Aquella tarde llovió débilmente y, cuando calló la noche y terminó la cena en la casa de Elrond, Glorfindel decidió salir a los jardines, a respirar la suave brisa que baña el ambiente después de llover.

Todo estaba fresco, y aún había gotas de lluvia en las hojas de los árboles y la hierba. A él le gustaba aquel olor a limpio y húmedo, le recordaba algo, y se sentó en la hierba mojada, apoyando la espalda en la corteza de un árbol de donde todavía caían gotas transparentes, semejando estrellas fugaces en la noche pálida.

Entonces oyó voces: -No deberías estar aquí...- era una voz no del todo masculina todavía, pero en la forma de interpretarla semejaba más a la de un adulto, era Elroyënath.

-Ya sabes lo que puede pasar si nos ven, acuérdate de la última vez...

-Lo siento Elroyënath... pero tengo que decirte algo...- esta vez era una mujer la que hablaba, la voz cantarina de una joven elfa: -No podía irme sin decirte adiós...

-¿Qué? ¿De que estas hablando?- preguntó él con preocupación en su voz, se notaba que el momento que tanto había temido acababa de llegar.

-Tengo que irme... ya lo sabías, te habías enterado que algún día tendría que marcharme...- sin duda la elfa estaba aguantando lagrimas en sus ojos, su voz sonaba profunda.

Elroyënath tartamudeó nervioso: -Pe... pero no tan pronto...

-Lo siento...

-¡No! ¡No dejaré que te vayas! No, por favor...

-Partimos mañana, no me puedo quedar aquí. Llegaremos a los puertos grises y ya no podré volver más...- sin duda había tristeza en su voz cristalina.

Angustia se notó en la voz de Elroyënath cuando volvió a hablar: -No... ¡No! ¡Tiene que haber otra opción!

-No la hay Elroyënath...

-¡Sí! ¡Claro que la hay! ¡Huiremos juntos! A alguna parte... y no nos separaremos... ¡Nadie lo hará!

-No puede ser...

-¿Por qué no?

-Por favor Elroyënath no lo hagas más difícil...- llanto en su voz y unos pasos livianos que se alejaban corriendo, dejando a Elroyënath solo, en la oscuridad de una noche húmeda, Glorfindel lo había escuchado todo.

Y sollozos silenciosos, de una voz aún no del todo masculina, pero que en la forma de interpretarla semejaba más a la de un adulto, se oyeron aquella noche, en el jardín de la casa del señor de Rivendel.

CARMENCHU!!!