-¿Crees que ocurrirá pronto?-la voz de Hermione, temblorosa, trastoca mi mente, en esos momentos muy lejos de mis amigos.
Los miro atentamente, intentando escudriñar lo que sus miradas no me dicen. ¿Miedo? No, ninguno. ¿Ira? Quizá, la noticia ha resultado chocante y ha hecho mella en su alma y en sus corazones. Impotencia, eso sí, clara impotencia por lo que no pueden hacer, por lo que no pueden arreglar, por lo que podría cambiar...y ya no se puede.
Pero ellos no sienten lo que yo, ellos no temen sentir una aguja clavada en el centro del músculo bombeante, ellos no han visto morir a uno de sus puntos de apoyo. Pero ¿Acaso yo la amaba? ¿Acaso éramos algo más que amigos? Sí, algún día lo fuimos, porque ese beso que me dio, mi primer beso, aún quema mis labios y mi alma. Y si era tonta, o celosa, o algo presumida y escéptica, su risa y sus ojos rasgados arreglaban todo aquello.
Fuiste una buena amiga, Cho. Eras una gran amiga.
Pensaran lo que pensaran, dijeran lo que dijeran, sé que nunca superaste lo de Cedric, por eso no funcionamos. Pero ¿Cómo esperaban que te olvidaras de él si cada vez que te veían conmigo no hacían más que señalarte y hacerte sentir culpable? Juro que deseé matarlos, que quise que sufrieran lo mismo que tú.
Quise que a ellos también se les muriera la persona más importante de su vida. Como a Luna, como a ti, como a mí.
Me sentí extraño entre tantas caras felices al volver en mi sexto año, pero la tuya siempre estuvo allí, oculta entre la niebla, con la tristeza embargando cada poro de tu cuerpo de mujer y el dolor exaltando tus delicadas facciones que antes me enloquecían.
¿Me quisiste o sólo me usaste?
¿De veras pude llegar a atraerte tanto como para morir por mí o era sólo el deseo de volver a encontrarte con Cedric?
Recuerdo la tarde en que caíste, la recuerdo cada vez que voy a dormir, recuerdo tus lágrimas, tu grito sordo, tus ojos abiertos, tu piel oscura y tu boca abierta, en expresión de asombro o de burla. Prefiero pensar que estabas jugando con la muerte, como la vez que quisiste tirarte desde la Torre de Astronomía.
Ella no ganó la partida esa vez, pero ni siquiera yo fui capaz de quitarte esas ansias de jugar con la vida que te quemaban desde que Cedric murió.
Antes de que eso ocurriera te imaginabas en una casa, con un marido y varios hijos. Te imaginabas feliz, envejeciendo con aquellos que amabas y que te amarían sin condición ni precio.
Yo también lo creí, y Neville, y Ron, y Hermione, y Luna, y Ginny. Y todos los que vivimos en esta época. Y mis padres también lo pensaron.
Y todos nos hemos chocado con la cruda y fría realidad. Y todos nos hemos dado cuenta de que eso la hará quien sobreviva, quien sea capaz de aguantar y de sobreponerse al dolor de la pérdida de los seres queridos, quien no se cruce con la dama de la guadaña...
Quien sobreviva al dolor.
Quien logre ver la luz entre las negras nubes.
Quien sepa el verdadero significado de la palabra olvido.
-No lo sé-respondo. Neville me mira con los ojos aguados de sueño y de incertidumbre. Dean se entretiene en atar y desatar una cuerda pequeña que ha hecho con hilos de colores, Parvati masajea los hombros de una Lavender demasiado cansada para decir algo.
-Espero que sea pronto-declara Seamus-Prefiero enfrentarme a una bandada de Mortífagos antes que este no hacer nada.
Ron no se mueve del alféizar de la ventana. Hermione se acerca a él y le acaricia la mano. ¿En qué estará pensando?
Ginny, tumbada en uno de los sofás de la sala común, mira hacia el techo mientras Crookshanks bufa encima de su vientre. Parece muerta, como si hiciera tiempo que hubiese perdido todo rastro de vitalidad.
Y sé lo que le pasa. Y temo ponerle nombre, al igual que ella.
Se levanta. Crookshanks da un salto y se enreda entre sus piernas. El camisón blanco contrasta con sus pelo rojo. Parece tan frágil e inocente.
-Voy a dar una vuelta-declara. Parece ausente, ignorante de lo que pasa a su alrededor.
Hermione y yo compartimos una mirada angustiada.
-Te acompaño-declara mi amiga. -No-niega con la cabeza a la vez- Prefiero que no vengas, Hermione.
Ron se levanta también y comienza una danza funesta recogiendo sus cosas. Se va a dormir. Dean y Parvati lo imitan, Hermione ocupa el lugar de Ron y una tímida sonrisa cubre sus ojos.
Seamus y Lavender se tumban en el sillón de Ginny, que ya ha desaparecido por el retrato de la Dama Gorda. Neville acaricia a Trevor con manos temblorosas.
Y yo, sintiendo que todo se acaba, que mi vida pronto terminará, que sus vidas ya van cobrando forma y que la mía se va desdibujando como una niño con una caja de acuarelas. Como el sfumatto del que me hablabas, Cho.
¿Tú también lo sentiste? ¿Tú también deseaste no irte a dormir para no perder el tiempo que te quedaba aquí?
Ya hace tiempo que descubrí lo que debo hacer, y lo acepto. Ahora sólo tengo que encontrar la forma de hacerlo ver sin dañar demasiado.
Me acerco con paso tembloroso a Hermione, que mira hacia la ventana con la cabeza apoyada en el cristal, en símbolo de no poder más. Le toco el hombro y ella se estremece. Busca mi mano y me la aprieta con fuerza.
-Todos estamos contigo, Harry-me susurra mirándome con sus ojos castaños. Hundo las manos en su pelo espeso, enmarañado, con olor a frutas silvestres.
-Y yo cuidaré de todos vosotros, Hermione-le contesto, sin que sepa que estas palabras ocultan más de lo que dicen.
No siento miedo, soy un Griffindor.
Y lucharé. Por ella, por Ron, por los Weasley, por mis amigos y por todos los que creen y creyeron en mí.
Cho, pronto volveremos a encontrarnos.
