Pues nada, sé que me tardé pero aquí tenéis el nuevo capítulo, que aunque tarde lo sigo, que no me olvido. No está revisado, así que disculpadme las faltas ¿ok? ¡Besos!

Olvidarte: Capitulo 11

A pesar de los años transcurridos, Draco Malfoy apenas había cambiado. Su rostro seguía siendo pálido y alargado, así como grises sus ojos y maliciosa su sonrisa. El cabello, ahora un poco más largo, permanecía bien cuidado, como en los viejos tiempos de Hogwarts; y le seguía envolviendo aquel aroma tan misterioso que a Hermione siempre le recordó a una mezcla extraña entre menta y madera.

- ¿Qué haces aquí? – volvió a repetir la pregunta, pero Draco no parecía tener prisa por responderla, es más, la chica habría jurado que hasta le divertía aquella situación tan extraña. Jimmy se revolvía aún entre los brazos de Hermione, observando con fijeza a Malfoy, como si temiera que de un momento a otro se fuera a escapar con su gorra.

- Nunca me hubiera imaginado a la sabelotodo Granger ejerciendo de mamá perfecta – sus labios se fruncieron en una mueca desdeñosa cuando sus ojos glaucos se posaron en el cabello del niño – Tampoco pensé que de Weasley pudiera salir algo tan… salvaje – al oír aquello Jimmy intentó saltarle encima, pero Hermione lo sujetó a tiempo – Vaya con la fiera… espero que al menos haya heredado tu cerebro.

- Devuélvele la gorra al niño, Malfoy, y tardaremos en irnos lo que tú en contar hasta tres – Draco alzó las cejas, chasqueando la lengua en señal reprobatoria.

- No pensarás que voy a dártela con tanta facilidad ¿verdad? – negó lentamente, y la blanca capucha de la sudadera le resbaló dejando al descubierto su cabello rubio y lacio.

Hermione bufó, desesperada por acabar aquello cuanto antes. Dejó a Jimmy en el suelo, indicándole que la esperara en el columpio donde estaban, que ella iría enseguida. Cuando el niño se marchó, la chica se encaró con el rubio, apretando los labios y cruzando sus brazos bajo el pecho, llevando poco después una mano al bolsillo de su abrigo, donde guardaba la varita y a la que se aferró con fuerza.

- Si no me das la gorra, Malfoy, te juro que yo…

- Vamos Granger, déjate ya de estupideces –  Draco supo de inmediato las intenciones que tenía, y comenzó a moverse en círculos alrededor de ella, como un león que aguarda a su presa, sin apartar aquellos ojos grises tan penetrantes e imponentes – Aquí no te sirven los conjuros o las pociones: Estamos en un parque infantil, a plena luz ¿piensas desarmarme? ¿Lanzar un maleficio delante de esos pequeños y sus madres, quizás?

Hermione se mordió el labio inferior con nerviosismo: Draco tenía razón, no podía usar la magia delante de tantos muggles y además en un enfrentamiento alguno podía salir dañado. Miró el parque infantil, con todos esos niños jugando tranquilamente, y las niñeras junto a las madres observándolos con atención, al acecho de cualquier cosa que pudiera pasarle a los pequeños. Entonces sus ojos se toparon con los de Jimmy, que esperaba sentado en el columpio, con la mirada azul fija en ella y Draco.

- Mira,  - Malfoy habló de repente, haciendo que la chica volviera su rostro hacia él - para que veas que no soy tan malo después de todo, Granger, voy a hacer un trato contigo, algo que nos beneficiará a los dos.

- Escupe – el rubio la miró con reproche, levantando las manos en son de paz.

- Yo le doy a tu querido niño su gorra si tú me acompañas a la fiesta que da el Ministerio el Sábado. – Hermiones lo miró detenidamente con escepticismo ¿Draco Malfoy pidiendo una cita? Mejor aún ¿Pidiéndosela a ella? Tenía que salir de allí tan rápido como pudiese.

- Estoy comprometida – Malfoy soltó una carcajada desprovista de algún tipo de humor. Cruzó los brazos con decisión, como si aquello ya fuera un asunto resuelto, una partida ya ganada de antemano. Dio unos pasos hacia ella, quedando a tan pocos centímetros que pudo oler el aroma inimitable del rubio.

- Mientes como una sangre sucia, sabelotodo – intentó acariciar el rostro de la muchacha, pero ésta se apartó en cuanto notó el contacto frío de aquellas manos de dedos finos y pálidos – Sé que te suena extraña la petición, y no te lo pediría si no fuera necesario para mi futuro en el Ministerio – suspiró profundamente, observando con sus ojos el cielo gris, del mismo color que su mirada glauca – Verás, yo soy un antiguo mortífago, ya sabes, de los malos malísimos, y cuando el Señor Tenebrosos cayó – Hermione pudo ver como se estremecía al nombrarlo – Yo quedé absuelto en el juicio. Ahora en apariencia, y solo en apariencia, soy un mago que ama a los Sangre Sucia como tú – se encogió de hombros, mirándola con desprecio - ¿Y cómo demostrarlo mejor que yendo con una auténtica Sangre Sucia a la fiesta?

Draco se echó a reír, y Hermione aprovechó ese momento para asestarle una fuerte patada en el altar del ego masculino. Malfoy cayó entonces al suelo, retorciéndose entre fuertes alaridos y espasmos, con las manos puestas en el sitio X (llamémosle X) y respirando agitadamente. Hermione mantenía los labios fruncidos junto a él, en una mano tenía la gorra, la otra la mantenía cerrada con fuerza. A su lado Jimmy, que había llegado corriendo nada más divisar el golpe, observaba la escena con la boca abierta, sorprendido y asustado a la vez.

- ¿Tía Hermione…? - susurró bajito, pero Hermione no le hizo caso, pues no apartaba sus ojos oscuros del cuerpo tendido de Malfoy.

- ¡A MÍ NADIE ME UTILIZA! ¿TE ENTERAS? ¡NADIE, QUE TE QUEDE BIEN CLARO MALFOY! – a su alrededor se fueron congregando mujeres con cochecitos y niños en brazos, también algunos pequeños miraban la escena con cara asustada. Poco a poco fueron preguntando qué había sucedido, y Hermione aprovechó la confusión para salir corriendo con Jimmy agarrado de la mano. Lo último que llegó a divisar fue a un grupo de madres pegando con el bolso a una cosa blanca tendida en el suelo y al que, entre gritos, acusaban de haber abandonado a su novia con su hijo pequeño y de venir después de muchos años para pedirle dinero.

Después de aquella escena tan terrorífica, Hermione Ganger nunca volvió a pisar aquel parque.

Estimado Señor Potter:

El Ministerio de Magia tiene el honor de invitarle a la fiesta que se celebra en la mansión de lo señores Brown el próximo Sábado con motivo de la celebración de los Juegos Magicolímpicos de Invierno que tendrán lugar éste año en Londres a partir del día 27 de éste mes.

Se exige túnica de gala y será obligatorio llegar al lugar con las tarjetas que se adjuntan en la carta. Se deja absoluta libertad para la forma de llegada, siempre y cuando no llame  la atención de los muggles. Puede ir acompañado si lo desea.

La celebración comienza a las siete de la tarde.

Sin más se despide atentamente:

                                                                Parvati Patil

                                                                                          Jefa del Departamento de

                                                                                          Relaciones Publicomágicas.

- Nunca pensé que Parvati llegase tan lejos profesionalmente.

- Siempre se le dio bien eso de hablar con la gente, de organizar cosas y de mandar.

- Tú fuiste con ella al Baile de cuarto curso.

- Si vuelves a mencionar eso, Ronald Weasley, juro que te haré tragar la quaffle que ahora mismo lleva Scott hacia el aro de los Tornados.

Una agitación nerviosa se apoderó de las gradas del campo de quidditch donde se disputaba el último partido de la temporada: Chuddley Cannons versus Tornados, cuando el golpeador de los primeros marcó de nuevo otro tanto. Harry y Ron se encontraban en las gradas que animaban a los Chuddley, junto a Fred, George y Neville, que en aquellos instantes se comió un regaliz que le ofreció uno de los gemelos. Al instante el lugar se llenó de pequeñas llamas verdes y azules que salían de la boca y las orejas de Neville, que apenas podía articular palabra.

- ¿Te gustan? – gritó Fred entre carcajadas, y cuando Neville quiso responder, salió una llama tan grande que chamuscó las plumas rojas del sombrero de la señora de al lado. George se apresuró a darle otro regaliz de diferente color. Las llamas fueron cambiadas por burbujas inofensivas. Ron y Harry observaban el partido, y de vez en cuando comentaban sobre la fiesta que el Ministerio tenía prevista para el Sábado y a la que pensaban asistir.

- Yo voy acompañando a Luna  – comentaba Neville entre burbuja y burbuja – Ella ha sido invitada porque trabaja en el Departamento de Misterios.

Harry asintió y miró a su amigo pelirrojo significativamente. Luna Lovegood había compartido junto a ellos más de una aventura, pero no solo era recordada por eso, sino por sus inimaginables creencias. Luna pensaba que los seres más extravagantes habitaban en algún lugar recóndito del país, y que ella junto a su padre (un editor que sacó a la luz la verdad sobre Harry en quinto curso) tenían la misión de descubrirlos. Por eso, el día que fue aceptada en el Departamento de Misterios nadie se sorprendió demasiado, así como tampoco extrañó que en dos meses se convirtiera en la mano derecha de Worwodd, su jefe. Hacía un año, ella y Neville (que trabajaba investigando híbridos de plantas carnívoras en un laboratorio mágico al sur de Escocia) habían contraído matrimonio y tenían un bebé llamado Amatius, que para elegirlo Luna no era tan extraño el nombre.

- Angelina irá también – dijo Fred de repente – Solo que dice que está muy gorda y no va a haber túnicas de gala para ella.

- Ponga lo que se ponga va a tener la misma panza enorme  Fred, no le hagas caso – bromeó George, y Fred intentó asestarle un golpe en la nuca sin conseguirlo – Tú miente y di que está muy guapa se ponga lo que se ponga, como yo con Alicia: Así termina ant… ¡EY, ESO ES FALTA!

Conners, el buscador de los Chuddley, había sufrido una brusca caída cuando Peck se abalanzó sobre él y le asestó un buen golpe con una de las bludger que, curiosamente, había confundido con su bate y golpeado con éste al jugador contrario. Los allí congregados abucheaban al golpeador, mientras que el árbitro le regañaba sin demasiada autoridad.

- Aquí todos tenéis parejas menos yo – se quejaba Ron cuando el partido se reanudó.

- Bueno pequeño Ronnie – dijo Fred con sorna – Es que ellas eligen solo lo que vale.

- Si fuera así no tendrías a Angelina a tu lado, Freddie Pooh.

- De todos modos – sugirió Neville, cogiendo un puñado de snacks con sabor a atún que le ofrecía George – Todavía tienes tiempo de invitar a Hermione.

Un silencio sepulcral se hizo dueño de las bocas allí congregadas, dando paso a las más variopintas reacciones. Harry estaba preocupado de repente en que los cordones de sus deportivas estuvieran bien atados, mientras que los gemelos observaban el cielo gris como si fuera los más divertido del mundo; Ron por su parte permanecía callado, mirando el juego y con la mente lejos de allí, atenta en pensar que se encontraría con ella en la fiesta. Iría con una túnica hermosa, tan bonita como ella, del brazo de otro. De un brazo que no era el suyo. Pero luego recordó su indiferencia, y algo en el pelirrojo se removió, y Ron supo que aquello era rencor.

- Hermione está olvidada – dijo tras una larga pausa, y todos lo miraron con seriedad – Olvidada…

En aquel momento Banner atrapó la snitch y los Chuddley ganaron la liga de aquel año.

La mansión Brown se encontraba en Gales, en un lugar escondido y resguardado de miradas curiosas y de muggles parecidos a Petunia Dursley. Era una casa suntuosa, con un jardín decorado de hadas que resplandecían en dorados y platas por todo el camino serpenteante que llevaba hasta la entrada. La casa era de un blanco inmaculado, y allí todo resplandecía bajo la tenue luz de las velas. Una orquesta situada en el lado derecho hacía más amena la fiesta, mientras que en el lado contrario una gran mesa se encontraba repleta de manjares procedentes de todos los rincones del mundo. La señora Brown, organizadora del evento, regalaba sonrisas y besos por doquier, mientras que el señor Brown estrechaba manos y reía a carcajadas.

- Bueno, después de todo no está tan mal ¿verdad?

- Mmmm…

- Si sigues respondiendo así, juro que mi próximo diálogo será con los rosales del jardín: Seguro tienen más inteligencia que tú.

- Ajá.

Ron intentaba distraerse manteniendo una conversación con Harry, pero éste estaba más atento a la puerta de entrada que a su amigo. A unos pasos de ellos, Cho Chang charlaba amigablemente (Más que amigablemente, pensó el pelirrojo) con Benjamín Brown, futuro heredero de toda aquella fortuna junto a su hermana, Lavender Brown, a la que Ron y Harry conocían de sobra gracias a sus años en Hogwarts. Lavender paseaba por allí del brazo de Dean Thomas, su prometido, mientras que su hermano mayor, el soltero más codiciado (y más sexy, según el diario "El Profeta"), le susurraba al oído a Chang, que reía igual de bajito.

- A tu chica se le dan bien los actos sociales, amigo – dijo Ron en un tono más que reprobatorio, que dejaba al descubierto su antipatía hacia ella.

- Cho es así – respondió Harry sin darle importancia, bebiendo de su copa aquel líquido anaranjado que le sugirió Seamus Finnigan.

Ron apartó su mirada de Harry para observar el reloj de su muñeca izquierda: Las nueve en punto. Respiró pausadamente y con aparente tranquilidad, aunque por dentro ondeaba todo un maremoto de sensaciones. Un lado esperaba con ansias la aparición de Hermione en la fiesta. El otro le decía que cumpliera lo que había dicho en el partido de quidditch a Neville y la olvidara. Aquella contradicción la había visto en una "peliculia" que Hermione había conseguido en un lugar llamado "Videioclub". La historia contaba como un niño hacía todo lo malo a pesar de que su conciencia (un grillo verde y con ropa muggle que a Ron le cayó muy bien desde el principio y se llamaba Pepito Grillo) le decía que no hacía lo correcto. Pero aquellos pensamientos se desvanecieron al ver entrar a la persona que menos esperaba ver allí aquella noche… o quizá sí.

Nada más entrar en la sala, Hermione Granger sintió todos los ojos puestos en ella. Se ruborizó al dar unos pasos y verse reflejada en un espejo barroco que decoraba una de las paredes de mármol blanco. Vestía una túnica celeste, con profundo escote que ocultaba a medias con un colgante en forma de mariposa que había embrujado para que aleteara. El cabello castaño iba recogido en la nuca con una pequeña horquilla a juego con el colgante. Miró hacia atrás, y sus ojos se encontraron con los marrones de Ginny y los verdes de Giork. Ambos iban muy elegantes y cogidos del brazo. Giork vestía una túnica verde oscura, mientras que Ginny contrastaba a ello con una dorada y de escote en la espalda, que dejaba al descubierto sus innumerables pecas. El cabello pelirrojo estaba medio recogido e intercalaba pequeñas hebras doradas con perlas que brillaban intensamente, dándole un aire sofisticado.

- Te dije que serías la envidia de la fiesta, querida – le decía Giork, saludando afectuosamente a una mujer gorda con túnica negra y guantes color rojo sangre. Ginny miraba de un lado a otro incómoda, sin saber exactamente qué hace o qué decir. Aquel no era su lugar, y simplemente había asistido porque su madre insistió demasiado como para negarse a ello. Entre la multitud de gente allí congregada, la pelirroja pudo distinguir a su padre, que le saludaba desde un rincón de la gran mesa; a su lado Ron y Harry la observaban sin apartar sus ojos de ella y Hermione.

- Estáis muy guapas está noche – les dijo el señor Weasley cuando Ginny y Hermione lo saludaron – Lástima que tu madre no te vea, hace solo quince minutos se marchó porque se encontraba cansada, ya sabes que a ella no le gusta demasiado esto.

La pelirroja asintió, conteniendo a duras penas la risa al ver como su inocente padre caía en las mentiras de su madre. Molly Weasley estaba ahora mismo en el apartamento de su hija meciendo a su único nieto entre sus brazos. Aquella noche se había ofrecido a ejercer de abuela y niñera ejemplar.

Está muy bella, fue lo primero que Ron pensó nada más ver aparecer a Hermione en el lugar.

Le sentaba bien el celeste, así como el cabello recogido, y las mariposas y el maquillaje. Sus ojos azules la recorrieron, evaluadores: Estaba linda la mirase desde donde la mirase. Era ella, era Hermione. Sacudió la cabeza un par de veces, regañándose por caer de nuevo en su trampa, por caer preso en el deseo de tocarla, de besarla y de desnudarla. De mirarla y decir que era suya, suya y de nadie más.

Hermione  caminaba por el sitio con reticencia, llegando hasta unos grandes ventanales que daban a un espacioso balcón. Se sentía observada en aquella fiesta, demasiado observada, y aquello no le gustaba en absoluto. Escuchó las carcajadas de Ginny a lo lejos,  y vio que reía de un comentario que Giork le hizo al señor Weasley. Harry bailaba ahora en la pista con Cho, echando miradas de soslayo hacia la pelirroja.

Ron había desaparecido.

Ron…

- Nos volvemos a encontrar, Granger – cuando Hermione giró, sus ojos marrones chocaron con los glaucos y fríos de Draco Malfoy. Vestía túnica negra, que resaltaba su pálida piel y su cabello rubio peinado con gomina.

- ¿No tuviste suficiente el otro día en el parque? – le espetó la muchacha abandonando el lugar, pero a los dos pasos Malfoy la sujetó por el brazo.

- Baila conmigo.

- Suéltame – intentó zafarse con todas sus ganas, pero Draco le ganaba en tamaño y en fuerza.

- Escucha, solo quiero que la gente del Ministerio vea lo bien que nos llevamos los compañeros de departamento – Hermione se removía sin parar y entonces la sujetó por el otro brazo, zarandeándola ahora con violencia - ¡Vamos Sangre Sucia no tengo todo el día!

PUM

Un puño apareció de la nada y fue a parar a la cara de Draco Malfoy.  Hermione cayó al suelo y al apartar un mechón rebelde que había escapado del recogido, pudo ver a Ron sobándose el puño malherido. Se mordía el labio inferior y miraba desde sus ojos azules a Draco con desprecio.

- ¡Ni te atrevas a mirarla… y mucho menos a tocarla! – le advirtió el muchacho al rubio.

Malfoy se palpó el labio, que en esos instantes le sangraba, y levantándose de un salto se abalanzó contra el pelirrojo, recibiendo éste un golpe en la barbilla. En ese instante unas manos los separaron, y una multitud se congregó alrededor de los chicos. Draco sangraba por el labio, mientras que Ron tenía un fuerte morado en el lado izquierdo del mentón y en la mejilla una pequeña abertura de la que goteaba sangre.

- ¡YA VERÁS , WEASLEY!

- ¡ESTA ME LAS VAS A PAGAR MALFOY, LO JURO! – ambos chicos intentaban zafarse de los brazos que lo sujetaban. Dos desconocidos a Draco; el Señor Weasley y Harry a Ron.

- Venga, ven conmigo al piso de arriba - le dijo el señor Weasley con calma, ya sin tenerlo que sujetar ni él ni Harry.

Harry, Ginny y Hermione se quedaron abajo, mientras el Señor Weasley acompañaba a Ron a  una de las habitaciones de la casa.

- Espera aquí – le dijo mientras salía de la estancia, tumbado el pelirrojo en una de las camas – Madame Summer anda por aquí… voy a buscarla para que te cure.

Nada más cerrar la puerta, volvió a abrirse para dar paso a un par de desconocidos que custodiaban a Draco. Los dos chicos se miraron con desprecio, pero ninguno de los dos dijo nada después de que los desconocidos cerraran la puerta una vez vieron que todo estaba en orden.

- Deja en paz a Hermione – dijo después de media hora Ron, que observaba el techo tumbado en la cama como si fuera lo más interesante del universo. Draco le respondió con una risa desprovista de humor, chasqueando la lengua en señal de negación.

- Todos los Weasley sois iguales: Pelirrojos, pobres… y salvajes – escupió las palabras como si quemaran en su garganta -  No os salváis ninguno – hizo una pausa para curarse la herida del labio –  hasta tu hijo ha heredado la…

- Yo no tengo hijos – le cortó Ron, que se sobaba la herida de la mejilla.

- Claro, y el espécimen que me atacó en el parque hace pocos días y que llamaba mamá a Granger era soñado por mí – lo miró con el ceño fruncido, y los ojos grises fijos en los escépticos azules de su acompañante – Tiene el pelo igual que el tuyo, y el mismo color de ojos que tú… no puedes negar que es un Weasley puro y duro.

Ron se levantó de golpe de la cama, observando a Draco con mucha fijeza. En sus ojos había odio, pero decía la verdad. Su corazón entonces comenzó a palpitar con rapidez, recordando al instante las palabras de su madre diciéndole que fuese a casa de Hermione.

- La sorpresa… - susurró Ron para sí, y sin que a Draco le diera tiempo a responder, el pelirrojo había salido corriendo escaleras abajo. Al pie de la escalera estaba Harry con Cho, ambos conversando con tranquilidad.

- ¿Ya te curaron? – preguntó su amigo, pero lejos de responder, Ron le formuló otra pregunta: El paradero de Hermione.

- Se fue a su casa, Ginny también se marchó… - se encogió de hombros al ver como Ron echaba a correr - ¡Eh, qué pasa!

Pero Harry solo obtuvo como respuesta el Crack de la desaparición de Ron.

Pues aquí se queda, siento las faltas ortográficas y los fallos que tenga el capítulo, pero prometo que es que no pude revisarlo porque tengo 5 minutos para publicarlo y lo acabo de terminar ahora mismo. ¡Besos! Perdonad que el capítulo sea horrible, pero me daba pena no escribir nada después de tanta insistencia. Gracias de nuevo y dedicado a todos los que seguís éste fic tan fervientemente.