Glorfindel bajó las escaleras donde antes se había detenido, pasó pasillos y salas y llegó al comedor donde había estado acompañando a los niños en su cena.

Abrió la puerta pesada, mucho más grande que la de las demás salas y entró.

La gente ya se había sentado alrededor de la comida, en todas las sillas de marfil, y el señor de Rivendel en el centro.

-Perdón por llegar tarde, espero no interrumpir nada.

-Aiya Glorfindel, no te preocupes, siéntate.- dijo Elrond con la misma expresión de Elroyënath delatando que de verdad era su padre.

Glorfindel se sentó en una silla vacía, delante de él un plato de plata con bordes de oro, idéntico a los que habían utilizado los hijos del señor de Rivendel para cenar antes.

-Estábamos celebrando la venida de Thranduil a Rivendel, parece ser que se quedará un tiempo.- Elrond miró con ojos sonrientes a Glorfindel.

-¿Thranduil?

Desde una de las cabeceras un elfo habló: -Parece mentira que pasen sólo unos cientos de años y ya no me reconozcas, Glorfindel.

Glorfindel sonrió ampliamente por la sorpresa mientras se levantaba de su silla: -¡Parece que hayan pasado miles!

Se acercó a Thranduil y le dio la mano amistosamente: -¡Bienvenido!

El elfo se impresionó: -¿Sólo me das la mano? Conociéndote...- se detuvo en mitad de la frase, Glorfindel le daba también la bienvenida con un abrazo.

Rió: -¡Conociéndote sabía que me darías un buen abrazo!

-¡Soy muy predecible!- dijo Glorfindel alegre mientras volvía a su sitio.

-No lo creas...- Elrond le miró con sus ojos serios: -Nunca has llegado tarde a un banquete, por lo menos en uno en el que estuviera yo presente.

-Es que Arwen... quería que le contara un cuento para dormir.

Las gentes que allí había cenando sonrieron mientras escuchaban.

Pero la madre de la niña, la dama de Rivendel, fue la que más sonrió: -Siempre le has tenido mucho afecto.- comentó orgullosa y serena.

Glorfindel no pudo evitar sonrojarse: -Me encanta la pureza del mirar de un niño.

-¡Y aún así, me los mimas demasiado!- dijo Elrond alzando la voz desde su asiento. No estaba enfadado, pero pretendía que Glorfindel lo pensara.

Su mujer le dio una palmada en el hombro: -Por favor Elrond, no te pongas sarcástico...

La gente rió.

-Glorfindel tiene razón en estar con los niños, su brillo de sinceridad en los ojos realmente atrapa.

-Sí, pero yo tengo cuatro, tú sólo uno. Criar de cuatro hijos conlleva mucha responsabilidad, querido Tharanduil.

-¡¿Tienes un hijo?!- Glorfindel no creía lo que oía.

-¡Sí, un buen heredero del Bosque Negro y se parece mucho a mi!

-¡Entonces será muy cabezota!- dijo Elrond desde su asiento. Las personas invitadas rieron con él.

Thranduil no le hizo caso y miró a Glorfindel: -Ha venido conmigo, mañana te lo presentaré.

-Estaré encantado.

CARMENCHU!!!