Capítulo Tres: Declaración Abierta

El reloj de la habitación marcaba apenas las 5:30 AM cuando Sirius Black lo miró. Una vez que, con un poco de esfuerzo, logró asimilar que tan temprano era, soltó algo parecido a un gruñido y se dio la vuelta sobre sí mismo en la cama, cubriéndose la cabeza con la almohada. Algo parecido habrá hecho Remus Lupin, mientras Peter Pettigrew, quien gozaba de sueño pesado, lo cual en esos momentos todos consideraban un privilegio, ni siquiera se inmutó. Remus, aunque no volvió a un sueño profundo, al menos logró conseguir descanso de nuevo, corriendo totalmente el dosel de su cama y acorrucándose en la orilla, pegado a la pared, pero Sirius sencillamente no pudo.

- Prongs… ¿qué demonios haces levantado ya y haciendo tanto ruido? – gruñó Black, tallándose los ojos con una expresión entre molesta y adormilada, probablemente ya resignado a que no se volvería a dormir.

- Me visto para las clases, Padfoot, no quiero llegar tarde hoy – contestó James con una enorme sonrisa en el rostro y asomando fugazmente la cabeza por la puerta del baño. Sirius solo volvió a emitir un gruñido y se tumbó en la cama, ya completamente despierto.

Unos cinco minutos más tarde, James salió del baño completamente listo, con el uniforme limpio y bien puesto, la cara recién lavada y el cabello un poco húmedo. Al parecer acababa de bañarse, y Sirius ató cabos de que fue exactamente lo que lo sacó del país de los sueños; Había sido la voz de su mejor amigo cantando mientras de aseaba. El sonriente chico llevaba, además, un peine al cual le faltaban tres cerdas en la mano, peine que Sirius reconoció como suyo, aunque la última vez que él lo uso sí tenía todas las cerdas.

- Ya estoy. Lo siento, Padfoot, necesitaba un peine y el mío se perdió hace tiempo… te conseguiré otro pronto, lo prometo – le dijo James al notar como miraba el objeto

- Prongs, amigo… tan solo tengo una duda: ¿Por qué demonios te dio hoy por cantar a todo pulmón a las 5:00 AM y encima retomar la batalla hace tiempo perdida con tu cabello?

Sirius parecía molesto, pero James no le dio gran importancia. Se le pasaría con una cantidad extra de comida en el desayuno para compensar la falta de sueño. El capitán de Gryffindor solo se encogió de hombros, amplió su sonrisa y se miró de arriba abajo en el espejo de la habitación, mientras su amigo lo observaba detenidamente, extrañado por su feliz actitud, hasta que finalmente soltó lo que pensaba.

- ¿Es por Evans? – James volteo a verlo y lanzó un suspiro

- Siempre, todo en mi vida, es por Evans.

James dejó la habitación con aquél comentario tan extraño como el inicio de su día, y Sirius tan sólo no reaccionó. La contestación de su mejor amigo lo dejó de piedra. Bien sabía él que James, a pesar de que no le faltaban seguidoras y bien le hacía caso a alguna de vez en cuando, tenía un marcado interés por Lily Evans, pero no había nada más, ¿cierto?

- Que lento carburas, Padfoot... - se escuchó la voz cansada de Remus, a la vez que corría el dosel de su cama, como si el licántropo adivinará los pensamientos de su amigo – si me dices que no te habías dado cuenta de que James está raro desde hace tiempo y de quien es la culpable, voy a pegarte en éste momento

- No te molestes, Moony, sé que le gusta Evans… todo el colegio lo sabe

- Sí, y todo el colegio se dio cuenta de que hay más que sólo eso

- ¿Me dices que te crees que Prongs está enamorado? – Sirius rió un poco, pero Remus no contestó. Se limitó a sonreír ante la obvia negación a la realidad de su amigo.

- Mejor despertamos ya a Peter...

En el extremo contrario de donde se encontraban las habitaciones de los chicos de Gryffindor, se encontraban las de las chicas, dónde otras cuatro muchachas apenas comenzaban a desperezarse para salir de la cama. Lily Evans, siendo prefecta, ponía cada día el buen ejemplo siendo la primera en levantarse y empezar a arreglarse, de modo que también era la primera en estar lista y prácticamente la encargada oficial de arrastrar fuera de la cama a Miriam March, quien a diario tenía un gran problema para abandonar la comodidad de su cama. Alisa Winchester y Marie Hamilton, gracias a Merlín, poseían mayor voluntad y le ahorraban grandes esfuerzos a la pelirroja.

Alisa y Marie entraron a la vez al baño, aprovechando la existencia de dos regaderas, y Lily se detuvo un momento a observar el contraste entre ellas. Alisa, alta, morena y en extremo delgada, con pocas curvas, debía medir aproximadamente uno setenta metros, mientras que Marie, pequeña, de tez clara y algo rellenita, no pasaba del uno cincuenta y dos. Se veían curiosas paradas la una al lado de la otra, y según le contaron a Lily durante el primer día en Hogwarts, habían estado juntas desde los cuatro años, ambas hijas de magos.

Evans se despejó de nuevo y volvió a su misión diaria con Miriam. Esta, por otro lado, era una muggleborn, justo como la misma Lily, y ambas se habían conocido durante la selección. La prefecta recordaba bien ese día, en que una chica un tanto escandalosa llamó su atención mientras presenciaba el acto del sombrero seleccionador. Para su sorpresa, la chica fue elegida dentro de la misma casa que ella, encima que también dentro del mismo dormitorio, permitiéndole conocer a una persona que todo el tiempo hacía reír.

Dentro de una hora, las cuatro Gryffindors estuvieron listas para encontrarse con las demás chicas de su curso y dirigirse juntas al gran comedor.

James entró solo al comedor aquella mañana, cosa que para muchos no pasó desapercibida. No que alguien no pudiese desayunar o comer sin compañía, sino que ese alguien era James Potter, capitán y jugador estrella del equipo de quidditch de su casa, guapo, popular y líder no-nombrado del grupo más revoltoso, conocido y admirado de todo Hogwarts, los merodeadores, los otros tres chicos a los que todos se extrañaron de no ver a lado de Potter.

El joven notó las miradas sobre él, pero no le importó, ya estaba acostumbrado a que las personas se entretuvieran mirándolo, sobretodo las chicas. Algunas muy disimuladas, otras bastante descaradas... si tan solo cierta pelirroja se encontrará en alguno de esos dos grupos, el que fuera, él se hubiese sentido en extremo feliz, pero eso de cualquier forma era aún más imposible esa mañana, por que Lily aún no entraba al comedor, por lo que James optó sencillamente por sentarse solo, en un lugar que tuviera buena vista a la puerta y en espera de sus amigos y su pelirroja. Alguien no tardó en aprovechar la oportunidad.

- Esto... Potter, ¿esperas hoy a alguien? – preguntó una pelinegra de sexto curso que se acercó desde la mesa de Hufflepuff

- Eh... no, a nadie en particular, ¿por qué? – contestó él, distraído. La chica sonrió y tomó asiento junto a él.

- Pues es que hoy has llegado más temprano que de costumbre, tú solo, muy bien arreglado y no te has servido jugo de calabaza al sentarte como siempre

- ¿Cómo sabes mis costumbres para el desayuno? – James le puso al fin verdadera atención, pero no por motivos que la niña hubiese deseado, de modo que su rostro se tornó bastante rojo, recordándole el color inevitablemente a Lily Evans.

- Eh... e-es que... me gusta observar a las personas – contestó para salir del paso

- Ah, ya veo... pues no pasa nada. ¿Querías tú algo?

- Solo hacerte compañía – sonrió coquetamente, y James captó que estaba tratando de ligar con él. Suspiró. Esa situación resultó divertida cuando comenzó a presentarse, y raramente, al menos hasta finales del año pasado aún lo era, pero después de cierta vez en que Lily le echó en cara que salía con chicas cuyos nombres apenas conocía el asunto empezó a perder su encanto. Increíble que, efectivamente, empezaba a encontrar conexiones con Lily Evans para todo lo que formaba parte de su vida.

- ¿Tu nombre? – preguntó de golpe después de un poco de silencio

- ¿Perdón?

- Tu nombre... tú sabes el mío y hasta conoces mis hábitos vespertinos, pero yo no sé ni tu nombre o quien eres – la pelinegra sonrió con un poco de esperanza de despertar interés en él, y estuvo a punto de responder cuando notó como la mirada de James se desviaba de pronto. Ella miró al mismo sitio y vio a Lily Evans sentarse alejada de ellos con sus amigas. Analizó bien lo que reflejaba la mirada de Potter, y entonces solamente se levantó, aunque él apenas notó su huida. Así que Rita Skeeter por fin esparcía un rumor verdadero.

- Se está volviendo loco – declaró Peter cuando Sirius y Remus le relataron el comportamiento de James camino al aula de encantamientos.

- " está conociendo el amor – intervino Remus

- Yo apoyo más la teoría de Wormtail – comentó Sirius casi al aire, metiéndose un pedazo de pan a la boca - ¿y dónde está?, no puedo creer que no nos halla esperado en el comedor...

Los tres chicos entraron en el salón, encontrándose con algunos Ravenclaws, un par de los Gryffindors más aplicados y, totalmente fuera de tono en el cuadro, James, que ya estaba apartando un sitio para él y otra persona a cuatro escritorios de Flitwick. No se trataba aún de la clase de transformaciones, pero todos sabían perfectamente para quien era el asiento, de modo que tras hacer un gesto para saludar a su amigo, fueron a apretujarse los tres a un sitio en el fondo del aula. No mucho tardaron en empezar a llegar los demás estudiantes.

Lily entró revisando apuntes y hablando con Karen, Miriam y Marie, mientras que Alisa venía un poco más atrás, conversando con una Ravenclaw muy delgada de ojos oscuros con la que había hecho una excelente amistad durante las clases que les tocaban juntas. Su nombre era Iris Seward.

Tan sólo ver el pelo rojo de Lily Evans, James se levantó para acercarse a ella, y sin apenas hablarle tomó sus cosas para colocarlas junto a las de él.

- ¿Se puede saber que haces, Potter? – preguntó molesta, frunciendo el entrecejo.

- Como es obvio, Evans, te doy el, para muchos, envidiable placer de cumplir con mi deber de asesorarte durante clase – Lily rió ante la respuesta de James y tomó sus cosas con una expresión sarcástica en el rostro.

- Mira que honor me otorgas, pero debo rechazarte, ya que tu supuesto deber es sólo para transformaciones, y temo que si me paso más de dos horas cerca de ti tu maldito ego pueda crecer tanto que me absorba y mi persona desaparezca de este plano astral - James quedó mudo. Ese era otro de los poderes que Lily tenía sobre él.

La pelirroja fue a sentarse a lado de Marie, y Sirius abandonó a Remus y Peter para tomar su papel de mejor amigo y dar apoyo moral a James.

- No entiendo por qué sigue así, Padfoot... ¿no habrá recibido mi carta?, ¿o es que no le importó lo que le dije? – comentó James abatido ya que Flitwick comenzó con la clase.

- No, Prongs, es que ella no sabe... espera, ¿qué carta?

- Eh... – James dudó algo al contestar, y tímidamente empezó a rebuscar en los bolsillos de la túnica para sacar un pedazo de pergamino lleno de garabatos, tachones, manchas de tinta, las iniciales "LE", "LP" y "L&J" por los alrededores, y hasta algunos dibujos de Lily y él tomados de las manos que parecían de jardín de niños – ese es solamente el borrador... la que le envié a ella esta pasada en limpio – aclaró al ver la expresión de Black

- Amigo mío, estás enfermo... y deberías tomar clases de dibujo – expresó Sirius, fijándose en la deformidad de los trazos de su mejor amigo, quien sólo le lanzó una mirada muy significativa – pero no sé que...

- Señor Black, quiero pensar que usted y el Señor Potter están intercambiando opiniones acerca de la utilidad del encantamiento que estamos tratando – el bajito profesor se fijó en el par de merodeadores, que le sonrieron abiertamente como toda respuesta. Flitwick prefirió dejarles esta pasar y seguir con la clase.

- Ya hablaremos luego para ayudarte, Prongs... los cuatro – James sólo asintió, fijando de lleno su atención en Lily, mientras Sirius garabateaba en un pergamino ya usado una lista de cosas que necesitaba desde hace tiempo adquirir en Hogsmeade.

Para la gran decepción de James, ese día, ocupándose de su labor como jefa de la casa de Gryffindor, McGonagall les canceló la clase para darles todo un sermón acerca de los EXTASIS y del hecho de que aquél era su último año en Hogwarts, exponiendo varios oficios que según ella podrían interesarles. Todo aquello en la sala común de la torre, de modo que ni siquiera pudo compartir un escritorio con Lily, pero sí con un grupo de alumnas muy atractivas de las cuales a un par les había dado por teñirse el cabello rojo con algún hechizo, así es que Potter se resignó a esperar pacientemente a que su oportunidad llegará a eso de las 6:00 pm en la biblioteca.

Y lo que James Potter había estado esperando por más de veinticuatro horas al fin llegó.

Al entrar en la biblioteca, notó que poco más de la mitad de las mesas estaban ocupadas, pero que en ninguna de ellas estaba Lily. Fue a ocupar un lugar en una mesa algo retirada de las ocupadas, pero que aún así le permitía una vista perfecta de la entrada. Estaba haciéndose muy bueno en la localización de lugares con esas características.

Lily no tardó mucho en llegar con un rostro resignado. Pasó la vista por todas las mesas hasta localizar al chico que buscaba. Ahí estaba él, sonriéndole sentado en su silla, con el cabello notablemente no tan revuelto como se costumbre y un libro abierto sobre la mesa. El encanto del uniforme perfectamente bien puesto y sin arrugas de la mañana se había esfumado, pues ahora llevaba la corbata deshecha y la camisa desfajada con los primeros dos botones desabrochados y la túnica abierta. Todos los chicos de los últimos cursos tendían a esa falta de interés en el arreglo pasadas las clases, así que la pelirroja se dio bien servida únicamente con el aparente intento de aplacarse el cabello.

- Llegas temprano, Potter – dijo ella a modo de saludo

- No quería hacerte esperar – sonrió - ¿te dio McGonagall algo que hacer o podemos dedicarnos a nosotros? – Lily le miró molesta.

- Sí, me dio algo, de lo contrario te habría dejado plantado

- Bueno... veamos que es

La pequeña pelirroja comenzó a sacar unos cuantos pergaminos con notas de una bolsa, dándole a James la oportunidad de mirarla tranquilo un momento, como tanto le gustaba hacer. Lily Evans era, en su opinión, sencillamente perfecta. Delgada, aunque no tanto como su amiga Alisa, no era muy alta, pero tampoco habría podido llamarla enana, de piel blanca, adornada con unas cuantas pecas color canela que la volvían más linda aún ante sus ojos, con largo cabello rojo a media espalda y unos brillantes ojos verdes en los que se reflejaba su alma. Como le gustaban ésos ojos, por que viendo a través de ellos, Lily era tan transparente como el agua de un estanque, y todo lo que podía ver a través de ese estanque le parecía hermoso, Lily Evans era hermosa, por fuera, y más aún por dentro.

- ¡Basta! – acabó diciéndole la Gryffindor en un tono de voz más alto de lo que habría deseado a su embelesado compañero

- ¿Qué?, ¿basta de qué? – dijo James sobresaltándose y dejando caer su varita al suelo.

- Deja de mirarme con tu cara de pervertido

- ¿Cara de pervertido?, ¡yo no tengo cara de pervertido!... podrías comprobarlo si sales conmigo el fin de semana – James sonrió lo más seductoramente que le fue permitido, pero Lily solamente se revolvió incómoda en su asiento.

- Olvídalo, Potter. Estoy aquí para estudiar, pero ni siquiera hemos empezado con eso y ya estás acosándome. ¡Dime que quieres de mí para que me dejes en paz! – Lily tuvo suerte de que había mucha más gente ahí entretenida entre sí, y de que esa gente estaba un poco alejada de ellos, o su conversación con James Potter habría atraído bastante la atención.

- Creí que ya te había hecho saber lo que quiero de ti...

- Claro que no, y si tenemos que seguir viéndonos por las tardes, mejor dejar las cosas claras – Esa fue la oportunidad perfecta que James esperaba para hablar de un tema que, aunque no lo parecía, le tenía inquieto y expectante.

- ¿No leíste mi carta? – dijo casi en un murmullo y algo apenado. El rostro de Lily alcanzó una tonalidad entre rosada y rojiza, pero ella misma no sabía exactamente que sensación se lo producía. Tras haber decidido que no era verdadera, se había olvidado por completo de esa carta.

- ¿Cuál... carta? – contestó al fin

- ¿No la recibiste?, yo mismo la envié con mi lechuza. Estoy seguro de que te la tiene que haber dado a ti.

- ¿Es una broma de mal gusto, Potter? – soltó con tono molesto tras un incómodo y (gracias a Merlín, pensó James) corto momento de silencio. El chico la miró directo a los ojos, un poco ofendido, y la pelirroja lo notó, haciéndola dudar un poco en sus deducciones.

- Soy un bromista profesional – comenzó – si hubiese una carrera para ello, estoy seguro de que yo ya la habría terminado con honores completos, y quizá más – en esta frase su voz se impregnó de ese orgullo que Lily consideraba enfermizo, y no pudo evitar arrugar ligeramente el entrecejo, pero James terminó lo que decía con otro tono totalmente distinto que no encontró familiar en él – pero, querida Evans, nadie, ni siquiera un bromista como yo o los míos, debe bromear acerca del amor.

- Amor... ¡Já!, ¿Sabes tú lo que es el amor? – lo miró desafiante

- Sí, tú me lo has enseñado – sonrió abiertamente, sin un solo deje de vergüenza ante su declaración.

Momento incómodo. Lo que decía acerca de las bromas tenía sentido, pero el tipo seguía siendo el presumido, arrogante y orgulloso cabeza de aire de James Potter. ¿Cómo confiar en él? Sobretodo si podía hablar con tanta ligereza. Lily no supo reaccionar, y siendo tan ágil de mente y cuerpo como era, James aprovechó de hacer algo que había deseado hacía un par de meses y que probablemente le costaría caro: la besó. Sólo un segundo, rápido, pero dulce, depositó un beso en la comisura de los labios de la pelirroja. Eso la hizo reaccionar, y su rostro sorprendido se volvió molesto con rapidez. Lily devolvió el gesto de cariño de James con otro no tan cariñoso... una gran y dolorosa cachetada.

- ¡Deja de jugar conmigo, Potter!

Y con eso salió de la biblioteca. Tan sólo metió la varita en su túnica y tomó la bolsa. Los papeles se quedaron esparcidos en la mesa y la varita de James aún olvidada en el piso.

- Creo que no se lo tomó como esperabas, James.

- ¿De dónde saliste, Wormtail?

- Teníamos que ver nosotros mismos el terreno que pisabas, así que los chicos y yo pensamos... – Remus le lanzó una mirada a Sirius, que era quien estaba hablando, saliendo detrás de un estante – bueno, yo pensé en venir un momentito – favor de insertar sonrisa de inocencia en la cara de Sirius Black, así como un suspiro resignado en Remus Lupin, algo de más de esto último en Peter Pettigrew y frustración y una mano cubriendo la cara de James Potter.

- ¿Y ahora qué sigue?

- Puedes recoger tu varita del suelo y después quedar bien haciéndole la tarea, eso siempre funciona – Todos miraron al sonriente Sirius con inseguridad de saber si en verdad estaba cuerdo o conciente de lo que pasaba.


Notas: Hola de nuevo a quienes se dignan a leer éste último fragmento que acompaña los capítulos. Siento mucho si me he tardado demasiado y no ha valido la pena, pero han saber que yo fui escritora retirada durante poco más de un año, y antes de eso de por si no era muy buena, pero ahora que he vuelto me esfuerzo por mejorar (=!

Por cierto, en un pequeño fragmento me enfoqué en proporcionarles un poco de información acerca de las amigas que le inventé a Lily. De momento no vienen mucho al caso, pero ya lo harán. También les pido que si tienen sugerencias, notan algún error en el fic o demasiado OOC en algún personaje me lo hagan saber, de modo que se puede ir mejorando cada capítulo.

Mil gracias a todo mundo por leer, y particularmente esta vez a Yaiza, Undomiel de Vil (gracias, me esfuerzo con mi ortografía, aunque no sea perfecta), zzz, maxie-chan, Marie Ann, angel negro y Angel Miaka1. Procuraré continuar pronto.

Uriko