Era ella. No podía creérselo. ¡Realmente era ella! ¡Había vuelto!
Después de tanto tiempo ella había regresado. Se lo prometieron, y finalmente ella había vuelto, a cumplir su promesa.
Era ella, no cabía duda. Eran su pelo, sus ojos, su olor, sus labios, su voz. Había sido capaz de reconocerla aún con todo el tiempo que había pasado.
Su pelo rubio, largo, ondulado como las olas del mar, ondeando al viento de una suave brisa y ella encima de un caballo, negro como la noche y un punto blanco en la frente. Paró en seco y se bajó despacio del corcel.
Glorfindel no pudo aguantarlo, el corazón le latía demasiado deprisa, tenía que acercase a ella, saludarla, verla, tenerla cerca, mirarla a los ojos, abrazarla, besarla...
Entonces ella le vio, allí esperándola, con sus mismos ojos azules intensos de siempre y en silencio.
-Glorfindel...
-Líthriel...
Ella se abalanzó sobre él: -¡Te he hachado tanto de menos!
Glorfindel no podía creerlo. Después de tanto tiempo la volvía a abrazar y notó el amor que se siente cuando sabes que serías capaz de morir, de matar, para estarlo siempre, siempre abrazado a ella.
La besó. Hacía tanto tiempo que no la besaba... y la había esperado tanto... tantas veces había soñado con ella...
Pero esta vez no era un sueño, no podía serlo. Era demasiado real para ser sólo un sueño. Realmente ella estaba allí, con él.
Podía olerla, oler su aroma inconfundible y eterno. Dejó de besarla y rozó con su mejilla todo su rostro, hasta llegar a su oreja, y hundió su cara en su pelo ondulado. Era tan suave como siempre lo fue y su pelo seguía siendo tan sedoso, deseable como siempre.
-Líthriel... Por fin has vuelto...
Pasó sus manos por su rostro blanco y la acarició el pelo mientras la miraba a los ojos verdes, verdes como las hojas, como la hierba, verdes como un trozo profundo de mar, del mar que les había separado durante tanto tiempo.
Puso su nariz en su frente blanca y la acarició, la olió, la besó, la abrazó aún más fuerte, la quería tanto...
-Por favor, no vuelvas a irte, no vuelvas a dejarme solo...
-No puedo quedarme.
Glorfindel no lo entendió. Le llevó varios segundos captar en su mente lo que ella le había dicho y sus ojos se le abrieron ampliamente.
-Tengo que volver Glorfindel...
-No...-Glorfindel no podía oír por sus oídos lo que los labios de la elfa pronunciaban, no, no quería entenderlo: -No, por favor... No te vallas, no dejaré que te vallas...
Glorfindel perdió las fuerzas y calló a los pies de la elfa y le agarró el suave vestido blanco, sintiendo que lagrimas recorrían sus mejillas.
Ella se agachó y le besó en la frente: -Siempre te querré.
Y se marchó, su fue, se marchaba, se estaba yendo mientras Glorfindel gritaba su nombre. Su pelo se fue con ella, sus ojos, su olor, sus labios, su voz. Estaba perdiendo todo lo que más quería en el mundo: -¡Líthriel! ¡Líthriel, por favor, no te vallas!
Y su voz se fue apagando, entre estallidos de estrellas en aquella noche de verano, mientras una niebla envolvía a la mujer que amaba y le cegó la vista: -Líthriel vuelve... Por favor... Vuelve...
Y Glorfindel se despertó. El corazón le latía muy deprisa y sudor colaba por su frente. Arropado en su cama, entre mantas y oscuridad, todo había sido un sueño.
Lagrimas se le acumularon poco a poco en sus ojos aquella noche y lloró en silencio, mientras por su ventana las estrellas brillaban.
CARMENCHU!!!
Después de tanto tiempo ella había regresado. Se lo prometieron, y finalmente ella había vuelto, a cumplir su promesa.
Era ella, no cabía duda. Eran su pelo, sus ojos, su olor, sus labios, su voz. Había sido capaz de reconocerla aún con todo el tiempo que había pasado.
Su pelo rubio, largo, ondulado como las olas del mar, ondeando al viento de una suave brisa y ella encima de un caballo, negro como la noche y un punto blanco en la frente. Paró en seco y se bajó despacio del corcel.
Glorfindel no pudo aguantarlo, el corazón le latía demasiado deprisa, tenía que acercase a ella, saludarla, verla, tenerla cerca, mirarla a los ojos, abrazarla, besarla...
Entonces ella le vio, allí esperándola, con sus mismos ojos azules intensos de siempre y en silencio.
-Glorfindel...
-Líthriel...
Ella se abalanzó sobre él: -¡Te he hachado tanto de menos!
Glorfindel no podía creerlo. Después de tanto tiempo la volvía a abrazar y notó el amor que se siente cuando sabes que serías capaz de morir, de matar, para estarlo siempre, siempre abrazado a ella.
La besó. Hacía tanto tiempo que no la besaba... y la había esperado tanto... tantas veces había soñado con ella...
Pero esta vez no era un sueño, no podía serlo. Era demasiado real para ser sólo un sueño. Realmente ella estaba allí, con él.
Podía olerla, oler su aroma inconfundible y eterno. Dejó de besarla y rozó con su mejilla todo su rostro, hasta llegar a su oreja, y hundió su cara en su pelo ondulado. Era tan suave como siempre lo fue y su pelo seguía siendo tan sedoso, deseable como siempre.
-Líthriel... Por fin has vuelto...
Pasó sus manos por su rostro blanco y la acarició el pelo mientras la miraba a los ojos verdes, verdes como las hojas, como la hierba, verdes como un trozo profundo de mar, del mar que les había separado durante tanto tiempo.
Puso su nariz en su frente blanca y la acarició, la olió, la besó, la abrazó aún más fuerte, la quería tanto...
-Por favor, no vuelvas a irte, no vuelvas a dejarme solo...
-No puedo quedarme.
Glorfindel no lo entendió. Le llevó varios segundos captar en su mente lo que ella le había dicho y sus ojos se le abrieron ampliamente.
-Tengo que volver Glorfindel...
-No...-Glorfindel no podía oír por sus oídos lo que los labios de la elfa pronunciaban, no, no quería entenderlo: -No, por favor... No te vallas, no dejaré que te vallas...
Glorfindel perdió las fuerzas y calló a los pies de la elfa y le agarró el suave vestido blanco, sintiendo que lagrimas recorrían sus mejillas.
Ella se agachó y le besó en la frente: -Siempre te querré.
Y se marchó, su fue, se marchaba, se estaba yendo mientras Glorfindel gritaba su nombre. Su pelo se fue con ella, sus ojos, su olor, sus labios, su voz. Estaba perdiendo todo lo que más quería en el mundo: -¡Líthriel! ¡Líthriel, por favor, no te vallas!
Y su voz se fue apagando, entre estallidos de estrellas en aquella noche de verano, mientras una niebla envolvía a la mujer que amaba y le cegó la vista: -Líthriel vuelve... Por favor... Vuelve...
Y Glorfindel se despertó. El corazón le latía muy deprisa y sudor colaba por su frente. Arropado en su cama, entre mantas y oscuridad, todo había sido un sueño.
Lagrimas se le acumularon poco a poco en sus ojos aquella noche y lloró en silencio, mientras por su ventana las estrellas brillaban.
CARMENCHU!!!
