-Te voy a echar de menos.

-Yo a ti también, Glorfindel. Adiós Legolas.

-Algún día volveremos a vernos.- Legolas miró al cielo y a las nubes de la nueva mañana que se alzaba al otro lado de las montañas: -Lo presiento.

-¡Come bien, eh, Aragorn!¡Todos los tipos de alimentos!

Aragorn pudo sonreír por fin. Sabía bien porque le decía aquello, le gustó especialmente, de aquella su corta estancia en Rivendel, visitar junto a Arwen la casa de Glorfindel.

-No me olvidaré.

Legolas miraba ahora las flores blancas del jardín:- Arwen te va a echar de menos también. -No tanto como yo a ella...- tristeza apareció en el verde de su mirada.

-Cuídate ¿vale?- Glorfindel le puso la mano en el hombro y le miró con esa mirada de experiencia de después de haber vivido tantos años.

Aragorn sonrió mirando a través de su flequillo oscuro. Se dio la vuelta y agarró decididamente la bolsa apretándola fuertemente en su mano; la otra apoyada en la empuñadura de su espada. -Adiós.

Y miró por última vez al balcón de la habitación donde todavía dormía Arwen, perdiéndose después en el bosque que crecía en el lindero de Rivendel, yendo hacia el exilio, esperando el momento propicio para regresar a Gondor y recuperar su reino.

-¿Crees que volverá algún día?- preguntó Legolas cuando le vio desaparecer en la lejanía, aún invisible para sus ojos.

Glorfindel miró al horizonte verde y lejano de las montañas del valle: -Estoy seguro de ello. Y los años pasaron.

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Todo a lo que habían temido durante tantos años se había extendido al fin y la sombra de Mordor empezaba a hacerse visible, demasiado visible y amenazadora. El Anillo Único había sido detectado en algún lugar de la Tierra Media, el Señor Oscuro no pararía hasta encontrarlo, y si el Anillo se hubiera encontrado no habría habido alma que no fuera sucumbida al martirio y el dolor.

Elrond convocó un concilio, pues algo se tenía que decidir, algo se tenía que acordar sobre el futuro de la Tierra Media y muchos fueron los que acudieron a Rivendel a presenciarlo.

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-¡Quietos!- todos pararon inmediatamente: -Alguien se acerca... ¡a caballo!

Aragorn, hijo de Arathorn, heredero de Isildur, montaraz, seguido por cuatro hobbits. Se escondieron en el lindero del bosque que se alzaba allí cerca, entre los primeros arbustos espesos y callaron. Hacía tiempo que sabían que los Espectros del Anillo les perseguían, antiguos reyes mortales del pasado, los nueve que recibieron los nueve anillos que fueron entregados a la raza de los hombres, y los que más ansiaban el Anillo Único, para entregarlo a su amo Sauron. El Anillo buscado atado con una cadena al cuello de uno de los hobbits y este pesaba más de lo normal.

Esperaron con atención a que las pisadas pasaran de largo o que se alejaran de aquellos terrenos, escondidos y temblando.

Las herraduras del caballo se acercaron primero a gran velocidad y luego las sintieron cerca, en la gravilla del camino que habían estado siguiendo y que conducía a Rivendel, las pisadas se hicieron cada vez más lentas y con un resoplo el caballo paró.

Alguien bajó entonces de él, Aragorn había apoyado su oído al suelo y escuchaba atentamente, como había aprendido hacer durante todos aquellos años; aquellas pisadas livianas no eran de un espectro, era una manera de caminar elegante y cuidadosa, la manera de caminar de un elfo.

Aragorn se atrevió a mirar entre las hojas de los arbustos y descubrió unas botas bordadas de oro y plata, una camisa azul, de mangas alargadas y cuello alto y vuelto, un colgante del color del mar y unos ojos bajo un flequillo rubio, intensos y profundos, como el sol cuando se acerca el alba, y algo brillaba en su interior, tal como si fuera una estrella. La cara se le iluminó y salió corriendo del seto.

-¡Glorfindel!

Corrió hasta él y le dio un abrazo fuerte y amistoso, Glorfindel tuvo que agarrarse a su caballo blanco para no caer al suelo.

-¡Aragorn! ¡Cuánto tiempo!

Dejaron de abrazarse y se observaron el uno al otro incrédulos.

-¡Cuánto has cambiado!

-¡Y sin embargo tú sigues igual!

Los hobbits salieron tímidamente del arbusto espeso viendo que aquel que había estado tras ellos con el caballo no había sido un Espectro, aliviados también.

Aragorn movió entonces rápidamente la cabeza y se dio cuenta del peligro que aún corrían, en campo abierto, y tan cerca pero también tan lejos de las puertas de Rivendel.

-Glorfindel, los Espectros nos siguen desde hace días, aquí no estamos a salvo, Frodo es el que lleva el Anillo. ¡El Anillo debe estar en Rivendel!

Glorfindel se dio cuenta de la gravedad de la situación y cambió su rostro: -Yo le llevaré.- y subió a Frodo, ayudado por Aragorn subió rápidamente al caballo para después subirse Glorfindel de un salto. -Cruza el río y las aguas de tu pueblo os protegerán, no tienes mucho tiempo.

Glorfindel accedió decidido y agarró fuertemente las crines del caballo, el caballo entonces pareció volar. Frodo se tambaleaba débilmente sobre el lomo y Glorfindel detrás, inclinado y con las piernas fuertemente apretadas a las ancas del animal. Una suave manta cubría la espalda del caballo para que no sintiera a las dos figuras sobre su piel y el río empezó a verse cada vez más cerca, vislumbrando luego un valle y una cascada, un vado.

Glorfindel oyó algo a lo lejos, aún entre el sonido que hacía su caballo al correr y el aire que silbaba en sus oídos consiguió escuchar pisadas lejanas, pero velozmente vecinas a medida que pasaban los segundos, herraduras duras de caballos que trasportaban grandes pesos a un galope forzado.

Glorfindel se acercó a la oreja de su caballo y susurró en su oído, el caballo corrió aún más deprisa.

Espectros aparecieron tras ellos, las negras figuras encapuchadas en caballos oscuros, con espadas en la mano, destacando entre un figura de un animal blanco con una rubia y azul en su lomo y otra más pequeña, de capa verde.

El río estaba muy cerca, casi tocaban ya el agua y entonces sintieron un chapoteo y gotas frías salpicadas por el veloz galope del caballo blanco y llegaron de un salto a la otra orilla, en una arena blanca.

Los caballos negros se detuvieron ante el agua, los espectros, sólo cinco esta vez, amenazantes con las espadas de empuñadura de plata en la mano. Avanzaron lentamente por el agua espumosa y Glorfindel en la otra orilla detuvo a su caballo agotado.

Frodo le oyó susurrar unas palabras para él incomprensibles pero hermosas, de melodía y claridad infinita.

La espuma del rió y sus burbujas se volvieron más abundantes y el agua creció en segundos de altura, los caballos negros empezaron a hundirse lentamente y entonces un sonido de agua, de olas, de mar, de cascada y fuente se unió al río y en el agua caballos cristalinos y trasparentes arrasaron con las figuras negras, arrastrándolas río abajo.

Frodo suspiró aliviado. Y una voz a sus espaldas: -Ya estas a salvo, Frodo Bolsón. Rivendel te espera.

CARMENCHU!!!

P.D. ya venía siendo hora de que os subiera capis de mi precioso Glorfindel!!! le echábais de menos??? Yo a él si!!! en la pelicula!!! que Peter Jacson nos timó!!! sniiif!! dejarme un review pa que no me entre la depre!! XP! muchos, muchos besos!!!