-¿Cómo estás Elladan...?
Elladan se había trasladado hasta el barco de Glorfindel en un bote con algunos de sus guardias.
-No se cómo pretendes que este...- sus ojos eran tristes y estaban llenos de rencor, aquel brillo que llevaba de niño había desaparecido hace tiempo: -Él no merecía morir...
-Nadie lo sabe mejor que yo, Elladan, pero es inútil lamentarse por algo que ya ha pasado y no podrá rectificarse.
-¡Sin embargo tu lo has hecho durante varios años! ¡Glorfindel yo ya no soy un niño y no he venido a que me des lecciones de cómo tengo que llevar mi vida! ¡Si me lamento por la muerte de mi hermano será porque le quería y no puedo evitarlo!
-Lo siento...- dijo con voz entrecortada Glorfindel, reconociendo que se había equivocado y que aquel comentario tenía que haberle dolido demasiado a Elladan.
El joven elfo le miró con expresión de miedo, dolor, tristeza e incluso odio en los ojos: -Elrohir esta peor que yo. Deberías ir a hablar con él.
La angustia contenida apareció poco a poco en los ojos azules de Glorfindel pensando en cómo acabaría anunciándole a Arwen la muerte de su hermano. Estaba completamente seguro que le mandarían a él a decírselo a la joven elfa cuando llegaran a Rivendel.
-¿Por qué me pedís a mí hacer las cosas más complicadas...? A mi también me duele todo esto... no soporto ver a más gente llorar en mi hombro Elladan.
-Tal vez sea porque tu siempre has sabido decir lo justo en el momento justo Glorfindel, yo no sería capaz de decírselo a ninguno de mis hermanos.
Y el joven general, heredero del señor de Rivendel, se dio la vuelta entristecido, para bajar por la escala de cuerda que llegaba hasta el bote que le esperaba y volver a su barco.
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La hilera de barcos había llegado ya hasta donde el río atravesaba los campos de Rohan y la Marca, los campos de los caballeros herederos de la casa de Eorl el joven.
Pequeñas amapolas crecían por las praderas verdes y el mar había desaparecido ya hace mucho tiempo. El ancho del río había menguado y era cada tramo más difícil de atravesar para los grandes barcos dorados.
Aragorn había desaparecido de los ojos de todos desde aquel día en el que fue llevado hasta el camarote de Elrond y Glorfindel había hablado ya varias veces con Elrohir, especialmente marcado por la muerte de su hermano mayor.
El cuerpo de Elroyënath descansaba todavía en esa cama del barco donde capitaneaba Glorfindel, solo cubierto por una fina sábana blanca. Elrond no había querido darle un entierro en el mar, como se había hecho con la mayoría de los soldados muertos en la batalla, su padre quiso llevarle hasta Rivendel, para que su cuerpo, que una vez tuvo una vida inmortal pero vulnerable, fuese enterrado en aquellas colinas verdes con espigas de trigo del sur de su ciudad, donde tantas veces había cabalgado, solo o acompañado, y plantar sobre la tierra removida de su tumba una semilla de lo que algún día sería un frondoso árbol.
Elladan ya no hablaba, su silencio era entre aterciopelado dolor de tristeza y contenencia de odio. Pocas veces abría la boca para pronunciar palabras de aquella que era la bella lengua de los elfos mas con sus ojos decía todo lo que sentía. Elladan empezó a parecerse más que nunca a su padre y Elrond intentaba olvidar lo ocurrido en la batalla, intentaba olvidar sin poder la muerte de su hijo.
Muchas noches el señor de Rivendel lloraba en silencio en su camarote, nadie quería admitirlo, pero todos en algún momento habían llorado la muerte del ser tan querido que había sido Elroyënath.
Glorfindel sabía exactamente donde se encontraba Aragorn, pero no pensó en ningún momento en detener lo que le estaban haciendo pues él también, y aunque supiera que no era del todo bueno, sentía un rencor hacia él, nunca podría mirarle y no ver en sus ojos verdes a Elroyënath; Glorfindel había conocido a Isildur pero no por eso tenía que ser igual de respetuoso con su descendiente.
Aragorn remaba en el fondo del barco, encadenado a la madera flotante del largo remo y sin descanso ni relevo, día y noche, movía sus brazos al ritmo del elfo que llevaba el compás con un tambor.
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Casi muerto y moribundo fue como se pudo calificar al heredero de Isildur cuando fue por fin liberado de su remo y desembarcado, en la tierra de las orillas del río que llegaban al bosque de Lorien.
Todos abandonaron allí el barco y con él su olor a mar y se adentraron, a caballo, en carrozas o a pie en los caminos del frondoso y dorado bosque.
Galadriel les esperaba junto a Celebron, bajo la sombra de uno de aquellos árboles de hojas plateadas y doradas que constituían la espesura. Aragorn calló al suelo en cuanto llegó a tierra y el cansancio junto con el sueño no le dejaron moverse.
Elrond se acercó a él antes de ir a hablar con la dama y el señor de Lorien y mandó que le tumbaran en los asientos de terciopelo de su carruaje para que descansara; después de todo un día fue amigo de Isildur, y aunque este hubiera matado a su hijo la raza de los elfos no era demasiado rencorosa ni pretendía serlo: Aragorn ya había tenido su castigo.
-Bienvenidos.- dijo la figura serena y blanca que se alzaba bajo el árbol y descubrió su rostro, que iba velado por una fina capucha inmaculada.
Elrond estaba junto a sus dos hijos varones, de porte ahora regio, nombrados generales y Glorfindel, capitán, también iba con ellos.
Los ojos de la dama de Lorien se clavaron primero en la tristeza de los ojos cenicientos de Elrond.
-"Se lo de tu hijo Elrond, lo siento mucho..."- Elrond dejó inmediatamente de mirar a los ojos verdes de la elfa cuando pronuncio esas palabras sin mover la boca, dichas con la mente, no quería que ella le recordara lo que había intentado olvidar.
Galadriel paso a mirar los ojos de Elladan y Elrohir, donde leyó la preocupación y tristeza que estos albergaban y por fin habló antes de mirar el intenso azul de los ojos de Glorfindel: -No todos han sobrevivido pero todos luchasteis valerosamente, y eso es digno de ser notado pues jamás saldrán de nuestros recuerdos aquellas personas que hemos perdido y a las que tanto amábamos.
Elrond empezó a encontrase incomodo, su respiración empezaba a hacerse cada vez más profunda.
La dama de Lorien miró a Glorfindel y este le devolvió la mirada, manteniéndola sin siquiera parpadear: -"Sigues sufriendo Glorfindel después de todo, tu vida aquí no te es grata, lo se..."- le dijo ella en silencio.
-"Mas no tengo otra opción mi dama y señora, tú lo sabes"- le respondió con la mente.
-"Algún día la tendrás y te irás de aquí, pues hay otra cosa que te incumbe en otro lugar ¿no es cierto?"
-"Si algún día me fuera no me iría sin antes pasar por aquí a despedirme de todos vosotros."
-"Eso me honra, mi querido Glorfindel, pero no olvides aquella sonrisa que iluminaba tu cara tantas de aquellas veces, vuelve a ser feliz, como Elroyënath te enseñó a hacer. Él se sentiría orgulloso por ello.
Glorfindel sonrió de nuevo, después de tanto tiempo, Galadriél le enseñó a encontrar lo que Elroyënath hubiera querido si no hubiera muerto, y solo por eso ya se podía sentir de nuevo su alma en el aire.
-"Aprendes muy rápido Glorfindel"- le dijo ella sin mover los labios.
-"De vez en cuando alguien tiene que abrirme los ojos y disipar la niebla que los cubre para que no se queden ciegos, gracias."
-"Siempre es un placer hablar contigo, querido amigo."
Y Galadriel apartó su mirada de los ojos de Glorfindel.
CARMENCHU!!!!
Elladan se había trasladado hasta el barco de Glorfindel en un bote con algunos de sus guardias.
-No se cómo pretendes que este...- sus ojos eran tristes y estaban llenos de rencor, aquel brillo que llevaba de niño había desaparecido hace tiempo: -Él no merecía morir...
-Nadie lo sabe mejor que yo, Elladan, pero es inútil lamentarse por algo que ya ha pasado y no podrá rectificarse.
-¡Sin embargo tu lo has hecho durante varios años! ¡Glorfindel yo ya no soy un niño y no he venido a que me des lecciones de cómo tengo que llevar mi vida! ¡Si me lamento por la muerte de mi hermano será porque le quería y no puedo evitarlo!
-Lo siento...- dijo con voz entrecortada Glorfindel, reconociendo que se había equivocado y que aquel comentario tenía que haberle dolido demasiado a Elladan.
El joven elfo le miró con expresión de miedo, dolor, tristeza e incluso odio en los ojos: -Elrohir esta peor que yo. Deberías ir a hablar con él.
La angustia contenida apareció poco a poco en los ojos azules de Glorfindel pensando en cómo acabaría anunciándole a Arwen la muerte de su hermano. Estaba completamente seguro que le mandarían a él a decírselo a la joven elfa cuando llegaran a Rivendel.
-¿Por qué me pedís a mí hacer las cosas más complicadas...? A mi también me duele todo esto... no soporto ver a más gente llorar en mi hombro Elladan.
-Tal vez sea porque tu siempre has sabido decir lo justo en el momento justo Glorfindel, yo no sería capaz de decírselo a ninguno de mis hermanos.
Y el joven general, heredero del señor de Rivendel, se dio la vuelta entristecido, para bajar por la escala de cuerda que llegaba hasta el bote que le esperaba y volver a su barco.
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La hilera de barcos había llegado ya hasta donde el río atravesaba los campos de Rohan y la Marca, los campos de los caballeros herederos de la casa de Eorl el joven.
Pequeñas amapolas crecían por las praderas verdes y el mar había desaparecido ya hace mucho tiempo. El ancho del río había menguado y era cada tramo más difícil de atravesar para los grandes barcos dorados.
Aragorn había desaparecido de los ojos de todos desde aquel día en el que fue llevado hasta el camarote de Elrond y Glorfindel había hablado ya varias veces con Elrohir, especialmente marcado por la muerte de su hermano mayor.
El cuerpo de Elroyënath descansaba todavía en esa cama del barco donde capitaneaba Glorfindel, solo cubierto por una fina sábana blanca. Elrond no había querido darle un entierro en el mar, como se había hecho con la mayoría de los soldados muertos en la batalla, su padre quiso llevarle hasta Rivendel, para que su cuerpo, que una vez tuvo una vida inmortal pero vulnerable, fuese enterrado en aquellas colinas verdes con espigas de trigo del sur de su ciudad, donde tantas veces había cabalgado, solo o acompañado, y plantar sobre la tierra removida de su tumba una semilla de lo que algún día sería un frondoso árbol.
Elladan ya no hablaba, su silencio era entre aterciopelado dolor de tristeza y contenencia de odio. Pocas veces abría la boca para pronunciar palabras de aquella que era la bella lengua de los elfos mas con sus ojos decía todo lo que sentía. Elladan empezó a parecerse más que nunca a su padre y Elrond intentaba olvidar lo ocurrido en la batalla, intentaba olvidar sin poder la muerte de su hijo.
Muchas noches el señor de Rivendel lloraba en silencio en su camarote, nadie quería admitirlo, pero todos en algún momento habían llorado la muerte del ser tan querido que había sido Elroyënath.
Glorfindel sabía exactamente donde se encontraba Aragorn, pero no pensó en ningún momento en detener lo que le estaban haciendo pues él también, y aunque supiera que no era del todo bueno, sentía un rencor hacia él, nunca podría mirarle y no ver en sus ojos verdes a Elroyënath; Glorfindel había conocido a Isildur pero no por eso tenía que ser igual de respetuoso con su descendiente.
Aragorn remaba en el fondo del barco, encadenado a la madera flotante del largo remo y sin descanso ni relevo, día y noche, movía sus brazos al ritmo del elfo que llevaba el compás con un tambor.
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Casi muerto y moribundo fue como se pudo calificar al heredero de Isildur cuando fue por fin liberado de su remo y desembarcado, en la tierra de las orillas del río que llegaban al bosque de Lorien.
Todos abandonaron allí el barco y con él su olor a mar y se adentraron, a caballo, en carrozas o a pie en los caminos del frondoso y dorado bosque.
Galadriel les esperaba junto a Celebron, bajo la sombra de uno de aquellos árboles de hojas plateadas y doradas que constituían la espesura. Aragorn calló al suelo en cuanto llegó a tierra y el cansancio junto con el sueño no le dejaron moverse.
Elrond se acercó a él antes de ir a hablar con la dama y el señor de Lorien y mandó que le tumbaran en los asientos de terciopelo de su carruaje para que descansara; después de todo un día fue amigo de Isildur, y aunque este hubiera matado a su hijo la raza de los elfos no era demasiado rencorosa ni pretendía serlo: Aragorn ya había tenido su castigo.
-Bienvenidos.- dijo la figura serena y blanca que se alzaba bajo el árbol y descubrió su rostro, que iba velado por una fina capucha inmaculada.
Elrond estaba junto a sus dos hijos varones, de porte ahora regio, nombrados generales y Glorfindel, capitán, también iba con ellos.
Los ojos de la dama de Lorien se clavaron primero en la tristeza de los ojos cenicientos de Elrond.
-"Se lo de tu hijo Elrond, lo siento mucho..."- Elrond dejó inmediatamente de mirar a los ojos verdes de la elfa cuando pronuncio esas palabras sin mover la boca, dichas con la mente, no quería que ella le recordara lo que había intentado olvidar.
Galadriel paso a mirar los ojos de Elladan y Elrohir, donde leyó la preocupación y tristeza que estos albergaban y por fin habló antes de mirar el intenso azul de los ojos de Glorfindel: -No todos han sobrevivido pero todos luchasteis valerosamente, y eso es digno de ser notado pues jamás saldrán de nuestros recuerdos aquellas personas que hemos perdido y a las que tanto amábamos.
Elrond empezó a encontrase incomodo, su respiración empezaba a hacerse cada vez más profunda.
La dama de Lorien miró a Glorfindel y este le devolvió la mirada, manteniéndola sin siquiera parpadear: -"Sigues sufriendo Glorfindel después de todo, tu vida aquí no te es grata, lo se..."- le dijo ella en silencio.
-"Mas no tengo otra opción mi dama y señora, tú lo sabes"- le respondió con la mente.
-"Algún día la tendrás y te irás de aquí, pues hay otra cosa que te incumbe en otro lugar ¿no es cierto?"
-"Si algún día me fuera no me iría sin antes pasar por aquí a despedirme de todos vosotros."
-"Eso me honra, mi querido Glorfindel, pero no olvides aquella sonrisa que iluminaba tu cara tantas de aquellas veces, vuelve a ser feliz, como Elroyënath te enseñó a hacer. Él se sentiría orgulloso por ello.
Glorfindel sonrió de nuevo, después de tanto tiempo, Galadriél le enseñó a encontrar lo que Elroyënath hubiera querido si no hubiera muerto, y solo por eso ya se podía sentir de nuevo su alma en el aire.
-"Aprendes muy rápido Glorfindel"- le dijo ella sin mover los labios.
-"De vez en cuando alguien tiene que abrirme los ojos y disipar la niebla que los cubre para que no se queden ciegos, gracias."
-"Siempre es un placer hablar contigo, querido amigo."
Y Galadriel apartó su mirada de los ojos de Glorfindel.
CARMENCHU!!!!
