-¡Socorro!
Glorfindel se sobresaltó y despertó de entre sus pensamientos.
-¡Ayuda! ¡Me resbalo!
Legolas se había agarrado a una roca y la corriente era muy fuerte, el agua le pasa por encima, cubriéndole casi por completo la cabeza, tosía.
Elrohir salió corriendo a pedir ayuda y Arwen se había quedado paralizada en la orilla, no sabía que hacer.
-¡Glorfindel! ¡Elladan!- Elrohir corrió pidiendo ayuda hasta la playa: -¡Legolas! ¡Legolas se ha caído al río!
-¡¿Qué?!- Glorfindel no entendía lo que estaba diciendo.
-¡Estábamos jugando y se calló al río! ¡Allí la corriente es muy fuerte! ¡Se va a resbalar!
Glorfindel no lo pensó dos veces y salió corriendo hacia donde provenían los gritos. A medida que corría el agua empezaba a hacerse más rebelde en el lecho del río y cuando por fin llegó a donde estaba Arwen la corriente se había convertido en los rápidos que antecedían a la cascada.
-¡¿Donde esta?!
Arwen le señaló con un dedo trémulo una figura cubierta por el agua, que intentaba gritar, agarrada a una roca.
Glorfindel sintió que se quedaba sin aliento, esto no le podía pasar a él.
-¡No te preocupes Legolas! ¡Agárrate fuerte!
Casi sin pensar cogió la rama larga de uno de los árboles y la apartó de su tronco. Elrohir y Elladan llegaban corriendo.
Glorfindel acercó uno de los extremos del palo a la roca donde a duras penas se agarraba Legolas y sujetó bien fuerte el otro entre sus manos.
-¡Cógete al palo!
Legolas tosía cada vez más y las manos empezaban a resbalársele de la roca: -¡No puedo!- tosió, estaba tragando mucho agua.
-¡Sí puedes Legolas! ¡Cógelo!
Una mano del niño se deslizó desde la superficie rocosa y rozó el palo sin conseguir agarrarse, empezó a toser más, la cabeza se había hundido en el agua al haber abandonado la sujeción de la roca.
Glorfindel soltó el palo y saltó hacia una roca, la superficie estaba mojada por el agua y le fue difícil equilibrarse.
-¡Ten cuidado!- dijo Arwen asustada.
Glorfindel alargó la pierna y dio otro salto hasta la roca donde estaba sujeto Legolas.
-¡Legolas! ¡Dame la mano!
No estaba seguro de que pudiera cogerle en brazos allí subido, el peso del niño le habría hecho perder el equilibrio y resbalar. Legolas se estaba ahogando.
-¡Legolas!
Glorfindel agarró uno de los brazos del niño intentando cogerle, pero la corriente era demasiado fuerte. Legolas tosía mucho.
Si tiraba con demasiada fuerza para sacarle del agua caería él también, tenía que tener el perfecto equilibrio y medir su fuerza, pero Legolas se estaba ahogando.
Le dio igual, Glorfindel tiró de él con toda la fuerza que pudo, con la fuerza que le pedía la mente, la angustia le rodeaba.
No se lo creyó, pero tenía a Legolas en brazos y no había caído al agua. Se levantó con cuidado de no resbalar, si resbalaban ahora el esfuerzo no habría servido de nada y se ahogarían los dos.
Elladan gritó desde la orilla: -¡Venga Glorfindel! ¡Tu puedes!
El corazón se le llenó de valor y saltó. Notó que los pies se le resbalaban, que los brazos le pesaban más de lo normal y que la espalda se le arqueaba, iba a caer.
Glorfindel cerró muy fuertemente los ojos pero no notó chapoteo ni frío, no habían caído al agua. Elladan y Elrohir le habían cogido del extremo del pañuelo que llevaba en la cintura y tiraban con todas sus fuerza para que no cayeran al agua.
Glorfindel intentó enderezarse, Elladan y Elrohir tiraron fuertemente y los dos cayeron de bruces en la orilla. Legolas tosía mucho.
Glorfindel se acercó gateando rápidamente hacia él y le dio golpes fuertes en la espalda. Legolas empezó a escupir el agua que había tragado.
-¡Eso es, Legolas! ¡Ya estas a salvo!- el corazón de Glorfindel palpitaba más rápidamente que nunca y respiraba muy entrecortadamente.
Cuando Legolas dejó de toser le cogió en brazos fuertemente: -Elladan ve a la playa y coge las cosas, cuídales y vuelve a casa.- y desapareció entre la espesura con el niño en sus brazos, regresando a Rivendel.
Corrió entre los árboles y bajó por las colinas del valle hasta llegar a las faldas de la ladera por donde caía la cascada. Allí cerca se podía ver la casa de Elrond.
Corrió con Legolas en brazos y saltó la valla de oro que circundaba el frondoso jardín, el niño tiritaba en sus brazos.
Llegó una gran puerta. Los guardias que esperaban ante ella le vieron jadear sin poder pronunciar palabra y a Legolas chorrear en sus brazos antes de abrirla.
Siguió corriendo por los pasillos de suelo de mármol de la casa, las luces que entraban con colores sobrenaturales a través de las vidrieras les empañaban a los dos. Subió escaleras y se encontró por fin con Elrond, que hablaba con Thranduil en un descansillo a los pies de una gran columna.
-¡Elrond por favor!- jadeaba y le era difícil pronunciar las palabras: -¿Dónde hay una cama?
Thranduil abrió muy ampliamente los ojos viendo a su hijo en los brazos de Glorfindel tiritar.
-¿Qué ha pasado?- dijo nervioso.
-¡Se calló al río! ¡Por favor! ¡Esta empeorando!- la angustia se reflejaba en su voz y sus ojos.
Elrond comprendió que tenía que hacer algo y corrió, aún olvidándose que era el señor de Rivendel, para enseñarle a Glorfindel una habitación donde tumbar al niño que llevaba en brazos: -¡Corre! ¡Acuéstale aquí!
Acostaron a Legolas en una cama y le taparon con las mantas.
-¡Esto no sirve de nada! ¡Hay que quitarle la ropa mojada!
Pasó su mano por la frente de Legolas y notó un calor por su cuerpo: -¡Tiene fiebre!
CARMENCHU!!!
Glorfindel se sobresaltó y despertó de entre sus pensamientos.
-¡Ayuda! ¡Me resbalo!
Legolas se había agarrado a una roca y la corriente era muy fuerte, el agua le pasa por encima, cubriéndole casi por completo la cabeza, tosía.
Elrohir salió corriendo a pedir ayuda y Arwen se había quedado paralizada en la orilla, no sabía que hacer.
-¡Glorfindel! ¡Elladan!- Elrohir corrió pidiendo ayuda hasta la playa: -¡Legolas! ¡Legolas se ha caído al río!
-¡¿Qué?!- Glorfindel no entendía lo que estaba diciendo.
-¡Estábamos jugando y se calló al río! ¡Allí la corriente es muy fuerte! ¡Se va a resbalar!
Glorfindel no lo pensó dos veces y salió corriendo hacia donde provenían los gritos. A medida que corría el agua empezaba a hacerse más rebelde en el lecho del río y cuando por fin llegó a donde estaba Arwen la corriente se había convertido en los rápidos que antecedían a la cascada.
-¡¿Donde esta?!
Arwen le señaló con un dedo trémulo una figura cubierta por el agua, que intentaba gritar, agarrada a una roca.
Glorfindel sintió que se quedaba sin aliento, esto no le podía pasar a él.
-¡No te preocupes Legolas! ¡Agárrate fuerte!
Casi sin pensar cogió la rama larga de uno de los árboles y la apartó de su tronco. Elrohir y Elladan llegaban corriendo.
Glorfindel acercó uno de los extremos del palo a la roca donde a duras penas se agarraba Legolas y sujetó bien fuerte el otro entre sus manos.
-¡Cógete al palo!
Legolas tosía cada vez más y las manos empezaban a resbalársele de la roca: -¡No puedo!- tosió, estaba tragando mucho agua.
-¡Sí puedes Legolas! ¡Cógelo!
Una mano del niño se deslizó desde la superficie rocosa y rozó el palo sin conseguir agarrarse, empezó a toser más, la cabeza se había hundido en el agua al haber abandonado la sujeción de la roca.
Glorfindel soltó el palo y saltó hacia una roca, la superficie estaba mojada por el agua y le fue difícil equilibrarse.
-¡Ten cuidado!- dijo Arwen asustada.
Glorfindel alargó la pierna y dio otro salto hasta la roca donde estaba sujeto Legolas.
-¡Legolas! ¡Dame la mano!
No estaba seguro de que pudiera cogerle en brazos allí subido, el peso del niño le habría hecho perder el equilibrio y resbalar. Legolas se estaba ahogando.
-¡Legolas!
Glorfindel agarró uno de los brazos del niño intentando cogerle, pero la corriente era demasiado fuerte. Legolas tosía mucho.
Si tiraba con demasiada fuerza para sacarle del agua caería él también, tenía que tener el perfecto equilibrio y medir su fuerza, pero Legolas se estaba ahogando.
Le dio igual, Glorfindel tiró de él con toda la fuerza que pudo, con la fuerza que le pedía la mente, la angustia le rodeaba.
No se lo creyó, pero tenía a Legolas en brazos y no había caído al agua. Se levantó con cuidado de no resbalar, si resbalaban ahora el esfuerzo no habría servido de nada y se ahogarían los dos.
Elladan gritó desde la orilla: -¡Venga Glorfindel! ¡Tu puedes!
El corazón se le llenó de valor y saltó. Notó que los pies se le resbalaban, que los brazos le pesaban más de lo normal y que la espalda se le arqueaba, iba a caer.
Glorfindel cerró muy fuertemente los ojos pero no notó chapoteo ni frío, no habían caído al agua. Elladan y Elrohir le habían cogido del extremo del pañuelo que llevaba en la cintura y tiraban con todas sus fuerza para que no cayeran al agua.
Glorfindel intentó enderezarse, Elladan y Elrohir tiraron fuertemente y los dos cayeron de bruces en la orilla. Legolas tosía mucho.
Glorfindel se acercó gateando rápidamente hacia él y le dio golpes fuertes en la espalda. Legolas empezó a escupir el agua que había tragado.
-¡Eso es, Legolas! ¡Ya estas a salvo!- el corazón de Glorfindel palpitaba más rápidamente que nunca y respiraba muy entrecortadamente.
Cuando Legolas dejó de toser le cogió en brazos fuertemente: -Elladan ve a la playa y coge las cosas, cuídales y vuelve a casa.- y desapareció entre la espesura con el niño en sus brazos, regresando a Rivendel.
Corrió entre los árboles y bajó por las colinas del valle hasta llegar a las faldas de la ladera por donde caía la cascada. Allí cerca se podía ver la casa de Elrond.
Corrió con Legolas en brazos y saltó la valla de oro que circundaba el frondoso jardín, el niño tiritaba en sus brazos.
Llegó una gran puerta. Los guardias que esperaban ante ella le vieron jadear sin poder pronunciar palabra y a Legolas chorrear en sus brazos antes de abrirla.
Siguió corriendo por los pasillos de suelo de mármol de la casa, las luces que entraban con colores sobrenaturales a través de las vidrieras les empañaban a los dos. Subió escaleras y se encontró por fin con Elrond, que hablaba con Thranduil en un descansillo a los pies de una gran columna.
-¡Elrond por favor!- jadeaba y le era difícil pronunciar las palabras: -¿Dónde hay una cama?
Thranduil abrió muy ampliamente los ojos viendo a su hijo en los brazos de Glorfindel tiritar.
-¿Qué ha pasado?- dijo nervioso.
-¡Se calló al río! ¡Por favor! ¡Esta empeorando!- la angustia se reflejaba en su voz y sus ojos.
Elrond comprendió que tenía que hacer algo y corrió, aún olvidándose que era el señor de Rivendel, para enseñarle a Glorfindel una habitación donde tumbar al niño que llevaba en brazos: -¡Corre! ¡Acuéstale aquí!
Acostaron a Legolas en una cama y le taparon con las mantas.
-¡Esto no sirve de nada! ¡Hay que quitarle la ropa mojada!
Pasó su mano por la frente de Legolas y notó un calor por su cuerpo: -¡Tiene fiebre!
CARMENCHU!!!
