Entre el cielo y el infierno.
Hola!!!!
Mil millones de perdones. Soy un desastre, pero es que no tengo tiempo de nada. No he podido contestar los reviews, pero que conste que me han hecho mucha ilusión, y me han ayudado a seguir adelante con esta atípica historia.
Siento de veras, no poder actualizar más a menudo, más que nada porque me encanta escribir y que otra gente disfrute con lo que escribo, pero mi situación actual ( controles y la boda de una hermana histérica) no me dejan tiempo.
Gracias (sobre todo a ti, Mina. Se que te dije que la iba a subir hace un par de semanas pero he sido imposible!) a todos aquellos que me han mandado reviews, preguntándome si aun estaba viva, y si pensaba continuar la historia. La continuaré, pero lentamente.
Por cierto!!! Esta historia es un SLASH! Es decir, relaciones chico- chico. A quien no le gusten este tipo de historias, que de media vuelta, no quiero ser la causante de ningún tipo de trauma emocional. Si en cambio te gustan estos fanfics tanto como a mi, adelante!! Disfrútalo y si quieres más, deja un review por favor!!!
Disclaimer: los personajes son de Rowling, el infierno de mi imaginación y del padre de Sirius y las faltas de ortografía de el deficiente sistema educativo al que estoy sometida ( vale!!!! Y también a mi despiste personal!!! ^^U) Bueno, que no gano nada con esto, así que... nadie me demande!!!
Capítulo 2.
Las palabras se quedaban cortas ante tal espectáculo. Era.. sencillamente espléndido. La enorme sala, decorada en tonos rojos, marrones y anaranjados daba un ambiente muy acogedor a la estancia. La calidez arropaba suavemente. Sencillamente, aquél no parecía el lugar donde se urdían todas las desgracias del mundo.. Se asemejaba a aquellas grandes capillas italianas de las que estaba llena Roma, con ángeles retozando sobre un cielo límpido y claro. Era demasiado harmónico, demasiado bello a su manera. Los ángeles eran sustituidos por demonios realizando escenas atroces, pero aunque fueran actos viles, la belleza de aquellos demonios era perfecta. Quien ha dicho que lo bueno no puede ser horrendo? O que en la belleza más angelical no puede residir un alma corrupta y pecaminosa? La concepción de la fealdad relacionada con el mal es un invento humano, totalmente erróneo.
Al contrario de lo que los seres mortales que habitan en la tierra piensan, los demonios no son imágenes grotescas con patas de macho cabrío y cuernos. Nada más allá de la realidad. Un ejemplo muy claro de mostraba ante los ojos extasiados de Sirius. Entre los personajes sentados en la mesa que ocupaba el centro de la gran sala, se encontraban algunos de los seres más bellos de la creación. Unos, esperando con gesto contenido alguna indicación del rey de los demonios, otros, con sus pálidas caras impasibles. Rostros que parecían esculpidos en la más bella porcelana, ojos claros de largas pestañas sedosas. Como él, como su agraciado padre, que le miraba evaluando su reacción al entrar en aquel lugar.
Todo le llamaba la atención. Desde los oscuros cuadros que prendían de las paredes, pintados con figuras grotescas que representaban falsos demonios realizando los actos más macabros, hasta los cientos de candelabros que mostraban sus llamas tímidamente, situados en cada rincón de aquel lugar mágico. De repente, una voz le sacó de sus pensamientos.
- Sirius, acércate a mi.
El joven demonio hizo lo que la voz grabe y profunda le instaba. Era casi como un acto reflejo. Nadie se atrevía a desafiar al gran Lucifer. Él ordenaba, los demás vivían para servirle. Y la sangre de su sangre no era ninguna excepción. Sirius se aproximó a su padre con pasos decididos. Se sentía profundamente observado, y eso le incomodaba. Odiaba sentir aquellas miradas sucias en él, le hacían sentirse vulnerable.
- Si no me equivoco.. y no lo hago, debes estar a punto de cumplir la mayoría de edad
- Si padre, de aquí a dos semanas exactamente.
- Entonces... sabes lo que quiere decir eso verdad?
- No padre – contestó Sirius tragando saliva – ahora mismo no caigo...
- Venga Sirius... no me digas que en mil años de clases diarias aun no has aprendido el protocolo a seguir...
Entonces Sirius recordó, y al hacerlo, su corazón se encogió, dejando de irrigar correctamente y causando un palidez mortal en el muchacho, cosa que no pasó desapercibida por el diablo supremo.
- Veo que por fin has recordado, amado hijo...
- El bautismo de sangre...- susurró Sirius, obligando a que las palabras salieran de su obstruida garganta.
- Exactamente, ni yo mismo lo hubiera dicho mejor.
- Pero padre... ¿ No era un antiguo ritual caído en desuso?
- ¡¿Desuso?!- gritó Lucifer perdiendo todo asomo de sonrisa- Está en desuso porque hace más de tres milenios que no se tiene que obligar a ningún demonio a que mate a alguien! No sabes cuan avergonzado estoy al obligarte a realizar este ritual. El hijo del rey de los demonios, señor del inframundo, siendo obligado a realizar un bautismo de sangre....insólito.
- Padre, yo no...
- ¿Acaso te atreverás a desobedecerme?- dijo lleno de ira
- Nunca mi rey y señor
- Entonces harás lo que yo te diga.
- Por supuesto, padre. Sus peticiones son mis anhelos.
Lucifer hizo una señal a uno de los demonios de rango superior sentados en la mesa. Con andar lento y casi ceremonioso, se situó a la izquierda del ángel caído, en el lado contrario de donde estaba situado Sirius. Bajo su brazo, traía un bulto de considerables dimensiones, que empezó a desenrollar lenta y meticulosamente. De repente Sirius comprendió de que se trataba aquel pergamino; había estudiado sobre él. Básicamente, se trataba de una recopilación de los dogmas del infierno. Normas inquebrantables seguidas al pie de la letra durante milenios
- Con su permiso, mi señor
- Adelante - gruñó el diablo
El ser carraspeó un poco, y luego empezó a recitar con monótona voz.
- Dogma número 527. Iniciación de un neófito. Párrafo tercero. Todo diablo neófito, al llegar a los 1000 años de edad, debe prestarse a un "Bautismo de Sangre" en el caso de que no se haya efectuado ninguna muerte previamente.
- Padre, escúcheme....- volvió a intentar excusarse Sirius.
- Silencio! Continua con la lectura. No toleraré ninguna otra interrupción.- vociferó.
El diablo que sostenía el pergamino continuó, indiferente a los ruegos del joven.
- Este es un requisito indispensable para pasar a formar parte del sistema jerárquico del infierno. Si el interesado se negara a efectuar dicha iniciación, sería apresado y condenado a la pena del Fuego Eterno.
Sirius notó como su cuerpo empezaba a temblar, en contra de su voluntad. El Fuego Eterno... las llamas abrasadoras e inextinguibles que laceran la carne y la piel provocando la más terrible de las torturas sin llegar a consumir nunca el cuerpo de la infeliz víctima, condenándole a una eternidad de sufrimiento y dolor.
Aquél, era el castigo más cruel del averno. Era administrado a los ángeles, a los humanos puros y a los traidores y desertores. Era uno de los castigos supremos más temidos por todos, y el predilecto de su infame padre.
- Y bien hijo mío?- preguntó el cabeza de mesa mirando fijamente a su hijo - ¿Qué te ha parecido el discurso?
- Correcto padre, como todo lo que usted escribió en el sagrado Pergamino de los Dogmas.- respondió Sirius sin ningún tipo de emoción en su voz, a la vez que analizaba la reacción de su padre.
Había mentido, pues nada de lo que estaba escrito en aquel pergamino le parecía correcto. Más bien al contrario. El problema residía en que su padre era experto en detectar mentiras u omisiones, quien más experto en ello que el rey de las tentaciones. Pero no había tenido otra opción, eso era lo que se esperaba que contestara. Haber respondido con otra frase hubiera significado humillar a su padre. Grave error.
- Desapareced- ordenó Lucifer si apartar la mirada de su hijo.
Acto seguido, sin ningún tipo de demora, todos los demonios desaparecieron de la excelsa estancia. Solo quedaron padre e hijo, enzarzados en un duelo de voluntades.
Sirius volvió a tragar saliva. ¿ Qué quería decir aquello? Sin duda no era buen señal. Su padre casi nunca estaba sin la compañía de alguno de sus colaboradores directos.
- Sirius, Sirius, Sirius.... no se qué hacer contigo.
- ¿Porqué padre?
- Hijo mío, escúchame atentamente, porque dudo que jamás me oigas volver a repetir esto. Estoy cansado, harto de todo. Llevo una eternidad reinando en el infierno, y de momento, en vistas del estado decadente en el que se encuentra el mundo y la sociedad en general, creo que no lo he hecho nada mal. .- Lucifer paró un instante, buscando las palabras con las que expresar aquello que le llevaba tanto tiempo dando vueltas por la cabeza. - Y aunque adoro lo que hago, todo tiene un límite. Soy viejo, muy viejo, y la carga de un mundo al cual destruir y un dios al que derrocar se me hace cada década más grande. Y desde que naciste supe que no sería yo el que culminaría esta ardua tarea empezada en los albores del tiempo, sino tú, mi único vástago . Pero por una vez en mi existencia, creo que me equivoqué. No se que es lo que hice mal, juraría que te di toda la educación necesaria para que te convirtieras en un respetable heredero, y mira hasta donde he llegado, a obligarte a realizar el rito más vejatorio de todo el infierno. Quizás todo sea una equivocación. No se que es lo que debo hacer...
- Eso quiere decir – aventuró Sirius interpretando las palabras de su padre – que no debo someterme al Bautizo de Sangre?
El diablo, se quedó observado largamente a su hijo, tratando de comprender.
- No Sirius, no me comprendes....quiero saber el porque de tu conducta. Porque odias la muerte, porque no te deleitas con la sangre y el sufrimiento... porqué no te pareces más a mi.
- Quizás sea, mi excelencia, porque me parezco más a mi madre.
Lo había dicho, ya no podía echarse atrás. Estaba en un callejón sin salida. No podía admitir que odiaba todo lo relacionado con el mundo de su padre. Sabía que no debía hablar de su madre
- Tu madre... Sirius, veo que tienes agallas.. como mínimo en eso si que has salido a mi... Vete de mi vista, no quiero tenerte en mi presencia hasta que hayas realizado el Bautizo de Sangre. Ya sabes en que consiste, y si no , te buscas la vida. Tienes exactamente una semana de plazo para cumplirla. Si en ese periodo de tiempo no has realizado el rito, prepárate para el Fuego Eterno. No tengo nada más que decirte. No vas a estar vigilado, nadie se va a entrometer en lo que hagas en esta semana, solo te recuerdo las consecuencias de un fallo por tu parte. No juegues conmigo, hijo – dijo escupiendo las palabras – sabes muy bien de lo que soy capaz.
- Por supuesto padre, no le deshonraré.
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- Sirius... ¿ qué piensas hacer?
Sirius se sorprendió un poco por el hecho de que su amigo le hubiera llamado por su nombre de pila. Casi nunca lo hacía, solo cuando la situación era tensa, o cuando estaba realmente triste. Y ese era uno de esos momentos. Eso quería decir que le comprendía y que le quería ayudar. James era el mejor amigo que había tenido en toda su vida. Le agradeció el gesto con otra triste sonrisa.
- No lo se James, no lo se.... lo más fácil sería realizar la misión. Tan sencillo como eso. Matar al primer ser humano que se cruzara por mi camino, de la forma más monstruosa y terrible que nadie haya imaginado, y servirle a mi padre la cabeza del pobre infeliz en bandeja de plata.
- Y si no... que alternativa te queda?
- Alternativa? Pudrirme por el resto de la eternidad sufriendo indecibles torturas, por poner un ejemplo – la sinceridad con la que antes hablaba se había convertido en una mezcla de ironía con resignación – O desafiar a mi padre y morir en sus propias garras. No puedo huir, me alcanzarían. No puedo esconderme, me encontrarían.
- Entonces... comete un crimen que no pese en tu conciencia. Mata a un asesino, a un violador o a cualquier otro deshecho de la sociedad.
Sirius rió con amargura, con una risa cansada y grabe, el sonido de quien se encuentra en la cuerda floja.
- No es tan sencillo... no puede ser un ser humano cualquiera, tiene que ser el ser más puro que se presente ante mis ojos. Una vez reconozca la bondad de su corazón, ya no habrá marcha atrás. Ese ser será mi victima y yo su verdugo. Por eso estoy aquí arriba, en el campanario de esta iglesia. Mientras esté encima de la bondad, no podré verla. Esperaré a que se acabe el día y la noche lo tiña todo de negro para adentarme en la ciudad. Iré a los suburbios, donde la maldad y la enfermedad reinen en medio del caos, donde encuentre al más puro de entre los malditos. Dentro de lo que cabe, no será el más bueno, sino el menos malo.
- Sirius...
- ¿ James?
- Gracias.
- ¿Porqué? – preguntó extrañado el aludido. Ahora si que n entendía nada. - ¿ Qué ocurre?
- Gracias por no desafiar a tu padre. Si nos pasara algo... ¿ seguiremos unidos allá donde fuéramos?
Sirius sonrió ampliamente, el primer gesto sincero que aparecía en su expresión desde hacía varias horas.
- James, nunca nos separaremos. Nacimos juntos, hemos crecido unidos y moriremos a la par. Y aun no ha llegado tu momento de morir, igual que el mío. Siempre te lo he dicho: tu no morirás cuando yo muera, sino que moriremos a la vez, de mutuo acuerdo.
- A veces me pregunto... que es ser un demonio normal. Y como hubiera sido mi personalidad de haber sido encadenado a otro diablo. Nunca te lo comenté pero.. espero no ser una carga para ti. Tu nunca pediste un lacayo, naciste con él.
- James.. no digas eso! Te he dado señales alguna vez de despreciarte o considerarte un mero instrumento? Yo no entiendo a aquellos demonios que utilizan a sus lacayos como sirvientes o como... – Sirius se sonrojó un poco al pensar en la otra posibilidad para la que algunos demonios usaban a sus lacayos , James hizo otro tanto – bueno, tú ya sabes como. Para mi eres un hermano, un amigo, y ten por seguro que prefiero mil veces sacrificar la vida de un humano antes que las nuestras.
- Gracias Sirius. – dijo James abrazándole por sorpresa.
- A ti por existir James. – respondió devolviéndole fuertemente la muestra de afecto. – Aun queda un buen rato antes de que la noche sea completamente negra, y no quiero ni pensar que pasaría si a un humano le diera por mirar hacia arriba. Será mejor que vayamos a algún sito a escondernos hasta que llegue el momento.
Los jóvenes demonios bajaron lentamente por las escaleras del campanario. Sirius había conjurado unas gafas oscuras para hacerse pasar por ciego. Y es que realmente, si querían que la cosa saliera como lo tenían planeado, Sirius no podía abrir los ojos hasta estar en el lugar adecuado. Y pasar por la iglesia con los ojos al descubierto podía ser muy peligroso, no para ellos, sino para los inocentes fieles ,que rezaban en el silencio más absoluto.
Aunque por un momento, le hubiera gustado contemplar la imponente catedral gótica. Sus frescos de santos de mirada perdida y su altar dorado y reluciente. Ciertamente, en su larga vida no había tenido mucho tiempo ( ni oportunidad) de poder estar en un lugar como aquel. Su padre le hubiera desterrado en el acto ante la simple mención. Habría argumentado que ningún diablo puede tener relación alguna con dios más que la del odio. Pero Sirius era un demonio peculiar, y sus ganas de aprender enormes. En sus escasas visitas a la tierra de los humanos, había podido perderse en las arquitecturas de numerosas catedrales, como la Sagrada Familia, en Barcelona, o la fantástica Notre Dame de Paris. Incluso había llegado a entrar en esta última, al principio con mucha cautela, con temor a ser atacado por una horda de demonios enfurecidos por el agravio cometido, o por un coro de ángeles indignados por el insolente atrevimiento. Pero nada de eso ocurrió, y el joven diablo pudo deleitarse con todos sus detalles, hasta el mínimo rincón, paseando en silencio como uno más de los fieles.
Ahora la situación era distinta. En el termino de una semana, no podría volver a poner los pies en un lugar como ese. Su alma estaría manchada, sucia, irrecuperable. Con reticencia y pesar, se deshizo de la tonta idea y siguió los pasos de su lacayo.
Caminaron raudos pero con cautela. James asía a Sirius por uno de los brazos mientras le guiaba por las calles atestadas de mortales. El joven príncipe iba tranquilo y confiado, pues sabia que James no le iba a fallar. Durante ese tiempo se dedicó a reflexionar sobre lo que había ocurrido. Nunca hubiera pensado que James se sintiera tan inseguro respecto a su amistad. Pero tampoco le culpaba por ello. De haber estado él en su situación, quizás también hubiera dudado de ello.
Los lacayos eran seres únicos. No se les podía considerar demonios, pero tampoco seres humanos, ángeles o animales. No eran malos ni buenos, y muy pocos de ellos tenían personalidad. Se amoldaban a las peticiones de su amo, es decir, a la persona a la que habían sido entregados al nacer. Su vida, tanto así como su muerte, estaba atada a la del que servían, sin opiniones ni quejas, simplemente mediante resignación y sumisión. Eran leales hasta la muerte, incapaces de desobedecer a sus amos o de ocultarles la verdad. Normalmente eran usados como secretarios fiables y eficientes, o como criados pulcros y meticulosos, aunque en ciertos sectores de la jerarquía del averno, sobretodo en la parte más elevada, se destinaban a actividades sexuales, hecho prohibido pero real.
Sirius nunca consideró importante la verdadera naturaleza de James, más un juguete que otra cosa. Crecieron juntos y se criaron como hermanos. En ningún momento hubiera pensado en James como algo fuera de lo fraternal, tanto en lo relacionado a su vínculo social, como en lo referido a lo sentimental. Le quería como al mejor de los amigos, y le respetaba como tal. Por eso nunca se hubiera atrevido a forzarle en ningún momento, como otros hacían. Debido a esa razón y al hecho de que no estaba enamorado de él. Black era así: un romántico sin remedio, cosa que le había llevado a muchos líos con su padre quien, obviamente, consideraba el amor una amenaza a su imperio.
******************************************Después de caminar durante largo rato, apartándose paulatinamente de las concurridas calles, llegaron a la parte más pobre de la ciudad, hogar de ladrones, asesinos, drogadictos y otras ramas similares de la decadente sociedad. Sirius, oculto tras su disfraz de ciego y acompañado por James, quién no le quitaba el ojo de encima, percibía todo lo que ocurría a su alrededor.
De repente, se originó un gran movimiento a su alrededor. La oscura y tranquila calle se llenó de hombres con malas intenciones, o eso era lo que percibía el agudo sentido del diablo. Ninguno de ellos deseaba darles las buenas noches, ni mucho menos. Para cualquier otro, aquella hubiera sido la oportunidad perfecta, pero no para él. Eran demasiados, no se podía arriesgar a matar a tanta gente, por muy malos que fueran. El joven demonio había crecido en el lugar donde la maldad estaba en estado puro, y aquel tipo de agresión desesperada no era fruto de un alma corrupta, sino de la necesidad, el hambre y las circunstancias de una vida olvidada.
- Vaya, vaya, vaya.. mirad lo que tenemos por aquí...- empezó a decir uno de los componentes del numeroso grupo.
Eran más o menos quince personas, jóvenes de edades comprendidas entre los 17 y 25 años, demasiado jóvenes para morir y con un largo camino que seguir adelante.
- Buenas noches caballeros... ¿Qué ayuda les podemos ofrecer?- preguntó James haciendo gala de su delicada pero inconveniente educación en aquellos momentos.
- Que coño está hablando este tío!!!!
- No lo se, pero si habla así es que el cabrón está forrado.... vamos a vaciarles los bolsillos...
- Creo James, - intervino Sirius serenamente- que estos " amables señores" van a seguir su camino sin molestarnos. ¿ Verdad chicos?
- De que vas ciego de **** ( comentarios censurados ^__^U)??!!!- gritó uno de ellos blandiendo una porra.
- Bueno... creo que no queda otro remedio, tendremos que luchar. Verdad James? Ocúpate de ellos, pero no les hagas mucho daño....
- Por fin un poco de acción... – sonrió James con malicia, adoptando su pose de ataque.
Todo pasó muy rápido, demasiado. Sirius se retiró a un rincón oscuro, desde donde no tuviera tentaciones de echarle un ojo a la pelea. Aunque era contrario a la violencia, la forma de luchar de James le entusiasmaba. Sus movimientos, sus golpes eran tan elegantes como efectivos. Parecía un felino en plena caza. Se tubo que conformar con percibir el vaivén de su energía. El grupo de jóvenes que luchaban contra James se fue dispersando. No esperaban a un contrincante con cientos de años de experiencia en todo tipo de lucha. Al final sólo quedaron los más fuertes, con los que el lacayo tubo mucho más trabajo.
De repente, Sirius se encontró rodeado. Los cobardes que habían huido no se conformaron con salvar su pellejo, clamaban venganza. Y no había mejor forma de dar con ella que atacando al protegido de quién había herido tan fuertemente su orgullo. El hijo del infierno notó sus débiles energías, pero se negó a luchar contra ellos, su técnica era demasiado desarrollada, y su poder, inmenso. Sin la vista no podía controlar bien sus ataques, era demasiado arriesgado. Recibió un puñetazo en el estómago, luego un golpe muy fuerte en su lado derecho y finalmente un terrible dolor en la base de la cabeza.
Por muy poderoso que fuera, su cuerpo no aguantó un golpe así. Cayó cuan largo era, volviéndose a golpear la cabeza contra el suelo y perdió el conocimiento.
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