Los ojos de Glorfindel se notaban ya mucho más descansados, sin ese rojo intenso en su interior y solo mostrando una esfera azul rodeada de blanco inmaculado, como siempre.

-¿Estáis ya preparados?

Los cuatro niños respondieron con la cabeza.

Elroyënath estaba allí con ellos, les había ayudado a preparar el hilo de las cañas y los anzuelos y les observaba serio pero con una débil sonrisa en sus ojos cenicientos.

-¿Tu no vienes, Elroyënath?

-No, lo siento, tengo cosas que hacer.

Arwen le sonrió: ¡No te preocupes, te traeremos un pececito para la cena!

Se pudo ver por fin una sonrisa clara en su rostro: -Gracias, Arwen.- y les saludó con la mano mientras se alejaban cruzando el puente hacia la otra orilla del río de Rivendel.

-Creo que hay muchos peces en lo alto de la cascada ¿queréis que subamos?- preguntó Glorfindel cuando ya estaban lejos de la casa de Elrond, buscando un sitio propicio para empezar.

-¡Sí! ¡Yo quiero pescar los más grandes!

-¡Pues los voy a pescar yo!

-¡Pues no! ¡Porque yo soy más mayor y más fuerte que tú!

Elrohir y Arwen volvían a pelear.

-Deberíais empezar a crecer...- dijo Elladan en tono serio, imitando a su hermano mayor y mirando de reojo a Glorfindel con una sonrisa.

Glorfindel se la devolvió: -Elladan tiene razón: ¿por qué no os fijáis en Legolas? ¡Él no discute!

Legolas sonrió también tímidamente.

Todos llevaban una caña de pescar apoyada en el hombro y la de Glorfindel era la más larga. Elladan llevaba la cesta de mimbre para meter los peces, Elrohir llevaba el cebo, Legolas los anzuelos y Arwen a su oso.

Glorfindel les guió por un sendero del bosque, de gravilla y tierra, cuando salieron de Rivendel y subieron en poco tiempo por algunas colinas hasta llegar a la parte alta del valle, desde donde el río venía para caer formando arcoiris en forma de cascada espumosa.

Árboles crecían en la vega del río, hasta las propias orillas y buscaron, una playa idónea donde ponerse a pescar y donde ya el curso del río no fuera rápido.

-¡Allí! ¡Mira! ¡Allí hay una playa!- Arwen señaló con el dedo la orilla opuesta del río.

Llevaban tiempo caminando hacia la parte alta de las aguas y estas se habían ya calmado, no pareciéndose a los rápidos que se formaban cerca de la cascada, antes de caer.

El curso del río allí era además bajo y se veía el fondo lleno de peces mientras unas rocas formaban un sendero, casi puestas adrede para cruzar hasta la pequeña playa, bajo la sombra de los frondosos árboles del bosque que circundaba el valle.

-¡Ese es un buen sitio! ¡Vamos a cruzar por las rocas! ¡Pero tened cuidado de no resbalar!- les dijo Glorfindel mientras apoyaba el pie en la primera piedra.

Los niños le siguieron contentos, tal y como se tratase de un viaje de aventuras aquel que estaban efectuando y llegaron hasta la playa de arena blanca donde dejaron las cosas y se prepararon para echar las cañas al agua.

-Legolas trae los anzuelos- Legolas obedeció y Glorfindel puso uno en cada final del hilo que colgaba de cada una de las cañas.

-Y ahora el cebo- Elrohir le dio la cajita en la que llevaba unos pequeños trozos de cuero, con plumas y pelos de colores brillantes, semejante a una buena presa para un pez. Los elfos no habrían colocado nunca de cebo un animal, ningún ser vivo merece la muerte porque otro lo desee sin ningún objetivo de supervivencia.

Glorfindel colocó los cebos en los anzuelos asegurándose que no se caerían con la corriente y cuando hubo terminado abrió la cesta de Elladan: -¡Y ahora a pescar!

Sonrisas aparecieron en las caras de todos y en seguida todos tuvieron su caña en la mano, esperando que un pescado picase.

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-¡Mira que grande!

Glorfindel sonrió contento: ¡Sí! ¡Es enorme!

Arwen sacó arduamente del agua un pez atrapado en la punta de su caña de no más de diez centímetros.

La cesta estaba ya más que repleta y el sol había subido ya mucho en el cielo desde cuando habían empezado a pescar aquella mañana. Entonces un ruido sordo atravesó el bosque.

-¡¿Qué ha sido eso?!

Elrohir se miró la tripa preocupado: -Creo... que ha sido mi estomago...

Glorfindel rió: -¿Queréis comer ya?

Los niños movieron la cabeza en señal de afirmación y suplica.

Glorfindel sacó entonces de una bolsa que había llevado él todo el camino hasta aquella playa, un mantel y lo colocó en el suelo, alejado de las olas de la playa del río, pero todavía posado sobre la blanca arena: -¡Pues la comida esta servida!

Y empezó a colocar sobre el mantel pan, salchichas, galletas, nueces y como no, bollos.
-¿Sabéis lo que me enseñaron a hacer en mi casa?

-¿Qué?

-¡Mi papá me explicó como hacer un barquito con una cáscara de nuez!

-¿Sí? ¡Enséñame! ¡Yo también quiero!- dijo impaciente Arwen ante la información de Legolas.

Legolas cogió la mitad de la cáscara dura de una nuez partida. Se comió el fruto seco que había dentro y le dio otro poquito a Arwen y puso en el centro de la cáscara un palito recto donde pinchó una hoja verde a modo de vela.

Arwen se maravilló: -¡Que bonito!

-¡Qué chulo Legolas!- dijo Elrohir: -¡Vamos a ver como flota!

Fueron los tres hasta la orilla del río, donde las olas lamían la arena de la playa y colocaron al barquito en la superficie espumosa. Rápidamente el barquito equilibrado cogió la corriente del río y bajó lentamente en dirección paralela a la vereda del río.

-¡Parece de verdad!

Habían terminado de comer hacía un buen rato y Elladan se había puesto a pescar de nuevo con su caña, mojando los pies descalzos en el agua, no prestando atención a los pequeños que se vislumbraban con el barquito de Legolas.

Glorfindel se había tumbado en la playa, bajo la sombra de los árboles mirando al cielo, pero no dormía, pensaba y la comida, salvo unas pocas nueces, se había acabado.

-¿Hacemos una carrera de barquitos?- dijo Elrohir en la orilla, junto a Arwen y Legolas.

-¡Vale!- y Arwen fue corriendo a coger una cáscara de nuez, le puso un palo en el fondo y luego una hoja. Su hermano la imitó y fueron de nuevo a la orilla.

-¡Glorfindel, da tu la salida!

Glorfindel se levantó ligeramente y les miró sonriente: -¿Qué vais a hacer?

-¡Una carrera de barcos!

Glorfindel río de su forma inconfundible, como solo él sabía hacer: -¡Esta bien! ¡Preparados, listos, ya!

Los tres niños desde la playa dejaron que sus barquitos navegaran en la corriente y Glorfindel se volvió a tumbar con su permanente sonrisa en la cara para volver a pensar observando el verde de los árboles de su alrededor.

-¡El mío va ganando!

-¡SÍ! ¡Pero ahora el mío te esta adelantando!

-¡No! ¡Mirad, el mío es el más rápido!

-¡Ay, no! ¡Me has adelantado!

-¡Voy a ganar!

-¡El mío va ganando terreno!

-¡No vale! ¡El mío se ha atascado en una roca!

-¡Eh! ¡Legolas vas ganando!

Las voces de los niños se distanciaban a medida que los barcos bajaban más por la corriente.

-¡No os alejéis mucho!- dijo Glorfindel.

Elladan seguía pescando.

-¡Como corre el tuyo!

-¡El mío ya se ha desatascado de la roca y vuelve a la carrera!

-El mío se esta quedando atrás...

-¡Venga corre barquito!

-¡Voy ganando!

Y entonces los barcos de Elrohir y Arwen fueron trasportados a la orilla por una ola amenazante. A cada paso que daban el agua parecía coger velocidad.

-¡Has ganado Legolas! ¡Nuestros barcos se han salido del agua!

-¡Jo! ¡Yo quería ganar!

-¡Esperad que cojo mi barco y volvemos a empezar una nueva carrera!- dijo Legolas corriendo por la orilla detrás de su barquito.

-¡Dijo Glorfindel que no fuéramos muy lejos!

-¡No te preocupes! ¡Lo cojo enseguida!

El barco de Legolas se había desviado cogiendo una corriente hacia el centro del río y cada vez avanzaba más rápido hasta que quedó encallado en una roca donde el agua golpeaba fuertemente hacia ambos lados, atravesándola.

Legolas se subió a una piedra, miró el agua y midió la distancia para saltar.

-¡Ten cuidado Legolas!

El niño saltó y cayó justo en la roca donde se había encallado su barquito. La superficie de esta era resbaladiza y sin darse cuenta se habían acercado demasiado a la cascada.

Se agachó a cogerlo y cuando por fin lo tuvo en la mano se lo enseñó en alto a sus amigos que esperaban en la orilla: -¡Lo tengo!

Pero Legolas sintió que los pies se le movían en contra de su voluntad, que los brazos le pesaban más de lo normal, que la espalda se le arqueaba y resbaló de la roca, cayendo al agua, en los rápidos del último tramo del río de Rivendel, antes de que sus aguas cayeran por su cascada.

CARMENCHU!!!

P.D. jajajaja tensión!! TENSIÓN!!! Jajaja como me gusta a mi dejar con intriga a la gente!!! Jajajaja pero... POVECHITO MI LEGOLAAAS!!!