasta el momento, así que supongo que eso puede considerarse como algo positivo.
–No lo sé. –susurró Wong preocupadamente. –Hace 6 años, el Hypnos tampoco detectaba al D-Leepa hasta que fue demasiado tarde. Esta nueva abertura del campo me intriga. Debe obedecer a alguna causa específica, los campos nunca fueron abiertos al azar antes, y no creo que ahora fallen a esa ley. –se frotó la barbilla compulsivamente. –¿Piensas informar de lo sucedido?
Yamaki se ajustó las gafas y meneó la cabeza.
–No por ahora. –respondió con simpleza. –Mi equipo y yo revisaremos las redes, por supuesto; sin embargo, no creo que debamos precipitarnos. Eso alertaría a las autoridades y a los medios, y quién sabe, podrían pensar que comienza a repetirse lo sucedido en el pasado.
–¿Sería posible? –jadeó Jyaniu
–Nada puede asegurarse. –contestó Yamaki, apurando su té. –pero aún así, lo dudo mucho. No creo que los salvajes ordinarios sobrevivan su manifestación en el mundo real, bueno, si tomamos en cuenta lo sucedido con los digimons de los muchachos... creo que nos damos buena idea de la situación¿no le parece?
Ambos hombres guardaron silencio hasta que el rubio dejó su taza en la mesita de centro y se incorporó de pronto.
–Bueno, Tao. –comenzó Yamaki rebuscando algo en su bolsillo. –Dejaré de preocuparte con todo esto. Lo importante es que los chicos lograron salir ilesos de lo sucedido y en estos momentos no deberías de perder el tiempo charlando conmigo sino pasarlo con tu hijo. –sonrió sacando una tarjeta y extendiéndosela al señor Wong. –De todas formas, si es que los Tamers quieren explicarme cómo pudieron destruir de esta forma las barreras construidas por Shaggai, pueden comunicarse conmigo en cualquier momento, cómo bien recordó la joven Katou esta tarde.
Jyaniu recibió la tarjeta y la miró brevemente antes de asentir un par de veces con la cabeza.
–Entiendo. –le dijo. –Una vez más, muchas gracias por todo.
–Un placer. –respondió el rubio avanzando hacia la salida. –Te mantendré informado de todo lo que pueda, o al menos de todo lo que Reika pueda decodificar sin levantar muchas sospechas.
Jyaniu sonrió ligeramente, deteniéndose en el vestíbulo mientras Yamaki se calzaba sus zapatos negros.
–Conspirando a espaldas de tus superiores como siempre, Mitsuo¿querrá tu esposa colaborar en todo eso?
Yamaki se enderezó y se acomodó los lentes esbozando una sonrisa sagaz.
–Ah, Reika es una mujer de riesgos. –pronunció orgulloso. –Si no, por nada se habría casado con alguien como yo. –giró la perilla de la puerta y salió por ella. –Por eso no me sorprende que el pequeño Keiichi sea tan desobediente. Tiene los peores padres de Tokio. –añadió, encogiéndose de hombros. –Nos vemos, Tao.
Yamaki desapareció al doblar la esquina del pasillo y Jyaniu sonrió mientras meneaba la cabeza y regresaba al interior del departamento, cerrando la puerta tras él.
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–Rika¿por qué no me dijiste que Renamon había vuelto? –reclamó Rumiko mirando a su hija, ambas sentadas a la mesa, una frente a la otra. –pensé que ya confiabas en mí, hija, y sabes que tu digimon es parte también de esta familia. No entiendo porqué sigues escabulléndote por ahí como cuando eras niña. –la rubia suspiró y frunció el entrecejo al ver que su hija no le respondía. –Rika... cuando recibí la llamada del señor Yamaki me preocupé muchísimo, sólo me imaginaba que podías estar en peligro, como antes. Que de nuevo corría el riesgo de perderte...
La pelirroja pareció reaccionar por vez primera desde que había vuelto a su hogar, sus ojos brillaron de manera cristalina, y se limpió rápidamente un par de lágrimas que intentaban escabullírsele, a la vez que negaba con la cabeza.
–Lo siento. –le dijo entrecortadamente. –No sabía qué hacer. –susurró confundida. –En el pasado confié de nuevo en los adultos y Renamon tuvo que marcharse... yo... no quería que volviera a repetirse.
Rumiko pareció sorprenderse por las palabras de su hija.
–Rika...
–No lo he olvidado, mamá. –pronunció con tristeza. –No se puede olvidar algo así... ¡no quiero que nadie vuelva a abandonarme!
Rumiko desvió la mirada, Rika bajó la vista sin poder contener las lágrimas que le caían en el regazo¿porqué tenía que ponerse así¿por qué tenía que recordarlo? Lo odiaba. Cerró los ojos y apretó los dientes, tratando de terminar con todo aquello, intentando tragarse esa tristeza como había acostumbrado a hacerlo durante años. En ese momento, sintió los brazos de su madre alrededor suyo aferrándola cariñosamente, y entonces sollozó ligeramente, recordando que no estaba sola. Que aquellos pensamientos que la rondaban habían sido mentira. Suspiró profundamente y dejó que Rumiko le soltara la rojiza cabellera y se la acariciara como cuando era una niña.
–Perdóname, Rika. –le dijo la rubia en su oído. –perdóname por no haber sido fuerte.
La pelirroja negó un par de veces en silencio, se recargó en la falda materna y se dejó querer, así como un gatito solitario que al principio niega el trato humano y que luego exige una caricia. Rika frunció el entrecejo, extrañada de sí misma. Tal vez Renamon tenía razón al haberle dicho que estaba diferente; que sus amigos la habían hecho cambiar, que ya no era esa chica fría e indiferente que había sido en el pasado, que ahora su corazón era cálido y que necesitaba de alguien que la quisiera y que pudiera comprenderla... que por fin comenzaba a aceptar la idea de haberse enamorado de Takato Matsuki. Fijó la vista en los panecillos blancos que estaban situados en una canastilla sobre la mesa. Sus labios se curvaron en una sonrisa espontánea, como si hubieran estado esperando cualquier excusa para pronunciar su nombre.
–Takato me derrotó en el torneo de cartas. –susurró de pronto alegremente, como si estuviera evocando el suceso mentalmente. –Él es el nuevo rey.
Rumiko arqueó una ceja y miró de reojo a su hija, que se había ruborizado ligeramente.
–¿De verdad? –inquirió la rubia de manera suspicaz. –¿Y te molestó?
–No, en realidad no. –admitió Rika. –Me sentí feliz por él.
Rumiko continuó ensortijando un largo mechón de cabello que entrelazaba en uno de sus dedos, escuchando solamente.
–Prometí que sería su pareja de baile. –susurró Rika de forma apenada. –pero no estoy segura.
–¿Por qué no? –se extrañó Rumiko encogiéndose de hombros.
–No lo sé... –contestó inquietamente. –Mamá. –soltó de pronto. –¿Crees que estaría bien si celebramos la victoria de Takato aquí?
Rumiko sonrió a manera de cómplice ante aquella pregunta.
–Me parece una idea perfecta, Rika. –le dijo. –¿por qué no le preguntas a tu amigo si él está de acuerdo?
–Bueno... –replicó Rika algo nerviosa. –es que yo...
El timbre del teléfono interrumpió a la pelirroja, que pareció sobresaltarse.
–¡Yo contesto! –anunció ella, levantándose de un salto y corriendo hacia el vestíbulo.
La señora Nonaka parpadeó un par de veces y luego soltó una risita divertida, mientras que Seiko y Renamon (quienes entraban a la habitación en ese momento) arqueaban las cejas, confundidas, y colocaban sobre la mesa un pastel redondo de crema y chocolate.
Rika se detuvo frente al teléfono y pasó saliva, tratando de serenarse antes de contestar la llamada, descolgó el auricular y sus labios se movieron ante él con torpeza.
–H-hola, habla Nonaka.
–¿Qué onda, Rika? –dijo una voz chillona, que Rika reconoció de inmediato como la de Juri. –Te dije que te iba a hablar para platicar un rato. ¿Cómo te fue con tu mamá?, a mi me fue bien. Mis papás estaban muy preocupados y dijeron algo así como de que estaban contentos de que no me hubiera pasado nada, pero que era una imprudente, irresponsable que iba a terminar siendo castigada hasta el año 2020 si lo volvía a hacer. ¿Qué tal tú?
La pelirroja arqueó una ceja incesantemente a manera de tic, y luego sonrió y se sentó en la duela, recargándose en la pared cercana a su habitación.
–Hola, Juri. –le dijo divertida. –pensé que eras otra persona.
Hubo una pausa al otro lado de la línea y luego se escuchó el estallido de una carcajada
–¡Vaya¿Ya estás hablando otra vez? Que bueno saber que no voy a ser sólo yo en la conversación. –volvió a detenerse un par de segundos. –¿Y qué¿estabas esperando que Takato te llamara? –inquirió melosamente. –¿Siempre en qué quedaron ustedes dos?
–Bueno, lo que pasa es que yo... –balbuceó Rika con la cara roja. –tenía que...
–¿ajá?
–este...
–¿ajá?
–este...
–¿Sí?
–pensarlo un poco...
–¡Rika¡Por favor! –chilló Juri de forma exasperada. –¡No me digas que ya te estás echando para atrás¡Sabía que debía haber grabado tu confesión!
–¡Shhh¡Ya cállate, o enterarás a todo Tokio! –reclamó Rika con la cara aún más roja que antes. –¡Déjame terminar! Además, nunca te dije que me estuviera arrepintiendo, sólo que no estoy muy segura.
Juri resopló ligeramente.
–¿Qué, te piensas esperar otros 6 años? –le dijo. –¡No manches!... será mejor que mañana te tatúes "cobarde" en la frente y luego felicites a Takato cuando se harte de esperarte y se consiga a otra chica más segura.
Rika giró los ojos y golpeteó el marco de la pared opuesta con sus calcetines.
–Juri, en momentos como estos, es cuando me pregunto seriamente por qué somos amigas...
–Yo también, así que ni le sigas. –respondió Katou.
–Bueno, ya. –la cortó Rika. –¿pero sabes en qué estaba pensando?
–¿Qué?
–Que sería genial hacer la fiesta de Takato aquí en la casa, así no estorbaríamos en el negocio de los Matsuki¿no crees? Mamá ya me dijo que estaba bien...
–¿De veras¡que buena onda!... oye, pero... ¿fiesta en domingo?
–¡Ah, Juri¡no me agüites el plan! Podemos empezar temprano, o total, el lunes nos volamos la primera hora ¿Cuál es el problema?
–Uy, sí, eso díselo a mi madre. Qué a tu mamá le valga que seas una arrastrada, no quiere decir que a la mía también...
–Bueno, vale. Empezamos temprano, para acabar temprano... ¿contenta?
–Pues sí.
–Bien, háblale a Henry y yo le hablo a Takato, y si alguno de los dos se acuerda, pues que le hablen a Hirokazu y a Kenta... Mmmmh... A ver si se les ocurre traer a Ayaka y a Miki, lo último que faltaría es que aquellos anden mariconeando y hablando solo sobre el pobre de Ryo... Al rato veo si le mando un mail para restregarle en la cara que el Goggles le quitó el título... Bueno, Juri¿te veo mañana como a las 4:00?
–ok, voy a marcarle a Henry. Ojalá no lo estén regañando mucho en su casa, ya sabes cómo es su papá...
–Sí, le ha de estar tirando todo un sermón. –susurró la pelirroja, girando los ojos, luego se sonrió y decidió añadir maliciosamente. –Ándale, háblale y sálvalo... quién quita y mañana te lo agradece ya más contento.
–Déjame en paz. –soltó Juri, sonriéndose ligeramente. –Yo me encargo de eso, Rika¡Sayonara!
–Sayonara.
Rika colgó el auricular y luego volvió a levantarlo.
–Puedes hacerlo. –se dijo en voz baja. –Rika se preparó mentalmente para no decir nada estúpido, y marcó inseguramente el número de Takato. Esperó en la línea algunos segundos, el timbre sonó un par de veces y entonces él fue quién contestó la llamada.
–¿Hola?
Rika se preguntó por un momento si podría lograrlo, tomó aire y reunió un par de palabras en su boca.
–Hola, Goggles, soy yo, Rika. Quería saber si todo te había salido bien en tu casa.
Bien, Rika. Vas bien, eso sonó muy neutral. Ahora solo cuida bien lo que dices, y no seas presa de los nervios como acostumbrasse dijo para sí misma.
Takato respondió en su tono jovial de costumbre. Rika pudo escuchar claramente el sonido de alguien que levanta el aparato telefónico y lo coloca en otro sitio.
–Bien, gracias. –susurró el Tamer, mientras se acostaba de espaldas sobre su cama. –Es una coincidencia que me hablaras, justamente estaba pensando en ti... ¡en hablarte!
Rika aguantó las ganas de reírse cuando sintió ese ya conocido vacío interior, y de pronto se preguntó si su estómago se habría ido flotando a otro sitio.
–¿Ah, sí? –inquirió con una completa naturalidad aparente. –que curioso.
–¿Qué tal contigo¿Te regañaron mucho? –soltó Takato de improviso como para corregir su error anterior.
–No. –concedió la pelirroja. –Todo estuvo muy tranquilo en la casa, creo que la gravedad del regaño va conforme a la edad y el asunto.
–A lo mejor. –convino el Tamer. –Ya no somos unos niños.
Se hizo un silencio extraño en la conversación, luego Takato se aclaró la garganta.
–En fin, como sea. Mis papás sólo me preguntaron si todavía teníamos que salvar el mundo o algo así, y como les dije que no, pues se calmaron rápido y ahorita están consintiendo a Guilmon y llenándolo de pan. La próxima vez que nos veamos, supongo que tendré que llevármelo rodando.
Los dos se rieron a expensas de la glotonería del dinosaurio rojo y pronto Rika fue quien se aclaró la garganta esta vez.
–Y hablando de vernos... –susurró. –Estaba pensando en sí todavía quieres que te festejemos lo del torneo...
–Sabes que sí. –respondió Takato de inmediato, luego se sonrió un poco. –Me debes el ser mi pareja de baile, y a Henry creo que le debo muchos trozos de pizza.
–Creo que así fue. –corroboró la pelirroja. –Oye, y ¿tienes algún inconveniente si hacemos todo aquí en mi casa? –pronunció algo aprisa, añadiendo casi enseguida: –es que Juri y yo estábamos pensando que de hacerlo en la tuya le estorbaríamos a tus papás, y pues no se nos hizo justo. –Rika se mordió el labio, sintiéndose algo culpable por involucrar a su amiga en ese invento, pero aún así, esperó la respuesta de Matsuki, quien parecía estarlo repasando detenidamente.
–Bueno... a mi me parece que sería algo excelente. –dijo el Tamer con total sinceridad. –¿Qué tengo que llevar yo?
–Takato, se supone que tú serás el festejado, no necesitas traer nada.
–Lo sé, pero no se me hace bien llegar a tu casa solamente de gorrón, puedo llevar pan dulce, galletas o incluso un pastel¿te parece?
Rika lo pensó un momento, y luego sonrió.
–Bien, Goggles, si eso quieres, está bien; pero ya el resto nos lo dejas a nosotros¿ok?
–De acuerdo. –accedió Takato. –¿Cómo a qué hora te caigo por allá, para ayudarte? –preguntó, mientras agradecía mentalmente que la conversación fuera telefónica porque tenía la cara algo roja. –¿Cómo a las 4:00 está bien?
–Si, de hecho es la misma hora en la que quedamos Juri y yo. –respondió Nonaka.
Takato carraspeó y balbuceó rápidamente.
–¿Es a las 4:00? Entonces llegaré un poco antes... ¡para ayudar en lo que necesiten! –decidió con la cara tan roja que parecía como si el oxigeno no le llegara al cerebro. –Más o menos como a las 3:00 o 3:30. –esperó unos segundos. –¿Ya sabe Henry? Puedo marcarle yo.
–Juri me dijo que ella le llamaría. –explicó Rika.
–Ah... entonces puedo marcarle a Kazu¿ok? –propuso el Tamer.
–Bien. –aprobó la pelirroja. –Entonces te veo mañana, Takato. Y no olvides que Guilmon también está invitado.
–De acuerdo, te veo mañana.
–Adiós.
–Adiós.
Takato colgó el auricular y acomodó el teléfono sobre su escritorio, (lugar en el que había estado originalmente) mientras sonreía de oreja a oreja.
–Es un hecho. Mañana mismo se lo digo. –susurró para sí. –No dejaré pasar ni un solo día más.
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–No sé cómo pasó, si eso quieres preguntarme.
Henry siguió tecleando en su computadora sin voltear a ver a Jyaniu Wong, que recién entraba a la habitación del muchacho. El señor Wong suspiró ligeramente y cerró la puerta con cuidado.
–Mira, Henry, no quiero presionarte a que me cuentes nada. Sólo quiero saber desde cuándo están abiertos los campos.
Henry miró de reojo a su padre y arqueó las cejas ligeramente.
–No lo sé con exactitud, pero creo que nuestros digimons llegaron al mundo real el lunes. No es la gran cosa, papá. –añadió Henry ante la mirada preocupada de su padre. –No hemos recibido ninguna alerta de salvaje, nada más que nuestros digimons pudieron atravesar la frontera hacia nuestro mundo. En todo caso, si algo llegara a hacerlo, sabes bien que lo combatiríamos como antes.
Henry y Jyaniu se miraron fijamente por un momento.
–Hijo, sabes que es peligroso lo que intentan.
Henry negó con la cabeza.
–Hace 6 años, permití que me alejaras de un amigo y eso ya no volverá a repetirse. Ya no soy un niño, papá.
Jyaniu miró a su hijo de manera sorprendida, Henry no dijo nada más, parecía determinado. El silencio de la habitación fue roto por el timbre del teléfono y por los ronquidos de Terriermon que rodó sobre la cama de su Tamer y terminó enredándose con sus orejas.
–¿Eh, qué? –soltó el digimon confundido.
Henry se acercó a su camarada para liberarlo mientras se sonreía. Una vez libre, Terriermon saltó a la cabeza de su Tamer y miró al padre de Henry.
–Hola señor Wong. –saludó el digimon alegremente.
–Hola Terriermon. –respondió el hombre, devolviéndole la sonrisa a la criatura. –Me alegra que hayan regresado. –el hombre miró a su hijo y asintió con la cabeza. –Y es verdad. Me preocupa un poco, pero me alegra que de nuevo estén juntos...
Henry frunció el entrecejo.
–Papá...
En ese momento, Suzie tocó la puerta y la abrió ligeramente mientras asomaba la cabeza por la abertura.
–Henry, teléfono. Te habla Juri. –informó. –¿Vas a contestar?
El chico se rascó la nuca y Terriermon sonrió de oreja a oreja.
–Sí, ya voy. –contestó el Tamer.
Henry se dirigió hacia la puerta de su habitación, mientras su padre le palmeaba la espalda.
–Supongo que tendremos que hablar luego. –susurró Jyaniu mientras le guiñaba un ojo a Terriermon, quién soltó una carcajada.
El chico de ojos grises pudo sentir que se ruborizaba ligeramente ante aquella insinuación. Segundos después, padre, hijo y digimon, se encontraron saliendo del cuarto del adolescente y enfilándose cada quién a donde debía; Jyaniu se encaminó a la sala y se sentó en un sofá para leer el periódico. Terriermon fue atrapado por Suzie, quien lo llevó hacia la mesa y lo sentó con ella a cenar mientras le hacía un montón de preguntas sobre Rockmon, y Henry se fue hacía el pasillo rumbo al teléfono para responder la llamada.
–¿Hola? –susurró al levantar el auricular, mientras veía en la pantalla del aparato telefónico a una chica castaña que mordisqueaba la punta de un bolígrafo, mientras leía algo cerca suyo.
Juri parpadeó sorprendida y sonrió hacia el chico que la veía por esa pequeña pantalla.
–Hola, Henry. ¿Cómo estás? –saludó Juri, sacándose la pluma de la boca y lanzándola hacia atrás de forma rápida. –Te llamo porque acabo de hablar con Rika. –susurró nerviosamente. –Parece ser que mañana se va a hacer lo de Takato.
Henry arqueó las cejas y sonrió ligeramente.
–¿Entonces sí era en serio? –preguntó Wong, pasándose una mano por el cabello. –Creí que Takato y Rika sólo bromeaban.
–Pues ya ves que no. –dijo Juri encogiéndose de hombros. –Va a ser como a eso de las cuatro, si puedes ir¿cierto?
–Tendré que hablarlo con mi papá, pero es casi seguro que sí puedo. –declaró Henry, guardándose la mano libre en el bolsillo.
–Genial. –respondió Katou. –Me gustaría que me platicaras lo que sucedió hoy después de que me fui... pero claro que eso lo podemos hablar mañana en la tarde¿no?
–eeeh... pues sí. –divagó Henry, mientras veía de reojo cómo sus hermanos mayores se apilaban cerca de la pared del vestíbulo y lo miraban sonrientes. –Mañana te cuento todo, Juri.
–Entonces, hasta mañana, Henry. –sonrió la castaña de forma jovial.
–Sí... hasta mañana. –contestó Henry, para terminar con la comunicación segundos después.
La pantalla del teléfono se apagó y se quedó en negro. Henry suspiró ligeramente y de pronto se volvió hacia sus hermanos.
–¡Hey¿Qué hacen ustedes ahí? –exclamó indignado. –Distraen, todos ahí unos encima de otros como tontos.
Las hermanas de Henry se rieron entre ellas. El hermano se lanzó hacia él, y le rodeó el cuello con un brazo, raspándole la cabeza con los nudillos.
–¡No te apures bro!, no tuviste chanza de decir ninguna babosada con tu chica.
Henry forcejeaba con su hermano mayor, intentando liberarse.
–¡Eh¡Ya¡Eso duele! –jadeaba sacudiendo la cabeza. –¡estás bien idiota¡suéltame!
El chico de ojos grises fue liberado, con la cara roja de coraje y embarazo.
–Juri no es mi novia, es una amiga de la escuela¿ok?. –aclaró Henry algo molesto.
–¿No fue ella la chavita que fuiste a rescatar cuando la ciudad se cubrió de esa cosa gelatinosa en quinto grado? –soltó su hermana sonriente, mientras se apartaba del hombro un mechón de cabello largo y morado.
–¡Era el D-Leepa! –gruñó Henry. –Y yo no la rescaté. Takato lo hizo.
Henry se dirigió a su habitación, refunfuñando y cerrando tras él de un portazo. Afuera, sus hermanos se quedaron riéndose entre ellos.
–¡Negación! –soltaron los tres riéndose a carcajadas.
Henry se tiró sobre su cama y hundió la cara en su almohada sin saber exactamente qué pensar. Los eventos de la semana habían sido muchos y muy rápidos, y a él le había tocado la peor parte de todos ellos, o al menos eso era lo que sentía en ese momento. El joven peliazul cerró los ojos al sentir las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, ese día había sufrido su primera decepción amorosa y aún así sus hermanos tenían el descaro de hacerle bromas pesadas con Juri. Como si ella tampoco hubiera sufrido bastante; tenía lo de la muerte de su madre, la de Leomon, todo el tiempo que estuvo sometida por el D-Leepa... y ahora que supiera que a Takato no le gustaba ella sino Rika... Simplemente la vida parecía no ser justa con algunas personas. Henry suspiró confundido, Había perdido la batalla por el amor de la pelirroja y aún así, no podía sentir rencor hacía ella o hacia Takato. son mis amigos después de todo. pensó tristemente. Golpeó su almohada, desesperado. eres un tonto, Henry. Por eso siempre pierdes... se dijo a sí mismo, mientras se acomodaba de lado y miraba hacia su desordenado escritorio atiborrado de discos, piezas computacionales y cartas de Digimon. Frunció el entrecejo al notar el paño anaranjado y manchado de sangre que Juri había utilizado para vendar su brazo herido durante la conmoción de los digimons. El chico se enderezó y lo tomó entre sus manos de manera extrañada.
–Bien, recuerda, Guil. –repasaba Takato esa tarde de domingo, mientras caminaba por las callejuelas cercanas a la estación de la línea Yamanote rumbo a la residencia Nonaka. –Quiero que mantengas a Renamon lejos de Rika hasta que pueda decírselo¿sí? –el dinosaurio asintió conforme mientras seguía con la vista la caja del pastel que su Tamer llevaba en las manos. –Si llega Hirokazu, Henry o cualquiera, haz lo que sea necesario para entretenerlos; qué sé yo, empújalos, muérdelos, cáeles encima... lo que sea. Nada me debe de fallar esta vez. –el chico de Goggles miró su reloj. –Llego una hora antes, el clima está perfecto, y existen pocas probabilidades de que tengamos un temblor o de que nos impacte un meteorito... Ya nada puede impedírmelo. ¡Lo hago hoy, o me muero en el intento!
–¿Hacer qué, Goggles? –preguntó una voz femenina a su espalda.
Takato se estremeció en su sitio y se giró lentamente. Rika y Renamon los miraban extrañadas, ambas llevaban en las manos, bolsas de botanas y refrescos. El Tamer de Goggles ahogó un grito y soltó una risa nerviosa, mientras que se pasaba la mano por la nuca.
–¡Hola, Rika! –soltó el castaño. –Apenas íbamos a tu casa. –el chico le dio un codazo a su dinosaurio, que se reía disimuladamente. –Guilmon¿por qué no se van adelantando tú y Renamon? –susurró, depositando la caja que llevaba en las no muy confiables garras de su compañero que parpadeó incesantemente. –y pobre de ti, si me doy cuenta de que falta una sola migaja...
Rika sonrió, Renamon alargó una de sus manos para que la pelirroja le entregara sus bolsas, la zorra y el dinosaurio caminaron juntos hasta que doblaron en una esquina y se perdieron de vista, sonriendo por la inminente unión de sus respectivos camaradas.
Takato se guardó las manos en los bolsillos y miró a Rika de reojo, quién se recogía nerviosamente un mechón de su cobrizo cabello tras la oreja. Matsuki sonrió ligeramente.
–Cambiaste la política¿no?
–¿Qué?
Takato se encogió de hombros.
–Nada, es sólo que me parece recordar en estos momentos que hace tiempo tuve una discusión con una niña en esta misma calle, por andar paseando con mi Guilmon, y ahora ella hace lo mismo con su Renamon... La verdad, no tiene vergüenza...
Rika sonrió y enganchó sus pulgares dentro de su cinto.
–Bueno, digamos que cierto niño pudo haber hecho que esa niña cambiara su forma de pensar¿no te parece?
Ambos se miraron y sonrieron.
–Mmm... sí, pudo ser. –admitió Takato, comenzando a caminar al lado de la pelirroja. –aunque escuché que esa niña era una buscapleitos muy terca...
Rika lo miró de reojo.
–Pues yo escuché que el niño era un llorón y usaba goggles...
Los dos volvieron a sonreírse. Takato arqueó las cejas.
–Supongo que eran tal para cuál... –susurró el chico tiernamente.
El joven de Goggles la tomó de la mano. Rika jadeó y se ruborizó ligeramente, igual que Matsuki, pero no lo soltó. Era como si no pudiera creer que eso estuviera pasando y tuviera que seguir sujetando su mano para cerciorarse de que era real. Caminaron juntos por la calle hasta que se detuvieron en el portón de la residencia Nonaka y se quedaron ahí en el bardado. Tomaron aire.
–Tengo que decirte algo. –dijeron los dos al mismo tiempo.
–¿Qué? –se contestaron.
Bajaron la vista y sonrieron ligeramente. Takato se pasó la mano por la nuca.
–Rika, –comenzó él, aclarándose la garganta. –quiero decirte algo que no pude decirte ayer. –la pelirroja arqueó las cejas. Takato titubeó un poco. –¿Sabes?, después del torneo, con esto de los digimons y demás, pues ya no se pudo y… –de pronto la confianza de Takato se le resbaló hasta los pies y él bajó la mirada como si quisiera encontrarla. –Mira, no sé si te hayas dado cuenta o algo; pero quiero decirte que… que tú me gustas mucho…
Ya. Lo había dicho. Takato no podía creer que por fin lo hubiera dicho. Levantó la mirada para encontrarse con la de la pelirroja, pero ella tenía el aspecto de haber recibido un golpe muy fuerte y parecía aturdida. Meneó la cabeza ligeramente.
–¿Qué? –balbuceó ella, sin podérselo creer.
Takato pasó saliva, de pronto sentía la garganta muy seca y su estómago se sentía horriblemente vacío, como si alguien lo estuviera sacudiendo con fuerza. Apretó los puños y la miró a los ojos como armándose de valor. Abrió la boca.
–Que me gustas. –repitió. –Más que como una amiga… desde hace tiempo, solo que yo… –giró los ojos como no encontrando las palabras adecuadas. –bueno, tú me entiendes… eres la chica más increíble que he conocido en mi vida y pues la verdad yo siempre pensé que… ¡argh! Qué rayos, eso no importa… Rika... ¿quieres ser mi novia?
Rika abrió los ojos con sorpresa.
–¿bromeas?
Matsuki meneó la cabeza.
–Jamás en toda mi vida he hablado más en serio.
La chica frunció ligeramente el entrecejo.
–¿Yo¿estás seguro?
Takato esbozó una sonrisa conmovida y apartó el fleco largo y rojizo que cubría los ojos violetas de la impactada chica Nonaka.
–¿De qué otra pelirroja pude haberme enamorado? –susurró lógicamente al mirarla con fijeza. –¿Me aceptas?
Ella permaneció un momento sin decir nada, nerviosa, pensando para sí; pero las dudas que le rondaban por la cabeza, pronto se disiparon como una nube al toparse de frente con aquellos ojos carmesí que aguardaban pacientemente su respuesta. Todo le parecía tan claro en ese momento...
–Claro que sí… Goggles. –susurró ella al abrazarlo y hablarle en el oído. –Claro que sí...
El joven castaño sonrió, suspiró aliviadamente y cerró los ojos, mientras rodeaba con sus brazos la espalda de la muchacha, que lo abrazaba tiernamente. No podía creerlo. Por fin estaban juntos, después de tantas dudas y tropiezos, sus sentimientos habían sido esclarecidos.
–No sabes cuanto había imaginado este momento. –suspiró él, como si quisiera guardarlo para siempre.
Rika se separó un poco de Takato y lo miró directo a los ojos, torciendo los labios en una media sonrisa que pareció sentirse cargada de algo de ironía.
–Sí… sí lo sé… –respondió comprensivamente.
El Tamer acercó sus labios a los de la pelirroja y por primera vez pudo sentirlos. Eran cálidos, suaves y dulces; y de pronto el chico percibió un calor agradable en el estómago que le subía hasta el pecho y se le esparcía por todo su cuerpo. Él la rodeó con los brazos por la cintura y ella lo abrazó del cuello, mientras la respiración de ambos se volvía una sola en ese momento que los dos habían estado soñando durante mucho tiempo y que por fin se convertía en una realidad. Rika cerró los ojos al sentir que se perdía dentro de aquel beso que deseaba no se terminara nunca; estaba en brazos de su Goggles, sintiendo sus labios, su aliento… ¿Qué podía ser más perfecto?... El corazón le latía con fuerza, y se sintió de pronto como en otro sitio distinto; uno donde definitivamente todo era mejor. Diferente al lugar oscuro y frío que recordaba de su niñez... Si tan sólo...
–¿Rika? –pronunció Rumiko Nonaka, tras abrir de golpe el portón de la entrada. –Necesito que... ¡Cielos¡Lo siento! –jadeó al volver a cerrar la puerta oscura.
Takato y Rika se separaron, ambos con la cara roja. La pelirroja ahogó un grito y se apresuró a abrir la puerta para ir tras su madre, pero en su apresuramiento, casi se llevó de encuentro a la abuela Seiko, quién recién se encaminaba hacia ellos. La mujer sujetó a su nieta por los hombros.
–¡Calma niña, calma! –le dijo la abuela, sonriendo ligeramente ante las caras ruborizadas de los jóvenes.
–eeeeeh, abuela… –carraspeó la chica, frotándose el brazo.
–Con que al fin lo admitieron¿eh?... –susurró perspicazmente. –Entonces habrá más motivos para celebrar hoy … joven Matsuki¿podría venir a controlar un poco a su compañero dinosaurio? Creo que ha descubierto que le gusta la Coca Cola… y Rika, cariño¿Puedes ayudar a tu madre con los bocadillos? Creo que va a estar hecha un lío en la cocina...
Ambos adolescentes se limitaron a asentir con torpeza, mientras Seiko retornaba al interior de la residencia y los dejaba solos, soltándoles un tómense su tiempo. antes de entrar del todo; cosa que hizo que se sonrojaran aún más. Cuando volvió a hacerse el silencio, los dos volvieron a mirarse y se rieron divertidos.
–Al menos ya nos ahorramos el tener que decirle a tu familia. –sonrió Takato al abrazar a Rika por la cintura.
–¿Insinúas que tenemos que montar el mismo numerito fuera de tu casa? –inquirió la pelirroja amenizada.
–A mi no me importaría... –susurró el chico, al besarla nuevamente.
En eso estaban, cuando un par de bicicletas se detuvieron enfrente del bardeado de la propiedad de las Nonaka y un par de chicos se acercaron tímidamente. Un par de hermanos de cabellera erizada y color naranja...
–Ejem... –pronunció la chica mayor, algo apenada de tener que interrumpir a la pareja.
Rika y Takato se separaron y miraron a los chicos de forma extrañada. La mayor se inclinó ligeramente, acomodándose el flequillo casi instantáneamente.
–¿Eres tú, Rika Nonaka? –preguntó con un tímido hilo de voz.
Rika asintió y se acercó a ella de forma amable.
–Sí, soy yo. –ladeó un poco la cabeza. –¿puedo ayudarte en algo?
–Mi nombre es Ai. –susurró la chica. Apuntó hacia su acompañante. –Él es Makoto, mi hermano menor... Nosotros...
–Tenemos un mensaje para ti. –pronunció Mako, al momento en que Ai se descolgaba el digivice morado del cuello y se lo extendía a la pelirroja, que lo tomó y lo miró extrañada.
–Ustedes... –susurró. –son los Tamers de Impmon... Ahora los reconozco.
Rika inclinó la vista hacia la pantalla del digivice que tenía en su mano, mientras que Takato se guardaba las manos en los bolsillos y les sonreía a los muchachos.
–Y... ¿a qué escuela están yendo, chicos? –les preguntó el Tamer para sacar conversación.
–Bueno... nosotros...
–¿Pero qué...? –soltó Rika de pronto. Miró a Ai y a Mako. –¡No puede ser¿Esto es en serio¿por qué yo?
Los chicos se encogieron de hombros.
–Beelzemon dijo que todas las explicaciones serían dadas en persona. –murmuró Ai. –El resto del grupo también ha sido convocado.
–También la chica que solía ser Tamer de Leomon. –añadió Mako.
Rika parpadeaba confundida. Takato se acercó hacia ella y miró por sobre su hombro.
–¿Rika, qué pasa? –inquirió él.
La pelirroja volvió a leer la última línea del mensaje en la pantalla.
–Las bestias sagradas nos están citando a un concilio. –susurró.
- - -
Continuará…
