Entre el cielo y el infierno
Por cierto!!! Esta historia es un SLASH! Es decir, relaciones chico- chico. A quien no le gusten este tipo de historias, que de media vuelta, no quiero ser la causante de ningún tipo de trauma emocional. Si en cambio te gustan estos fanfics tanto como a mi, adelante!! Disfrútalo y si quieres más, deja un review por favor!!!
Disclaimer: los personajes son de Rowling, el infierno de mi imaginación y del padre de Sirius y las faltas de ortografía del deficiente sistema educativo al que estoy sometida ( vale!!!! Y también a mi despiste personal!!! U) Bueno, que no gano nada con esto, así que... nadie me demande!!!
Siento la tardanza y también siento mucho no haber podido responder los reviews. La verdad es que, para variar, no ando muy fina de tiempo, y si quiero avanzar algunas cosas, tengo que dejarme algo en el tintero. Intentaré ir actualizando más a menudo, pero seguro que en verano la cosa irá mucho más rápida. Miles de gracias por tener tanta paciencia conmigo.
Por cierto, lo que está en cursiva son los pensamientos directos de los personajes.
Capítulo 4: Las argucias del diablo
James corría desesperadamente por las calles de la bohemia ciudad. No sabía como aquellos niñatos habían conseguido despistarle, y mucho menos, qué habían hecho con Sirius. Dios!!!! Como podía haber sido tan torpe e incompetente? Sin duda todo había sido culpa suya. Un lacayo nunca debía dejar a solas a su amo, su deber era protegerle con su propia vida. Y ahora... se encontraba perdido en medio de aquel lugar desconocido, incapaz de percibir la energía de Sirius y luchando contra su propia culpa.
¿Qué habría sido del joven diablo? Conociéndole, estaba seguro de que no abriría los ojos hasta estar haber hallado el humano adecuado. Aunque su vida estuviera en peligro, aunque se encontrara igual de perdido que él, su temple y su orgullo le darían fuerzas hasta que encontrara la bondad más perversa y pudiera saldar su cometido.
El demonio siguió recorriendo las calles sin rumbo fijo. Sabía que de aquella manera no conseguiría encontrar a Sirius, pero era lo único que podía hacer. Si hubiera sido un humano normal y corriente habría acudido a la comisaría, o a los hospitales, como muy bien había aprendido en sus clases de supervivencia en el averno. Pero esta vez eso no daría resultado. Al ser una misión técnicamente " no peligrosa", no les habían dotado de los documentos de acreditación necesarios que usaban los mortales para controlarse los unos a los otros. Si iba a una comisaría y preguntaba por Sirius Black, le tirarían de allí a patadas al comprobar la falsedad del nombre.
Genial – pensó irritado – nada puede empeorar más la situación. Este es el peor día de mi vida... Solo faltaría encontrarme con el mismísimo Satanás reclamándome a su hijo para que todo fuera genial.
Pero James no podía estar más equivocado cuando delante suyo aparecieron dos figuras que jamás esperó encontrar en aquella situación.
Sirius se dio la vuelta incómodo. Algo no andaba bien en aquel lugar. Primero: no estaba en su cama adoselada, segundo hacía un frío inusual y tercero sentía una leve respiración muy cerca suyo. A parte, notaba algo entre sus brazos, como si estuviera abrazando algo muy suave y un tanto cálido. Algo así como... un torso masculino.
Por favor Sirius! – se reprendió a si mismo - ¿ se puede saber en la cama de que demonio te has metido ahora?
Pero cuando abrió los ojos se dio cuenta de su error. Aquel fantástico ser no era un demonio, era el más bello de los ángeles del firmamento, probablemente, el más puro. Ahora si que iba a morir a manos de su padre.
- Buenos días Black, veo que por fin te has dignado a mostrarme tu mirada.
La verdad es que no recordaba como había llegado hasta la cama de tan delicada creación, no recordaba nada de lo acontecido la noche anterior. Aunque tampoco prestaba mucha atención a lo que tenía alrededor. Los ojos dorados del joven de voz melódica que estaba abrazando le tenían hipnotizado. Sentía como si no pudiera decir nada coherente, como si las palabras murieran en sus labios antes de intentar siquiera, ser articuladas.
- Sirius? Estás bien? O también tienes algún problema en la voz? La verdad es que viendo tu mirada, cualquiera diría que eres ciego...
Problemas? Ceguera? Él? No. En aquel momento no existían los problemas, estaba en el paraíso. No todos los días se despertaba uno con un ser angelical entre sus brazos. Y menos a uno como aquel. Sirius no respondió, simplemente se limitó a estrechar ese cuerpo más fuertemente, como si temiera perderlo.
Y el ángel sonrió. Le regaló la sonrisa más bella del mundo y correspondió el abrazo. Aquel gesto descontroló completamente al diablo. Se separaron un poco. Sus rostros estaban muy cerca, las respiraciones de ambos habían empezado a ser más agitadas, y sus cuerpos temblaban levemente. Sirius se dejó llevar por aquel sentimiento que le recorría por todo el cuerpo y lentamente, besó al ángel dorado. Suavemente, con infinita ternura, acarició los labios del otro, probando su sabor dulce como la miel mientras un escalofrío de placer recorría todo su cuerpo. No tubo que pedir permiso para profundizar más el beso, pronto notó una cálida lengua invadiendo su boca, entrelazándose con la suya propia. Si había muerto, esperaba que aquello fuera el paraíso.
Después, lentamente, sus rostros se fueron separando.
- Sirius.... esto ha sido....
- Si, lo se: perfecto. – dijo acariciando la suave mejilla del otro.
- La verdad es que iba a decir "inquietante" pero la perfección tampoco se aleja mucho de su término real. Se puede saber que has hecho conmigo? Desde que te vi no puedo dejar de pensar en ti... Además... casi no te conozco... No puedo creer que ahora mismo esté entre tus brazos, así, sin más.
Remus lucía auténticamente confundido. La noche anterior había llevado al joven hasta su casa bajo amenaza de ser delatado, aunque realmente lo hizo por culpa de aquella intensa atracción que estaba sintiendo desde que le vio tirado en la calle. Como el piso era pequeño, y encima era compartido, no tubo más remedio que meterlo a dormir en su misma cama. Después de todo, era un convaleciente y necesitaba cuidados directos.
De todas formas, lo último que habría imaginado era que aquello desembocaría en una situación tan comprometida: acabar en brazos de su " paciente por excelencia" y menos la noche después de conocerse. Pero si se paraba a pensar, nada de todo aquello tenía mucho sentido. Aunque en ese momento poco le importaba, estaba en una nube y no quería golpearse contra el duro y frío suelo.
- Yo tampoco.- corroboró Sirius mirándole con ojos arrobados - Solo puedo decirte, seas quien seas.... que me acabo de enamorar de ti.
BU-BUM. BU-BUM BU-BUM.
Después de decir aquellas palabras, el corazón del diablo empezó a palpitar a un ritmo descontrolado, y un montón de confusas imágenes acudieron a trompicones a su memoria. Una reunión con su padre, un campanario muy alto, una pelea, un hospital... y aquellos ojos dorados.
Y de repente lo comprendió todo. Su padre se había burlado de él. Su padre le había tendido una astuta y perversa trampa, muy acorde con sus tendencias naturales. No cabría esperar otra cosa de tan infame ser, y él había sido un necio por no haber desconfiado. Estaba perdido. Casi podía oír la risa de su progenitor desde las profundidades del infierno, burlándose de él. El maldito lo había maquinado a la perfección. No solo había conseguido que Sirius se viera obligado a matar a un ser puro, sino que encima le había conjurado para que no recordara nada del día anterior, para que no abriera los ojos hasta encontrar a su alma gemela. No fue una decisión de su raciocinio, sino de su corazón.
- Mierda! Mierda! Mierda! Mierda!
Sirius Black salió de la cama de un salto. La cabeza le daba vueltas y se sentía levemente mareado.... de repente notó un fuerte escozor en el lado derecho del cuello y supo que el maleficio estaba sellado. Ya no había marcha tras. La sentencia de muerte del ángel rubio estaba escrita con fuego en su piel, y él, era el verdugo que debía ejecutarla.
Deseaba golpear algo, desfogarse con el mundo por aquella injusticia, desbocar su rabia y su impotencia... pero no podía hacerlo. Si desataba todo el potencial de su energía en aquella minúscula habitación habría cumplido su misión mucho antes de lo esperado, pues no quedarían con vida ni el joven estudiante, ni un alma en menos de una kilómetro a la redonda. Y eso le frustraba más aun. Se consideraba uno de los diablos con más autocontrol del inframundo, pero en ese instante no se veía con ánimos de serenarse.
Pero cuando en el colmo de su desesperación estaba apunto de saltar por la ventana y abrir sus negras alas al sol de la mañana, una suave mano de posó en su hombro desnudo, y una voz preocupada aplacó su furia.
- ¿Estas bien Sirius?
Los ojos azul hielo del diablo se posaron en los miel del muchacho. Su rostro lucía preocupado por la angustia que dominaba su propio cuerpo. Los agudos sentido demoníacos de Sirius no pudieron evitar captar la inmensa preocupación del joven voluntario, que emergía por cada poro de su piel. Y aunque aquella muestra de preocupación calmó su ira descontrolada, la emoción que dejó a su paso no fue mucho más reconfortante. La inevitable culpabilidad se apoderó de todo su ser, llenando hasta cada rincón de su persona.
- Si estás confundido respecto a lo del beso...yo.. lo siento, no debí dejarme llevar. Debí haberme dado cuenta de que aun no eras plenamente conciente de tus actos, de que me confundías con otra persona....
Una cálida lagrima rodó por una de sus mejillas. Remus se sentía fatal. Por un lado le sabía mal que el muchacho se hubiera encontrado en una situación tan comprometedora, no quería molestar a nadie. Estaba convencido de que aquella reacción de rechazo la había propiciado él. Pero por otro lado, había notado como si aquel beso fuera realmente para él, y no para otro. Aunque.. ¿Era así o solo deseaba que lo fuera? Se había sentido en la gloria... hasta que notó ese escozor en el cuello después de que el chico del hospital se separara de él.
Fue bonito sentirse amado por un instante. Fue precioso recibir su primer beso de un ser tan perfecto como aquel.
A Sirius se le cayó el alma a los pies. Todo lo que había querido evitar se multiplicaba por mil. Su vida se derrumbaba lentamente y no quería arrastrar a ese joven puro con el. No le mataría. No sería su verdugo. Aunque eso implicara separarse de él por el resto de la eternidad y romper su corazón el pedazos diminutos.
Sirius sabía que debía partir, marcharse sin mirar atrás. Solo si se mostraba frío e indiferente, como si le hubiera utilizado, Remus conseguiría odiarle lo suficiente como parar olvidarse de él y seguir con su vida. Después de todo, solo fue un beso, y si no recordaba mal, aquel maleficio no afectaba por igual a los seres humanos y a los ángeles y demonios, pues en los primeros podía ser perfectamente pasajero.
La decisión estaba tomada. Sin hacer caso de las disculpas de Remus, y con la mayor frialdad posible, Sirius se dirigió con paso decidido hacia la silla, tomó su camisa y sin mirarle en ningún momento se acercó a la puerta. Pero su autocontrol flaqueó en el último instante.
- Olvídame por favor...
Su voz se parecía mas a un profundo lamento que a una petición coherente. Y antes de salir, dos lágrimas imposibles de ocultar rodaron por ambas mejillas dando pie a una despedida inevitable.
- Se puede saber que hacéis aquí? – preguntó James mordazmente – Alejaos de nosotros o lo pagareis caro.
Dos jóvenes, un chico y una chica, le observaban con tranquilidad, plantados delante suyo e impidiéndole el paso.
- Apartaros y dejadme seguir con mi camino, tengo cosas que hacer...
- Que cosas?- preguntó la chica.
- Nada que te importe.
- Oh! Claro que nos importa! Estamos aquí para ayudaros.
- No necesitamos la ayuda de nadie, y menos la de unos ángeles mediocres como vosotros.- respondió James desconfiado. – Además, porqué nos queréis ayudar? Somos demonios.
- Incluso los demonios necesitan ayuda de vez en cuando...- respondió el otro chico sin mucho entusiasmo.
James les miró con descaro, aunque ellos no parecieron molestarse. A veces le exasperaba la tranquilidad con la que se los ángeles se lo tomaban todo. El chico se parecía a todo menos a uno de ellos. Su pelo negro y largo hasta un poco más arriba de los hombros se veía graso y sin vida. En su pálido rostro destacaba una nariz aquilina, y en sus finos labios se dibujaba un rictus de impaciencia. Para rematar el cuadro, iba vestido con ropas negras, muy acordes con su estilo. La chica en cambio, tenía el pelo largo y rojo como el fuego, e iba ataviada con un hermoso vestido blanco, largo hasta los pies. Sus facciones eran suaves y proporcionadas, y sus sonrisa espléndida. Y sin embargo, ella no era un ángel, sino....
- Un lacayo, al igual que tú.
- Pero si yo creía que....
- Que solo los demonios poseían lacayos ¿verdad?
- Exacto. – admitió James de mala gana.- Y deja de leerme la mente, me pones los pelos de punta.
- Acaso no sabes lo que es la legremancia?- preguntó joven de negro con auténtica curiosidad.
- Claro que sé lo que es legermancia, pero no puedo usarla. A los lacayos se nos limita el uso de la magia, es una ley del infierno.
- Leyes estúpidas creadas por seres estúpidos- murmuró el ángel a modo de respuesta.
El joven lacayo le miró irritado, pero no se dignó a reprocharle aquella falta de cortesía. Realmente él también discrepaba en muchos puntos de la organización del averno, pero como no había conocido otra cosa, no podía aspirar a nada más.
- Sí puedes aspirar a algo más- aseguró la chica usando sus poderes sin intentar ocultarlo.
- No, no puedo. Y me largo, no hacéis más que estorbarme y meteros en mi intimidad. Si os echáis a un lado yo podré continuar con mi camino y vosotros con el vuestro.
- Lo siento, pero no podemos satisfacer tus demandas. Tenemos una misión que cumplir. Y te puedo asegurar de que estamos tan contentos como tu de vernos involucrados en tan espinosa situación.
- Y si nos negamos? Y si decidimos luchar contra vosotros para que nos dejéis en paz?
James ya estaba más que irritado. Tenía que encontrar a Sirius, y aquellos dos no le dejaban tranquilo. Desde cuando los ángeles ayudan a los demonios? Aquello no podía ser tan simple.... O era una estratagema de los ángeles, o por el contrario una argucia de Lucifer, pero nunca una salvación caída del cielo. Eso nunca ocurría de verdad. Y menos a ellos.
- Escúchame bien chaval.- al ángel de bruscos modales se le había acabado la paciencia.- No tenemos todo el día y os vamos a ayudar tanto si queréis como si no. Tanto si desconfías de nosotros o nos tomáis por apestosos demonios disfrazados. Tenemos ordenes del Altísimo y las vamos a cumplir. Así que, con perdón del todopoderoso, no tengo más remedio que luchar contra ti.
- ¿Cómo?- preguntó James incrédulo.
Si mal no sabía, los ángeles no luchaban si no era por un caso de extrema gravedad. Eso reforzaba su tesis de que aquel ser era todo menos un enviado de Dios. Además, esos seres eran de por si pacíficos, y en consecuencia, la mayoría de ellos no debían ser muy fuertes, por lo que si al final resultaba ser un ángel, no tendría muchos problemas para deshacerse de él.
- No sabes nada. No eres más que un ignorante. Los ángeles podemos luchar tan bien como vosotros, incluso mejor, si me apuras, así que no me subestimes....
- Se puede saber qué piensas haces Sev?- preguntó la chica con un leve matiz de alarma en la voz.
- Nada que le perjudique seriamente Lily, por eso no sufras – respondió suavizando la mirada al hablar con ella. Luego se volvió de nuevo al joven lacayo. - Como veo que de este modo no voy a conseguir nada, te propongo un trato.
- Que tipo de trato?
- Uno que, siendo como eres, te entusiasmará. – dijo el ángel con una medio sonrisa - Te propongo un combate, una lucha entre los dos en las mismas condiciones. Si ganas, me comprometo a dejaros en paz, a ti y a tu querido príncipe. Pero si gano yo....
- Tendré que dejar que me ayudéis – cortó James a media frase – Lo he entendido o me ibas a proponer alguna otra cosa?
- No... lo has captado a la perfección. Entonces que? Accedes?
James miró calculadoramente a su posible adversario. Constitución débil, reflejos lentos y aspecto poco saludable. Fuera un ángel o un demonio, dominara la magia negra o la blanca, no iba a ser muy complicado vencerle. Y mirándolo bien... tampoco perdía tanto. Si ganaba, se quitaba al moscardón de encima, si perdía solo tenía que incumplir su promesa. Después de todo... ¿Dónde se ha visto a un secuaz de un diablo siendo fiel a su palabra? Aquello era para seres nobles, no para ellos.
- Está bien, me has convencido. Acepto.
- Perfecto....Entonces, estas son las reglas. Será una lucha sencilla. Están prohibidos los ataques que superen el nivel intermedio de magia avanzada, para no levantar sospechas a los humanos más perceptibles. También está prohibido el ataque a zonas vitales ni la desmembración. No puedes hacer uso de ninguna arma que no sea tu propia fuerza y la magia que poseas. Y sobretodo, queda terminalmente prohibido acabar con la vida de ningún ser humano a lo largo del combate. Así que, mide tus fuerzas jovencito, que no queremos ninguna desgracia.
- Soy un lacayo, no un asesino. Así que te podrías haber ahorrado tanta palabrería. Yo juego limpio.- dijo James irritado.
Aquella situación le estaba incomodando demasiado. Quería acabar de una vez por todas y quitarse aquella estúpida sensación que le provocaba la muchacha de los iris verdes, y que tanto estaba afectando a su autodominio.
- Eso espero.- sonrió complacido el ángel – Entonces... Que empiece el combate!
Bueno, espero que os haya gustado. Espero vuestros reviews con críticas y sugerencias. Mucha gracias por leerme!!!!
