La culpabilidad en persona por Ronald Weasley
La noche se va haciendo con el cielo y ya los últimos acordes del día tocan su melodía final.
¿Es un día normal? No, no lo es. Quizá alguno de los que no están presentes lo consideren así, se vayan a dormir seguros en sus camas de dosel. Pero los aquí reunidos sabemos que este no es un día normal.
Ya llega el final, dentro de poco todo acabará, y aún no le he dicho la verdad. Y ni siquiera soy capaz de acercarme.
Valor, necesito valor.
Estás tan cerca y a la vez tan lejana. Con esos ojos castaños y grandes, observando cada uno de los movimientos de tus compañeros, y sin querer, observándome a mí. Esto me hace sudar y me pones más nervioso de lo que crees. Y para no enfrentarme a ti, me encierro en mi mundo y sigo mirando a la ventana.
Las estrellas titilando como si fueran antorchas en un cielo cada vez más y más oscuro. Y yo me pierdo en ellas, como un día me perdí en tus ojos.
Quiero gritarte, reír contigo, amarte, escuchar cómo me regañas, sentir tu aliento en mi oído, como cuando me susurrabas algo secreto o simplemente por olerme. Quiero ser yo quién te acompañe a todos sitios. Quiero que claves tus ojos en mí, aunque sólo sea por escuchar un "lo siento" o un "por favor". Quiero besarte hasta conocer cada uno de tus rincones, abrazarte como si fuera la última vez
Y soy yo el culpable de todo esto.
Y quiero arreglarlo y no sé como. Acercarnos es ya casi imposible, pero mis hermanos me han hecho creer que algo imposible no existe.
Mis hermanos...¿Qué queda ya de ellos?
Bill y Charlie están trabajando arduamente para la Orden, pero la muerte de nuestro padre aún resuena en todas las mentes de la familia Weasley. Mi madre sigue de pie, aunque todos sabemos que está destrozada, y su forma de luchar contra todo es estar al mando, sonreír y preparar comida.
De Percy es mejor no hablar, aunque al menos ahora se comporta como una persona normal, pero los gemelos no le han perdonado. Fred y George, ocultándose tras su tienda de artículos de broma, sus novias y su humor. Ellos se sostienen mutuamente, y nadie es capaz de entrar en su mundo, aunque si necesitas algo de ellos, allí están.
Y Ginny. ¿Qué te pasa que ni siquiera dejas que se acerquen a ti? ¿Qué han hecho con mi hermana pequeña? ¿Dónde está tu alegría, tu risa, el brillo de tus ojos? Perdido, todo perdido en un pozo de negrura que se extiende sobre nosotros.
Oigo que los demás hablan, pero no alcanzo a comprender bien sus palabras y sólo leves entonaciones llegan a mí.
No me importa, estoy demasiado cansado para poder seguir. Cierro los ojos, quizá así el tiempo pase más rápido.
Alguien se acerca. Es ella, inconfundible su aroma a aquella colonia que hace dos años le regalé por Navidad. No sé cómo es posible que aún le dure. Se detiene y cierro los ojos, temblando, suspirando, amando cada poro de su piel, cada trocito de su ser, cada gesto, cada risa.
La miro como asustado. Ahora no aguantaría ninguna de sus miradas de reproche, se rompería el muro de indiferencia que he creado y lloraría como un niño en su regazo. ¡Y si es eso lo que debo hacer? Sólo es mi amiga. Mi mejor amiga, aquella que me defiende, que me quiere tal y como soy.
Merlín, Hermione, dame otra oportunidad y prometo hacerte más feliz que cualquier mujer en este mundo. No me dejes o no podré seguir. Lucharé por ti, por el fututo, por nuestro futuro. Déjame mirarte como ahora para siempre, acaríciame otra vez y haz que vuelva a sentir que mi universo tiene sentido sólo porque estás a mi lado.
Sólo yo soy culpable de esto, así que no mires así.
-Voy a dar una vuelta- dice mi hermana.
Intento prohibírselo, volver a comportarme como el hermano tremendamente celoso que una vez fui, pero me siento tan seco por dentro que ni siquiera tengo fuerzas para negarle nada. Eres tú, perfecta prefecta, la que intentas acompañarla, pero ella se niega, y ni siquiera eres capaz de enfrentarte a ella.
Maldigo a mi hermana porque ya te vas, te alejas y las palabras se atoran en mi garganta. Y decido irme a dormir, pensando que quizá, al cerrar los ojos, despierte y todo sea diferente, los malos vientos hallan pasado y tú estés a mi lado, dulce, suave, amándome como yo lo hago.
Me levanto y veo cómo Ginny desaparece por el retrato acurrucada en su fina capa verde botella. Y avanzo hacia las escaleras. Cuando estoy arriba doy la vuelta y te observo. Harry te dice algo al oído y siento algo parecido a celos que se revuelve en mi interior. Bajo un par de escaleras enardecido, pero una inteligente vocecita en mi cabeza me dice que lo deje todo como está, que no puedo reprocharte nada, y eso hago.
Pero, como ya me temía, no puedo dormir. Doy vueltas en la cama y esa mirada tuya se me clava cada vez más en mi corazón. No puedo pasar ni un momento más sin decirte anda, sin arreglar las cosas y sin saber si va a haber un mañana.
Cuando todos están dormidos, me levanto con lentitud, escuchando el crujir de mis pasos en la madera del suelo, el "clic" de la puerta al abrirse y al cerrarse y la respiración de mis compañeros.
Bajo a la Sala Común y entonces te veo allí, acurrucada en un rincón de la alfombra, en pijama, dibujando con la punta de una pluma ya desgastada en las cenizas del fuego ya apagado. Oigo tus sollozos ininterrumpidos, el "fru, fru" de tu camisón blanco con la alfombra. Siento tu pena como algo que me desgarra el alma y me acercó sintiéndome más culpable que nunca.
No me sientes y yo me acerco a ti, lentamente.
Cuando ya estoy casi al lado tuya te levantas asustada y me miras con extrañeza. Un tirante del camisón a un lado, dejando ver algo más de tu piel blanca, haciendo que desee aún más besarla que antes. Tus ojos rojos e hinchados, tus ojeras oscuras y delineadas. La pluma cae de tu mano al suelo y noto que tiemblas debajo del camisón. Yo también lo hago, no te preocupes.
Y dos palabras, las más importantes en nuestra relación desde que nos conocimos y que nunca te he dicho habladas, salen de mi boca casi solas.
-Lo siento-
Me miras extrañada y yo bajo la cabeza, sintiendo un escozor en los ojos. Y sí, te acercas a mí, oigo tus pasos suaves en la moqueta, tus pies desnudos deslizándose, tu mano en mi nuca, la mía en el hueco de tu cintura.
Clavas tus ojos color avellana en mis ojos y siento que algo en mí se derrite, que ya no puedo aguantar más este escozor, y una lágrima solitaria cubre mis mejillas. Tus dedos se libran de ellas y en un momento de valor te acerco de un impulso a mi cintura y te beso.
Un roce, un poco más, y noto que tu lengua se va haciendo hueco en mi boca. Merlín, que sensación más agradable.
Cuando nos separamos, noto algo mojado y veo que estás llorando. Y entonces recuerdo cuando Harry me dijo que su primer beso había resultado húmedo. Y comprendo lo que es que la persona a la que quieres llore después de haberla besado por primera vez.
-¿Tan mal beso?-pregunto, mitad asustado y mitad bromeando.
Ríes, con esa sonrisa tan hermosa y me arrastras besándome hasta el sofá.
-Te quiero, Ron.
Un beso, y otro, y uno más.
-Y yo a ti, Hermione.
No pensemos en el mañana, quedémonos con el presente, y déjame despertarme contigo entre mis brazos.
La noche se va haciendo con el cielo y ya los últimos acordes del día tocan su melodía final.
¿Es un día normal? No, no lo es. Quizá alguno de los que no están presentes lo consideren así, se vayan a dormir seguros en sus camas de dosel. Pero los aquí reunidos sabemos que este no es un día normal.
Ya llega el final, dentro de poco todo acabará, y aún no le he dicho la verdad. Y ni siquiera soy capaz de acercarme.
Valor, necesito valor.
Estás tan cerca y a la vez tan lejana. Con esos ojos castaños y grandes, observando cada uno de los movimientos de tus compañeros, y sin querer, observándome a mí. Esto me hace sudar y me pones más nervioso de lo que crees. Y para no enfrentarme a ti, me encierro en mi mundo y sigo mirando a la ventana.
Las estrellas titilando como si fueran antorchas en un cielo cada vez más y más oscuro. Y yo me pierdo en ellas, como un día me perdí en tus ojos.
Quiero gritarte, reír contigo, amarte, escuchar cómo me regañas, sentir tu aliento en mi oído, como cuando me susurrabas algo secreto o simplemente por olerme. Quiero ser yo quién te acompañe a todos sitios. Quiero que claves tus ojos en mí, aunque sólo sea por escuchar un "lo siento" o un "por favor". Quiero besarte hasta conocer cada uno de tus rincones, abrazarte como si fuera la última vez
Y soy yo el culpable de todo esto.
Y quiero arreglarlo y no sé como. Acercarnos es ya casi imposible, pero mis hermanos me han hecho creer que algo imposible no existe.
Mis hermanos...¿Qué queda ya de ellos?
Bill y Charlie están trabajando arduamente para la Orden, pero la muerte de nuestro padre aún resuena en todas las mentes de la familia Weasley. Mi madre sigue de pie, aunque todos sabemos que está destrozada, y su forma de luchar contra todo es estar al mando, sonreír y preparar comida.
De Percy es mejor no hablar, aunque al menos ahora se comporta como una persona normal, pero los gemelos no le han perdonado. Fred y George, ocultándose tras su tienda de artículos de broma, sus novias y su humor. Ellos se sostienen mutuamente, y nadie es capaz de entrar en su mundo, aunque si necesitas algo de ellos, allí están.
Y Ginny. ¿Qué te pasa que ni siquiera dejas que se acerquen a ti? ¿Qué han hecho con mi hermana pequeña? ¿Dónde está tu alegría, tu risa, el brillo de tus ojos? Perdido, todo perdido en un pozo de negrura que se extiende sobre nosotros.
Oigo que los demás hablan, pero no alcanzo a comprender bien sus palabras y sólo leves entonaciones llegan a mí.
No me importa, estoy demasiado cansado para poder seguir. Cierro los ojos, quizá así el tiempo pase más rápido.
Alguien se acerca. Es ella, inconfundible su aroma a aquella colonia que hace dos años le regalé por Navidad. No sé cómo es posible que aún le dure. Se detiene y cierro los ojos, temblando, suspirando, amando cada poro de su piel, cada trocito de su ser, cada gesto, cada risa.
La miro como asustado. Ahora no aguantaría ninguna de sus miradas de reproche, se rompería el muro de indiferencia que he creado y lloraría como un niño en su regazo. ¡Y si es eso lo que debo hacer? Sólo es mi amiga. Mi mejor amiga, aquella que me defiende, que me quiere tal y como soy.
Merlín, Hermione, dame otra oportunidad y prometo hacerte más feliz que cualquier mujer en este mundo. No me dejes o no podré seguir. Lucharé por ti, por el fututo, por nuestro futuro. Déjame mirarte como ahora para siempre, acaríciame otra vez y haz que vuelva a sentir que mi universo tiene sentido sólo porque estás a mi lado.
Sólo yo soy culpable de esto, así que no mires así.
-Voy a dar una vuelta- dice mi hermana.
Intento prohibírselo, volver a comportarme como el hermano tremendamente celoso que una vez fui, pero me siento tan seco por dentro que ni siquiera tengo fuerzas para negarle nada. Eres tú, perfecta prefecta, la que intentas acompañarla, pero ella se niega, y ni siquiera eres capaz de enfrentarte a ella.
Maldigo a mi hermana porque ya te vas, te alejas y las palabras se atoran en mi garganta. Y decido irme a dormir, pensando que quizá, al cerrar los ojos, despierte y todo sea diferente, los malos vientos hallan pasado y tú estés a mi lado, dulce, suave, amándome como yo lo hago.
Me levanto y veo cómo Ginny desaparece por el retrato acurrucada en su fina capa verde botella. Y avanzo hacia las escaleras. Cuando estoy arriba doy la vuelta y te observo. Harry te dice algo al oído y siento algo parecido a celos que se revuelve en mi interior. Bajo un par de escaleras enardecido, pero una inteligente vocecita en mi cabeza me dice que lo deje todo como está, que no puedo reprocharte nada, y eso hago.
Pero, como ya me temía, no puedo dormir. Doy vueltas en la cama y esa mirada tuya se me clava cada vez más en mi corazón. No puedo pasar ni un momento más sin decirte anda, sin arreglar las cosas y sin saber si va a haber un mañana.
Cuando todos están dormidos, me levanto con lentitud, escuchando el crujir de mis pasos en la madera del suelo, el "clic" de la puerta al abrirse y al cerrarse y la respiración de mis compañeros.
Bajo a la Sala Común y entonces te veo allí, acurrucada en un rincón de la alfombra, en pijama, dibujando con la punta de una pluma ya desgastada en las cenizas del fuego ya apagado. Oigo tus sollozos ininterrumpidos, el "fru, fru" de tu camisón blanco con la alfombra. Siento tu pena como algo que me desgarra el alma y me acercó sintiéndome más culpable que nunca.
No me sientes y yo me acerco a ti, lentamente.
Cuando ya estoy casi al lado tuya te levantas asustada y me miras con extrañeza. Un tirante del camisón a un lado, dejando ver algo más de tu piel blanca, haciendo que desee aún más besarla que antes. Tus ojos rojos e hinchados, tus ojeras oscuras y delineadas. La pluma cae de tu mano al suelo y noto que tiemblas debajo del camisón. Yo también lo hago, no te preocupes.
Y dos palabras, las más importantes en nuestra relación desde que nos conocimos y que nunca te he dicho habladas, salen de mi boca casi solas.
-Lo siento-
Me miras extrañada y yo bajo la cabeza, sintiendo un escozor en los ojos. Y sí, te acercas a mí, oigo tus pasos suaves en la moqueta, tus pies desnudos deslizándose, tu mano en mi nuca, la mía en el hueco de tu cintura.
Clavas tus ojos color avellana en mis ojos y siento que algo en mí se derrite, que ya no puedo aguantar más este escozor, y una lágrima solitaria cubre mis mejillas. Tus dedos se libran de ellas y en un momento de valor te acerco de un impulso a mi cintura y te beso.
Un roce, un poco más, y noto que tu lengua se va haciendo hueco en mi boca. Merlín, que sensación más agradable.
Cuando nos separamos, noto algo mojado y veo que estás llorando. Y entonces recuerdo cuando Harry me dijo que su primer beso había resultado húmedo. Y comprendo lo que es que la persona a la que quieres llore después de haberla besado por primera vez.
-¿Tan mal beso?-pregunto, mitad asustado y mitad bromeando.
Ríes, con esa sonrisa tan hermosa y me arrastras besándome hasta el sofá.
-Te quiero, Ron.
Un beso, y otro, y uno más.
-Y yo a ti, Hermione.
No pensemos en el mañana, quedémonos con el presente, y déjame despertarme contigo entre mis brazos.
