Capitulo 8: Dicho por Touya

Estaba radiante. Tez blanca, ojos violetas, y labios rojos como cerezas. El vestido que traía la hacia lucir la hermosa figura que yo no esperaba ver en alguien de su edad. Los rizos que le llegaban a la cintura la última vez que la había visto, ahora le llegaban a las caderas. Sus manos eran alargadas y finas. Viéndola sonrojarse bajo mi mirada no pude evitar reír. Cuando escuchó mi risa me volteo a ver e indignada me cuestiono en la razón del porque de mi risa. No me pude contener más.

Tome su delicado rostro entre mis manos y estaba a punto de inclinarme hacia el cuando vi sus ojos. Por fin pude observar una pequeña parte de lo que en realidad era Tomoyo. A lo que estaba dentro de ese cuerpo tan fino. Tristeza, soledad, fatiga, dolor. Todos esos sentimientos predominaban en esa intensa mirada. Eso me detuvo. Bajo su mirada demasiado tarde. Yo ya sabía quien era.

--"¿Quién te ha hecho eso Tomoyo?" La respuesta fue tardía en llegar, y cuando lo hizo fue en una forma inesperada.

--"¿Quién te ha hecho eso a ti?" No sabía a lo que se refería. No tenia sentido. Pero en esos momentos nada tenia sentido. Mis sentimientos no estaban claros.

Lo que yo había visto era algo demasiado profundo como para entender. Era una herida que el tiempo se había negado cruelmente a sanar. La tome del brazo. Ella se detuvo junto con las manecillas del reloj. La voltee para que me volviera a ver a los ojos.

--"¿A que le tienes tanto miedo?" Ella solo sacudió su cabeza. Repetí mi pregunta inicial. "¿Quien te ha hecho eso Tomoyo?"

Se dejo caer en un sofá, su rostro entre sus manos. Sus hombros se sacudían, llorando, sollozando. Obtuvo compostura, y levanto sus ojos llorosos a los míos. Yo sabía la respuesta. Pero no estaba seguro si era una carga que yo estaría dispuesto a llevar, o tal vez que siquiera pudiera soportar.

--"Tomoyo, ¿he sido yo? ¿Por todos estos años he sido yo?" Tomoyo se levantó y salió. Afuera, la nieve se había convertido en una fuerte lluvia. Esto era el invierno.

Ella estaba corriendo. La alcance y la forcé a que me viera. Allí estábamos, empapados por la lluvia, sin nada que decir, sin la necesidad de hacerlo.

Esta vez no titubee. La bese. Con tanta fuerza y pasión como jamás lo había hecho antes. Este sentimiento no era amor. Era algo mas allá de cualquier sentimiento humano. Tenía a la mujer de mi vida frente a mí, entre de mis brazos, pero jamás la había tenido tan lejos.

No era la diferencia de edades, no era mi compromiso con Nakuru. Todas esas cosas no importaban en este extenso mundo de desolación.

Pero lo que tenía importancia era que Tomoyo y yo no éramos el uno para el otro. Esto no tenía lógica, esto iba más allá de la razón. Nos pertenecíamos, nos amábamos contra las fuerzas de la naturaleza, pero el destino simplemente no estaba escrito así.

El "Tomoyo y yo" no existía ni llegaría a existir. Contra mi voluntad, solté a la mujer que amaría por el resto de mi vida. Ella y yo no teníamos una vida junta por delante.