Glorfindel la llevaba en brazos, Aragorn le oprimía la mano y Legolas
corría detrás de ellos, rostro de preocupación y miedo en los ojos.
Los pasillos de la casa de Elrond se hicieron más largos de lo que eran, Aragorn nunca llegaba a ver el fondo, sólo corrían y corrían sin llegar a ninguna parte. Sangre manchaba las manos de todos y de los ojos de Arwen brotaban lágrimas de dolor y angustia.
No sabía ninguno de ellos lo que realmente hacía, el uno seguía al otro sólo concienciándose y dándose esperanzas de que aquel sabría lo que hacer y donde ir pero sólo corrían, corrían hacia ningún sitio en un mundo de desesperación intentando escapar de un miedo que quería atraparles y hacerles llorar de impotencia ante lo que ocurría.
Todos temblaban, los cabellos se les erizaban en la nuca, escalofríos les recorrían el cuerpo y Arwen perdía mucha sangre.
Glorfindel se paró entonces en seco, Arwen en sus brazos. Aragorn y Legolas empezaron a perder toda esperanza de que algún día conseguirían saber a donde ir a pedir ayuda.
-Legolas, llévala a una habitación donde haya una cama o un sofá y túmbala allí, volveré enseguida, tengo una idea.- y pasó con cuidado a Arwen a los brazos temblorosos de Legolas.
-¿Adonde vas?
-No te preocupes.- y Glorfindel salió corriendo por un pasillo que perecía alargarse a medida que se alejaba de ellos.
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Glorfindel corrió por el pasillo, tal vez de los pocos pasillos moderadamente estrechos que tenía la casa de Elrond y corría con todas sus fuerzas.
Sabía que a Arwen se le agotaba el tiempo y si seguía perdiendo sangre llegaría un momento en el que ya no podrían salvarla.
Giró por una esquina dorada, casi al fondo del pasillo. Débiles farolillos de fuego azulado colgaban aún encendidos de unos ganchos dorados, en las paredes labradas.
Glorfindel empezó a cansarse, aunque los elfos pudieran aguantar incluso varias horas corriendo sin descanso, pero era peor el cansancio mental que le atormentaba con pensamientos que le carcomían toda la cabeza, hablándole en los oídos y confundiéndole varias veces.
Empezó a respirar afanosamente, deseando parar, el colgante azul que le pendía del cuello se movía en su pecho cada vez que daba un paso. No podía parar, si paraba Arwen moriría.
Bajó unas escaleras, bajando los escalones de dos en dos y de cuatro en cuatro, tanto saltó al bajarlos que cuando llegó a la parte baja de la escalera perdió el equilibrio y calló al suelo. No podía detenerse ahora, tenía que continuar, se levantó lo más rápidamente que pudo y volvió a girar en otra esquina dorada, para correr por otro pasillo alargado.
Un olor a comida empezó a abundar en el ambiente, calor de fuego y olor a lumbre y cenizas, a carne asada y también olor dulce, de frutas y azúcar. En los labios de Glorfindel se dibujó una de aquellas sonrisas que sólo él sabía presentar en su cara.
Una gran puerta apareció en un lateral, más grande que la del comedor, más grande que la de la habitación del mismísimo Elrond, la puerta de las cocinas, entreabierta y en la que el olor que impregnaba los alrededores se hacía más sustancioso y fuerte.
Glorfindel entró con la respiración intercalada y cogiendo aliento, no podía casi hablar: -Por favor...-les dijo a las gentes que estaban allí trabajando, preparando la comida de aquel día: -Ne... necesito una... botella de vino... vino fuerte...
Los elfos que cocinaban le vieron tan angustiado que cogieron una botella de cristal, redonda como una pompa de jabón pero de boquilla alargada y fina, con un líquido rojo, intenso, parecido a la sangre de Arwen, para dársela inmediatamente.
Glorfindel la cogió con fuerza entre sus manos y volvió a salir corriendo, dejando atrás las cocinas.
Subió entonces unas escaleras de caracol que aparecieron ante sus ojos en una parte del pasillo, aireado por la presencia de un patio, para que el humo de las cocinas saliera de la casa no solamente por las chimeneas.
Resbaló en uno de los escalones dorados por la velocidad y violencia con la que corría y calló de bruces, por poco perdiendo la botella de cristal, defendiéndola con su cuerpo como si de ello dependiera toda su vida se incorporó de nuevo.
Sabía que aquella casa también había una sala de costura, donde varios de los sirvientes del señor de Rivendel se ocupaban de tejer la mayoría de las ropas que vestían las gentes de Rivendel. Varias veces Glorfindel había visitado aquella sala, cuando Arwen era una niña y su osito se descosía por algún lado, por el abundante uso, él se lo cosía con aguja, hilo y ternura.
Llegó a la parte alta de las escaleras, encontrándose en otro de los pasillos majestuosos de aquella casa.
Corrió por él, dirigiéndose hacia un vidriera de colores que se extendía en su fachada final y antes de alcanzarla entró por una puerta de plata, todavía con la botella de vino en la mano.
Mujeres cosían finas telas, ricas de bordados de infinita precisión y los hilos dorados que enhebraban sus agujas blancas semejaban a sus cabellos.
Glorfindel extendió un brazo, cogiendo aire abundantemente, estaba muy cansado: -Una... aguja... e hilo...
Las mujeres obedecieron rápidamente como habían hecho en las cocinas, parecía un asunto importante y urgente el que traía a Glorfindel hasta ahí.
-Gracias...- dijo entrecortadamente mientras volvía a reprender su carrera, saliendo de la habitación.
Ya no necesitaba nada más, tenía que llegar hasta la habitación donde Legolas y Aragorn deberían haber acostado ya a Arwen, pero tantas habitaciones había en aquella casa...
No le importó, tenía que encontrarles. Su colgante azul golpeaba todavía en su pecho al correr.
Subió escaleras, pasó puertas, salas, vidrieras, patios y abrió una puerta cualquiera, algo le decía que era allí donde tenía que entrar.
Fue un alivio para Aragorn y Legolas ver a Glorfindel en el umbral.
CARMENCHU!!!
P.D. bueno... mi Glorfindel parece super man!!! Salvando a todo el mundo como un machote!!! XP! Un pequeño detalle.... me parece que la hermana de Legolas no va a salir... es que esta historia la terminé hace ya tiempo... yo solo voy subiendo los capis poco a poco... PERO NO OS PREOCUPES!!! PORQUE CARMENCHU OS HARÁ UNA PRECIOSA HISTORIA DE LEGOLAS Y SU HERMANITA!!! Algún día...jeje...Gracias a todos!!!
Los pasillos de la casa de Elrond se hicieron más largos de lo que eran, Aragorn nunca llegaba a ver el fondo, sólo corrían y corrían sin llegar a ninguna parte. Sangre manchaba las manos de todos y de los ojos de Arwen brotaban lágrimas de dolor y angustia.
No sabía ninguno de ellos lo que realmente hacía, el uno seguía al otro sólo concienciándose y dándose esperanzas de que aquel sabría lo que hacer y donde ir pero sólo corrían, corrían hacia ningún sitio en un mundo de desesperación intentando escapar de un miedo que quería atraparles y hacerles llorar de impotencia ante lo que ocurría.
Todos temblaban, los cabellos se les erizaban en la nuca, escalofríos les recorrían el cuerpo y Arwen perdía mucha sangre.
Glorfindel se paró entonces en seco, Arwen en sus brazos. Aragorn y Legolas empezaron a perder toda esperanza de que algún día conseguirían saber a donde ir a pedir ayuda.
-Legolas, llévala a una habitación donde haya una cama o un sofá y túmbala allí, volveré enseguida, tengo una idea.- y pasó con cuidado a Arwen a los brazos temblorosos de Legolas.
-¿Adonde vas?
-No te preocupes.- y Glorfindel salió corriendo por un pasillo que perecía alargarse a medida que se alejaba de ellos.
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Glorfindel corrió por el pasillo, tal vez de los pocos pasillos moderadamente estrechos que tenía la casa de Elrond y corría con todas sus fuerzas.
Sabía que a Arwen se le agotaba el tiempo y si seguía perdiendo sangre llegaría un momento en el que ya no podrían salvarla.
Giró por una esquina dorada, casi al fondo del pasillo. Débiles farolillos de fuego azulado colgaban aún encendidos de unos ganchos dorados, en las paredes labradas.
Glorfindel empezó a cansarse, aunque los elfos pudieran aguantar incluso varias horas corriendo sin descanso, pero era peor el cansancio mental que le atormentaba con pensamientos que le carcomían toda la cabeza, hablándole en los oídos y confundiéndole varias veces.
Empezó a respirar afanosamente, deseando parar, el colgante azul que le pendía del cuello se movía en su pecho cada vez que daba un paso. No podía parar, si paraba Arwen moriría.
Bajó unas escaleras, bajando los escalones de dos en dos y de cuatro en cuatro, tanto saltó al bajarlos que cuando llegó a la parte baja de la escalera perdió el equilibrio y calló al suelo. No podía detenerse ahora, tenía que continuar, se levantó lo más rápidamente que pudo y volvió a girar en otra esquina dorada, para correr por otro pasillo alargado.
Un olor a comida empezó a abundar en el ambiente, calor de fuego y olor a lumbre y cenizas, a carne asada y también olor dulce, de frutas y azúcar. En los labios de Glorfindel se dibujó una de aquellas sonrisas que sólo él sabía presentar en su cara.
Una gran puerta apareció en un lateral, más grande que la del comedor, más grande que la de la habitación del mismísimo Elrond, la puerta de las cocinas, entreabierta y en la que el olor que impregnaba los alrededores se hacía más sustancioso y fuerte.
Glorfindel entró con la respiración intercalada y cogiendo aliento, no podía casi hablar: -Por favor...-les dijo a las gentes que estaban allí trabajando, preparando la comida de aquel día: -Ne... necesito una... botella de vino... vino fuerte...
Los elfos que cocinaban le vieron tan angustiado que cogieron una botella de cristal, redonda como una pompa de jabón pero de boquilla alargada y fina, con un líquido rojo, intenso, parecido a la sangre de Arwen, para dársela inmediatamente.
Glorfindel la cogió con fuerza entre sus manos y volvió a salir corriendo, dejando atrás las cocinas.
Subió entonces unas escaleras de caracol que aparecieron ante sus ojos en una parte del pasillo, aireado por la presencia de un patio, para que el humo de las cocinas saliera de la casa no solamente por las chimeneas.
Resbaló en uno de los escalones dorados por la velocidad y violencia con la que corría y calló de bruces, por poco perdiendo la botella de cristal, defendiéndola con su cuerpo como si de ello dependiera toda su vida se incorporó de nuevo.
Sabía que aquella casa también había una sala de costura, donde varios de los sirvientes del señor de Rivendel se ocupaban de tejer la mayoría de las ropas que vestían las gentes de Rivendel. Varias veces Glorfindel había visitado aquella sala, cuando Arwen era una niña y su osito se descosía por algún lado, por el abundante uso, él se lo cosía con aguja, hilo y ternura.
Llegó a la parte alta de las escaleras, encontrándose en otro de los pasillos majestuosos de aquella casa.
Corrió por él, dirigiéndose hacia un vidriera de colores que se extendía en su fachada final y antes de alcanzarla entró por una puerta de plata, todavía con la botella de vino en la mano.
Mujeres cosían finas telas, ricas de bordados de infinita precisión y los hilos dorados que enhebraban sus agujas blancas semejaban a sus cabellos.
Glorfindel extendió un brazo, cogiendo aire abundantemente, estaba muy cansado: -Una... aguja... e hilo...
Las mujeres obedecieron rápidamente como habían hecho en las cocinas, parecía un asunto importante y urgente el que traía a Glorfindel hasta ahí.
-Gracias...- dijo entrecortadamente mientras volvía a reprender su carrera, saliendo de la habitación.
Ya no necesitaba nada más, tenía que llegar hasta la habitación donde Legolas y Aragorn deberían haber acostado ya a Arwen, pero tantas habitaciones había en aquella casa...
No le importó, tenía que encontrarles. Su colgante azul golpeaba todavía en su pecho al correr.
Subió escaleras, pasó puertas, salas, vidrieras, patios y abrió una puerta cualquiera, algo le decía que era allí donde tenía que entrar.
Fue un alivio para Aragorn y Legolas ver a Glorfindel en el umbral.
CARMENCHU!!!
P.D. bueno... mi Glorfindel parece super man!!! Salvando a todo el mundo como un machote!!! XP! Un pequeño detalle.... me parece que la hermana de Legolas no va a salir... es que esta historia la terminé hace ya tiempo... yo solo voy subiendo los capis poco a poco... PERO NO OS PREOCUPES!!! PORQUE CARMENCHU OS HARÁ UNA PRECIOSA HISTORIA DE LEGOLAS Y SU HERMANITA!!! Algún día...jeje...Gracias a todos!!!
