Disclaimer: Las pinturas son de Rowling, el cuadro es mío .

Capítulo I

Fue por una serie de casualidades más que por voluntad que ellos terminaron viviendo juntos.

Durante el transcurso de su séptimo año en Hogwarts, habían tenido que convivir en la torre de los premios anuales. Al principio fue sencillo: se ignoraban mutuamente allí, y en los pasillos todo se mantenía igual que siempre. Pero con el transcurso de unos meses tuvieron que realizar actividades conjuntas, así que la mera indiferencia ya no resultaba, con lo que pasaron a una tregua. Nada de insultos y trabajo repartido equitativamente. Este fue un paso importante para su relación, ya que dejando afuera sus diferencias y con la obligación de trabajar juntos, descubrieron que no por nada eran los mejores alumnos de todo el colegio. Lo que comenzó como simples tareas compartidas se transformaron en largas y fructíferas discusiones que hacían que cada uno de ellos llevara al límite al otro, ya que ninguno iba a dar el brazo a torcer, queriendo demostrar, a los ojos del otro, el por qué llevaban la insignia de Premio Anual en sus túnicas. No era raro verlos hasta altas horas de la noche sentados en el suelo de su sala común rodeados de un sinfín de libros abiertos, plumas, tinteros, escribiendo metros y metros de pergaminos, o preparando alguna poción, según mandase la ocasión. Era indudable que toda esta actividad le sentaba de maravilla a sus calificaciones, de por sí bastante elevadas. Pero, dejando de lado este detalle, su relación era la misma. Nunca hablaban de temas personales entre ellos, y aunque el odio compartido que se profesaban había desaparecido, dejando lugar a un respeto mutuo, eso era algo que ninguno de ellos admitiría jamás, aunque la vida se les fuera en ello. O por lo menos era eso lo que creían hasta aquella noche, donde nada volvería a ser igual.

Estaban en su sala común. Ella escribía en un pergamino el informe para pociones en el que había estado trabajando durante las dos últimas horas. Sentada en su escritorio, levantaba la vista de su trabajo sólo para fijarla por un momento en el grueso volumen de Pociones Avanzadas que descansaba a su izquierda. El sonido de la pluma rasgando el pergamino que se confundía con el suave crepitar del fuego en la chimenea, eran los únicos sonidos que se percibían en la sala. Draco estaba cómodamente sentado en uno de los sillones, a espaldas de ella, y cada tanto se incorporaba en su asiento para echar un vistazo a la poción que se hallaba delante de él, sobre un hornillo mágico, hirviendo lentamente. Snape les había dejado mucha tarea para esas vacaciones, y a falta de otra cosa mejor que hacer, ya que la mayoría de los estudiantes se habían marchado del colegio para pasar las Navidades con sus respectivas familias, y la furiosa nevada que había estado cayendo durante todo el día obligaba a un encierro forzoso, decidieron empezar con lo más difícil.

Luego de comprobar el estado de la poción, el Slytherin se levantó, caminó hasta la chimenea y se sentó junto al fuego, con la mirada fija en el incesante baile de las llamas. Faltaba por lo menos media hora para poder agregar el último ingrediente a la poción y así poder terminar el maldito trabajo. Por lo menos su parte.

- Jodido Snape – pensó – ni en vacaciones puede dejar de molestar – Hundido como estaba pensando en las maldiciones mas apropiadas en represalia contra el adusto profesor, no escuchaba la voz de Hermione que trataba, inútilmente, de llamar su atención.

- ¡¡MALFOY!! – Gritó finalmente, sobresaltando al rubio que se levanto inmediatamente de su lugar, desconcertado.

- ¡Demonios Granger! ¡¡No tienes que gritar, estoy justo aquí!!. – Contestó con enfado, clavando su metálica mirada en la Gryffindor.

- Pues pareciera que no, llevo cinco minutos llamándote y nada.- Replicó ella con una mueca.

- ¿Y qué quieres? – Hermione señaló con un gesto la ventana y contestó – Esa lechuza está golpeando la ventana desde hace rato. Así no hay nadie que se concentre – Sin más, se volvió hacia su escritorio para continuar con el trabajo.

Draco fue hasta la ventana y la abrió. Una lechuza negra con unos grandes ojos pardos se adelantó hasta quedar delante del Sly. Llevaba un sobre marrón de considerable tamaño sujeto en una de sus patas, mientras que en la otra había una pequeña bolsita de lienzo blanco. Luego de depositar las correspondientes monedas en la bolsita, el rubio desató el sobre de la pata del animal, que inmediatamente se marchó, perdiéndose en la espesura de la noche. Hacía algunas horas que había parado de nevar, y en el cielo se observaba una luna redonda y plateada, que iluminaba los terrenos ahora blancos del colegio.

Luego de cerrar la ventana, volvió hasta su lugar junto a la chimenea. El sobre contenía el ejemplar del Profeta, al que estaba subscripto desde fines del curso pasado. Era bastante extraño que hiciera una publicación nocturna, por lo que se apresuró a leer la portada.

Lo que vio lo dejó sin habla.

Bajo un gran titular que rezaba "NUEVO ATAQUE DE MORTÍFAGOS" se ubicaba una fotografía mágica que mostraba una calle de un barrio residencial en pleno Londres Muggle. Alrededor de la calle, varios faroles estaban ya encendidos, iluminando en su totalidad la desgarradora escena. Varios cuerpos yacían inmóviles sobre las veredas cubiertas por una espesa capa de nieve, que se teñía de un rojo intenso con la sangre que emanaba de las víctimas. Eran por lo menos veinte. Hombres, mujeres, algunos niños, con las ropas desgarradas, en posiciones imposibles. Algunas de las casas del lugar estaban incendiadas. De otras salían algunos magos (por la vestimenta se reconocían como Aurores), que varita en mano, llevaban levitando unas figuras negras, encapuchadas. Mortífagos. Coronando la escena, brillaba en lo alto la Marca Tenebrosa.

Draco sostenía el periódico frente a él, sin poder creer lo que veían sus ojos. No por el ataque en sí, ya que, lamentablemente, era algo a lo que estaban acostumbrados (si bien había que admitir que ninguno fue de semejante magnitud). Lo que lo inquietaba era un detalle de la fotografía. A un costado, se veía un auror que apuntaba a uno de los Mortífagos directamente al cuello, el cual era sostenido por otros dos Aurores. La capucha de la túnica negra que llevaba se había caído, dejando ver claramente su rostro. De rasgos duros, tenía la piel muy pálida y los ojos de un negro profundo, al igual que su cabello, que brillaba bajo la luz de la calle. Un hilo de sangre se deslizaba desde su frente, surcándole el rostro. Él lo conocía. Se llamaba VonBauren, si su memoria no le fallaba, y era el compañero de "tareas" de su padre. Lo había visto varias veces en la mansión. Y era seguro que si él estaba allí, su padre también debería estar.

Aún con el pulso alterado abrió el periódico y comenzó a leer.

" Al menos una treintena de muggles han sido las víctimas fatales del último ataque mortífago, el cual tuvo lugar en el barrio Windsor, en el Londres Muggle, alrededor de las diez de la noche de hoy. El número de heridos no ha sido confirmado aún por los Aurores que estaban en el lugar del hecho, pero se han podido constatar numerosos traslados al Hospital San Mungo para heridas mágicas. Fuentes cercanas al Ministerio han dado a conocer el resultado de las investigaciones que se han realizado sobre el origen del ataque. Según estas fuentes, el objetivo principal de los Mortífagos fue la vivienda de la familia Granger, donde residían los padres de una de las alumnas mas destacadas del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería - y amiga muy cercana del Niño-que-vivió, Harry Potter - Hermione Granger, de 17 años de edad, actualmente cursando su 7mo año.

El Ministerio fue informado del ataque gracias a un mago, que se encontraba en el lugar, cuya identidad mantuvo en secreto (presumiblemente para su propia seguridad), quien dio la alarma a los Aurores utilizando la chimenea de la residencia Granger, la cual es la única en la zona que está conectada a la red Flú. Lamentablemente los Aurores no llegaron a tiempo para evitar la tragedia, ni la muerte de John Granger, de 41 años, y Helen Granger, de 39. Sus muertes se atribuyen de forma preliminar al conocido Mortifago Josef VonBauren, quien se encontraba en la planta alta de la residencia junto a los cuerpos ya sin vida del matrimonio Granger, en el momento de la llegada de los Aurores. Actualmente el Mortifago se encuentra bajo una fuerte custodia, en espera del juicio que se llevara a cabo en su contra en los próximos días, junto con los 10 Mortífagos restantes apresados esta noche."

Al terminar de leer la noticia, sus ojos se posaron inmediatamente en Hermione. Ella seguía allí sentada, con la cabeza gacha, trabajando en el informe. Ajena a todo. Seguía allí sin saber que todo su mundo había sido destruido esa misma noche. Y él, que sí lo sabía, tendría que ser quien se encargara de romper esa ignorancia. Sabía perfectamente que era la persona menos indicada para hacerlo, considerando las altas probabilidades de que su propio padre hubiese sido uno de los autores de la masacre. Pero, irónicamente, era al mismo tiempo, la persona más cercana a la castaña. Sus deberes compartidos como Premios Anuales los había obligado a estar juntos casi constantemente los últimos dos meses. Él bien sabía el distanciamiento que se había producido en el ahora "dúo de oro" y ella. Incluso él mismo se había alejado de los suyos. Ya no recordaba cuando había ido por última vez a la Sala Común de las serpientes, fuera de sus deberes como prefecto de casa, y en los únicos momentos en los que hablaba con sus "amigos" era durante las comidas. Ni siquiera en las clases, ya que, al compartir la orientación en Medimagia con la Gryffindor, cursaba todas las materias con ella.

Así que se lo tendría que decir él mismo. La única salida posible era ir a hablar con Dumbledore, y que fuese el propio Director quien le comunicara la noticia; pero algo en lo más profundo de su mente le decía que no lo hiciera. Además del hecho de que no iría a pedirle ayuda a ese viejete ni por muerto. Él iba a poder con esto.

Dejó a un lado el diario, cerró los ojos un momento, respiró profundo y habló:

- Granger.

- ¿Mmmmm? – Respondió Hermione, sin dejar de escribir.

- Date la vuelta. Necesito hablar contigo. – Le contestó con voz segura.

La Gryffindor dejó la pluma a un costado y se volvió extrañada. "¿Qué se trae Malfoy entre manos ahora?", se preguntó, mientras se levantaba para ocupar el asiento en el sillón que le ofrecía el Slytherin en ese momento. Lo miró fijamente, tratando de descifrar el significado de su mirada, pero, como siempre que lo intentaba, fracasó rotundamente. Esos ojos de hielo eran tan herméticos que era prácticamente imposible saber que había tras ellos. Así que simplemente se encogió de hombros y se acomodó a su lado, esperando a que él tomara la palabra.

- Bueno... yo... – titubeaba Draco, sin saber como empezar. La seguridad que había mostrado al principio ahora brillaba por su ausencia. La mirada de ella lo hacía sentir culpable, y eso era algo a lo que él no estaba acostumbrado. Ella tenía sus ojos fijos en él, con una ceja levantada en un gesto interrogativo. Era la primera vez que veía a Draco Malfoy dudar de esa manera. – no se como decirte esto... verás...

Hermione puso los ojos en blanco. Todas esas evasivas habían logrado impacientarla.

- ¡¡Dilo de una vez!! Que tan difícil pued... – pero no llegó a terminar la frase. Su expresión cambió radicalmente. Tenía los ojos clavados en un punto a su derecha. Draco siguió su mirada y se encontró con el periódico, que descansaba doblado por la mitad, sobre la mesa de vidrio, frente al sillón. Solamente se leía el titular. "Gracias a Merlín que no vio la foto" – pensó.

Hermione pasaba su vista del diario a Draco. No era muy difícil atar cabos con esa información. Algo malo había pasado. Y por la forma en que había dudado el chico mas seguro de todo el Colegio, debía de ser algo muy malo. Sin pensarlo dos veces, se puso de rodillas en el suelo para alcanzar el diario, pero Draco fue más rápido que ella, y se arrodilló, posando sus manos justo cuando la castaña estaba por tomarlo.

- No lo hagas – susurró, mirándola de frente, pero ella tenía la mirada en sus manos.

- Déjame ver – se notaba claramente la angustia en su voz – déjame ver que pasó.

- No, así no – No estaba dispuesto a dejarla ver esa foto. Sería demasiado para ella. Así que se armó de todo el valor que pudo, y comenzó otra vez. – Hubo un ataque esta noche, murió mucha gente en él... y entre ellos...

Hermione levantó la vista hasta cruzarla con la del Slytherin, dejando ver una mezcla de desesperación y miedo tan puro que hizo que el corazón de Draco diese un vuelco en su pecho.

La primera imagen que acudió a la mente de la Gryffindor fue la de Harry, e inmediatamente la de Ron, Ginny y toda la familia Wesleay. Estaban todos en la sede de la Orden, por las Navidades. Sin poder contenerse, preguntó:

- ¿Harry... Ron... ? ¿ellos... ? – Draco negó con la cabeza.

- Ellos están bien – la interrumpió – el ataque no fue contra ellos...

- ¡¿Quién?! ¡¡Dímelo por favor!! – Había cerrado sus manos con fuerza bajo las de él, desgarrando el papel del periódico.

- Tus padres – dijo finalmente.