Lo sabía. Lo había sabido desde el primer momento. Algo había visto en el
mirar de Arwen que le había hecho sospechar de algo que ahora comprendía.
Allí, en la última habitación del pasillo, Arwen estaba recostada sobre el
pecho de Aragorn y uno de sus brazos le rodeaba el cuello a él. La mano de
Aragorn en el pelo de ella y estaban en el suelo, con la espalda apoyada en
el lateral de la cama donde tantas veces había dormido Elroyënath cuando
aún vivía.
Respiraban lentamente, todavía sumidos en un profundo sueño, aunque el sol estuviera ya alto y como si la noche anterior se hubieran acostado muy tarde y aún así, Legolas se alegró de verlos juntos, uno encima del otro, algo le decía que hacían buena pareja y que serían felices.
Se sentó en el alfeizar de la ventana también abierta y miró el profundo valle a través de ella, dejando que el viento acariciara su rostro. No le diría nada de aquello a Elrond, no veía justo que dos personas que se amaban no pudieran estar juntas.
Oyó un leve gemido a sus espaldas y vio que Aragorn acababa de abrir los ojos.
-¡Valla! ¡Ya te has despertado!- no sabía porque pero Aragorn empezó a caerle bien.
Aragorn le miraba asustado, después de todo no le había visto nunca y Legolas decidió entablar una conversación.
-¿Es cómodo dormir en el suelo?- y se tocó la parte de los riñones: -A mi después de un rato me acabaría doliendo la espalda. Prefiero dormir en una cama. ¿Cómo estas?- Legolas cambió de postura en el alfeizar para mirarles mejor.
Aragorn se extrañó y bajó la mirada pensando en que responder, vio a Arwen en su pecho y no pudo evitar acariciarla con ternura.
Legolas se acercó a él sin hacer ruido: -¿Es guapa verdad?
Aragorn habló por primera vez, mientras volvía a rozar el rostro de la elfa que aún dormía en su pecho: -No hay persona en el mundo más bella.
Legolas pensó y arrugó un poco la nariz: -Mi hermana es más guapa.
El hombre no quedó muy convencido pero a partir de aquella mañana una amistad empezó a crecer entre ellos.
_______
-Les he visto juntos, hay... hay algo entre ellos, lo noto...
-Amor Legolas, sí, yo también lo he notado, se quieren pero Elrond quiere separarles, pues la envidia le corroe.- Glorfindel puso especial acentuación en aquella palabra.
-¿Crees que Elrond lo sabe?
-Estoy seguro, pero no quiere admitirlo.
-No es tan malo ese Aragorn.
-No, lo malo se ve dependiendo del color del cristal con que se le mire...
Legolas se echó el pelo hacia atrás mientras caminaban por el jardín de la casa de Elrond: -Elrond le mira con un cristal muy oscuro... yo no quiero matarle.
-No veo justo que te haga hacer a ti esa barbaridad. Hace cientos de años que no se condena a muerte.
Legolas resopló, al igual que como lo haría un caballo, preocupado y sin saber que hacer.
-¿Sabes que incluso me ha pedido el arma de la ejecución...?- la voz de Glorfindel se profundizó.
-¡¿A ti?!
-No se que busca...
-Yo tampoco lo entiendo...
Y el colgante de Glorfindel brilló intensamente al sol del verano que empezaba a transformarse en un débil y fresco otoño.
Glorfindel se dirigía al despacho de Elrond con paso decidido e impaciente y en su rostro podía distinguirse un gesto que rozaba el enfado y el disgusto.
___________
Llegó hasta la puerta de salientes de plata y oro y sin siquiera llamar abrió de golpe: -¡Elrond no puedes hacerlo!
Elrond comprendió de lo que le hablaba pero le dio igual la objeción del elfo: -¡Claro que puedo!- dijo ligeramente nervioso: -No se si se te ha olvidado, pero yo soy el señor de Rivendel y no tú.
¿Cómo podía estar tan impasible ante la barbaridad que iba a cometer? ¿Acaso no se daba cuenta de que iba a matar a un hombre por puro placer y venganza delante de toda la ciudad?
-¡Elrond estas cometiendo un gravísimo error! ¡¿Qué pasará después?! ¡¿y Gondor?! ¡¿Y el mundo?! ¡Él podría ser una de nuestras últimas esperanzas!
Elrond en realidad no estaba del todo convencido de lo que se había propuesto hacer con Aragorn, pero después de todo ya no había vuelta atrás y aquel argumento empezaba a cansarle demasiado, como la forma que últimamente Glorfindel estaba adquiriendo para dirigirse a él.
Se levantó de su silla: -¡No vuelvas a decirme jamás lo que tengo que hacer Glorfindel! ¡¿Me has oído?! ¡Jamás!
La expresión de Glorfindel cambió de repente, no se esperaba aquella respuesta por parte de Elrond. Cerró los ojos y subió las cejas y los hombros perdiendo la paciencia: -Muy bien Elrond, jamás volveré de decirte nada.
Aquel gesto venció las ganas de controlarse del señor de Rivendel, alzó el brazo y señaló la puerta de su despacho: -¡Fuera de mi casa! ¡Ahora mismo!
Glorfindel le miró a los ojos durante un tiempo, sin siquiera parpadear hasta que habló con voz casi áspera: -No pretendía quedarme.
Glorfindel salió del despacho, deseando no haber pisado nunca aquel suelo de mármol.
Iban a ejecutar a Aragorn al amanecer y la estrella de la mañana brillaba en el cielo anaranjado. Pero Glorfindel debía impedirlo, había intentado mil veces que Elrond se diera cuenta del error que iba a cometer, pero si él en realidad no podía otra persona iba a hacérselo entender. No podía dejar que aquello pasara.
Unas palabras llegaron a sus oídos, leves recuerdos de no hace mucho tiempo, de una voz cristalina que hacía que unos ojos grises le vinieran en mente
"-Pienso hacerlo Glorfindel, no voy a dejar que le maten. No puedo dejarle morir."
No, Glorfindel tenía que impedirlo aunque sabía que no podía luchar contra el destino, que estaba empezando a hacerse presente, como los rayos del sol en el cielo del alba.
CARMENCHU!!!
Respiraban lentamente, todavía sumidos en un profundo sueño, aunque el sol estuviera ya alto y como si la noche anterior se hubieran acostado muy tarde y aún así, Legolas se alegró de verlos juntos, uno encima del otro, algo le decía que hacían buena pareja y que serían felices.
Se sentó en el alfeizar de la ventana también abierta y miró el profundo valle a través de ella, dejando que el viento acariciara su rostro. No le diría nada de aquello a Elrond, no veía justo que dos personas que se amaban no pudieran estar juntas.
Oyó un leve gemido a sus espaldas y vio que Aragorn acababa de abrir los ojos.
-¡Valla! ¡Ya te has despertado!- no sabía porque pero Aragorn empezó a caerle bien.
Aragorn le miraba asustado, después de todo no le había visto nunca y Legolas decidió entablar una conversación.
-¿Es cómodo dormir en el suelo?- y se tocó la parte de los riñones: -A mi después de un rato me acabaría doliendo la espalda. Prefiero dormir en una cama. ¿Cómo estas?- Legolas cambió de postura en el alfeizar para mirarles mejor.
Aragorn se extrañó y bajó la mirada pensando en que responder, vio a Arwen en su pecho y no pudo evitar acariciarla con ternura.
Legolas se acercó a él sin hacer ruido: -¿Es guapa verdad?
Aragorn habló por primera vez, mientras volvía a rozar el rostro de la elfa que aún dormía en su pecho: -No hay persona en el mundo más bella.
Legolas pensó y arrugó un poco la nariz: -Mi hermana es más guapa.
El hombre no quedó muy convencido pero a partir de aquella mañana una amistad empezó a crecer entre ellos.
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-Les he visto juntos, hay... hay algo entre ellos, lo noto...
-Amor Legolas, sí, yo también lo he notado, se quieren pero Elrond quiere separarles, pues la envidia le corroe.- Glorfindel puso especial acentuación en aquella palabra.
-¿Crees que Elrond lo sabe?
-Estoy seguro, pero no quiere admitirlo.
-No es tan malo ese Aragorn.
-No, lo malo se ve dependiendo del color del cristal con que se le mire...
Legolas se echó el pelo hacia atrás mientras caminaban por el jardín de la casa de Elrond: -Elrond le mira con un cristal muy oscuro... yo no quiero matarle.
-No veo justo que te haga hacer a ti esa barbaridad. Hace cientos de años que no se condena a muerte.
Legolas resopló, al igual que como lo haría un caballo, preocupado y sin saber que hacer.
-¿Sabes que incluso me ha pedido el arma de la ejecución...?- la voz de Glorfindel se profundizó.
-¡¿A ti?!
-No se que busca...
-Yo tampoco lo entiendo...
Y el colgante de Glorfindel brilló intensamente al sol del verano que empezaba a transformarse en un débil y fresco otoño.
Glorfindel se dirigía al despacho de Elrond con paso decidido e impaciente y en su rostro podía distinguirse un gesto que rozaba el enfado y el disgusto.
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Llegó hasta la puerta de salientes de plata y oro y sin siquiera llamar abrió de golpe: -¡Elrond no puedes hacerlo!
Elrond comprendió de lo que le hablaba pero le dio igual la objeción del elfo: -¡Claro que puedo!- dijo ligeramente nervioso: -No se si se te ha olvidado, pero yo soy el señor de Rivendel y no tú.
¿Cómo podía estar tan impasible ante la barbaridad que iba a cometer? ¿Acaso no se daba cuenta de que iba a matar a un hombre por puro placer y venganza delante de toda la ciudad?
-¡Elrond estas cometiendo un gravísimo error! ¡¿Qué pasará después?! ¡¿y Gondor?! ¡¿Y el mundo?! ¡Él podría ser una de nuestras últimas esperanzas!
Elrond en realidad no estaba del todo convencido de lo que se había propuesto hacer con Aragorn, pero después de todo ya no había vuelta atrás y aquel argumento empezaba a cansarle demasiado, como la forma que últimamente Glorfindel estaba adquiriendo para dirigirse a él.
Se levantó de su silla: -¡No vuelvas a decirme jamás lo que tengo que hacer Glorfindel! ¡¿Me has oído?! ¡Jamás!
La expresión de Glorfindel cambió de repente, no se esperaba aquella respuesta por parte de Elrond. Cerró los ojos y subió las cejas y los hombros perdiendo la paciencia: -Muy bien Elrond, jamás volveré de decirte nada.
Aquel gesto venció las ganas de controlarse del señor de Rivendel, alzó el brazo y señaló la puerta de su despacho: -¡Fuera de mi casa! ¡Ahora mismo!
Glorfindel le miró a los ojos durante un tiempo, sin siquiera parpadear hasta que habló con voz casi áspera: -No pretendía quedarme.
Glorfindel salió del despacho, deseando no haber pisado nunca aquel suelo de mármol.
Iban a ejecutar a Aragorn al amanecer y la estrella de la mañana brillaba en el cielo anaranjado. Pero Glorfindel debía impedirlo, había intentado mil veces que Elrond se diera cuenta del error que iba a cometer, pero si él en realidad no podía otra persona iba a hacérselo entender. No podía dejar que aquello pasara.
Unas palabras llegaron a sus oídos, leves recuerdos de no hace mucho tiempo, de una voz cristalina que hacía que unos ojos grises le vinieran en mente
"-Pienso hacerlo Glorfindel, no voy a dejar que le maten. No puedo dejarle morir."
No, Glorfindel tenía que impedirlo aunque sabía que no podía luchar contra el destino, que estaba empezando a hacerse presente, como los rayos del sol en el cielo del alba.
CARMENCHU!!!
