Glorfindel fue aquel día a comer a casa de Elrond, invitado por el mismísimo señor de Rivendel.

Rara vez había que no fuera después de ser invitado pero aquel día no se sentía con fuerzas ni con ánimos para asistir, mas no le dijo que no a Elrond.

Llegó al comedor después de haber atravesado varios pasillos de mármol y se sentó en una de las sillas de marfil, como había hecho tantas veces.

-Aiya Glorfindel.- le dijo Elrond cuando Glorfindel entró en el comedor.

-Aiya.

Thranduil también estaba allí y los niños ya habían comido, como siempre, antes de los adultos.

Sirvieron la comida en poco tiempo mientras la gente charlaba, pero Glorfindel no dijo nada y tuvo siempre la cabeza gacha. Estuvo callado hasta el postre pero entonces Elrond se dirigió a él.

-Venga Glorfindel, si tienes que decirme algo dímelo ya.

Glorfindel se sobresaltó desde su sitio y miró nerviosamente a los ojos de Elrond hasta que volvió a serenarse: -No puedo.

Thranduil no entendía que estaba sucediendo: ¿Qué pasa?

-Mírale.- dijo Elrond señalando a Glorfindel: -¿Ves que cara pone?

Thranduil le miró y vio la triste expresión de los ojos cabizbajos de Glorfindel: -Glorfindel ¿te pasa algo?

Glorfindel revolvió la fruta de su plato con el tenedor de plata: -No... estoy perfectamente...

Elrond alzó ligeramente la voz -¡Sí, ya! ¡Y aquí el señor de Rivendel es tonto!

Glorfindel les miró tristemente por encima del plato sin decir una palabra mientras la gente que allí había empezaba a levantarse, después de terminar.

-Elrond, con el debido respeto...- dijo desde una de las cabeceras Thranduil: -Tal vez sea algo que no te incumbe, algo de su preocupación, pero no de la nuestra, no deberíamos interferir en sus asuntos...

-No, no, no...- saltó Elrond desde su sitio: -Le conozco demasiado bien. Cuando pone esa cara es que tiene que decirme algo, pero otro algo se lo impide.

Glorfindel decidió terminar con esa conversación: -Bueno, tengo cosas que hacer... si me disculpáis...-dijo mientras se levantaba de su silla.

Elrond también se levantó: -Glorfindel, quiero saberlo. Quiero saber que les pasa a mi hijos.

-¡¿Quién dice que esto tenga que ver con tus hijos?!- dijo de repente Glorfindel y de forma brusca.

-¡No hace falta que me mientas!

-¡No sabes que es lo que pasa! ¡No juzgues las cosas antes de conocerlas!

-Sabes perfectamente que todo lo que piensas se puede leer en tus ojos. Demasiado predecible eres ya para mí Glorfindel.

-Bien, ya que eres su padre y sabes tanto sobre mí ¡¿por qué no empiezas a averiguar lo que les pasa a tus hijos?! ¡Te lo agradecerían!

-¡Yo quiero a mis hijos!

-¡Sí! ¡Pero no les das el cariño que necesitan!

Y diciendo esto Glorfindel salió del comedor dejando solos a Elrond y Thranduil.
Glorfindel no iba a decirle nada a Elrond por mucho que este le presionara. Alguna vez el señor de Rivendel había conseguido enterarse de los asuntos que Glorfindel le ocultaba sobre sus hijos pero esta vez no diría una palabra.

Elrond había llegado demasiado lejos y era hora de que comenzara a pensar en ir educando a sus hijos él solo, como padre suyo que era, y entonces ayudarles en los asuntos que les preocupaban a cada uno de ellos.

Glorfindel se preocupó sobre lo que realmente estaba sucediendo en aquella familia. Arwen necesitaba muchos más cuidados de los que recibía y Elrohir solo quería un poco más de atención, una atención que no llegaba por parte de sus padres. Elladan sólo quería que alguien le escuchase, que le resolviese sus dudas y le ayudase en los momentos difíciles, Elladan era un niño que estaba creciendo y necesitaba un padre a su lado. Y Elroyënath... Glorfindel pensó concienzudamente sobre el tema que acarreaba Elroyënath. Elroyënath era un adolescente que había aprendido a vivir sin el cariño de sus padres, que tuvo que apañárselas solo en cada instante, que tuvo que convertirse a si mismo en maduro y casi adulto, que había aprendido a crecer como una plata sin agua, como una persona sin atención y sólo repleta de preocupaciones que nadie le ayudaba a resolver.

No, Glorfindel no podía ayudar más a Elrond en la educación y atención de sus hijos, sus hijos no necesitaban una persona a su lado que les llevase a pescar o a montar a caballo, necesitaban un padre que les diese el cariño que sólo puede dar un padre.

Glorfindel iba tan sumergido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Arwen estaba en el pasillo por el que él andaba hasta cuando tropezó con ella: -¡Ay! ¡Arwen, perdona...!

La niña se levantó del suelo, al que había caído por la fuerza del choque y la severidad con la que había estado caminando Glorfindel: -No pasa nada. ¡Mira lo que he hecho!- Arwen le enseñó contenta un dibujo de una niña de pelo largo y ambarino que llevaba un oso de peluche en la mano y junto a ella un elfo de pelo oscuro y largo, alto y con una tiara de oro.

-¡Somos papá y yo!

Glorfindel miró enternecido el dibujo y lo cogió cuidadosamente entre sus manos: -Ven conmigo.

-¿A dónde vamos?- preguntó la niña.

-A enseñárselo a tu papá.

Glorfindel cogió a Arwen en brazos y notó que ella ponía cara triste: -No va a querer verme... estará ocupado...

Glorfindel le dio un beso en la mejilla y la miró a los ojos grises: -No te preocupes, esta vez será distinto.

La llevó en sus abrazos y con el dibujo todavía en la mano hasta el comedor esperando encontrar a Elrond allí.

Abrió la puerta grande y vio que Thranduil ya no estaba y que al señor de Rivendel solo le acompañaban sus pensamientos.

-Elrond.- Elrond se sobresaltó desde su silla de marfil y miró a Glorfindel y después a Arwen en sus brazos: -Mira lo que ha hecho tu hija.- le dijo.

Glorfindel le enseñó sereno el dibujo de Arwen y luego la dejó en el suelo.

-Aquí la tienes, ella te quiere y necesita que estés con ella. Mírala, hazla caso, responde a sus preguntas, cuéntala un cuento, dibuja con ella, demuéstrale tu cariño, demuéstrale que en realidad la quieres y entonces empezaras con buen pie.

Arwen miró a su padre mientras este observaba su dibujo y cuando por fin le vio sonreír débilmente por detrás de la hoja ella se agarró a su pierna y le abrazó con fuerza.

Elrond la cogió por fin en brazos y la abrazó como nunca antes lo había hecho, realmente sintiéndose su padre.

-Gracias, Glorfindel.- dijo mientras acariciaba el pelo de su hija.

Glorfindel le miró con reprobación: -Que conste que no lo hago por ti, lo hago por ellos.- y se dirigió de nuevo hacia la puerta.

-¿A dónde vas?- preguntó Elrond todavía abrazando tiernamente a Arwen.

-A hablar con tu hijo mayor.- respondió Glorfindel secamente: -Él también necesita un cariño que todavía no le has dado.

CARMENCHU!!!