Epilogo: Relatado por Touya

Deje ir. Eso fue lo que hice. Lo que tenía que hacer.

No se cuando empezó este sentimiento que ahora me carcome el alma. No se cuando dejo de ser la mejor amiga de mi hermana para convertirse en la maldición y bendición de mi vida. Tal vez desde el principio de los tiempos. Tal vez desde que la primera pareja conoció el amar.

Lo único que se es que lo descubrí demasiado tarde. Demasiado tarde como para en realidad comprender. Esa noche lluviosa yo dejé ir. Vi como ella se alejaba de mí. Su espalda desnuda, erguida en dignidad. A la mitad de su camino volteo y me lanzo un beso. Estaba empapada, pero su delicadeza seguía presente. Su orgullo ahí, intacto. Lagrimas recorrían esas blancas mejillas.

Mi propia vida se estaba yendo. Esos ojos violeta se iban a quedar plasmados en mi mente como un recordatorio del porque la vida. El destino me había enseñado una lección muy dolorosa. Una que jamás olvidaría, porque si lo hacia estaría olvidando la razón de mi existencia. Me estaría negando a mi mismo.

Tomoyo fue y es, el vivo recuerdo de que las cosas que se quieren no siempre se obtienen, no importa que tanto lo desees. Poco después de nuestra bienvenida a la vida y despedida al amor, yo estaba enviándole una invitación a mi boda con Nakuru.

El día siguiente yo estaba abriendo mi invitación a la misa que se llevaría a cabo para unir a dos almas en santo matrimonio. Daidouji Tomoyo  y Tsukishiro Yukito.

Sonreí a las ironías de la vida. Unir su alma…no podían. Tomoyo ya estaba unida a mí.

 Ella asistió a mi boda. Traía un vestido púrpura, haciendo resaltar sus bellísimos ojos. Estaba acompañada por mi viejo amigo Yukito. Se veían bien juntos, pero en Tomoyo faltaba el brillo en sus ojos.

Después de la ceremonia ella se acerco a mí, y me susurro en el oído.

--"Je t'aime Touya. Siempre lo haré." Después, en voz alta, "Maravillosa boda, felicidades. Estoy segura que Nakuru y tu son el uno para el otro." Me dijo, el brillo momentáneamente regresando a su ser cuando jugaba. El tono de su voz, su perfecto francés me transporto de nuevo a aquella tarde lluviosa. Yo le régale una sonrisa y le conteste.

--"Je t´aime."